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Libro de los Druidas


Badru
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El Ragnarok observo atentamente lo que cada uno de sus compañeros hacía. Dibujo una sonrisa desafiante y comenzó a subir hasta el volcán por aquel camino que había creado Badru, ¿podría transformarse y así revelar que era un animago no registrado?, si, seria sencillo, había usado aquella técnica para subir las montañas donde vio por primera vez a su sensei, ¿Qué chiste tenia usar la misma técnica 2 veces? Aquello era quizás un poco difícil pero no imposible, había observado que algunos usaban magia, quizás era el método mas efectivo, eso era obvio, aunque le hubiera gustado hacer aquello de otra forma, claro estaba, pero quería divertirse. Rio divertido mientras llegaba hasta la cima. ¿Respirar?, no lo necesitaba.

 

Movió la varita apuntando a una roca de buen tamaño creada por la tierra, minerales y lava. –Vitae –dijo divertido haciendo una rápida floritura apuntando a aquella roca. Esta en un segundo comenzó a animalizarse, transformándola en una especie de perro de 3 cabezas, su marca registrada, un cancerbero, a las patas le salieron garras tan filosas como cuchillos del mismo material, además eran tan fuertes que podrían tranquilamente clavarse en aquella superficie. en su cabeza nacieron ojos saltones inyectados de sangre y dientes de metal, lava y roca, listos para recibir órdenes. Se monto en su lomo sin perder un segundo mas y le ordeno que lo llevara hasta la cima.

 

Una vez al llegar sabía lo que debía hacer, podía usar un accio o usar alguna otra cosa, pero quería acción y aventura. Siempre iba preparado ante todo, así que saco de aquel bolsito de piel de moke que solía llevar una cuerda que había encantado hacía mucho tiempo con un irrompible lo cual la haría invulnerable. La fijo bien amarrándola entre la roca del cono, además le dio parte de aquella cuerda a cada una de las bocas de su cancerbero y comenzó a bajar en rapel hasta aquella lava o hasta la altura suficiente como para conseguir aquello. Busco atentamente aquellos lirios, había escuchado a Badru cuando les informo como eran así que debía saberlos diferenciar sin problemas, claro estaba, había muchísimo calor allí, un poco más y se podría freír. Noto al fin lo que buscaba, al menos había cumplido la parte del reto y se había acercado quizás mucho más que los demás buscando lo que se les pedía, pero la siguiente parte tendía que ser diferente.

 

-Morphos –susurro apuntando a la lava provocando que se creara un cuervo de aquel material derretido ordenándole que le diera aquella flor. En un segundo aquella flor fue a parar a manos del Ragnarok. Subir fue aun más fácil que bajar. Al llegar arriba volvió a guardar la cuerda y le ordeno a su cancerbero que lo dejara junto a los demás. Una vez que cumplió con aquella orden se desmaterializo volviéndose a su forma original. Había sido el último en hacer aquello pero sonrió satisfecho ante lo que había creado, tanto su fuego maldito como su avis se habían materializado a su gusto, claro estaba, convertidos en materiales muy diferentes.

 

Escucho las siguientes instrucciones de Badru, la delicadeza no era para nada el estilo del Ragnarok, prefería lo tosco, pero si algo había aprendido gracias a trabajar con pacientes en san mungo, curar sus heridas y atenderles como se debía era aquello. Con cuidado tomo el frasquito y para llenarlo con aquel polen. Una vez hecho aquello con mucha concentración para no desperdiciar nada busco en su mente lo que había leído sobre el Ígnea.

 

-Ígnea –susurró así invocando aquel polen que lo cubrió inmediatamente por completo. Dibujo una mueca no sentía como si lo llevara encima, aquello era mas como una fina capa que e había pegado a su cuerpo y se había hecho parte de su piel y parte de aquellos filamentos que llevaba puesto como ropa.

 

Espero que los demás hicieran su jugada o aquello, sabía que Badru les tenía algo más preparado cuando metió la mano en aquel fuego. Lo observo. A su mente vinieron entonces algunas imágenes, tanto el incendia din de los asquerosos sangre sucias y traidores a la sangre pseudo defensores del bien y de la paz, como aquellos fuegos de dragón que solían matarle se3rian contrarrestados si sabia mover bien sus piezas.

