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Libro de las Auras


Runihura
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- No me dejarás más remedio que invocar la aura de la muerte, hermana, - respondí de inmediato ante la solicitud que hizo Sagitas ante la guerrero Uzza ya que, como era de uso popular, estaba lejos de las filas del fénix - no necesito que utilices conjuros de magia "blanca" para librarte del trabajo que tenemos que hacer.

 

Sabía que no podía hacer conjuros como esos de la nada, necesitaba primero las enseñanzas de Runihura, pero si no hacíamos lo que se nos mandaba, simplemente no podríamos avanzar en esos momentos. Lo bueno es que podía "amenazar" con una contra parte de lo que deseaba hacer, al menos me daba un poco de tiempo para que recapacitara en las acciones que se nos habían mandado en aquellos momentos.

 

- Ya te dije cómo podemos resolverlo, - proseguí - no sufriría el animal... solo tienes que dejar de ser tan sensible, ¡no le ocurrirá nada hermana!

 

Concentré mis fuerzas para invocar las fuerzas del caos y, para mi fortuna, una ninfa fue lo que apareció a mi lado, lista para curarme de cualquier tipo de herida que se presentara en mi cuerpo.

 

- ¿Ves? Podré recibir el dolor del animal y ella me ayudará a que no pase nada...

 

Me confundía un poco la forma en que Sagitas quería avanzar con el aprendizaje, ya para este nivel de poder debía de entender que el pueblo de los Uzza no se pondrían a razonar con nosotros solo porque teníamos diferentes costumbres, ello simplemente querían avanzar a su ritmo sin importar nuestras opiniones.

 

- Anda, vamos con los Uros, ¿de acuerdo?

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Fruncí el ceño ante las palabras de Ishaya. ¿Usar el Aura de la Muerte? ¿Sería capaz de hacerlo? Fruncí el ceño, intentando recordar qué hacía ese aura. Sí, me había leído el libro pero no le presté mucha atención; no suelo hacerlo, sobre todo si estoy al aire libre y puedo juguetear con mi niño. ¿Serviría para... hum... matar...? No, mi hermano sería incapaz de hacerlo conmigo. Algo, sin embargo, se truncó dentro de mí al pensar que, desde su cambio de ideología, tal vez sí fuera capaz de matar a otra persona.

 

Levanté el dedo y le miré a los ojos, sólo para que fuera consciente de la firmeza de mi decisión.

 

-- Mira, mano... Sé que eres poderoso pero no dudes de mis propios medios... Voy a confiar en ti porque sé que, en el fondo de ese corazoncito -- le toqué con la punta del dedo índice un par de veces, para que se diera cuenta que hablaba de ESE corazón potterblackensis, -- no me harás daño. Doy por hecho que sabes que te quiero y que no puedo hacer nada contra ti. Pero...

 

Me alejé un paso y me crucé de brazos.

 

-- Nota que podría haberte hecho una marca de sangre y obligarte a obedecerme pero tengo confianza plena en ti. -- Me giré un poco y elevé la voz. -- ¡Pero no en los Uzza!

 

Le di la mano. Tanta confianza tenía en él que le dejaba que tocara mi piel, sabiendo que eso no sería apropiado con cualquier otro mago por miedo a que pudiera utilizar sus propios hechizos contra mí. Yo confiaba plenamente en mi hermano aunque todo el mundo me hubiera puesto en su contra.

 

-- Vamos a por los Uros pero reza a tus dioses porque no sufran ningún daño porque me olvidaré de que soy buena chica y seré yo la que use esa Aura de la Muerte contra vosotros dos.

 

Brabuconada... ¡Si casi ni sabía pronunciarla!

 

-- Vamos, a ver cómo te portas en medio de la manada...

 

Esperaba que le hiciera gracia ir de forma directa; no soy mujer paciente y no iba a caminar hasta allá a lo lejos para encontrarlos. Así que abrí un portal con el Fulgura Nox que quedó en medio de los animales. Sonreí a Ishaya e hizo una invitación con la mano.

 

-- ¿Entramos o prefieres que les atraigamos hacia aquí. -- Bajé la voz. -- Con un poco de suerte, cornean a Runihura...

