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Libro de las Auras


Runihura
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La pregunta no tardó en llegar. Sabía que preguntaría el motivo del porqué de aquella decisión, sabiendo que, por el simple hecho de hallarse allí, ya se exponían a un peligro. Las mantícoras eran seres salvajes, que si bien muchos las comparaban con las esfinges, en realidad las primeras no eran para nada pasivas cuando se encontraban de primeras a un humano. Las mantícoras no esperarían a la respuesta correcta o incorrecta de un acertijo, ellas atacarían sin más.

 

―Los magos ingleses no pueden vivir sin el más mínimo atisbo de magia ― comentó, sonriendo cual niña que se divertía, para cambiar su rostro a uno más serio en cuestión de segundos ―. Por el momento sólo puedo decirte que es preferible que mantengamos nuestras energías y magia intacta. Puede llegar a ser necesario.

 

Dio otro sorbo de agua y sin más, comenzó a dar una vuelta, en busca de aquel lugar probable donde encontrar la entrada. No se alejó demasiado, por lo que alcanzó a oír que su alumna la llamaba.

 

―Nos encargaremos de ellas, en la medida que mejor nos sea posible ― respondió, dejando lugar a la imaginación de Anne.

 

Runihura era una guerrera, por lo que no dudaba en matar a alguien cuando era necesario. Lo había hecho en el pasado, pero esa era la última de sus opciones, si existían otras previas las cuales llevar a cabo lo haría. Pero tampoco titubeaba al momento de deshacerse de algo o alguien si se daba el caso. Pero no sabía cuál era la postura de Gaunt en esa situación, sabía que ella tenía una cultura totalmente diferente a la suya, y a pesar de haber tenido pocos alumnos hasta el momento, cada uno había tenido posturas distintas al respecto.

 

Se detuvo entonces al oír que la llamaba, por lo que rápidamente se volteó y se dirigió hasta donde se encontraba. Observó lo que parecía ser una entrada improvisada a una cueva subterránea en el límite de las solitarias montañas.

 

―Sí, es probable que sea la entrada…

 

Anne fue la primera en ponerse en marcha, no sin antes comprobar qué tan profundo era aquello, algo inteligente de su parte. Mientras ella se preparaba para bajar, Runihura la observó a la vez que rebuscaba algo en el bolsito que tenía. Tardó un poco en encontrarlo, y en cuanto tuvo en su mano un frasquito con una poción de un color bastante particular, cerró el bolsito, se colocó el frasquito entre los dientes, se llenó las manos con la arena que había alrededor y sin más, comenzó el descenso por la cuerda.

 

Poco a poco fueron descendiendo por la cuerda, y en ocasiones trataba de estabilizarla colocando los pies contra la pared cuando el viento exterior producía aquel movimiento. Al cabo de unos buenos minutos echó un vistazo hacia abajo al oír un ruido por debajo, notando que Anne había llegado sana y salva al suelo. No faltaba mucho.

 

―¡Ah! Al fin ― dijo en cuanto cayó al suelo, levantándose y sacudiéndose la ropa a la vez que se sacaba de la boca el frasquito ―. Bien, por ahora ha terminado la parte física. Verás, habitualmente en mis clases hago que los alumnos practiquen previamente un aura antes de llevarla a combate o algo similar, pero este caso es muy diferente, la práctica verdadera la llevaremos a cabo frente a las mantícoras. Así que toma, bebe la mitad esto ― esta vez no se lo lanzó, sino que estiró el brazo y dejó ver en su mano el frasco con un líquido color plata apenas visible, esperando a que Anne lo cogiera.

 

»De aquí en más usaremos la magia, pero te lo advierto: el uso de las auras consume una cantidad muy grande de energía mental y corporal, por lo que habitualmente sólo se puede hacer una durante largos períodos de tiempo. Pero con esa poción podremos hacer dos cada una, o incluso tres. Pero no te aconsejo que llegues a la tercera, a menos que desees caer inconsciente ― advirtió, notando que Gaunt miraba el frasco ―. ¿Has traído el libro? Como te encuentras en proceso de aprendizaje ya podrás leerlo para saber cómo realizar los movimientos de varita para invocar una, sería bueno que le des una ojeada mientras vamos en busca de las mantícoras. Si tienes dudas con alguna de ellas puedes preguntarme. Mantén la varita a mano, por cualquier cosa, de ahora en más podrás defenderte como veas mejor.

