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El Guardián del Lago


Mael Blackfyre
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Uno de los pilares que sostiene a la Universidad es la enorme cantidad de rumores y encantamientos que ésta posee. Una de ellas es la Biblioteca de Alejandría. También se encuentran los Libros de Hechizos que tan ferozmente atesoran los Guerreros Uzza. Pero son pocas personas los que saben realmente los secretos, o no tan secretos, que tienen los Arcanos. Éstos seres longevos, poderosos y legendarios encontraron su lugar dentro del Ateneo, ayudando a todos los aspirantes a conseguir un buen manejo de las habilidades en caso de adquirirlas después de enfrentarse a una de las siete puertas, dentro de aquella pirámide. Pero eso no lo es todo, y éstos personajes, lograron expandirse creando algunas atracciones para demostrar sus poderes.

El Guardián del Lago es un gigante de piedra, mitad hombre y mitad montaña de unos diez metros de alto. Ésta figura está erguida en la orilla donde las aguas levemente acarician su larga barba. Sostiene un jarrón entre sus manos, para simular la caída del agua a modo de cascada, produciendo un sonido relajante. De ella, suele despedir algunas pequeñas criaturas como hadas que transforman ésa zona en un sitio aún más llamativo. Ésta gran figura suele largar humo por sus fosas nasales, alarmando a los Arcanos de que los Guerreros Uzza se encuentran cerca. Claramente que jamás pudieron prohibirles la entrada por un trato verbal que tienen para con la Universidad pero es imposible que éstos dos grupos no rivalicen.

Y todo ésto se resume a que en los pies del Gigante, donde crecen hermosos árboles frutales, arbustos con flores exóticas y enredaderas que despides aromas diferentes, se esconde una entrada para cualquier persona que quiera encontrar una especie de templo subterráneo. Los Arcanos se encargaron de equiparlo con diferentes secciones para que les permitieran relajarse, y porqué no, practicar sus habilidades. Los videntes lograron centrar sus energías para obtener las visiones que sus maestros le enseñaron. Algo tan tabú como la nigromancia, parece demasiado normal y llamativo allí dentro. Hay diferentes cuartos con pasadizos que llevan a otras habitaciones aún más grandes y profundas. Hay secciones tranquilas y otras donde las personas no pueden parar de hablar. También hay una cueva donde el lago logró escurrirse y sus aguas azules-verdosas mantienen serpientes acuáticas, los cuales los hablantes de pársel encuentran buena compañía.

Nadie que no vea al Guardián, puede evitar darse una vuelta para visitar la cantidad diversa de lugares que los Arcanos recrearon para demostrar sus mismos poderes. Y claramente, todos esperan poder encontrarlos deambulando por allí. Sus clases son magistrales y hasta existen individuos que temen inscribirse, pero otros desean poder intercambiar alguna palabra o consulta. Éstos no se dejan mostrar fácilmente. Algunos se muestran indiferentes o se esfuman, como si una fuerte brisa hubiera atravesado el lugar. Pero en alguna oportunidad, cuando alguien de verdad lo necesita, si es paciente puede que aparezca algún Arcano para brindar un sabio consejo.

Editado por Aine Malfoy

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  • 3 meses más tarde...

Rosália se encontraba justo en la orilla opuesta al Guardían. ¿Cómo habían hecho los magos londinenses para realizar aquella réplica tan hermosa? La Arcana de la Legilimancia estaba maravillada por toda la naturaleza que había alrededor. Sobre el borde del agua se deslizaban peces de diferentes colores que esperaban encontrarse con alguna miga de pan que los alumnos de la Universidad les lanzaban. También la raíces de los árboles llegaban al agua, como arrastrándose sedientas en búsqueda de libertad.

Por encima, Jobberknoll, lechuzas y hadas revoloteaban por todo el sitio. Si todo el mundo fuera como aquel espacio tranquilo, verde y puro, entonces Rosália tendría mas libertad para moverse, más tranquilidad para pensar y más espacio, ya que había escuchado rumores de que las personas vivían apretadas. Apretadas en el Callejón Diagon, en el Banco Gringotts, dentro de las salas de sus mansiones y en el mismísimo Atrio. Muchos sitios le llamaban la atención pero había demasiadas personas.

Además. ¿Qué sería la vida sin el sol? ¿Como se iluminaba Gringotts sin los rayos del Rey Astro? Era mejor no meterse adentro de un agujero lleno de monedas de oro y plata, no le interesaban para nada. La Arcana sacó su Vara de Cristal, hacía aquello demasiado a menudo, con un movimiento de ella, un manto de flores rojas, naranjas, azules y violetas, iba recorriendo su alrededor para embellecer el Lago. Un segundo movimiento hizo que el Guardián se estremeciera y sus ojos brillaran con un fuego dentro. El humo empezó a salir por sus fosas nasales.

