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Libro de los Druidas


Badru
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¿Estás bien?

 

Formuló la pregunta únicamente con los labios, manteniendo los ojos fijos en su novia. Por un momento tuvo la extraña sensación de que algo había pasado y había estado apunto de mandar a Badru a buscar su volcán solo, sólo para volver con ella. Pero Tauro no tenía ningún daño físico. Parecía tan agotada como el resto y estaba un poco manchada con la arena que ella misma tenía pegada en los brazos y en las piernas, poco más de eso. El alivio le duró poco, por supuesto, porque el hombre a cargo de la clase no tardó absolutamente nada en obligarlos a tomar una decisión difícil.

 

El "Semper Fidelis" apareció una vez más en su mente. Antes Badru les había preguntado si estaban dispuestos a todo y ella era una, de la mayoría, que había dicho que sí. Y también había estado de acuerdo con él al darse cuenta de que al decir eso, mentía. No podía dejar a sus compañeros mortífagos atrás. Hubiera sido diferente si en la clase hubiera habido algún otro mago o bruja externo al grupo elitista del que formaba parte, los habría dejado sin pensarlo dos veces. Pero con ellos no, ni por asomo.

 

—Sigamos —aceptó, asintiendo despacio con la cabeza—. Al menos podrán encontrarnos más adelante si seguimos corriendo, si no nos ven puede que pierdan el rastro de las huellas y terminen secos en algún lugar del desierto.

 

La propuesta se ahogó cuando los pasos tras ellos anunciaron que habían pasado, finalmente, la primera prueba, por lo que todo estuvo resuelto. Alejada a las exigencias de Badru, abrió la boca y se apuntó a sí misma con la varita de Almendro, pronunciando un Aguamenti. El chorro de agua era más grande de lo que podía entrar ahí, por lo que se deslizó por su torso hacia abajo; eso no parecía ningún inconveniente, el frescor producido era lo que necesitaba si la iba a obligar a seguir corriendo.

 

—¿Y si usamos los anillos para despistar a los Ashwinder u otras bestias que encontremos en adelante?

 

Miró a Badru en lo que estiraba la mano para rozar sus dedos con los de Tau y esperó una respuesta.

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Tauro asintió afirmativamente a la pregunta formulada por su novia, se encontraba bien y no había ninguna herida física para curar. Los demás también se estaban ocupando de lo suyo y defendiendo bastante bien, librando sus propias pruebas que al final de cuentas era en lo que se centraría el guerrero. Estaba claro que Badrú los evaluaba a su manera, pero internamente la líder Mortífaga observaba el comportamiento de los demás miembros del bando, ahora que estaban solos quería ver cómo se comportaban unos con otros y si su ambición al final iba a ser más grande que lo que los unía como grupo, como altos rangos. Terminó de sonreír al Leah de manera muy discreta y recuperó un poco el aliento.

 

De nuevo estaban frente a una difícil decisión y al parecer a Badrú le fascinaba jugar con sus mentes, poner a prueba sus juicios y los valores que cada uno de ellos decía tener, queriendo llevarlos siempre hacia situaciones extremas donde quedaran expuestas las verdaderas intenciones de cada uno. La opción de quedarse, más que por descansar, le daba la posibilidad de asegurarse de que el resto estuviera bien, pero ¿acaso eso no les estaría facilitando las cosas? Los apreciaba, sabía lo que valían para sus filas, pero si no podían superar una triste prueba en el desierto no podrían con todo un ejército de Fenixianos, además de que si seguían las huellas que fueran dejando en el camino al final las terminarían guiando hacia ellos.

 

— Sigamos —estuvo de acuerdo, no debían estar muy lejos y las huellas no se borrarían tan rápido. De repente todo el cansancio y sed que había sentido desaparecieron, siendo reemplazados por una nueva descarga de adrenalina en cuanto empezó a correr nuevamente. Si por algún motivo caía desmayada sabía que Leah no la dejaría y aun así le seguiría llevando ventaja a los rezagados que sin lugar a dudas la terminarían encontrando en el camino. Terminó de acercar la mano hacia la Atkins y rozó con cariño sus dedos.

 

— Por lo menos nos estamos ejercitando —comentó con ironía, pues pese a estar dispuesta a seguir adelante, se seguía preguntando si todo aquello era realmente necesario. Siguiendo los consejos de su novia hizo uso del anillo de amistad con las bestias para terminar de alejar a los pocos Ashwinder que se atrevían a acercárseles, tampoco quería empezar una lucha contra esas criaturas, su misión iba más allá de eso. Alzó la vista hacia el cielo dañándose un poco la vista y vio que este estaba despejado, volvió a bajar la vista con decepción, resignándose a la idea de lo poco probable que sería que cayera una lluvia.

