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En el castillo..


Jank Dayne
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Torre de Ravenclaw & Gran Salón

Valentina, 3er curso



Amanecía un nuevo día en el colegio. Los primeros rayos de sol se deslizaban sobre la fachada del castillo. La luz penetraba las ventanas y la Sala Común de Ravenclaw comenzaba a iluminarse. Era hora de que los alumnos fueran levantándose y así ir a cumplir sus obligaciones del día.


Valentina se encontraba perezosa. Intentaba cubrirse la cabeza con la colcha para evitar que la luz la despertara, pero sabía que, si se demoraba demasiado, llegaría tarde a clase. «Odio madrugar», pensaba. «Podría quedarme todo el día aquí dentro, se está tan calentito...». Finalmente, optó por salir de la cama y prepararse para el día que le esperaba. Tras su baño matutino se colocó el uniforme, cogió los libros y se dirigió al Gran Comedor.


La chica se dirigió a bajar las escaleras, las cuáles siempre parecían tomarle el pelo. Tenía un poco de prisa y no estaba de humor como para bajar unos siete pisos a la velocidad de un caracol. Había ciero alboroto por los pasillos. Grupitos de chicos y chicas se dirigían en pandillas camino al Gran Salón. Parecía llamar la atención, puesto que casi siempre se dirigía en solitario.


Ya en la planta baja, fue hacia el Gran Salón. Pese a haber visto a bastante gente caminar de arriba para abajo, no es que hubiera muchos sitios ocupados en las mesas. Tal vez no todo el mundo tuviera clases a primera hora ese día y aún continuaran durmiendo, puesto que eran las ocho de la mañana. La muchacha tomó asiento en su mesa correspondiente y se sirvió un vaso de zumo de calabaza acompañado de un par de tostadas. Aún tenía una hora libre por delante antes de que comenzara su clase de Adivinación.

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Despacho de Directores~

 

Me había dado cuenta que la mirada de Samantha se iban posando algunos segundos de más, sobre todos los cuadros que había allí. No podía culparla, a mi me sucedía lo mismo, a pesar de que tenía toda la libertad del mundo para hacerlo. Los ex Directores del Colegio me aconsejaban algunas cosas, me brindaban alguna información útil y me escuchaban. Siempre tenía que ser el que mandara allí y tener un fuerte pilar en el que sostenerme, me relajaba muchísimo. Claramente que con el que más hablaba era con Dumbledore, pero no podíamos compartir información confidencial, como lo era con la Orden del Fénix. Por lo menos no allí.

 

Claro que no hay problema. Sólo avísame, así le pido a mis elfos que preparen una excelente cena. Seguro que les caerás muy bien a los Gryffindor —le dije con una reverencia con la cabeza, mientras dejaba aquella taza vacía de café y me levantaba de mi asiento. La bruja había aceptado en pedirle la contraseña a un alumno y claramente que lo harían. Me acerqué a una de las ventanas que me mostraba todo el panorama que nos ofrecía. No me gustaba demasiado lo que me había contestado de aquella familia, más que nada por las dudas, era una señal de incomodidad—. De todas maneras, ten cuidado. ¿Si?

 

En ése momento, la bruja también se paró. Me agradaba que había ido directamente por ayuda. No quería que en aquellas noches tranquilas, el celador o alguno de los profesores trajeran a Samantha a mi despacho como si se tratara de una prisionera, por andar dando vueltas por el Colegio. Con mi permiso nadie podía decir nada. Y era cierto, ya era una mujer grande, y los peligros que pudiera encontrarse en el bosque eran su problema. No la subestimaba pero sabía que no se metería hasta el mismo centro, donde aún recorrían rumores del hábitat de las acromántulas.

