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Libro de las Auras


Runihura
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-¿Qué te sucede?- le cuchicheó el adolescente a Anne con el propósito de que ésta despertase del naufragio de sus propios pensamientos que le mantenían abstraída frente a la guerrera, pareciendo que su mirada se encontraba muy aislada de todo el desierto que les rodeaba durante aquella noche otoñal de preparación espiritual. A continuación; Runihura emprendió el rumbo a lo desconocido, solicitándole a Thomas y Mei que le acompañasen de cerca; mientras que Gaunt tendría que reflexionar en solitario antes de proseguir con su entrenamiento; hecho que sorprendió al paladín de La Orden del Fénix, puesto que sintió que dejar ahí sola a su compañera era un gesto de reprobación de la Uzza y que le costaría caro a la directora el poder retomar el nivel de confianza que ya tenían los fenixianos con la "chica salvaje" (como mentalmente el apodó el muchacho pelirrojo).


-No se preocupe, maestra... Y créame que me cuesta decir este título al verla así... ¿tan pequeña? Pero mis padres siempre me enseñaron que jamás había que dejarse llevar por las impresiones ¿No es así? No juzgo su edad o apariencia... sino que valoro su sabiduría- pronunció Gryffindor; tratando de ser lo más sincero y honesto posible con su sentir en relación a la morena. <<Volvimos al comienzo>> se dijo para sí mismo cuando su mirada esmeralda se posó en la copa del Árbol de Fuego; debido a que la Uzza les había trasladado (tras unos minutos de caminata bajo la luna) directamente a la plaza central donde solían convivir los legendarios gladiadores con el común de los magos y brujas británicos que se atrevían a pisar esas tierras sagradas.


Las nuevas indicaciones pronto se dejaron escuchar, motivando a que el veinteañero tomase nota mental de todo para que no se le pasara por alto ningún detalle que pusiera en juego ni en jaque su estadía en la clase ni la bondadosa retroalimentación que, hasta aquel instante, estaban logrando con la hija de Atsu. -¿Miel?- preguntó curioso tras sentir el aroma que desprendía el caldero bajo la fogata que resplandecía en la sombra del árbol; pero su consulta quedó en el aire luego de que sus orbes se abriesen como platos producto del asombro que provocó en él el oír que su primera tarea sería atravesar "a brazadas y pataleo" un caudaloso río que solía ser muy peligroso en los meses de luna llena. -¿Sin magia entonces? Vaya... creo que hoy tendré que poner en práctica mi entrenamiento matutino de todos los días ¿Vienes Mei?- le exclamó con un dejo de picardía a su líder, al mismo tiempo que le cogía del brazo para conducirla (un tanto a la fuerza y sin reclamos) a orillas del afluente a unos trescientos metros al norte de su ubicación actual. Una vez ahí; Elros comenzó a desprenderse de sus ropas hasta quedar en bóxer (sonrojándose al percatarse de que su compañera le miraba por lo bajo, esperando de que éste desviara también su mirada), y tras dejar su varita junto a sus pertenencias, se lanzó a los brazos de Poseidón con un clavado digno de un buen nadador.


<<Madre Santa>> caviló al sentir que el agua le desviaba con fuerza de la línea imaginaria que trazó para su viaje marino; quedando también atascado con una alga que se enrolló en su tobillo derecho, impidiéndole seguir avanzando de forma veloz y efectiva. <<Siempre sereno eh... No te precipites>> se auto-tranquilizó segundo previos a tomar una bocanada de aire con el afán de sumergirse y solucionar aquel inconveniente. Tiro, jaló y trató de sacar del fondo del río; no una, ni dos, sino que cinco veces; hasta que finalmente el alga cedió y le permitió continuar con su trayecto. -¡Hey Mei! Está helada. Usa la fuerza de tus brazos y piernas, y concéntrate en una línea... Trata de que nada te desvíe ¿Comprendes?- le gritó a su amiga, ya estando del otro lado del río; anhelando que ésta no tuviese que requerir ayuda, o él mismo tendría que volver a lanzarse a las aguas.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Thomas respondió inmediatamente después de que ella lo hiciera, dando un punto de vista algo similar que el suyo, aunque teniendo su propia forma de expresarse, la cual ya comenzaba a reconocer, a fin de cuentas se lo cruzaba bastante en aquel tipo de clases, y alguna que otra de los Arcanos.

 

Luego de ello Runihura les hizo señas para que la siguieran, dejando atrás a Anne, probablemente dándole tiempo y espacio para que reaccionara y le respondiera a lo que había pedido. O tal vez era una forma de no meter presión y más bien lavarse un poco las manos de sus alumnos, a fin de cuentas no es que los Uzza fuesen reconocidos por ser magos abiertos a la idea de enseñar su magia especializada a gente que no lo merecen –en su mayoría, diría casi todos los que pasan por las clases-.

 

Caminaron por un rato, mientras la guerrera Uzza hablaba, explicando las bases de lo que sería el aprendizaje de aquel nuevo libro, y por ende, de aquella nueva magia. Le pareció curioso e interesante, pues si bien tenía bases parecidas a las de su clan, la verdad era que el uso de las energías para aquello era distinto, y sabía que era así ya que había leído las advertencias que aparecían al principio del libro. Unas advertencias que destacaban enormemente, pues el mismo libro no te dejaba pasar a las siguientes páginas o no te mostraba nada más que eso hasta que lo leyeras y fueras totalmente consciente de aquellas oraciones.

