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Libro de los Ancestros


Khufu
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La mañana en la que se presentaban frente a Khufu. La pareja conformada por Kaori y Aries, se encontraban desayunando en el comedor de la Black Lestrange. Habían pactado desayunar cada mañana en alguna de las mansiones que conformaban parte de sus familias, aquella mañana les había tocado a los elfos de su familia sanguínea preparar el desayuno para ellos tener más tiempo juntos antes de separarse días antes de su boda. El desayuno estuvo compuesto por unos pancakes con chispas de chocolate con fruta fresca picada, café americano con un poco de crema para acompañar.

Amor, ¿conoces al uzza de los Ancestros?

Preguntó mientras le daba una mordida a uno de sus pancakes, ya iban un poco tarde para empezar su clase del libro, pero el metamorfomago tenía una regla básica, no se podía aprender nada o el día no empezaba hasta no tener el estómago satisfecho de alimento, por lo que no se levantó de su asiento hasta que no dejó rastro de todo lo que los elfos le habían servido. Fue hasta que terminaron los pancakes que salieron rumbo al ateneo de poderes, lugar donde se encontraban viviendo los guerreros Uzza, desconocía la apariencia de Khufu, por lo que esperaba que fuera más agradable que Bakari o al menos le enseñará un poco más de lo que le había enseñado el guerrero del libro del Caos.

Aries caminaba junto con Kaori tomados de la mano, en ningún momento le soltó la mano hasta que llegaron cerca donde se encontraba el hábitat de los uzza, donde dejó su mano por unos segundos para enumerar y ver que llevaba consigo todos los objetos que le fueron entregados con el libro de los ancestros. El colguije de la arena mágica del desierto se había unido a los demás colguijes que tenía en la pulsera que llevaba en su mano derecha. Un anillo más adornaba su mano izquierda, con ese anillo era el octavo anillo que tenía en las manos. Por otro lado, los amuletos que adornaban su pulsera de oro que llevaba en su mano derecha ya iban por igual el octavo sin sumar el amuleto anti-robo que estaba colocado en su bóveda trastero donde tenía sus más grandes riquezas.

Para terminar con todos los artículos la daga de plata con incrustaciones de esmeraldas y diamantes, acompañaba a la daga del sacrificio que llevaba al interior de sus botas que usaba para aquellas prácticas donde tenía que matar a alguien, aunque siempre trataba de no hacerle daño a cualquier persona que se le cruzara en su camino hasta que lograban sacar su lado oscuro.

Kaorí, ¿tienes todos tus artículos…? —pregunto un minuto antes en un susurro para ambos para después levantar la voz y llamar a Kufhu. —Guerrero del Libro de los Ancestros, el camino hasta este punto ha sido largo y con muchas dificultades, pero estamos listos para aprender de usted.

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Kaori.

Despertar junto a su apuesto y amado esposo, era una de las cosas que más le gustaba de estar casada, poder acurrucarse a él en las mañanas era un placer, se sentía segura y muy amada entre sus brazos. Es por eso que, aunque estaba más dormida que despierta, giró buscando el calor del cuerpo del Black Lestrange, pero esa mañana él no estaba.

En su lugar había una nota en donde aparte de decirle lo mucho que la amaba, la invitaba a desayunar y le recordaba que ese día empezaban con la clase del Libro de los Ancestros. Y como olvidar esa bendita clase, si precisamente por ella habían tenido que posponer la luna de miel. Tan solo de recordarlo se ponía de mal genio.

Cuando llegó al comedor de los Black Lestrange, Aries ya se encontraba desayunando. Le dio un fugaz beso en los labios y se sentó junto a él para poder degustar todo lo que los elfos al servicio de la familia de su esposo, habían preparado. Se llevó un pedazo de pancake y algo de fruta, estaban deliciosos.