Es hermoso

Pensó la híbrida Pereira, maravillándose por el poder que tenían los Arcanos en ése sitio. El Consejo había sido un enorme revuelo cuando llegaron a las tierras de Inglaterra. Les había costado llegar a un consenso pero lo habían logrado. Cada Arcano tenía su hogar, cada Arcano daba clases bajo sus comodidades aunque ninguno había salido aún de la Universidad. O eso creía Rosália. Por el momento, ella solamente saldría a sitios similares en el que estaba ahora. Por eso cerró sus ojos, tomando bocanadas de aire. Sus ropas se vibraron y algunas florcitas que portaba como parte de decoración se abrieron.

¿Dónde demonios voy a conseguir esos ingredientes?— —Oh, no, oh no no, llegaré tarde a clase...— —No creo que se de cuenta...

Esos pensamientos se infiltraban en la mente de la pelirroja sin que ella lo quisiera. Aún estando a muchos metros, ella tenía el poder de leer las mentes. Era algo molesto, porque ésos pensamientos preocupantes y ansiosos interrumpían su tranquilidad ¿No podía callarlos? Negó con la cabeza y se cruzó de brazos, corriendo un poco su cabello. Se quedó observando un poco más al Guardián del Lago. Los espirales de humo habían alcanzado muchos metros de alto.

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Patronus de Thomas E. Gryffindor (Buscando a @Rosália Pereira)

 

El atardecer poco a poco comenzaba a asomarse en las dependencias de la Universidad londinense, pues el día había transcurrido normalmente como toda jornada primaveral común y corriente. Una tenue brisa mecía las calmadas aguas del Lago custodiado por el enorme guardián de piedra, mitad hombre y mitad montaña, que desprendía majestuosidad frente a los ojos curiosos de quienes lo contemplaran de cerca o al otro lado del estanque natural que albergaba a decenas de criaturas mágicas y muggles de variadas especies que convivían armónicamente en dicho hábitat que fulguraba con la llegada de aquella estación del año en donde la flora y la fauna se cubrían de nuevos aires de reproducción y lozanía para conservar su especie. La variabilidad en el ambiente era evidente, y quizás se debía a la intervención de la magia ancestral de los Arcanos que moraban sus alrededores desde que los directores llegaron a un acuerdo de mantener contacto con el propósito de que éstos enseñaran sus destrezas más inauditas a quienes fueran dignos de ostentarlas.

 

Fue en eso que un conglomerado de hilos plateados brillantes se materializó por la zona más cercana del Lago, plasmándose la figura de un mono araña blanquecino que revoloteó por las copas de los árboles hasta arribar justo enfrente de la presencia de la Arcana de la Legilimancia… Rosália Pereira. El patronus había sido enviado por su alumno, Elros, con el afán de avisarle sobre su llegada al punto inicial de encuentro en donde los dos se habían conocido hace unas horas atrás. <<Maestra… maestra Rosália… he llegado de la misión. La tarea encomendada fue concluida. La espero frente a la pileta de piedra dentro del túnel de arbustos florecidos que usted misma elaboró. Nos vemos…>> fue lo que comunicó el hechizo resplandeciente previo a desaparecer ante la mirada expectante de la carioca, quien había estado prestando atención a los espirales de humo que salían desde las fosas nasales del guardián y que ahora discurrían por la atmósfera despejada a muchos metros de altura.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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  • 2 meses más tarde...

Mentiría si dijera que no sabía qué le había llevado hasta ese lugar. Sajag pocas veces salía de su cámara, pues siempre gozaba más con un buen puñado de arándanos rojos mientras leía algún libro que hubiera llamado su atención. Otras veces, repasaba su cuaderno de notas en las que, en horas intempestivas, solía apuntar pequeños esbozos de sus visiones. Una de ellas le había hecho abandonar su lecho para adentrarse en aquel fantástico lugar, justo cuando amanecía.

 

Caminaba despacio, sujetando con fuerza el cuaderno, a pesar que sabía que si surgía alguna visión, difícilmente iba a olvidarla. El Guardián del Lago le atraía, su majestuosidad y los secretos que guardaba a sus pies eran motivos más que suficientes para olvidar su retiro y adentrarse en aquel mundano lugar, llamado por el Ministerio de Magia y por los Directores de la Academia. Seguramente, nunca hubiera accedido a acercarse a aquel lugar, a pesar del atractivo de los rumores corroborados por sus predicciones, de que iba a encontrar libros perdidos de la Antigua Biblioteca de Alejandría. Como todos los Arcanos, desdeñaba a los Uzza por su belicosidad, tan en contra de su forma pacífica de ser. Esos orgullosos seres no podían traer nada bueno, así que no hubiera acatado ninguna voluntad de nadie que le obligara a abandonar su tierra natal y sus olores característicos para estar cerca de ellos.

