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Libro de los Druidas


Badru
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Estaba segura de haber hecho un buen trabajo con los escorpiones pues sin duda se había librado de ellos usando únicamente la magia de los libros y sin necesidad de la utilización de un antídoto para el veneno que era básicamente la instrucción que recibió de parte de su maestro y eso la hacía sentirse mucho más segura acerca de su magia, así que observaba la actitud del guerrero cuidadosamente mientras se acercaba a ella con las manos en la espalda y con ojo de escudriñador sin pronunciar palabra alguna .

Budru estaba poniendo la mano en su hombro en señal de aprobación así que sonrió feliz. No esperaba palabras especiales pues no solo había avanzado en el conocimiento druida, sino también en la comprensión de su maestro que pese a su rigidez y aparente mal carácter, se escondía un ser capaz de dar lo mejor de sí y Bodrik lo sentía como un mentor y estaba complacida por haberlo descubierto.

-Estoy más que lista Maestro- Dijo encogiéndose de hombros y sonriendo.

Era m uy gracioso saber que su rival volvería a ser Mia, pareciera que estaban destinadas a probarse una y otra ve como guerreras en el transcurrir de su entrenamiento Uzza y tenerla nuevamente como contrincante le agradaba pues siempre se llevaba en buenos términos con la Black Lestrange y si su compañera respondía afirmativamente ambas estarían en el siguiente nivel dispuestas a culminar su paso por el conocimiento druida ...- Perfecto, pronto tendré permiso de usar esta magia- se dijo así misma. –Estoy ansiosa por aprender más- dijo sinceramente al guerrero que permanecía a la espera de una respuesta.

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Una media sonrisa apareció en sus labios, algo le decía que la buena imagen que había causado a Badru en su primer encuentro. Contenta de lo que había logrado, dejó en el piso la canasta con los lirios y se quedó a su lado, mirando como Bodrik y Madeleine se dedicaban a pelear con escorpiones, negando lentamente, se preguntó ¿Por qué no me tocó algo así de sencillo?

Consiente de que nunca tendría la respuesta, respondiendo negativamente ante la invitación de realizar un Cantar de Eleboro, pensó en un Obsistens logrando que una capa gaseosa de color plata apareciera a su alrededor, protegiendola del posible ataque de la criatura. Por lo que simplemente, espero a que terminará la lección de las brujas, y miro con aburrimiento deseando que se terminará.

--Si, estoy lista... pasemos al siguiente desafío. --estando conforme a realizar la prueba.

Estaba segura de que Bodrik, le daría un poco de diversión durante la prueba o eso esperaba, porque algunas veces podía ser lenta al reaccionar, pero confiaba en que en esa ocasión sería diferente, igualmente sabía que en otras ocasiones habían medido sus poderes, resultando interesantes. Esperando las siguientes indicaciones, esbozo una sonrisa de satisfacción.
Editado por Mia Black Lestrange
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- No me costó, ya lo había hecho antes y tenía tiempo para liberarme -dijo encogiendo los hombros.

 

¿Era una carrera de velocidad? La bruja posó ambas manos en las caderas, frunciendo un poco el ceño por el sol, aceptando la regañina de Badru con calma. Había calado al Uzza con anterioridad, así que tomaba aquella seca bienvenida como si el joven estuviese feliz de verla. Y tal vez en el fondo lo estuviera ¿Qué buen maestro no hubiese estado contento de que un alumno retomara su clase?

 

- Espero mejorar los conocimientos que aprendí con anterioridad, sino sería una lástima hacerte perder el tiempo.Y sería una completa decepción para mí.

 

No iba a desperdiciar la oportunidad de hacerse con nuevos poderes y hechizos, menos cuando solo podían obtenerse aprendiendo directamente de los Uzza, un pueblo enigmático y orgulloso que hasta entonces no habían compartido su saber con el resto del mundo. El libro que había comprado era completamente inútil sin las clases, era solo un compendio de hojas en blanco que se sucedían una tras otra hasta la desesperación. Además, medio Ottery estaba asistiendo a las clases impartidas por esos guerreros, por lo que tenía que aprender casi por obligación, de otra forma, no sabría detener o aprovechar ciertos ataques y hechizos.

