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Libro de las Auras


Runihura
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Aparecía nuevamente en los terrenos donde se había instalado la guerrera Uzza que impartía el último libro de conocimientos disponibles para los magos que residíamos en Gran Bretaña; lamentablemente no pude asistir a la prueba pasada, tendría que esperarme nuevamente unos cuatro meses antes de volver a realizar mi prueba... era parte de los gajes del oficio, además no me importaba, la verdad es que nada de los nuevos poderes me llegaba a emocionar, era más el deseo del conocimiento (del saber) lo que me motivaba a seguir.

 

Aquel día vestía de una manera muy usual, cómoda para el entrenamiento, con una simple túnica color marrón con un cinturón para sostenerla en medio; en mi espalda llevaba colgado un pequeño morral con el libro y algunos artefactos más que utilizaría, claro, ya que mi varita ya estaba fuertemente sostenida en mi mano derecha.

 

Hice un llamado a la puerta de aquella vivienda y esperé, deseando que los conocimientos que impartiera en aquella ocasión no estuviesen repetidos o sería algo demasiado largo hasta la prueba del libro. Sí, todo hubiera sido más sencillo con mi hermana, Sagitas, o con cualquier otro compañero de viaje... pero sabía que los siguientes magos y brujas capacitados para el curso estaban muy lejanos a ingresar al mismo.

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  • 3 meses más tarde...
-¿Será cierto el mito que ronda a Runihura?- se preguntó en voz alta Thomas mientras ordenaba las pertenencias que llevaría a la nueva aventura Uzza que estaba por comenzar de la mano de su amiga Mei, contando además con la valiosa compañía de quien le salvó la vida en pleno desierto durante la clase de Khufu, la warlock Gaunt. Dentro de toda la información que su padre Elvis, siendo aún director de la Universidad Mágica, le relató de los poderosos guerreros; estaba lo comentado acerca de la figura que proyectaba la mujer de la tribu tiferim, quien (para los curiosos que se le acercaban cuando le veían rondar la Plaza del Árbol de Fuego) aparentaba ser sólo una niña que no alcanzaba ni la edad de quince años en comparación a la longevidad de sus pares.


-Debe ser sólo una leyenda... Chismes de pasillos que no tienen un fundamento sólido. No creo que le den espacio a una nena para impartir tal sapiencia- se contestó a sí mismo, justo en el instante preciso en que terminó de anudar la mochila que llevaría al encuentro de Las Auras. Si bien era cierto de que el adolescente conocía bastante de ese tipo de energías al ser parte del Clan Paladín de La Orden del Fénix; le resultó confusa la lectura acerca de las nuevas seis invocaciones que tendría que dominar al culminar su aprendizaje de la mano de la morena, especialmente aquello que narraba sobre su uso en batallas contra un grupo de hechiceros, y no en un enfrentamiento a la par con un contrincante que le desafiara a duelo. Pero era demasiado pronto para sacar deducciones en solitario; así que optó por coger sus objetos y luego salir de su pieza rumbo al vestíbulo de la mansión de su familia. -Nos vemos Brahmsy- se despidió de su elfo, cruzando el umbral que lo dejó en la fachada de la morada; sitio donde utilizaría la aparición con tal de viajar rápido hacia su destino. <<Debí haber usado Fulgu...>> alcanzó a pensar.


El fornido cuerpo de Gryffindor se materializó en la ladera baja de lo que parecía ser el Monte Catalina; la gran montaña más alta de Egipto, así como también de la península del Sinaí. -Recuerdo haberla visto de lejos- dedujo a modo reflexivo, sabiendo que aquella enorme masa de arena no era la original; sino una copia que, a ciencia cierta, había sido confeccionada para hacer sentir "en casa" a los Uzza. Era cerca de medianoche y no corría mucho viento, a decir verdad el clima estaba agradable al común de los días que ya había pasado en dichos terrenos junto a los otros guerreros que le adiestraron en aquel Arte milenario. Mei y Anne aún no arribaban; eso le demostraba al chico que sin querer queriendo había sido el primero en llegar al encuentro con Runihura, la cual tampoco se veía por ninguna parte. <<¿Dónde estará?>> caviló mientras se rascaba la nuca, revolviendo sus ondulados cabellos rojizos que eran idénticos a los de su madre, Annick. Debía ser paciente. Sí, aquella virtud era muy valorada por los Uzza. Nunca demostrar miedo ni ansiedad; sino que guiar sus pasos por el sendero del esfuerzo y del espíritu de lucha constante.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Aún le escocía pensar en el desembolso de galeones que había hecho para poder cursar la clase que la vincularía al libro de las Auras. Y ni qué decir del precio del dichoso libro en cuestión. Escuchó que alguien reía entre dientes a poca distancia de donde se encontraba y descubrió a su anciano padre, Shiro, apoyado en el marco de la puerta de entrada al castillo con gesto benévolo. Anne resopló y se fijó en que le sostenía la capa negra que siempre llevaba cuando salía de casa.