—No lo conozco mi vida, pero seguramente es igual o más amargado que Bradú o Bakari —dijo luego de terminar de masticar, bebió un poco de café. Terminó de desayunar, aunque la verdad no comió mucho, estaba preocupada ya que cuatro miembros de su familia estaban desaparecidos.

Una hora después la pareja de magos caminaban juntos hasta el lugar en donde se suponía y encontrarían al guerrero que les daría la clase. El cabello de Kaori en esa ocasión lucía de un tono pelirojo, iba recogido en un moño alto, la ropa que usaba era cómoda y fresca para ese clima abrazados. Zapatos bajos en color blanco, a juego con una camisa blanca y unos shorts de mezclilla. A pesar de ser un atuendo sencillo, la hacían lucir muy sexy.

—Si, tengo todo… —respondió a la pregunta del Black Lestrange aunque no estaba muy segura.

Mientras seguían caminando repasaba en su cabeza si es que había llevado todos y en varias ocasiones regresó a mirar la manilla que llevaba puesta en su mano derecha, cada uno de los dijes era un objeto u amuleto que había ido juntando de libros pasados. Aquella era una manera más práctica de llevar tantas cosas.

—Guerrero Kufhu… es un honor el que nos permita aprender de usted —Añadió la joven bruja a las palabras que su esposo había dicho.

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  • 2 semanas más tarde...

Khufu había dormitado toda la mañana debajo de un árbol en las afueras de la Universidad. Ahora sus días eran un poco más monótonos tras haber saciado toda su sed de conocimiento. De ahí que se había sacudido un poco para despertarse, beber agua del río y lavarse la cara. Le habían comunicado la llegada de nuevos alumnos y partió al aula donde los recibiría.

 

Esta era amplia y se podría decir, completamente vacía, si no fuera por un escritorio y el armario mágico que tenía detrás suyo. Apoyó la punta de la varita donde estaba el cerrojo y sacó un par pertenencias sin cuidado, algunas pociones o talismanes mágicos y dejó todo encima del escritorio. Por último, un amuleto de porcelana con el diseño de Hermes fue colocado sobre la mesa. Se sentó en el suelo frente a la puerta esperando la llegada de los alumnos.

 

No tardó, que ni bien lo hizo se tuvo que levantar nuevamente para recibirlos. Abrió la puerta y se sorprendió. Eran una pareja, vaya, sintió un poco de nostalgia y los hizo pasar al aula con cierto nerviosismo. Era viejo y sabio, sí, pero a veces tenía esos espasmos de haber pasado por innumerables batallas.

 

- Bienvenidos jóvenes. Aprenderemos entonces. La primera tarea que tienen es robar alguno de los objetos que están encima de la mesa en cuanto me de vuelta. Si pueden lograrlo, con gusto les seguiré enseñando.

 

Se dio vuelta y se puso a esperar.

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El Black Lestrange acomodaba un mechón de cabello a su esposa detrás de la oreja mientras esperaban, habían pasado varias horas desde que lo habían llamado hasta que respondió y los hizo pasar a su vivienda. Durante esas horas Aries había usado el anillo de presencia al enviarle una carta a su tío Eobard, era una pequeña carta con unas tres o cuatro oraciones, que buscaban poder averiguar cosas dentro de la habitación del hijo menor de la Directora del banco al cual no se le permitía poder entrar. Sólo había tenido que dejar una pequeña gota sobre la carta y con eso él podría tener idea de todo lo que sucediera en la habitación.

Ahora si vamos a descubrir los secretos del tío Araña. —le comento a Kaori mientras le daba pequeños besos en los labios, en uno de esos besos fue cuando la presencia del Uzza se hizo física, ante ellos.

Los ojos del metamorfomago miraron el interior de la vivienda de Kufhu, no había conocido el interior de ninguna otra vivienda de los Uzzas por lo que no tenía con que compararlos, pero en aquel interior había algo que le llamaba mucho la atención. La figura de Hermes, el dios olímpico mensajero y negociador de Hades, se encontraba sobre la mesa junto con varios objetos que no llamaban su atención. En el libro de los Ancestros, tras varios textos de mitología griega dando pie a la descripción de la figura de porcelana de Hermes, indica que aquella pieza sirve de protección para los objetos que se encuentren en el lugar en el que se coloque a Hermes.

