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Libro del Caos


Bakari
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Sonrió.

 

Por primera vez en mucho tiempo su rostro mostró una sonrisa, pero no era de felicidad. Le resultaba divertido la desconfianza de su alumna ante sus palabras y el hecho de entregar su sangre para realizar el pacto necesario, pudo entenderlo por unos segundos, pero recordó sus palabras al inicio de la clase y si quería defender a sus seres queridos y aprobar la clase debía hacerlo.

 

El señor del caos frente a él realizó el mismo gesto, burlandose del atrevimiento de la chica. de su est****a desconfianza, de su falta de determinación. Bakari no pensó nunca en explicarle la razón del porqué tenía que firmar, no le importaba si lo hacía. Para él y para su pueblo era mejor, una persona menos que no tendría acceso a los poderes escondido entre las hojas de uno de los libros entregados por Merlin. No, a él le convenía que no firmara.

 

- Entonces olvidate de obtener estos poderes - Habló con los ojos cerrados, tranquilo - Y de proteger a tus seres queridos.

 

No dijo nada más, el pergamino seguía en su sitio esperando por la marca de sangre de la joven que debía tomar una decisión antes de agotar la paciencia del Uzza que en el fondo sabía que la chica terminaría haciendo lo que él quería y esperó, sentado, tratando de relajarse. Era uno de esos momentos donde se arrepentía de dar clases en la universidad, se encontraba con alumnos que cuestionaban sus acciones. est****os niños.

 

Su pecho bajaba y subía al ritmo de su respiración, su paciencia se estaba acabando, su desesperación aumentando, la indecisión de la joven lo mataba. Inhalo y exhalo pausadamente calmandose por segundos, pero no duraría mucho tiempo.

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Cada segundo que pasaba odiaba más aquella clase y en especial al guerrero que la impartía, era una persona odiosa y se notaba a leguas que odiaba a todo ser viviente que no fuera un Uzza. Suspiró resignada al darse cuenta que pese a sus preguntas y su deseo por saber de qué se trataba el pacto que debía sellar, Bakari no se lo diría.

—Por lo menos debería decirme que es lo que estoy pactando… —murmuró la mujer mientras hacía aparecer en su diestra la daga del sacrificio. No hizo mueca alguna cuando cortó sus dedos de la mano izquierda para colocar la marca de sangre en el pergamino que seguía esperándola.

Luego de aquello y suponiendo que no obtendría respuesta alguna del Uzza, pues seguía sentado meditando con los ojos cerrados. Valkyria juntó sus manos una vez más para probar si podía hacer aparecer un Señor del Caos. La practica hacia al maestro así que, como le había pedido anteriormente, volvió a intentarlo. Esta vez le resultó más sencillo centrar su mente y concentrarse en el caos. La niebla rojiza apareció casi de inmediato rodeando sus manos y cuando las abrió una bella ninfa se materializo.

—¡Al fin algo bueno! —exclamo observando a la doncella que la curaba totalmente de las heridas, que no eran muchas, que tenía la castaña. —¿Cuándo podré usar las ruedas? —preguntó, apartando la mirada de la Ninfa.

 

Off: Dado

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Un nuevo poder, una nueva magia extraña, algo desconocido para mí que pronto me sería útil. Según lo leído del libro me parecía que invocar esos extraños "dones" podía provocar más estragos que beneficios. Sonreía al leerlo de noche, a la luz de la lámpara y cómo compañía una taza de chocolate caliente. Veía que la oscuridad pasaba lentamente hasta que los rayos rojizos del sol, anunciaban un nuevo día. Cerré el libro de golpe, tomé la bebida y guardé ese tomo especial conjuntamente con los demás libros y todos los objetos mágicos que podría necesitar en el monedero de piel de moke.

 

Ni cuenta me había dado pero estaba vestida con unos tejanos, zapatillas de deporte, camiseta y cazadora de cuero. Me peiné haciendo una cola de caballo alta y cuando posé mis ojos a la habitación me sorprendió ver lo ordenaba que estaba... No supe porqué pero enseguida recordé a la mitología egipcia. Esa vieja tierra de dioses ancestrales de mitos y leyendas sin par. Si lo pensaba y cómo reuní suficiente información en la biblioteca, el profesor me recordaba mucho al dios Seth, personificación del mal y la destrucción. Sonreí de lado...

