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Plaza del Árbol de Fuego


Mael Blackfyre
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Es un sitio cercano al Oasis donde se encuentra el Pueblo Uzza. Éste grupo prestó aquella zona para que las personas que adquirieron algún nuevo libro, enseñado por sus maestros, pudieran poner en práctica todos sus poderes. Claramente que lo hicieron con un objetivo, tras debatir horas para llegar a un voto unánime del Consejo: Si permitían que los magos extranjeros practicaran en ésa plaza, los jóvenes del Pueblo podían demostrarles que tan fuertes eran los que poseían el conocimiento original. Y porqué no, los mismos Guerreros Uzza podrían meterse en ése sitio y enfrentarse a uno, o a todos, los que así lo desearan. Habían visto el lado positivo en permitirles que deambularan por el lugar.

Es una zona extensa de unos cincuenta metros cuadrados. Totalmente árido, donde la arena se extiende a lo largo y a lo ancho. Es un lugar especialmente para entrenar, por lo que posee algunos bancos de piedra para poder ser utilizados para los curiosos que desean observar y demasiado cobardes para no involucrase en las batallas, algunas pequeñas elevaciones permiten que se tenga una vista un poco más extensa del sitio. En el punto cardinal sur, se encuentra erguida la estatua sagrada de su Diosa Guerrera Uzza, siendo acompaña por uno de los árboles típicos de ellos, el árbol de fuego, que originó el nombre del lugar y es una rara especie mágica caracterizado por su color rojizo y sus flores hermosas, que los jóvenes del pueblo, entregan a las doncellas para cortejarlas.

A veces suele ocurrir que los mismos Guerreros Uzza se enfrentan ellos mismos, como parte de sus rituales en luna llena. Y de ésa manera, atraen a los magos y brujas ingleses para que éstos se animen a pelear. O a intentar adquirir sus libros de hechizos, porque eso significa más conocimiento que pueden brindarles a cambio. Muchos integrantes de éste pueblo, luchan sin descanso durante horas y su fama viene a que jamás pierden una batalla. Son personas de rasgos duros, algo codiciosos con sus poderes pero cualquier mago puede pedirle algo de ayuda en su entrenamiento, si lo hacen en nombre de Merlin. Éste realizó algunos Contratos que marcaron la vida de ésta comunidad guerrera.

Editado por Aine Malfoy

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 1 mes más tarde...

La mirada desafiante del joven Uzza que estaba frente a Asenath denotaba no sólo la confianza que tenía en sí mismo, sino lo poderoso que se sentía de que su Maestra fuera, ni más ni menos, que la Guerrera del Libro de Merlín. Su pecho subía y bajaba de forma rítmica, algo que Asenath misma le había enseñado a controlar hacía unos años atrás. La respiración era esencial para poder manejar las poderosas magias guerreras que ellos enseñaban a sus discípulos, así como lo era la fortaleza física y espiritual. No se trataba sólo de lanzar hechizos o aprenderlos de memoria, se trataba de sentirlos, de experimentarlos en carne propia, de conocerlos hasta sentir la magia fluir por cada una de las venas y arterias que componían el cuerpo humano.

 

Asenath esbozó una fría sonrisa, un gesto medido de su parte. En aquella ocasión le estaba enseñando algo a su discípulo, algo que le podía dar una ventaja en la batalla. El chico era bueno pero no lo suficiente todavía. Creía ser fuerte, creía ser veloz, pero su Maestra lo seguía superando una y otra vez a pesar de sus esfuerzos. Esa vez, él no debía ser veloz ni fuerte, él debía predecir, en cierta forma, cuál iba a ser el siguiente movimiento de su Maestra y, en base a eso, crear una defensa. Sí, un contraataque podría desestabilizar a Asenath, pero no era eso lo que ella quería de su aprendiz. No. Ella quería que él pudiera saber cuándo era propicio atacar y cuándo había que devolver el golpe.

 

Se hizo a un lado y luego al otro, como si estuviera danzando. Era bien conocida en batalla por su poder del Vínculo y por su destreza. Para poder perfeccionar aquel conjuro había tenido que aprender a moverse de formas que nadie imaginaba: ágil como un mono, tenaz como una serpiente, fuerte como un tigre, hábil y ligera como un halcón. Eso la hacia prácticamente impredecible y su aprendiz lo sabía. Lo temía. La combinación de movimientos físicos con el de su vara de cristal eran letales, las marcas en el cuerpo del chiquillo lo decían todo al respecto. Profundos cortes en las piernas y en los brazos.

