Libro del Caos

[Emmet Haughton Gaunt]

Nunca había estado en un lugar así. No era por falta de dinero o de tiempo, siendo el Director del Concilio podía tomarse pequeñas atirbuciones con respecto a sus vacaciones, sino porque los templos no le llamaban la atención ... hasta ahora.

 

El Uzza parecía decidio hacia donde iba, tanto así, que se perdía entre la gente de vez en cuando. Una multitud de personas iban y venían por aquellos pasillos. Comprando y vendiendo sus mercancías. Hablando, o gritando, en un idioma que era desconocido para el vampiro. Podía sentir los ojos de aquellos que notaban que eran extranjeros y más por la forma en la que había ido vestido: la túnica larga de color azul oscuro, pantalones de jeans negro, un suéter del mismo color y la camina blanca que siempre sobresalía por debajo del abrigo.

 

Habiendo sorteado la pequeña estampida, volvió a ubicar al Uzza. Se había detenido frente a una estancia que estaba toda cerrada.

 

<< Espero que a este no se le ocurra entrar ahí >>

 

Pensó hasta el momento en que el guerrero tomó una piedra y esta se desintegró completamente al tocar alguna especie de escudo o magia invisible que protegía ese lugar. Como no les había dado tanta información, el porqué de proteger un grimorio budista con tanta seguridad.

 

La tarea era algo entrincada pero, habiéndole dado una leída rápida al libro, podía entenderse la utilización de la Rueda del Tiempo. Básicamente, dependiendo del resultado, se pontenciaba o no el hechizo que había lanzado el mago anterior.

 

Sólo le tomó unos minutos poder hacerlo pero, como siempre, los resultados no eran los mejores. El hechizo que el Uzza había realizado no fue pontenciado por la Rueda del Tiempo que hizo Emmet. Ahora le tocaba al vampiro lanzar uno:

 

- Confringo

 

Conjuró y, desde la punta de su varita, salió un rayo de color azul. Si bien sabía los efectos que tenái el hechizo en objetos pequeños, si llegaba a ser potenciado, quizás, los efectos de la explosión podrían debilitar aquél escudo mágico.

 

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Captura del dado: Rueda del Tiempo ----> imagen

[Keaton Ravenclaw]

1d3-2

Rueda del Tiempo

[Keaton Ravenclaw]

Y cruzaron aquel portal y ya no estaban en la comodidad de la Universidad, no, para nada, ahora estaban en un país ajeno que no el Ravenclaw conocía muy poco, y el Tíbet lo demostraba a la perfección. Estaban en una especie de sala, o eso veía el vampiro, pues delante de ellos estaba una estancia con cuatro puerta cerradas.

 

El ojiverde observó que Uzza se agachaba a tomar una piedra y la lanzó contra el edificio, la cual, al estar a unos cuantos centímetros, se desintegró por completo. La magia de protección era muy grande, seguramente producto de un Fianto Duri o un Cave Inimicum, o ambos, no lo sabía. Entonces. Bakari explicó lo que tenían que hacer y lanzó una andanada de flechas de fuego al edificio, y Emmet, rápidamente, invocó la fuerzas la Rueda del Tiempo, pero no pasó nada, el hechizo impactó, pero sin ser potenciado.

 

—Bueno, parece que la suerte no está de tu lado, Gaunt —Dijo en son de burla amistosa.

 

Después de ésto, el Director del Concilio de Mercaderes lanzó un Confringo, con lo que ahora era turno del Triviani lanzar la Rueda del Tiempo. Y así lo hizo, y para suerte de él, la fortuna le sonrió porque la Rueda del Tiempo había decidido que el Ravenclaw haría más fuerte el hechizo. Con la fuerza multiplicada, el confringo aumentó su intensidad y logró mermar un poco la defensa.

 

—Vaya, genial, esto se siente realmente bien. Ahora, va mi ataque —Dijo con tranquilidad mientras alzaba a Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, contra la edificación —¡Reducto! —Dijo con fuerza y el rayo salió disparado hacia la edificación, esperaba, por lo menos que el Uzza usara la Rueda del Tiempo, porque no sabía a dónde se había ido su otra compañera.

[Emmet Haughton Gaunt]

1d3-2 Rueda del Tiempo

[Emmet Haughton Gaunt]

Justamente, como había dicho su compañero, la suerte jamás estaba de su lado. Eso se había vuelto a repetir nuevamente cuando intentó convocar a las fuerzas del tiempo para intentar potenciar el Reducto de su colega, pero ni efectos produjo en el hechizo del mago. Esta vez ni siquiera había obtenido un resultado cercano a lo que necesitaba.

 

Soltó una bocanada de aire. Algo de frustración salió con ello.

 

Nunca le había costado tanto aprender un libro de hechizo y eso lo ***ía un poco. Sin embargo, esta situación tenía su lado positivo: estas caídas lo impulsarían aún más en querer practicar y aprender los secretos del caos; solo esperaba que el Uzza no tomara esos intentos como fallidos y lo hiciera reprobar el curso.

 

- Claramente el universo está en contra mío.

 

Seguidamente de aquellas palabras soltó algunos improperios al aire, maldiciendo, para sacar un poco la bronca que tenía dentro.

 

- ¡BOMBARDA!

 

Conjuró gritando a los cuatro vientos. Un rayo violáceo salió despedido hacia las barreras mágicas que protegían el lugar.

 

Esperaba que el Uzza o su compañero utilizaran su suerte para poder potenciar aquél conjuro y lograr derribar las defensas de una vez por todas.

[Bakari]

- Mhm –soltó Bakari mientras se llevaba la derecha al mentón- nunca pensé que esto iba a llevar tanto tiempo. Hicieron bien.