 

Recogí mi varita y la guardé en el bolsillo derecho del pantalón mientras colocaba en el dedo índice, el anillo que tenía vinculado con mi poder de animagia. Podía usar ese poder pero no me apetecía hacer ejercicio así que, aprovechándome de que era matriarca, me desaparecí de dentro de mi habitación para hacerlo en la entrada a los terrenos de la Universidad. Había llegado con la hora casi justa, así que, podía ir caminando tranquilamente por el lugar... Encontré a un bedel y le pregunté por el hogar dle guerrero y con la información me fui para allá.

 

Llegué a la zona del río y distinguí una carpa. Me sorprendió, porque me esperaba encontrar una casa de adobe cómo poseían los arcanos, viviendas proporcionadas por el Ministerio de Magia para ellos. Me fijé gracias a mi vista agudizada, que había ya una alumna con el profesor y lo último que querría era interrumpirlos, así que, saqué una petaca de cigarros y extraje uno, lo encendí con la varita y esperé pacientemente, apoyándome con la pierna a una de las palmeras que había cerca del lugar que se me antojaba bastante cerca y fresco, a causa del río. Esperaba encontrarme a más alumnos en la clase.

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Aquella cálida noche primaveral era perfecta para que Elros comenzara con los estudios del Libro del Caos; hecho en particular que a él mismo le sorprendió tras hacer efectiva la compra realizada la semana anterior en la tercera planta del Magic Mall. -Aún siento su pestilente esencia- dijo en voz alta el muchacho al recordar el aroma que Fergus, el recepcionista del ascensor clandestino, emanaba; un potente olor a alcohol que emborrachaba a cualquiera con tan sólo aspirarlo desde la puerta que comunicaba dicho sitio con la recepción de la institución comercial del Callejón Diagón. Dentro de todo, el apuesto veinteañero se había dedicado a estudiar (días previos) cada una de las páginas misteriosas que englobaban aquel arte Uzza, las mismas que para él eran las más complicadas de entender y de razonar con tanta invocación que marearía hasta al marinero más experto en aguas turbulentas. <<Cuatro ruedas y un señor... ¿Una carreta?>> se cuestionaba el ojiverde, algo payaso, mientras arreglaba todo lo que llevaría al sitio donde aprendería a utilizar aquella compleja y peligrosa magia. Vestido con una sudadera azul rey, bermudas de jeans algo desteñidas por el tiempo, y un par de deportivas níveas un poco descuidadas; el Gryffindor se motivó a salir de su alcoba rumbo al vestíbulo de la morada de sus padres. Los elfos ya se habían encargado de alimentarlo e hidratarle lo suficiente, por lo que su varita envainada estaba lista y dispuesta para ser empuñada al compás del azar, una casualidad presente en esta doctrina que se diferenciaba de las demás. -Ya es hora, Rhaenya... Saluda a mis hermanas de mi parte, eh- exclamó muy emocionado el alquimista del futuro; saliendo hasta los terrenos de los jardines de la mansión, con el propósito de sumergirse en aquella desagradable sensación de succión.


Fue así que, finalmente, el patriarca de los Granger tocó piso en una ladera de la zona norte del recinto que era dominado por el tiferim; aproximándose hacia un lago que mantenía una escasa distancia de una pequeña tienda donde, a ciencia cierta, vivía Bakari. -¿No crees que el cigarrillo te hace mal, Helike? ¡Aps! A todo esto... Buenas son las noches eh, señorita Rambaldi. Bastante tiempo ha pasado desde nuestro último encuentro ¿Lo recuerdas?- expresó Thomas con una sonrisa a flor de labios, esperando que la vampiresa memorase aquella instancia donde Suluk Akku los estaba adiestrando en la Animagia en un zoológico muggle; a diferencia de que el Gryffindor ya estaba de salida hacia su prueba de vinculación con el anillo de la habilidad, mientras la española comenzaba su enseñanza. -Me imagino que esperas a Bakari ¿No es así?- consultó a sabiendas de la respuesta, pero lo único que deseaba el legilimago era que su nueva compañera fuese gentil y no hubiesen rivalidades entre ambos en esa clase que les "sacaría de quicio" con únicamente comprender el significado de los nuevos poderes que adquirirían a manos del Guerrero Uzza del Caos.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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cómo dije en el otro lado, en la habilidad, falta de ganas lo siento jajaja

