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Libro de los Druidas


Badru
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Hizo un gesto de comprensión cuando Badru coincidió con sus suposiciones, mas no dijo ninguna palabra y se dedicó a estudiar mentalmente lo que había leído un par de días atrás de los libros. La verdad es que muchas veces le costaba entender para qué se usaban los poderes o cómo, pero al menos de ese libro en especial, creía tener un poco más de entendimiento.

 

Pero Candela no tuvo tiempo de seguir pensando en lo que hubo leído, sino que estaba por ser puesta a prueba por las tres estatuas que habían aparecido frente a ella, en cuanto el Uzza le dirigió sus últimas palabras. Las tres tenían sus varitas, y a la Triviani le pareció la cosa más bizarra que haya visto jamás. Claro, es que nunca le había tocado practicar con cosas como esas.

 

Sin embargo, cuando notó que sus ojos se habían nublado, pensó que aquellas mugres sabían lo que hacían realmente. Así que, intentando no perder demasiado tiempo, reflexionó sobre los poderes que tenía que usar.

 

― Cantar de Eleboro. ―lo dijo de forma pausada, de modo que no pronunciase ningún tipo de error.

 

Pudo sentir la pequeña vibración en su varita y, acto seguido, su vista fue recuperando nitidez, pudiendo ver, finalmente, lo que tenía en frente.

 

― Oh... así que así es como... ―pero no tuvo chance de admirar lo que acababa de hacer, ya que una llamarada de fuego se dirigía hacia ella con rapidez, proveniente de otra estatua.

 

Podría usar otro Salvaguarda, sí, pero no tendría sentido si estaba allí para pasar esa clase. Y haciendo uso exclusivamente de los hechizos de libros anteriores, no iba a lograrlo.

 

― Ig... ―dudó lo que duró una milésima de segundo.― Ignea. ―se salvo por un pelo. El polen de lirios de fuego la cubrió a tiempo, haciéndola inmune a la cobra de fuego que la rodeaba en ese momento.

 

¿Nadie sentía olor a quemado?

 

>, pensaba. Mientras elevaba su mano libre para contemplar el fuego en su palma, sin llegar a sentirla.― Que curiosa manera de mantener mi atención, creo que me haré muy amiga de estos poderes. ―siseó con una mueca parecida a la de una sonrisa.

 

― Obsistens... ―dijo por último, creando un cerco de materia luminosa de un verde oscuro, que centelleaba furiosamente. Su varita, que había bajado anteriormente en su embelesamiento con el fuego, estaba ahora apuntando a lo que tenía frente a sí, una enorme criatura que se dirigía a ella y que apenas pudo alcanzar ver, ya que fue absorbida por el muro brillante de la Triviani.

 

¿Eso había sido todo? Quizás no, tenía la impresión de que cualquiera podía salir de la nada. Pero antes de que pudiese ser atacada de nuevo, una especie de portal se abrió tras de ella. Ya había visto esos portales anteriormente, pero decidió no preguntar y seguir al guerrero.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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La compañera se esmeraba en ocuparse debidamente de aquel ataque, las estatuas enviaban ataques hacia ella. Mientras ella se concentraba en defenderse, el guerrero se dirigió hacia mi y sin más me cuestiono sobre mi fallo.

 

 

Casi de inmediato le respondí, eso era culpa de mi forma de ser: demasiado impetuoso, me lo dice mucho mi padre adoptivo Reacon.

 

 

--Porque falle, ocupe un movimiento sin emitir el hechizo para usar aquel con efectividad, no suelo combatir, no es mi interés dañar a nadie, precisamente por eso sigo siendo neutral, los duelos no son para mi, conozco lo que leo pero eso nunca es efectivo en el momento de la verdad. Cuando estuve en la academia mágica me retrase un año en graduarme, mi problema fue siempre combatir, tuve que repetir duelo mágico 5 cursos consecutivos. Olvido los detalles, los tiempos, si me concentro en realizar el movimiento adecuado luego olvido pronunciar el hechizo...pero debo aprender, los subalternos que tengo están a mi cargo, son mi responsabilidad, sus vidas están en mis manos, debo aprender a resguardar los y cuidarlos, ejecutar debidamente las defensas y que salgan con bien en las empresas en que nos involucramos. Además, ahora me siento mucho más seguro de que lo tengo casi comprendido. --Había dicho de un tirón todo lo que había estado pensando desde que supe la decisión de repetir.

