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Libro del Caos


Bakari
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Realmente había hecho el esfuerzo. Es decir, ella sabía desde un inicio que no era una alumna aventajada, en comparación con Evans McGonagall o la muchacha de nombre Kaori que a pesar de no lucir muy familiarizada con el entorno estaba haciéndolo (en opinión de Mel) mejor que ella. Sin embargo, cuando la energía que ha logrado concentrar es canalizada al fin para poder convocar a uno de los Señores del Caos de los que hasta ese momento sólo ha leído en la teoría, nada sucede.

 

La energía concentrada se desvanece y en lugar del señor del caos, ya fuese bueno o malo, que ella ha esperado encarar, sólo ve varios metros más allá al troll congelado que Bakari convocara momentos antes. El cansancio, hace que tarde todavía un buen rato en aceptar el error, dejar que la resignación llegue. Mas, cuando lo hace, termina por fin alerta a lo que Bakari dijera antes porque ¿qué es lo que ha hecho mal?

 

Mel observa de reojo que Kaori y Bel todavía no lo han intentado así que quizá tan sólo sea una cuestión de tiempo, que lo realizó demasiado pronto o quizá que no se concentró lo suficiente antes de intentarlo. Una incómoda voz en su cabeza sugiere una tercera posibilidad: que la energía concentrada no era la adecuada, suficiente o no contenía el poder requerido para hacerlo.

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dijo la muchacha en apenas un susurró, apenas había sido capaz de sacar un poco de niebla de sus manos y ahora el maestro quería que invoquen a un señor del caos, suspiró. No creía poder lograrlo al menos no a la primera. Observó a sus compañeras de clase deseando que alguna de ellas lo intentara primero y lo lograra, Mel fue la valiente, aunque no lo logró, desvió la mirada hacia Bel que al parecer no tenía deseos de ser la siguiente en intentarlo.

Armándose de valor, Kaori imitó los movimientos del guerrero, cerró los ojos y se concentró en el caos, que al parecer no era suficiente ya que nada sucedía. Algo estaba haciendo mal ¿Pero qué? Quizá la energía que estaba usando o los recuerdos que se agolpaban en su mente no eran lo suficientemente caóticos, no lo sabía.

Algo frustrada, observó al enorme troll que estaba congelado con cara de confusión por no poder atacar a su creador > se dijo, no se daría por vencida así de fácil, aunque claro esperaba que al lograrlo no saliera precisamente un Troll, quizá algo más bonito como la Ninfa o al mismísimo Señor del Caos, sonrió ante la idea que en ese preciso momento le parecía algo imposible.

Volvió a concentrarse y esta vez algo sucedió, como había deseado una ninfa se materializo junto a ella, era increíble, contenta Kaori le sonrió. Al mismo tiempo que sentía como un calor la recorría por completo, era la ninfa quien la estaba sanando a pesar de que la joven no tenía ninguna herida.

—Vamos Mel, un intento más… —le dijo dirigiéndose a su compañera —seguro que ahora sale algo… —añadió sonriendo.

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Cuando Mel mira hacia Kaori y encuentra que ella ha logrado realizar la invocación y además le da unas palabras de apoyo, asiente y vuelve la vista para que no vea el leve rubor que cubre sus mejillas. No es a causa de la vergüenza o el esfuerzo si no más bien porque sus amables intentos de apoyarla aunque sea sólo dándole ánimos la han hecho darse cuenta que estaba distraída y rindiéndose demasiado pronto.

 

Cuando alza las manos a los costados, piensa entonces en esos lejanos días en donde el confinamiento parecía la solución a la penuria que se extendía hasta donde daba la vista: una vida de padecimiento, de aislamiento y sensación de abandono. Es difícil canalizarlo sobre sus manos pues la sensación que invade su cuerpo, es magnificada y proyectada sobre la misma bestia con la que su mente comparte el cuerpo. La bestia rechaza el dolor como al hierro caliente, por lo que Mel lo refleja también, aunque es obvio que sus sentidos humanos alcanzan a procesar aunque sea sólo una pequeña parte.

 

Jamás ha sido de las personas atormentadas que se refugiaran en su propio suplicio, a manera de alguna clase de tortura, dictaminada por su propio sentido masoquista. Al contrario, sus sentimientos han volado ligeros, siempre intentando escapar de cualquier negatividad que amenazase con retenerlos en una red que tarde o temprano terminase convirtiéndose en círculo vicioso. Sin embargo, ha visto a compañeros caer en esas redes para ya no más volver. Es eso, lo que más dañara sus defensas en el pasado.

 

El recuerdo, es suficiente como para que unas nubes mucho más oscuras que las anteriores se agolpen en sus manos y formen nubes desiguales a los lados. Parecen estar conformadas con diminutas partículas, que se mueven de un lado a otro confinadas en el pequeño espacio en torno a sus manos. Así que cuando Melrose invoca a las fuerzas del caos y se concentra en la idea de traer hasta allí a un señor del caos, una figura termina materializándose.

 

Al inicio, no distingue de qué puede tratarse, si no hasta que la criatura da una voltereta en medio del aire y suelta una sonora pedorreta. Aún peor, la ninfa de Kaori se vio espantada enseguida por culpa suya, sin que Mel pudiese controlarlo.

