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Libro de la Fortaleza — Grupo 1


Lisa Weasley Delacour
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Día 1: Confidencias


<Canalla desleal> Maldije al ser consciente de su presencia.


Apenas nos separaban tres metros, quizás menos. Apoyada contra el muro de la minúscula sala, mi único interés era detener aquella ansiedad que me carcomía por dentro y me exigía que le rebanase el cuello al susodicho inepto que tenía ante mí. Se podía contar la tensión con un cuchillo, hasta Mackenzie se habia dado cuenta de ello, pero no parecía importarle demasiado, es más, hasta podría decir que le fascinaba todo aquello.


La atmosfera de la habitación, ya cargada de por sí, anunciaba un conflicto imparable. Su mirada fría, indicándome el asco que sentía hacia mí, asi me lo confirmo. No creía ser capaz de evitar que el vampiro que rugía con anhelo en algún punto de mí ser, tomase el control, aunque…. Tampoco estaba segura de querer frenarlo, no en aquel instante en donde la gloria del apellido Van Halen estaba en juego. Podía oler su caro perfume.


Era capaz de sentir como la túnica que llevaba, cara y con varios ribetes de oro como adorno, se movía al compás de su más que controlada respiración. Agarrarlo y quitarle de un golpe el almidón de su cara de niño bueno era lo que más deseaba. Su nombre era sinónimo de prepotencia y cinismo. Cada musculo de mi anatomía se hallaba tenso, expectante. Mis verdes pupilas refulgían de pura ira. Su rostro me daba arcadas.


Habia minimizado tanto a la viceministra que cuando esta tomo la palabra, salte en el sitio, dándome cuenta de que no estábamos solos en la habitación. Su voz inundo el espacio, cercándolo todo a su paso. Su corto, pero a la vez elaborado mensaje, fue suficiente para calmar la aversión hacia el hombre, dejando paso a la incertidumbre, a la necesidad de más testimonios y por supuesto a la emoción de algo nuevo y peligroso.


Día 10: Enigma


La información que la fémina nos daba era mínima, a cuenta gotas. Por mucho que exigiésemos prontitud para los datos, nada sucedía. Las semanas pasaban y las ganas de conocimiento que tenía en mi haber eran enormes, solo superadas por la inmensidad del apetito voraz de aventuras sin igual. Habia nacido para algo asi. No sabía bien de que se trataba, pero en mi fuero interno me sentía participe de aquello como de ningún otro.


En los dias sucesivos solo logramos obtener una mínima fracción de la inmensidad del asunto. Los guerreros Uzzas, antiguos chamanes del Egipto más oculto y misterioso, habían aceptado entrenarnos como sus, digamos sucesores, gracias a las investigaciones y movimientos de la arqueo maga que ante nosotros respondía como la jefa de estado. Con sus reglas, era evidente. Condiciones irreprochables e irrevocables a partes iguales.


Si alguien me conocía bien, podía decir que la turbación que experimentaba era algo notable. Aun, a pesar de estar allí cuando la Malfoy nos hizo entrega del nuevo plan de la academia, no me lo creía. Me sentía flotar, orgullosa de lo que habia crecido, de lo que habia logrado y de lo que sabía lograría en un futuro. Habia experimentado cientos de cosas a lo largo de los años, situaciones que me habia hecho mejor bruja y mujer.


El esfuerzo y el trabajo bien hecho, obtienen su recompensa. Con cada nuevo detalle que descubría, la emoción ascendía a niveles inhumanos, hasta podría decir que la compañía del castaño no me importunaba, aunque este, como era de esperar, se creía el gallito del corral ante las buenas nuevas. A algunas personas, como a Zack, los cargos les consumen, haciendo que estos se consideren muy superiores a lo que son de por sí.


Día 15: Primer Encuentro


La circunstancia que habíamos estado esperando llego y con ello una serie de emociones que hacía tiempo no experimentaba; Inquietud, excitación, jubilo, alborozo, y una honra inconcebible hacia mi esencia. La inmensidad de la cultura de aquel pueblo me embriago por completo. Lo primero y más claro que recuerdo, porque lo demás esta emborronado en mi mente como si fuese un recuerdo lejano, fue la simplicidad bella de su entorno.


La Tierra del Nilo posee un atrayente innegable. Te seduce con sus exorbitantes dunas, con la magnitud colosal de sus monumentos, con sus tétricos y portentosos misterios, con su innegable historia. Al más hablador, tiene la excelente capacidad de dejarlo mudo. Si en un pasado tuve amor por aquella tierra, con aquel encuentro, el afecto se agrando. Estar allí y en presencia de los Uzzas era, sin duda alguna, esplendido.


Fueron claros desde un inicio, cosa que me gusto de antemano. No me gustaban las dobles caras. Nos pusieron una serie de condiciones. Mandamientos de obligatorio cumplimiento. Entendible. Exigían algo a cambio por su saber. Era un punto de no retorno. Debíamos guardar el secreto de su arte, no obstante, podíamos repartir este a ciertos privilegiados que demostrasen ciertas aptitudes. Cosa lógica, a mi modo de ver.