 

Gracias por tu compañia, te espero cuando gustes —le comenté mientras la puerta del despacho se abría, y la rubia salía a través de ella. Ni bien empezó a bajar las escaleras, también salí del despacho. Aquella jornada recién arrancaba, así que tenía muchas cosas que hacer. Mientras las escaleras de caracol, giraban para permitir que Samantha llegara a la base, la gran gárgola dorada mostró una pequeña puerta que daba a un gran pasadizo, y me perdí en él, para dirigirme hacia otra zona de Hogwarts. Era la ventaja de ser el director allí.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Biblioteca (varios años atrás)

 

El año de los TIMOS, Nathan opinaba, era bastante similar a todo lo que había escuchado sobre el: La carga horaria era exhaustiva, la cantidad de tarea que los profesores les daban nunca parecía terminar y la fecha de los exámenes se acercaba cada vez más... lo cual ponía a Nathan en una situación de nerviosismo constante con la que apenas podía lidiar. Ya eran los dos de la mañana, y la biblioteca de Hogwarts todavía estaba poblada con varios estudiantes de quinto, finalizando sus deberes.

 

Nathan estaba sentado, solo, en uno de los bancos más alejados de la biblioteca. Se había quitado su túnica de Hogwarts y llevaba solo un pantalón de vestir acompañado de un sweater a rayas horizontales amarillas y negras, típico de los Hufflepuffs. A un lado, una copia extraída del área restringida, Pocione Moste Potente, yacía abierta mientras que Nathan extraía de ella información abundante sobre la poción multijugos, su aplicación, apariencia y como contrarrestarla con encantamientos mágicos.

 

En cuestión de siete horas tenía que estar en el despacho de su jefe de casa, Pomona Sprout, para realizar la conocida sesión de orientación laboral donde Nathan tendría que rever sus opciones para el futuro laboral. Si bien una parte de sí sabía perfectamente a donde quería ir, no estaba seguro de si podía decirlo así como así frente a la profesora, por lo cual había decidido que sólo le confiaria una parte de sus expectativas a futuro.

 

- Eh Weasley, ¿cómo estás? - dijo una voz, que se sentó frente a él.

 

 

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Gran Salón

 

Demonios... ¿A quién le interesa ese rollo de clase? —murmuraba la joven para si misma. Adivinación era una asignatura que le parecía absurda. Ella defendía que estaba basada en unos fundamentos completamente aleatorios y que nunca iban a dar un resultado fiable.

Bueno... al menos tengo al señor Firenze, y no a la loca de Trelawney. —Quizá el hecho de que un centauro fuera su profesor era lo único que le agradaba a Valentina. Su patronus es un caballo y adora todo lo que tenga relación con este animal. Además, siempre ha defendido que los centauros ocupen puestos de trabajo al igual que los magos y brujas. Esta postura liberal la ha llevado alguna vez a tener un encontronazo con sus compañeros.
Mientras tomaba un sorbo de su zumo, una lechuza dejó caer sobre ella un ejemplar del diario El Profeta perfectamente enrollado. Valentina desató el nudo que lo sujetaba y lo extendió sobre la mesa. El titular de portada de aquel día era el siguiente:
Aaron Ramsey, acusado de asesinato
"El famoso jugador de quidditch es señalado como autor de casi una veintena de muertes"
Continuó ojeando el periódico mientras las agujas del reloj caminaban poco a poco. Las noticias tampoco le interesaban mucho. Estaba desanimada. No tenía ganas de acudir a clase, pero tampoco quería que por su culpa le descontaran puntos a su casa. Ravenclaw iba en tercer lugar, así que sus miembros debían hacer todo lo posible por remontar algún puesto.
No le gustaba desayunar sola. Aunque estuviera en tercero, Valentina acababa de llegar prácticamente a Hogwarts. Había pasado toda su infancia en Italia, pero ahora había vuelto a Inglaterra para conocer a su familia biológica. Los dos primeros cursos los cursó en una academia privada en Italia, demasiado cara como para que cualquier mago pudiera cursar allí. Por eso ahora se encontraba tan apartada.
«Será mejor que vaya terminando», pensó la muchacha mientras se untaba una última tostada. «No vaya a ser que encima me penalicen por llegar tarde».