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  • 2 semanas más tarde...

- No, no, entremos.

 

Noté como mi hermana creaba un portal mágico para poder llegar más rápido hasta donde se encontraba la manada de los Uros y me dispuse a realizar mi trabajo en aquel aprendizaje, estando la ninfa a mi lado para que me ayudara a curarme de mis heridas ahora que me estaba ofreciendo como carnada para que no resultaran lastimados.

 

Invoqué en mi mano libre la daga del sacrificio justo antes de atravesar el portal y poder ver a las criaturas más cerca de lo que esperábamos, tratando de elegir la que se veía más tranquila para realizarle la herida, al mismo tiempo me enlazaría con la criatura para protegerla de que sufriera mientras que yo recibía el dolor, lo bueno es que tendría a la ninfa que me ayudaría con la sanación de mis heridas mientras Sagitas curaba tranquilamente a la bestia. Era algo muy sencillo.

 

- Vamos, creo que la de allá nos puede servir.

 

Señalé a uno de los Uros que se encontraba más lejos de la manada, bebiendo un poco de agua de un charco cercano (seguramente provocado por la lluvia de hace unos momentos); justamente había sido esa criatura la elegida porque estaba más lejos de las demás y, bueno, no quería recibir una embestida.

 

Debía de hacer la protección antes del corte, obviamente, para que pudiéramos obtener la sangre de la bestia y que no se molestara con la intromisión, confiando en que mi hermana pudiera controlar a la criatura en lo que me acercaba hasta ella sin generar ningún tipo de conmoción en el resto de la manada. Acercarse era lo sencillo, claro, por lo que hice el conjuro de protección para poder realizar el corte mínimo en el lomo del Uro mientras sentía la herida en mi espalda solo durante un breve instante porque la ninfa me estaba curando.

 

- ¿Ves hermana? - Dije mientras le dedicaba una sonrisa. - Te dije que todo estaría bajo control si usábamos bien los poderes... ahora solo guardaré la sangre... y listo, misión hecha.

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  • 2 semanas más tarde...

El extranjero entendió rápidamente el pedido que Runihura había hecho y parecía más que dispuesto a llevarlo a cabo, pero, por el contrario, la otra mujer, parecía más bien molesta. La Guerrera alzó una ceja en señal de extrañeza al oírla, y luego, oyó aquel insulto que inmediatamente hizo mutar su cara. ¿Acaso no era más fácil preguntar para qué requerían de apenas un dedo de sangre de Uro? ¿Realmente era necesario el insulto? Parece que a aquella anciana le gustaba el peligro.

 

Sus ojos, por lo general llenos de vida y diversión, ahora desprendían una amenaza casi palpable. Ya no le importaba mantener su apariencia de niña buena y traviesa, ahora más bien, su orgullo, de por sí grande, le dictaba fuertemente que debía enfrentarse a aquella mujer, dejarla sobre el piso, adolorida y, ¿por qué no? Al borde de la inconsciencia, pero aún en sus cabales, sólo lo suficiente para que se disculpara e implorara su perdón…

 

―Nunca más te atrevas a insultarme, o juro que me encargaré de hacer que te arrepientas todos los días de tu vida de haberlo pensado siquiera―murmuró, mirando fijamente a Sagitas justo antes de que ésta abriera el portal para dirigirlos hacia donde se encontraban los Uros.

 

Si se había asustado o no, no le importaba, pero su amenaza era real. Nunca nadie la había insultado sin disculparse y había vivido para contarlo, y no empezaría en aquel momento.

 

Trazó un rápido movimiento transversal con la mano justo por debajo de ella, haciendo que cayera por otro haz de la noche y llegó hasta donde se hallaban los Uros, los cuales inmediatamente se alborotaron y comenzaron a alejarse y reagruparse, dispuestos a huir de los extraños.

 

Pero Ishaya fue más rápido y se apresuró en realizar un pequeño corte a uno de los uros más distraídos y conseguir así, un poco de sangre del animal, que inmediatamente echó a correr en cuanto se percató de lo que le habían hecho.