Después de toda su sabiduría ha estado clasificada por los centenares de años que llevaban en el mundo. Para lograr que nos admitiesen en su círculo, nos comprometíamos a pasar sus pruebas, las cuales no eran para nada fáciles. Nos comprometíamos, además de a todo lo anterior, a respetar su cultura, orígenes y rangos. Tras asumir y aceptar, todo comenzó. Un viaje sin final que converge en algo llamado futuro.


Día 17: Rivalidad


Hasta ahí, todo correcto. El problema llego el día de elección de maestro. La segunda guerra mundial fue mínima comparada con la lucha de egos que hubo entre el chico y yo. Sin previo aviso, en mitad del desierto y con sus ojos grises enfocados en mi persona, el chupasangre, irradiando antipatía por los cuatro costados, levanto su arma mágica con un único objetivo; vencerme en combate sin igual.


¿Por qué? Estaba segura que daba por hecho de que si me ganaba frente a los campeones, estos lo elegirían a él como único heredero. Lo que no sabía era que yo no me rendía ante nada, menos ante un desafío de aquel estilo. No me habia robado la corona en Rumania, allí tampoco lo lograría. No solo estaba en juego mi integridad, si no también mi respetabilidad y dignidad. Iba a morder el polvo.


Su movimiento fue un clásico para mí. Un susurro que escuche nítidamente, a pesar de los metros que habia de por medio. Tres águilas de puro fuego partieron de aquel trozo de ébano. ¿Defenderme o corresponder a su ataque? La respuesta llego en modo de acción – Sectusempra – Un rayo de color purpura partió de Kim en dirección al pecho del varón. El conjuro impacto en su pecho, como el elemento primigenio en el mío.


Ambos portábamos heridas de guerra en nuestro ser. Mi tórax calcinado se podía oler a kilometros. No nos andábamos con chiquitas y si él no se detenía, yo tampoco lo haría. Un segundo después y ya casi recuperados del primer round, volvimos a la carga. El con un Absorvere directo a mi peroné y yo con un Strellatus que incidió de forma magnifica y exclusiva en sus ojos, los cuales titilaron al sentir el efecto del hechizo.


- Parad – Una niña de aparentes doce años se puso en medio del rifa rafe, con evidentes signos de querer detener el combate, cosa que logro, más por la sorpresa que otra cosa. Ademas de eso, sin pronunciar o hacer nada que nosotros lograsemos ver, nuestras heridas se cerraron, quedando totalmente curados y tan ilesos como al principio.


Fue tal la impresión que me causo la jovencita, que baje la varita de inmediato. En el otro extremo, mi rival hizo lo mismo. Resople por el dolor. El impacto aún estaba fresco. Todo paso tan rápido que no me di cuenta de lo que sucedía, hasta después de unos minutos. La niña, de nombre Runihura, nos arrastraba al Ivashkov y a mí por una senda de color naranja en dirección a lo que parecía ser su propia cabaña.


Se encerró, con nosotros adentro y nos obligó a firmar un contrato verbal de no agresión. ¿Seriamos capaces de algo similar? Se encaró, tal cual. No nos temía, para ella en aquel instante éramos dos tontos con enormes egos que no veíamos más allá de nuestra nariz. Si, sonaba chistoso, pero asi era. Si no accedíamos a aquella ¨petición¨ su familia no nos dejaría continuar con el más que agotador adiestramiento.


Me costó un universo entero y parte de otro, pero lo hice, asentí y baje el rostro en señal de respeto por aquella muchacha que llamaba tanto mi atención. Su colgante, sus muñequeras, todo me decía que podía aprender mucho con ella a mi lado. Ella, al ver nuestras buenas intenciones, nos dejó solos para que, según sus palabras, limásemos asperezas. El silencio era roto solo por nuestras respiraciones agitadas. Yo no iba a dar el paso, si quería algo, que lo pidiese.


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Día 17: Rivalidad

El sorpresivo poder de la aparente insignificante niña demandó la atención del vampiro una vez que levantó sus manos en señal de “alto al fuego”. Pudo sentir como recobraba lentamente la visión al mismo tiempo que las alargadas laceraciones en su cuerpo, provocadas por el sectusempra, absorbían la misma sangre derramada antes de cerrarse y desaparecer por completo. Aún después de dejarse llevar a la cabaña y haber escuchado en completa calma la cantidad de palabras que Runihura tuvo para decirles, él seguía intrigado en cuánto poder debía estar contenido en la pequeña para haber controlado la situación instantáneamente.


Quiso quejarse apenas escuchó que debían hacer un pacto verbal de no agresión para poder ser admitidos como futuros profesores de libros de hechizos en La Universidad. Tenían razón en querer asegurarse de que en plenas clases los dos rumanos no acudieran a sus varitas para resolver cualquier problema, pero las peticiones de los guerreros Uzza estaban siendo tan firmes e irrefutables que chocaban constantemente con los deseos o intenciones de los magos, lo cual provocaba que casi siempre vacilaran antes de aceptar cualquier cosa.