 

Hoy no, papá, hace calor —le dijo.

 

Échala en el bolso, por favor. Nunca sabes cuándo la vas a necesitar. Anda, toma —insistió el peliblanco, mientras con la mano libre se ajustaba las gafas en su sitio. Se colocó al lado de su hija, a la que sacaba varios centímetros de altura, e introdujo la capa en una especie de mochila pequeña que ella llevaba colgada a la espalda. Anne espero, pacientemente, hasta que éste terminó de meterle cosas en la bolsa—. Mejor así. No me gustan esas clases, siempre vienes paranoica. Además, ¿qué necesidad tienes de...?

 

— No empecemos de nuevo, quiero aprender. A nadie le hace mal aprender cosas nuevas, ¿no? Eso me decías de pequeña —le cortó ella, mientras se recolocaba la mochila y alzaba la cabeza para clavar sus grises ojos en los color café del anciano nipón. Él frunció el ceño.

 

Te lo dije cuando quería que aprendieras a montar en bicicleta, no para que te fueras a estudiar magia extraña con unos Guerreros que vienen de tierras lejanas.

 

— Tú vienes de tierras lejanas.

 

— Bah, eres imposible.

 

Anne sonrió ampliamente, aquel bufido significaba que había ganado la partida. Besó al hombre en la mejilla y sacudió el pelo, el cual se acortó y se tornó de color azul eléctrico. Shiro echó un vistazo al cambio y su sonrisa se amplió, aunque no le dijo nada más. La Gaunt, por su parte, desapareció con un chasquido del lugar.

 

 

Reapareció en los terrenos del Ateneo, cerca de donde se extendía la zona que habían guardado para los Guerreros Uzza. Estos tenían zonas para ellos en el edificio de la institución, pero todos habían preferido hospedarse en los terrenos, donde nadie pudiera molestarles. Había visitado algunas de las viviendas, pero jamás la de Runihura. De hecho, no recordaba haberla visto nunca.

 

Ante ella vio que se alzaba una imitación casi perfecta del Monte Catalina, de la Península Sinaí. Sabía que se había recreado aquel lugar para la Guerrera Ruhinura, de la que contaban que ofrecía una apariencia mucho más joven de la edad que realmente tenía. Pero algo llamó su atención y dejó de pensar en aquella cuestión. Ya había alguien allí, y no se trataba de la que sería su maestra. Conocía a aquel tipo: era Thomas Gryffindor. Habían pasado juntos la clase anterior a aquella, habían tenido que luchar codo con codo para superar algunas de las prácticas que Khufu les había puesto. Suponía que viviría algo similar en aquella ocasión, aunque Heliké no les acompañaba.

 

Se acercó por su espalda con paso lento. Llevaba sus habituales botas de estilo militar, con suela de goma, las cuales apenas hacían ruido mientras caminaba con un pantalón vaquero largo que le quedaba ancho de las piernas y una camiseta de algodón blanca con algo de escote que acentuaba el color pálido de su piel. Levantó una mano y palmeó la espalda del Gryffindor.

 

¿Qué hay, Thomas?