 

Pero tenía un favor que devolver. A quién y porqué, estaba en su mente y en pocas más que conocieran la historia. Por ello, en cierta manera, se dejó manipular para enseñar a nuevos pupilos el arte y Habilidad de la Videncia, algo que no todos podían soportar. También había influido el sentirse algo solitario y que hacía mucho tiempo que no tenía pupilos aptos para pasar la prueba.

 

No estaba en su personalidad sociabilizar con nadie. Alumnos y profesores de conocimientos por un igual les eran desconocidos. Sólo podía decir que conocía algo a los Directores, quienes se habían encargado del traslado de sus pertenencias al Ala de Profesores que casi había acaparado con sus múltiples y frágiles libros antiquísimos. Apenas conocía a sus colegas Arcanos. De vista sí, por supuesto; al fin y al cabo, todos habían coincidido en algún momento en el Portal de las Siete Habilidades y, juntos, habían construido los lugares maravillosos de enseñanza y recreo a los pies de la Estatua del Guardián del Lago. Por supuesto, ni conocía ni sentía ningún ánimo de conocer a los Uzza que pululaban con sus artes guerreras por el centro educativo.

 

Sajag llegó ante el Guardián y cerró los ojos, con pesar. Esperaba haberse equivocado en su Visión, en el fondo de su mente quería creer que la figura del Guardián humeante sólo era producto de una insaciable gula por frutas dulces que le había producido una ligera indigestión mientras dormía.

 

Pero no había sido así. Él era el Arcano de la Videncia y nunca se confundía en sus interpretaciones. Había visto en sueños al Gigante, al Guardián del Lago, echando humo por sus fosas nasales, un humo grisáceo oscuro que se mezclaba con el agua que vertía y dejaba un lago oscuro a sus pies.

 

- Hay Uzzas cerca - dijo, en voz alta. Pero no había desánimo ni dolor en sus palabras, sólo había certeza. Lo habían prometido, unos y otros respetarían el lugar asignado al otro grupo y evitarían peleas. Sin embargo, el Gigante humeaba y una banda de pájaros se alejaban graznado del lugar. - Están ofendidos por la presencia de mentes guerreras - auguró.

 

Sagaj se sentó cerca de los árboles frutales. Su aroma era más atractivo que el quemado que se despedía del Guardián. Esperaba en silencio. Sabía, lo había visto, que alguien más llegaría. Incluso que un pupilo con anillo se hallaba cerca, aunque no se había parado a buscarlo con la vista. En su visión...

 

- ... Se desatará una guerra en la que Habilidades y Fuerza Guerrera se enfrentarán por el dominio del Conocimiento.

 

Se sentía aturdido. Se había despertado antes de tiempo y no lograba discernir si el final que había visto era una pesadilla o una realidad cruel y macabra. La hubiera gustado traer algo de sándalo con el que relajar su estado de ánimos; al menos, el agua que caía desde el jarrón del Guardián del Lago era apaciguante, a pesar de su negrura.

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  • 2 semanas más tarde...

Pasear por el Guardián del Lago era una de sus actividades favoritas desde que se habían mudado a aquella Universidad Mágica para poder enseñar a los jóvenes magos residentes de Londres sus poderosas habilidades. Le gustaba porque era un lugar tranquilo, lleno de naturaleza y magia que la hacía sentirse plena; no había un escenario que la relajase más en aquel lugar, ni siquiera su vivienda. Además, la ilusión mental que instalaba en las mentes de quienes la veían (que no solían ser muchos) para hacerles creer que aún era joven y lozana no llegaba a efectuarse nunca cuando estaba allí, pues no solía encontrarse con nadie. Y si lo hacía, solía ser algún otro arcano. Ni siquiera recordaba haberse encontrado nunca con los guerreros uzza, aunque eso era positivo.

 

Llevaba paso lento, con la espalda ligeramente encorvada y usando su vara de cristal opaco como punto de apoyo. Aunque era poderosa, la edad hacía mella en su cuerpo, antaño elegante y alto, con brazos y piernas alargados. Ahora se veía anciana, con la piel arrugada y aspecto ligeramente esquelético a causa de su delgadez. A pesar de ello, seguía usando sus coloridas ropas, las mismas que llevaba cuando vivía en su tierra natal. Cerró los ojos con gesto soñador recordando Tanzania. Su clima, sus gentes... todo era muy distinto a aquella Inglaterra, aunque esta nueva tierra también tenía su encanto. Ella se contentaba con todo, valoraba las cosas más sencillas y mínimas.