 

On:

 

Estaba fumando tranquilamente mientras veía la actividad que había dentro de la tienda de campaña. No sabía lo que decían a pesar de que podía oír perfectamente. Sólo estaba metida en mis propios pensamientos y en cómo podría desarrollar los poderes de ese libro, hasta que escuché una voz masculina, llamándome por mi nombre.

 

Me giré y su cara me resultó bastante familiar...

 

- ¿Te conozco...? - pregunté, mirando al muchacho - tu cara... me da la impresión de que nos hemos visto antes, ¿cierto? -inquirí, con dudas, revisando sus facciones.

 

Asentí con la cabeza al escuchar su última cuestión.

 

- Sí, así es... Supongo que no habrá acabado con la alumna. Yo me he puesto aquí porque no quiero interrumpir -le dije con una sonrisa. Terminé de fumarme el cigarro y lo hice desaparecer con la varita.

 

Al final me acordé.

 

- ¡Claro, animagia! - sonreí al muchacho asintiendo con la cabeza- yo entraba en el zoo mientras tú, salías, ¿verdad?

 

Sí, ahora estaba segura de que era él.

 

- Y dime, al final ¿has conseguido tu forma animaga? -la verdad, sentía más curiosidad que otra cosa- discúlpame, no quiero parecer demasiado cotilla (chismosa) - dije con una sonrisilla - la arcana Suluk es bastante exigente con esos temas. Yo por suerte, sí - afirmé contenta- me avalan tres generaciones de animagia en mi familia - dije con orgullo enseñándole el anillo que portaba en mi mano- así que, de todas todas tenía que vincularme con él -reafirmé alegre.

 

- Y una cosa, ¿cómo sabes mi apellido? ¿Acaso te lo dije oh...? - me lo quedé mirando- es que no lo recuerdo, perdona - puse un gesto de disculpa en mi cara.

 

@@Thomas E. Gryffindor

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Aquel gesto dubitativo acompañado de la característica interrogante "¿Acaso te conozco?", fue lo que impulsó al muchacho a aproximarse aún más hasta la mujer de cabellos de chocolate afirmados en una cola de caballo alta; cerciorándose de que, efectivamente, ésta sería su nueva compañera en el arte oscuro del Caos. -¿Dices que está con alguien ahí adentro? Pues, tienes los sentidos bien desarrollados... porque lo que es yo, no escucho nada más que el ulular de las lechuzas y búhos que hay en las copas de los árboles- comentó el fenixiano, justo cuando Helike logró acordarse de quién se trataba. -¡Exacto! Nos vimos, de pasada, en el zoológico de Los Ángeles... Y bueno sí, yo estaba de salida rumbo a la Pirámide del Ateneo para realizar la prueba de vinculación con el anillo- agregó el hechicero del futuro, al mismo tiempo que le enseñaba a la española la joya que lo ligaba a la Animagia, además de las de Legilimancia y Videncia que también descansaban ahí. -Le felicito, señorita Rambaldi... Y sí, conozco tu apellido porque se acompaña de tu nombre en la plantilla del Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes del Ministerio de Magia... Me imagino que sabes que toda la comunidad londinense tiene acceso a El Profeta ¿O no? Pues ahí he visto alguna que otra noticia donde muestra tu excelente trabajo como jefa de oficina- explicaba el apuesto adolescente con simpatía en sus expresiones, tratando de no avergozar demasiado a la chica. -Bueno... mi nombre es Thomas Gryffindor, actualmente desempleado... pero tengo un negocio en el Callejón Diagón que me da galeones, y eso me mantiene "estable" hoy en día... ¡Mucho gusto!- dijo el ex-medimago del CCU.