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Voló por el aire, impulsada por su propia fuerza superior a la de un humano normal y ayudada por la fuerza de gravedad al caer justo por encima de un muchacho pelirrojo, para dar de lleno sobre él en una poderosa patada que lo dejó sobre el suelo, quedando la pequeña figura de la Tiferim por encima del chico, aplastándolo con todas sus fuerzas contra el suelo, atrapado en su agarre. Jugando con la varita entre sus dedos, habló:

 

—Se debe tener real coraje para entrar a uno de los terrenos más sagrados para mi pueblo sin ser invitado, o sencillamente, ser un poco id.iota— declaró, con una voz juguetona de apenas una cría de doce años, a la vez que dulcemente amenazante.

 

No había sido casualidad todo aquello. Aquel día, o mejor dicho, aquella noche, era especial para ella, era uno de los pocos momentos del mes donde se dedicaba a realizar algunos entrenamientos y rituales en plena noche aprovechando la luna llena. Y todo habría seguido como siempre de no ser que alcanzó a detectar la presencia de alguien en las proximidades de sus aposentos, lo cual hizo que inmediatamente abriera un portal y cayera encima de aquel intruso.

 

—Y bien, esta vez dejaré elegir cómo lo prefieres: rápido y sencillo, o lento y doloroso…

 

De pronto, la voz de una nueva persona la alertó, volteándose rápidamente para encontrarse, ni más ni menos, que a una muchacha que reconoció vagamente entre la oscuridad que todo lo invadía, a excepción de una pequeña luz de fuego eterno que flotaba a su derecha para iluminar su campo de visión. Aquella era… ¿uno de los directores?

 

No estaba segura a ciencia cierta, pero sí había visto su rostro en alguna parte, ¿o es que le habían mostrado una de esas fotografías aquella escasa vez en la que los Uzza se reunían para informarse acerca de temas de aquella bendita Universidad?

 

—¿Pero qué horas son estas de salir de visita? Ustedes los ingleses sí que son extraños — comentó, ladeando la cabeza un poco mientras miraba de forma inquisitiva a Anne, esperando que le dijera el motivo de su presencia. Ya luego vería cómo proseguir con el otro muchacho.

Editado por Runihura
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Observó por quinceava vez en el día la carta oficial que había recibido de parte de la Universidad luego de anotarse al próximo curso que le tocaría. Sí, realmente decía que se presentara a media noche. Levantó una ceja, aún confusa con aquella decisión. Vale, lo habría entendido si se trataba de una clase de Astronomía, pero en aquella ocasión no se podía estar más alejado de la materia. O bueno, eso pensaba ella.

 

Ama Mei, los pequeños amitos ya están dormidos — dijo Mugetsu, entrando por la puerta de su habitación.

 

La mujer asintió, al fn se habían dormido luego de un largo día donde habían aprovechado al máximo su energía y horas para jugar, jugar y jugar más, claro, haciendo desastres entre medio.

 

Bien, dile a Lisa que se los encargo por ahora. Si me necesitan, estaré en el Ateneo de la Universidad. Pueden llamarme si surge algún problemacomo el hecho de que Lisa ni siquiera ande por los alrededores pensó, al a vez que tomaba su varita y desaparecía haca su destino.

 

 

 

Reapareció en la Universidad, cerca del punto clave de todo: la Plaza del Árbol Fuego. Sí, había frecuentado varias veces aquel lugar, pero al parecer esta no sería la ocasión. Miró de un lado al otro en cuanto llegó, hasta encontrar el punto de referencia más notable: aquel Monte que era imposible de pasar desapercibido, pues era realmente enorme.

 

Caminó entonces, esta vez sin demasiado problema, pues se había asegurado de colocarse las zapatillas que le fueran más cómodas a la hora de correr o desplazarse sobre la caliente –aunque en esta ocasión, fría- arena y evitar perder parte de su calzado en medio del entrenamiento. A pesar de ser pleno verano, aquel lugar que simulaba un desierto en toda regla seguía los patrones de aquel tipo de tierra: en plena noche el frío se hacía sentir fuertemente, por lo que había optado por un pantalón de chándal, aunque que se amoldara a su figura para evitar que le molestara, y una campera haciendo juego con el pantalón por sobre la camiseta de tirantes.

