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Libro de los Ancestros


Khufu
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Atenta, Tauro escuchó la explicación que le daba el guerrero y asintió para darle a entender que lo había comprendido. De inmediato tuvo una idea y es que quizás podía utilizar al tiempo tanto el anillo de presencia como el de escucha para resolver el pequeño problema del audio, pero luego dudó porque no conocía los alcances que su anillo de escucha le podía ofrecer. ¿Habría una especie de límite? ¿Sería posible utilizar dos anillos al tiempo? Abrió la boca para decir algo pero calló de inmediato, guardaría la duda para más adelante.

 

Una vez los tres terminaron de cruzar el portal, se encontraron con la sorpresa de que alguien más los esperaba y se trataba nada más y nada menos que Katara, su hermana. Sin poder evitarlo la bruja le dedicó una amplia sonrisa, conteniéndose las ganas de ir hasta ella y abrazarla como siempre lo hacía.

 

Como era de esperarse, la bruja enfrentó a Khufu con una pregunta bastante interesante sobre uno de los hechizos que ni siquiera habían visto hasta el momento y Tauro se emocionó. La hora de ver y probar esos hechizos estaba tan cerca, lo presentía y sobre ellos tenía una que otra pregunta.

 

— ¿Existe la posibilidad que podamos combinar el anillo de escucha y presencia juntos? De esta manera podríamos escuchar lo que ocurre del otro lado.

 

Luego de esto Katara la distrajo con algo sobre el duendecillo que le tomó tiempo entender, miró a su esposa y sonrió.

 

Hasta ese punto no entendía por qué el guerrero se empeñaba en quitarles sus varitas, pero a raíz de la pregunta de su hermana se dio cuenta que el Kansho necesitaba de una daga y lo otro era una vara de cristal, por lo que las varitas no serían necesarias al menos para esos dos hechizos.

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Khufu dudaba que fuese la familia del Duendecillo pero prefirió no corregir a la bruja. Además la definición de familia o manada podía depender mucho de la interpretación de cada uno. Por lo mismo, simplemente calló esperando para poder responderle la pregunta a la recién llegada. Era una duda razonable pues sabía que no estaba bien claro en el libro. Taurogirl también había comenzado a preguntar pero decidió ignorarla un momento pues debía seguir un orden y la bruja recién llegada había sido la primera en preguntar.

No, un Kansho no puede defenderte de efectos Katara porque aquella magia ya ha impactado. Eso sería como devolver un rayo que ya había impactado. Imposible.

Respondió con tono amable. Esperaba que con la analogía fuese más fácil de comprender el porqué un kansho, que era una maravillosa defensa, no podía proteger de hechizos que son considerados efectos. Esperó unos segundos para ver si quedaba claro pero prefirió iterar entre preguntas, si aun no lo comprendía podía preguntar luego de responderle a la otra bruja.

Si, se puede ¿por qué no podrías? Claro, si eres capaz de utilizar dicha magia tan poderosa al mismo. Agudizar o perturbar su fuerza natural a dos sentidos y al mismo tiempo podría ocasionarles al menos un dolor físico. Si lo practican y no abusan de su poder podría hacerse aunque siempre y cuando estén dentro de los límites del anillo de escucha. Con el anillo de la presencia podrían ver incluso estando en otra galaxia pero no con el anillo de escucha.

Se detuvo y inhaló aire, realmente le hacía falta. Sus pulmones no le fallaban a pesar de su edad pero no por eso no se cansaba luego de hablar tanto. Además tendría que continuar hablando para comunicarles lo que les preparaba a las tres brujas. Suspiró. Realmente ya estaba cansado de ello, incluso se arrepentía un poco de haber interferia con el pergamino de Merlín aunque siempre se podía corregir gracias a la Arena del tiempo.

Sacó un pequeño frasco que llevaba como colgante en su pecho desnudo y se acercó a sus dos primeras alumnas para rociarles en sus ojos con la Arena mágica del desierto. Sabía que se tratarían de defender pero ya era demasiado tarde, por lo que rápidamente comenzó a hablar para que no le atacaran aunque sabía que ahora se debían controlar sino querían que la otra alumna se enterara de que eran mortífagas.