 

Miró de reojo durante breves instantes a una mujer baja y morena que parecía observarla con cierta reticencia y aprehensión. Le bastó ese rápido reconocimiento para saber que no era parte del bando, aunque su cara le sonaba de algo. Enarcó una ceja un tanto divertida ante la reacción de aquella supuesta nueva alumna, que hasta soltó una risita de la nada, como si estuviera medio loca. Sin lugar a dudas, Londres era un sitio...diferente.

 

Metió una mano en el bolsillo de los cachibaches mientras el Uzza enviaba a ambas mujeres en busca de la Pesadilla.

 

- Pesadilla. Seguro que es un inofensivo pony.

 

Comentó con sarcasmo a la vez que deslizaba los anillos -de detección de enemigos, contra venenos, amistad con las bestias y el detector de enemigos- en sus dedos huesudos como si fuera una gitana. Ante la descripción del animal, sacó el polen de lirio de fuego y se baño en él. Otra vez. Oteó el horizonte en busca de alguna pista o señal en la arena, alguna mancha que pudiera reconocer desde lejos como pisadas carbonizadas. Hacia el norte, entre lo que parecía una extensión infinita de dunas infernales, vio unas rocas oscuras.

 

Apuró la marcha en esa dirección, esperando que "los confines del mundo" no estuvieran mucho más lejos, porque las dunas parecían no tener fin. Dejó atrás al uzza y a las pocas señales de vida que la rodeaban, perdiéndose en un mar infinito de arena y polvo. Subió y bajó varias cuestas siguiendo un camino de huellas carbonizadas hasta que sintió la señal de alerta del anillo de detección de enemigos. Sin detenerse, sacó la varita y la deslizó entre los dedos, subió lentamente hasta la parte más alta de una duna y se recostó sobre el vientre contra el viento.

 

El viento que azotaba su rostro era cálido, mucho más que el calor que desprende una hoguera de cerca. Si no fuera por los lirios, ahora estaría sufriendo las consecuencias de las quemaduras. Avanzó con cuidado usando el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, para evitar llamar la atención de aquella bestia. Encontrarla había sido sencillo, pero ¿cómo iba a llevarla hasta el Uzza sin utilizar hechizos prohibidos? Sacó el frasquito de semillas de hielo y algún amuleto más. Algo se le tenía que ocurrir.

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Madeleine, al ver que la mujer albina decide ir por su cuenta, se encoge de hombros, diciéndose a sí misma "bah, lo intenté". A decir verdad, no fue un acto propio de sí misma, esa especie de espera... pero, últimamente, no sentía que estuviera actuando como debería. Para comenzar, uno o dos meses antes no habría aceptado una misión tan carente de pies y cabeza (por lo menos, para los propósitos del entrenamiento, según su punto de vista), mucho menos de alguien a quien no sólo conocía, sino cuya cultura y magia era todavía un gran misterio para ella. Mientras piensa en ello, no puede evitar sentirse un poco tonta, mas no permite que el sentimiento la embargue por mucho tiempo. Ya, basta de estupideces. En cambio, se encuentra aliviada, pues estando por su cuenta se siente más libre y segura; sólo espera que el Uzza, entretenido con otra aprendiz londinense, no vaya a entrometer sus narices un poco más adelante, en ese asunto de la Pesadilla.

 

Todavía bajo la sombra del árbol, rebusca en su mochila atestada de pociones, artefactos mágicos y más armamento, hasta que da con un pequeño frasco de cristal. Desde muy lejos se puede ver la sustancia pastosa, pues es de un llamativo color bermellón. Internamente, repasa lo que sabe del polen de los lirios de fuego, que pasó toda la noche anterior extrayendo de las flores, y finalmente opta por tomar una pizca de él y arrojarlo por encima de su cabeza. Sin embargo, no deja que simplemente caiga en su cabello y ya; alza la varita mágica, conjurando uno de los encantamientos "prohibidos" y que le da igual usar en público o en privado, e invoca un ligero ciclón que se encarga de transportar el polen a su alrededor, envolviéndola. Siente un ligero ardor cuando el extracto de los lirios de fuego penetra en cada poro de su piel, mas en apenas unos momentos aquello desaparece, llevándose incluso el calor con el que acudió al encuentro con Badru; termina sintiéndose fresca, como si en lugar de estar en un desierto, estuviera en los jardines del castillo de los Moody, allá en las Southlands de Escocia, su tierra natal.