—Hay que hacerlo, no hay de otra — Tomó la palabra dando un paso al frente librando internamente la batalla más grande que había tenido en mucho tiempo, el Zack de grandes aspiraciones que sabía cuándo ceder para lograr sus objetivos, contra su otra parte testaruda, egocéntrica y antipática que le ponía trabas a todo. —Prometo no hacer de cada clase una batalla campal entre los dos — Eso debía bastar. ¿Quién lo diría? Él llegando a acuerdos con la reina de Rumania… Sus primas querrían matarlo apenas tuvieran conocimiento de su nueva estrecha relación con aquella mujer, durante años la familia Ivashkov había estado en contra de “la realeza”.


Que Lisa asintiera ante las palabras del hombre fue suficiente para que la guerrera Uzza verificara y aprobara la unión de aquellos dos como futuros instructores de libros de hechizos. Habían visto en ellos tal potencial, pasión, integridad, y a la vez rivalidad; que decidieron hacerlos una pareja que los representara durante los primeros cursos de magias guerreras.


Día 20: Etapa final del retiro


Habían sido varios días de muchos desafíos, pruebas y trabas para alcanzar finalmente lo que estaban buscando. Impartir los conocimientos de los libros de hechizos, les estaba costando energía que no recuperarían fácilmente. El precio que debían pagar era en gotas de sudor y hasta en sangre. El último día de entrenamiento se podía ver el cansancio en el rostro del Ángel Caído. A pesar de estar acostumbrado a momentos difíciles, las últimas horas estuvo forzando su cuerpo para que llegara al límite, no habían dejado margen de descanso.


Cuando los guerreros Uzza anunciaron el final de aquél entrenamiento intensivo, surgieron las sonrisas. Había valido la pena cada esfuerzo extra, los golpes de energía cuando casi agotaron sus baterías, y cada minuto invertido en ese lugar desértico. Particularmente Zack rebozaba de gozo y satisfacción personal. Después de plantearse la meta de ser profesor en el área de magias guerreras hacía casi un año, ahora lo había logrado.


Las vivencias de aquél retiro quedarían para el recuerdo por el resto de su vida. En los altibajos del entrenamiento pudo ver que era capaz de dar más de sí mismo; salir de su zona de confort, degustó el sabor de la tierra cuando más de una vez fue abatido por uno de esos guerreros, y sintió en carne propia la humillación inevitable que saltaba en su interior cada vez que un Uzza mostraba su increíble e inigualable poder. A partir de ese momento supo que uno nunca acabaría de aprender la magia en su totalidad.


Día 25: Inicio de clases


La ansiedad era notoria en el rostro de Zack. Sus ojos soltaban un brillo particular que lo hacían lucir diferente aquella mañana, esa vez no iba con su rostro inexpresivo llevándose al mundo por delante. Avanzaba con celeridad por los pasillos de La Universidad en busca del aula asignada por los directores para su grupo de clases. Seguramente ya su compañera lo estaría esperando ahí, con su monótona y fastidiosa altivez que caracterizaba a cualquier reina, en este caso la de Rumania. Ni siquiera el pensar en Lisa le arrebataría la felicidad que lo invadía por haber llegado el día especial.


No era un día normal para los habitantes del pueblo inglés. Además de ser inicio de año, comenzarían las clases con los Arcanos y los primeros adiestramientos del libro de la Fortaleza, se reiniciaban las actividades en las clases de conocimientos y además se integraban los magos y brujas menos experimentados al conocido Hogwarts. Se podía percibir en el ambiente el éxtasis emanando de los cuerpos de todos.


—Justo a tiempo — Murmuró chequeando su reloj en la muñeca izquierda y luego elevando la mirada hacia la puerta frente a él. Se animó a girar el picaporte y atravesar el umbral con el mismo entusiasmo incontrolable. Adentro sólo se escuchó el sonido de sus zapatos resonando contra el suelo perfectamente limpio. Instantáneamente barrió el lugar con la mirada percibiendo la soledad. Para su suerte, había sido el primer profesor en llegar, lo cual le daba la oportunidad de ordenar todo como prefiriera antes de la llegada de su compañera.


Se animó a sacar la varita, y comenzó a realizar florituras en el aire, cada una aportando un detalle al escenario que lo envolvía. Apareció igual cantidad de asientos y mesas para cuando llegaran los alumnos, un escritorio con dos sillas al otro lado esperando ser ocupadas por él y Lisa, corrió las cortinas dejando que la luz del sol atravesara los cristales iluminando toda la estancia, y finalmente sobre el pizarrón se escribió mágicamente “Grupo 1 – Libro de la Fortaleza”. Sonrió satisfecho al finalizar, borrando el gesto un segundo más tarde al escuchar las bisagras rechinar.


—A decir verdad te esperaba unas dos o tres horas más tarde —Soltó a modo de saludo mirando por encima de su hombro sin voltearse. A sus espaldas, Lisa había atravesado la puerta principal del salón.