Bueno, si quieren vincularse con el Libro de los Ancestros deben aprender uno de los hechizos más poderosos: la vara de Cristal. Han sido afectadas por la Arena mágica del desierto la cual si lo soplas contra alguien, su visión desaparece durante un tiempo y la recupera tras cinco segundos de forma paulatina dando tiempo a escapar. Aunque la que les he arrojado posee una mayor duración, al menos la suficiente para lo que deben enfrentarse.

Hizo un movimiento con su varita y dos águilas majestuosas aparecieron delante de él. Las cuales tomaron la varita de Leah y Tauro llevándolas a una distancia prudente de donde se encontraba. No tendrían necesidad de utilizar hechizos pues no había ningún obstáculo que les aproblemara en su búsqueda. La única dificultad que se encontrarían era ubicar su varita sin poder ver y en un tiempo límite. Solo si la conseguían podrían pasar a la prueba final.

Sólo deben reencontrarse con su varita, cuando lo hagan espero que sea porque su varita ha aceptado ser convertida en una Vara de Cristal y no por pura suerte...

La vara de cristal era un estado mayor de una varita mágica, para llegar a ella no solo necesitaban fuerza mágica sino una relación clara con el mago. Debían encontrar y afianzar esa relación. Habían magos que las veían como herramientas, otros como amigas, otros como una parte de sí pero solamente cuando varita y mago estén completamente de acuerdo con aquella relación, sólo cuando se puedan llamar y escuchar sin necesidad de cualquier sentido, sólo allí podrían utilizar la Vara de Cristal en todo su esplendor.

Por lo mismo, les quitaba sus varitas durante la clase. Para que se pudieran extrañar, para que fuesen capaz de sentirse capaces sin varita o sentirse vacíos. No esperaba que nadie comprendiera su filosofía de vida, ya le había quedado en claro incluso con sus compatriotas Uzzas. No le preocupaba, para él solo eran un par de Guerreros en búsqueda de poder sin entrar más allá. Sin descubrir el verdadero poder del que ya poseían. Conseguir poder pero sin avanzar como persona era una burla para el conocimiento.

Mientras tanto señorita Katara, llegó la hora de realizar una poción. Algunos ingredientes se los daré yo aunque otros lo tendrá que conseguir por propia cuenta. Pero antes... ¿Usted cree que un rayo devuelto por un Kansho puede ser devuelto por otro Kansho?

No quería dar una clase donde solo leyera un libro, pero así le habían pedido los directores. Debía haberlos ignorado pero Sely se lo había pedido y sentía algo de pena si lo traicionaba así. Por lo mismo, prefería ser él que hiciera cuestionar a su nueva alumna en vez de que fuera ella quien le preguntara sobre los hechizos.
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-Me queda más claro, guerrero Khufu. Había pensado que podría ser como uno de ess hechizos mortíagos que tienen el poder de revertir las acciones.- Comenté, mirando a mi hermanita y cuñada.

De todas formas con poder defenderse de un rayo o una invocación, era bastante ayuda, mientras no se dejaran impactar, si bien me hubiera gustado devolver algunos efectos, pero al parecer no había ningún hechizo capaz de hacer eso.

La pregunta de mi hermana fue bastante interesante, aunque no se pudiera escuchar. Se le podría dar tanto uso al mismo, aunque era mejor no exagerar.No quería tener la imágen de un sitio en mi mente todo el tiempo. Al menos tenía conocimientos sobre pociones, de lo contrario sufriría en esta clase al intentar hacerlo, sin embargo, era algo que me gustaba.

-Mi lógica dice que no, guerrero Khufu. Me lo imaginó no basándome en ningún libro, sino por mi experiencia. El kansho supongo que solamente puede absorver los ataques de las varitas, pero si alguien te lo devuelve con el Kansho, entonces uno tendría que defenderse con algún otro hechizo. Porque de lo contrario, se volvería una cadena interminable o mejor dicho, hasta que se terminaran los turnos del hechizo. - Comenté, sin estar segura de darme a explicar, a veces me enredaba sola.-Sin embargo, la única limitación del hechizo que esta especificada sería con los hechizos mandados por la vara de cristal, asi que tomando en cuenta la definición, aunque a mi lógica no le guste, si podría detenerse un rayo enviado con otro kansho.