 

―Bien hecho, Triviani―susurró, estando de brazos cruzados, si bien había pensado en ayudarlos en un principio, a ese momento se había retractado de su pensamiento, estaba tan molesta y enojada que no se sentía capaz de seguir con la clase sin comenzar a darle una paliza a la de pelo extravagante―. Ya que nos encontramos aquí aprovecharé para aplicarles algunas de las Auras para que puedan entender cuál es el efecto que tienen y lo que sus oponentes, o ustedes mismos, sentirán.

 

Varita en mano, la misma rápidamente creció, dejando ver su forma única en cuanto tomaba la forma de Vara de Cristal, y con un golpe seco sobre el húmedo terreno, invocando una neblina que rodeó a ambos alumnos gracias al poder del Aura de Confusión, la cual les causaría una leve pérdida del conocimiento, costándoles unos segundos importantes. Acto seguido, un nuevo golpe sobre el suelo, con la Vara, y esta vez la manada de Uros, que había comenzado a huir, rápidamente se vio afectada por un conjuro que los hizo dar media vuelta y dirigirse a toda velocidad y en forma de estampida directamente contra Sagitas e Ishaya.

 

―Cuidado con los Uros, si logran zafar de ellos, les enseñaré cómo utilizar realmente las auras. Sobre todo a ti, inglesa nariz parada, pues por tus propias acciones ahora llevas las de perder en esta clase.

 

Al ser una manada grande, los Uros podrían ser esquivados de alguna forma durante el primer instante de reacción de ambos alumnos, pero no del segundo, más aún teniendo condicionados uno de sus movimientos a una confusión inevitable.

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Sentí que la confianza que sentía por mi hermano Ishaya crecía y crecía. Él no era el malvado que me pretendían hacer, incluso él mismo pretendía dar una imagen que no era la suya. Confiaba en él, ahora más que nunca, pues había antepuesto mi deseo a la orden de la Uzza. Habíamos cruzado y había conseguido un poco de sangre del Uro y yo había conseguido susurrar al animal mientras le rascaba el hocico, había puesto mi frente sobre la suya y nos habíamos reconocido... Todo un alarde de contacto natural que podría contar a mis hermanas sacerdotisas.

 

Aquel sentimiento de libertad y de conexión con la naturaleza duró poco. Enseguida noté que algo iba mal, mucho antes de que lo viera venir. Es decir, no lo vi venir en realidad sino que noté que venía cuando ya lo tenía encima. Las palabras de Runihura, aquella mirada ardiente mientras murmuraba que me arrepentiría por el insulto (¿qué insulto? Yo no insulto..., yo digo verdades que duelen), aquel tono de rabia empleado... No le había hecho ni caso, no por falta de respeto sino porque para que te respeten se debe respetar primero y alguien que ataque animales no se merece mi respeto.

 

Sí. Era una tozuda y no medía bien el alcance de mis palabras, por eso había usado el portal para llegar cerca de los uros y vivir una experiencia placentera. Sin embargo, aquello que acababa de ver se convirtió en un sueño que pasó al instante a ser una pesadilla.

 

-- ¿Qué...? -- pregunté al aire, al ver que los uros corrían en diferentes direcciones, asustados y alborotados. Si no se calmaban pronto, se convertirían en una marabunta peligrosa de cascos y cuernos puntiagudos. -- ¿Cómo...?

 

Algo había pasado que ahora mismo, confusa como me encontraba, no llegaba a entender. ¿Qué es lo que podía haber sucedido para que mi escena bucólica se convirtiera en peligrosa. Fruncí el ceño y, a través de una niebla grisácea que parecía ir difuminándose, mi mirada buscó a la Uzza.

 

-- Runihura... -- no era una amenaza sino la constatación de un hecho. Claro que no sabía cómo lo había hecho, aunque... Bruma... Confusión... Cambio brusco en la narrativa que estaba viviendo un momento antes... -- ¡Será...!

 

No acabé el insulto, no tanto por prudencia como porque aquella situación se estaba desmadejando de repente. Los Uros habían dejado de ser animales pacíficos e inocuos para convertirse en bestias sin control. No tenía tiempo de pensar...