—La puntualidad es un factor clave para la verdadera realeza, Ivashkov —Su voz se prolongó por todo el lugar, y casi inmediatamente el vampiro puso los ojos en blanco dándose vuelta hacia su interlocutora.


—Tienes razón, por eso llegué antes que tú— agregó esbozando una sonrisa mientras se arremangaba hasta los codos su camisa azul marino. —Cinco minutos tarde, Lisa — puntualizó. No se cansaría de resaltar los errores de su compañera por más mínimo que fueran. Así como hicieron un pacto de no agresión, a la vez fue como si firmaran uno para hacerse la vida imposible el uno al otro, de manera discreta, por supuesto.


—No sabía que tuvieses complejo de alabardero real; llegas antes que yo, me preparas el terreno y encima saludas educadamente. Si después de esto gustas, yo te ofrezco un puesto en mi castillo —Sarcasmo. Aquella mujer solo toleraba tenerlo cerca ahí en las clases, aunque quizás disfrutaría de poder humillarlo si lo tuviese ocupando dicho puesto en la guardia de honor. Zack tomó aire, dispuesto a soltar una maldición, pero luego se contuvo y cerró la boca exhalando tranquilamente. Cero agresión, eso.


—Ya quisieras— se limitó a decir esperando que fuera suficiente para cortar el primer choque del día. Caminó hasta el escritorio y le tocó con la varita apareciendo unos pequeños cofres. En ellos estaban los anillos que repartirían a los alumnos, junto con los amuletos de curación. Hizo una señal a la bruja para que se acercara y esta obedeció examinando las prendas. —No creo que les cueste aprender a usarlos, o eso espero. Tengo buenas expectativas de esta clase, ya sabes, magos y brujas con buen desempeño.


Al mismo tiempo que el hombre finalizó su frase, el primer alumno atravesó la puerta curioso. Los dos profesores se mantuvieron en silencio y se colocaron frente a las mesas y sillas dispuestas para los pupilos, de cualquier forma no durarían mucho tiempo sentados. Sería un día largo y casi tan complicado como los que tuvieron que pasar ellos con los Uzza. Al cabo de unos minutos el salón terminó de llenarse y Zack volvió a tomar la palabra


—Buen día. Mi nombre es Zack Ivashkov, y mi compañera es Lisa Weasley. Seremos sus profesores en esta oportunidad. Bienvenidos a su primer adiestramiento del Libro de la Fortaleza— Para ese punto el entusiasmo de los presentes ya había transformado por completo el ambiente. Comenzaron a murmurar cosas entre ellos y a sonreír sin motivo alguno, estaban casi tan emocionados como en su primer día en Hogwarts. —Espero que hayan traído sus libros, anillos y amuleto de aprendices, y buena disposición para la clase. Si sus nombres no aparecen en la siguiente lista vayan al salón de al lado, pertenecen al otro grupo— Agitó su varita en el aire y sobre el pizarrón apareció la lista de alumnos admitidos.



Sam Claflin

Lyra Katara Selwyn

Leah A. Ivashkov

Pik Macnair

Felicity Malfoy

Helike Rambaldi Vladimir

Taurogirl Crouchs



—Muchos de ustedes me resultan familiar, pero puede que a mi compañera no—Dijo intercambiando miradas con Lisa —Nos gustaría que se presentaran y además nos dijeran si tienen algún cargo en el Ministerio, queremos conocerlos—Finalizó apoyándose sobre el escritorio a sus espaldas mientras se cruzaba de brazos. Al ver que nadie tomó la palabra inmediatamente, elevó amabas cejas procurando presionarlos a que iniciaran. Tenían mucho por enseñar aquél día, lo mejor sería no desaprovechar el tiempo.


Aquella vez no se limitarían a impartir todos los conocimientos en las cuatro paredes del salón. Tras una reunión con Lisa, días antes, habían acordado llevarlos de viaje al inicio de la clase. Esperaba que varios de los presentes tuvieran interés por los misterios Egipcios, sino, le tomarían el gusto al finalizar el adiestramiento.

Editado por Zack Ivashkov H.

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Una pequeña lechuza aleteaba en la terraza de la habitación de la matriarca Rambaldi. El ruido de las alas golpeando el cristal de las puertas que llevaban a la terraza, hizo que distrajese a la bruja de lo que estaba haciendo en esos momentos. Dejó la bolsita de los ingredientes de cualquier manera, haciendo que, se desparramaran por cualquier lado. La ex-mortífaga no pudo evitar una palabra malsonante, eran unos componentes bastante caros y no le hacía gracia tener que encargar más... Quizá robarlos de su propia aula...

 

Abrió las dos puertas y en ese instante una brisa entró con fuerza, haciendo que las dos pesadas cortinas de su cuarto, bailasen ferozmente. Afuera caía una intensa nevada, una de las miles desde que había iniciado el invierno. Todo estaba blanco y congelado. Menos mal que había encendido un fuego para dar más luz y calor al lugar en el que estaba aunque no le hiciese falta. La pequeña ave dejó su cargamento en el suelo dando un rodeo en el aire y la morena cerró las puertas.