Editado por Taurogirl Crouchs

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—¿Ahora comprenden lo que decía antes? Serán guerreros, deben estar dispuestos a enfrentar toda clase de situaciones. Pero no digan algo a lo que no están dispuestos a cumplir, no hay nada peor que un mago que no cumple su propia palabra.

 

Atravesó a cada uno de los presentes con su oscura mirada y acabó por mirar hacia la rubia que siempre se le resistía. Estuvo apunto de recriminarle su debilidad al beber agua sin esperar, como lo hacía el resto, pero su idea era la más inteligente hasta el momento. Descansar en medio del desierto no era una opción si querían llegar antes del anochecer al volcán y el hecho de que los Ashwinders regresaran no estaba descartado, como tampoco lo estaba el ser atacado por otras bestias presentes en el mundo mágico. Asintió y mostró el anillo a los presentes, el cual se adaptó a su dedo en cuento lo pasó por su piel.

 

—El anillo salvaguarda contra miradas indiscretas será un aliado importante en cualquier misión que requiera sigilo. Nos ocultará de cualquier persona durante unos cincuenta metros cuadrados, lo que nos permitirá despistar a cualquier bestia en un tramo bastante grande y los alejará de nuestra posición. Ver a través de las dunas de un desierto es tan complicado como ver un barco en el mar, por lo que si nadie nos ve durante un tiempo seguirán adelante sin sospechar que estamos aquí en realidad.

 

Pasó el dedo sobre el anillo, activando su poder y se quedó mirando a sus pupilos nuevamente. La actitud de algunos le seguía molestando. Había advertido antes que no era una niñera y no dudaría en ponerlos en su lugar si no cooperaban. Él buscaría entrenarlos de una forma que sólo él podía conocer y una vez que acabara con ellos, serían un grupo tan poderoso como letal. Pero el reto recién comenzaba y la voluta de arena que quedó tras su carrera se elevó como última palabra, guiando una vez más al grupo, que lo vería en cada uno de sus pasos a pesar del anillo. Aún tenían mucho camino por delante.

 

~o~

 

Había cedido a unas cuantas paradas de cinco minutos en lo que quedó de trayecto desde que habían decidido usar el anillo. Por supuesto, su uso culminó en cuanto salieron de los metros límites pero había servido tal cual él había sugerido. Ninguna bestia más apareció por ahí y cada tanto, se giraba para ver a sus alumnos. Uno parecía más deteriorado que el otro. El calor imbatible seguía jugando su número a aquellas alturas, aunque el sol había bajado con el paso del tiempo y ya no era tan atronador como lo había sido a la hora de iniciar la carrera. De ser un muggle, habría sido el comandante de un pelotón militar y ellos habrían sido cadetes explotados por una orden jerárquica.

 

También los había provisto con algunos cuencos llenos de agua en cada parada, sólo para darles la fuerza necesaria para no desmayarse por la deshidratación. Él mismo había bebido en su momento, tampoco era invencible. Hasta el más fuerte se vería afectado por semejante esfuerzo físico y para cuando el volcán pasó a ser una pared de roca frente a ellos, deberían estar en el nivel más alto del cansancio más puro. Su pechera estaba intacta pese a todo, aunque las gotas de sudor resbalaban por su piel oscura hacía bastante tiempo, su pecho subía y bajaba a buen ritmo tras la carrera y su pañuelo continuaba cubriendo su boca, semi abierta mientras los veía correr el último corto tramo para alcanzarlo.

 

—Felicidades, lo han logrado —exclamó sin mucha emoción, sonriendo detrás de la tela al señalar a sus espaldas—. Tienen dos minutos.

 

Buscó en sus pantalones, en uno de los bolsillos ocultos y encontró un frasquito como los que todos tenían en su poder. Las semillas de hielo fueron esparcidas en su totalidad en la irregular piedra volcánica, congelando en el acto todo el camino que tenían que recorrer cuesta arriba para llegar a su destino. El guerrero se concentró en regresar el recipiente de vidrio a su lugar, dando tiempo a los estudiantes para que recuperaran un poco el aire y se hidrataran de ser necesario, antes de retomar la palabra.

 

—Los lirios de fuego son tan rojos que pueden confundirse con la lava. Se encuentran dentro del volcán, no a su alrededor, así que debemos hallarlos de alguna forma. Está en ustedes la forma en que los recolecten, pero deben traer al menos uno. Así que inhalen hondo, piensen en su estrategia y preparen sus músculos, porque lo que viene es mucho más complicado. Cuando los tengan, sabrán usar el polen para protegerse de cualquier fuego y ser inmunes a las quemaduras en un futuro.