Cuando su atención se fijó de nuevo en Khufu, se dio cuenta que este les había dado la espalda.

¿Qué fue lo que dijo?

No había escuchado sus palabras de bienvenida que el uzza de los Ancestros les había dado, por lo que acercándose a la joven Delacour se las pregunto, al escucharlas su rostro lleno de esperanza porque la clase fuera mejor que la del Caos, desapareció, realmente esperaba hacer uso de los poderes del Kansho y de la vara de cristal, quizás de la arena mágica del hechicero, pero que les condicionara el aprendizaje con eso daba mucho a desear su capacidad por transmitir lo que sabían.

No pienso caer en un juego. Es mejor irnos y hablar con la dirección de la Universidad, para que nos devuelvan los galeones. Al parecer los obligan a dar clases, ya que él único uzza decente que he tenido en esta preparación ha sido el guerrero Badru. —tomó la mano de su esposa y tras darle un beso en el dorso de esta, se dispuso a caminar.

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Kaori.

—Eobard se enojara si se entera lo que has hecho — lo regaño la bruja al darse cuenta de la pequeña travesura que su esposo le estaba haciendo al tío araña —Luego el te regresara la broma y como siempre será algo de nunca acabar — añadió conteniendo una sonrisa.

Mientras ellos habían estado charlando y demostrándose amor, llegó el guerrero. Se puso a comparar las clases que hasta ahora había tomado y se percató que la puntualidad no era uno de los fuertes de los guerreros, quizá tenían cosas más importantes que hacer que enseñar los secretos de su raza a los magos y brujas que a diario se inscribían a las clases.

Puso su atención en la bienvenida que Kufhu les estaba dando y al escuchar la pequeña prueba que les estaba poniendo la bruja no pudo evitar lucir algo confundida. Si no estaba mal uno de los objetos que estaba en la mesa era el amuleto antirobo, lo sabía porque tenía uno igual colgando de su manilla. Entonces, ¿cómo pretendía que robaran algo que estaba siendo protegido por aquel poderoso objeto?

Mientras le daba vueltas en su cabeza a la petición del guerrero, escuchó lo que su esposo le decía mientras la tomaba de la mano, con la firme intención de marcharse de ahí y hablar con la Dirección de Universidad. Una reacción un poco extremista y ella que siempre quería verle el lado positivo a las cosas, estaba dispuesta a darle una oportunidad al guerrero.

—Espera amor… Creo que en realidad la prueba tiene otro objetivo, quizá solo nos quiere hacer ver lo poderoso que es el amuleto antirobo — explico la mujer y luego se dirigió al Uzza.

—¿Tengo razón? —Preguntó y luego añadió —El objeto que esta en la mesa es tan potente que puede proteger mansiones, locales comerciales, incluso bóvedas trastero. Mientras este en la mesa junto a las demás cosas que usted pretende que robemos, nos sería imposible. —Explicó y luego añadió —espero que no hable enserio cuando dijo que no nos enseñaría a menos que robásemos algo de la mesa, porque eso sería jugar sucio — finalizo la bruja.

Si estaba equivocada, no tendría otra alternativa que ir con su esposo en busca de la Dirección del Ateneo, pues era claro que, de ser así, habían malgastado sus galeones en un libro y en una clase totalmente inútiles.

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Se encontraba tan decidido a dejar los aposentos del uzza, pero el tono de voz tan calmada y apacible con el que su esposa le había explicado las cosas que trataba de enseñarle Khufu le hizo detener su andar para darle una oportunidad a la tarea que este les había pedido hacer. Entre sus ropas buscó su varita, estaba listo para usar magia en aquella tarea. Se apartó unos pasos de donde se encontraba con Kaori y quedando a siete metros de donde se encontraba la figura de porcelana con forma del dios griego, giró la cabeza para hablar con la única mujer en la sala.