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El descenso comenzaba a agobiarla. No porque el esfuerzo físico le resultara agotador (había sido mucho peor el tema de correr), sino porque le agobiaban los espacios cerrados. Le gustaba más estar en lugares altos o al aire libre. Pero no dijo nada, bastante tenía con pensar en una mantícora (o varias), y lo que podría hacerles si no estaban preparadas para combatirla. Aún así se sentía segura porque confiaba en su poder mágico, y más aún en el de la guerrera Uzza que ya descendía tras ella.

 

Una de las veces que miró hacia abajo se percató de que ya le quedaba poca distancia hasta el suelo, por lo que se soltó y cayó sobre la punta de los pies, flexionando luego las piernas para amortiguar la caída. Se incorporó enseguida y observó a Ruhinura culminar su propio descenso. Mientras ella se sacudía la ropa, Anne hizo lo propio aunque con poco brío. Le importaba más bien poco la apariencia de su ropa, estaba más centrada en observar su alrededor para evitar sobresaltos innecesarios. La voz de la mujer la sacó de su estado.

 

Espera, ¿qué? ¿Que no hay clase teórica y vamos directamente a la práctica? Pero... pero... —calló al ver que Runihura le pasaba un frasco y lo tomó, dudosa. Lo examinó de reojo—. Pero yo no estoy preparada aún para usar el poder de las Auras.

 

Volvió a guardar silencio mientras seguía escuchando las explicaciones de la guerrera. Cuando habló del libro, hizo un gesto con la mano indicándole que esperara un segundo y abrió su mochilita.

 

Accio Libro de las Auras.

 

Tras unos instantes de espera, el libro emergió del interior de la mochila y Anne lo tomó, mostrándoselo a Runihura mientras ésta terminaba de darle indicaciones. La Gaunt tragó saliva, cada vez le gustaba menos el plan de la Uzza. Aún así, sabía que ya no podía hacer nada por remediarlo (porque echarse atrás no era una opción existente para ella), por lo que abrió el frasco que le había dado y bebió el contenido de golpe. Se guardó el frasco por si debía devolverlo luego y tomó el libro con la mano derecha para dejar la izquierda con la varita.

 

Pues te sigo, maestra, mientras echo un ojo a las explicaciones del libro —le dijo entonces, situándose tras la guerrera. No tardó en enfrascarse en la lectura, empapándose de cada término y explicación, mientras caminaba lentamente tras la Uzza. Hasta que se atascó en la lectura—. Maestra guerrera, no entiendo lo referente al Aura del Escudo Fantasmal. ¿Cómo funciona exactamente? ¿Y cómo sabes qué fantasmas estás invocando? ¿Y cómo se invoca, ya sea ésta o cualquier otra? Esa parte no me ha quedado cla...

 

Guardó silencio cuando escuchó una especie de golpe cercano al lugar donde estaban ellas, aunque no veía nada fuera de lo normal. ¿Había sido producto de su imaginación o estaban a punto de meterse en problemas? Por si acaso, asió la varita con más fuerza que antes y miró a Runihura, esperando que le explicase cómo debía usar aquellos poderes. Entendía cómo funcionaban todos, salvo lo que había preguntado, o eso creía ella. Pero no sabía cómo invocar las auras, ni verdaderamente si le serviría de algo a la hora de combatir a una mantícora.

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Runihura no sonreía aunque la expresión de sorpresa de la muchacha hubiera sido un gran motivo para hacerlo, cuando preguntó si pasaba directamente a la parte práctica sin la teoría. Tomó el frasco que le había ofrecido, se mostró reacia a hacerlo porque no se sentía preparada. Eso lo desaprobaba; estaba preparada, el miedo a avanzar era peligroso si no llegaba a dominarlo. Es por eso que insistió en un leve movimiento de su mano para que sacara el Libro de las Auras, tal como le había pedido.