 

Tanteó con sus manos gruesas el hielo que antes había sido piedra y alzó las cejas pobladas.

 

—¿Quién hará los honores?

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Muerta.

 

Recordaba, más o menos, la sensación de estar sumergida en gelatina y sentir un dolor incontrolable en cada parte del cuerpo. Y así precisamente se sentía estar bajo la batuta de Badru, como estar muerta. Sudar había quedado en el pasado, parecía que había sido cubierta con una cubeta de agua en algún punto de su camino y todas las extremidades latían con violencia, a excepción de sus pies. Estos habían dejado de sentirse en algún punto del camino, siendo reemplazados por dos bloques que simplemente se habían desconectado del resto de su anatomía. Las pausas para beber del pequeño cuenco habían sido justas y necesarias para no desmayarse, pero inservibles desde el punto de vista externo.

 

La arena había pasado a formar parte de su vestimenta y el calor le había generado un dolor de cabeza tal, que estaba segura de que había dejado de ver los colores como tal para ver siluetas con ciertos aspectos diferenciales entre sí. De resto, se sentía como un ser extraño dentro de su propio cuerpo. Cuando llegaron, notó con cierta preocupación que no había visto el volcán más en el camino, como si se hubiera separado de la realidad para enfocarse en lo más simple: correr, nada más. Detenerse era los peores momentos, hacía que sus huesos se tambalearan y que sus piernas palpitantes amenazaran con hacerla caer, cosa que no pasaba porque su orgullo, en algún lugar tras el cansancio, lo impedía.

 

—No te creo...

 

Murmuró aquello apenas con un hilo de voz, viendo hacia arriba a medida que las semillas de hielo hacían su trabajo congelando la piedra volcánica. ¿Adentro? ¡¿Adentro del maldito volcán?! Bajó los ojos sólo para ver a su novia, que parecía tan destruida como ella y se obligó a no llorar, porque no tenía fuerzas para golpear al otro tampoco.

 

—Yo —anunció, tomando aire—. Yo iré primero.

 

Como acto común en todo el rato que llevaban con el Uzza, la rubia rozó los dedos con su novia y se acercó a la piedra helada. Las botas se adherían bien a la superficie, pues estaban hechas para soportar el peso de quien las llevara en cualquier zona y el hielo se sentía agradable en las manos. Incluso pegaba más su cuerpo a él a medida que avanzaba, buscando algo de alivio con respecto al calor descomunal que expedía su cuerpo. Su mayor preocupación en el momento era sin duda el cómo hacer para no caer dentro una vez que estuviera arriba. Quizás si no entraba como tal...

 

Entonces la idea empezó a florecer en su mente, haciendo que su camino fuera mucho más ameno a medida que ocupaba su cabeza con planes para lograr el cometido. Ya a la mitad, cuando toda la estrategia había sido planteada y estudiada por su lógica, detuvo su escalada para tomar la varita y lanzar el primero de dos hechizos que había logrado pensar en el principio. Con un suave movimiento de varita pese a que no sentía la mayor parte de sus músculos, pronunció a la perfección un Expecto Protego confiada al saber que sus compañeros eran mortífagos y cientos de hilos azabache formaron un águila espectral, que se lanzó hacia arriba llegando primero que ella. La orden era entrar y buscar lo que necesitaba, sin que ella tuviera que entrar y cortarla, cuando ella dijera.

 

Ahora, pensó al llegar arriba y asomar apenas la cabeza para ver al águila casi en el borde de la lava, graznando para llamar su atención. Con el pico, la bestia cortó el lirio y ella actuó.

 

Accio lirio de fuego —dijo al instante, haciendo que la flor llegara a su mano sin tocar por un momento la lava—. ¡Ja!

 

Sin más, cerró los ojos y se lanzó en picada hacia donde estaba sus compañeros, ya dándole igual la acrofobia y activó el anillo que permitía planear unos metros, cayendo con suavidad en la arena una vez más.

 

—Ya —murmuró de mala gana, dejándose caer de espaldas en el suelo. ¿Cuánto había tardado en llegar arriba? Parecía una eternidad.

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Mentiría al decir que sabía con exactitud cuánto tiempo llevaba corriendo tras Badru. Él mantenía un ritmo implacable, sin mostrar señales de cansancio o al menos un poco de fatiga. Cuando decía que estaba acostumbrado, habría que creerle. Ella trataba con todas sus fuerzas de llevar cada pisada al mismo lugar con cada movimiento de sus piernos, mirando hacia arriba puesto que si veía sus pies perdería la línea de sus pensamientos y posiblemente caería a los pies de alguien más antes de avanzar lo suficiente.