 

Recogió el sobre del suelo y se fijó en el sello lacrado. Era de la universidad. Éste le pedía que asistiera el día 1 a las clases de magia a las que se había anotado, indicando también la hora de inicio. Eso la llenó de gozo, hacía meses que esperaba la asistencia a ese tipo de clases ya que, al comprar libros especiales, requería de ciertos aprendizajes que no se enseñaban a todo el mundo.

 

Se preparó concienzudamente. Tomó un baño relajante y en cuánto estuvo lista, tomó sus prendas favoritas: botas de piel de dragón, unos tejanos, camiseta y cazadora de cuero. Ató el pelo en una cola de caballo alta y colocó la varita de álamo en el bolsillo trasero de su pantalón. Con el monedero de piel de moke colgado al cuello introdujo en su interior, el Libro de la Fortaleza con los Anillos (además de útiles de escritura, y por si acaso el primer libro de Aprendiz de Brujo) que habían sido incluídos en su compra. Estaba realmente emocionada. Ambicionaba el conocimiento cómo los galeones que poseía en su bóveda. Poder dominar artes antigüas y olvidadas era para cualquier mago o bruja algo de suma importancia además de ganar poder con varios extras.

 

Tomó su arma mágica con la mano derecha y giró sobre sus talones para desaparecerse del castillo. La Rambaldi tuvo que parpadear un par de veces en cuánto terminó el encantamiento. Nunca se acababa de acostumbrar a los cambios bruscos de luz y de temperatura. Siempre le daba la sensación de que se iba a achicharrar de un momento a otro en cuánto arribaba a la Universidad... Investigó por dónde sería su clase y luego de informarse fue directamente hacia a ella...

 

Entró al aula y lo que vio le sorprendió... Había llegado la primera y había dos personas a los que conocía de cierta forma.

 

- Vaya vaya vaya, ésto sí que va a ser interesante -murmuró y no pudo evitar hacer una mueca burlona bastante despectiva... Poco a poco los demá alumnos iban entrando. Se sentó en uno de las mesas cercanas en dónde estaban situados los profesores y sin poder evitar que en su cara se mostrara cierta mofa, puso los pies encima de la mesa haciendo balancear la silla en dónde estaba, mostrando sus botas de piel de dragón...

 

- ¡Weasley! No sabía que tenías la capacidad de dar este tipo de "asignaturas" por decirlo de algún modo. Te hacía en otros lugares en vez de aquí, quizás protegiendo con tu departamento a los asquerosos muggles y cerdos traidores a la sangre de tu estirpe - comentó sin poder evitar de sonreír- para éste tipo de magia hace falta ciertas capacidades... - fijó su vista- de las que muchos, carecen...

 

Quizá fuese reprendida, pero le importaba un pepino. Si conseguía hacer rabiar a Sagitas y no se mataban durante la bronca podría considerarse afortunada, supuso que ahí, no tendría inconveniente. Puso la varita encima de la mesa, para nada era una amenaza ni mucho menos pero tenerla en zona trasera, bueno, era más que incómodo...

 

- Señor - saludó a Zack respetuosamente con un movimiento de su cabeza. Y con ese gesto casi no se cayó del lugar en el que estaba sentada... - Maldita sea - susurró para colocarse mejor. Estaba más que interesada en ver lo que aprenderían. Ni siquiera había abierto el libro que había adquirido... Éste estaba acumulando polvo poco a poco en los bajos fondos de su baúl y a saber lo que se encontraría en cuánto lo abriese delante de todo el mundo (?) - Es un gusto verlo de nuevo. Digo, por aquí en la Universidad - notaba cómo le brillaban los ojos de una manera especial... Tenía que tener cuidado y saber mantener la boca cerrada.

 

Seguía balanceándose, y mientras, esperaba al resto de sus compañeros. Ni siquiera se había parado a mirar la lista. Así que, esperaría a que los demás hicieran su aparición y presentación antes de realizar la suya. No tenía ni idea de lo que le deparaba estar ahí en ese sitio, pero al menos rogaba que fuese con buenas aventuras.

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Elizabeth Malfoy.

 

La noche anterior.

 

Era una noche tranquila, el viento era frío pero soportable, la morena caminaba por las calles de Ottery luciendo una playera azul de manga corta con unos pantalones y zapatos deportivos, había olvidado el glamour que llevaba ser una Malfoy, en su lugar había optado por algo cómodo para trotar. El haber pasado tanto tiempo en un sector de Londres donde sólo habitaban muggles le había hecho tomar muchas costumbres que antes no practicaba. Correr por las solitarias calles del Londres mágico era una de esas costumbres raras, amaba el silencio de las calles iluminadas por la luz de la luna, el cantar de los grillos y el rocío nocturno que cubría los pequeños jardines de las diferentes mansiones.