 

El Ragnarok observo como Zack probaba aquello con su fuego maldito, así que se le ocurrió algo mucho más interesante. Volteo para ver a los ojos a la líder mortifaga quien era la única en aquel momento capaz de conjurar un dragón con su expectro protego.

 

-Tauro –dijo observándola a los ojos esperando que Leah no se pusiera celosa como la última vez que él se había acercado o hablado con la chica- ¿podrías por favor crear un dragón y lanzarme algunas llamaradas o bolas de fuego? –pregunto divertido.

Editado por Hades Ragnarok

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Podría asumirse que, en pleno desierto con la espalda pegada a la arena, se estaría asando cual pedazo de carne. Curiosamente, no era así. Estar ahí tendida la reconfortaba en cierta medida, la dejaba descansar un poco los músculos y le permitía, por un momento, entregarse a sus pensamientos. Pero pronto escuchó algo caer a su lado y tuvo que abrir los ojos otra vez, viendo de quién se trataba. Irónico que la Líder Mortífaga creara un Fénix y que este le fuera tan fiel como aquél hermoso ejemplar. Sonrió y colocó la mano sobre la suya en el abdomen, acariciando sus dedos con delicadeza. Lo que amaba a esa mujer.

 

Para su sorpresa, Badru se sentó frente a las dos y no se quejó de que estuvieran ahí acostadas, sólo siguió con sus explicaciones. Se apoyó en los antebrazos para mirar mejor, sin soltar a Tau en ningún momento, prestando atención a todos los pasos del hombre. Así que así se hace, pensó. El Uzza, que empezaba a no parecerle tan malo, le entregó el frasquito a la peli-azul y ella asintió, mirándolo usar el primer hechizo del libro. Emocionada por el juguete nuevo, se puso en marcha y luego de darle un rápido beso a su novia, tomó su propio lirio para comenzar la extracción del polen.

 

—Esto es más complicado de lo que parece, ¿no crees, amor? —murmuró, frunciendo el ceño como una niña pequeña en cuanto su índice y el pulgar entraron en busca de un delicado pistilo. Cuando lo tomó, siseó divertida—. Ahí está.

 

Con cuidado, siguió los pasos del Nefir y lo metió dentro del frasquito de vidrio que tenía tras la compra del libro y lo colocó dentro. De inmediato, el polen se desligó de su pequeña raíz y cayó abajo como, en caso de existir, sería el polvo solar; su tonalidad era maravillosa y muy rara, como si hubiera bañado la arena con luz ultravioleta. Poco a poco, desprendió cada pistilo hasta que el frasco estuvo lleno y se puso en pie con lentitud, colocando el colgante en su cuello.

 

Fuego Negro.

 

A varios metros de distancia, quizás más de cinco, una bola de fuego apareció. Relucía en azabache y giraba, dejando en claro que crecía al almacenar poder mágico con el paso del tiempo. Entonces le echó una ojeada al libro y asintió para sí misma, regresando el libro a un bolsillo oculto en su ropa.

 

Ignea —pronunció las palabras tal como Badru lo había hecho y movió la muñeca como un dibujo señalaba en el papiro. Pronto el polen la roció en una lluvia y sintió cómo se adhería a su cuerpo como una capa protectora—. No me regañes.

 

La bola de fuego negro había alcanzado su nivel dos, casi el tres después de unos minutos y con una orden mental la hizo volar hasta su posición, recibiendo el impacto como si no hubiera sido nada más que una oleada de aire. El sonido había sido una clara colisión entre dos cuerpos, pero ella estaba ilesa y por la sonrisa que relucía en su boca, era evidente que lo había pasado de lo lindo.

 

—Vale, me gusta.

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Tauro tomó con delicadeza el frasquito que Badru le entregaba, mirándolo con sumo cuidado, sabiendo que en el interior había algo muy poderoso que no todos podían manejar, más sin embargo, estaban ellos allí, dispuestos a aprender todo cuanto pudieran del Uzza. Leah en parte era culpable de que Tauro estuviera caminando por el desierto, porque de no ser por ella no se habría unido a la travesía de querer aprender todos los libros, pero no se arrepentía sino que se sentía agradecida de que la mujer siempre estuviera motivándola a hacer cosas nuevas.

 

— Un poco, sí —asintió sonriéndole —pero nada que no podamos manejar —agregó.