Cuando por fin le dieron la primera señal de descanso, cayó con cierto pesar hacia un lado y tuvo que hacer un esfuerzo para tomar el cuenco que le ofrecían. Agua. Bebió como si jamás hubiera probado algo tan bueno como aquello y se arrepintió después, cuando el dolor en el costado le indicó que había bebido demasiado rápido. Claro que, con tanto correr, no tardó mucho en dejar de preocuparse por una tontera como esa.

Pero su cerebro también dejó de funcionar poco después. Seguía órdenes como un soldado sin pensamientos propios. Si debía correr, corría. Si se tenía que detener, paraba. Y sino, simplemente avanzaba sin pensar en nada más. El ardor de los pulmones dejó de escocerle después de la primera hora y pronto chocó con la espalda de alguien que se detuvo tras la última orden de pare, Leah, quien estaba tan acabada como ella.

Y como era de esperarse, reaccionó de forma similar a su novia y abrió la boca, más por sorpresa que por cansancio, cuando escuchó las indicaciones de Badru. ¿Era en serio? Lo vio colocar las semillas de hielo en la superficie de la piedra con ganas de tirar la toalla y regresar a dormir una eternidad, preguntándose si realmente necesitaba aquellos conocimientos o si valía la pena haber gastado los Galeones. Y la respuesta llegó con Leah asintiendo y lanzándose en primer lugar. Acarició sus dedos con cariño y le dio un apretón a su mano, siguiéndola de inmediato.

—Yo también voy.

Tauro era una persona más fuerte de lo que podía parecer físicamente y lo demostró cuando, contra todo pronóstico y con sus fuerzas agotadas tras la carrera, logró escalar al mismo ritmo que la otra demonio. Ambas subían con las mismas ansias de superación y se ceñían a la roca con su vida, usando toda la convicción que sus almas poseían. Se distrajo un momento con el hechizo de su prometida y sonrió, entendiendo lo que quería hacer.

¿Y ella? ¿Qué haría?

Confringo.

El rayo salió de su varita, que había sacado poco después de Leah y reventó la roca congelada en la que estaban subiendo. Los restos se despegaron de la pared, amenazando con caer en la arena de forma pesada cuando ella volvió a atacar.

Morphos.

Como un show de magia avanzada, el objeto transfiguró en el aire mucho antes de siquiera haber avanzado demasiado y al tener la masa suficiente, formó un hermoso Fénix de plumas escarlatas que brillaban al sol. El canto se escuchó a varios metros a la redonda en cuanto emprendió vuelo, siguiendo las órdenes mentales de la Líder Mortífaga y lanzándose hacia el volcán también. Para cuando llegó arriba, ya Leah había caído de forma valiente a la arena y el Fénix la esperaba con el lirio de fuego que previamente había capturado.

Sólo había terminado de subir para probarle a Badru que era fuerte y que sabía que lo que hacía lo hacía por el mérito que le otorgaba el conocimiento, pero no imitaría a su novia ni bajaría a pie. El hermoso ejemplar mágico bajó la cabeza a modo de saludo al verla y le ofreció una de sus garras, invitando a aceptar o no. En cuanto dijo que sí, la criatura sobrevoló su posición para tomar un buen ángulo de ella y se asió a su ropa, cargándola como a una pluma y llevándola abajo en un santiamén. La depositó junto a Leah, que yacía en la arena completamente agotada y ella la acompañó, colocando una mano sobre su abdomen.

—¿Y ahora? ¿Podremos usar el polen? —preguntó con la garganta seca por el esfuerzo y aprovechando que aún le quedaba un tiempo al ave para acariciar su plumaje, lo que el animal acompañó con sendas lágrimas para ella y su pareja, curando las heridas superficiales que tenían en las manos.
Editado por Taurogirl Crouchs

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Blanqueó los ojos al escuchar las palabras de Badru y desvió la cabeza a un costado evitando que él viera el gesto. Su empeño en que resistieran la situación se tornaba molesto debido a la insistencia que ponía. Ya todos habían seguido tras él, no había razones para recalcar algo que se estaba haciendo. Anne sucedió a Zack en la palabra indicando que continuaría, como debía ser. Seguidamente Hades también hizo lo propio, al igual que Tauro y Leah. Todos ellos estaban obedeciendo, y por más que el cansancio quisiera tumbarlos, su esencia mortífaga los mantenía en pie, como buenos guerreros que ya eran.