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~ Los pasillos de Hogwarts

seis años atrás

- Siempre estaremos juntos, hermosa mía ... nunca estaremos solos -

 

Realmente poco le importaba lo que pensaran los demás de él, sólo sabía que no podía vivir sin su pelirroja amada al lado de él, sin sentir su piel rozando con la suya y sin aquellos berrinches que armaban en la Sala Común para distraerse después de largas tardes de estudio. Nunca la iba a dejar sola, sin importar lo que sucediera o lo que el destino les deparara, siempre iba a estar a su lado para protegerla y amarla como nunca nadie lo había hecho.

 

- Ey! ... - interrumpió en el camino - ... no quiero que te aflijas por pensar en el futuro, ya sabes las promesas que te hice en el bosque después de lo del lago congelado y sabes que soy capaz de cumplirlas hasta con mi vida propia - sentenció y se acercó a la frente de Arya y dejó un cálido beso en ella. Ese perfume que su piel desprendía lo tenía loco de amor por aquella mujer pero no sabía cómo decírselo sin que ella se sintiera aprisionada por tener que dar una respuesta de manera instantánea. Pero algo era verdad, compartían casi todo el tiempo juntos y su relación se había afianzado hasta casi pasar a más que una simple amistad.

 

- Y ahora me cambias esa cara y vamos por la comida que hasta a mí me está dando hambre -

 

Sonrió y comenzó a correr por los pasillos, recordando la primera vez que los había recorrido con ella mientras mantenían largas charlas antes de que cayera la noche sobre Hogwats.

 

- Apúrate -

 

Le regaló una sonrisa de sus perlados dientes y desapareció por la dran puerta el Gran Salón; divisó dos lugares en la mesa respectiva a Hufflepuff y se sentó, guardando el otro para Arya.

 

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Crazy Awards 2018:

7F1CpeC.gif "El Romeo"

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~ Gran Salón

seis años atrás

Aun sonreía mientras lo veía correr como un niño por los pasillos del castillo, ambos tenían 17 años una edad perfecta para conocer el amor pero ésta no era la historia. De repente el hambre desapareció de su lista de prioridades y al perderle de vista se desesperó, había cavilado tan solo por unos pocos minutos y él ya no estaba. —¿Emmet?— llamó mirando hasta detrás de sí, caminó con rapidez y se dirigió al Gran Salón, allí su aroma y esencia le golpearon como un balón de fútbol que no fue capaz de atrapar, desprevenida. Suspirando aliviada y se sentó junto al vampiro en la mesa que correspondía a los alumnos de Hufflepuff.

 

—¡Fresas!

 

La exclamación llamó la atención de varios de sus compañeros pero seguramente no tanto como el gesto de satisfacción en su juvenil rostro, amaba las fresas y no había cosa que le alegrase el día como tenerlas en la mesa. Pronto se sirvió una taza de té e ignoró el resto de la comida mientras su compañero devoraba para no perder la costumbre; —Deja algo para la humanidad— bromeó dando un codazo en el brazo del Gaunt.

 

El único momento de paz que podrían compartir antes de regresar a los estudios era en la mesa por ello intentaba no arruinarlo, hacía poco él le había visitado en el castillo Lockhart y le había obsequiado un lobo de peluche el cual atesoraba en su habitación del colegio donde nadie pudiera arrebatárselo. —¿Haz sabido algo de la graduación?— preguntó limpiando una fresa para darle un mordisco, —Dicen que se lucen como nunca por los homenajeados, y que éste año será netamente navideño— agregó entusiasmada por la idea.

 

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- Sabes que soy de comer, no me pidas imposibles -

 

Le dije como pude mientras las migas de pan salían volando de mi boca hacia ella. Intenté tragar lo que me había metido en la boca pero una risa me invadió al ver su cara con una miga en el pelo; casi sin poderme contener dejé la comida en la mesa y giré para intentar calmarme y poder comer.