Me encogí de hombros. Afortunadamente en ese momento no había nadie que tuviera ese poder y a lo mejor tardaban más en tenerlo, por lo que se tardaría en ver una escena así. Aunque por otro lado, imaginaba que el Kansho podría ser usado para cuando te intercalaran un rayo a un efecto, una defensa rápida para evitar que impacte.

-Espero sus instrucciones, guerrero Khufu, para comenzar a buscar los ingredientes.- Mencioné, lamentando no haber llevado el monedero de piel de moke en esa ocasión.

Esperaba que antes de partir el guerrero me explicará si mi percepción sobre el hechizo estaba bien, o me había equivocado en todo. Cada vez más me parecía más interesante la magia de ese libro. Todavía seguia viendo las imágenes que me traia la gota del anillo de presencia en la roca.

 

-¿Hay alguna forma de dejar de ver las visiones que nos llegan gracias al anillo de presencia?- Pregunte.- Todavía me llegan las escenas y por más que intento, no logro cortar ese hechizo y no quiero que sean una distracción para la clase.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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—¿Una duda? ¡Todas! No hemos visto nada relativo al libro, a excepción de una gota de esencia mágica en una cueva que aparentemente no tiene nada especial.

 

El ceño fruncido de la Ivashkov había ido bajando cada vez más hasta formar una peligrosa línea sobre sus ojos, como la mirada de un águila, haciéndose más pronunciado con cada palabra del Uzza. Este quizás hubiera empezado bien su clase, pero cn el paso de los minutos empezaba a perder la paciencia. La llegada de su cuñada distrajo a la rubia, quien llevó los ojos y una expresión más relajada hacia la Selwyn para verla mejor. Aquella era una mujer curiosa y poderosa a la vez, de esas que podía caerte bien y provocarte tanto respeto que era imposible no demostrarlo. Le sonrió, agachando la cabeza ante ella a señal de saludo y luego se cruzó de brazos, mirando al guerrero.

 

No estar de humor no era nada nuevo para ella, que estaba malhumorada la mayor parte del tiempo, así que no era ninguna novedad que recurriera al silencio para expresar su descontento. Al menos a Lyra le estaba respondiendo una pregunta directa, cosa que era una ventaja viendo el tiempo perdido. Aprendió algo del Kansho y lo anotó mentalmente en un rinconcito donde guardaba los datos sobre hechizos, dejándolo para después. Si había algo que estaba contribuyendo con su mal humor en sí, era la falta de Texia. Estar en una clase donde no podía practicar hechizos, era una completa ironía. Recordaba las historias sobre Umbridge y su afán por la lectura en las clases de DCAO.

 

Bufó, tratando de no pensar en ello e impaciente, bajó los brazos con un ruido seco mientras giraba el cuello hacia su esposa. Como siempre, ella era la personificación de la calma. Podría estar a punto de explotar y aún así nada en su expresión la delataría, ni siquiera el más mínimo gesto. Cuando le sonrió, no respondió de inmediato, sino que suspiró lentamente para calmarse. Era una mujer maravillosa y por suerte, le pertenecía. Sonrió de vuelta y estiró la mano, encontrando sus dedos como una reconfortable sensación de paz. Lyra estaba cerca, así que se dirigió a ella en voz baja.

 

—Si se descuida, deberías demostrarle qué tan buena eres con los hechizos, cuñi, ya es tiempo de que dejes de ocultar tu poder —dijo en un murmullo que disminuyó a medida que el hombre se acercaba.