 

Sí, sí, esta vez iba preparada lo mejor posible, aunque sabía sin tener real idea de qué le esperaba. Si bien recordaba vagamente a quien esta vez sería su maestro en aquel libro, sí recordaba que les había colocado una prueba para nada fácil a pesar de tratarse de la primera clase de libro que se impartía. Sí, a pesar de su tamaño, aquella vez la muchacha se la vio enojada y con una autoridad tan natural que contrastaba demasiado con su figura.

 

Aun pensando en todo ello, en la oscuridad que se propagaba incitada por las nubes que obstruían en ese momento la luna, alcanzó a ver dos figuras que dedujo se trataría de sus compañeros. Pero a medida que se acercaba, notó algo extraño: la figura de uno de ellos, vagamente iluminado por un fuego flotante, parecía ser bastante extraña, pues había algo en sus pies que…

 

En cuanto llegó hasta donde se hallaba el particular grupo lo notó. Lo extraño de la figura era que, bueno, uno de ellos estaba por encima del otro. Más precisamente, una muchachita con rasgos muy jóvenes, angelicales y salvajes al mismo tiempo, y que parecía realmente disfrutar de caminar por encima de… ¿Thomas?

 

¿Pero qué horas son estas de salir de visita? Ustedes los ingleses sí que son extraños — alcanzó a oír que decía con una dulce voz.

 

Sí, ella era la Uzza del Libro de las Auras, Runihura, la reconoció vagamente, pero no se detuvo a pensar demasiado en ello.

 

Ehm, disculpe, Maestra Uzza — habló Mei, llamando la atención de varios —. No quisiera ser entrometida, pero…

 

Llevó su mano hasta el bolsillo de la campera y de ella sacó la carta que había recibido de parte de la Universidad y se la tendió para que la leyera y viera que allí mismo citaba a todos al Monte Catalina en plena medianoche. ¿Acaso era posible que hubiese un error en todo aquello? O tal vez la Uzza se había olvidado sencillamente, lo cual era realmente poco probable, aquellos guerreros no se tomaban el aprendizaje de sus libros tan a la ligera como para olvidar semejante cosa.

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<<Pronto aparecerá>> caviló el fenixiano, justo cuando una "palmadita" en su espalda le hizo girar para corroborar la fuente "humana" de donde provenía. -¡Hola Anne! ¿Cómo estás? Bonito tono de cabello, eh- saludó Thomas con una carismática sonrisa dibujada en su pulido rostro europeo; mirando, sin querer, el escote que se formaba en la nívea camiseta que la warlock traía consigo; dándole un toque de sensualidad que Gryffindor, como todo hombre, agradeció casi por inercia "masculina" y con espontaneidad. -Es una réplica muy convincente ¿No lo crees? Cualquiera que no supiera nuestra real ubicación... apostaría su vida discutiendo que estamos en Egipto ¿O no?- agregó el veinteañero, tratando de separar sus orbes esmeraldas de la incómoda prenda de vestir superior de Gaunt, la misma que le provocó que cierto rubor cálido tiñera sus pálidas mejillas.


-El clima está agrada...- fue lo que alcanzó a pronunciar, ya que el resto de la frase fue consumida por un montón de arena que le fue obligada a comer cuando su cuerpo fornido se fue a piso por una fuerza descomunal que no entendió del todo hasta que oyó una voz infantil que le amenazaba con una sutileza típica de una nena malcriada. -Ru... Runihura- mustitó posterior a escupir los granos del desierto, y así poder mover su cabeza con un gesto de "negatividad" a las sádicas propuestas de tiferim.


-Lo sentimos... De verdad, guerrera Runihura. Nos citaron a esta hora... Ahora bien ¿Te puedes quitar de encima? Ya tengo los músculos agarrotados con el golpe que me diste. Si no hubiese estado la arena de por medio... estoy seguro de que mi cabeza estaría reventada en sangre- balbuceó, sacudiéndose hasta que la Uzza puso finalmente sus pies en la superficie. Mei!- exclamó con alegría el animago; poniéndose de pie en el acto para ir al encuentro de su líder de bando, no sin antes sacar los restos de arena que habían quedado pegados en sus prendas de vestir. -Me alegra que estés aquí, amiga- le susurró al oído tras abrazarle con suavidad; para luego darse la media vuelta con tal de sacar su carta de aceptación al Libro de las Auras entregada por la Universidad. -Yo también la tengo aquí, maestra. Puede ver con claridad la hora y el lugar al que se nos citó. Le reitero mis disculpas si se sintió ¿invadida?- finalizó enaltando su ceja derecha, a su vez esperaba con respeto las réplicas de la morena.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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La llegada de una nueva persona no la sorprendió, pues la había sentido aproximarse hasta donde se hallaban, pero ciertamente no le había prestado demasiada atención. Sólo la observó cuando se dirigió a ella directamente, de forma bastante apropiada por cierto.