 

Concentrada sin poder evitar en caer en la comparación de magias, no pudo evitar sorprenderse en cuanto la pequeña muchachita hizo una referencia respecto a ambos miembros de la Orden del Fénix, o mejor dicho, una referencia a “esa” magia. ¿Acaso la guerrera se había dado cuenta?

 

Para cuando por fin llegaron a su destino las instrucciones fueron dadas en su totalidad: nada de magia, y en base a ello, superar una prueba física.

 

La mirada de Mei se perdió en la dirección que Runihura había señalado, observando realmente la nada, pues apenas veía destellos de brillo que lograban arrancarse del reflejo de la luz de la luna sobre el agitada agua. Sus pensamientos fueron rápidamente interrumpidos por dos cosas: lo primero, un olor muy fuerte y dulzón que le dio un poco de repelús, y casi al instante, Thomas, quien sin dudarlo la tomó del brazo y comenzó a arrastrarla hasta el río.

 

Si no me das chance, claro que voy — comentó a forma de broma para cuando llegaron a las proximidades del río.

 

Creía recordarlo, era aquel que en alguna parte del campus formaba un lago donde la fauna cobraba la mayor vida, aunque aquella noche más bien parecía desbordar vida por sí solo, pero una vida bastante salvaje, pues la corriente era tan fuerte y golpeaba con tanta violencia a las pocas rocas que sobresalían que no era algo que se pudiese ignorar así como así. Con cuidado comenzó a quitarse la ropa, tratando de evitar observar a Thomas, pues aunque no lo pareciera, tenía un fuerte pudor ante el hecho de ver a un hombre escaso de ropa. Bueno, su esposo no contaba, claro…

 

Quedó en ropa interior, aunque con la camiseta de tirantes por encima para cubrir un poco más, pero no más de eso. Observó el agua, frunciendo el ceño. Su varita estaba junto a su pantalón y campera de chándal, no podía depender de ella…

 

Merlín, ayúdame — murmuró antes de lanzarse de clavado al agua.

 

Un buen clavado, pero mala experiencia al comprobar que la corriente era incluso más fuerte de lo previsto. Tuvo que sujetarse lo mejor que pudo a una roca que sobresalía para no terminar arrastrada por la corriente. ¡Y qué frío hacía, maldita sea!

 

Maldita noche de… otoño — castañeó, para luego aspirar lo más hondo posible y concentrarse en comenzar a nadar a crol lo mejor que podía, tratando de evitar las rocas y de moverse de tal forma que quedara perpendicular a la corriente.

 

Costó, y vaya que sí, pero lo logró. En cuanto llegó al otro lado, salió caminando lentamente y jadeando con fuerza.

 

Esto de no poder usar la magia paladín no es que sea muy agradable — apenas pudo articular, llegando al lado de su compañero de clases —. Espero que del otro lado nos espere con algo caliente, o si no nos congelaremos en plena noche — agregó, girándose, temblando, para mirar nuevamente al río.

 

Era hora de retomar el camino, pero justo en ese momento, la tierra vibró levemente, una vibración casi imperceptible que tuvo repercusión inmediata en el río: rápidamente una ola enorme se formó, demasiado próxima donde ellos se hallaban, chocando directamente contra la orilla donde Mei y Thomas se hallaban y arrastrándolos consigo a una corriente vertiginosa donde ellos dos daban vueltas de arriba abajo, de izquierda a derecha y de un lado al otro, sin un rumbo fijo.

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Las sugerencias que Gryffindor le brindó a Mei, desde el otro lado del río, parecieron no oírse del todo; debido a que la corriente del fluvial natural opacaba bastante la sonoridad "normal" que un ambiente como ése tendría a esas horas de la noche en dicha época del año, siendo ya otoño. Con un poco de escalfríos ante la sensación térmica y el soplido infernal de Eolo que remecía sus ondulados cabellos carmesíes; Thomas admiró con asombro el clavado con que Delacour se lanzó a las torrentosas aguas del impetuoso caudal; percatándose de que su compañera tuvo que afiatarse con fuerza a una roca que sobresalía de la superficie con tal de no ser arrastrada hasta el lago que se alimentaba del rebelde arroyo en las proximidades de la Universidad.


-¡Sujétate bien! Trata de avanzar luego antes de que esto se complique más- gritó el muchacho, esperando el instante preciso para lanzarse en su rescate de ser muy necesario, siempre y cuando no apareciese Runihura y detuviese su gesto heroico. Pero aquello no fue requerido, pues la líder de La Orden del Fénix logró arribar hasta la orilla; aunque su semblante demostraba lo cansada que estaba después de afrentar con valentía dicha prueba física que les marginó de sus varitas.


-Crees que debemos... O sea... ¿Piensas que es "venir y volver"? No creo que la guerrera nos quiera matar de hipotermia, ni menos que nos fuésemos ahogados río abajo... Tú debes saber lo engorroso que sería tener que lidiar con dos muertos ¿O no? Pese a que el Amuleto de la Resurrección nos colaborase... Gracias a Uther que lo tengo cargado a tope- platicó Elros, al mismo tiempo que aferraba su colgante con la mano derecha; asegurándose de que éste estuviese indemne en su níveo cuello.