 

Habría creído que iba a regañarla por compartir secretos, hasta que la arena se metió a sus ojos con violencia, haciendo que soltara por puro instinto la mano de su esposa para restregarse los párpados. ¡No veía nada! Maldijo a Khufu dentro de su cabeza en al menos tres idiomas, soltando pequeñas lágrimas en sus ojos lastimados. En vano, quiso abrir los ojos en más de una ocasión y estos se negaban a responder, llenos de un dolor punzante. Enfadada, estuvo a punto de lanzar una retahíla al Uzza cuando escuchó algo importante -para variar-, que la hizo prestar atención. El poder de Texia se acercó a ella por un segundo y luego se alejó, hacia... su izquierda, podía sentirla.

 

—Como tenga algún daño, juro que lo mato —gruñó hacia donde estaba Tauro, invocando dos nuevas manos fantasmales que emergieron del suelo con una completa fuerza de oscuridad emanando de ellas.

 

¿Le preocupaba que Lyra supiera de su bando? No, cosas de familia. Y una razón extra que nadie podría ignorar: después de una clase, cosas como esas se olvidaban.

 

—Ten cuidado, por favor —de nuevo en vano, quiso ver a su mujer y acabó gruñendo con más fuerza.

 

Se subió a oscuras en las manos sólidas, que la cargaron como si se tratara de un niño indefenso y empezó a guiarlas en silencio, tratando de encontrar la varita por ahí donde la había sentido.

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Era tal como lo sospechaba, podía usar ambos anillos pero con cierto límite y tenía sentido. Era ilógico pensar que si el anillo de presencia te permitía ver a miles de kilómetros de distancia, el anillo de escucha funcionara. No, tenían que al menos estar en la misma habitación, o al lado, pero lo bastante cerca. Tauro no preguntó nada más al respecto, Kufhu se lo había explicado todo muy bien y eso la tenía conforme, cosa que no podía decir de su esposa a quién ya se le notaba demasiado su mal humor. Sin poder evitarlo sonrió para sí misma, ya que su expresión de enfado siempre la divertía.

 

Estuvo de acuerdo con Leah, Katara había sido una bruja excepcional cuando perteneció a la Marca Tenebrosa y aun lo era, sólo que con otro estilo de vida no era capaz de recordar todo su paso por el bando, pero el poder y el conocimiento adquirido seguía allí y a pesar de su apariencia buena y gentil, sabía con seguridad que su hermana podía convertirse en una temible bruja. Tauro nunca se lo haría saber, por el cariño que le tenía y porque respetaba su decisión, pero quizás Leah podría llegar a persuadirla.

 

Sin percatarse, la Mortífaga sintió que algo perturbaba su vista, como si el polvo se hubiese levantado y ahora estuviese en el ambiente. Tauro se rascó los ojos, pero ya la arena mágica del desierto había entrado y las palabras del guerrero sólo se lo confirmaron, pues al abrir los ojos no puedo ver absolutamente nada. No conocía (todavía) la duración de ese nuevo tipo de magia, pero sin varita y ciega, no podía sentirse menos vulnerable. El pánico tomó lugar, alertando cada uno de sus sentidos, pero no podía actuar sin saber lo que Khufu pretendía.

 

«¡Este viejo también está loco!» Tenía la costumbre de referirse así a los Uzzas y Arcanos, pues de primera mano sabía que su apariencia no reflejaba los verdaderos años que tenían.

 

— Estaré bien, cuídate tú también —contestó a su esposa.

 

Después de caminar un par de minutos en la oscuridad, donde se tropezó con Lyra, su esposa y el propio Guerrero, el sonido de las aves llamó la atención de la oji-azul, quién no sabía que aquellas criaturas tenían su varita pero se le ocurrió una idea. Si bien no podía ver, utilizaría al menos una de ellas para que fueran sus ojos y así poder encontrar lo que buscaba. Bastó con acariciar la piedra del anillo en el índice para que se tornara de color marrón, que representaba al Anillo de Amistad con las Bestias y al cual acudiría para ese caso tan especial. No eran criaturas especialmente difíciles de controlar, por lo que la de la derecha no tardó en responder al poder del anillo.

 

«Necesito que me ayudes a encontrar mi varita. ¿Puedes decirme si el viejo guerrero la tiene?»