Al igual que esas viejas clases de duelo...hasta parecía que volví en ese tiempo pasado, excelentes profesores de duelo, profesoras también, hasta el ese entonces Director de la Academia mágica fue mi profesor y de ahí comencé a entender un poco el arte de luchar...pero mucho se me dificultaba por no ocupar lo en mi vida diaria. Transformación, sigilo e investigación es lo que ocupo de diario.

 

 

Moje mis labios, debía frenarme un poco, aunque bien me lo dice mi amada: "si te caes del caballo, que no te paralice el miedo, monta de nuevo de inmediato". Y eso quería hacer, retomar todo de nueva cuenta, había cosas que sentía me salen bien y estaba seguro que ahora estaría mejor.

 

 

El guerrero me hablo y me pidió pensar en lo que hice en la prueba....

 

-- Medita un poco tus acciones, debes de entender las razones de todos los poderes que brinda el libro de los druidas y la forma correcta de utilizarse, no puedes usarlos como crees sino como son.

 

 

Tuve que concentrarme, vaya! era algo difícil para mi, solo lo hacía y no pensaba después de haber lo ejecutarlo, pero si faltaba revisar con calma lo haría. Baje la vista, pero así no podía hacerlo...necesitaba levantar alto mi mirada miel...de ese modo si veía todo como si se proyectara en mi mente lo que aconteció.

 

 

-- Bueno, me adelante a usar el Cantar de Eleboro, pero la arena del hechicero que me enviaron me había afectado de todos modos mi sentido de la vista, y además ese hechizo agudiza los sentidos.

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  • 2 semanas más tarde...

En cuanto estuvo dentro de aquella nueva zona, una bastante desconocida, tuvo que echarse sobre sí misma el Polen de Lirios de fuego que llevaba consigo. Imaginaba que, además del hechizo, aquello le iba a ser de total ayuda en esa situación.

 

La verdad era que Candela no entendía muy bien hacia dónde tenía que ir, Badru había desaparecido en el instante en el que ella cruzó el portal, quizás para poner a prueba su poca tolerancia hacia la falta de tacto de sus instructores. Se sintió una completa idi***, pues a su edad y con su experiencia, debería poder arreglárselas sola en ese extraño paraje. Pero, ¿no hubiese sido más fácil decirle qué dirección tomar?

 

― Ah no, pero luego la grosera soy yo. ―estaba a punto de reirse de la sí misma y de la situación, en cuanto decidió dar unos cuantos pasos.

 

Colocó ambas manos a la cintura y luego hizo una visera con su izquierda. Le resultaba tan sorprendente el efecto que el polen aplicado tenía sobre su piel. Tomó el pequeño frasco que colgaba de su cuello y sacó otro poco, esta vez para aspirarlo. Es que quería experimentar todo lo que había leído en el libro.

 

Estornudó un buen rato a causa de eso y se maldijo por no haberlo previsto, pero al cabo de unos momentos sintió la enorme diferencia en su olfato.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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El silencio se propago por un tiempo indefinido para el ojimiel, seguía con la mirada clavada en el guerrero guía...no se sentía intimidado, pero si se preguntaba el porque del silencio y al no haber respuesta, entonces el peliverde comenzó a pensar..."bien, si estudio lo que hice y doy con aquello que pude haber hecho...el tiempo entonces no habrá sido perdido, sino ganado, porque entonces tendré nueva estrategia que seguir. Es igual que pintar, a veces el hacer las cosas no quiere decir que se realicen bien, por poca o mucha habilidad que se tenga, siempre se debe aprender la técnica adecuada".