 

Los mesones de las cuatro casas estaban repletos de alumnos y, delante de ellos ante sus ojos, los platos más deliciosos que uno podría imaginar: cerdo, pollo, frutas, verduras, chocolate, gelatinas, postres de miles de formas y sabores, etc; todo ello se podría encontrar en las mesas del Gran Salón. Los murmullos que provenían de cada grupo de amigos armaban una sinfonía sin fin dentro de las paredes del Castillo pero un tema era el que resaltaba entre las voces: los E.X.T.A.S.I.S. Aquellos exámenes de alta sabiduría mágica que todo alumno de séptimo año debía pasar y aprobar para poder dedicarse a alguna profesión mágica en un futuro.

 

- No he escuchado nada todavía - contesté a su pregunta de si tenía lgún conociemiento sobre la graduación. No era el tema que ahora ocupaba la cabeza del vampiro, le preocupaba más el exámen de Transformaciones, que se avesinaba en 3 días, que si saber si la temática de la fiesta iba a estar relacionada con la Navidad o la festividad que sea.

 

- Lo que más me importa es que pasemos juntos los exámenes y nos graduemos al mismo tiempo -

 

Dije mientras tomaba un trozo de torta de chocolate y lo comía con las manos. El sueño comenzaba a invadir al Haughton pero no se iba a ir sin su compañera, amiga ... novia ... esa palabra pasó por su cabeza atravesándolo como una flecha directo al corazón. Arya sabía muy bien lo que Emmet sentía por ella.

 

- Vamos hermosa -

 

Finalizó diciéndole mientras le tomaba la mano para salir con ella.

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Crazy Awards 2018:

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Esta feliz recorriendo los pasillos del asombroso castillo. No le importan las clases, ni pasar tiempo en el comedor. Ya ha estado afuera, practicando con su escoba, una de las cosas que le apacionaban por sobre las demas. Mucho ha disfrutado, su rostro se ilumina con una amplia sonrisa. De todo lo que conoce ahora, surcar el cielo es lo que disfruta más. Solo por eso, considera bueno haber venido a Hogwarts y conocer el mundo mágico.

!Todo es tan fantástico!...quisiera ser más que una niña ilusionada...se siente un fraude, no gusta de las mismas cosas que los demas...suspira profundo y tomando su querida escoba, se marcha decidida a su dormitorio, tiene ganas de escribir a casa y confesar que tiene ganas de regresar con los suyos.

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  • 2 meses más tarde...

Isabella Hawthorne, séptimo año

Estadio de Quidditch

 

Las finas hebras de su cabello recogido se movían a causa de la velocidad que volaba sobre su escoba, haciendo que pequeños mechones cayeran sobre su rostro causándole molestia. No sabía a ciencia cierta cómo había logrado perder el miedo a las alturas y mucho menos tener suficiente valor como para jugar más de un partido de Quidditch, uno de deportes más peligrosos, según ella, del mundo mágico.

 

Pero ahí estaba, con su particular melena rubia platinada completamente recogida volando una escoba a más de veinte metros de altura, escuchando los gritos del público, sintiendo las finas gotas de aquella llovizna que llegaba a lastimarla sobre la piel de su rostro. Sus ropas mojadas se le habían pegado al cuerpo mientras que sus mejillas se tornaban cada vez más rojizas, sentía las manos completamente entumecidas y sus pulposos labios en forma de corazón presentaban un color liliáceo por el frío.

 

Pasó su brazo derecho sobre su cara mientras que se impulsaba hacia delante esquivando una Bludger. Por más que intentaba escapar de esa gran y pesada bola no podía, iba directo hacia ella con intención de golpearla con fuerza. Intentó volar aún más rápido, mientras giraba su cabeza hacia aquella pelota que al parecer no iba a dar tregua. Cerró los ojos mientras que sentía como su cuerpo impactaba con algo parecido a una pared de concreto.

 

Su culpo salió disparado hacia un costado, mientras sentía como el viento se escurría en torno a su figura. Intentó gritar y aferrarse de lo único que tenía cerca, un pedazo de tela de alguna prenda que no era de ella. Sí, había chocado contra uno de los jugadores y ahora ambos estaban a punto de impactar sobre el césped. Los gritos y alaridos provenientes de las gradas la ensordecieron hasta que todo se puso completamente negro y en silencio.