 

Levantó la mano para que pararan los hechizos. Se acercó a los dos, Keaotn y Emmett y miró a la puerta desde su perspectiva. La superficie estaba un poco lastimada, pero no lo suficiente como para atravesarla. De la palma de su mano apareció su varita. Un brillito particular nació de la punta de la misma. Soltó suavemente el aire que aguantaba. Un haz de luz cruzó el campo e impactó en la puerta. En un abrir y cerrar los ojos ya no estaba.

 

Les dio una palmada en la espalda a los dos manos al mismo tiempo. Tomó la iniciativa. El pergamino estaba a la vista de cualquiera. Cuando sus dedos tocaron el pedazo de papel este comenzó a deshacerse en su cara. Sonrió, su plan había funcionado a la perfec... Bueno, estaba hablando demasiado pronto porque los guardias mágicos no habían tardado en aparecer. Suspiró en frustración y aferró el mango de la varita.

 

Campanas comenzaron a sonar desde todos lados y rayos mágicos no tardaron en aparecer. Bakari saltó frente a sus alumnos e invocó un Obsistens para detener algunos ataques.

 

- ¿Les molesta si nos divertimos un poco? Tomen esta oportunidad para probar invocar el Señor del Chaos.

 

Les había dado una orden mientras que él mismo se giró para enviar un par de ataques a los enemigos improvisados. Los asiáticos pretendiendo proteger lo suyo estaban escondidos en los techos del lugar. Había que ser inteligente. Si se invocaba una fuerza de mayor alcance, derribarlos iba a ser algo fácil. Si por el contrario tenían la misma mala suerte que venían cargando, el desafío sería mayor.

 

- Esto es lo difícil de los poderes del caos. Jugar con la suerte puede ser… malo.

[Keaton Ravenclaw]

1d7

Señor del Caos

[Keaton Ravenclaw]

Y de pronto, cuando Bajari hubo tomado aquel pergamino después de haber derribado la puerta, un montón de asiáticos de un montón de lados comenzaron a atacarlos. De primer momento, Bakari se interpuso entre ellos y sus estudiantes para protegerlos de la primera tanda de ataques, aunque no frenó todos, algunos de ellos no fueron absorbidos por el Obsistens del Guerrero y siguieron su camino. En el caso de Keaton, todo fue tan rápido que no le dio tiempo de sacar a Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, para defenderse, y varios de los hechizos que fueron lanzados le impactaron.

 

—¡Pero qué barbaridad! —Exclamó el vampiro mirando las cortadas que habían provocado algunos sectusempras. En ese momento, Bakari les indicó que podían divertirse usando al Señor de Caos. Keaton se preocupó un poco porque la suerte no les estaba sonriendo pero para nada, pero igual no podía dejar de practicar. Alzó la varita, lanzó el hechizo y la Ninfa fue invocada —Vaya, me alegra verte —Dijo sonriéndole.

 

La Ninfa le regresó el saludo y, cerrando los ojos, utilizó su magia y curó por completo las heridas que el ataque anterior había provocado. El vampiro se sintió notablemente feliz, al menos, en aquella ocasión, la suerte sí que le había sonreído, al menos, durante ese turno, le había había curado por completo, y en los dos siguientes, tendría un poco más de ayuda. Miró con algo de desprecio a los atacantes, por lo que alzó la varita y lanzó un hechizo a uno de ellos.

 

—¡Cinaede! —El gas venenoso se impregnaría en él, y ahora, el Ravenclaw estaba más seguro de sí mismo al tener la ayuda de la Ninfa.

[Emmet Haughton Gaunt]

1d7Señor del Caos

[Emmet Haughton Gaunt]

Era sabido que los problemas llegarían apenas pudieran penetrar en las defensas de aquella torre. El Uzza había logrado el objetivo y pudo llegar a donde estaba el pergamino pero, no fue sino cuestión de minutos, cientos de asiáticos irrumpieron en el lugar para defender lo que supuestamente era de ello.

 

Emmet buscó un lugar que le quedara cómodo para comenzar a lanzar hechizos. El Uzza se estaba encargando de un grupo de unos quince y, lo hacía con tanta facilidad, que parecía que estuviese jugando con niños pequeños. El vampiro se colocó entre dos columnas y, a sabiendas que atrás tenía una pared, se dispuso a defenderse.

 

La orden del hombre fue clara: tenían que invocar al Señor del Caos y todo lo que ello acarreara.

 

El nigromante elevó lo más alto que pudo su varita, se concentró por un momento recordando cada pasaje que había leído del libro y de cómo hacer la invocación de este "señor". Al parecer parecía que con este hechizo tenía suerte. Una hermosa NINFA había hecho aparición al lado del inmortal y, recordaba por el libro, que ésta estaría al lado del mago que la invocara otorgándole sanación por si sufría alguna herida.

 

Rápidamente se dispuso a lanzar sus ataques antes de que el grupo que venía por él lo alcanzara.

 

<< Flechas de Fuego >>

 

Pensó en aquel conjuro que había aprendido en el libro del equilibrio. Era bastante fácil y efecto para contrarestar a grupos.

 

Una docena de filamentos de fuego, en forma de flecha, se materializaron de la punta de la varita del Gaunt. Varias impactaron en aquello insurrectos pero no sirvió para detenerlos.

 

<< Cinaede >>

 

Conjuró seguidamente cuando notó que uno de ellos se le acercaba demasiado. El gas venenoso lo rodearía por completo e ingresaría por su nariz cortando el flujo de aire para así terminar envenenando la sangre.