 

Encontraba el hechizo fascinante e interesante, se podía decir que era uno de sus favoritos del libro, por eso cuando todos los demás empezaron a hacer lo que el Uzza decía no ocultó su sorpresa tras ver el resultado y era obvio que todos ellos se encontraban igual de fascinados. Esperó a que su novia hiciera lo suyo y enarcó una ceja en cuanto mencionó lo del regaño, su corazón se detuvo y no volvió a latir sino hasta que la bola de fuego negro hubo chocado contra la Atkins sin hacerle el más mínimo rasguño.

 

— Ahora es mi turno.

 

—Ignea —las palabras salieron perfectamente pronunciadas de sus labios y tal como el rocío, los lirios de fuego cayeron sobre su cuerpo hasta cubrirlo por completo, bañándola en el polen. Su ropa seguía seca, pero los lirios la adornaban. Ahora era turno de concederle la pequeña petición al Ragnarok, el cual había sido muy osado al hacerle semejante petición a la líder, pero para su suerte también logró captar su interés y atención.

 

— Expectro Protego —siseó. Lo bueno de estar rodeada de Mortífagos era que podía usar toda la magia oscura que quisiera y ese hechizo era su preferido, pues reunía toda la oscuridad que la rodeaba (y la que residía en tu interior) para crear cualquier tipo de criatura perfecta, como el dragón que ahora volaba sobre su cabeza. Era de gran tamaño, tan peligroso como su invocadora y en cuanto se elevó lo suficiente le ordenó lanzarle una potente llamarada a Hades y otra a sí misma, a lo cual obedeció.

 

Su cuerpo quedó envuelto por el fuego, pero gracias al hechizo las llamas danzaban sobre su piel, acariciándola más bien, y así permanecieron hasta que el fuego se extinguió por sí mismo. La sensación era increíble, muchas veces había estado cerca del peligro, pero nunca tan así, como si pudieras acariciar a la misma muerte y la invitaras a pasar. Tauro miró a su novia emocionada y en sus ojos había una especie de llama ardiente. Hades también estaba ileso, por supuesto, lo que demostraba que todos habían empleado el hechizo a la perfección.

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El Ragnarok observaba los intentos de sus compañeros en quemarse y todo iba a pedir de boca, aquellos fuegos que habían conjurado cada uno de ellos era repelidos por los lirios de fuego, ninguno había sufrido quemaduras, sus pieles estaban intactas. Dibujo una mueca solo faltaba que Tauro conjurara aquel dragón que el había pedido y probar con un incendia dim, claro estaba, eso lo haría después.

 

No paso mucho hasta que tauro movió la varita. Observo aquel magistral dragón y espero, confiaba que la protección sería efectiva, sino pues nada, tendría que curarse, aun así sabia que todo saldría bien, aunque su instinto y su cabeza, quizás más por costumbre que por otra cosa le hacía pensar que debía conjurar algo para protegerse. Solo fue un segundo lo que tardo la bola de fuego en golpear en su cuerpo…

 

-Nada… dijo- ni una mísera quemadura –sonrió divertido al ver que Tauro también había utilizado aquella petición para probar en ella misma el hechizo- oh, esto será muy divertido –comento sin más antes de volver a mover la varita- -<<Gubraith>> -pensó el vampiro, apuntándose a la ropa que llevaba puesta y a su propia piel. El fuego eterno de color azul eléctrico, como los ojos de la persona más peligrosa y poderosa que conocía se proyectó sobre los ropajes superiores, haciéndole arder la zona, si aquella protección no hubiera sido efectiva estaría quemándole el cuerpo rápidamente ya que aquellas heridas serian realmente graves.

 

Se volteo para observar a los demás que estaban allí, después observo a Badru quien había guardado silencio y los vigilaba con detenimiento intentando pensar ¿Qué nueva sorpresa o reto les tendría? ¿Habrían mas pruebas?, mostro una mueca y bufo por lo bajo, si, conocía al respuesta… así era.

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—Bueno, bueno, suficiente.

 

Aunque su voz sonaba fuerte, clara y seria, era evidente que el hombre estaba divertido con la actitud del grupo de magos oscuros que tenía delante. Ellos parecían más bien unos niñatos en el parque y no hombres y mujeres aprendices. No obstante, él no tenía problemas con eso. Le hacía gracia y ya venía siendo hora de que hicieran algo más que hacerlo enfadar. Pero ahora su intención no era reír, ni armar un grupo ameno de conversa, su misión era proseguir con los dos últimos hechizos que faltaban para ir a la prueba y esto sería muy, muy pronto.