-Algo había en aquel caldero bajo el Árbol de Fuego. Quizás alguna infu...- fue lo que alcanzó a decir el paladín, ya que en cuanto se dio la media vuelta para mirar el trayecto de retorno; un temblor sacudió la tierra húmeda bajo sus pies descalzos, provocando que una enorme ola los ingresara a ambos (a la fuerza) una vez más al río. Vueltas y más vueltas movían de un lado para otro al extrovertido mago; quien logró salir a flote luego de dar un par de poderosas brazadas que le permitieron respirar profundo una vez más. -¡Mei! ¡MEI! ¿Dónde estás?- vociferaba con un poco de angustia al no ver que su amiga compartiese el mismo destino; optando por volver a sumergirse para tratar de divisarla en las profundidades del caudal.


Algas verde-azuladas, rocas y algunos cadáveres de grindylows (algo descompuestos) pasaban por su lado a través de la voraz corriente; y aquello último que vio fue la silueta de Mei tratando de zafarse de una rama submarina que le tenía sujetada de uno de los tirantes de su camiseta. Fue por eso y empujado por el valor, que Elros nadó hasta ella y le ayudó a salir de allí; para que posteriormente juntos nadasen hasta el punto donde sus pertenencias descansaban intactas. -E... ¿Estás bien?- le preguntó mientras le tomaba del brazo izquierdo, con tal de que ésta lo pasase por sus vastos hombros para equilibrarse mejor.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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¡Claro que debemos de cruzar al otro lado! Lo dijo la guerrera, además allí están…

 

No pudo terminar la frase, ya que en ese momento, el río pareció cobrar vida de repente, y en unos casos minutos en los que no dio tiempo a reaccionar de forma correcta, el caudal del agua aumentó, seguido de una ola que dio de lleno en ellos y los arrastró nuevamente a las turbulentas aguas.

 

No estaba preparada para aquello y aún no se recuperaba del esfuerzo hecho de nadar de un lado al otro, por lo que le fue inevitable el que se dejase arrastrar por la corriente, pero sobre todo, hundirse sin remedio en los remolinos que se formaban de forma incesante y que la hacían dar vueltas, sin llegar a definir a ciencia cierta dónde era el arriba y el abajo.

 

Entre tantas vueltas y tratando de salir a flote, ante un brusco giro, no notó que había quedado de espaldas por donde la corriente la llevaba y por ende, no vio lo que se aproximaba hasta que sucedió: una enorme roca se hallaba en medio de su camino y terminó por estamparse contra ella, golpeándose fuertemente la cabeza y dejando escapar gran parte del aire que había contenido. Y permaneció allí ya que la roca impedía que siguiera siendo arrastrada. No veía nada, la oscuridad de la noche no ayudaba a poder ver algo bajo el agua, pero más allá de eso, la falta de aire sumado al golpe en la cabeza la habían hecho sentir un debilitamiento increíble. Pataleó levemente, pero creyó sentir que algo o alguien sujetaban una de sus piernas. ¿Era su fin acaso…?

 

Cerró los ojos, ya casi sin fuerzas, resignándose a la necesidad imperiosa que su sistema respiratorio le pedía, el de buscar urgentemente aire.

 

Abrió repentinamente la boca, tomando una bocanada de aire que la hizo ahogarse y comenzar a toser fuertemente, casi de forma convulsa. Poco a poco su mente fue procesando lo que sucedía a su alrededor. Alguien la sujetaba y le hablaba, pero no podía ver en claro quién aún, su mirada estaba perdida en el firmamento infinito.

 

Tardó varios segundos en ser consciente nuevamente en toda la situación, y fue para cuando Thomas volvía a preguntarle si se encontraba bien para cuando ya estaban sobre la otra orilla. Tosió nuevamente, tratando de quitar de su sistema el agua que inevitablemente había entrado.

 

S-sí, estoy bien… gracias — logró decir a duras penas, volviendo a toser una vez más antes de caer de rodillas al suelo —. Sólo… dame un segundo — pidió, respirando agitadamente, aún con el cuerpo adolorido, los pulmones y la garganta ardiéndole y, por si fuera poco, en ese momento notó que el agua que caía por su cabello no se trataba sólo de eso.

 

Lo notó ya que el líquido poco a poco recuperaba el color fuerte que lo caracterizaba y que comenzaba a caer copiosamente por su cara.

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Los vio alejarse en dirección al río, a unos cuántos metros de allí, mientras ella, por su parte, se acercó hasta la Plaza del Árbol de Fuego, más concretamente hasta el pequeño caldero, el cual había comenzado a hervir. Con cuidado alejó el recipiente del fuego y lo dejó reposar mientras le daba algunas vueltitas. Aunque no lo pareciera, estaba completamente atenta a lo que sus alumnos estaban haciendo mediante el anillo de presencia, aunque ninguno de los dos la había notado, estaban muy concentrados en llevar a cabo la tarea al pie de la letra.

 

La primera parte fue exitosa, difícil, sí, pero lo habían logrado. Pero para el regreso, el caprichoso río hizo de las suyas y, animado por el astro nocturno, tuvo un impulso mágico que lo llevó a aumentar aún más el cauce y crear una gran ola que arrastró a ambos estudiantes.