 

Había escogido un hueco cercano a los pies del Gigante donde dejarse caer delicadamente sobre el suelo, recostándose entre las flores. Sentirse rodeada de vida, pacífica y silenciosa a su manera, le hacía relajarse de todo. Incluso se permitió el lujo de cerrar los ojos durante un rato, dando la impresión a quien la observara de que se había quedado dormida. Escuchaba a los lejos el parloteo de las hadas, chillonas y juguetonas, que perseguían a los insectos voladores y hacían del río un escenario absolutamente mágico, como salido de un libro de cuentos.

 

De repente, la paz interior de Sauda se vio interrumpida cuando las hadas parecieron alarmarse. Su poderosa mente había notado cómo la naturaleza se había puesto nerviosa de un momento a otro. Se incorporó ágilmente, a pesar de su frágil aspecto, y salió de entre los pies del Gigante para observar que humeaba por las fosas nasales. Aquello solo podía significar una cosa...

 

Sus pensamientos se interrumpieron cuando escuchó una voz conocida, aunque llevaba tiempo sin oírla. ¿Dónde habría estado Sajag? Probablemente enseñando a jóvenes magos ávidos de conocimiento, igual que ella. Se acercó lentamente, pues le oía hablar... y cuando él hablaba, era preciso escuchar.

 

¿Ofendidos? ¿Quiénes están ofendidos y por qué? —preguntó, con cautela. Pero el arcano de Videncia no había salido aún de su "trance". Sauda se alarmó totalmente al escuchar la palabra guerra. De repente, el arcano despertó—. ¿Cómo que habrá una guerra? ¿Qué has visto, Sajag? —su voz, siempre dulce y serena, ahora tenía una gota de pánico. La guerra siempre conllevaba violencia y desorden, entre otras cosas; la vida era lo que menos se valoraba en esas circunstancias... y ella amaba la vida.

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- Hola, joven Sauda - saludó Sajag, con una educación y ademanes aprendidos de sus tutores ingleses. A pesar del tiempo pasado, aún recordaba aquella parte de su niñez y adolescencia que tanto había odiado en aquella época. - La edad no pasa por tus dulces ojos.

 

En realidad, el Arcano de Videncia sabía que casi era tan viejo como ella, pero la edad concreta es algo que no se preguntaba entre los Arcanos, puesto que ambos, todos en realidad, podrían verse como eran en realidad. El hecho de haber compartido el Hall de las Siete Puertas y haber utilizado el Ouribus en ciertos momentos, les hacía verse tal como eran sin los trucos estéticos que les gustaba usar.

 

- Los pájaros, querida Sauda - contestó a su pregunta mientras se incorporaba para no ser descortés. - He leído el presagio de las aves, están enfadadas por el humo oscuro. Y las entiendo, si no tuviera un contrato inquebrantable con la Universidad y el Ministerio, hace tiempo que me habría ido de aquí.

 

Observó a los pájaros, en silencio, hasta que desaparecieron. Después sonrió y se volvió hacia la Arcana de Oclumancia.

 

- Sabes que soy pacífico y practico la no-violencia pero... No debimos aceptar este pacto con el Ministerio sobre la presencia Uzza en el mismo espacio que nosotros. Noto que hay cierta envidia por nuestro saber y poca paciencia para adquirirlo. Si sólo uno de ellos se acercara con humildad de aprender...

 

Sus ojos volvieron al agua oscura que vertía el Guardián del Lago y lanzó un suspiro profundo.

 

- No me importaría su proximidad si acudieran sin esa prepotencia bélica que les caracteriza. Por cierto, vi que se acercaban con sus poderes mágicos de esos libros que violan con sus enseñanzas. Te sugiero que nos acomodemos en las profundidades de la estatua. La huida no es un deshonor, sino un acto heroico para salvaguardarles a ellos de nosotros mismos. He visto que no durarían en un enfrentamiento con nuestras habilidades juntas y no quiero que su orgullo se resienta.

 

Señaló con una mano regordeta los pies del vigilante y extendió su sonrisa. Aquella mujer siempre le producía un gran respeto.

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  • 2 semanas más tarde...

