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Libro de los Ancestros


Khufu
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Khufu

Guerrero Uzza del Libro de los Ancestros
____________________

Amanecía y el sol egipcio comenzaba a asomar tras La Montaña Quebrada. Era un espectáculo de colores y Khufu alzó su mirada gris hacia el resplandor. El color dorado de la luz tiñendo las arenas le recordaba la piel de Mintaka.

 

- En la próxima vida… - murmuró mientras seguía pintando los dibujos en las paredes de la tumba de su amada. Era un excelente artista y esta era su mejor obra. Los jeroglíficos mostraban la vida de su reina. Deslizó un dedo sobre la pintura que lo representaba en el momento en que fue nombrado su protector. Hacía solo tres lunas que no la tenía consigo, pero la extrañaba como si fueran mil.

 

 

*****

 

- Mi señor – la mano velluda apretó el hombro del hombre que dormía cómodamente entre las raíces del árbol. Parecía que si lo sostenía con un poco más de fuerza podría quebrarlo, pero aquella apariencia de fragilidad era solo eso, una apariencia.

 

 

Los ojos pálidos, que parecían haber sido grises alguna vez, se abrieron.

 

 

- ¿Ya es la hora? – preguntó desperezándose. Era una pregunta retórica, a juzgar por la posición del sol, lo era. Sin embargo a Sely le gustaba sentirse útil y no le costaba nada hacerlo sentir bien.

 

 

Si, mi señor. – El mago que estaba de pie llevaba puesta una túnica de mangas amplias y el calzado no podía verse de tan larga. Sus colores eran llamativos y oscilaban entre el rojo, el amarillo y el verde en rayas verticales. En la cintura llevaba trenzada una soga en un naranja furioso. – Deberíamos pasar por el comedor para que ingiera algún alimento y luego reunirse con los Directores de la Universidad, la nueva ubicación de los Archivos y la seguridad en el acceso es prioridad.

 

 

El anciano se puso de pie. Era tan alto como quién lo había despertado. Si no fuera por la ligera inclinación de su espalda, producto de la vejez, se diría que incluso lo era más. Sacudió hojas secas de la barba trenzada y las que se habían pegado a su torso desnudo y asintió. Lo dicho, no costaba nada, aunque hubiese preferido darse un buen baño en el lago antes de eso. Pero no se quejó y se dejó llevar.

 

 

- Aquí… - la voz femenina le produjo un escalofrío en su espalda y se detuvo para mirar hacia atrás.

 

- ¿Se ha olvidado de algo mi Señor? – preguntó Sely deteniéndose a su vez.

 

- No. – el tatuaje formado por lo que parecían intrincados jeroglíficos en torno a su brazo se movió tal como una serpiente enroscando su brazo. – No es nada. – Afirmó y retomó el paso.

 

No era la primera vez que le pasaba. Era su voz estaba seguro. No la había olvidado a pesar de que pasaron miles de lunas de la última vez. Desde que Mackenzie Malfoy había entrado a su vida, todo cambió. No era que no le gustasen los cambios, estaba habituado a ello, pero lo de la voz de Mintaka, su Mintaka, no era algo que pasaría por alto. Algo estaba por suceder y no lograba aún atar todos los cabos, pero la evidencia estaba allí, era solo cuestión de tiempo. Aunque ésto últimamente le comenzaba a escasear.

 

 

- Estuvo muy disperso en la reunión. ¿Está seguro de que está todo en orden, mi Señor? – el tono sugería preocupación por parte del hombre de piel oscura que no dejaba de acompañarlo.

 

 

No le dijo que no recordaba haber estado en la reunión, ni que no tenía idea de qué era lo que había pactado, ya luego todo llegaría en tropel a su mente, como si fuera un sueño que uno recuerda poco después de que suceda. Otra vez el tiempo le había jugado una mala pasada y los segundos en los que parecía sumirse en sus pensamientos, eran horas para los demás.

 

 

El sol se alzaba en lo más alto del cielo, ya era mediodía.

Editado por Aine Malfoy
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  • 7 meses más tarde...