 

—Genial, quería que les costara la prueba física, pero no buscaba intentar ahogarlos — exclamó con molestia, levantándose del lugar en el que había permanecido tranquilamente revolviendo el caldero y rápidamente comenzó a correr.

 

A pesar de sus cortas piernas, Runihura era bastante veloz y tenía una buena resistencia, por lo que no tardó demasiado en llegar hasta su destino. Su primera intensión fue el lanzarse al agua o utilizar algo de magia para ayudar a los estudiantes, pero notó que justo en ese momento ambos iban llegando hasta la orilla a la que ella llegaba, el muchacho ayudando a la mujer, antes de caer desplomados en el suelo ante el agotamiento físico en cuanto tocaron tierra.

 

No lo admitió ni nunca lo haría, pero un leve resoplido escapó de sus labios de alivio. Lo último que quería era tener que dar explicaciones al hallar dos cuerpos inertes al día siguiente producto de su entrenamiento de la clase.

 

Se acercó sigilosamente, sobre todo hasta donde se hallaba la mujer y, de pie justo frente a ella, la observó en silencio antes de sacar su varita y darle un pequeño roce con ella sobre la cabeza de ella.

 

—La idea era que activaran lo más posible su cuerpo y mente, pero no me sirve de nada que terminen agotados. O heridos — dijo a modo de disculpa, viendo cómo la herida que se había producido la mujer en la cabeza sanaba —. De todas formas lo hicieron bien, tú por ayudar a tu compañera, y tú por actuar bajo instinto, ayudando a tu compañero a que te llevara a la orilla. No puedo reprocharles demasiado — admitió, soltando un teatral resoplido, pero torciendo levemente la boca a modo de sonrisa.

 

Esperó hasta que ambos recuperaran el aliento y, una vez en pie, les hizo señas para que la siguieran, nuevamente hasta donde se hallaba el fuego crepitando aún.

 

—Ya que esto no salió exactamente como planeaba, intentaremos otra cosa. Tomen, bébanlo — les dijo, luego de verter un poco de la poción que había reposado y entibiado del caldero sobre tres cuencos y pasándoles dos.

 

La poción tenía un color bastante particular, al igual que su olor, único para cada persona. Su color plateado brillante era, cuanto menos, poco usual.

 

—Es una poción revitalizadora. Ah, pero no cualquiera, — se adelantó a decir, hinchando el pecho de orgullo — es una poción especial que sólo mi pueblo conoce su elaboración, no sólo recobra y aumenta fuerzas, sino que, además, aumenta por un período de tiempo cierta magia, ¿cuál? Eso varía dependiendo del mago, pues la poción se encarga de potenciar la magia que más caracteriza a cada persona.

 

»No planeaba dárselas, pero viéndolo necesario, disfrútenla — agregó, llevándose el tercer cuenco que había quedado en su mano a sus labios y tomándoselo de un solo sorbo.

 

Soltó un resoplido de satisfacción. Adoraba aquella poción, pero trataba de no hacer abuso de ella, por lo que en pocas ocasionas las preparaba, sobre todo las noches de luna llena cada tres meses.

 

—Muy bien, y ya con una energía extra que sus músculos y mente agradecerán, es hora de pasar a la parte práctica real: la magia de las auras. Si recuerdan lo que les dije anteriormente, esta parte física no fue una pérdida de tiempo, los necesitaba en condiciones óptimas en cuerpo y mente para poder proseguir.

 

»Este tipo de hechizos son tan poderosos como agotadores, no cualquier mago puede hacerlas, y sobre todo, siempre se verán limitados. Este tipo de magia tiene tal poder que sólo pueden invocar una única aura por cierto tiempo, los agota casi de inmediato, y en caso de estar bajo efectos de la adrenalina, su efecto se ve duplicado para cuando la adrenalina cesa.

 

Hizo una breve pausa, dejando el cuenco a un lado del caldero y sacando nuevamente su varita.

 

—Pero por esta ocasión tan especial, gracias a la poción, junto a la influencia de la luna llena, tendrán la oportunidad de hacer hasta tres auras por esta noche. Aunque les advierto que terminarán más que agotados, queda bajo su responsabilidad el hacer tres de ellas. Ahora, pasaré a hacerles una demostración y ustedes tratarán de imitarme, pero sólo hasta que éste hechizo sea eficaz.

 

Se alejó entonces de sus estudiantes, quienes la observaron atentamente y con real curiosidad. Había llegado el momento al fin. Extendió la mano y antes de que algo más sucediera, su varita creció de tamaño, dando a conocer la verdadera forma de su vara de cristal, para inmediatamente recitar le hechizo:

 

Aura de la Muerte.

 

Una luminiscencia verde chillón apareció inmediatamente sobre el lugar y envolvió al completo tanto a Thomas como a Mei, quienes, sorprendidos, se vieron perjudicados por los efectos del aura. Su poder mágico, aquel poder especial que los caracterizaba y que Runihura era capaz de detectarlo, se vio drásticamente disminuido.

 

—¿Pueden sentirlo? ¿El efecto causado? ¿Desean intentarlo?