 

-Mira a través de mis ojos- le dijo Asenath en su propia lengua, mientra sus manos se movían a su alrededor y el aire se volvía denso.

 

Alrededor de ellos había otros Uzza entrenando y también algunos magos y brujas británicos que pasaban su tiempo en la Universidad. La mayoría no alcanzaban ni siquiera al rango de mediocres, incluso los bebés Uzza tenían más capacidades que ellos. Otros pocos magos estaban sentados en las rocas y dunas alrededor del campo de batalla, observando maravillados el "espectáculo" que habían aceptado dar por Contrato. Asenath lo hubiera desaprobado si su lealtad no hubiera estado en su pueblo, así que nunca había llevado la contra a eso, cumpliendo su palabra como Guerrera y, más aún, como discípula de Merlín y sus enseñanzas, quién les había devuelto la magia y, con ello, la dignidad.

 

La varita de la guerrera se movió arriba y abajo, a un lado y al otro. El aire se volvió más denso y la mirada del aprendiz Uzza se descolocó mientras intentaba seguir a su Maestra y predecir su ataque, pero no lo logró. La varita del adolescente abandonó su mano y se desvaneció en el suelo, movido por una magia apenas perceptible pero palpable. Asenath soltó un suspiro y acortó la distancia que lo separaba de su aprendiz, tomándolo en brazos y susurrando por lo bajo algo totalmente inaudible para nadie que no estuviera a pocos centímetros de ella. De inmediato, el chico volvió en sí.

 

-Muchas distracciones- dijo en un burdo inglés la Guerrera Uzza, mirando con desprecio alrededor.

 

Los más viejos de la tribu probablemente no prestaran mayor atención a los extranjeros, pero los niños Uzza era la primera vez que veían personas tan diferentes a ellos y el impacto había sido impensado. Ello había causado que perdieran la concentración en los combates, pues estaban más enfocados en lucirse delante de los forasteros que en prestar atención a sus lecciones. La mayoría de los Uzza, como Asenath, continuaban entrenando a pesar de todo, pero para los niños era más difícil. En consecuencia, casi siempre resultaba una pérdida de tiempo. Claro que aquella forma de comportarse traía consecuencias luego, cuando debían pasar horas y horas de entrenamiento durante la noche o bajo la agobiante luz del sol.

 

El joven Uzza se puso en pie avergonzado e inclinó la cabeza en señal de respeto a Asenath, lo que la dejó un poco descolocada. Ellos eran lo más bajo dentro de su pueblo, nadie se inclinaba ante ellos, pues su Glorioso Destino era servir; servir a su pueblo y su Diosa.

 

 

Asenath endureció el gesto y se alejó, volviendo a colocarse en posición de lucha. El niño hizo lo mismo y volvieron a ese extraño baile.

 

Las costumbres inglesas se les estaban pegando demasiado profundo a los niños.

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El vampiro podía escuchar a lo lejos, como si estuviera en lo más alejado de un túnel muy largo el sonido de todo lo que le rodeaba, el hablar de los estudiantes, de todo lo que estaba aconteciendo en aquel lugar, sin embargo, sus ojos se encontraban cerrados mientras meditaba. Le gustaba aquel lugar, estar allí cerca o bajo el árbol de fuego lo alimentaba, podía sentir su energía en cada célula de su cuerpo vampírico. Suspiro e intento “respirar” de manera acompasada.

 

Era sabido que el fuego era el elemento que regia al Ragnarok, cada quien se llevaba mejor con algún elemento, para el cainita era el fuego. Recordó un viejo entrenamiento y en su mente se dibujaron algunas runas. Pensó en ellas, susurrando con su pensamiento el nombre de cada una de ellas, pero no podía hacer más. Siguió respirando, lo primero era controlar el fuego antes de usarlo, se lo habían dicho ya muchas veces, principalmente sus tíos. Aquel pensamiento le hizo abrir los ojos y mirar a su alrededor tristemente. Recordaba Grecia, sus aventuras, todo lo que había hecho bien y a la final había terminado haciendo mal, pero debía dejar eso en el pasado o eso intentaba.

 

Cerró los ojos nuevamente, de una u otra forma todo lo que había sucedido era aprendizaje, ahora estaba allí intentando tomar un nuevo camino. “Respiro” dejando que el vital gas para las criaturas pasara por sus pulmones. Aun le quedaba demasiado por aprender.

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