 

- Agotarás tu energía antes de tiempo si te preocupas tanto, muchacha. Como dije antes, el uso de las Auras comporta un gasto extraordinario de energía, tanto física y mental. Y, en este pozo, no tendrás tiempo más que de actuar, si quieres salir al exterior. ¿Estás lista? Tenemos visita y es de las que no pregunta antes de atacar.

 

La Uzza parecía una chiquilla no mayor de 13 años, una apariencia que no reflejaba al ser Guerrero que llevaba dentro y que demostraba en cada acción que tomaba. En aquel momento estaba bien atenta al susurro que crecía cerca de ellas dos. Aunque sabía que no había peligro, no mientras ella estuviera cerca, siempre hay un momento de incertidumbre en la que no sabes qué puede hacer quien te acompaña. Prefería estar alerta e intervenir si era necesario. Sus ojos eran afables y divertidos en otras circunstancias, cuando no tenían el olor de la Muerte acercándose a ella. No sentía miedo pero sería una imprudente si no reconociera las situaciones de peligro y no tuviera su mente preparada para ello. Por eso era la Uzza de las Auras, por el dominio de cuerpo y mente que precisaba para que aparecieran y doblegarlas a su voluntad.

 

Y esto era algo que debieran aprender todos los magos de aquella escuela londinense que venían a implorar sus clases.

 

- El Aura del Escudo Fantasmal invoca el aura de los fantasmas que precises para protegerte, a ti y a quienes te acompañen, en una batalla. Puedes invocar los que necesites con un máximo de tres, pero sería necio hacer que surgieran menos, ya que te serán de gran ayuda en la Guerra. Tú decides quienes surgen de tu varita, es una decisión tuya particular que no variará el resultado. Quiero decir con ello que puedes invocar al Mago más Poderoso que hayas visto y estará a tu lado, como un escudo de protección. Sin embargo, una de mis anteriores alumnas invocó la presencia de un payaso, algo que suena bastante ridícul0 y, sin embargo, funcionó. Eso se debe, sencillamente, a que tu mente ha de sentirse cómodo con el fantasma que quieres que te defienda y que sabes que lo hará. Si tú te sientes segura con ese fantasma concreto, sea de quien sea, lograrás invocar esa Aura sin problemas.

 

Los alumnos que había tenido hasta ahora no le habían sorprendido (excepto, tal vez, el fantasma del payaso) con la elección de los fantasmas: magos famosos, hechiceros de leyenda, incluso una madre protectora habían surgido de sus varitas cuando habían estado preparados.l

 

- Recuerda, es tu elección, la que te produzca una sensación de protección o un espíritu positivo para poder obligarlo a surgir de tu varita. - Ruhinura exhibió su propia varita de cristal. - El fantasma no tendrá el poder de su presencia viva sencillamente porque es un ente. Pero no le menosprecies por no poder mover la varita e invocar grandes hechizos. Su poder es tal que cuando pronuncies el Aura del Escudo Fantasmal, éste aparecerá y te protegerá a ti y a tus compañeros de cualquier rayo, hechizo, invocación, efecto; nada penetrará a través de él y estarás segura. Incluso, y aplícalo ahora, si quieres, parará a una criatura de cualquier grado de peligrosidad, sin que tú pierdas ninguna oportunidad de lanzar tus propios hechizos. Aunque, si también es tu decisión, no necesariamente protegerán al invocador sino a quien tú decidas...

 

La Guerrero Uzza empezó a mover la muñeca y la mano en unos giros complejos que acompañó con movimientos de su propio cuerpo. La varita de Cristal brillaba en la poca luminosidad de aquel pozo y daba la sensación que ella misma era un aura que flotaba ante los ojos de ambas. Aunque debiera estar completamente callada y concentrada en los movimientos arduos que servían para invocar las Auras, Ruhinura tenía tan aprendida la técnica que fluía de ella y podía entretenerse en seguir con las explicaciones a su pupila:

 

- No es una protección permanente, sin embargo, ya que sólo pueden usarse contra un ataque. Elige bien el momento de invocarlo porque es inmediato a su aparición y no puedes decidir guardar el uso del Escudo Fantasmal para más tarde. Es por ello que debes aprender a invocarla pero también a utilizarla.

 

Runihura siguió "danzando" delante de ella para demostrarle la compenetración de la mente con el movimiento de su cuerpo y paró justo al instante que podría salir la invocación.