 

 

Nuevas ideas llegaban a él...era verdad que suele no pelear...pero lo que eligió como actividad productiva le exponía a responder ataques, así que debía encontrar la forma de superarse...."veamos...soy inexperto: requiero practicar, joven, eso no es obstáculo, es........más bien una ventaja, tengo más tiempo para dedicar a este dominio del libro....

 

 

Su mirada en la negra mirada del guerrero...adentrando se a entender que le falta....paciencia, es posible, concentración, si eso también, pensar como guerrero....mucho!...actuar como guerrero...seguramente. El problema es ese, tiene que ser un guerrero, aunque no conoce realmente a ninguno y mucho menos puede decir que tenga ejemplo de alguno...pero quizás sea solo buscar en el fondo de su ser....porque...¿entonces porque busco conseguir una espada? ¿porque tiene sus dagas desde que principio su vida en Londres? ¿porque conserva y utiliza la varita de "su madre" ?....Cobra siempre le trasmite ese calor cuando utiliza esos hechizos de combate...deja los pensamientos filosóficos, más útil será pensar en los hechizos, el modo correcto en que deben utilizarse...

 

 

Este ejercicio si que le estaba costando esfuerzo pero se dedico a ello con esmero.

"no como cree que se utilizan, sino en como se utilizan"

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Por segunda vez, camina atraviesa aquel maldito desierto. El sol es implacable, y la brisa agita levemente la arena superficial. Madeleine, habiendo recordado perfectamente su última experiencia, se protege los ojos con unos goggles que en realidad suele utilizar cuando vuela en moto o escoba; aunque el resplandor es molesto, por lo menos la arena que arrastra el viento no le hace arder la vista. Sabe que la brisa también agita su corto vestido gris de algodón, pero a aquello no le da importancia, pues en realidad resulta refrescante. Mañana voy a amanecer como un camarón, se dice, mientras guarda la capa de viaje en su mochila. Pero de momento, prefiere pasar varios días enrojecida que asfixiarse un segundo más bajo aquel maldito harapo negro.

 

Como la última vez, conjura sucesivos aguamentis para mojarse el rostro, e incluso para beber. Si bien no considera su condición humana como debilidad, no se atreve a retar más de lo que ha hace a la naturaleza. No está lista para morir, y definitivamente no lo hará por deshidratación.

 

Cuando aparece la plaza de fuego en medio del desierto, piensa en si reconocerá al guerrero Badru. Bueno, eso es fácil, no es que ellos se vistan como los magos de por aquí... Y también piensa en si la reconocerá. Es poco probable, pues la primera vez que lo intentó apenas logró llegar a la plaza, pero espera que no lo haga. Por el carácter del mago, lo imagina tratándola como a una desertora, una debilucha. Y, bueno, sí lo fui, pero estoy aquí. Éso es lo que importa.

 

Sin embargo, las dudas no la hacen retroceder. Sigue caminando hasta pisar la plaza.

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Después de llevar a Candela y a Antoni a su prueba final, regresé con tranquilidad a través del portal para encontrarme con la imagen de una bruja que a mediados de año más o menos había tenido la oportunidad de conocer, lamentablemente en aquella ocasión no pudo concluir con las enseñanzas y el aprendizaje, así que sería bueno saber si tenía la madera suficiente para soportar una segunda vuelta.

 

- Madeleine... muy bien, ¿continuamos?

 

No había porque hacer nuevas presentaciones, ella sabía como se trabajaba con mi pueblo por lo que, en seguida, hice que el portal que estaba camuflajeado con el ambiente se hiciera visible.

 

- Ya conoces el fulgura nox, - proseguí con mi discurso como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que habíamos estado frente a frente - abrí este portal de ida pero debes de tener presente que serás tú quien abra el que te traerá de regreso, de todas formas creo que ya estás familiarizada con este ambiente. Vamos.

 

Sin esperar una respuesta por parte de la bruja me aventé directamente al portal con mi varita en alto debido al ambiente al que estábamos a punto de llegar, esperando que aquella aprendiz estuviera pendiente de esos pequeños detalles: caeríamos en medio de un enfrentamiento.