Buscando hablar con un Arcano

A las orillas del lago, donde emerge una bella flor

 

En papiro se encontraba escrita una magia tan antigua como el mundo, de ella se hablaba de tiempos venideros, de tiempos que cuando fue escrita el jeroglífico no sucedía, inclusive eran documentos que solo se pasaba de generación en generación, quizás Sajag pudo conocerlos, la mente audaz de Aailyah Sauda podía comprender por rumores, pero que Rósalia Pereira se reía, dado que lo consideraba como un mito, inclusive su opinión pudo cambiar con el tiempo, los trazos del documento borrado y todo eso que se decía, era simplemente un mal recuerdo, el origen de dicho documento era antes de lo que los muggles consideraban como la venida del Salvador, un ser divino decían, la procedencia del mismo, era discutido por muchos magos contemporáneos, dado que los muggles no comprende muchas cosas, inclusive en tiempo antiguo no lo hacían. La información que corrompida estaba, dado que el texto se encontraba casi ilegible de leer, era referente a un lugar conocido como Guardián del lago. En este se describía sobre el origen del ser creado de de piedra con algo más, aquel que reposaba y descansaba, cercano a un lago, de allí su nombre.

 

-Es solo un cuento

 

Murmuro al examinar el documento, el mismo daba insinuación a seres híbridos con las plantas ¿será posible que ello suceda? Era lo que en su mente se interrogaba, pero no mucho para ser un pensamiento, dado que no daba como posible que existan o existieron con ese enorme poder, solo es una explicación para comprender los dones que se habían heredados, dado que no compartía con la idea que los mismos se pudieran trasmitir como un simple conocimiento más, ese don era algo que solo las generaciones de sangre pudiera tener, el hablar con las serpientes no era algo que se enseñaba, este era de la idea que se nacía o no con el don, al igual como muchas habilidades que había leído. Entre sus libros se encontraba varios centenares de leyenda esquimales, pero no había tenido la gracia en conocerlo, inclusive en su país de origen, creían que esos magos eran un mito. Dado que no había pruebas de su existencia. Al terminar, con el documento lo guardo, dado que no deseaba que más nadie lo leyera, en el lugar que lo guarda, es un riachuelo, cercano a donde crecía un manzano.

 

Levantándose lentamente, comienza a guardar cada uno de sus tesoros, cada libro que allí se encontraba, los guardaba en su mochila, algo básico, pero siendo estudiante, no había otra forma para poder trasladar tanta información, luego que terminara, comienza a observar una figura rocosa, por lo que una de sus ideas, le hizo pensar que eso se refiera al relato que había escondió, el lugar no pensaba utilizar más, la leyenda de los Uzza, pero por alguna razón, su amor por naturaleza le hizo terminar por esos rumbos. Su paso era lento, silencio e incluso silente, cada vez que lo hacia su ave le acompañaba de lo alto, al momento detenerse giraba en su entorno, al durar mucho tiempo buscaba un lugar donde reposar, para así observarlo siempre. El ave era un búho, nada más simple para significar la sabiduría, según los antiguos mitos griegos. Su condición lo limitaba, por ello prefería el contacto con el mundo natural, más que el de sus iguales.

 

Una brisa le cubrió, era extraño dado que solo le envolvía a él, quizás era parte de la magia que se decía tener el entorno, por lo que no le dio mucha importancia, pero esta hizo que algunos de sus libros comenzaran a salir de su mochila, haciendo que se elevaran en vuelo, este los comenzó a perseguir, adentrándose a rumbos desconocidos, a esos que nadie se había adentrado, pero un siseo lo alerto y le hizo detener, por lo que al siguiente instante, supo que era mejor dar marcha atrás, ante un leve sonido de crack, dado que alguien había quebrantado una rama al pisarla, este comienza a correr en la dirección de su flanco izquierdo. Mientras que corría su respiración se agitaba. La capa que ocultaba su rostro, por medio de la capucha, se ondeaba con cada movimiento, para cuando ya no podía más, se logra frenar, quedando a las orillas de un lago, donde la vegetación florecía de la nada.

 

-Esto es imposible

 

Al parecer había observado un planta que parecía tener orbes como un ser humano, algo que no había visto jamás, quizás ya se encontraba delirando, o había encontrado lo que aquel papiro había descrito como la mujer planta, donde se decía que era tan hermosa como peligrosa, pero eso no era posible, por lo que cerró sus parpados, respiro un momento, escuchando su latir cada vez más fuerte, su respirar agitado, sentir su cuerpo cansado, por lo que comienza a inclinarse, apoyarse en su rodilla derecha y apoyar su mano derecha al suelo, dado que se encontraba fatigado. Al abrir sus parpados, su mirada se centra en la mitad del lago, allí algo nacía, era un florecer del agua, era una magia hermosa de ver, dado que cada pétalo que emergía, contenía su propio micro ecosistema, la flor simplemente emitía un dulce aroma. La fragancia era difícil describir, incluso las palabras se quedarían cortas.