 

Además, coloca una pizca más de polen en el dorso de su mano izquierda, y lo inhala todo. Casi de inmediato siente unas tremendas ganas de estornudar, y le cuesta respirar por un momento, pero se esfuerza en mantener la sustancia en su sistema respiratorio. No hace aquello porque considere necesario proteger sus órganos internos, sino porque cree que esa la mejor manera de rastrear la Pesadilla: siguiendo su rastro de calor, el cual debe ser considerable, aún estando en un demoníaco desierto.

 

Según la descripción de Badru de la criatura, considera que además del polen de lirios de fuego, todo lo que necesita es colocarse el anillo de amistad con las bestias.

 

Luego tomar un poco más de agua para mantenerse hidratada, decide comenzar con la travesía. Para esas alturas la brisa, aunque es débil, ha hecho difusas las huellas en la arena, de modo que no tiene ni idea de si se encontrará en un futuro con la, bautizada por ella, mujer albina. Mejor no. No me da buena espina...

 

A pesar de que el polen hace más soportable el calor, no tarda mucho tiempo en cansarse. Las dunas de arena no son muy altas, ni tampoco se repiten mucho, pero avanzar es muy difícil; a medida que se aleja de la plaza, sus pies se hunden más profundamente en la arena, como si estuviera caminando sobre nieve, de modo que tiene que hacer mucha fuerza y levantar mucho las rodillas para sacar los pies (bueno, ya casi las piernas) de allí. Quizás es porque tiene ganas de acostarse, para respirar con normalidad y dejar que sus palpitantes músculos descansen, pero comienza a pensar que no tiene nada de ventaja en ese escenario, y si llega a encontrarse con la Pesadilla, es por pura casualidad. La criatura, capaz de convertir en piedra negra lo que tocan sus patas, puede moverse con mucha más facilidad y rapidez que ella.

 

Cuando el calor aumenta (seguramente una temperatura no apta para humanos y muchas criaturas), un destello de esperanza hace que se anime y se diga que quizás no está sólo vagando y ya, sino que está llegando a la maldita Pesadilla. Después de todo, tiene que ser eso, o una especie de lago de lava subterráneo.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 3 semanas más tarde...

Badru se ausentó un tiempo mínimo, lo suficiente para llevar a las dos alumnas que habían aceptado enfrentarse en la prueba final. Cuando regresó al Árbol de Fuego, traía una sonrisa invisible en su rostro tapado. Se sentía bastante satisfecho del resultado de prueba, algo que ellas nunca sabrían porque no volvería a verlas. O eso esperaba. ¿Por qué irían a visitar, algún día, a aquel Maestro huraño que les había dado sabiduría con hechizos nuevos, aunque a la vez había intentado matarlas?

- No entienden aún que, al exponerlas a un medio hostil mortal, les estoy enseñando a sobrevivir en cualquier lugar, a reaccionar de forma inmediata. Y a ganar.

El comentario sonó en el aire, expandiéndose como un eco solitario en aquellas dunas calientes. Badru notó la soledad de aquel agradable espacio (para él). ¿Es que las otras alumnas aún no habían regresado? Le costaba creer que aún no hubieran podido con Pesadilla. El recuerdo del oscuro animal provocó una oleada de recuerdos del pasado, cuando lo domó con la ayuda de su Maestro. Era una Criatura imposible a la que había domado. Pocas cosas podían ocasionar tanta satisfacción. Como ganar una batalla y matar al Enemigo con Honor, dejándole morir con un arma en la mano para que pueda mirar a la Muerte a la cara.

¿Estarían muertas? Se había ido sólo un momento pero había perdido el control sobre sus caminos, muy paralelos cuando él aún miraba. El Uzza apoyó una mano en el Árbol de Fuego. ¿A qué esperaban para traer lo que había pedido? ¿O es que creían que él iba a esperar para siempre? Sus ojos se empequeñecieron en una ranura difícil de interpretar para un ajeno. Quien le conociera, sabría que todo lo que pasaba por la mente del Uzza, en aquel momento, no sería agradable para nada. Volteó la mirada hacia la Estatua de la Diosa Guerrera Uzza y la saludó con un casi imperceptible movimiento de respeto.