 

—Argh, Peeves.

 

Fuera de control, no es palabra suficiente.

 

—Supongo que Peeves es lo que merezco, dado que no he hecho más que hacer el ridículo hasta ahora.

 

Es una mala broma. Ni siquiera está segura de por qué lo dice, puesto que la negatividad no es parte de su carácter pero suelta el comentario de todas formas. Apenas lo ha dicho, quiere reivindicarse pero es tarde. Así que sólo suelta un largo y sonoro suspiro, mientras Peeves empieza a tirarle bolitas de papel diminutas al cabello.

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Dos intentos después, comenzando a sentirme verdaderamente tocada por esos recuerdos deprimentes, comenzando pues, a perder el equilibrio que la mayor parte del tiempo me esforzaba en mantener, cayendo en el caos, es que finalmente junté mis manos una última vez frente a mi pecho.


La energía comenzó a manar nuevamente, esta vez con ese mismo tono oscuro con que había emanado de las manos de Bakari, que cargada con esa rabia ciega comencé a moldear hasta que, con bastante más facilidad que las veces anteriores, se formó la nube torno a mis brazos. Visible, densa, y que se encontraba en perfecta sintonía con mis pensamientos.


Estaba lista entonces para hacer lo siguiente que se nos estaba pidiendo en mi clase. Esta vez no solo había visto invocar los poderes del Señor del Caos a Bakari, sino también a mis compañeras, un paso por delante mío en cuanto a aprender más rápido aquellos conocimientos de los uzzas. Era sin embargo momento de mostrarle al maestro que podía estar a la par, así me hubiese costado más dar con el punto correcto. El trol invocado por Bakari permanecía congelado, Valkyria había conseguido invocar a una simpática ninfa cuyos poderes la habían aliviado de todo mal, y Melrose había logrado invocar a Peeves, algo que a mí me resultaba difícil, aunque desanimara a la muchacha.


¿Que sería lo que me tocaría a mí?


Cuando finalmente invoqué a las fuerzas del caos, apenas contuve el asombro al ver lo que había surgido ¡otro Peeves! Ya suficientemente malo era tener uno ¿qué ocurriría teniendo dos allí en el campo de batalla? Negué con la cabeza.


Bueno Mel, al parecer soy una compañera tan empática, que no podía dejarte hacer sola el ridículo ¡así que aquí estamos las dos! - alcé la vista hacia el uzza- Dígame Bakari ¿qué significa que nos saliera Peeves? ¿Somos tan intrascendentes para los señores del caos? ¿Será que ellos también desprecian a las gordas?


La glotonería de Melrose era de sobra conocida para quien la conociese. Y los antojos en mi caso habían echado por tierra mis propios intentos de bajar de peso, que incluían una suscripción a un gimnasio de reciente inauguración. Por lo que el apelativo de gordas no era para nada gratuito.


Como sea, el chiste pareció gustar a los Peeves que rieron al unísono, y echando atrás la parte superior de su cuerpo, con los puños colocados sobre sus caderas, comenzaron a chocar sus prominentes barrigas, que obviamente se veían más grandes por la postura de su cuerpo, una y otra vez, en una secuencia repetitiva donde cada "contacto" era motivo para soltar otra sonora pedorreta que espantaba a niveles indecibles a la pobre ninfa de Valkyria.

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Bakari cerró sus ojos unos momentos controlando su respiración, meditando, tratando de relajar su espíritu y su mente de los recientes pensamientos que llevó a la superficie de la mente para realizar una invocación del señor del Caos. En algunas ocasiones, esas cavilaciones se apoderaban de los seres humanos, los consumían tratando de hacer mucho más daño del necesario. Era la razón por la cual después de tanto años se convirtió en un ser más espiritual, tratando de evitar perder el control como en el pasado.

Observó a las alumnas desde el suelo intentando todas más de una vez realizar sus invocaciones, todas fallaron la primera vez. No estaban siendo unas estudiantes destacadas, pero la persistencia no se les podía negar, trataban y trataban hasta lograr un resultado exitoso. La primera en tener éxito fue la chica con un cabello negro azabache, pequeña, obteniendo como resultado una hermosa. Animó a su compañera a seguir intentando y ella lo hizo, la más alta de todas obtuvo un Peeves después de varios intentos. Al igual que la última, dos Peeves estaban en escena.

- No significa nada - Respondió a la preguntas de una ellas - Pero tal vez tengan un espíritu tentado a causar desorden a donde quieran que vayan.

Era probable que fuese cierto, por alguna razón las invocaciones tenían mucho que ver con las personas quienes la realizaban y obtenían algo similar a la naturaleza de su espíritu, no siempre era así. Podía darse la ocasión donde sencillamente obtenían lo necesario en ese momento. Dos Peeves molestando la clase no era algo nada agradable para Bakari, pero podía aprovechar ese momento para seguir enseñando a las chicas. Ya tenían todo lo necesario para realizar el resto de hechizos.

- Traten de deshacerse de ese par - Dijo señalando a Peeves - Pueden probar el resto de invocaciones del libro.

No dijo nada más, esperaba que las chicas fuesen algo inteligentes y encontrasen la manera de hacer lo solicitado. Volvió a controlar poco a poco su respiración observando los movimientos de sus estudiantes, esperando despejar la mente.

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