 

Llevaba tres kilómetros caminando lento y mirando al suelo, había prácticamente dejado de trotar cuando cumplió el primer kilómetro, no se había cansado, sólo era que su cabeza parecía deseosa de explotar, pero quien la mandaba a querer adquirir un libro de hechizos. No podía dejar de ver su sombra, hacia cuanto el emplear la varita para un duelo había dejado de parecerle maravilloso, ¿Desde que momento, aquello parecía ponerla más nerviosa que nada? No lo entendía, los duelos, toda esa adrenalina que sólo lograba explotar en ese tipo de cosas parecía dormida y eso no podía seguir de esa manera.

 

Hoy

 

Eran las 04:00 horas, la morena había llegado agotada despues de haber caminado toda la noche, la clase que la había puesto de aquella manera daría inició las primeras horas del día, conociéndose, lo mejor era no tratar de dormir y darse una buena ducha que la mantuviera lo más despierta posible.

 

Pero la tina del baño había logrado el efecto contrario a lo que deseaba, se había relajado tanto que quedó rendida en un sueño profundo, no fue hasta que un niño de tres años, Dexter, la había tomado del rostro que logró despertar. Dexter era su más grande tesoro, el cual no se levantaba de la cama hasta no pasadas de las 09:00 horas, ya iba algo tarde, todavía tenía que ir al Departamento de Transportes y Deportes Mágicos para ver si no había pendientes que solucionar en su lugar de trabajo.

 

Salió de la tina, dejó que su cuerpo comenzará a secarse sin la necesidad de una toalla, si ya iba tarde que importaba unos minutos más o unos minutos menos. Su hijo había bajado a desayunar en la cocina mientras ella terminaba de arreglarse, un poco de maquillaje, el cabello agarrado en un chongo, unos pantalones de piel negros pegados y una blusa del mismo color con un escote en la espalda, su atuendo favorito cuando estaba en la Marca Tenebrosa, todo aquello acompañado de unas botas con un tacón de aguja de 10 cm, aquella mañana había cambiado las botas por algo más cómodo.

 

Bajo a la cocina, el reloj marcaba 10:00 horas, tomó una tostada con mermelada del plato de su hijo, beso su mejilla, no sin antes susurrar en su oido «Se bueno, te amo.» dicho eso salió de la Mansión de su familia sanguínea y se desapareció pasando la cerca tras morder aquella tostada que había tomado.

 

UNIVERSIDAD.

 

No había tiempo para revisar pendientes, por lo que optó por llegar mejor a los límites de aquel gran recinto del saber, creado desde la perspectiva de la demonio para obtener más galeones de las personas que quisieran y pudieran costearse uno de los tres tipos diferentes de cursos que ahí se brindaban. Pero no estaba ahí para criticar, al final el sistema funcionaba de aquella manera, y si no le gustaba pues era un asunto fácil, irse de aquel lugar y perder los 1000 G que le iba a costar aquella clase.

 

Cuando llegó al salón de clases, pudo darse cuenta que la puntualidad no era una cualidad que tuvieran los magos y brujas. Ya que para ese momento sólo habían tres personas en aquel lugar, aparte de ella, en el que desde que se entraba se podía apreciar un aire de tensión que llenaba la habitación, situación que le parecía maravilloso, estaba segura que a la mitad de la clase, esa adrenalina guardada explotaría y las cosas iban a ponerse más intensas.

 

Se mantuvo callada, sentada en la primera silla que se encontraba al entrar, no era que no conociera a los dos individuos detrás del escritorio, era más el no tener ganas de saludarles,ni por cortesía y mucho menos por educación. No los odiaba, pero tampoco le caían bien para saludarles así que esperó que fuera el momento de las presentaciones para poder decir algo. Tarareaba una cancion, para no tener que hacer migas con nadie, mientras trataba de no escuchar todas las cosas que la tercer persona decía. Al menos eso intentaba hasta que se puso de pié, iba a meterse en el mar de palabrerías pero no valía la pena gastar saliva en alguien como un Rambaldi. ¿quienes eran ellos para criticar a una de las 28 sagradas familias? Si, los Weasley eran de las peores familias de esos 28, pero al menos parecian conservar la linea de sangre. Asi que decidio seguir ignorando todo lo que pasaba, algo le decía que la mujer al frente del aula podía defenderse ella sola y a su Familia. La ojimiel sólo saltaría si alguno de los presentes decía algo malo de su honorable familia, al final era una Malfoy y no iba a tolerar tonterias refiriéndose a su apellido.

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El día anterior.

Tenía mucho que no me emocionaba una clase en la Universidad como la de aquel libro de hechizos. Nos habían indicado ya que las clases habían empezado y por lo visto la cantidad de alumnos era tal que habían creado los grupos. Suspiré, algo me decía que habría alguna especie de duelo en esa clase, cosa que me preocupaba porque hacia mucho tiempo que no dueleaba. Solo esperaba que no me mandaran a la Academia de nuevo a retomar las clases básicas, eso si que sería una vergonzoso.

 

-¿Esperabas tomar una clase de hechizos sin duelos? Te equivocaste de materia entonces.- Dijo una conocida voz en mi mente, la que se dejaba escuchar a veces para hacer burlas.