-De todas formas... tenemos que esperar a que el guerrero Bakari nos atienda. No es buena idea molestarlo en su tienda; por lo menos eso comprendí cuando estuve bajo el período de aprendizaje con Badru. Los Uzza son un pueblo de tradiciones y costumbres más arraigadas que las que tienen los Arcanos... Así que te propongo un trato; ¿qué te parece si practicamos un poco algunos hechizos básicos de los libros pasados? Obviamente, sin matarnos el uno al otro... Aunque con eso, se me ocurrió preguntarte... ¿tienes cargado de energía tu Amuleto de la Resurrección?- le consultó a la Vladimir; no sin antes tomar unos cuantos metros de distancia de ésta, quedando de espaldas al lago y frente a la morada del tiferim. -¡Adelante Helike! Estoy listo... La dama primero- exclamó con caballerosidad el hijo menor de los Gryffindor, posicionándose delante de su adversaria con la típica postura de duelo que le fue inculcada en Hogwarts y la varita en ristre en su mano derecha; esperando el hechizo de bienvenida.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Sonreí al escuchar las palabras del mago...

 

- Bueno, no sé si te diste cuenta, pero soy vampiro - de una sonrisa puse una mueca - y en consecuencia, nosotros los vampiros tenemos los sentidos más desarrollados que vosotros, los humanos. Los usamos para cazar - me encogí de hombros...

 

- Ya me parecía - asentí con la cabeza al escuchar las palabras del mago - no suelo recordar mucho las caras, la verdad. Soy bastante olvidadiza y eso que soy jefa en el viejo departamento de desmemorizadores - dije, riéndome.

 

- Vaya... - me di un pequeño zape en la cabeza- bueno, la verdad es que nuestra información está visible a todo el mundo. No he reparado eso antes, mis disculpas -le sonreí...

 

No pude evitar ponerme colorada ante lo que decía...

 

- Bueno, no es por mi desarrollo como jefa, el resto de mis empleados y en conjunto, hacemos esa labor muy bien -sinceramente, podía decir y aprovecharme de la situación para llevarme un tanto, pero sabía que quedaría bastante mal visto. No era la única bruja que trabajase en ese lugar, a pesar de que los jefes, siempre éramos la cara más visible del departamento de Accidentes.

 

- Es un placer, Thomas - le dije con una sonrisa- yo también poseo negocios en el callejón. Soy socia con mi padre del Ladurée, poseo el Dragón Verde aunque ese, está en Ottery, para los magos que quieran tomarse algo, no tener que desplazarse al callejón Diagón, y también la tienda de Madame Malkin de reciente adquisición -dije con una sonrisa, orgullosa - si necesitas un día un traje, pásate y te puedo hacer buen precio -mantuve mi sonrisa.

 

- Por supuesto. Por eso he decidido esperar aquí - señalé el lugar... - y bueno, espero que nos reciba pronto o me aburriré cómo una ostra -le dije, refunfuñando, como siempre.

 

- ¿Amuleto de la resurrección? - pregunté, y empecé a rebuscar dentro del monedero de piel de moke hasta que lo encontré y lo colgé al cuello - la verdad, nunca lo he usado. Así que, sí, está lleno de energía.

 

Me fijé en cómo el mago aprovechó y se desplazó un poco, chasqueé la lengua, fastidiada y me obligó a tomar mi varita de álamo. Al menos, era más poderosa que la de haya y que usaba en casa para quehaceres comunes.

 

- Muy bien - asentí con la cabeza- así que vamos allá - quedé un segundo pensativa. Vi una cascabel cerca de la palmera en dónde estaba. Ésta parecía que iba a esconderse así que, aproveché la ocasión...

 

- oppugno - dije, apuntando al animal y el efecto fue instantáneo, el animal estaba ahora a mis órdenes y a pesar de que no era un hechizo de ataque, lo usaría en cuánto tuviese oportunidad.