 

O sí... Sí debía de pensar cómo salir de allá. Las palabras de Runihura se oyeron a nuestra espalda, urgiéndonos a salir vivos de aquella estampida.

 

-- ¡Demonios! -- tomé de la mano a Ishaya para que reaccionara al sentir mi tacto. -- ¡Correee!

 

No sé si lo que se esperaba de nosotros era que corriéramos o hiciéramos algo pero nos pedía sobrevivir para tener la oportunidad de usar las auras. De repente, me paré y abrí la boca, ofendida.

 

-- ¿Me ha llamado inglesa nariz parada? ¿Inglesa? ¡Soy española, pedazo de vacaburra! -- Huy, cuando me enfado debiera morderme la lengua. No iba a conseguir aquel libro ¡porque Runihura me mataría antes de acabar la clase!

 

Eran demasiados animales, toda una manada que corría (y mucho más deprisa) que nosotros. Aquello era imposible de solucionar. Primero pensé en usar el Salvaguarda pero, la verdad, tal vez consiguiera que algunos pasaran de largo a través de mí y no me hicieran nada. ¿Pero todos...? No. Imposible. No iba a ser comida pero si pisoteada y corneada y, por mi experiencia de gitanilla española que ha crecido viendo muchas corridas de toros, cuando el torero cae, mal lo tiene.

 

"...Pueden usar la magia nuevamente..."

 

Fue recordar las palabras de la Uzza y, de repente, tuve la solución.

 

-- Orbis Bestiarium -- señalé con la varita al que más se acercaba peligrosamente y le ordené que intentara frenar a los que le seguían, obligándoles a dispersarse. No podría con todos pero, al menos, nos daría un poquito más de tiempo para evitar aquel final inminente. Funcionó pero el resto de los que no estaban corneados, siguieron atacando en nuestra dirección. Me concentré todo lo que pude. La Uzza no lo sabía pero cuanto mayor es la presión, mayor es mi capacidad de salir de los apuros; es un don.-- Fulgura Nox.

 

En un momento anterior, Ruhinura había dicho que para aprender y dominar el Libro de las Auras era importante "la exposición a guerras reales; el estrés de la situación sumada a la adrenalina, conforman la combinación perfecta para invocar un aura." ¿Es que no sabía que eso era mi día a día en los negocios, sobre todo en el Circo? Cualquier descuido podría provocar la muerte de alguno de mis empleados, de mí misma o del público que asistía. La adrenalina corría por mis venas y mi capacidad de reacción e improvisación era inmediata cuando se requería.

 

Bueno, era normal que no lo supiera porque no me conocía, como yo no la conocía a ella. Sujeté a Ishaya con fuerza.

 

-- Espera...

 

El Portal se abrió de forma enorme, tal vez porque yo era una bruja de gran poder, aunque no me gustara alardear sobre eso.

 

-- Espera...

 

La presión de mi mano sobre el brazo de Ishaya era fuerte y decidido. Los animales ya estaban cerca. Estaban casi encima. Ya casi nos tocaban...

 

-- ¡Ya!

 

Le empujé con fuerza fuera del campo de acción del portal. Los animales primeros llegaban guiando a los demás, bufando tan fuerte que parecía que una nube de humo salía por sus narices. Los Uros estaban totalmente fuera de sí y embistieron...

 

Al aire...

 

Ishaya no estaba delante de aquel Portal abierto y yo había apretado con la misma fuerza y la misma concentración el Amuleto Volador, clavándome las alas de plata en la palma de la mano. De repente, me vi planeando por los aires en un impulso que yo misma había favorecido saltando hacia arriba. Sentí un dolor fuerte en la pierna pero, aún así, seguí ascendiendo mientras veía como aquella manada de Uros entraban entera en el portal y desaparecía de nuestra vista. Planeé el descenso con cuidado y, al final, acabé en el suelo. Uno de los uros me había corneado levemente la piel de la pierna. Un rasguño.

 

De toda aquella historia había acabado con un rasguño de un cuerno de Uro salvaje. Sonreí a Ruhinura, con firmeza en la voz.