Gracias a los cortos pero periódicos descansos, podrían hidratarse y recargar las pilas unos segundos antes de avanzar. En ocasiones el vampiro sentía que sus músculos le fallaban, temblaban sus extremidades inferiores alertándolo de una caída que prevenía gracias a la continuidad del movimiento. Nunca se detuvo, seguía caminando lentamente en círculos alrededor del resto, procurando no enfriar su cuerpo y luego sí notificar su abandono del entrenamiento, cosa que en más de una ocasión pensó proponer.


Para cuando llegaron a su destino, todos pudieron dar un respiro de alivio dada la aproximación del final de la actividad… O del sufrimiento. El Ángel Caído se inclinó apoyando sus manos sobre las piernas, sintiendo el músculo tan tenso como cuando se ejercitaba en casa para mantener su escultural figura atlética. Si bien tenía buena resistencia, aquél maratón lo había dejado exhausto, rozaba sus límites. Escuchó con atención y al minuto siguiente quiso morir. Por si el calor no fuera humedecido lo suficiente toda su vestimenta, ahora tenía que acercarse al cráter de un volcán en busca de unas matas.


—Si no tuvieran tanto poder pasara de esto — Murmuró viendo cómo Leah y Tauro aprovechaban el tiempo y concretaban el objetivo. Ambas formas de adquirir los lirios fueron efectivas, pero Zack tenía en mente algo diferente. Se recargó comenzando su escalada aferrándose con fuerza a la superficie helada. El alivio que le daba volver a sentir temperaturas bajas le sirvió también como golpe de energía. Aunque en dos oportunidades estuvo por resbalarse y caer, finalmente consiguió llegar al borde del cráter.


El vapor que recibió su cara lo obligó a retroceder con su cuerpo, casi haciendo que cayera de espaldas y se quebrara cada hueso. Se volvió a aferrar a una roca helada cuyo efecto de las semillas de hielo comenzaba a desvanecerse, pues la proximidad a tan altas temperaturas tampoco podría mantener la superficie fría. Una vez adoptó una posición cómoda y segura, evaluó las condiciones y probabilidades de hacerse con las flores que necesitaba.


—¡Bingo! — Murmuró tras ver a escasos metros, colgando de la pared interna del volcán, una buena cantidad de lirios de fuego. A continuación pensó en unas necrohands y éstas aparecieron de la nada levitando junto a él. A través de una orden mental les ordenó buscar los lirios, atrapar la mayor cantidad de ellos posible y traerlos a donde estaba. En cuanto las necrohands cumplieron su misión, buscaron juntarse con él, que ya se encontraba planeando gracias al amuleto volador.


En cuanto tocó tierra firme junto a sus compañeros, pidió a las necrohands que colocaran los lirios de fuego frente a Badru. Las manos gigantes hicieron lo propio de la misma manera altanera que él lo fuera hecho; lanzaron las mismas con fuerza al suelo, una buena cantidad de ellas.


—Ahí las tienes — Dijo mientras buscaba apoyarse en la falda del volcán. Lo único que le hacía resistir el calor y la actividad eran sus ganas por tener la certificación del libro. Había pasado más de un año leyéndolo, ya iba siendo hora de poder hacer uso de los hechizos.

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Badru decidió después de que todos se manifestaran sobre el tema, y la decisión que tomó no era desconocida para los alumnos. Estaba claro que él quería continuar el camino, y realmente era lo mejor que podían hacer en aquella situación. ¿Para qué perder tiempo si, pasara lo que pasase, tenían que alcanzar el volcán? Habían comenzado a utilizar el anillo salvaguarda contra miradas indiscretas, el cual sería muy útil para evitar que nadie pudiera ver a la pequeña expedición por mitad de aquel endemoniado desierto. Hacía tanto calor...

 

A pesar de que su nivel de resistencia era bueno, el desgaste físico y psicológico de aquella primera parte de la clase comenzaba a hacer mella en Anne, cuya velocidad iba disminuyendo conforme pasaban los minutos. Cada parada que realizaron le sabía a gloria, aunque procuraba no demostrarlo abiertamente. Y por eso, cuando habían alcanzado su objetivo, se tiró al suelo para sentarse. La monótona voz de Badru felicitándoles por haber conseguido llegar hasta allí le sonó más a burla que a reconocimiento real, así que levantó la mirada para clavar sus grisáceos ojos en él y mirarle con cierto odio. Comenzaba a comprender porqué sus compañeros, que parecían conocerle un poco más que ella, lo detestaban tanto.