¿Qué crees que pase si me dispongo a romper la figura de porcelana?

Su mirada pasó de Kaori al Guerrero Uzza en un instante mientras sonreía, después de eso volvió a fijar la mirada en su objetivo, mientras empuñaba su varita. Tardó en decidir con que hechizo atacar a la figura de Hermes, pero cuando ya tenía decidido que hacer volvió a hablar agregando opciones a las posibles respuestas.

a. Que Hermes explote. —realizó aspavientos con las manos, como si de una explosión se tratara para darle humor a lo que pensaba hacer. —b. Que el hechizo que le voy a lanzar de refleje y no pase nada, o c. Que una fuerza de la nada me aviente varios metros en el aire. —hizo como que volaba por los aires siendo arrojado por un campo de fuerza alrededor de Hermes.

Vara de Cristal Confringo

Lo que se suponía que podía ser un rayo de color plata fue un efecto con la única intención de que la figura de Hermes explotara en varias piezas.

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  • 2 semanas más tarde...

- Siempre pueden no hacer el libro si es que no están de acuerdo con mis métodos de enseñanza…

 

Claro, Khufu les había dejado una pequeña trampa. En realidad, estaba más curioso en qué es lo que podría llegar a pasar si intentaban robar algo. Capaz, los objetos estarían fijos en la mesa. Otra teoría era que se volvieran inmateriales al intento de robo. O explotaran. O el ladrón sufriera alguna herida importante. Él no lo sabía, nunca había tenido la necesidad de robar algo. Pero tenía ganas de descubrir algo. Lástima que no pudo pasar, ¡tantas opciones posibles de existencia! Y sus alumnos sólo podían resaltar la injusticia de la primera tarea. Pero, la vida no es justa. ¿Acaso no lo habían descubierto en el Libro del Caos? Es decir, el azar no se guía por moralismo, ni por ningún concepto de justicia.

 

Se quedó callando observando lo que sucedía.

 

Aries invocando una vara de cristal e intentando destruir el objeto. El amuleto vibró un poquito y se quedó dónde estaba. Khufu esbozó una sonrisa.

 

- Juego sucio, juego limpio, ¿realmente les importa a los ingleses? Tuvieron una guerra civil en sus propias narices y no llegaron a ningún lugar.

 

Se acercó hasta la mesa para seguir acomodando los objetos que había desplegado.

 

- Viendo que pudieron reconocer el amuleto entre el resto mis pertenencias y que saben de la existencia de la vara de cristal ¿qué es lo que les puedo enseñar? ¿Más conceptos sobre la justicia?

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KAORI.

Luego de escuchar las posibles opciones y de sonreír ante los gestos que hacía, la joven se quedó pensativa. Al ser un objeto tan poderoso como imaginaba que era, no creía posible que se pudiera destruir tan fácilmente.

—Apuesto a que no le pasa nada, quizá un par de rasguños y nada más… —comentó la pelinegra alejándose un poco del objeto, pues si se equivocaba no quería salir lastimada —Si tengo razón, tu invitas los almuerzos y si me equivoco… igual los invitas tu — dijo riendo.

Mientras ella decía esas palabras observó como la varita de su esposo se convertía en un bastón de color rosa metálico de apariencia parecía cristal, aunque ella dudaba que fuera así de frágil. > escuchó decir y en lugar quede la Vara de Cristal saliera un rayo, fue un efecto lo que impactó en la porcelana de Hermes. Tal como había imaginado el objeto mágico no sufrió daño alguno.

—Ya he comprado el libro y costo demasiado como para ponerlo de adorno…—dijo acercándose nuevamente hacía la mesa donde el guerrero seguía ordenando cosas. —Si quisiéramos aprender sobre justicia nos hubiéramos inscritos a la clase de leyes. —dicha clase la daba una de sus primas y sin duda sería más agradable que esa.