 

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Aaron Augustine Black Ryddleturn

 

Séptimo año; Estado de Quidditch.

 

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-Oye Black, ¿estás listo?- preguntó uno del equipo cuando se asomó por el borde del umbral. Un tipo ni que corpulento ni delgado ostentaba la clase de la casa.

 

-Si, un segundo...- respondí mientras buscaba las protecciones para el dorso de ambas manos.

 

Había acabado de ponerme aquella fastidiosa túnica verde y plata sobre la sudadera de Slytherin. Menuda cola que tenía. Subí una pierna sobre los asientos del camarin seguido de la otra para ajustar las hebillas que cubrían mis canillas y me dispuse a dejar el lugar mientras iba acomodando los guantes. Llevaba unas antiparras colgando del cuello nada más que mera intuición de que llovería aquella tarde por el cielo gris de la mañana; era mi décimo juego desde que había entrado a la academia de Hogwarts; el Quidditch era rudo, lo mejor para una edad difícil.

 

Cuando me junté con el equipo todos parecían estar concentrados en ganar aquél encuentro, no había ánimos de festejar, los Slytherin no eramos así. El público se escuchaba en murmullos por un encantamiento silenciador que nos permitía afinar las últimas tácticas de aquél partido; mis gélidos grises pasearon las coordenadas que debía seguir y cuando se abrió la puerta el gentío ensordeció la brisa que flaqueó mi cabello y la túnica en una sola dirección. Alcancé mi escoba con la diestra y salimos formados cuan milicia muggle.

 

El sonido del silbato apenas se escuchó cuando la quaffle se elevó en el aire, las bludgger salieron disparadas y la snitch se perdía en las nubes que terminarían por empapar las gradas. Había acomodado bien las antiparras, la túnica verde y plata flameó cuando salí a gran velocidad aferrado al mango de la escoba y sentí un millar de gotas dar como aguja contra el rostro...

 

Tomé la quaffle con gran agilidad mientras se suspendía en el aire sin nadie que la reclamase; la lluvia se hacía cada vez más fuerte; lancé el pase y surcando un par del equipo contrario logré elevarla para cuando me la devolvían con la cola de la escoba, ya el otro de la táctica cumpliría con el cometido y comenzaríamos anotando los primeros puntos. El público estalló nuevamente.

 

Los bateadores hacían muy bien su trabajo, excepto por una que casi me parte la nimbus en dos; llevábamos más de hora y media de juego, la ropa era pesada y la respiración era agitada. Llegar al otro extremo era cruzar una cascada cayendo del cielo y el partido se había elevado a unos 30 metros del piso. Veía la quaffle nuevamente, allí suspendida pidiendo que la abrazaren... me dispuse a alcanzarla con gran velocidad y ....

 

Sentí un golpe ahogado en el costado de mi tronco, el balón de anotaciones se alejaba de mis manos y me veía envuelto por otro jugador. No tenía mi varita como para reducir el impacto, de hecho no nos dejaban utilizar la varita en el Quidditch. Había quedado sin aire, cayendo en medio de la cancha desde una altura que me habría costado la vida. Quizás los milagros si existían....

 

****

 

No recordé como había impactado, no sabía con quién me había visto envuelto en aquél accidente; cosas del juego dirían algunos. La verdad es que desperté bastante adolorido en una camilla de la enfermería en el castillo. Estaba con una camisa de lino blanco y una sábana que cubría hasta un poco más arriba de la cadera, mi brazo izquierdo se sostenía por una tablilla aferrada a mi pecho y podía ver uno que otro rasmillón en el. A duras penas moví la cabeza por sobre el hombro para percatarme, a vista borrosa, que tenía un frasco de crece huesos sobre el velador. Mis labios estaban partidos y un aire de impotencia comenzó a invadirme por completo...

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