 

-Cállate. No tengo ganas de escucharte.- Contesté mentalmente.

 

Algún día aprendería a hacerle un silencius a aquella molesta voz, que sin embargo a pesar de sus burlas muchas veces tenía razón. Empecé a preparar mi ropa para el día siguiente, poniendo en una mochila el monedero de piel de moke con muchas de mis pociones y el libro de hechizos, con todo su contenido.

 

En la Universidad.

Había elegido ropa cómoda. Tennis, pantalón deportivo negro y una playera de mangas cortas azul claro, eran mi vestimenta. Colgado al hombro llevaba mi mochila, dentro de ella tenía una chamarra por si llegaba a darme frío, aunque el día se veia bastante bien. En la mano derecha llevaba mi varita.

 

Me fije en el tatuaje que tenía del gato persa en el antebrazo izquierdo. Parecía estar durmiendo y por un momento me hubiera gustado estar así, pero era mejor no dejar las cosas para otro momento o nunca las haría. Ya habían llegado unas comprañeras, a ambas las conocía de vista, la profesora de pociones y una clienta bastante conocida ya en el Mall.

 

En cuanto a los profesores, me alegró ver que Zack sería mi profesor en esa clase. A la profesora Weasley no recordaba haberla conocido antes, aunque su nombre me era conocido por El Profeta y su puesto en el Ministerio. Hice una mueca al pensar en la presentación, no me gustaba dar información personal, pero si no quedaba otra, al menos daría lo básico.

 

-Soy Lyra Katara Selwyn, jefa del Magic Mall.- Comenté con orgullo, era la primera vez que me gustaba tanto un empleo, después de haber recorrido casi todo el Ministerio.-Estoy casi segura que a la profesora Weasley no la conozco, aunque si no me equivoco alguna vez la vi acompañando a la directora Delacour a una junta en el Departamento de Transportes.

 

La miré con atención, intentando recordar hasta que por fin me rendi. Había recuperado muchos recuerdos pero algunas cosas de bandos seguian olvidadas y quizás era mejor así. Dudaba que a mis excompañeros de la Marca les gustaría saber que cosas recordaba de la misma. Mejor fingir que no recordaba nada. Salude con un movimiento de cabeza a mis compañeras.

 

Saque de la mochila el libro,los anillo y los amuletos ya los traia puestos, no quería llegar a la clase y perder el tiempo en buscarlos y ponermelos, igual que los anillos del aprendiz de brujo. Esperaba que los demás libros trajeran otro tipo de accesorios, de lo contrario nos faltarían dedos para ponernos tantos anillos. Temí haber llegado con la mente demasiado en blanco, no le había hechado ni una ojeada al libro, por lo mismo que no servirían los hechizos hasta ese momento.

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Día 25; Una puerta al conocimiento



Apoyada contra la blanca pared de la habitación, observaba con calma como los alumnos comenzaban a ingresar en el aula. Mi rictus serio imponía respeto, aunque si miraban bien, en mis ojos verdes se podía ver un atisbo de ilusión poco disimulado. Deje que el Ivashkov tomase la iniciativa y les diese la bienvenida, a fin de cuentas era un buen alabardero real. La promesa de cero agresiones que les habíamos hecho a los Uzzas aún se mantenía vigente y lo estaría hasta que fuese necesario.


Mi cuerpo vibraba por aquel nuevo comienzo. La imperiosa necesidad de saltar y gritar de júbilo crecía en mi tórax. Era dar una zancada a la evolución, cosa que en verdad necesitamos si queríamos sobrevivir al tiempo. Habíamos creado una simbiosis mística con una magia increíble. A pesar de los duros golpes y todas las caídas habidas y por haber que en aquellos meses habíamos tenido que sufrir para lograr obtener el respeto y la autorización de los guerreros del místico Egipto, merecía la pena


Asentí ante la petición de Zack. Siempre era mejor conocer a tus pupilos, aunque fuese mínima y superficialmente. Cuando te embarcas en la aventura que teníamos preparada, de cierta y rara manera, has de confiar ciegamente en los dictámenes de tu corazón y en que cada uno de los presentes hará su trabajo con la eficacia y la responsabilidad que poseer aquel libro conllevaba. A veces, por poco que me gustase, abrir la mente y acceder a ciertos riesgos, era necesario.


Todo iba bien, hasta que… Le habia prometido a Runihura, en una charla que habíamos mantenido casi al finalizar mi entrenamiento, que intentaría calmar mi hiperactividad innata y que evitaría dejarme llevar por impulsos, pero la voz apática y mordaz de quien habia sido mi hermana, insultándome descaradamente y humillándome por tener unos principios que ella no albergaba, me altero de forma y manera que sin pensarlo, golpee la mesa que estaba a un metro de mi posición.


- ¿Te sientes bien criticando algo que no conoces? – Sonreí educadamente – Si es asi, me alegro. Tu vida será muy fructífera.