 

«¿No? Entonces quién la tiene»

 

«Yo»

 

Vale, no fueron palabras reales, sonó más a ese sonido que las águilas hacían, pero en definitiva eso fue lo que quiso decir.

 

«¿Me la entregarías?»

 

Así era Tauro, amable con los animales, no podía evitarlo, aunque si tuviera que ponerse dura con ellos lo haría sin chistar.

 

El ave descendió hasta ponerse frente a ella, que poco a poco iba recuperando la vista, aunque no veía más que manchas a su alrededor que no tenían ninguna forma en específica. Para Tauro su varita, aunque no representaba su vida, ni su alma, era el instrumento por el cual podía proteger a los suyos, defenderlos y luchar contra quiénes se pusieran en su camino para obstaculizar el logro de sus objetivos. Su varita mágica era el instrumento para lograr sus metas, eso lo tenía muy claro, pero sabía que esto también la hacía vulnerable si algún día la perdía, tal como lo acaba de experimentar. ¿Sería esa la reflexión del Uzza? Para lo que fuera su experimento, ahora entendía por qué debía hacerse más que nunca con el poder de aquel libro, necesitaba ver más allá de lo que conocía, de lo que le habían enseñado, necesitaba entender que habían poderes que superaban los suyos y que ella ni nadie era completamente invencible.

 

Luego de su reflexión, el ave, que seguía conectada a ella, parecía leer sus pensamientos y sin resistencia dejó la varita en el suelo, para luego tomarla con el pico y entregársela en la mano, al tiempo que recuperaba la vista.

 

«Gracias»

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Aunque parecía que la estaba pasando bien ahí arriba, en sus Necrohands fieles y útiles para defenderla de cualquier enemigo, lo cierto era que era una tarea difícil que le estaba causando cierta jaqueca molesta. Sentir a la varita era una de las tareas que había realizado siempre en una distancia normal, sosteniéndola en su mano, por ejemplo. Pero nunca había estado lo bastante lejos de ella como para tener que rastrearla. Como momentos antes de la llegada de Lyra, mantenía el ceño fruncido con fuerza hasta marcar una línea dorada sobre sus ojos y una pequeña gota de sudor empezaba a bajar por el costado de su sien, poniéndola nerviosa.

 

Si no veía, ¿cómo se suponía que iba a encontrarla?

 

Se sentó mejor entre las palmas de las manos de oscuridad, que habían formado un pequeño asiento cóncavo para ella, estirando las piernas tensas mientras dejaba sus propias manos sobre las rodillas. Podía sentir a Tauro a través del collar que les había regalado Alyssa y sabía que la había dejado lejos, así como a su cuñada y al profesor. La varita era sólo un pequeño vibrar en lo más hondo de todo lo que era capaz de sentir como bruja. Inhaló profundo, despejó su mente con una profunda concentración y se quedó en la nada, respirando, existiendo, en un plano que únicamente ella podría habitar.

 

Incluso dejó de sentir a las manos que la cargaban, sólo era la oscuridad y ella. Las Necrohands se detuvieron sin ninguna orden qué seguir, pero esa era su intención. Volvió a inhalar, recordando a su varita y sus componentes. Almendro, treinta y cinco centímetros, núcleo de fibras de corazón de dragón provenientes de un Colacuerno Húngaro. Un destello apareció en su campo oscuro, revelando un atisbo mínimo de la ubicación de su varita y no se movió, volvió a inhalar. Tipo tres, negra azabache con un barniz que no se marca, mango de plata y una ligera y delicada inscripción en él. De nuevo, ésta vez con más intensidad, un destello iluminó una parte del campo y tanto ella como las Necrohands enfrentaron el lugar. Rígida, inflexible y extremadamente fiel, se adhería a su mano con el peso perfecto.