 

Con un movimiento de su varita azabache, que ni siquiera captaba los rayos del sol gracias a su oscuridad, todo indicio de magia desapareció del campo que habían delimitado junto al volcán. Las llamaradas, los animales, el efecto de los lirios de fuego. Todo había quedado reducido a nada de pronto, dejando a todos y cada uno de ellos libres de cualquier defensa física. El Ignea les serviría para defenderse, sí, pero no en ese momento. Lo único que necesitarían era lo que estaba a punto de enseñar y para ello sacó un libro como los suyos, sólo que este estaba viejo y ajado, usado hasta que todas las hojas se habían vuelto amarillentas.

 

—¿Han leído el resto de los hechizos? Restan tres. Y ahora mismo tendremos que usar dos de ellos, dejando el último para el final y para guiarlos a la prueba. Entonces, lean el Obsitens y el Cantar del Eleboro.

 

Él mismo dio el ejemplo, releyendo la descripción de los hechizos a pesar de que los conocía de memoria. El movimiento de varita, la pronunciación del segundo. Todo era tal cual lo recordaba y fue entonces cuando cerró el libro, apuntando a Anne y luego a Tauro.

 

¡Flechas de Fuego!

 

Los filamentos de fuego salieron disparados de su varita de cristal, haciendo que Anne se viera amenazada por las llamas que, debido al pronto uso de los lirios de fuego, no podría defender con el Ignea. Luego apuntó a Leah.

 

Arena del Hechicero.

 

El efecto fue inmediato. Las arenas se mezclaron con el aire y dieron contra los ojos de la rubia, dejándola ciega en el acto mientras que un animal se formaba de las rocas caídas del volcán e iba hacia ella; un perro rabioso iba hacia ella, buscando hacerle daño mientras no veía qué la atacaba.

 

Espejo de Niebla, Fuego Maldito —una llamarada en forma de halcón abandonó su varita, después de haber escuchado ese hechizo por parte de los presentes y se dirigió en un vuelo violento hacia Zack, yendo directamente hacia su pecho. Finalmente, apuntó a Hades—. Arenas del Hechicero.

 

Dejando ciego también al Ragnarok, envió uno de los Ashwinders que había dejado atrás a morderlo, cosa que no vería si no hacía algo al respecto.

 

Entonces, ¿qué usarían?

Editado por Badru
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Si bien las condiciones del ambiente no eran para nada agradables, el vampiro alcanzó a distraerse con los ataques que ellos mismos se hicieron para comprobar la efectividad del Ignea. Tras maravillarse con sus efectos, dado que no había un hechizo similar, volvió a centrar su atención en Badru, quien finalmente le daba continuidad al entrenamiento hablando sobre dos conjuros más contenidos en las páginas del libro. Zack no necesitaba sacar su ejemplar, pues ya se sabía todo el contenido de memoria. Llevaba más de un año leyéndolo, preparándose para ese momento.

 

Yo me los sé. De hecho, son tan útiles como el Ignea Al tiempo que soltó su comentario. La vara de Badru expulsó filamentos de fuego que viajaron directo al cuerpo de Anne. El sonido de las llamas atrajo las miradas del resto de los pupilos, e incluso la de Zack. Había llegado el momento en que él mismo los retaba a utilizar los poderes para demostrar que tenían conocimiento de los mismos. La adrenalina invadió todo el cuerpo del menor de los Ivashkov, desde entonces ansió ser atacado.

 

La necesidad de ser puesto a prueba para demostrar sus habilidades lo ponía un punto de éxtasis casi incontrolable. Sin embargo, aquella vez pudo saciar su extraña sed gracias al siguiente movimiento del Uzza. Copiando las acciones anteriores de los Mortífagos, el hombre invocó una figura de fuego maldito que abrió las alas y planeó en dirección al Ángel Caído. Éste último pensó rápidamente en el hechizo correspondiente, y con un movimiento ágil alcanzó a evitar el daño.

 

¡Obsistens! Pensó sosteniendo con fuerza su varita mágica. Inmediatamente se creó frente a él un pequeño muro oscuro que recibió la llama con forma de águila. Ésta se extinguió al igual que la defensa, pero no sin que el cerco estallara soltando partículas oscuras por el aire. El espectáculo fue tan digno de admirar que los ojos de Zack destellaron de la emoción. Por primera vez realizaba el hechizo y salía tan perfecto como lo imaginó.