Por algún milagro divino, la clase con Bakari había terminado. El hombre no había sido tan despreciable como Badru, si los ponían a ambos en una balanza pero su mente desvariaba demasiado seguido para su gusto y pese a que solía tenerle cierta paciencia a los ancianos, el enterarse que Khufu también lo era debía ser la peor noticia del día. Una semana antes habían adquirido el libro de los Ancestros en el Magic Mall y después de una larga espera, que se hacía infinita debido al ritmo que le llevaba gustar en sus estudios, les habían dado el visto bueno y una pequeña descripción del Uzza.

 

Era trabajo de los directores aparentar que todo el mundo era agradable y altamente capacitado, así que no los juzgó cuando le dijeron que era un buen hombre el que iba a darle clases. Pero por sus experiencias pasadas, era mejor no fiarse de lo que les dijeran porque después pasaba lo que había pasado con Bakari y sus dichosas invocaciones a Anubis "Por error". Sin embargo, pese a su mal genio mañanero y las pocas ganas que tenía de levantarse de la cama, logró hacerlo después de un puchero irresistible de su esposa.

 

—¿Crees que este sea tan loco como el otro? —preguntó después de un rato buscando en el armario, hasta que halló una túnica adecuada para la ocasión.

 

Solía llevar pesadas vestimentas de gala, elegantes prendas que se ceñían a su figura y no fue ninguna sorpresa que eligiera una así en ese momento. Ésta era de color ámbar, que realzaba sin problemas el color rubio dorado de su larga melena lisa y que, a diferencia de las otras, no era tan pesada. La tela respiraba y se movía con soltura, como si estuviera al viento en todo momento y era precisamente eso lo que necesitaban para el viaje que estaban a punto de realizar. Enfundó su cuerpo semi desnudo en la ropa y se miró en el espejo complacida, antes de atar su cabello en un moño aparentemente descuidado que la mantendría lejos de sentir calor. Perfecto.

 

Una de las cualidades de Tauro era no hacerla esperar, así que había terminado de meter los pies en un par de botas cuando la mujer se acercó lista para partir. Que ella fuera su única compañera de clases era lo mejor que podía pasarle y también un reto de concentración, tomando en cuenta que no podía dejar de verla por mucho tiempo gracias a sus hermosas facciones. Por otro lado, también significaba que deberían enfrentarse en algún momento y después de la derrota infalible que había tenido en la clase del libro del Caos, era atemorizante. Plantó un beso en su frente y juntas desaparecieron de su habitación en el castillo Ivashkov, apareciendo poco después en el lugar a donde las habían citado.

 

—Interesante...

 

Observó su entorno, ladeando la cabeza como si quisiera encontrar algo novedoso en el paisaje y no encontró nada más que lo mismo de siempre, naturaleza y poco más que eso. Suspiró justo cuando dos hombres aparecieron en su campo de visión y cortó la oración que iba a dedicarle a la peli-azul en cuanto vio los colores de sus ropajes.

 

—Deben ser ellos, no he visto a nadie más vestirse así a excepción de los Uzza —comentó, aguardando.

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—A esas alturas todo puede pasar.

 

Tauro, quién había pasado los últimos 20 minutos observando en silencio a su esposa, tenía también la misma duda. ¿Es que acaso habría alguno agradable entre ellos? Debido a su cultura y costumbres todo apuntaba a que no y hasta el momento todos habían intentado matarlas, quizás porque así también fueron entrenados y sólo quién era capaz de sobrevivir merecía la oportunidad de aprender más y más sobre los misteriosos libros. Pese a que cada libro era de igual tamaño y número de hojas, este último se sentía más pesado y lo mismo había sucedido con todos los anteriores, confirmando que los conocimientos ocultos entre sus páginas adquirían cada vez mayor responsabilidad.