 

Como si la misma varita sintiera el vínculo, una sacudida inconfundible de magia la sacudió y el destello se mantuvo ahí en medio de la oscuridad. Dio la orden a sus Necrohands para que siguieran la luz, que sólo ella percibía que podía señalar y pronto el destello, de un brillante rojo, se hizo más grande que antes. La emoción en su pecho era indescriptible y por algún motivo, podría jurar que incluso a la distancia podía sentir a Texia vibrar con insistencia. La luz se hizo más y más fuerte que antes, ahí dentro de su cabeza y abrió los ojos, aún sin ver nada más que una borrosa luz incómoda, cuando supo que la había encontrado. Saltó de las Necrohands con habilidad y se inclinó en el lugar correcto, sintiendo la fría y conocida superficie de su varita. Si el águila seguía por ahí, no podía decirlo, las manos se habían encargado de ahuyentarla.

 

Vara de Cristal —hacía mucho tiempo que no pronunciaba nada con tanta convicción como había dicho aquél hechizo.

 

De por sí, tenía un instrumento mágico bastante largo para su altura que iba perfectamente bien con su personalidad, así que cuando creció un poco más, no pudo evitar alzar mucho las cejas. La visión regresaba y tuvo que obligarse a pestañear varias veces para poder ver parte del rápido proceso. A diferencia del azabache de la madera de almendro, el cristal era de un color similar al vino, brillante y oscuro como un poderoso hechizo asesino. El mango de plata había desaparecido, todo era de ese cristal precioso. Era de principio a fin, la cosa más hermosa que había visto en mucho tiempo. Aún con los ojos adoloridos pasó la yema de los dedos por la superficie fría de cristal, sintiendo el poder desprender de ella con un siseo perteneciente a una dormida serpiente. Sonrió.

 

—¿Puedo probarla? —preguntó al Uzza cuando se giró, pareciendo mucho más letal de lo normal con semejante arma en mano. Tenía una buena idea de con quién iba a probarla primero.

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Con su visión restaurada y la varita en mano, que vibraba furiosa por haber estado tan separada de su dueña, Tauro regresó de nuevo con el grupo, justo a tiempo para escuchar la última pregunta de su hermana, curiosa como siempre y Leah también estaba allí con su varita; una de las aves había seguido a Tauro, quién aun seguía usando su anillo de Amistad con las Bestias.

 

— Vara de Cristal —pronunció tranquilamente. Sus ojos brillaron emocionados al observar cómo su varita iba cambiando de forma, alargándose hasta convertirse en una vara muy elegante hecha de cristal y de color turquesa. Intercambió una mirada muy emocionada con su esposa, quién presumía la suya con suficiencia, muriéndose de ganas por utilizarla.

 

— Guerrero Khufu, ¿a qué se debe esta particular transformación? Y su poder... ¿de donde viene? —su pregunta bien podría interpretarse como que quería descubrir el lugar de donde provenían los materiales y así poder convertir otras varas de cristal, pero no, tampoco era tan ingenua y tonta. Su pregunta se debía más que nada a sus ganas por saberlo todo, en especial esas cosas que todavía no lograba comprender y Tauro odiaba quedarse con alguna pregunta sin responder. Ni siquiera necesitaba conocer el lugar de origen de los materiales, porque sí, era un hechizo, pero de algún lado debía salir esa magia que estaba atada al libro, ella sólo quería una explicación.

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Todo parecía haberse detenido unos instantes. No podía irme a buscar lo que necesitaba para la poción, porque no me había dicho que era lo que debía buscar y aunque era vidente, era sabido que las visiones no siempre eran exactas. También quería saber si la respuesta que le había dado a su pregunta era la correcta, pero sobretodo, como podía librarme de esas imágenes ocasionadas por las gotas del anillo de presencia.

 

-Creeme que tengo ganas de utilizar los hechizos en alguien, pero la oportunidad no se ha presentado, cuñada linda. - Sonrerí al decir eso.-Alguien del pasado, pero no es la persona por la que no fui a su boda.

 

No pude evitar que sentía crecer mi ego, sobre todo viniendo el hálago de Leah. Alguien importante en la Marca, con mucha experiencia en batallas y ella si era buena en eso.