—¿Qué nos puede enseñar? — repitió la pregunta—Quizá los demás hechizos y amuletos que vienen incluidos con el libro. Ese es su trabajo ¿no? —preguntó. Y luego añadió —ó usted es igual a los otros guerreros a los que les gusta dejar a los alumnos por su cuenta y aprender solos y si, sabemos que esa porcelana de Hermes es un amuleto, porque resulta que tenemos una igual. — añadió sacando de su bolso un amuleto identico al que hace tan solo minutos atras Aries había intentado romper.

—…Vara de cristal… —dijo de pronto y la magia que corría por su sangre, por todo su ser hizo lo suyo, la varita de Kaori creció hasta convertirse en un bastón en un tono negro como la noche misma, combinado con carmesí que daba la apariencia de ser sangre. Al tacto se la podía sentir fuerte, a pesar de que lucía como si fuera de vidrio. > pensó.

Kaori no usó ningún hechizo, tan solo quería saber de qué color sería su Vara de cristal y confirmar que, aunque el Uzza no le hubiera “enseñado” como invocarla, podía hacerlo.

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Nada.

Justo eso era lo que había pasado tras usar la vara de cristal y lo que pensaba era un rayo sólo había sido un efecto. Nada. El objeto no había explotado como el Black Lestrange deseaba que ocurriera, en su lugar ahora le debía el almuerzo a su esposa que le miraba con una sonrisa tan encantadora que parecía decirle «te lo dije», por lo que simplemente sonrió un minuto antes de le tomara de la mano con la intención de jalarla hacia él y tenerla pegada a su cuerpo para darle un beso. De esos besos que debían darse en privado, un beso tan intenso que le pudiera llevar al paraíso, pero no había podido besar a su esposa, ya que el Guerrero se dirigió a ellos interrumpiendo el momento.

Aries hizo una mueca tras escuchar aquellas palabras dichas por Kufhu, estaba dispuesto a responderle de una forma que seguro no iba a parecerle ni a él, ni a otro guerrero en aquella sección de la Universidad, pero que se lo estaba ganando con creces. Aun así, trato de controlar sus emociones haciendo la mejor cara de póker que sabía hacer, respondería con sarcasmo, pero no había sido necesario, ya que Kaori se encontraba un tanto más molesta que él, siendo que el metamorfomago era un tanto impulsivo, en cambio ella era el cerebro y él, el instinto en la pareja, por lo que al escuchar su respuesta simplemente bajo la cabeza y sonrió.

—Pienso exactamente igual que mi esposa, de querer una clase sobre conceptos de justicia, estaríamos pidiendo entrar a una clase de leyes, no aquí. ¿Es qué quiere que uno le enseñe a cómo dar su propia clase?

Lo retaba con la mirada o eso era lo que según el hacía, pero el que la mujer que más lo hacía feliz estuviese enojada era algo que no le gustaba mucho. Así que trato de dejar el tema de la clase para segundo término, no era que no le importará la clase, por el contrario, trataba que el Uzza al menos les enseñará lo básico de aquel libro que era mucho más allá de convocar una vara de cristal y ver como funcionaba el busto de Hermes, pero en su lugar prefirio preguntarle por cosas banales a la Delacour, que bien podía hacerlo en alguna otra parte, pero creía que lo mejor era en aquel lugar para darle tiempo a Kufhu de planear su mejor clase para estas personas exigentes.

—¿Dónde deseas almorzar? —le pregunto a la Delacour —¿qué piensas de ir a Dark Room al término del día? Y si, tu vara de cristal es muy linda, así como tu...