 

A diferencia de Leah, la líder Mortífaga escogió lo primero que encontró en el armario, luciendo totalmente opuesta a la elegancia de su esposa. Badrú las había hecho correr incansablemente, Bakari había hecho que sobrepasaran el límite de sus esfuerzos y sólo por esta vez prefería llevar un short, camiseta y zapatillas. Sí, lucía como una vulgar muggle pero esa mañana tenía un humor especialmente extraño y cuando estaba así, su mente no le prestaba mucha atención a su apariencia, algo que no podía decir de su esposa, que al verla vestida así seguramente trataría de ponerle algo mejor y ella no opondría resistencia.

 

— ¿Nos vamos, mi amor? —Leah asintió y Tauro se puso de pie, tomando su mano luego de recibir el beso. Juntas abandonaron el castillo Ivashkov, más que dispuestas a afrontar lo que se viniera porque estaban juntas y eso bastaba para enfrentarse a cualquier cosa, incluyendo a los Uzzas.

 

— Seguramente sean ellos, esa forma de vestir no es propia de aquí, aunque con las altas temperaturas que nos hacen experimentar, no dudo en que pronto comencemos a imitarlos —bromeó en dirección a los hombres que se acercaban cada vez más. El que caminaba al lado del Uzza lucía especialmente preocupado, mientras que el otro... era difícil decirlo, rara vez despegaba los labios para decir algo y desde allí resultaba imposible leerlos.

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El temblor en su mano izquierda lo inquietaba, ya sea por superstición o no Khufu había llegado a la conclusión de que cada vez que solo su mano temblaba no era producto de su vejez sino que se acercaban momentos que, al menos, le llevarían hasta el cansancio. A lo lejos observó dos figuras con las cuales acortaban distancia. Supuso que eran sus dos primeras alumnas y la confirmación por parte de Sely no se hizo esperar.

Todavía no estaba del todo seguro cuándo ni porqué había aceptado aquello. Bueno, lo sabía en parte. La presencia de aquella mujer que le recordaba tanto a su amada le había cautivado. Una mezcla de curiosidad, añoranza, cariño y tristeza se arremolinaron en su mente y terminó por aceptar una situación como aquella. Se arrepentía un poco de lo que había hecho sobretodo porque no había aprendido mucho ni menos volver a ver por largo tiempo a ella... a Mackenzie Malfoy.

Con un gesto pidió a su acompañante que se marchase. A pesar de su intento por ocultarlo, pudo ver en sus ojos tristeza por tener que irse. Pronto le haría algunos halagos o peticiones para hacerle sentir útil pero ahora era momento para mantenerse solo con sus alumnas. Cuando ya estuvo lo suficientemente cerca de ambas brujas levantó un poco su voz para darles la bienvenida.

Buenas tardes, mi nombre es Khufu y seré su guía.

No le gustaba el título de “profesor”, aquí él no le enseñaría nada. No era complicado aprender un par de hechizos a través de los libros de hechizos. Él sería una guía para mostrarles la esencia de sus poderes para que, de demostrar ser dignas, pudieran utilizarlos al máximo y no solo la superficie de aquella fuerza.

Antes de empezar me gustaría que se presenten.

No sabía qué le dirían; ¿solo su nombre o agregarían más detalles como la edad, raza u otras cosas? ¿la segunda en responder entregaría los mismos datos que la primera o añadiría o quitaría información? Esperaba al menos saber sus nombres, del resto solo se fijaría en detalles. No solo el qué se dice es importante, sino también el cómo. Ya había comenzado el análisis. Claro, no iba a rechazar a nadie por decirle o no su edad sino más bien quería conocer su carácter y juzgar a partir de aquellos pequeños y a veces imperceptibles detalles.

Si habían llegado hasta ahí significaba que habían demostrado ser dignas ante los ojos de otros Guerreros Uzza pero, para él, eso no significaba nada. Aquella clase no mostrarían fuerza bruta. No, el libro de los Ancestros era mucho más que eso. Era un libro de pensar, de hacer estrategias. Observar algo o alguien a kilómetros de distancia y en completo sigilo, poder proteger diversos amuletos y objetos contra cualquier tipo de robos, esos poderes no eran para atacar sino para proteger y defenderse. Para pensar.