 

Me encanta este libro Aseguró esperando confirmación del comentario por parte de sus otros compañeros. Seguramente ellos estaban en la misma posición que él ¿Consideras que estamos listos para la prueba? Cuestionó ansioso al guerrero.

Editado por Zack Ivashkov

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Estaba entusiasmada. Sentir el nuevo poder mágico correr por sus venas era una sensación indescriptible, algo tan excitante y renovador que incluso el más duro de los magos tendría que disfrutar con una enorme sonrisa. ¿Sabía Badru el poder que le estaba dando? Bueno, era evidente. Todos los Uzza eran celosos con su magia, con el arte de su pueblo, pero quizás el Nefir no estaba tan seguro de quiénes eran aquellos cinco. Todos pertenecían a un grupo elitista con la guía de la peli-azul presente y todos o al menos la gran mayoría, eran asesinos que de ser conocidos serían cazados por toda la comunidad mágica para tratar erradicarlos.

 

Sólo que ahora sería imposible, si es que no lo era ya, atraparlos. Difícilmente podían hacer daño a ella, Tau y Zack en batalla, tan poco probable como que no se supieran los hechizos que Badru mencionaba. Y ahora, protegidos contra el fuego y con nuevas habilidades, sería mucho, mucho más complicado en consecuencia. Tendría que ser un mago de su nivel o mayor y, en lo que a ella respectaba, eran de los pocos adelantados a esas alturas. Pero no era momento de pensarlo, por lo que siguió las órdenes del guerrero y sacó el libro, leyendo por enésima vez los poderes que deberían usar. Sólo que, mientras leía, algo entró a sus ojos haciendo que dejara de ver.

 

—Grr... Maldición.

 

Cerró el libro con fuerza, pestañeando de forma automática para intentar retirar las arenas del hechicero y entonces un "Click" resonó en su cabeza. ¡Qué tonta! Movió la varita con la floritura aprendida, inhaló profundamente e inhaló al pronunciar.

 

Cantar de Eleboro.

 

Con una vibración, una melodía apenas audible empezó a resonar debido a la magia que había usado para crear el hechizo y su vista volvió de inmediato. Pero no sólo volvió, la sintió mucho más fuerte que antes, al igual que el resto de sus sentidos; escuchaba mejor, olía mejor y podía sentir cada línea de la varita entre sus dedos. Una inmunidad. Sonrió al ver al animal y usó el anillo de amistad con las bestias para detener al perro. Incluso le dio una caricia, más feliz de lo que había estado nunca en una de las clases del libro.

 

Miró a su novia, que también había estado amenazada por el Uzza y le hizo una seña para incitarla a actuar. Verla en acción la hacía sacudirse, de muchas maneras, por lo que esperaba verla hacer uso del hechizo que quedaba. Zack lo había usado y se veía que estaba tan entusiasmado como ella en un inicio, feliz de poder usar semejante cosa. Sólo aplicaba a una acción, puesto que lo vio desaparecer luego de detener el Fuego Maldito, pero era uno de los mejores hechizos que podían tener en un asalto. Sonrió con malicia y llevó las pupilas a Badru, asintiendo.

 

—Me siento lista para tomar la prueba, ¿es posible?

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Tal como había empezado, así había terminado todo. Badru había usado sus poderes para que todo volviera a la “normalidad”. Ladeo la cabeza, se había estado divirtiendo ante todo aquello, no podía negar que ya estaba planeando como usar aquellos poderes contra los asquerosos sangre sucias y traidores a la sangre. ¿Qué pensaría Leafa, su mortal enemiga cuando esta no pudiera matarle con fuego?, él era el amo y señor del inframundo y ahora lo iba a demostrar enviando a la chica al tártaro.

 

Al escuchar las palabras de Badru, el Ragnarok no pudo más que oponerse en guardia, no sabía ¿Qué tenía preparado esta vez el guerrero Uzza?, o ¿Qué nueva prueba tenía preparada para cada uno de ellos? Pensó en lo que tenía que hacer ahora y buscó en su memoria (que no era muy buena por cierto) aquello que había leído en el libro. Intento recordar los conceptos y explicaciones del Obsitens y el Cantar del Eleboro.