 

-- Creo que mi cuerpo y mi mente están bastante compenetradas, Doña Uzza. ¿Me enseñará a dominar el Arte de las Auras? -- esperaba no haber sonado muy orgullosa de lo que acababa de hacer así que añadí, en un tono más humilde: -- ¿Por favor?

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  • 1 mes más tarde...

El por favor, aunque forzado, fue lo único que impulsó a Runihura a ceder ante aquella bruja. Su procedencia realmente no le importaba, la había insultado y eso no tenía ningún tipo de perdón. Sin embargo, más allá de la aversión que pudiera tenerle por haberla irrespetado, la mujer había cumplido con su petición después de todo e incluso con mayor velocidad y astucia que el mismo Ishaya. Por lo tanto, no hizo más que invocar un portal casi sin esfuerzo y enviarlos a los dos de vuelta al Ateneo, más específicamente al Árbol de Fuego. A lo lejos se podía escuchar la tutela de Badru a un grupo mayor de estudiantes, llegar a su libro era relativamente sencillo, continuar no lo era tanto y su cantidad de estudiantes era la prueba de ello.



―Bien. Es importante que sepan que éste no es un tipo de magia común y por lo tanto, deberán tratarla con más intensidad de la que puedan proporcionar a cualquier otra invocación.



Bajo el sol, Runihura y sus estudiantes estaban colocados en una posición estratégica, una posición que ninguno de ellos dos parecía haber elegido pero con lo que la guerrera seguramente tenía algo que ver. En un triángulo equilátero perfecto Runihura, Sagitas e Ishaya permanecían separados por la misma cantidad de metros, marcando un centro lo bastante grande como para que los tres pudieran realizar cualquier hechizo sin impactar al otro por accidente. La Uzza sacó la vara de cristal y con suma lentitud, empezó a demostrarles cómo debían moverse para invocar un aura.



A diferencia de Bakari y su libro del Caos, la invocación de las auras no se asemejaba a la invocación del azar. La danza de Runihura era rítmica, sencilla, casi repetitiva, pero ocupaba todo el cuerpo y pronto, a medida que iba haciendo una y otra vez los mismos movimientos, demostró que la canalización de la magia era corporal, no únicamente en las manos. De modo que después de hacer el movimiento por décima vez, ya no era lento, sino una floritura perfecta y fluida que en un segundo la hizo resplandecer, como si la magia se desprendiera de ella en un latigazo de poder.



―Aura de Muerte.



Ellos no eran sus enemigos pero aún así, la luminiscencia esmeralda que salió de la varita de la guerrera los envolvió a ambos como señal de que ahora ellos estaban bajo los efectos del Aura.



―El Aura de la Muerte impide a nuestros contrincantes que usen magia blanca dentro de sus propios límites. En cambio, al usarla deberán hacerlo con un nivel inferior al que poseen. Esto quiere decir que neutraliza a los rangos inferiores y a los superiores, los degrada un rango. Ahora bien, no es necesario que lo probemos ahora mismo, sólo que entiendan el poder que conlleva. Hemos visto antes el poder del Aura de la Confusión, así que Potter Blue usará el Aura de la Llama del Fénix e Ishaya, rompiendo la línea de que somos "enemigos" realizará el Aura del Escudo Fantasmal, invocando un fantasma para cada uno de nosotros.



»Es importante que tengan en cuenta que las Auras empiezan a funcionar posterior a su invocación. Esto quiere decir que ahora mismo, a partir de este momento, cualquier hechizo de magia blanca que intenten hacer hacia mí deberá ser de un rango inferior. Pero no afecta el pasado, sino el futuro. Por lo tanto los fantasmas de Ishaya empezarán a defendernos de ataques que vengan posteriores a su invocación.



Hizo una pausa, mirando a cada uno.



―Espero haberme explicado. ¡Andando! Solo un poco más y tendrán que probarse para aprobar.