Además quiero que me den su opinión... ¿Cuál es mejor? ¿Un guerrero que ha ganado muchas batallas o uno que ha perdido pocas?
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Finalmente el Uzza se acercó, menos el hombre que lo acompañaba. Eso despertaba la curiosidad en Tauro, quién por algún motivo sentía interés en él, pero en cuando el guerrero habló, se olvidó de él, después de todo lo más probable sería que nunca lo volviera a ver.

 

— Buenas tardes —respondió.

 

Khufu había sido cordial, un aspecto que desde ya lo diferenciaba del resto de los Uzzas que siempre se mostraban apáticos con cualquiera que tuviera la intención de tomar su clase. No dudaba de que este guerrero también fuese celoso con sus conocimientos y las hiciera pasar por pruebas aun más difíciles, pero al menos aceptaba de mejor manera su labor, que obligado o no debía cumplir.

 

— Mi nombre es Taurogirl, puede llamarme Tauro. Soy una demonio por elección—odiaba las presentaciones, siempre decía sólo su nombre, pero debido a la amabilidad mostrada al inicio supuso que sería bueno corresponderle de la misma manera —. No tengo muchas cosas interesantes que contar sobre mí, para eso tendría que hablar de lo que fui alguna vez y no creo que eso le interese, pero si le sirve estoy muy familiarizada con el Cuidado de Criaturas Mágicas y las Pociones, siento esta última mi verdadera pasión —dicho esto dejó que su novia tomara la palabra y se presentara ella.

 

— Es una pregunta muy ambigua, guerrero Khufu. Si sólo he ganado batallas, sin haber tenido ninguna derrota, ¿cómo podría superarme? No habría obstáculo ni ningún reto a superar, entonces ¿qué sentido tiene? Pero si me decido por la otra, ¿qué significa pocas? Dependiendo de quiénes fueron los que me derrotaron podría significar algo diferente para mí. Dicen que cada uno elige sus propias batallas, por ende sus victorias y derrotas, pero si voy a tener más que un par de derrotas, preferiría que fueran del tipo que como señalé al principio, me ayuden a superarme y ser cada vez mejor. No creo que el número haga la diferencia, pero tampoco me gusta perder demasiado —sonrió.

 

Había sido una buena elección de pregunta, porque la había hecho reflexionar acerca de lo que de verdad sentía o pensaba y pese a que no sabía cómo influiría esto en Khufu, tampoco se le notaba la malicia o que este fuera el determinante para decidir si era apta para el Libro de los Ancestros.

 

—¿Y para guerrero como usted, qué es mejor?

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—Guerrero —respondió con una ligera reverencia en cuanto lo oyó saludar, captando al igual que su esposa el hecho de que era la primera vez que un Uzza las saludaba.


El primer vistazo de Khufu fue agradable y más de lo que esperaba y lo siguiente, muy cercano a un profesor real, la dejó algo perpleja. Poco les importaba a los guerreros cómo se llamaran mientras que no se comportaran como primates con algo de magia y que este, que era visiblemente mayor, si lo estuviera era un dato curioso. Tampoco había pasado por alto el hecho de que se llamaba a sí mismo guía y no profesor. Quizás sería una mejor clase para las dos y no el típico suplicio que iba de la constante batallas entre temperamentos y la necesidad constante de no morir en un intento del Uzza por deshacerse de los estudiantes.


Pero era demasiado pronto para juzgar al hombre.


Tau empezó con su discurso y ella escuchó con atención, como si jamás la hubiera visto y no supiera quiéne era, demostrando verdadero interés en cosas que ya sabía desde mucho antes de haber pensado siquiera en tomar la clase del libro de los Ancestros. Inconscientemente una sonrisa se formaba cada vez que oía su voz y esa no fue la excepción, donde torció la sonrisa en una expresión de las más puras de las fascinaciones, incluso cuando no estaba diciendo nada fuera de lo común. Cuando acabó, captó una pequeña mirada de reojo y supo que era su turno, por lo que dio un ligero paso al frente para llamar la atención del hombre.