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-Tranquila Mei... Ya pasará esa sensación de ahogo. Por poco y la corriente te lleva hacia el lago- expresó Thomas luego de que Delacour tosiera en varias ocasiones consecutivas con el afán de expulsar el agua que había ingresado rebeldemente a su sistema respiratorio. <<Con un Anapneo bastaría>> pensó de forma fugaz, observando (a lo lejos) el extremo distal de su varita de pirul entre sus prendas de vestir. -San... sangre, Mei... Por amor a Merlín; te has herido en la cabeza. Déjame revisarte, mujer- alcanzó a pronunciar el muchacho mientras se arrodillaba para quedar a la altura de la trasandina; pero, justo en aquel santiamén, Runihura hizo acto de presencia de manera oportuna para colaborar con el proceso de sanación de su compañera de clases.


-Verdaderamente creo que la "activación" fue algo riesgosa, maestra. El río creció muy rápido, y terminó por arrastrarnos... estando aún en la orilla. No me quiero ni imaginar si un torbellino submarino se hubiese conformado mientras la auxiliaba. Tengo mucha fuerza y resistencia; y aún así... siento que mi cuerpo está debilitado- comentó el adolescente a la guerrera, al mismo tiempo que éste se ponía de pie para volver a ingresar una bocanada de aire a sus pulmones y así ventilarlos mejor, disminuyendo dicha frecuencia que estaba ligeramente aumentada por la adrenalina y la tensión del momento. Luego (y tras notar de que la líder fenixiana estaba más calmada y serena), Elros encaminó sus pies hacia donde estaban sus pertenencias; secó su cuerpo y nuevamente se vistió para sosegar el frío nocturno que se transmitía por variadas corrientes eólicas que revolvían sus ondulados cabellos rojizos, tomó su varita con añoranza de no haberla tenido consigo en aquel instante crucial de nado, y finalmente condujo su andar con serenidad hasta donde la tiferim los guiaba... al Árbol de Fuego, uno de los lugares que tantas veces había visitado.


-¡Vaya! Bastante ameno el aroma que sale de ella, maestra. La miel es algo que me encanta- dijo el veinteañero tras recibir amablemente el cuenco con la poción revitalizadora que reposaba en el caldero que ambos alumnos vieron al arribar, desde un inicio, a la plaza Uzza. -Nuestra escencia- interrumpió, entendiendo el real significado que tenía el beber ese brebaje único elaborado por el pueblo de la pequeña morena; era una bomba de energía pura que no sólo reconfortaría su cuerpo, sino que también su espíritu... "el alma". -A vuestra salud- exclamó el animago sonriendo antes de ingerir todo el líquido de un sorbo; pues además de estar exquisito, debía ser respetuoso de las leyendas y tradiciones que enmarcaban las tribus mágicas antiguas.


<<¿Qué tipo de droga es ésta?>> reflexionó al inyectarse en él una potencia que era casi infinita e imperceptible a la simple vista de los otros; alegrándose, a su vez, de que comenzarían con el aprendizaje de los complejos hechizos que el Libro de Las Auras traía escrito. Escuchó y atendió en silencio todo lo que la hija de Atsu les relataba sobre el uso de aquel mítico poder; comprendiendo que debería de poner el práctica toda la canalización de las energías que había aprendido desde pequeño con el clan paladín donde pertenecían también sus padres, Elvis y Annick. La demostración de Runihura, con su Vara de Cristal en mano y luego de alejarse unos metros de sus pupilos, fue espléndida; logrando cautivar las expresivas esmeraldas brillantes de Gryffindor que no se detenían ni agotaban de mirar con curiosidad todo lo que a su alrededor se envolvió de verde.


-Se siente... ¿Extraño? Es como si una ligera fuerza de gravedad influyese en mi poder habitual. No es algo dañino, sino que una percepción absolutamente diferente... una reducción de mis capacidades innatas, e incluso en todo lo que he adquirido durante mi... ¿paso por La Or...- se auto-silenció con tal de no querer mezclar temas de su bando en una clase universitaria, aunque mentalmente recitó "Fuego Púrpura" para corroborar lo que pensaba; y así fue, ya que la invocación que se igualaba a su rango de templario no se manifestó como comúnmente lo hacía, es más, no salió nada del extremo distal de su varita que no tardó en volverse un largo cayado zafíreo con una cabeza de león en su mango proximal (su propia Vara de Cristal). -Es aterradora, sin duda... el Aura de Muerte, maestra. Leí muy bien lo que la luminiscencia provocaba, y creo saber cuál es una de las formas de revertir eso- comenzó diciendo, segundos antes de cerrar sus ojos para concentrarse y hacerse uno solo con el ambiente; medio interno y externo unidos en un único punto que explotó en un peculiar hechizo. -Aura de Poder- musitó el púber; surgiendo una lluvia de estrellas que inundó el oscuro firmamento de un níveo resplandor que encandiló sus pupilas y las de Mei.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Instintivamente se llevó una mano a la cabeza, para luego colocar la palma justo frente a sus ojos y comprobar que se hallaba llena de sangre. El golpe que había recibido había sido más fuerte de lo que había creído en un primer momento. Oyó que Thomas se alarmaba al darse cuenta de su copioso sangrado y que rápidamente se acercaba para intentar ayudarla.

 

Pero la voz de la niña la tomó por sorpresa al darse cuenta que se hallaba frente a ellos y, lamentándose por lo que había sucedido y felicitándolos también, la curó inmediatamente.