 

- Pronuncia el Aura que quieras justo en este instante y te saldrá bien - añadió en tono afectivo. - ¿Estás preparada? Porque se viene encima...

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  • 2 semanas más tarde...

Anne escuchó las explicaciones de la guerrera con interés. Y tanto, si le iba la vida en ello. ¿Por qué las clases de los Uzzas siempre conllevaban peligro de muerte? No iba a entenderlo jamás. Pero tampoco se acordaba cuando se inscribía, porque en el fondo solo le preocupaba cuando se hallaba metida hasta el cuello en problemas. Como era el caso.

 

Pero maestra... —vaciló durante un momento, pensando en su explicación sobre el aura del escudo fantasmal—. ¿Cómo sé qué aura es más útil según el caso? Porque ahora mismo no se me ocurre cuál puede ayudarme cont...

 

Las palabras murieron en su boca cuando un golpe sordo resonó en lo que fuera que había más allá del lugar en el que se encontraban. Incómoda, Anne dio un paso atrás y comenzó a mirar a su alrededor mientras Runihura seguía tan tranquila, explicándole algunas cosas más sobre el aura del escudo fantasmal. ¿Serviría también para deterner a una mantícora asesina? Estuvo a punto de preguntárselo directamente, pero se calló al ver que ahora comenzaba a realizar unos movimientos que, al principio poco a poco y después con mayor velocidad, cambiaron el ambiente que las rodeaba. Se respiraba magia, como si ésta fluyera por los poros de la guerrera mientras realizaba aquella especie de ritual. Anne no dejaba de maravillarse por el poder mágico de aquellos extranjeros mientras escuchaba más indicaciones, que venían acompañadas de aquella mágica danza.

 

Al alcanzar un punto concreto, Runihura se detuvo y la animó a pronunciar la invocación de un aura en aquel momento aprovechando el momento que ella había preparado porque se les venía algo encima.

 

— ¿Eh?

 

No pudo evitar que el sobresalto le hiciera reaccionar en voz alta. Se había quedado tan anonadada con los movimientos de la guerrera que casi había olvidado que estaban en un pozo de un lugar perdido del mundo, en mitad del desierto, que servía de guarida para una mantícora. O para varias. Y ella estaba aprendiendo una magia que aún no había probado. Y las mantícoras eran inmunes a casi todos los hechizos. Y la guerrera parecía tan confiada que, posiblemente, se aventurase a dejarla sola para probar su valor y su habilidad. Aquella idea la disgustó de inmediato, aún recordaba la clase con Badru....

 

Maestra Runihura, con todos mis respetos, no me gustan los experimentos en los que los alumons nos quedamos solos ante el peligro. Usted me va a ayudar, ¿cierto? —preguntó, con un tono entre el temor y la ansiedad poco habitual en ella. Jamás se había enfrentado a un ser como aquel, pero había leído mucho sobre lo que eran capaces de hacer. La aterraba la idea de ser derrotada en aquel lugar, sin poderse defender.

 

Entonces recordó las palabras de la Uzza: la energía se gastaba con más rapidez si te preocupabas demasiado. Debía utilizar su energía, tanto la física como la mental, debidamente para no malgastar ni un ápice. Con aquel nuevo pensamiento solapando lentamente los anteriores, se giró para observar lo que las rodeaba a pesar de la escasez de luz. No había nada a su espalda, los únicos caminos eran el que ellas habían usado para entrar y el que había enfrente, por donde vendría la mantícora, o lo que fuese. Así que tenían poco que hacer, salvo prepararse para un muy posible ataque. Se escuchó un golpe más, algo más cercano, y le pareció escuchar el sonido de una especie de arrastre por el suelo. Y luego, un repentino silencio.

 

No le dio tiempo a prácticamente nada. Ni siquiera pudo ver bien a la criatura, pero sí lo suficiente para ver que era enorme y que quería matarlas.

 

Aura del Escudo Fantasmal.