 

Estaba tan pendiente de ello que el movimiento del guerrero contra él lo tomo de sorpresa, nuevamente había bajado la guardia y maldijo por lo bajo recordándose a si mismo que nunca debería bajar la guardia ante alguien como Badru. En un segundo había quedado cegado, aquello no le gustaba para nada, ya había probado aquello anteriormente a causa de los odefos, ahora era Badru quien causaba aquel efecto. Hubiera dicho palabrotas al guerrero si no se suponía que debía respetarle, pero las pensaría después de curarse. Sin perder tiempo se apunto –Cantar de Eleboro- El efecto fue más que inmediato, el Ragnarok escucho como aquella música penetraba en sus oídos, llegando a su cerebro y recorriendo cada una de las células de él agudizando cada uno de sus sentidos y devolviéndole la vista.

 

-Pero que demo… -dijo en un segundo dando un rápido paso hacia atrás observando como el Ashwinders casi llegaba hasta donde estaba él. Badru había utilizado aquel segundo en que había estado sin su vista para realizar aquel nuevo movimiento o ataque, sabía perfectamente que aquellas criaturas habían quedado algunos kilómetros atrás y él, no había visto rastro de ellos mientras bajaba en el cancerbero que había creado, ni cuando habían utilizado el ígnea y estaban probando todos aquellos fuegos.

 

Recordaba toda aquella información de los Ashwinders y debió suponer que al estar tan cerca del volcán tendrían que haber algunos allí. Dibujo una mueca de sonrisa desafiante ante aquello, podía usar el mismo truco que había usado antes, pero ¿qué chiste tenia hacerlo 2 veces?, sonrió mostrando los filosos y ponzoñosos colmillos vampíricos y pasando la lengua por ellos mientras disfrutaba su propia ponzoña movió la varita -<<Obsistens>> -pensó sin inmutarse. El Ragnarok observo como aquella invocación hacia efecto antes de que la criatura de fuego llegara hasta donde estaba él, aquella capa luminosa de color negro absorbió sin ninguna piedad al Ashwinders provocando que desapareciera de una vez por todas y así resguardarse de cualquier otro que pudiera intentar hacerle daño.

 

-Esto es cada vez es más interesante –dijo divertido- y los retos parecen ser cada vez más difíciles, esto es muy bueno para mi aprendizaje –observo a su hermana y volteo a ver a Leah quien hablaba sobre la prueba que tendrían que enfrentar.

 

Rápidamente miró a Badru y recordó que este había dicho que aun les faltaba aprender y practicar un hechizo, por lo que se preparó y estuvo pendiente esta vez de cualquier cosa, catástrofe o intenciones que tuviera el guerrero Uzza para con él y sus compañeros.

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Todos parecían felices con sus nuevos conocimientos y Tauro no era la excepción. La Crouchs observaba a todos, emocionados con sus llamaradas debido al nuevo hechizo que Badru les había dado a conocer y no podía evitar sentir la inclinación a lanzarse más llamas encima. Aunque eso se lo reclamaría Leah seguro. Ella, por otro lado, estaba tan concentrada en aprender más cosas del libro que lo más probable era que no lo notara a menos que hiciera algo muy escandaloso.

Por poco había olvidado que cargaba con el libro y no fue sino hasta que vio a Leah sacarlo que recordó que lo tenía en un bolsillo oculto. Imitó a su novia y empezó a pasar las páginas, leyendo lo que aparecía ahí aunque ya lo había hecho con antelación en lo que había parecido un pequeño club de lectura en la biblioteca Ivashkov. Repasó los hechizos y se preguntó qué ganaría con aplicar uno de ellos en ese instante, por lo que metió la mano en su bolsillo y sacó la varita, separando los labios para hacer uso de alguno de ellos.

Pero los planes de la peli-azul se vieron un poco frustrados cuando la fuerte voz de Badru llegó a sus oídos otra vez, dejando en claro que quería que pararan con sus jueguitos de fuego. Sus ojos se posaron un momento en la extraña varita de cristal del Uzza, ¿era normal aquél color? Estaba acostumbrada a ver magia negra y sabía que lo que tenía Badru no era eso, sino simplemente poder concentrado, pero el hecho de que no reflejara casi la luz del sol era llamativo.

Al igual que su poder.