 

Gracias — murmuró Mei, aún sorprendida y algo anonadada. Era evidente que aquella parte no era algo planeado para la clase. Oyó a su compañero explicar lo que había sucedido, a la vez que ella asentía ante cada nuevo hecho mencionado —. Yo he quedado agotada, aunque no sé si por remar contra la corriente, el golpe o que casi me ahogo — admitió, haciéndose eco de Thomas, bajando la cabeza mientras iba en busca de su ropa.

 

Tomó sus cosas y se apresuró por alcanzar a Runihura y Thomas, sintiendo el frío calar sus huesos rápidamente, pero tenía las manos ocupadas como para poder secarse. Sólo cuando llegaron a la Plaza del Árbol de Fuego fue que pudo secarse un poco con su varita y volver a colocarse sus ropas, sintiendo un poco más de calor al hallarse cerca de la fogata.

 

Oyó atentamente a la guerrera, entendiendo lo que decía, y para cuando les ofreció los cuencos, tomó uno e, imitando a Thomas, brindó a salud de ellos antes de beber el contenido. El mismo no es que fuese especialmente apetitoso en un primer momento a su ver, más bien tenía un olor empalagoso, pero grata fue su sorpresa al beberlo y notar que tenía un sabor bastante agradable. El efecto fue casi de inmediato, casi como una patada de energía que erizó los vellos de sus brazos.

 

Oh, rayos — murmuró, agitando la cabeza en respuesta. Era mucho mejor de lo que había pensado.

 

Se incorporó y comenzó a moverse de forma inconsciente mientras veía a la Uzza actuar, para hacer muestra de la primera aura de aquella noche, no sin antes revelar la forma de su vara de cristal, una forma muy curiosa a su parecer. En cuanto pronunció las palabras, el impacto del hechizo fue algo inevitable, causando en ella un extraño ardor en la mano que sujetaba su varita luego de que el aura de la muerte los rodeara.

 

Mmm — meditó por un momento, levantando la varita y apuntando a un punto cualquiera del lugar —. Corpus Patronus — pronunció sin temor a ser escuchada, a fin de cuentas, independientemente de si la muchacha ya se hubiese dado cuenta de su poder o no, Mei ya no ocultaba lo que era.

 

De su varita salieron varios hilos color plata, pero en cuanto intentaron unirse, casi como si se tratase de vapor, se disolvió sin llegar a juntarse para dar forma al Colacuerno Húngaro que había planeado invocar.

 

El aura de la muerte neutraliza, o mejor dicho, mitiga el poder de la magia blanca, ¿es así, Maestra? — preguntó, observando a Thomas de reojo, quien ya se aventuraba con un nuevo tipo de hechizo que, por algún motivo, activó las alarmas de Mei y la hizo actuar — Aura de la Muerte.

 

Imitando los movimientos que Runihura había hecho con la varita, esta vez la luminiscencia verde reapareció y los envolvió, dejándolos bajo el efecto del aura y disminuyendo el poder de Thomas y la Guerrera Uzza, aunque la Delacour dudaba que tuviese real efecto contra la muchachita, a fin de cuentas ella sabía dominarlas como si fuesen propias.

 

En cuanto la luminiscencia desapareció de la noche, sintió una disminución notable en su energía. ¿Ese era el efecto producido por la utilización de esa magia?

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Su expresión cambió, de una vivaz y enérgica sonrisa, a unas comisuras rectas y tensas que detonaban molestia. Independientemente de si el muchacho lo hubiese notado o no, se acercó a él y le propinó un buen golpe en la cabeza con la Vara de Cristal.

 

—Cíñete a lo que se te pide — lo amenazó, alejándose nuevamente, sintiendo el efecto del aura de la muerte aplicada a ella, aunque pocos resultados tendría, claro —. Deben cumplir con lo que se les pide, seré más precavida que antes y no me arriesgaré nuevamente a que algo suceda, y eso también conlleva los hechizos que utilicen — aclaró mirando especialmente a Thomas.

 

Soltó un suspiro, algo resignada. Los extranjeros eran siempre tan atrevidos, a veces deseaba regresar a su hogar, pero el maldito contrato la ataba.

 

—Bien, ya saben cómo se siente estar bajo la influencia de un aura y cómo aplicar una, la energía que consume, los movimientos requeridos, etc. — explicó rápidamente, moviendo una mano con algo de impaciencia — Ahora pasaremos a la fase de práctica con estos hechizos, y por esta ocasión será un escenario especial. Ya a varios de los alumnos que tuve les expliqué que la situación óptima para la utilización de las auras es estar bajo presión, con la adrenalina recorriendo el cuerpo, y como adivinarán, una situación así sólo puede estar dada por una batalla.

 

Nuevamente levantó la Vara de Cristal en cuanto terminó de pronunciar las palabras, y con un fuerte golpe seco sobre el suelo, señaló un punto en medio de los alumnos y ella, y luego de rememorar intensamente una vieja vivencia pasada suya, susurró Fulgura Nox, haciendo aparecer un portal en medio.

 

—Vamos — les indicó para que entraran por detrás de ella, y así lo hicieron.

 

Una vez del otro lado el panorama cambió totalmente: el desierto que era el ateneo de Poderes y Magias Guerreras había quedado tras el portal, pues ahora una verde e intensa vegetación los rodeaba, árboles frondosos que cubrían el brillante sol que se colaba entre las hojas y varios arbustos.