Avanzó un par de pasos, alejándose del lugar de encuentro con sus alumnas. En la mano apareció su vara de cristal, oscura como lo más negro conocido. La levantó como una arma, no como un bastón de los Ancianos y avanzó con paso decidido. Con un movimiento de su mano en forma de arco y sin detener su decidido paso por la árida tierra arenosa, el Uzza abrió un portal sin ningún esfuerzo. Al atraversalo, el golpe de calor fue inmenso. Podría haber derretido su propia armadura o el arco que le acompañaba siempre. Pero él lo resistía gracias a que todo él estaba impregnado por las ventajas de su propia varita hecha con madera del Árbol del fuego. Aquella temperatura le afectaba casi nada y estaba acostumbrada a ella.

Le vio. Pesadilla relinchó al olerle, al reconocerle. Se acercó a él, aún sabiendo que las alumnas le verían. No era de su incumbencia que le vieran. ¿Creían que iba a ponérselo fácil? Ya que ellas no volvían prontamente, añadiría dificultad a la misión. Desaparecida la vara, tomó su arco con fuerza. Tensó la cuerda y apuntó...La punta de la flecha apuntó al corazón de aquella Guerrera y después buscó el de la otra alumna, morena y también Guerrera. Tan diferentes... Tan iguales... Esa sensación había tenido y ahora se potenciaba: ambas darían todo lo de sí para acabar la misión sin morir en el intento. La flecha salió disparada y se clavó con fuerza en la arena, sobresaliendo apenas un palmo del suelo. Se puso a vibrar.

Aquella saeta parecía viva, moviéndose como la cola de una serpiente. Al principio, sólo parecí suceder eso pero enseguida se notó el efecto de la fuerza y poder que emanaba de ella. Una grieta enorme en el suelo apareció, rajando la tierra y esparciendo la arena en su interior, que no llegaba a tocar el suelo, cristalizándose y convirtiéndose en cristal hasta desaparecer en la lava. El Uzza había creado un hueco de cinco metros de distancia de ancho y demasiada profundidad como para sobrevivir si caías dentro. Pero era la única manera de conseguir al monstruo equino puesto que, en cuanto sitió el calor del magma, corrió relichando de placer y saltó al interior. Sería interesante ver cómo conseguían atraparle y devolverle al lugar donde él estaba apoyado, una puerta enorme de madera requemada que era el lugar donde deberían encerrarlo.

Sí... Una gran y peligrosa misión. Entendería que se negaran a hacerlo; para aquellos inútiles magos londinenses, la vida era más útil que los hechizos de Batalla.

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  • 2 semanas más tarde...

Badru apareció a través del portal y se acercó a la bestia con impresionante naturalidad. Mientras Beltis, por el contrario, estaba tomando todas las precauciones para atacar de manera sorpresiva, por que sí, porque quería innovar y hacer algo diferente. Aunque la sorprendida fue ella cuando una flecha salió despedida desde el arco del Uzza y se clavó en la arena. Al principio parecía una mera advertencia para darles a entender que el Uzza estaba ahí para evaluarlas, pero en seguida comprendió que estaba equivocada. Esa flecha era algo más. No sería Badru si no complicara más las cosas.

 

La tierra bajo su cuerpo tembló y la arena comenzó a deslizarse hacia la flecha, que iba creando una profunda fractura en el terreno, una grieta que se hundía rápidamente varios metros, engullendo dunas y toda la arena que había a su alrededor, y desde la cual emanaba un calor infernal y asfixiante. Calor de volcán, calor de lava. La bruja hizo una mueca de desprecio ante las rojas fauces que se abrían ante ella y a las cuales se arrojó el caballo, saltando de alegría.

 

- est****o pony -maldijo entre dientes mientras se arremangaba con un dejo de enfado en el rostro.

 

Ya iba siendo hora de acabar con tanta tontería. Pero ¿Cómo iba a entrar ahí? El polen de lirio no la protegería de la lava ardiente si llegaba a caer. Con las alas plateadas de Amuleto Volador colgando de su cuello, se aplicó sobre si misma Salvaguarda Mágica y se acercó a la grieta que tenía como unos cinco metros de diámetro y una profundidad que costaba calcular. Abajo, en un saliente rocoso, el caballo disfrutaba de lo que para él debía ser un paseo dominical entre lava ardiente y ceniza. Fue acercándose paso a paso hasta quedar en el borde, con el cabello y los ojos otrora grises, encendidos como el fuego por la luz cobriza que salía del agujero. Finalmente, se dejó caer con suavidad.