 

Fue inmediato. Surgieron tres entes ante ella que la dejaron prácticamente petrificada. Primero porque ni siquiera se había planteado si lo conseguiría. Segundo por haberlo conseguido. Y tercero... no había pensado en nadie en concreto, pero ahí estaban las tres figuras. La primera de ellas era el fantasma de un hombre fornido de mandíbula ancha y mirada profunda, de esas que te intimidan si intentas mantenerla. Se trataba de un amigo de su padre que los había acompañado en diversos viajes cuando ella era pequeña. Ni siquiera podía recordar su nombre, pero sí la sensación que siempre había tenido sobre él de que era una especie de guardaespaldas. A lo mejor lo había sido verdaderamente y ahora estaba allí para protegerla también. La segunda figura era una mujer posiblemente más poderosa que el anterior, una de las antiguas co-directoras de Hogwarts de las que todos habían oído hablar siendo niños, Mynerva McGonagall. El tercer ente, estirado, elegante y de mirada desafiante, era un joven Tom Riddle, su antepasado y creador del bando al que ella servía con fervor, además del mago más brillante y poderoso de todos los tiempos desde su punto de vista.

 

El aguijón de la mantícora caía ya cuando el primero de los fantasmas recibió el golpe por ella. Tal y como le había indicado Runihura, estaba a salvo tras el ente. Además, otro de los fantasmas estaba cerca de la guerrera por si ésta necesitaba protección, aunque Anne sabía que no era el caso.

 

— Bien, excelente práctica, ¿y ahora qué hacemos? ¿Qué hechizo hay útil contra una mantícora, maestra? Bueno, probemos... —mientras preguntaba a la uzza, recordó la definición de un hechizo que había aprendido en un libro anterior. «Semillas de hielo», pensó, con la varita firmemente agarrada. Un viento helado surgió de su varita y cubrió a la mantícora. Según el libro, paralizaría cualquier criatura durante unos instantes pero claro... la mantícora no era una criatura cualquiera, y no sabía si iba a funcionar. Sólo le quedaba esperar que Runihura no se desentendiese de ella.

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  • 2 semanas más tarde...

Comencé a fruncir el ceño cuando la bruja frente a mi seguía indecisa sobre lo que debía de hacer, formulando preguntas una tras otra que no tenían relación con el uso de las auras como mi implicación en la ayuda para defenderse de las criaturas que estaban comenzando a salir, atraídas por mi cuando realicé un conjuro antiguo para que dejaran de esconderse en aquel sitio y terminar con esa amenaza antes de que todo resultara más complicado.

 

Para mi suerte aquellas criaturas comenzaron a aparecer en aquellos momentos y no quedaba espacio para la duda, la joven bruja comenzó a realizar el aura con ciertas dificultades debido a la poca concentración que estaba realizando, algo normal en el primer intento de cualquier persona común. Un simple movimiento de mis brazos hicieron que un puño de arena surgiera del suelo para golpear a un par de estas bestias que se acercaban peligrosamente a nuestra posición, claro, no dejaría que alguna de las dos muriera por el simple hecho de venir a salvar la vida de otras personas, no cabía en mi mente esa posibilidad.

 

Ahora la bruja estaba, ¿descansando? Sí, todo indicaba que para ella esa parte de la práctica había terminado por lo que, en seguida, volví a manipular el puño de arena para que se convirtiera en dos más y detuviera a las mantícoras más cercanas que aparecieron detrás de las primeras. Eran siete bestias furiosas, enojadas por caer en una trampa y aunque eso me producía cierta satisfacción todavía no podíamos darnos un respiro, seguíamos en medio de la batalla.

 

- ¡No te detengas, - pronuncié con fuerza mientras seguí defendiéndome de las bestias en lo que su escudo fantasmal se desvanecía por la poca fuerza de su invocación - concéntrate y aprovecha para realizar otra aura!

 

Esperaba de verdad que pudiera actuar de manera rápida y ágil, ella sabría muy bien la que podría necesitar en esos momentos para escapar del problema. ¿O era yo la que estaba equivocada?

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Las palabras de la guerrera uzza la pillaron por sorpresa. ¿En serio le indicaba que no se detuviera después de que no le había explicado prácticamente nada durante la clase? Solo habían ido hasta allí a combatir un montón de criaturas que, verdaderamente, no eran problema suyo. Mucho menos de la Gaunt, que se había visto envuelta en aquel lío solo porque Runihura había tenido que realizar la misión. Si es que aquello podía llamarse así.