 

—Nos encontramos en el mismo lugar, pero varios siglos en el pasado — explicó, aunque en un tono mucho más bajo —. Como saben, Inglaterra fue invadida innumerable veces por los vikingos, lo que pocos saben es que, entre ellos, se encontraban varios magos poderosos que intentaban apropiarse de nuevas tierras que poseían un poder mágico sin precedentes. Siguiendo la historia de esta tierra, debemos encargarnos de defenderla. Sí, como bien escuchan, nosotros debemos de pelear — aclaró rápidamente al ver las caras de sorpresa ante aquel pedido —. No se separen, pueden usar cualquier tipo de magia, el enemigo es poderoso y no dudará en cortarles la cabeza. Recuerden que tienen el poder de invocar dos auras más, por lo que deben usarlas sabiamente, luego de ello, puede que caigan desmayados.

 

Caminó por entre los árboles hasta llegar a un claro que daba al borde de aquel río al cual sus pupilos ya se habían enfrentado. Permaneció alerta, pues ella también debía de actuar. No era de inmiscuirse demasiado en los asuntos del pasado y mucho menos en los del futuro, pero aquella visita la había planeado mucho antes de saber que tendría alumnos en aquella ocasión, así que ¿por qué no aprovecharlos para que la ayudaran y de paso aprendieran el uso real de los hechizos del libro?

 

—Aquí vienen — exclamó rápidamente, colocándose en posición de combate —. Nos dividiremos los enemigos en tres partes, serán muchos, pero no suelen ser los más habilidosos. Aunque entre ellos debe encontrarse alguno que pueda llegar a complicarles las cosas, es a ellos a quienes deben derrotar principalmente. Confío en ustedes.

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-¿Pero qué haces Mei?- preguntó Thomas en cuanto notó que su líder había utilizado, nuevamente, la fuerza de aquella energía verde fosforescente (antes invocada por la morena) en su contra; a pesar de que él mismo había optado por cubrirle como aliada con el manto de poder para que ambos recuperasen lo que Runihura les quitó segundos antes. -¿Es que no piensas ayudarme?- le susurró al oído a continuación, demostrándole cierta molestia que mitigó el cansancio y la fatiga que ya sentía tras haber hecho uso de su aura previamente. -¡Auch!- se quejó el muchacho apenas sintió el golpe en su cabeza producto del trastazo que la guerrera le brindó gratuitamente con su Vara de Cristal; a ciencia cierta sus motivos y razones personales ante tal acto se debían a la imprudencia del extrovertido adolescente; nada raro para el comportamiento de un sagaz joven inexperto como Elros. -Está bien maestra, lo siento- se disculpó, a su vez se sobaba el punto exacto del impacto contra su cráneo; reflexionando en que quizás en el mañana amanecería con un chichón que tendría que bajar su madre con un buen bulto de hielo.


<<¿Un escenario especial? ¿Una batalla?>> fue lo que pensó de manera espontánea luego de las explicaciones y nuevas directrices que la clase tomaría; instaurando en sus ojos un peculiar brillo que sólo denotaba el grado de exaltación y emoción que sentía. Todo parecía estar muy silencioso en medio del desierto Uzza, y el frío calaba sus huesos con mayor penetración en relación a un comienzo de dicha aventura; así que en cuanto Runihura abrió el portal que los trasladaría; únicamente recordó a Anne en sus pensamientos, a sabiendas de que la directora ya no sería parte de su vivencia debido a la timidez que le absorbió.


-¡Maravilloso!- exclamó, sonriendo al percibir el cambio temporal que habían experimentado tras cruzar la brecha que la tiferim hizo de su puerta de entrada a lo que parecía ser un paraíso natural teñido de verde. Tal parecía ser que él no era el único que gustaba de burlar las limitaciones que Cronos establecía en sus reglas; pues viajar y abusar del tiempo no era un juego de niños, por sobretodo en el punto que resaltaban los cambios que se podían producir y que alterarían el correcto funcionamiento del presente a cual pertenecían. -¿Quiere interferir en una guerra? Pero maestra... Eso va en contra de las leyes. Usted sabe que podemos provocar cambios irreparables ¿No es así Mei?- le dijo a su amiga tratando de buscar apoyo en ella; aprovechando de contemplar de frente el semblante de asombro que la argentina traía consigo. Pero, al ver que Runihura no tenía intenciones de responderle y que ya tenía programado ese evento desde antes (al juzgar su actitud de manera imparcial); no le quedó más remedio a Gryffindor que acatar las órdenes de su profesora y encaminar su andar hacia el área que había delimitado mentalmente como su refugio de combate para hacer frente a los vikingos que osaran en enfrentarle.


Rápidamente y tras oír de la Uzza que ya se aproximaban los enemigos, Thomas se transformó en un simpático mono araña que ascendió hasta la copa de un árbol para corroborar la información; y posterior a ver una enorme horda nórdica acercándose a pasos agigantados, se lanzó hasta el piso a través de un salto ligero que se concretó con las fuertes pisadas del animago ya hecho hombre. -¡Todos listos!- vociferó apuntando con su Vara de Cristal en dirección norte; y en cuanto una decena de sujetos se abrió paso por los frondosos arbustos, se decidió a atacar sin vacilaciones. -Aura del Escudo Fantasmal- musitó con fuerza, agotando gran parte de sus energías con aquella acción. Fue así que muchos espectros translúcidos invadieron el campo de contienda, provenientes del temido ejército danés de la era del rey Wessex Alfredo I "El Grande", los cuales estaban destinados a proteger, no sólo a Mei y al chico de los cabellos ondulados de fuego, sino que también a la Uzza malcriada y algo obstinada.