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Aquella chica parecía demasiado joven, con respecto a los otros Guerrero Uzza que había conocido. Sin embargo, por lo que había visto, sabía que todos eran orgullosos. Yo, en cierta manera, era capaz de reconocer que había puesto en prueba la paciencia de cada uno de ellos durante las clases que habíamos vivido juntos pero en aquel momento, allá, viendo como el último bramido de los uros desaparecía del umbral que había abierto, supe que aquella Ruhinura acabaría conmigo si no cambiaba mi forma de actuar con ella.

 

Así que la sonreí, sólo un poco; también la experiencia me dictaba que eran gente que no sonreía mucho y que el Honor era más importante que la Empatía. Iba a decirle también "gracias" cuando me vi impelida por un portal y aparecí delante del gran árbol de fuego que era el punto de referencia en las otras clases con los Uzza. Guardé silencio, entre sorprendida y violentada por la forma en que nos había sacado de allá. Por inercia, estuve a punto de protestar pero me mordí la lengua. ¿Sabría la Uzza el esfuerzo que eso significaba para mí, que era una charlatana por naturaleza? Además, había otro Uzza en aquel escenario; entre los dos, seguro que acababa "morida". Por ello, para hacer las paces con Ruhinura, presté atención a sus palabras:

 

-- Más intensidad que la usada en cualquier otra invocación... De acuerdo. Tomo nota.

 

Otra vez guardé silencio pero, esta vez, fue por respeto. La Uzza había sacado una varita de cristal y parecía danzar con tanta soltura y gracia que me parecía casi un ballet corporal con el que mover la magia. Cuando dijo el nombre del Aura invocada y nos rodeó una luminiscencia verdosa, palidecí. Abrí la boca con sorpresa por sus palabras.

 

-- ¿Qué no se puede usar magia blanca? Pero yo no sé usar magia negra. Va en contra de... -- iba a decir principios pero sabía que eso no sería admisible para la Uzza. -- En contra de mi naturaleza de Sacerdotisa.

 

Tendría que aprender a callarme aunque... si lo hacía... ¿cómo iba a aprender nunca a usarla? Me quedó la duda sobre el aura fantasmal de Ishaya pero preferí ver su resultado después de invocar la mía.

 

Respiré.

 

Busqué la calma espiritual que necesitaba para comenzar mis propios ritos de purificación.

 

Cerré los ojos y dejé fluir el pensamiento. Empecé a moverme lentamente al principio. Era como si viera jirones de energía a mi alrededor que iba recogiendo con cada paso y movimiento de brazos y piernas. La varita se movía al ritmo que le marcaba y parecía casi como una extensión de mi mano, llegando hasta a olvidar que mi cuerpo acababa antes y que el trozo de madera no era mío. Había tal integración entre mi mente y mi cuerpo que, sin darme cuenta, pronuncié el nombre:

 

-- Aura de la Llama del Fénix.

 

Sentí un calor que no procedía del fuego sino del espíritu. Una luz irisada pareció surgir y bailar conmigo. Se giró y, de repente, vi la silueta de un ave fénix que se formaba con ella. Hubiera soltado un larguísimo "Oooooh" de asombro pero estaba tan sorprendida que sólo pude seguir mirando, extasiada.

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Asintió con firmeza, viendo la forma en que Sagitas iba y venía en un vaivén armónico con la magia, logrando invocar el poder de las auras. Sólo una persona con mucho poder y estabilidad mágica podía invocar un aura, puesto que no era algo sencillo y tampoco se podía aplicar en todo momento, puesto que en algún momento le pasaría factura al invocador. Pero en ese instante, dónde solo estaban ellos tres presentes, Sagitas estaba teniendo una práctica casi perfecta si se ponía a observar lo poco que habían avanzado en tanto tiempo. Su culpa, por supuesto, los estudiantes no tenían nada qué ver.

Ella no usaba magia negra seguido, puesto que no era su estilo, se mantenía dentro de los parámetros de la magia Uzza y dentro de los poderes que su pueblo se dedicaba a enseñar en la actualidad a los magos de Londres. Sin embargo, el poder de la Aura de la llama del Fénix llegó a ella con la potencia de cualquier hechizo avanzado y a pesar de que no tenía intención de atacar a ninguno, pudo sentir la magia intentando influir en su organismo. De haber sido un Mortífago, como los llamaban en la Inglaterra moderna, los efectos habrían sido más evidentes.