 

Sus ojos se abrieron más de lo normal cuando vio que Badru usaba las semillas de hielo para congelar parcialmente la pared del volcán y luego les indicaba que ahí estaba su siguiente misión u objetivo, como quisieran llamarlo. Anne tragó saliva: ¿aquel tipo estaba loco? Torció la boca pero no habló, sabía que no serviría de nada. Se puso de pie con un salto grácil justo en el momento en que Leah se ofrecía a ser la primera en afrontar aquella tarea, seguida de su fiel Tauro. La Gaunt tragó saliva al ver a su prima dirigirse a aquel lugar. Conocía el poder de ésta, pero siempre se inquietaba cuando algún ser querido ponía en riesgo su vida. Quizás el uzza tenía razón y ella no estuviera dispuesta a apostarlo absolutamente todo por aquel poder...

 

Sin embargo, nunca aceptaría aquello en voz alta. Era algo que sólo le importaba a ella, pues cuando llegara el momento justo sabría hasta qué punto era capaz de apostar con tal de conseguir el poder que ansiaba. Aún estaba meditando al respecto cuando Leah llegó con un lirio de fuego, el objetivo de aquella actividad. Tauro hizo lo mismo un poco después y, para entonces, Zack se encaminó hacia el cráter. No tardó en volver con un buen puñado de aquellas flores y Anne decidió que era momento de actuar. Sin perder un segundo, comenzó a caminar lentamente aumentando la velocidad progresivamente hasta que alcanzó una suave carrera que se frenó cuando la pendiente comenzó a ser algo más empinada de lo que las suelas de sus botas podían soportar. Tuvo que comenzar a usar las manos para asirse y fue entonces cuando notó que el hielo comenzaba a no estar tan congelado como debería. Sus manos se habían enfriado con el contacto, pero también estaban mojadas a causa del hielo que se derretía por las altas temperaturas del lugar en el que el guerrero uzza lo había colocado. Afortundamente, las botas se agarraban bien a la superficie helada.

 

Estaba alcanzando el cráter cuando resbaló hacia un lado. Se aferró con fuerza al hielo como pudo, soltando un gemido ronco, deteniendo la caída después de haber rodado varios metros en diagonal. Inconscientemente, había cerrado los ojos. La desagradable sensación que se siente cuando algo te quema fue lo que la hizo reaccionar, pues se había deslizado hacia un lado del camino helado que había creado Badru y había terminado en el límite. Al intentar agarrarse para dejar de caer, se había aferrado con la mano izquierda a la roca caliente del volcán, mucho más caliente de lo que la piel humana podía soportar sin resentirse. Se empujó hacia el hielo nuevamente, con un grito de dolor un poco más intenso que el que había dado al caer. Se incorporó como pudo, pues con aquella pendiente era complicado, y siguió ascendiendo con algo más de precaución. No podía permitirse fallar si quería continuar sin perder el ritmo de la clase.

 

Alcanzó el cráter no mucho después, jadeando como si hubiera terminado de correr los 100 metros lisos. Se detuvo allí para recuperar el aliento durante unos segundos, aunque el calor era tan insoportable que pronto comprendió que no conseguiría recuperarlo hasta que estuviera de nuevo abajo con sus compañeros. Buscó con la mirada para ver dónde había algún lirio de fuego de los que necesitaba conseguir y pronto encontró DOS no muy lejos de donde estaba, aunque no lo suficientemente cerca como para poderlos conseguir a mano. Al hacer aparecer su varita, recordó que se había quemado la mano y estuvo a punto de dejarla caer, aunque aguantó la tensión de los dedos en el último instante. «Episkey», pensó entonces. Las quemaduras sanaron rápidamente y la molestia desapareció, por lo que aferró mejor su varita y volvió la mirada de nuevo hacia los lirios de fuego. Realmente eran muy parecidos a la lava por su color.

 

Diffindo... —exclamó. El par de lirios de fuego se cortaron y comenzaron a caer hacia un lado, por lo que Anne se apresuró a conseguirlos—. ¡Accio Lirios de Fuego!

 

Ambas plantas volaron rápidamente hacia ella y las agarró en el aire con la mano derecha. Al hacerlo, uno de los lirios se le escapó de entre los dedos y cayó a la lava.

 

¡mier**!

 

Suspiró y apretó un poco más el que sí había conseguido. Se giró con precaución y empezó a descender con lentitud. No tenía gana alguna de volver a caerse. Al recordarlo, removió la mano izquierda aún con la varita agarrada y siguió descendiendo. Conforme se iba acercando al grupo, aceleró el paso y los últimos metros los hizo casi corriendo hasta que llegó al lado de Hades. Se detuvo en seco y suspiró, apartándose un mechón de pelo de la cara.

 

Listo, aquí está el lirio de fuego. ¿Y ahora qué? —dijo, aunque con menos energía de la que habría usado en otra situación. Aquella clase parecía que estaba acabando con sus fuerzas lentamente. Solo esperaba aguantar hasta el final, por nada del mundo quería quedarse en el camino.