 

¿Que no me detenga, dices? ¡Pero si no sé qué tengo que hacer, maldita sea! —le respondió con evidente enfado. Vio cómo ella hacía algo con la arena del lugar para mantener a raya a las mantícoras, que ahora eran siete. ¿De dónde había salido tanta criatura y por qué tan de repente? Estaba tentada de dejar a la uzza allí sola y renunciar a aprender aquellos poderes que, al parecer, no tenía interés por explicarle y enseñarle. Pero recordó el gasto que había supuesto la clase y también lo que perdería al no saber utilizarlo... no, eso no podía permitirlo.

 

Se concentró del mismo modo que había hecho anteriormente basándose en lo que había leído en el libro de las Auras. No podía hacer mucho más, ni tampoco sabía qué sería lo mejor en el caso que se le presentaba. Pero había visto una interesante, quizás pudiera servirle para el momento.

 

Aura de Poder.

 

De la varita de la Gaunt surgieron de repente una lluvia de estrellas blanquecinas. Suponía, pues, que el aura estaba conseguida. La única forma que tenía de comprobarlo era ahora intentando realizar un hechizo que le estuviera vetado sin el aura.

 

Expectro Protego.

 

La invocación creó una oscuridad que empezó a tomar forma hasta que adoptó la silueta de un enorme lobo que hizo frente enseguida a la mantícora más cercana. Además, la Gaunt apuntó a otra que se les estaba acercando más de la cuenta. «Confundus», pensó. E inmediatamente, la criatura frenó en su avance entorpeciendo también a la que la seguía. Luego miró a la guerrera de soslayo, que también parecía atareada. O quizás no, tampoco se la veía especialmente preocupada.

 

No me pidas más concentración de la que tengo, porque bastante difícil es estar en esta situación sin saber lo que debes hacer como para encima exigir mucho más —le dijo, con tono un poco más calmado que el que había empleado anteriormente para dirigirse a ella. A pesar de eso, seguía bastante preocupada por la situación que las envolvía, prefería una clase un poco más clásica que aquella aventura disparatada. Pero tenía que hacer frente a las circunstancias actuales, claro estaba. La idea de dar un paso al costado había desaparecido ya por completo.

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Miré a la bruja inglesa cuando estalló presa de la desesperación del lugar y observé con cierto recelo la manera en que intentaba invocar el aura sin realmente ponerse a pensar lo que conllevaba el uso de los poderes, como todas las personas mágicas de su pueblo, simplemente creían que por repetir palabras las cosas sucederían bajo su orden y comando. No podía exigirle más en esos momentos, no estaba lista.

 

Sin decir palabra alguna convertí mi varita en una vara de cristal para golpear el suelo con ella mientras colocaba una rodilla sobre el mismo, al instante un golpe de fuego salió directamente contra cada una de las mantícoras que se encontraban cercanas a nuestra posición evitando con precisión que la aprendiz resultara herida. Sí, desde el principio pude solucionar el pequeño inconveniente, podía utilizar cualquiera de los poderes de los Uzza a mi favor sin darle una simple oportunidad a la bruja que me acompañaba de ponerla en verdad a prueba... una prueba que no estaba lista, ahora me daba cuenta de ello.

 

Seguí sin hablar cuando me giré hacia ella y con un simple movimiento de mi cabeza la indiqué que me siguiera, regresaríamos hasta el oasis para entregar la noticia de que su problema había quedado resuelto. Durante todo el camino me mantuve en silencio, entregamos las buenas noticias y salimos de aquel lugar para crear nuevamente un fulgura nox, esperé a que lo atravesara primero mi acompañante hasta llegar a la Plaza del Árbol de Fuego.

 

Me senté con cuidado sobre mis piernas recargada al árbol mientras le clavaba la mirada preguntándome si su aspecto físico era en realidad el suyo, claro, por su habilidad como metamorfomaga, porque entonces su musculatura sería un engaño ya que contaba con el hecho de que era más que una bruja, que tenía algún tipo de entrenamiento en batallas. Odiaba equivocarme de esa manera.