 

El rugir de la naturaleza no se hizo esperar, lentamente allí se escuchaba toda clase de bestias, de los cuales solo distinguió el aullar de los lobos, dado que los mismo le daban tranquilidad. Se preguntaba si era posible ver uno blanco, aquel que le decían lobo ártico. Al recuperarse, solo se limita a sentarse, a dejar que el mismo tiempo se encargara de él, dado que no deseaba más, solo deseaba un poco más en ese paraíso natural, era posible que fuera peligroso, pero no le importaba, algo le decía que deseaba estar un poco más. De su espalda un resoplido le sintió en la nuca, pero ninguna palabra le acompaño, al desviar un poco la mirada, una sonrisa se le hace en el rostro. Su mirada, simplemente no lo observo, dado que sabía que era, quien era y no le dio mucha, importancia, dado que su atención, se encontraba en esa bella flor.

 

Lo que había llegado tenía su rostro cubierto por completo, sus prenda eran del lugar de origen de aquel mago contemplativo, de ser que brillaba por su intelecto, que solo por el intelecto pudiera entrar un ideal, no era oscuridad no era luz, era simplemente saber, un saber que le pudiera hacerle optar por caminos inciertos, algunos rumores decían que si se lanzaba alguna roca al agua, algo poderoso y misterioso pudiera emerger, pero no deseaba hacerlo, dado que el agua era mansa, tranquila y relajante, el fluir incluso de la brisa, era tan apacible que nada más lo esperaba que la misma soledad.

 

-No te preocupes

 

Menciono y la presencia que había llegado en sigilo, se había marchado, dado que solo obedecía a su señor, dado que era su elfo domestico, aquel que desde pequeño se le fue cortado la lengua, para que así le sirviera, claro que esos actos pudieran ser considerado como maltratos para algunas culturas, pero para otras no, dado que era tradición, que los elfos domésticos sirvieran en silencio, que al nacer su señor su lengua fuera cortada, como símbolo de su servicio y lealtad, diferenciándose de muchos otros, por la belleza angelical de los mismos, por lo que se le consideraban los ángeles de la noche. Dado que eran tan hermosos y tan silenciosos, que solo en la noche pudiera ser escuchado sus pasos.

 

Ya luego de un rato, su voz se difuminaba, dado que nada más emitió ruido, le pareció extraño, pero no le tomo mucha importancia. Eso era al fin y acabo lo que a él le gustaba, por tal razón, se comenzó a quitar los anteojos, lo dejo en el suelo, cerro los parpados, comenzando a sentir lo que sus sentidos sintieran, centrándose únicamente de lo que a su mente pudiera venir, de aquellos pensamientos que solo el controlaba, al menos eso pensaba, dado que no había más que le importaba, pero era sus fuerzas mágicas menores, dado que ni graduado se encontraba, pero deseaba adquirir conocimiento, no una habilidad, dado que tenía algunas, pero no desarrolladas, otras ya las descubriría en su tiempo.

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  • 3 meses más tarde...
No se trataba una noche como todas sus predecesoras, pues era 14 de Octubre y una nueva vuelta al sol ocasionaba que su propio marcador de años se corriese hacia los 21. <<Cada día más senil, eh... Vaya Elros... luego tendrás que ocupar bastón>> cavilaba sonriendo el apuesto adolescente mientras se miraba en el espejo de su habitación en la mansión de sus padres, haciendo fuerza con sus brazos para marcar los fuertes bíceps que se contraían potentes con el flexionar de ambos codos. Aquella tarde, tanto Elvis como Annick, habían organizado una fiesta familiar en honor a su pequeño retoño que cumplía su primer año; invitando a todos los familiares y amigos más cercanos para que compartieran una reunión amena que concluyó cerca de las 23:00 hrs con el llanto de las mellizas de Arabella que ansiaban por ver la cama de una buena vez; contagiando aquella emoción visceral a los gemelos de Sofía, los que tuvieron que ser trasladados por Polo hasta la residencia de los Granger. Por su parte, Elros del futuro o "Thomas" como le conocían todos, se limitó a observarla situación desde lejos; añorando su tiempo, su antigua vida que se había esfumado con la muerte de sus padres a manos de los mortífagos veinte años más adelante en la escala temporal que cada día se modificaba aún más con su presencia ahí. -Papá me citó a las 01:00... Creo que es una buena oportunidad para platicar ciertos temas con él... No hemos tenido tiempo para conversar tranquilos; no así con mamá... cuando viajamos a Amarna a través del magnífico pozo- se decía para sí mismo, forzando una tenue sonrisa con tal de opacar esa serie de memorias que no paraban de atormentarlo; pese a la intervención de Sajag, Rosália y Suluk Akku con el afán de fortalecer su mente para potenciar el uso de sus habilidades.