Como si él hubiera creado todo lo que había en el campo, que no era el caso, lo hizo desaparecer con un movimiento que se notaba no le había costado demasiada atención y empezó a lanzar hechizos a la primera. Anne, luego ella. Perfecto. Por poco no ve qué era lo que le estaba lanzando y era debido a que Badru era rápido, muy rápido y estaban a poca distancia. Fuego, tenía que usar los hechizos y el Ignea no le serviría de nada. Pensó rápidamente en algo y movió la varita tal cual había visto en un dibujo.

Obsitens.

El pensamiento fue seguido de la acción inmediata de una magia a la que no estaba acostumbrada pero que fue efectiva, veloz y potente. Frente a ella un cerco mágico de una brillante tonalidad azul como su cabello apareció de inmediato, recibiendo los filamentos de fuego que habían salido de la varita de su maestro y consumiendo al instante la amenaza que había representado, al igual que el tiempo de vida que tenía. Emocioanda, Tauro soltó un gritito extasiado y miró a su novia, que había realizado un hechizo verbal.

—¿Cómo ves, amor? —preguntó, aunque sabía la respuesta—. Cantar del Eleboro.

Exclamó esta vez, aplicando la protección contra los hechizos que afectaran los hechizos y notó la vibración en la varita, así como la pequeña melodía que recorría el aire, casi imposible de seguir. Al pronunciarlo, había concentrado su magia no sólo en ella sino en Zack y ahora los dos estaban bajo el efecto del nuevo hechizo.

—¿Quién me hace un Séneca? O algo así, quiero ver qué tal —movió la cabellera y observó a Badru—. Yo también quisiera tomar la prueba. Pero aún falta un hechizo, ¿por qué ha quedado para el final?

Se acercó a Leah y le dio un beso rápido, murmurando por lo bajo.

—Con un portal podemos irnos a donde se nos dé la gana siempre que queramos, ¿lo has pensado?

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Era de las pocas brujas que evitaba usar túnicas siempre que podía, aunque a muchos les molestará que no llevara muchas veces a clase la vestimenta típica de los magos. Era mejor usar ropa cómoda, ya que las clases solían durar mucho.

 

Había elegido para esa ocasión ropa de lino, bastante resistente y fresca. Llevaba un pantalón azul marino, una playera de mangas cortas color Zinnwaldita. Los tennis eran cómodos y resistentes, del mismo color que el pantalón. En la mano derecha llevaba mi varita y mi monedero de piel de moke, donde solía guardar mis pociones o las herramientas para hacerlas, igual que los libros de hechizos.

 

Todos los anillos que había ganado con los libros, los llevaba puesto en los amuletos que correspondían a cada libro, de esta forma solo llevaba en la mano derecho el anillo de la habilidad de animagia. Si no me equivocaba, había visto a la profesora Weasley usarlos de esa forma y a decir verdad, era más cómodo que llevar todos los anillos en la mano. Además tanto las cadenas y los anillos estaban protegidos contra magia ajena, por lo que no habría problema en que alguien intentara quitarlos de ninguna forma.

 

Desaparecí sin decir nada del castillo, al fin y al cabo Lionel y mis elfos conocían la rutina.

 

 

~~~*~~~

Llegue a la Plaza del Arbol del Fuego, sino me equivocaba ahi había dado comienzo la clase anterior. Al menos esta vez los compañeros del libro parecían ser diferentes a los anteriores, cosa que me alegraba, de no ser que dejaría ver a mi ahijado Axel.

 

Solo quedaba esperar, aunque por alguna extraña razón sentía que estaba interrumpiendo algo a pesar de que ya podía asistir a la clase. La espera no sería muy agradable para mi, se trataba de estar de nuevo bajo el sol, en la playa, por lo que suspire.

 

Saque una botella de agua del monedero de piel de moke y le di un trago. Era la ventaja de que los mismos tuvieran hechizos de expansión indetectables.

 

Active el anillo de escucha de esa forma me daría cuenta si alguien se acercaba, mas bien para hacer algo útil mientras tanto. Empecé a pasear por el lugar, en busca de una sombra, no había ninguna pero me fije atenta en la estatua de la Diosa Guerrera Uzza y el Árbol de Fuego.

 

-Lástima que no pueda llevarme un ejemplar a mi jardín.- Murmuré.

 

Había escuchado mucho del sitio y esperaba encontrarme con algún enfrentamiento o a algunos magos entrenando, pero lamentablemente en ese momento la plaza estaba demasiado tranquila. Quizás logrando salir de la clase pudiera ver algún duelo en la plaza o encontrar a alguien que quisiera entrenar.

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