 

Me mordí la lengua, era mejor que no supieran quien era esa persona, aunque en parte debía agradecerle porque esa persona fue mi motivación para llegar tan lejos en los estudios de los libros. Suspiré. Extrañaba el bando, lo admitía pero era una persona que simplemente no podía pertenecer al mismo, por decisión propia.Miré como Leah y mi hermana se iban.

 

-Suerte y cuidense.- Dije en voz alta.

 

Volví a mirar al guerrero Khufu, imaginaba que la poción que haría era aquella en la que se usaba la arena mágica del desierto. Debía esperar todavía por sus instrucciones. ¿Cuánto tiempo había pasado que Tauro y Leah se habían ido, regresado y yo sin poder empezar mi misión?

 

Miré sus varas de cristal, deseando tener la mia.

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Ignoró tanto a Taurogirl como a Leah, ya era hora de que se marcharan a la prueba. No era que se quería deshacer de ellas... pero la hora había llegado por lo que descortesmente abrió un portal con el Haz de la noche y las envió al lugar donde se llevaría a cabo la prueba. Khufu esperaba que la batalla le emocionara aunque temía que ello no iba a suceder más bien no quería ilusionarse. Prefería ir con pocas expectativas. Utilizaba su tercer ojo para poder seguir a cargo de Lyra mientras la batalla se llevase a cabo. Mantenerse viendo ambos lugares a la vez le causaría más de un dolor de cabeza.

Pues tu lógica estaba en lo correcto... no debiste cambiar de parecer— respondió a la bruja al recordar la pregunta que había dejado.— Un kansho no puede devolver algo devuelto por otro kansho. Aunque sería entretenido jugar ping pong con un hechizo.

Respondió con una sonrisa débil mientras una imagen mental se formaba. Sería una forma interesante de llevar un deporte muggle al mundo mágico. Khufu de vez en cuando se encargaba de leer y estudiar sobre los muggles después de todo eran una parte del planeta y sus conocimientos podían ser interesante de mezclar con la magia. La lectura y obtener conocimientos era algo que al Uzza le encantaba hacer.

Por supuesto que la hay.— respondió.— Como cualquier magia... tú la controlas, si quieres dejar de ver lo que sucede al otro lado simplemente hazlo. No hay palabras mágicas ni un acto físico. Solo voluntad, control y poder.

No sabía si su explicación fuese suficiente pero esperaba que sí. Si no era capaz de controlar algo como aquello definitivamente no podría merecer el libro de los ancestros. Esperaba que si fuera capaz de controlar su propia magia o sería un gran riesgo para la comunidad mágica, especialmente con el nivel de poder que controlaban gracias a los uzza.

Esperó por si había otra duda y decidió continuar. El tener que ver a la vez el duelo entre Tauro y Leah y concentrarse en Lyra estaba resultando más cansado de lo previsto. Empezaría con algo suave para que la bruja se entretuviera mientras evaluaba a sus compañeras, realizar una poción parecía buena idea, además de que tendría que usar el kansho para poder prepararla.

Prepararás una poderosa versión de la poción para hacer que se pierda el raciocinio —explicó Khufu con calma, refiriéndose a aquella poción en la que se usaban los pétalos de pensamientos, aunque la que pretendían preparar era un poco más poderosa —tendrás que conseguir polvo de diamantes y añadir a la poción arena del hechicero como ingrediente final ¿alguna duda?

Los pétalos del pensamiento eran enseñados en niveles inferiores, por lo que Khufu confiaba en que la bruja pudiera manejarlos con facilidad al hacer la poción, además, con las armas que tenía a su disposición, la tarea de conseguir aquellos ingredientes adicionales era más que sencilla. El Uzza le permitiría usar portales pues en donde se encontraban dudaba que hallara rastros de diamantes. Sería interesante ver como Lyra manejaba la arena del hechicero, un mago debía ser muy cuidadoso si quería acaparar mucho poder.

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No pude evitar sonreir al escuchar el comentario del guerrero Khufu, sobre jugar piing pong con un hechizo, aunque seguramente un duelo no sería el mejor momento para hacerlo. Tenía ganas de probarlos.