 

Su camino hacia las profundidades podía parecer -si alguien la pudiera ver- controlado y fácil con la ayuda del amuleto. Sin embargo, no fue un viaje placentero ni mucho menos simple. Cada centímetro la acercaba a lo que parecía una muerte segura por incineración mientras debía mantener la concentración en el maldito animal. Antes que aquella criatura se echara a correr si llegaba a detectar su presencia, extendió su varita hacia él y lanzó las Semillas de Hielo para paralizarla (al ser un animal tangible) y así tener tiempo para acabar de controlarla.

 

Continuó con su caída controlada hasta el saliente y posó los pies -ahora visibles- sobre lo que debía ser una roca ardiente, pero con el cuerpo cubierto de Polen de Lirio de Fuego no lograba sentir todo su calor, menos el daño. La capa de hielo del animal se fue derritiendo a medida que la bruja se acercaba lentamente. Sus crines hechas fuego ardían bajo la leve capa cristalizada. Beltis casi podía sentir cierta conexión con aquella criatura. Malvada, sin duda, iracunda y llena de una ferocidad que encajaba muy bien con el nombre que tenía. Elevó un brazo y acercó los dedos al lomo del corcel y los presionó sobre su brillante pelaje negro. La Marca de Sangre se imprimió de inmediato sobre la cálida piel de La Pesadilla, que ahora, al fin, miraba a Beltis con cierta docilidad.

 

Tal vez si hubiese dispuesto de más tiempo, podría haberse ganado la confianza del animal de una manera más tradicional. Pero no tenía todo el día y el polen de lirio se diluiría en su sistema en breve. De un salto, montó sobre el caballo y extendió nuevamente la varita. Tendría que intentar hacer un portal. Se concentró en el objetivo, en la puerta de madera y en el sitio al cual quería viajar.

 

Con pulso firme dibujó una linea sobre el espacio a la vez que pronunciaba "Fulgura Nox". No ocurrió nada, no se abrió una portal hacia ninguna parte. Respiró hondo.

 

- Fulgura Nox - su vos hizo eco dentro de la grieta.

 

Volvió a deslizar la varita sobre el aire, con mayor convencimiento y concentración, con sus ojos grises fijos en su destino. Frente a ella, una línea comenzó a brillar y se fue abriendo con lentitud, hasta admitir su paso hasta el otro lado junto al caballo. No era un portal perfecto, sus límites parecían difusos y astillados en algunos sitios, parecía una portal débil que en cualquier momento se cerraría. Le dio una orden a la Pesadilla para que se adentrara hasta llegar al Uzza.

 

Una vez al otro lado, el aire se hizo más liviano y fresco. A tan solo unos metros Badru esperaba junto a la vieja puerta requemada para volver encerrar a su mascota.

 

- Se ha quedado buena tarde para dar un paseo.

 

Sudaba como una cerda y tenía la boca tan seca que juraría que pronto la lengua y el paladar se le quedarían pegados, pero eso no iba a impedir que terminara con la misión con algo de gracia. Se bajó del caballo de un salto y le ordenó que entrara en su caballeriza.

 

 

 

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No me sorprendía ver solo a una de las brujas llegar al fin hasta el sitio donde les había pedido que trajeran a Pesadilla, dejando que la que se hacía llamar Beltis terminara sin problemas para calmar a mi querido corcel, cerrando la puerta de la caballeriza. Giré mi cabeza hacia la mujer y sonreí un poco sin que ella se diera cuenta debido a la tela que cubría la mitad de mi rostro, simplemente era inevitable el sentirse un tanto orgulloso al ver el crecimiento de los pocos guerreros ingleses que se presentaban frente a mi para aprender los secretos del libro.

 

- Refréscate un poco... aguamenti.

 

Me había acercado hasta la aprendiz, estirando mi brazo con el que sostenía mi varita para lanar el chorro de agua justo en frente de ella, esperando que pudiera beber un poco y recuperarse del esfuerzo que había hecho hace apenas unos momentos atrás. Si bien era cierto que estaban en medio de un entrenamiento, también lo era el reconocimiento del trabajo realizado sobre todo ella, que había regresado después de un torpe intento pasado por pasar el curso.