 

Vio que le ofrecía un papel, el cual rápidamente se lo quitó de las manos y lo leyó con ligereza. Estaba firmado por los directores y tenía el sello de la Universidad. Pues sí, decía a medianoche, ¿pero cómo era posible? Ella recordaba que…

 

—¡Ah, rayos! — exclamó, soltando un largo suspiro — Cuando el otro director me preguntó que cuándo los citaba debí mencionar erróneamente hoy a la medianoche, realmente tenía la cabeza en otra parte…

 

Una mentira piadosa, pues la verdad era que no había prestado nada de atención al otro hombre. No es que le interesara demasiado todo ese papeleo del cual se hacía cargo tanto la mujer presente allí como el otro muchacho, aunque trataba de disimularlo. La mayoría de las veces.

 

Volvió a lanzar un suspiro, quitándose de encima del muchacho.

 

—Supongo que debo disculparme. Lo siento — dijo, mirando de reojo al muchacho y rascándose de forma distraída la cabeza —. Bien, si no queda de otra, ahora deberemos empezar. En realidad, es una buena oportunidad.

 

Una leve risita de diversión se escapó de sus labios.

 

—Primero que nada, bienvenidos y buen trabajo. Si han logrado llegar hasta este punto quiere decir que tienen agallas y algo más que los anteriores guerreros han aprobado — habló, colocando cada mano en su cintura, a forma de jarra —. Pero eso sólo quiere decir que esta prueba será aún más difícil de superar, pues esta vez no estará en juego sólo su magia, esta vez, todo su ser deberá estar en armonía para poder dominar esta clase de magia.

 

Hizo una breve pausa, observando a los ojos y detenidamente a cada uno de los tres alumnos que le habían tocado en aquella ocasión. Dos mujeres y un hombre, de los cuales dos de ellos, el muchacho y la mujer más bajita –superando por poco a la Tiferim-, desprendían una energía que creyó reconocer ya. Alguien más había ido a sus aposentos poseyendo una energía similar, aunque la de éstos dos se hallaba en mayor armonía.

 

—Soy Runihura, la Guerrera Uzza de las Auras. Preséntense, díganme qué esperan encontrar aquí y con este nuevo tipo de magia, y además, respondan: ¿por qué decidieron comenzar con la magia Uzza, y sobre todo, por qué a día de hoy siguen haciéndolo? ¿Qué los impulsa?

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El repentino movimiento de la guerrera la tomó por sorpresa, pero no dijo ni hizo nada y dejó que leyera el papel que le había acercado. Luego de ello fue que el asunto se aclaró un poco. Había sido un despiste de la chiquilla.

 

Mientras la Uzza se quitaba de encima del muchacho fue que confirmó de quien había creído que se trataba. Thomas rápidamente se acercó hasta donde estaba y ella lo saludó con una sonrisa y levantando la mano, a la vez que oía lo que le susurraba. Por un momento pensó que tal vez el muchacho ya había generado algún tipo de miedo hacia la muchachita, ¿sería posible?

 

No le dio demasiadas vueltas al asunto, pues rápidamente la mujer comenzó a hablar. La escuchó atentamente, interesada. Si había algo que de verdad despertaba su interés eran las clases de libros, y sobre todo, aquellas que fueran impartidas por los Guerreros Uzza. Los respetaba, pues era evidente que aquellos magos tenían un estilo de vida diferente que los había llevado a perfeccionarse y ser los mejores en lo que hacían. Pero en aquella ocasión, debía admitir que se sentía curiosa y particularmente interesada.