—Mi nombre es Leah Ivashkov y a diferencia de mi esposa, soy una demonio por nacimiento. Siento un respeto increíble hacia la magia y los duelos en sí, por lo que las batallas me parecen un arte digno de estudiar, además de poseer una enorme ambición de conocimientos que me ha llevado a donde estoy.


Acabó con una sonrisa un poco más grande y dejó a la peli-azul hablar, analizando sus palabras a medida que iba respondiendo lo que Khufu les había preguntado. Mientras tanto, iba razonando su respuesta desde un punto de vista diferente, como una persona que vive —de forma literal—, dentro de un enfrentamiento.


—Brillante —comentó mirando a Tau, dándose un segundo más para dar una respuesta y luego alzó las cejas, como si tuviera demasiadas cosas qué decir—. En mi opinión, lo importante es que el guerrero sea capaz de aceptar sus derrotas y evitarlas en un futuro. Una derrota significa aprendizaje y los aprendizajes llevan a una mejora, conocer al enemigo para próximos enfrentamientos, por lo que un guerrero que ha perdido poco tiene la madurez de la que posiblemente alguien que no haya perdido jamás carezca. Por otro lado, quien ha perdido menos tiene más historias qué contar.


Ladeó la cabeza, esperando la respuesta del Uzza con respecto a la pregunta de su esposa, estaba interesada en la opinión del guerrero.


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Escuchó atentamente las presentaciones. Le causó cierta sorpresa saber que ambas eran demonios aunque más el saber que estaban casadas. Era interesante como las leyes y la cultura podía cambiar tanto por el tiempo y distancia. Le agradó la forma de presentarse de las brujas, algo le decía que ambas llevarían aquella reunión de una forma amena o eso esperaba, a su edad lo último que quería era inquietarse y exaltarse innecesariamente.

También le sorprendió las respuestas a su pregunta. Khufu había pensado que las brujas preferían la fuerza bruta y responderían sin reflexionar demasiado, de hecho, se había enterado que el resto de los Uzzas observaban más el poder y el saber que el pensar. Para él Tauro tenía razón, cada uno elige sus propias batallas y, desde su punto de vista, saber elegirlas es una parte esencial de ser guerrero. Comenzar una pelea solo por orgullo o frustración le parecía una pérdida de recursos sin sentido.

¿Mi opinión? — tenía clara su posición al respecto pero debía tener cuidado al elegir sus palabras.— No hay respuesta correcta o incorrecta, pero yo tiendo más a la segunda opción ¿por qué? porque para haber ganado muchas batallas se necesita haber participado en muchas y eso suele significar dos cosas: o se lucha por nada o se lucha por ambición y un falso sentido de superioridad y orgullo.

Existían más opciones como una guerra, pero una guerra que durase tanto como para que un mismo guerrero luche en “muchas” es una guerra sin sentido y luchar guerras ajenas o en causas que no creía le parecía que carecía de valor. Khufu había participado en batallas contra plagas que azotaron Egipto además de batallas que le eran importante para él. No recordaba haber perdido ninguna.

Lamento informarles que si quieren continuar con la clase tendrán que confiar en mi.— sabía de antemano que muchos magos desconfiaban de su pueblo. Él mismo desconfiaba de mucho de sus compañeros.— Y lo tendrán que demostrar entregándome sus varitas.

Tenía claro que las brujas probablemente tendrían más razones para desconfiar de él que para confiar. No se sentiría ofendido si desconfiaban ya que hacerlo a veces era necesario, pero no podrían continuar si no lo hacían. Al fin y al cabo al reunirse con él debían tener en claro que no sería nada fácil, incluso podría darse un desenlace fatal. Confiaba en que los anteriores Uzzas les hayan dejado en claro una cosa: el poder y conocimiento no era gratis. Poner su vida y un poco más en juego era un precio justo.
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Tauro se sonrojó al escuchar a su esposa, pues sabía que a pesar del tiempo que llevaban juntas había cosas que aun desconocía de la bruja y el motivo por el cual le gustaba tomar clases junto con ella era ese, porque les permitía conocerse mientras se desenvolvían en un ambiente diferente al usual. Le agradó mucho saber que Leah tenía un pensamiento similar al suyo, muy acorde a su feroz personalidad, de una persona que está dispuesta a hacer lo que sea para conseguir lo que quiere, pero entiende los riesgos y es razonable cuando debe serlo.