Fue así que cuando su reloj de bolsillo marcó quince minutos antes de la hora del encuentro; Elros cogió su capa de viaje bruna y la anudó con sutileza a la altura de su cuello, no olvidando cubrir sus revueltos cabellos rojos rizados con la capucha que evitaría que el viento otoñal causara mayores estragos con el peinado que le habían obligado a hacerse, específicamente su hermana Kyttara, para aparentar una estampa más formal en la fiesta que convocó a más de una treintena de invitados. -Listo... Varita, anillos... Creo que no se me queda nada- musitó segundos antes de transformarse en un mono araña que salió disparado por la ventana de su alcoba en el tercer piso de la morada fenixiana, trepando por un árbol que lo dejó directamente en los jardines traseros; sitio donde volvió a adoptar su forma humana previamente a marcharse por aparición. Su fornida silueta se materializó justo frente al imponente Guardián del Lago de la Universidad; un enorme gigante de piedra que sostenía un jarrón, como el signo zodiacal de Acuario, por donde discurría el agua (la misma que bañaba sus barbas) a modo de cascada con un sonido relajante que se hacían acompañar con el brillo de las hadas que revoloteaban por los alrededores sin parar. Las estrellas se mantenían estoicas en el oscuro cielo, mientras la luna guiaba el sendero de un grupo de grindylows que habitaba ese estanque desde eras inmemorables. -¿Papá? ¿Eres tú?- exclamó cuando sus sentidos se afinaron con dos presencias que se acercaban donde estaba él: una era la de @, mientras que la otra más pequeña no lograba identificarla de ningún modo; suceso que lo puso a la defensiva por breves instantes.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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La luna iluminaba cada centímetro del complejo de la Universidad, aunque por momentos algunas nubes peligrosas la ocultaban por pura envidia. Había sido un día agotador, pero como hacía muchísimo tiempo, no terminaba ahí simplemente por ser de noche. A veces continuaba mis trabajos para la Orden del Fénix y otras veces, tenía que ser padre porque el tiempo no me alcanzaba cuando mis hijos lo necesitaban.

Me había aparecido cerca con Tanis, mi elfo doméstico. Tenía dos manos derechas, Emma y Tanis. La primera se encargaba de demasiadas cosas, pero era más desde un lado profesional, los papeleos, las cartas al Ministerio y de ayudarme con mi agenda. Se había trasladado conmigo tanto a Hogwarts como con la Universidad cuando me había ido del Departamento Auror. En cambio Tanis, era mi compañero en cuanto a lo personal. Ambos caminábamos por aquellos senderos que serpenteaban entre los árboles, junto a los árbustos y cerca del lago, ilumninados por pequeñas esferas plateadas como la misma luna.

 

Señor, Tanis le ha advertido a todas las personas de la familia. La señorita Ley cree que no van a regresar los del Ministerio pero le advierte al amo Elvis que tenga cuidado. Ha escuchado rumores acerca de aquella denuncia y cree que quieren capturarlo.

 

Lo sé, Tanis querido. Pero desde la Orden tenemos algunos trucos bajo la manga. Ya me he cruzado con dos imbéciles que quisieron hacerlo. Pero los verdaderos culpables de eso son lo demasiado cobardes para mandar a simples empleados. Me preocupa más lo que le pueda suceder a mi familia que a mi, sinceramente

 

Era extraño estar caminando tranquilamente por la Universidad, hablando libremente de la Orden del Fénix y de todas las cosas que estaban ocurriendo dentro de la comunidad mágica, pero gracias a mis objetos nuevos, como el Anillo de Escucha, podía proteger aquellas palabras sin que salieran más de nuestro alrededor. Ni aunque estuviera alguien a medio metro, podría escucharnos. Solamente escucharía un zumbido y nada más. Aunque a ése punto, ya no me importaba lo que pensaran, porque de todas maneras algunos me acusaban de pertenecer a la Orden del Fénix, aunque sin mucho éxito con las pruebas.

 

Hazme un último favor, Tanis. Avísale a Darian que revise lo de las conexiones con la Red Flú. Tenemos que aferrarnos a todos los huecos posibles y llegar al núcleo del problema. Gracias por todo.

 

Había querido ir finalizando con aquellos temas, porque mientras nos íbamos acercando al lago, pude distinguir la figura que estaba esperando encontrarme, mi hijo Thomas. Su cabello rojo fuego, brillaba por momento gracias a la luz lunar. ¿Y quién más iba a estar a ésa hora de la noche junto al lago? La respuesta podía ser afirmativa, porque muchas personas y cosas pertenecían a la Universidad, pero era el momento justo en el que había decidido encontrarme con el mago. Mi elfo doméstico se detuvo, me dirigió una reverencia y desapareció entre un estallido de niebla rojiza, que se disipó rapidamente con la brisa nocturna. Me acerqué a Thomas hasta brindarle un abrazo.