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Khufu permaneció todo lo impasible que su autocontrol le imponía. Pero sus ojos brillaron con fuerza. Eran viejos y denotaban la experiencia de haber vivido muchos años en ese mundo, más de lo que su físico mostraba. Él era un Uzza, un orgulloso guerrero que había visto batallas inimaginables en la mente de aquellos corrompidos mozalbetes extranjeros. ¿Se atrevían a cuestionarle? ¿Osaban tratarle como si fuera un ser mezquino, a él, que en algunos lugares era considerado un Dios por su calidad de Humano de Larga Vida?

El Uzza levantó poco a poco la cabeza en un gesto de poder y soberbia ante aquellos dos alumnos que se atrevían a cuestionarle. Tuvo que recordar qué y porqué estaba en aquel lugar antes de acabar con sus vidas innecesarias. Avanzó un paso hacia ellos, su torso desnudo brillante por el sudor del furor que brotaba en oleadas de su piel amarillenta, sus largos cabellos bailando sobre sus hombros ante aquel brusco movimiento.

- ¡Tú! -- le gritó al muchacho en un ronquido casi mudo, tal era el autocontrol que estaba imponiendo sobre las Leyes del Honor. - Serías ejecutado en medio del desierto sólo por sugerir que puedes llegar algún día a enseñar la magia oculta en el Gran y Secreto Libro de los Ancentros.

Había odio, rabia mal aplacada en aquella frase masticada apenas en un lenguaje más cercano al materno del egipcio. Las cicatrices que marcaban su cuerpo y le daban la imagen de un guerrero aguerrido brillaban con fuerza, casi como si fueran fluorescentes a la luz de aquella aula.

- Tenéis suerte de que la Señorita Mackenzie Malfoy consiguiera demostrar que era heredera de Aquel Que Firmó el Segundo Contrato o yo mismo os habría desmembrado sin piedad - escupió sus palabras con desprecio.

El Uzza se movió hacia delante y hacia atrás sobre los talones de sus pies durante un segundo. Después, su semblante cambió al acostumbrado desde que hubiera llegado a aquella Universidad, no tan huraño como el mostrado hasta entonces y habló más calmado.

- Ella es una gran diplomática y nos ata un Compromiso, aunque no todos seáis aptos para aprender este libro. Si queréis iros, no pondré objeciones. Sin embargo...

En su mano, sopesó la hermosa daga de empuñadura de plata. Una sonrisa que algunos podrían llamar calculada, se distendió en su rostro mientras, de un golpe seco, lo clavaba sobre aquel amuleto en forma de un Dios llamado Hermes de casco Alado.

- Como queréis aprender, tomar nota de la primera enseñanza: no todos los objetos mágicos sirven sólo para lo destinado; la magia no es lineal y estricta. La Magia fluye de mil maneras inimaginables. Si no sois capaces de de vislumbrar ni una sola de ellas, demostráis la pobreza de vuestras mentes. Así nunca llegaréis a aprender nada del Libro de los Ancestros. Salgamos.

Era una orden. Si querían demostrar que valían un ápice de lo que se necesitaba para asimilar esa magia, lo harían. O se irían. Al Uzza le era lo mismo. Estaba obligado a cumplir el Segundo Contrato pero no estaba obligado a hacerlo si se iban. Abrió la puerta y una ventisca de arena entró, inundando el suelo. Khufu avanzó, con las dos manos a su espalda, sin miedo, sin mirar atrás. Si le seguían, descubrirían porqué los Uzzas son tan buenos guerreros. Porque no pierden el tiempo hablando sinsentitos sobre lo malos que son los otros sino asumiendo riesgos y demostrando lo que son capaces de hacer.

La figura del Uzza se perfiló en la tormenta y, poco a poco, desapareció. La puerta quedó abierta, dejando el libre albedrío a los alumnos de decidir si le seguían o continuaban hablando del almuerzo. Si lo hacían, pronto tendrían que encontrar un refugio para no ahogarse en la arena y volver atrás no era una opción. La puerta se cerraría y nunca podrían volver a cruzarla sin su permiso.

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