 

El haz de la noche había sido combinado con ciertos conocimientos especiales, historia de la magia y runas antiguas, para llegar hasta una parte del pasado, mucho antes de la época en que los muggles dominaran el mundo conocido, donde la magia era lo único conocido y las guerras entre diferentes seres y especies eran simplemente lo que se tenía. En aquella ocasión dos poderosos magos peleaban ciertas tierras siendo los muggles quienes se lanzaban cuerpo a cuerpo, mejorados físicamente por sus reyes mágicos. Medían más de dos metros y su fuerza era descomunal, una forma primitiva de los gigantes (y tal vez de esta forma fue que esa especie nació en este mundo).

 

¿Qué haría la joven bruja cuando cayera justo en los hombros de uno de estos seres? Eso lo tendría que ver muy de cerca...

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Directo, sin pretensiones. Me gusta este sujeto.

 

No necesita prepararse, pues ya está lista para lo que sea que el guerrero haya planeado para ella. Con aquel vestido no sólo está fresca, sino que puede moverse con facilidad; sus botas de combate son ligeras, pero seguras, y lo único que lleva con ella son su varita mágica de ébano y algunos amuletos mágicos. Lo único que hace, mientras Badru prepara el portal, es quitarse los goggles de los ojos y dejarlos sobre su cabello, a manera de diadema, para evitar que éste le estorbe en cual sea la aventura en la que vaya adentrarse. Pues, aunque el guerrero no hable mucho, lo siente en el ambiente: aquella será una experiencia mucho más interesante que las anteriores... y más peligrosa, de seguro.

 

Después del guerrero, Madeleine se acerca al portal. Aunque conoce el encantamiento por haber estudiado el libro del druida, es la primera vez que está frente a uno. Una rasgadura en el tiempo y el espacio. Desde el lado en el que está, no puede ver nada más que una oscuridad donde titilan unos pocos puntos blancos; sólo atravesándolo, sabrá a qué lugar se dirigen. Espero que esta cosa no provoque desparticiones... Es una sensación extraña, atravesar aquel portal. Por un segundo se siente en la nada, incapaz de respirar o distinguir algo a su alrededor; pareciera que eso va a prolongarse una eternidad, hasta que siente viento a su alrededor. ¿Estoy...? ¿Estoy VOLANDO?

 

Cuando su cuerpo choca contra lo que parece ser una roca, obtiene la respuesta. Estaba cayendo.

 

Lo primero que siente es el terrible dolor en su nariz, seguido por el tibio sabor de la sangre. Luego, se da cuenta de que está tirada entre hierba y tierra. Y, al incorporarse a medias y alzar la mirada, ve frente a ella lo que parece ser un semigigante, vestido con una túnica corta que parece ser más bien un saco de patatas. No tiene armas, pero sus manos están echas puños, y sus ojos salvajes la observan fijamente. Un par de segundos después, suelta un alarido que sólo puede ser el anuncio de un ataque.

 

Seguramente debido a la expectante presencia de Badru, lo primero en lo que piensa Madeleine es en un conjuro del libro del druida. Alza la varita mágica, sosteniéndola con fuerza y determinación, y la agita desesperadamente. Del extremo de su varita brotan varios rayos escarlata, que tejen frente a ella un cerco que se interpone entre ella y el semigigante. Aprovecha la confusión de la criatura para ponerse de pie, pues aquel escudo sólo resistirá un golpe.

 

―¡¿Dónde demonios me has traído?! ―suelta, entre jadeos. Sin embargo, no se detiene a mirar el lugar, pues está más preocupada por salvar su vida.

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  • 2 semanas más tarde...

Aquellos semi gigantes me evitaban en aquellos terrenos, tenía una apariencia similar a la de sus cabecillas, mientras tanto mi joven aprendiz estaba sufriendo sus ataques. Comenzó con una defensa bastante sencilla, efectiva claro, pero me causaba un poco de decepción que se mantuviera tan quieta y tranquila en aquel sitio, como si se estuviera preocupando por no ensuciarse más que por la batalla en sí.