 

- Esta no es una clase, es un entrenamiento. - Al fin hablé, cuando el tiempo había sido el suficiente para reflexionar sobre lo que había ocurrido. - Venir preparada es parte del aprendizaje, conocer al menos en teoría lo que hace cada uno de los poderes escondidos en el libro de las auras es solo el comienzo, ¿es verdad que quieres utilizar correctamente los conjuros? Entonces responde, ¿por qué crees que te llevé a entrenar a ese lugar?, ¿cuál es el secreto de las invocaciones de las auras?, ¿cómo es que funcionan en las situaciones de batalla? Piensa bien tus respuestas, quizás sea tu última oportunidad en esta ocasión para poder continuar con el entrenamiento adecuado.

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En una demostración de destreza mágica, la guerrera uzza se encargó de todas las mantícoras al mismo tiempo. Anne enarcó una ceja y la miró, estupefacta. ¿Para eso tanta tarea? Encima ahora la tacharía de inútil a ella, por supuesto, en lugar de asumir sus propios problemas a la hora de enseñar...

 

La siguió en silencio hasta el oasis, donde explicó a los lugareños que el problema de las mantícoras estaba resuelto. Y luego creó un portal, presumiblemente para regresar hasta el Ateneo. Anne lo atravesó sin mirarla ni siquiera.

 

Ambas aparecieron en la plaza del Árbol de Fuego. La Gaunt había estado allí otras veces, pero hacía mucho tiempo desde la última. Vio cómo Runihura se sentaba con la espalda pegada al árbol y ella decidió hacer lo mismo pero justo frente a su maestra, quien comenzó a hablarle con tono neutro. Parecía que había quedado atrás todo el estrés del desierto. Cruzó las piernas en el suelo y apoyó las manos en el suelo mientras oía la voz de la guerrera y pensaba en lo que decía. Finalmente, llegó la hora de responderle.

 

Sé que es un entrenamiento, y sabía que sería duro. Pero una cosa es saber eso, y otra muy distinta afrontar una misión, lección o entrenamiento, como queramos llamarlo, sin recibir explicación alguna sobre los poderes que he venido a aprender —le respondió educadamente—. Vine preparada, siempre estoy preparada. Me puede pillar de improviso, de acuerdo, pero estoy preparada para lo que sea necesario —añadió. Luego pensó en las preguntas que le había realizado—. No sé porqué me llevaste a ese lugar, quizás porque querías ponerme a prueba. Creo que entiendo cómo funcionan las auras, pero no sé cómo debo invocarlas correctamente, ni tampoco entiendo del todo cómo puedo sacar ventaja con ellas en un enfrentamiento. Al fin y al cabo, sirven para eso, ¿no? —preguntó, aunque no estaba segura de si estaría explicándose debidamente—. Según leí en el libro atropelladamente en el pozo, las auras sirven para todo el conjunto, no solo para mí. Quien luche conmigo se verá beneficiado de este poder, ¿estoy en lo cierto? De ser así, comprendo porqué me equivoqué al conjurar el primer aura. Pero no sé si con esto me estoy acercando a lo que quieres que responda, guerrera Runihura —terminó diciendo con sinceridad. Comprendía que necesitaría un poco más de tiempo para aprender, pero si aquella alocada aventura les había servido para entenderse un poco mejor, entonces había merecido la pena.

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Mostré una sonrisa en mi rostro juguetona, propia de una niña de once años, mientras escuchaba la respuesta de la bruja notando demasiada tensión y angustia en su tono de voz, en verdad le preocupaba el hecho de contestar con la respuesta correcta más que con la seguridad de sacar la información de su mente, de su pecho, de sus mismos miedos inclusive. No, no estaba lista para enfrentarse en una batalla como cualquiera en la que hubiese estado pero es que realmente su raza era demasiado suave y tierna en ese aspecto.

 

Acaricié con el dorso de mi mano el tronco del Árbol de Fuego mientras retomaba mi discurso, el entrenamiento debía de continuar con la nueva información que recibía.

 

- Necesitas extender tu poder mágico fuera de tu propio cuerpo, sentirlo crecer desde el interior de tu ser hasta golpear el aire a tu alrededor mientras crece y explota su fuerza. - Coloqué la otra mano en mi pecho mientras cerraba los ojos. - Las auras son justamente eso, el resultado de nuestro crecimiento mágico sobre las cosas que nos rodean y por ello su limitante en cada enfrentamiento en el que nos encontramos: es agotador expandirnos de esa forma.