 

@@Thomas E. Gryffindor

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Luego de cerciorarse de que Helike, efectivamente, trajera consigo el Amuleto de la Resurrección del arte del Libro del Equilibrio; Elros se decidió a atacar con la tranquilidad de que si algo se les escapaba de las manos a ambos, por lo menos no morirían sin remediar el asunto de forma instantánea. -Cantar de Eleboro- exclamó el pelirrojo tan rápido como pudo; surgiendo una vibración musical de la varita del animago, apenas audible, la cual protegería los sentidos del invocador, agudizándolos aún más de los que poseía la española por su calidad de vampiro. -¡Vamos linda! Tenemos que llamar la atención de Bakari, o éste no saldrá de su tienda- alentó a la Rambaldi, sonriéndole a la distancia para demostrarle que sí se estaba divirtiendo junto a ella. <<¿Por qué será que el Uzza se demora tanto en salir de su madriguera? ¿Estará fastidiado de someter a sus pupilos bajo sus doctrinas?>> pensaba algo distraído el adolescente de mirada esmeralda, tratando de analizar el comportamiento ermitaño que parecía tener el tiferim, o por lo menos eso demostraba con su actitud de asilo solitario en su refugio. La jornada avanzaba, y hasta aquel instante aún no podían concretar nada durante la noche; características que comenzaron a fastidiar al veinteañero, pues no estaba dentro de sus planes el tener que esperar tanto a que el docente se dignara a aparecer y hacerse valer como el maestro a cargo.


-Veamos cómo te va con esto- vociferó con una pizca de malicia; pensando posteriormente en "Flechas de Fuego" como uno de los mecanismos que utilizaría para llevar a cabo su plan. Fue así que desde el extremo distal del arma del alquimista del futuro, empezaron a brotar una andanada de filamentos en llamas que salieron disparados, uno tras otro, rumbo a la figura de su adversaria; pero tampoco se pudo controlar que escasos de éstos se desviaran con las corrientes eólicas del viento primaveral y terminasen cayendo en la tienda de Bakari. -¡Ups!- masculló con una cuota gratuita de niñez; viendo, a lo lejos, el expandir del fuego por sobre el techo de la carpa; despreocupándose de la medida de protección que abría usado la Vladimir, e incluso marginando a su serpiente cascabel controlada que había estado esperando alguna orden bajo la palmera cercana a la mujer.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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- Vara de Cristal Sectusempra - Comentó al abrir la puerta de su recinto, molesto.

 

Su varita mágica paso a ser mas grande que el, como un bastón, de un color rojo brillante con el que dio un toquecito al suelo para conjurar su encantamiento. No fue un rayo normal, no hubo necesidad de que recorriese una enorme distancia entre el guerrero y su objetivo. La herida solamente apareció en el pecho de uno de sus estudiantes, el varón, el cual no supo lo ocurrido hasta segundos despues. Gran cantidad de sangre emanaba salvajemente, ocasionándole un profundo dolor. Fue blando, sabia que podía curarse o la chica a su lado lo haría.

 

Otro movimiento de su ahora vara de cristal fue suficiente para hacer desaparecer las llamas ocasionadas en su techo debido a las acciones est****as de su nuevo alumno que por alguna razón pensó junto con la otra chica que era bueno atacarse entre ellos solo por tener el amuleto de resurrección entre sus pertenencias. Suspiro decepcionado, por vigésima ocasion, ante el poco poder de raciocinio de los jóvenes magos que eran sus alumnos. No entendió como la comunidad mágica de Londres había caído en un bajo nivel despues de tantos días de glorias en el pasado.

 

- Nuestro hogar no se toca - Mencionó respondiendo a las preguntas realizadas por sus estudiantes en sus pensamientos, no fue necesario que las dijeran.

 

Generalizó porque era lo que el resto de Uzzas debería hacer, pero tal vez a algunos se les hubiese olvidado o a otras tribus. Al ser esta su segunda clase con un guerrero era de esperarse que no conociesen por completo las normas que debían respetar estando frente a uno de ellos, aun así nunca un alumno había atacado su hogar como lo hizo el joven que fue víctima de una herida profunda y sangrante en su pecho debido a eso.

 

- ¿Cual es su mayor miedo? - Realizó las mismas preguntas, dirigiéndose a ambos magos - ¿Cual es su mayor deseo?.

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