 

Finalicé el conjuro apenas vi que la situación se había calmado para alejarme caminando de regreso al Árbol de Fuego, ignorando por completo el haz de la noche que había invocado anteriormente la mujer y que, lentamente, comenzaba a cerrarse dejando atrás a la otra bruja, la de piel morena. Era una verdadera pena tener que dejar en el camino a un aprendiz, pero no podía detener a quien se había esforzado.

 

- Te has enfrentado a un par de situaciones complejas, - comencé a hablarle cuando posaba mi mano izquierda sobre la corteza del árbol - tienes las bases suficientes para proseguir a tu prueba final aunque, ¿te sientes preparada para ello?

 

Sin esperar a que la respuesta fuese pronunciada, comencé a dibujar de manera rápida un portal a mi lado del tamaño suficiente para que la atravesara cualquier persona a modo de una puerta común y corriente; me hice a un lado y la invité a caminar hasta el portal, sin contar que del otro lado le esperaba la última prueba antes del enfrentamiento final que le daría el completo poder del libro de los druidas... si es que se superaba a ella misma.

 

La pálida mujer sería transportada a las planicies cercanas a la tierra de la eterna oscuridad, sitio donde un simple mago quedaría atrapado para siempre queriendo encontrar una "salida" del mismo, pero no un guerrero. Atravesaría le enorme tormenta de arena, dificultándole una visión clara del camino a seguir a un simple domo creado con magia, como si fuese una burbuja de seguridad en medio de la tempestad; librándose, también, de llamaradas que atraviesan el aire, como lengüetazos de dragones que quieren acariciar su cuerpo.

 

- Espera ahí a tu contrincante, - finalicé antes de que desapareciera de mi vista - utiliza lo aprendido sabiamente.

 

¿Sería Madeleine lo suficientemente fuerte para alcanzar a su compañera o tendría que ser yo quien levantara su varita en ese último enfrentamiento?

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  • 3 semanas más tarde...

Dejó que el agua se llevara la suciedad de sus manos aprovechando el inusual gesto que el Uzza estaba teniendo con ella. Lo miró desconcertada y se llevó las manos limpias y mojadas al cuello para refrescarse, aunque sin bajar la guardia. Badru era imprevisible, lo había demostrado durante toda la clase e incluso el gesto del agua había sido algo fuera de lo normal, un gesto de amabilidad que no le habría atribuido a él -ni a ningún otro Uzza- de no haberlo visto. A saber qué clase de pruebas le pondría a continuación. Fuera lo que fuera, estaba lista.

 

La sorpresa llegó cuando el joven de rostro cubierto le propuso dar la prueba del Libro. No tuvo que pensarlo dos veces.

 

- Estoy preparada.

 

Había llegado el momento que tanto había estado esperando, por fin podría probar su pericia y nuevos conocimientos en una prueba que prometía ser de mayor nivel que las anteriores. Su portal se cerró dejando a la otra mujer en las interminables dunas infernales, y frente a ella Badru abrió otro portal. No se detuvo ante la imagen que revelaba ese nuevo camino, una oscuridad impenetrable que desde lejos erizaba los vellos. Entró sin dudarlo para esperar ahí a su contrincante.

 

 

 

 

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  • 4 semanas más tarde...

La primera vez que hubo creído estar preparada para cursar el libro de La Fortaleza, cargó en su espalda el pesado tomo así como los objetos que venían con él, aquello había sido un acto tonto e infantil además de inseguro. Si se había sentido preparada ¿Por qué llevar el conocimiento el papel? ¿Por qué respaldarse en palabras cuando lo podía haber hecho en actos?. Mucho tiempo tuvo que reflexionar para llegar a la conclusión de que si realmente estaba lista para atravesar una nueva aventura y verse marcada por una nueva cantidad de poder ancestral, no necesitaba probarlo como en la academia, debía sentirlo, vivirlo y transmitirlo a quien impartiese la clase.