 

- ¡Vamos Madeleine, - alcé mi voz sonando más grave de lo usual - no venimos a sentarnos!

 

Estuve a una de alzar mi varita y lanzarle un conjuro, debía de tener un poco más de respuesta de la mujer si quería vincularse con el libro de una vez por todas, pero no lo hice por el simple hecho de que debía de darle cierto tiempo, confiar en sus habilidades y la estrategia que estaba empleando.

 

Rápidamente aparecieron dos entes más detrás del primero que había atacado a la mujer, uno con un garrote encendido en su mano y el otro con una enorme roca, ambos dispuestos a unirse contra Madeleine porque, claro, su primer contrincante no se iría de ese sitio. En cuanto viera que tenia cierta ventaja, la atacaría con unas flechas de fuego, algún cinaede o lo que se me ocurriera en ese momento para presionarla al crear el haz de la noche que la llevaría de regreso... si descubría como hacerlo.

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No escucha el grito de Badru. Por encima de los enormes hombros del semigigante, puede ver cómo dos más se le unen. Ésos sí están armados, y ya el primero ha destruido el obsitents. Madeleine siente que se queda sin aliento. Una cosa es enfrentarse a otro mago, en igualdad de condiciones... ¡Pero aquello! Nunca ha estado en una situación así, en la que se sienta tan pequeña y tan débil. A pesar de que tiene la varita firmemente empuñada, no está segura de que pueda enfrentarse contra ellos, menos al mismo tiempo. Inconscientemente, retrocede. Ella es sólo una humana y, cómo si no fuera poco, una pequeñita. Quiere decirles que busquen a alguien de su tamaño, pero siente que no tiene voz.

 

Entonces, su espalda choca contra el tronco de un árbol. Está, literalmente, contra la espada y la pared. Bien podría intentar usar la Aparición para escapar. Incluso, se le ocurre la idea... hasta que recuerda que está allí para demostrar algo, y por ello mismo el guerrero Uzza la llevó a ese lugar. Es una prueba. Sí, una mortal, pero una prueba al fin y al cabo. Tiene que salvar su vida, y también demostrar que es una bruja valiente y capaz.

 

Lo primero que hace, es protegerse contra el más que posible ataque del garrote encendido. Agita fugazmente la varita mágica por encima de ella misma, dejando que el polen de los lirios de fuego sea absorbido tanto por sus poros como por las fibras de su ropa. Aunque es consciente de que aquella forma de usar el polen no es la más eficiente (pero, no por ello, menos eficaz), le parece lo mejor para la situación. Además, aquella pelea no debería prolongarse mucho tiempo. Cuando vuelve a alzar la varita, lo hace contra las enormes criaturas. Fugazmente, analiza sus opciones.

 

Podría intentar aturdirlos. Sin embargo, nunca ha realizado aquel encantamiento sobre aquellos seres, y tiene el presentimiento de que no funcionaría muy bien. Ellos son más grandes, con pieles más resistentes. Cuando mucho, podría lograr adormecerlos un poco, confundirlos, pero no aturdirlos; sabe que es una bruja poderosa, pero no tanto. Por lo mismo, descarta cualquier ataque que involucre causar heridas; para ellos, seguramente sólo sean rasguños. No, su mejor opción es neutralizarlos de otras formas.

 

Golpea tres veces el aire con la varita mágica, para esparcir la arena de hechicero. Los pequeños pero potentes granillos alcanzan los tres pares de ojos. El semigigante de la piedra la deja caer, pero el del garrote en llamas alcanza a lanzarlo hacia a ella, antes soltar un rugido al aire que evidentemente significa que se ha quedado ciego por completo. Nuevamente, Madeleine conjura los rayos escarlata de su varita mágica, para que rápidamente tejan un escudo frente a ella. El enorme bastón de madera estalla en astillas ardientes, haciendo desaparecer el obsitents al instante. No se preocupa por las quemaduras, pues durante rato será inmune a, por lo menos, el fuego.