Varias bestias que acompañaban a los salvajes quedaron insaciables de sed de sangre; instante que Elros aprovechó para embestir con tal brutalidad que logró asombrarse de sí mismo y de sus capacidades bélicas. Todas las criaturas se recubrieron de una capa de hielo que se plasmó en ellas de forma espontánea (pues el rayo de las Semillas no había salido como tal debido al uso de la Vara de Cristal de Thomas); obligando a los nórdicos a descender de ellas ante el temor de ser tragados por lo gélido que era el aire que se respiró en sus pulmones tras verse rodeados de esculturas congeladas. -¡AHORA!- fue lo que gritó el veinteañero, desviando su mirada esmeralda hacia Delacour para que atacara sin piedad alguna... Era su oportunidad.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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No es que no quiera ayudarte, es que…

 

Pero antes de que pudiese terminar la frase, la Uzza ya había actuado, mostrando el descontento que Mei había alcanzado a notar en cuanto Thomas fue por su parte, realizando otro hechizo diferente al mostrado de forma algo “atrevida”. Mei hizo un gesto de dolor al ver el golpe que le propinaba, pero luego tuvo que contener una risita por lo bajo ante la escena graciosa que se daba frente a ella.

 

Luego de ello Runihura volvió a su posición y les explicó rápidamente lo que sucedería a continuación, o más bien, lo explicó lo más escasamente posible debido a las prisas que tenía, pues al cabo de unos minutos abrió una porta en el espacio que había entre la guerrera y ellos dos. No tardó en obedecer a las órdenes que le iban indicando y atravesó el portal, oyendo la pregunta que el Gryffindor le planteaba a la Uzza, pero que ella parecía no estar dispuesta a responder.

 

Supongo que no alterará el futuro, de todas formas los escandinavos a pesar de apoderarse de gran parte de la isla de Gran Bretaña, al cabo de unos años fueron derrotados — respondió, meditando momentáneamente acerca de ello, recordando vagamente algo de la historia referido a ello.

 

Sacándola de sus divagaciones, la Uzza anunció que una horda de enemigos llegaría de un momento a otro y que se dividirían a los enemigos en tres partes, todo ello luego de llegar a un claro enorme y con una ubicación casi estratégica. El río, a pesar de llevar poca corriente, seguía siendo grande y al hallarse ellos tres cerca del mismo les daba un tope para evitar ser atacados por la espalda con facilidad y, a su vez, una ruta de escape rápida.

 

Bien, se trata de una batalla, por lo que no podemos andarnos con amabilidades — dijo en voz alta, adoptando una postura más erguida a pesar de su baja estatura, mientras su semblante mutaba a uno con mayor seriedad.

 

Thomas fue quien dio el aviso y fue cuando giró levemente a un lado, para percatarse que había algunos atacantes que venían por el flanco derecho, justo después que el Gryffindor atacara a los animales que traían consigo los escandinavos.

 

Oyó la señal del muchacho, sí, por lo que rápidamente invocó su Vara de Cristal, por lo que su varita creció, convirtiéndose de un material cristalino color rojizo, y adquiriendo una forma de un ave que agitó las alas antes de permanecer quieto al solidificarse y tomar la forma de un fénix junto a un pequeño martillo próximo a él.

 

¡Terreus! — exclamó, haciendo que por efecto de la vara de cristal, la tierra alrededor de los atacantes que acababan de aparecer cobrara vida de inmediato, atrapándolos hasta la altura de la entrepierna y solidificándose, dejándolos tiesos en el lugar.

 

Flechas de fuego pensó, saliendo de la vara en dirección a uno de los que se hallaba atrapado por el terreus pero que luchaba para librarse.

 

Aura de Confusión pensó a continuación, liberando neblina gris alrededor de todos aquellos atacantes que estaban apareciendo por detrás de la primera camada, quedando bajo el efecto del aura y viéndose atontados y lanzando aguamenti a en vez del hechizo original.

 

Bajó la vara un momento, sintiendo el enorme peso de ésta que le indicaba que no podía usarla por aquel instante, además del efecto que tenía el invocar un aura justo después. Aprovechó para echar una mirada de reojo y ver cómo les iba a los otros dos. La guerrera no tenía problemas en absoluto, incluso propinaba algunos buenos puñetazos a aquellos que no llevaban varita, mientras que Thomas se las arreglaba bastante bien.

 

De pronto, una enorme sombra cubrió el soleado cielo junto a un poderoso viento que comenzó a azotar sus rostros, lo cual le extrañó, haciendo que levantara la mirada.

 

¡¿Pero qué?!

 

Allí arriba, en las alturas, no uno, sino dos colacuernos aparecieron, montados cada uno por un jinete distinto. ¿Serían aquellos los magos de los cuales debían tener cuidado? Tal vez, ya que no cualquier mago es capaz de utilizar aquellas criaturas mágicas con tanta facilidad, aun incluso en el futuro del cual ellos provenían.

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