 

El Libro de las Auras, a pesar de verlo por encima y no entender demasiado el tipo de magia, sabía por su nombre que trataba un lado de la magia que era diferente, o eso suponía, pues lo había asociado un poco con el uso de las energías. Además, era la primera vez que tendría a una Guerrera mujer como maestro, ¡y para colmo era súper joven! Mucho más que todos los presentes. O bueno, eso aparentaba, en ocasiones la muchachita tenía actitudes o palabras que más bien correspondían a alguien de mayor edad, pero su aspecto decía otra cosa al mundo.

 

Mi nombre es Mei Black Delacour — habló de primera luego de que la muchachita se presentara y diera las primeras indicaciones —. La verdad no sé muy bien qué esperar de este libro, cada una de las clases con los distintos Guerreros, e incluso con los profesores aprobados para dar los primeros libros, son libros enfocados a un tipo de magia distinta, casi global diría, — meditó por un momento, mirando brevemente al cielo mientras pensaba — supongo que esta magia tratará de vincularse de alguna forma con algo más además de la magia, tal vez la esencia, o la energía propia.

 

»Cuando se dio anuncio acerca de los libros de hechizos, de qué se trataban y sobre todo la forma de aprenderlo realmente me interesó. Tengo particular interés por la magia aplicada los duelos, por lo que esta era una forma de expandir los horizontes. Si bien no tuve una buena experiencia de primeras con un Uzza… — hizo una breve pausa, recordando aquella ocasión en la que se había cruzado con Badru, el cual a día de hoy seguía sin agradarle — las siguientes me parecieron sumamente curiosas y enriquecedoras. Son guerreros natos, y eso lo admiro y respeto mucho.

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-Disculpas aceptadas, maestra- respondió el veinteañero; observando, a su vez, el gesto que Runihura tuvo al rascar su cabeza de forma distraída; tal y como lo hacía él de vez en cuando al estar dubitativo sobre su accionar o en una toma de decisiones complicada en su corta existencia adolescente. Luego, el fenixiano se dedicó a mirar y escuchar todo lo que la guerrera del Libro de Las Auras les expresaba a sus nuevos aprendices; percatándose de que esta nueva prueba no sería nada de fácil, al igual que todos los senderos ya trazados previamente por los Uzza. Los castaños y profundos orbes de la morena se clavaron por breves instantes en sus esmeraldas; lo que llevó al humano a cerrar su mente con el arte de la Oclumancia con tal de que la tiferim no lograra penetrar en sus pensamientos más recónditos, en especial aquellos que guardaban relación con lo que él podía pensar de ella. <<Esta niña es la reencarnación del mismísimo diablo>> caviló en su consciencia, mientras sus oídos prestaban atención a las palabras que Mei pronunció con el afán de iniciar el diálogo de presentación que la hija de Atsu les solicitó tras su bienvenida.


-Yo soy Thomas Gryffindor... y al igual que la señorita Delacour, creo que este "ejemplar" trata mucho más allá de la magia convencional que estamos acostumbrados a ver e invocar- comenzó diciendo el pelirrojo, para posteriormente proseguir tras un leve suspiro que le hizo recuperar el aliento. -El significado de las Auras ha sido estudiado tanto por la comunidad mágica como muggle; pero lo que más me llama la atención es que todos las conciben como un campo de energía que emite luminosidad... algo así como un "halo espiritual" que no es visible para todos- agregó a modo introductorio de su discurso ortodoxo. -Sobre lo que yo espero hallar aquí... es fácil... "el equilibrio". Sé que todos tenemos un desbalance en cuanto a lo que somos y lo que sabemos utilizar en base a la magia; por lo que el estudio de las Auras nos podría ayudar a canalizar mejor nuestras energías para saber cómo, cuándo, dónde y con quiénes expulsamos nuestro máximo potencial- continuó con un dejo de emoción en su hablar.


-Para mí, la fuente que nos entrega la sabiduría Uzza es trascendental... sus conocimientos, y el enfoque que le dan... pero lo que más me motivó en el ayer, y me impulsa hoy, es la escala de valores que inculcan con su coraje. Es admirable- terminó el paladín de La Orden del Fénix, no sin antes desviar su mirada en búsqueda de Anne para darle el "pase directo", y así romper su silencio.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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  • 2 semanas más tarde...