 

Entonces, aprovechando aquel momento de confusión para las criaturas, que son evidentemente menos racionales que otros semigigantes que ha llegado a conocer, toma una pequeñísima pizca de las semillas de hielo, del frasquillo que cuelga de su cuello. Lo arroja a los pies de las criaturas. El suelo se convierte en hielo rápidamente, y atrapa sus pues. A pesar de que sus pieles puedan ser mucho más resistentes a las bajas temperaturas que las de un humano, el hielo es resistente y fuerte Los atrapa, impidiendo que puedan caminar.

 

Inconscientemente, vuelve el rostro y observa a Badru, tan tranquilo observando el espectáculo.

 

―Listo, vámonos ―no sabe si ya tiene "permiso" de irse, pero le parece que ha sido suficiente. Puede escuchar en el cielo ciertos rugidos, ciertos agitares de alas que le hacen pensar en dragones. Madeleine ignora completamente el hecho de que están muy lejos en el pasado; lo que alcanzó a suponer, es que viajaron a un lugar inhóspito de la tierra, donde las criaturas mágicas son libres y los seres viven según sus instintos primitivos―. No sé qué rayos querías ver, pero más te vale que ya lo hayas visto...

 

Como si estuviese a punto de utilizar la aparición, cierra los ojos, intentado ignorar la presión de estar tan cerca de los peligrosos semigigantes salvajes, intentando olvidar que seguramente esté en medio de una trampa mortal. Visualiza la plaza del árbol de fuego, y lo fija mentalmente como destino. Se convencerse internamente de que es capaz de llegar allí, dando tan sólo un paso... Poco a poco, realiza un movimiento vertical con la varita, como si estuviese dibujando una línea en el aire. Ésta linea pronto se dibuja de verdad, como una línea luminosa, que se ensancha hasta que toma una forma similar a la de un óvalo, aunque de bordes irregulares. En la oscuridad absoluta que se abre en medio del paisaje verdoso, puede ver pequeños puntos de luz titilando. Son estrellas. ¿Es un viaje espacial?

 

―Andan...

 

Pero algo sucede. El portal se cierra con un rugido que sobresalta a Madeleine. Aquel sonido le hace pensar en una especie de explosión.

 

―Pero... ―el encantamiento no le había parecido muy complicado. A su manera de ver, es como la aparición, pero proyectándola con la varita mágica― ¿Qué sucede? ¿Hay una especie de encantamiento antiportales?

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Interesante la forma en que la bruja se desenvolvía en esos momentos, lo único que lamentaba un poco era el poco uso de los conjuros en sí del libro aunque, bueno, se podía entender que no tuviera bien claro como se utilizaban y debía de regresarme un poco con las enseñanzas de los mismos a pesar de que era la segunda vez que estaba bajo mi cuidado.

 

- No tienes los conocimientos suficientes para abrir un portal de regreso a tu tiempo, - comencé a explicarle mientras que, con un movimiento de mi varita se convirtió en la vara de cristal, haciendo un par de ataques para librarnos de los peligros momentáneos - si queremos viajar al futuro debemos de tener la habilidad de videncia. Muy bien, correrá a mi cargo abrir el portal.

 

En un rápido movimiento cree el portal y la invité a cruzarlo mientras cuidaba de su retaguardia, siguiendo sus pasos. Una vez de nuevo en la plaza, la vara de cristal regresó a su forma normal mientras aparecían un tercio de estatuas frente a nosotros, estatuas encantadas que nos darían una visión más clara del uso de los conjuros.

 

El primer movimiento del objetivo que estaba a la derecha un strellatus de rango demon hunter, el segundo enviaría un fuego maldito en forma de fénix y el tercero, el de la izquierda, haría aparecer una criatura (un rinoceronte) que se lanzaría en su contra con toda la fuerza que tenía.

 

- Cantar de Eleboro, ignea y obsistens, en ese orden. No te atacarán hasta que uses el hechizo que necesites para defenderte del anterior ataque. Vamos por orden.

 

Solo queda ver si tenía algún problema con el uso correcto de aquellos hechizos.

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