―No impiden que uses la magia blanca, sólo bajan el nivel. Por ejemplo si yo fuese un... ―hizo memoria pero no lo consiguió―. No recuerdo el nombre. Pero si fuese un Alto Rango de la Marca Tenebrosa, tendría que usar los hechizos de un rango inferior al que tengo. Si fuese el rango más bajo, el primero, tendría que usar hechizos neutrales. Esto en el caso del Aura de la llama del Fénix que acabas de invocar, el Aura de la Muerte afecta a los miembros de la Orden del Fénix y tiene el mismo efecto. Limita sus hechizos, no la utilización de la magia de su bando.

Runihura no entendía las problemáticas del mundo mágico, esas que se salían de los límites de lo que había en su tierra y sus propios problemas. Por lo tanto, pasó por alto el comentario de Sagitas sobre la magia blanca. Una persona normal habría descifrado algo oculto, habría visto una inclinación. Pero a ella le daba tan igual como el hecho de que Ishaya aún no reaccionara. Decidió que no podían esperar más. Alzó la vara de cristal, apuntando al cielo y con una danza similar a la que había enseñado antes, aunque un poco más corta, realizó el último aura del libro. Dejaría como una incógnita el Aura del Escudo fantasmal.

Aura de Inmunidad.

Una luminosa sirena, brillante y casi cegadora, apareció sobre los tres y empezó un cántico de protección, hermoso y casi hipnotizante. Runihura dio un paso al frente y dio por acabada la clase, guardando la vara en los pliegues de su vestimenta.

―Con esto, ningún aura puede ser invocada durante su funcionamiento. Lo que protege a todos los que están de nuestro lados, por un tiempo limitado, de otras auras. Éstos hechizos son para usarlos en equipo, no están permitidos en duelos individuales porque en sí, no tendrían funcionamiento. No obstante, podrás utilizarlos en la prueba.

Cortó el aire una vez más, invocando el haz de la noche y un portal apareció, para ella y para Ishaya a pesar de que éste aún no mostraba interés.

―Adelante, es tiempo de que pruebes tu valía ―dicho esto, ella desapareció del árbol de fuego, rumbo al mismo lugar que sus estudiantes.

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Creo que era incapaz de abarcar todo lo que había conseguido con aquella Ave Fénix. El espectro del animal de fuego bailaba ante nuestros ojos y... Estaba extasiada. Supongo que, por eso, no escuché a la Uzza mientras explicaba lo que aquella invocación podía producir. Sólo reaccioné ante la mención de otra de las Auras.

 

-- ¿Y quién sería capaz de invocar un Aura de la Muerte? Debe de ser...

 

¡Lerda! Pues claro que habría magos que la invocaran. Todos aquellos que quisieran neutralizar a lo miembros de mi bando. Los de la Orden del Fénix no usaríamos nunca hechizos tenebrosos pero sí de los considerados magia blanca. Fruncí los labios muy fuerte. Aunque me parecía un aura terrible, quería aprender más, no sólo porque yo los usara sino porque otros los podría usar contra mí y los míos. Si supiera como contrarrestarlo...

 

La contemplé, bailando de esa forma tan espiritual e invocando el Aura de la Inmunidad. Parpadé. ¡Era justo lo que deseaba!

 

-- Esa sirena es... ¡encantadora! -- admiré aquel canto cautivador que me rondaba y me sugestionaba. Así que con ella conseguiría anular los hechizos de las otras auras... Suspiré, muy agradecida a la joven Uzza que me había enseñado tanto.

 

Abrió un portal y husmeé dentro, con cierta desconfianza. ¿Qué probara mi valía? Capaz de meterme en un cenagal. Que de los Uzza me esperaba cualquier cosa. Bufé un poco y adelanté un paso. Mi hermano no me seguía. Eso era raro. Así que suspiré fuerte y avancé un par de pasos más.

 

-- Que sepa que la admiro, señorita Uzza Ranihura -- le dije, antes de desaparecer por el portal y aparecer en...

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