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Algo impresionado, debía decir, observó cómo dos mujeres fueron las que siguieron sus órdenes. Su pueblo le había enseñado que la fortaleza de las mujeres era impecable, de esas que ellas mismas llegaban a desconocer si no exploraban sus límites, así como su esposa, pero estaba un poco defraudado al ver que sólo habían sido dos. De cinco, menos de la mitad. Sin embargo, seguía impasible, como si nada estuviera pasando ante sus ojos como la noche.

 

La primera hizo algo curioso con la varita, una magia que sabía que era oscura y poderosa a la vez, creando un animal sencillo pero funcional. Eso le gustó, era imaginativo. La otra, quien parecía ser una parte clave de la fuerza de la primera, siguió su ejemplo de una forma más potente si las comparaba. Pero lo importante era lo que pasó una vez que regresaron junto a él, habían pasado la prueba sin poner peros y se habían hecho con los lirios que había pedido. Les dedicó un pequeño aplauso afirmativo y se sentó en la arena frente a ellas, cruzando las piernas, mientras los rezagados hacían lo propio. Una vez que todos estaban abajo, llamó su atención.

 

—Sí, ahora podemos usar el polen. Presten atención.

 

Con calma, tomó una de las delicadas flores que cargaban las dos mujeres en bajar primero y la observó con cuidado, viendo qué lugar era el que iba a tocar y qué no. Uno de sus dedos fuertes señaló después los pistilos en el interior. Eran pequeños y delicados, de una tonalidad casi tornasol se si le podía dar un nombre, llenos de colores cálidos. Con una delicadeza rara para un hombre de su tamaño, sacó uno de los pistilos y lo separó de la rosa sin romperlo o desperdiciar el polen.

 

—Deben tratarlos con cuidado porque una vez que caigan comienzan sus efectos. Pueden ponerlo en su piel o en su ropa, aspirarlo e incluso soplarlo en aliados. Su función es básicamente proteger a la persona de cualquier tipo de fuente de calor, incluyendo cualquier fuego ya sea mágico o no. Pero si se usa en pociones, se puede crear una pomada y al aplicarla, las manos se pegarían a cualquier superficie.

 

Del bolsillo de su holgado pantalón, extrajo un frasquito de vidrio y colocó el pistilo dentro. De forma automática, el vidrio separó el polen del pistilo y los hizo descender con su delicado color al fondo del mismo. Aún quedaba espacio para mucho más. Finalizado el ejemplo, le entregó el frasco a la mujer de pelo azul y se puso en pie, mostrando el frasco que él mismo tenía tanto a ellas como a Zack y Anne, para que vieran el ejemplo.

 

—Cada uno de ustedes tiene uno igual, viene junto con el libro, así que empiecen con la tarea. Funciona como las semillas de hielo, a partir de ahora se llenará solo después de cada uso y podrán hacerse con este beneficio.

 

Lo colocó en su bolsillo y extendió los brazos.

 

—Evidentemente, no pueden simplemente sacar el frasco y empezar a llenarse con él. Perderían tiempo valioso. Así que hay un hechizo. Ignea.

 

Nadie sabría decir con exactitud en qué momento sacó la vara de cristal azabache pero sí podrían relatar la forma en que el polen se pasó del frasquito a su hechizo en un instante. Como una lluvia rojiza, el polen cubrió a Badru por completo y fue entonces cuando creó un pequeño fuego en el suelo, metiendo la mano para demostrar sus efectos.

 

—Lean el hechizo y familiarícense con él, con la floritura. Pero primero, llenen sus frascos con mucho cuidado o tendrán que buscar más lirios de fuego.

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Hades parecía no reaccionar: de hecho, aún no había subido a por su lirio de fuego. Anne se mordió el labio inferior. Si hubiera conseguido aquel segundo lirio... La voz de Badru interrumpió sus pensamientos y giró la cabeza hacia él, segura de que su hermano podría apañárselas bien en aquella situación. Si no, le ayudaría a avanzar sin pensárselo dos veces.

 

Ahora se concentró en los movimientos del guerrero uzza, que comenzó a explicarles cómo conseguir el polen de aquellas extrañas plantas, el cual debían colocar en un frasquito que venía con el libro. Dirigió su mano a la bolsa que cargaba a la espalda, de reducidas dimensiones gracias a un hechizo, lo abrió para después apuntarlo con su varita.