 

Khufu demostró ser un guerrero sensato y la edad que parecía tener no era en vano. Estaba de acuerdo con él en sus palabras, sobre todo en los motivo que una persona tenía al momento de elegir sus batallas. Luchar por nada era sin duda una pérdida de energía, pero había quiénes lo hacían y la mayoría terminaban tarde o temprano sin vida, o locos.

 

— ¿Disculpe? —la admiración adquirida en el último minuto se desplomó en cuanto escuchó la descabellada petición del Uzza.

 

— Me parece que no he escuchado bien —su tono de voz se hizo más duro — Entregarle mi varita así como así... Cuando lo primero que aprendes es a no separarte nunca de ella. Es como si me pidiera que le entregara mi vida —podía sonar exagerado, pero no lo era, una bruja desarmada era una presa fácil para cualquiera. Tauro no se movió por un buen tiempo, rehusándose a dar un paso hacia el guerrero, pero por otro lado sino lo hacía este se negaría a enseñarle cualquier tipo de magia y ese era un riesgo muy grande.

 

— De acuerdo, pero sólo si jura que nos la devolverá. No conozco demasiado sus creencias, pero creo firmemente que un guerrero es fiel a su palabra. ¿O me equivoco? —mientras avanzaba hacia él, Tauro pensó en unas «Necrohand» que nunca aparecieron físicamente, pero permanecían allí ofuscables delante de ella. Como buena Mortífaga que era, debía tomar sus precauciones, por más que Khufu tuviera buenas intenciones. Ahora la gran pregunta era ¿cómo iban a dar una clase sin varitas?

 

— Está bien, tenemos que hacerlo —sabía que Leah tendría más problemas que ella en entregar su varita, por eso quería hacerle saber que estaba bien hacerlo — Tampoco nos ha prohibido hacer magia —agregó, esperando que entendiera su indirecta.

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Bufó ligeramente con una sonrisa torcida iluminando su rostro, de acuerdo con el hombre. Aparentemente habían tenido suerte por una vez y no iban a tener que lidiar con un viejo decrépito con aires de superioridad, ni con un joven con demasiado poder en las manos, sino con alguien que valía la pena seguir y escuchar. Pero asi como había adquirido por Khufu una empatía inmediata, la perdió. ¿Darle su varita? Su expresión cambió drásticamente al mismo tiempo en que Tauro preguntaba si era en serio, justo a la par de que Texia empezaba a vibrar ligeramente dentro de su manga como si demostrara su inconformidad.

 

Desprenderse de su arma mágica era la cosa más ridícula que nunca le habían propuesto. ¿Es que acaso había perdido la cabeza de un momento a otro? Todo había estado bien hasta ese momento y sin embargo la peli-azul cedió, entregando su varita con condiciones. Ella no se movió ni un centímetro. Ni siquiera cuando escuchó las palabras tranquilizadoras de su esposa se movió. Confiaba en ella mucho más de lo que llegaría a confiar nunca en el Uzza y aún asi tenía sus dudas, precisamente porque todo lo que solía hacer era sostener la varita entre los dedos de su mano izquierda y causar estragos. Sin ella, estaba limitada y odiaba las limitaciones.

 

Detritus —en una voz tan baja que ni siquiera la misma líder mortífaga podría haberla escuchado, mientras deslizaba la varita por la manga de su túnica.

 

Sobre las dos apareció una capa incolora de la protección más grande que podía crear, al menos de forma disimulada, que las mantendría fuera de peligro cuando estuvieran desarmadas.

 

—Esta es la prueba más grande que hay de que quiero que sea mi guía en este libro, espero que lo entienda —entregó la varita a Khufu pero no la soltó, mantuvo un momento de contacto visual con el anciano y luego la soltó, sintiéndose incompleta de inmediato.

 

Al volver con Tauro, no dejaba de mirarla en las manos del hombre.