 

No conocía a Badru pero había oído hablar de él, quería no sentir miedo y si respeto, pero las sensaciones se mezclaban en su interior mientras recorría el sendero de piedra que la llevaría donde los Directivos le habían informado dicho Uzza aguardaba sin paciencia a sus futuras víctimas o alumnos, según con que pie despertase cada mañana. Y esa, desgraciadamente y no solo por tratarse de El Cairo, resultó ser una mañana por demás calurosa, Arya detestaba el clima exagerado, se sentía pegajosa a pesar de solamente llevar puesto un vestido blanco con diminutas flores azules que no permitían percibir el primero de los colores, unas sandalias sencillas abiertas y acordonadas hasta las rodillas y nada más.

 

La pulsera repleta de dijes pequeños que tintineaba en su muñeca izquierda no le provocaba calor, allí albergaba los poderes de los libros anteriores y con anhelo esperaba añadir los del libro de los Druidas.

 

Al llegar a la plaza del árbol de fuego se detuvo, honestamente le faltaba un metro para haber llegado oficialmente pero ya sentía que se sofocaba. Tragó en seco y fue dando pasos cortos a medida que pequeñas gotas de sudor perlaban su frente y su labio superior, por fortuna llevaba el cabello corto muy por encima de los hombros pero aun así allí no había reparo alguno. La arena ardía víctima de los rayos solares, dicho astro se burlaba de ella abrasando su nívea y delicada piel y el único árbol que debería de dar sombra al lugar simplemente hacía honor al nombre y flameaba preso de una brisa caliente.

 

De repente se sintió dentro de un horno y se echó a reír, tenías las mejillas enrojecidas y aun restaba esperar a que Badru hiciese acto de presencia, si el Uzza demoraba demasiado se encontraría con las cenizas de lo que alguna vez fue una bruja hidratada.

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La presencia de otro aspirante al libro de los druidas llenó todo a mi alrededor, una de las dos mujeres que estaba esperando conforme me habían informados los dirigentes de aquel sitio británico y que, a mi pesar, había tardado más de lo que deseaba para iniciar su entrenamiento. Abracé con cariño a Mout después de entregarle a nuestro hijo a su cuidado, cubrí mi boca nuevamente con aquel pedazo viejo de tela cerrando la sonrisa que había puesto en mi rostro; ella lo entendía, ella sabía que era momento de irme y simplemente asintió para alejarse para evitar cualquier tipo de contacto con la nueva aprendiz.

 

Apenas me acerqué a la figura de la estudiante y mi cuerpo se puso rígido. Ese no era un atuendo adecuado para entrenar, no éramos un par de turistas en tierras a explorar, ¿acaso jamás tendría una buena impresión de aquellos que vivían en ese archipiélago? Solo me quedaba esperar que me fuera quitando de la mente esa terrible primera impresión.

 

Mi vara de cristal regresó a su forma normal, alzándola directamente hacia el torso de aquella joven mujer mientras mi voz sonaba por primera vez para sus débiles oídos.

 

- ¡Los secretos que estás a punto de descubrir no son cosa de juego, mujer! - Apenas se giró hacia mi, lancé mi primera enseñanza: las Flechas de Fuego. Uno a uno los filamentos ardientes salieron de mi varita para clavarse en todo su cuerpo si es que no respondía a la velocidad necesaria, dependería de sus propios reflejos. - ¿Crees que estando en medio de una guerra frente a cientos o miles de contrincantes tu atuendo te brinde alguna ventaja?

 

Analicé a detalle su falta de preparación, su poco conocimiento del lugar donde se encontraba y sus pocas habilidades de supervivencia; no podía creer que los magos de aquel país, de su tipo, se confiaran tanto del uso de su varita mágica para librarse de todos las situaciones peligrosas que este y otro mundos escondían. Por eso no me esperé movimiento alguno de respuesta para seguir con mis palabras, debíamos de comenzar de inmediato si era cierto que sus habilidades como guerrera eran bajas.

 

- Preséntate y dime el por qué estás aquí.

 

Me detuve a unos metros de ella, a unos cuantos pasos, estaba listo para realizar un fulgura nox y transportarnos hasta el verdadero sitio de entrenamiento, aquel lugar solo era un simple punto de encuentro que me brindaba la información suficiente para saber como iniciar con cada nuevo aprendiz. Tendría que llevarla a las afueras de las tierras de la eterna oscuridad, necesitaba enderezar a la bruja si es que quería aprender correctamente aquellos conocimientos.

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