 

Tomé suavemente la mano de la bruja y se la llevé a su pecho mientras cerrara mis ojos esperando que ella hiciera lo mismo con los suyos.

 

- Debes de tener primero una tranquilidad espiritual si quieres controlar las auras, - mis palabras podrían sonar duras la mayoría del tiempo, inclusive sin muchos sentimientos, pero en esos momentos podría notarse solo un poco mi verdadera edad que hablaba a través de la experiencia - los poderes que te brindan resultarán tan naturales después de eso que te sorprenderás de no haberlas realizado anteriormente. Inténtalo, concentra tus energías e invoca el aura de la muerte...

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Que Runihura sonriera ante su respuesta estaba un poco lejos de relajarla. Pero no vio burla como tal en su mirada, por lo que decidió intentar relajarse para mostrarse un poco más receptiva ante sus palabras. Habían empezado con mal pie, de acuerdo, lo comprendía. Pero ahora estaba en su mano recuperar el tiempo perdido y aprender al nuevo ritmo que imponía su maestra. Ella estaba dispuesta a cualquier cosa, por supuesto. Excepto a perder el tiempo.

 

La observó mientras rozaba el árbol y se ponía una mano en el pecho explicándole cómo debía trabajar aquella magia. Entendía el enorme gasto de energía que suponía pero claro, empezaba a comprender del mismo modo lo poderosas que resultaban las auras y el porqué de su poder. Dependía de cada mago, de la concentración y fuerza que éste tuviera. Dejó que Runihura le tomara la mano y se la llevó al pecho tal y como le indicaba, al parecer quería que imitara su gesto. Y eso hizo ella, cerrando los ojos unos segundos después de que lo hiciera su interlocutora, como una niña que obedece a su madre. Aquel pensamiento le arrancó una suave sonrisa, teniendo en cuenta la apariencia de la guerrera uzza, que se mostraba como una infante.

 

En aquella postura y estado, intentó absorber las palabras de Runihura para asimilarlas al máximo. Le pedía tranquilidad espiritual, algo que le costaba conseguir desde hacía mucho tiempo. Demasiado ajetreo, demasiadas distracciones. Ella, que había practicado meditación desde mi joven, no podía entender cómo ni cuándo había perdido aquellos hábitos. Apretó un poco más los ojos e inspiró profundamente para llenar sus pulmones al máximo, haciendo que su pecho se expandiera visiblemente. Y luego empezó a soltar el aire poco a poco hasta que casi sintió que se mareaba. Pero no, no era así. Su respiración se volvió mucho más acompasada y suave tras eso, y los rítmicos latidos de su corazón se habían relajado para dejar atrás el tamborileo acelerado que había tenido un poco antes. Incluso su gesto facial había cambiado, aunque no podía verse a sí misma. Solo notaba que la cicatriz que le cruzaba no le tiraba de la piel.

 

Y se concentró en lo que Runihura le había explicado. Sabía que era poderosa, tenía muchos conocimientos y habilidades que había entrenado con dedicación desde hacía años, así que solo debía concentrarse en exportar aquella magia al exterior, tal y como le había explicado la guerrera. Pero en aquella ocasión dejó atrás los nervios y el miedo de no conseguirlo, sabiendo que verdaderamente fracasaría si no hacía más que pensar en ello. Dejó que la energía fluyera por su cuerpo y se concentrara en su cometido. Y en algún momento de aquel extraño trance, movió los labios suavemente.

 

Aura de muerte.

 

No abrió los ojos inmediatamente, pero algo en el aire le indicó que lo había conseguido. Su magia fluyó en el aire para hacer aparecer una gran luminiscencia verde que envolvió a la guerrera uzza y, a su vez, despojó de energía a la Gaunt. Abrió los ojos entonces para comprobar los resultados de su práctica. Suponía que de poco serviría ante una guerrera como Runihura, pero eso no significaba que el aura estuviese bien conjurada. No obstante, la última palabra al respecto la tenía la persona que había sentada frente a ella.

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