 

Todavía seguia viendo las imágenes que tenía gracias al anillo de presencia. Ya no quería ver duendecillos por todas partes en ellas, por más que fueran divertidos.Asentí ante la respuesta del guerrero sobre como podía dejar de verlos, que parecía no haberle gustado la pregunta.

 

Voluntad, control y poder, había dicho. Podía controlar un dragón, asi que podía controlar las imágenes en mi mente.Basto solamente con dejar de verlas y desaparecieron. Probe para ver si podía ver las imagenes cuando quisiera y ahi estaban nuevamente los duendecillos, hasta que bloquee las imágenes de nuevo. No dije nada del experimento obviamente.

 

Escuché la petición del guerrero. Buscar diamantes no era difícil, pero el se había quedado con mi varita y no me había dado instrucciones todavía de que intentara recuperarla antes de partir, pero evite sacar eso en la clase. A lo mejor simplemente quería ver como lo conseguia sin la varita y si no lo hacia significaba que no estaba lista para utilizarlos y no podía dejar que eso pasara.

 

En ese momento se abrió un portal que me llevaría al sitio elegido: una cueva de diamantes, ya que era lo que había deseado. En realidad primero había pensado en ir al Centro Mundial de Diamantes en Amberes y hacer una compra en un sitio conocido por mi, al que iba a veces por encargo de mi padre. A veces los necesitaba para hacer regalos o convencer a sus víctimas de que le vendieran sus almas y era mejor que vieran que eran legales.

 

Movi la cabeza negativamente rechazando la idea, pensando que no era lo que hubiera deseado el guerrero, sino que usara mi magia. No podía perderme en mis pensamientos, pero en lugar de entrar a la cueva, decidid buscar un grupo de escarbartos que conocía bien, por lo que utilice el anillo de amistad con las bestias y pronto me encontré conversando con ellos.

 

-Vamos, pequeños. Si me ayudan a traer diamantes podrán quedarse con alguno, a ustedes les gustan, ¿no?- Les pedí.

 

Normalmente hubiera hecho un sencillo accio nada más, pero afortunadamente tenía más formas de obtenerlos. Suspire, debía de confiar en el guerrero y de todas formas, sabia que podía arreglarmelas sin ellas. Tres de los escarbatos se acercaron a mi, después de todo eran amigables.

 

Convencidos por el poder del anillo y al cuidado de criaturas mágicas, los tres partieron en búsquedas de diamantes, cosas que al parecer hacian con frecuencia al gustarles las cosas brillantes y esa cueva se los proporcinaron. Me trajeron uno cada uno, por lo que les agradecí dándoles mimos

 

-Gracias. No quería entrar ahi.- Susurré.

 

Sin embargo, no se quedaron ahi, sino que regresaron a la cueva, seguramente a buscar su tesoro. Tomé los diamantes que tenía enfrente y atravesé nuevamente el portal, regresando donde estaba el guerrero Khufu.

 

-Aqui están, supongo que con tres está bien.- Comenté.

 

 

Invoqué el Kansho, tenía curiosidad por ver como funcionaba esa hermosa daga, cuya hermosa empuñadora de planta traia adornos de piedras preciosas. Sin duda alguna era el arma más cara que había tenido en mis manos. El corte del diamante quedo perfecto, ahi estaba en mi mano pertido a la mitad, pero no haría más cortes hasta tener las instrucciones del guerrero, no quería desperdiciar un diamante haciendo más pruebas si con una era suficiente.

 

La arena del hechicero afortunadamente la guardaba en una bolsita de cuero muy pequeña que estaba colgada de la cadena del colgante en que guardaba el amuleto en el que estaban los pétalos de pensamientos, base para hacer la poción que perdiera el raciocinio.

 

-¿Me podría facilitar un caldero por favor? Lamentablemente he sido descuidada y no he traido esta vez el mio, aunque me servira de lección.- Le pedi.

 

La próxima vez llevaría mi monedero de piel de moke, se me olvidaba que en los libros no solo veiamos los hechizos, sino también hechizos, como me había pasado con Badru. Espere que el guerrero no se molestará por la solicitud.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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