Esperó a oír las respuestas de quienes ahora serían sus pupilos, interesada en saber sus ideas respecto a su libro. La primera en hablar fue la mujer más pequeña del grupo, Mei, quien dio un análisis que oyó atentamente, cruzándose de brazos y cerrando los ojos durante un momento para reflexionar al respecto. Luego, fue el turno del muchacho, quien se presentó como Thomas. Una vez más, asintió levemente con la cabeza, lo había estado haciendo de forma inconsciente al escuchar algunas de las palabras de ambas personas.

 

En cuanto el muchacho terminó, su mirada se posó en quien reconocía como uno de los directores de la Universidad, pero pasados unos minutos la mujer no pareció reaccionar, tal vez perdida en sus pensamientos y buscando una respuesta acertada a las preguntas que la Uzza les había planteado. Pero luego de considerar un tiempo más que prudente de espera, continuó, mirando a los otros dos.

 

—Bien, la verdad es que han respondido de una forma más acertada de lo que hubiese creído, es evidente que tienen ciertos conocimientos respecto a las Auras — llevó su mano hasta su mentón, pensando por un brevísimo instante, para luego hacerles señas para que la siguieran a medida que hablaba —. Señorita directora, cuando tenga una respuesta llámeme y hablaremos. Por otro lado, —continuó para cuando ya se habían alejado de Anne — puedo decir que ustedes dos tienen un buen manejo de sus energías, por lo que espero den lo mejor de ustedes y no me decepciones. Están capacitados y son a los primeros en quienes depositaré cierta confianza. Y eso es mucho decir — agregó, sonriendo levemente, aunque no pudiesen verla, ya que ella iba por delante, guiándolos.

 

Siguió caminando, alejándose del Monte Catalina, o más bien de aquella copia arduamente hecha, por la cual no estaba feliz, pero tampoco podía quejarse. Algo era algo. Caminaron por las arenas, oyendo el suave murmullo del fluir del agua cada vez más próximo, hasta que se alcanzó a ver a lo lejos un árbol con un aspecto bastante particular a pesar de la oscuridad y un fuego pequeño crepitando bajo sus hojas y bajo un pequeño caldero. Las nubes que habían tapado la luna llena poco a poco se alejaron, dando paso a la luz directa del astro nocturno en su más espléndida forma.

 

—Antes de utilizar el libro, su cuerpo y mente deben sintonizarse — como podía notarse, Runihura se dirigía directamente hasta la Plaza del Árbol de Fuego —. La primera tarea que se les asignará será la de evitar a toda costa el uso de cualquier tipo de magia, y sí, me refiero también a esa; — agregó rápidamente, señalando con un dedo a Thomas y luego a Mei — es importante que no lo usen. Deben aprender a usar sus cuerpos y mentes sin magia de por medio, y utilizar la energía más básica de su entero ser: aquella que surge de poner el cuerpo en movimiento; además de poder unir su actuar con su pensar: la toma de decisiones y rapidez mental en cuanto sucede lo anterior.

 

Al fin llegaron bajo la sombra del gran árbol, iluminados por la pequeña fogata cubierta por encima por un caldero, el cual poseía una sustancia que borboteaba y desprendía un olor peculiar, particular a cada persona.

 

—Hacia el norte, unos… trecientos metros se puede oír el agua, ¿lo oyen? Es un río bastante particular. Por lo general tiene un cauce tranquilo y bajo, pero en los meses de luna llena, parece cobrar vida: el nivel del agua aumenta a más del quíntuple, por lo que pasa a ser bastante profundo, se desborda fácilmente y la corriente se lleva consigo ropas, algas, animales e incluso animales mágicos. Me pregunto, ¿cómo afrontarán pasar de un lado del río al otro?

 

Hizo un único asentimiento con la cabeza, dando a entender que allí se encontraba la segunda tarea que deberían llevar a cabo, el poner a prueba su fuerza física real –no la mágica-, además de su lucidez mental para la toma de decisiones. Una tarea particularmente difícil, pero que sabía que la cumplirían, con sus dificultades, sí, pero terminarían por volver ambos. O eso esperaba.

Editado por Runihura
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