 

Accio frasco de cristal —pronunció suavemente, para no interrumpir a su maestro. Éste salió volando de la mochila y Anne lo agarró al vuelo con la mano de la varita. Luego, volvió a observar a Badru para ver cómo procedía a continuación. Era extraño ver a alguien con aquella apariencia actuando con la delicadeza que él usó para extraer un pistilo del lirio de fuego y, a continuación, verter el polen de este en el frasco que sostenía. Era una tarea complicada, pero no imposible de realizar. Cuando el guerrero les dio el apto para empezar a trabajar en ello, Anne miró su propio lirio de fuego y lo movió suavemente hasta que sus ojos se posaron en el pistilo de la flor. Lo rozó con la punta de los dedos suavemente y luego tiró. Se cortó sin problemas, tal y como había sucedido en la maniobra de Badru. A continuación, lo introdujo en el frasco y vio cómo el polen se desprendía, llenando la base de vidrio.

 

Cuando terminó de aquello, miró a sus compañeros para ver qué tal les iba en aquella tarea. No era nada complicado si lo comparabas con atravesar aquel endemoniado desierto soportando el sol y las altas temperaturas que existían alrededor del volcán en cuya base estaban ahora. Pero el Uzza había repetido tanto que fueran cuidadosos, por algo sería.

 

Observó entonces lo que tenía que hacer a continuación. Recordaba haber leído algo sobre el Ignea, que servía para usar el polen sin tener que esparcirlo manualmente, tal y como había comentado el guerrero. A pesar de que Anne siempre se había quedado atrás para realizar todas las tareas que ponía Badru, decidió ser la primera en probar aquel hechizo.

 

Ignea.

 

El polen que había recolectado en su frasco de cristal fue invocado al pronunciar aquellas palabras y se arremolinó alrededor de la licántropo cubriéndola por completo. Anne parpadeó un par de veces, y luego alzó la mirada hacia Badru. A saber qué les iba a pedir a continuación.

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Por suerte para Zack, Badru no le prestó atención a la maniobra de las necrohands insolentes que prácticamente le lanzaron los lirios de fuego a sus pies. Él estuvo ocupado usando el lirio de otra chica, explicando lo que el resto debía hacer para poder aprovechar las utilidades del polen. Anteriormente había leído acerca del tema, y hasta entonces era uno de los poderes que más le atraía al vampiro. Él en batallas podría utilizarlo como protección para cuando escasamente aparecía un dragón, invocado por algún líder fenixiano, claramente. Sin embargo, sabía que a lo largo de su infinita vida, iría descubriendo más ventajas del poder.


Anne hizo lo propio siguiendo los pasos de Badru, y Zack, como no había prestado mucha atención se fijó en la fémina realizando el proceso con el mismo cuidado, asegurándose de ser lo más delicado posible. Lo primero que hizo fue extraer el frasquito de su bolsillo, quitó la tapa que gracias a una cadenita quedó colgando del envase, y luego se acercó a los lirios en el suelo que él mismo había tirado a través de las necrohands. Tomó uno una vez las manos gigantes le ofrecieron uno y desprendió el pistilo.


—Ven aquí — Murmuró antes de depositarlo en el frasco de cristal y ver cómo el polen se acumulaba en el fondo, lucía casi igual que las semillas de hielo. Colocó la tapa centrando su atención nuevamente en Badru a la espera del siguiente paso. Recordando el hechizo gracias a las palabras del guía y el rápido accionar de una de sus compañeras, él también sacó su varita mágica e hizo uso del poder —Ignea— con la punta de su arma fija en su propio cuerpo, sintió cómo se bañaba en polen. Una sonrisa traviesa le apareció en el rostro luego de que se le ocurriera una idea para probar el hechizo.


—¡Fuego Maldito! — Sin necesidad de cuidarse de los presentes, soltó el hechizo de magia negra invocando dos llamas de fuego con forma de águila, como era habitual en él. Ambas emprendieron vuelo juntas, como si se abrazaran, y luego cada una cayó sobre un objetivo diferente. La primera descendió en picada hasta su propia cabeza, mientras que la segunda replicó el movimiento cayendo sobre Anne. Contando con que ambos tenían la protección del polen de lirio, el efecto del mismo sería encantador.


El sonido que se produjo fue tan similar al aceite caliente reaccionando frente al agua. Además, una especie de destello brotó de los Mortífagos, era el hechizo repeliendo el ataque. Los ojos el Ángel Caído brillaron de emoción y su sonrisa se amplió aún más tal cual niño con juguete nuevo. En cada adiestramiento se maravillaba con las magias guerreras, no pararía de explorarlas a fondo.


—A que fue divertido— Dijo a su compañera ansioso por probar de nuevo —¿Qué sigue? — Preguntó esta vez a Badru. Zack sabía bien que había un poder más peligroso, el de invocar portales, experimentar el aprendizaje de aquello debía ser lo más encantador para el grupo.

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