 

—A veces siento que te amo demasiado —comentó, dedicándole una pequeña sonrisa nerviosa. Estaba desarmada por primera vez en muchos años.

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Khufu no mostró señal de preocupación ante el notorio rechazo de las brujas. Ya sabía y había aceptado que su petición no les caería en gracia. No obstante, no estaba allí para complacerlas a ellas sino para saber si estaban o no capacitadas para manejar el Libro de los Ancestros. Tampoco que quisiera caerles mal a propósito pero si el ser odiado era el precio que debía pagar por cumplir su deber estaba más que dispuesto a pagarlo.

Escuchó con paciencia la réplica de Taurogirl aunque no dió ni un mínimo atisbo de duda en su decisión. Le agradó un poco sus palabras y la conciencia que tenía sobre las varitas pero todavía faltaba algo más había un enfoque que no le agradaba del todo aunque claro, solo era su apreciación. No podía ni debía imponer sus valores y pensamientos sobre ambas brujas. Cada camino era diferente y no por ello mejor o peor.

Juro que la devolveré.— era un juramento vacío. No decía cuándo, ni cómo ni ningún detalle que realmente lo amarrase a algo.

Mantuvo su mirada firme mientras Leah se resistía unos segundos a entregar su varita. Sus sentimientos eran ambiguos y contradictorios, no confiaban en él lo suficiente para mantenerse quietas pero sí para revelarse como mortífagas. ¿Realmente pensaban las brujas que la magia no se podía reconocer? Él que algún momento fue considerado algo cercano a un Dios, cuya edad es tan antigua que no se puede precisar. Él no necesitaba ver ni oír, la magia dejaba rastros y la experiencia le permitía reconocerla de inmediato.

Por ahora había decidido ignorarlo. Poco le importaba la luchas de bandos que mantenían los magos de Londres. Si querían matarse entre ellos sin un objetivo pues que lo hicieran. Al menos ningún Director de la Universidad le había obligado a realizar denuncias... o eso creía recordar. De todas formas, lo dejaría pasar; no tenía los ánimos para meterse en un lío por una cosa tan banal como aquella. Realmente odiaba meterse en problemas innecesarios.

Varita de Almendro, 35 centímetros, inflexible.— señaló mientras jugueteaba con la varita de Leah.— Núcleo de... nervios de corazón de dragón ¿Colacuerno húngaro? Sí, una buena varita.— murmuró sin dirigirse a nadie en específico.

Mantuvo ambas varitas en su mano, deseaba dejarlo en un lugar más cómodo pero su pantalón suelto no parecía del todo seguro y seguramente las brujas se quejarían y no quería tensar más el ambiente.

Bien entonces ¿Qué haremos? — dijo en voz un poco más baja.

Invocó el Haz de la Noche y con un débil abanico creó un portal lo suficientemente amplio para que los tres pudieran pasar. Sabía que las brujas reconocerían inmediatamente el hechizo por lo que no necesitaba instrucciones, debían seguirle. De todas formas, y para asegurarse, realizó un gesto para invitarlas a atravesar el portal. El paisaje al que llegarían era uno bastante húmedo. No pudo evitar temblar al llegar, ir con el torso desnudo había sido una mala idea. La entrada a la cueva era sencilla, al igual que el interior. El frío y la oscuridad eran uno de los peligros que podían encontrar.

En el fondo de la cueva hay una planta de hojas blancas. La sabrán reconocer. Necesito que me la traigan, por favor. Es esencial para lo que vendrá.

Como toda cueva tendría algunos peligros en su interior, murciélagos, animales venenosos e insectos. También habían duendecillos de Cornualles que seguramente les gastarían un par de bromas, las cuales esperaba que fueran inofensivas. Khufu esperaría en la entrada, no quería que un par de duendecillos lanzaran a ambas brujas desde el acantilado, aunque sería interesante verlas salir ilesas de esa situación sin varitas.

Olvidó mencionar que aspirar el polen de aquella planta les llevaría a un recuerdo del pasado... uno que no quisieran recordar. Confiaba en que saldrían ilesas, o eso quería creer.
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