 

Hijo. ¿Estabas esperando hace mucho? Disculpa, tenía cosas que hacer. ¡Feliz cumpleaños! —me alejé tan solos unos centímetros, mientras escuchaba que había movimiento en el agua. Al parecer no éramos los únicos noctámbulos del sitio. Miré más allá del agua, donde el Guardián del Lago vigilaba atentamente. ¿Había personas que conocieran sus secretos? Esperaba que no porque eso lo hacía más misterioso y débil, de lo que en realidad era—. Creo que éste es el sitio ideal. Es increíble que en los tiempos en los que vivimos, haya ésta tranquilidad. ¿Tú como estás? ¿Cómo te sientes?

 

No tenía idea si mi hijo entendía aquella pregunta. Hacía ya un año que había pasado lo de su traslado en el tiempo y no estaba seguro como se sentía realmente. Ya había pasado la barrera de temer por su nombre, lo seguiamos llamando Thomas por mera precaución pero para todos era como nuestro hijo. Seguíamos manteniendo el secreto de su verdadera identidad y de que teníamos dos Elros en diferentes momentos de su vida, pero al parecer y actuar con normalidad, nadie sospechaba. Teníamos algunas cosas que hablar.

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-¡Hola papá!- saludó en un suspiro que reveló su calma ante la situación que lo tensó ligeramente al no reconocer a la diminuta figura que acompañaba a Elvis y que ahora ya no se encontraba a su lado. -No... para nada. Hace muy poco que llegue, pá. Supuse que te tardarías un poco en venir, con toda la gente que fue a la parrillada en honor a mi... o sea, al cumpleaños del pequeño. Comprendía que quizás llegarías luego de despedir a los invitados y tras dejar a mamá descansando en su habitación... Y... ¡Gracias viejo! Pensé que... tan sólo creí que... tú no me, o sea, que no me dirías "Feliz Cumpleaños". Es una bobería, pero... se me cruzó esa ilusa idea por la cabeza. Soy un tonto... de los peores, pá- agregó sonriendo tímidamente, mientras sus oídos escuchaban el sonido del agua con el viento que rápidamente tiró hacia atrás la capucha de su capa de viaje; dejando en exposición a sus rebeldes rizos rojizos que comenzaron a mecerse con las corrientes eólicas que azotaban a los terrenos universitarios durante esa noche de otoño. -¿Tranquilidad? ¡Tienes toda la razón! Pero la Universidad siempre ha tratado de mantenerse lo más neutral posible ante los conflictos de bandos. Tú, más que nadie, conoce las tradiciones Uzza y de los Arcanos... Jamás permitirían un encuentro bélico entre La Marca y La Orden. Ellos mismos han sabido llevar sus discrepancias conservando una barrera simbólica entre ambos pueblos. Sabes sobre el mito del humo que sale de las fosas nasales del Guardián del Lago... Desde tiempos inmemorables que no sucede algo así, papá- comentó el adolescente mientras pensaba en una alternativa idónea para empezar a contestar la pregunta que el paladín le había formulado. -Yo he estado bien... Como debes estar al tanto, al ser director, he progresado bastante con mis estudios. Me siento muy satisfecho con los logros que he conseguido... sobretodo con mi taller mecánico en Diagón- platicó.


-Las ganancias que me ha traído la Vulcanización me han ayudado a no quedar en "banca rota". He podido incrementar el capital que tú y mamá me tendieron al llegar hasta acá desde el futuro... salvaguardando los intereses de su bebé... o sea, de mí mismo... para que en unos años o meses, exista una fortuna en Gringotts de la cual disponer si llega a ser necesario, papá- añadió el veinteañero, posando su mano derecha sobre el hombro zurdo de Elvis, con el afán de brindarle una cálidas "palmaditas" en señal de agradecimiento. -Pero... el cómo me he sentido es... mucho más difícil de contestar, viejo. A veces... muy solo, papá. Siento que soy un bicho raro para estos tiempos, y que mi lugar aquí no se corresponde con el reflejo que todos creen de mí. A ratos siento que estorbo... que molesto, o que simplemente no soy alguien de fiar. Sé que la Trinidad ha depositado su confianza en mí... pero si Mei y Elo supieran quién realmente soy y que... las he estado engañando desde siempre... otro "gallo cantaría"- susurró con cierto pesar el muchacho de expresiva mirada. -De no ser por Ath... no, ella no tiene nada que ver en esto ni en cómo me siento- soltó sin querer, esperando que su padre no diera espacio a ese comentario a medias que por unas sílabas no le dejó en evidencia.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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