No habia levantado la voz, no hacía falta. Mi aura, negra en su totalidad, amenazaba tormenta. Habia dos cosas que nadie, ni en broma, podía deshonrar; mi familia y mi sangre. Que aquella fémina con ínfulas de poder, cara agria y nulo conocimiento tocase aquellos dos puntos habia hecho saltar las alarmas de mi anatomía. No podía tocar al ángel caído, nadie me habia dicho nada de los demás. No merecía la pena derramar sangre, al menos, no de momento, me recordó mi voz interior.


Escuche el monologo de Lyra, en donde mencionaba sus cargos y familias y en cuanto esta acabo, otorgándole una afirmación en señal de saludo, dirigí mi mirada hacia los oscuros ojos del hombre que me acompañaba y con un – Adelante – Le indique que la primera prueba del día podía comenzar. ¿Tan gallitos se creían? Ahora íbamos a ver todos como se enfrentaban a algo desacomodo y que seguramente no sabrían dominar. La práctica hace al maestro, una verdad como ninguna otra.


Si, bien sabía que la otra señorita aun no habia dado muestras de querer hablar, pero ¿Qué se yo? Igual era tímida, además cuanto menos tiempo perdiésemos, mejor. Pim, pam. La rapidez era una virtud a la cual yo estaba abonada. Aquello se le pasaría en cuanto entrásemos en el portal y conociese la grandeza de las pirámides cercanas al rio Nilo, estaba segura de ello. Mi ahora compañero de fatigas se movió en dirección al centro del aula y fue allí cuando Kim hizo acto de presencia en mi diestra.

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El andar del Macnair era rápido y decidido, sin vacilación. Le había llegado hace un par de días que las clases del Libro de la Fortaleza daría inicio luego del año nuevo, el día siguiente. Era una fecha poco practica, debido a que muchos magos estarían aun con resaca, dolor en el cuerpo y algunos ni aparecerían por esto. Pik negó con la cabeza y soltó una risita mientras ingresaba el recinto de la Universidad.

 

Los cambios que había hecho el Ministerio de Magia eran apropiados y de mucha curiosidad para él, todo respecto a los poderes y los nuevos hechizos era algo fenomenal, de esta manera, no seria necesario defenderse ante situaciones difíciles cuando se encontraba como civil. Aunque poco le importaba usar sus hechizos de Mortífagos en cualquier momento, se sentía orgulloso de su bando y de lo que era.

 

Vestía sencillo y medio muggle, como de costumbre. Una camisa blanca se ajustaba a su torso, estaba arremangada a tres cuartos de su brazo aunque esta no se viera. Encima de todo llevaba una gabardina gris oscura que protegía su cuerpo en su totalidad, al ritmo de sus pasos esta ondeaba tras él como si fuera una parte de más de su cuerpo. Sus movimientos y el lengua corporal del Malfoy eran estudiados y muy bien llevado, para los simple muggles y magos de clase baja llevar el porte del Mortífago era casi imposible. Y claro que lo era, se trataba de un demonio y existía cierta rareza en todo su ser.

 

No se le dificultó encontrar el aula signada para la clase, de hecho eran tres. Entró a la primera y se quedó viendo a ambos profesores, conocía a los dos y casi pudo reírse al intercambiar mirada con Zack. Sabia que esa era su clase tras la mueca que le hizo su compañero. Se acercó a un puesto y le regaló una fina sonrisa a Lyra, quien compartía la clase con él, le agradaba tener alguien de confianza ahí. Estaba dispuesto a presentar, pero en ese momento fue cuando la reina de Rumania perdió los papeles y golpeó la mesa.

 

—Mi señora —dijo el Macnair, levatandose de la silla para hacer una leve inclinación en modo de saludo— esos no son modales que una reina debe mostrar a un pueblo, menos si es una profesora que deberá mostrar modales y su infinita sabiduría para esta clase con magos dispuesto a absorber conocimiento —negó con la cabeza aquel acto y se volvió a sentar, decepcionado ante lo sucedido—. Mi nombre es Pik Malfoy Macnair, no trabajo en el Misterio de Magia debido a que me parece una perdida de tiempo y energía. Me dedico a mi negocio y mi familia —<<y mi bando>>, pensó— son mas productivas y divertidas, no siempre se hace el mismo trabajo monótono y carece de los problemas que siempre rodea al Ministerio.

Editado por Pik Macnair

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¿Realeza en Londres? Pensé que habíamos dejado los títulos a los Muggles hace años.

 

Atravesó la puerta del aula sin muchos miramientos, sabiendo de antemano que su primo iba a ser quien impartiera su clase en aquella ocasión. Meterse en el alegre grupo de clases para dirigirse primero a un perchero y dedicarse a quitar la capa de viaje sin nada más que una egolatría natural, era suficiente como para que se hicieran una idea de lo que estaba por delante. Dejó la tela caer con cuidado, cuadró los hombros y se giró para enfrentar a la pequeña multitud de magos que esperaban aprender algo nuevo después de años, muchos años, de haber pasado la etapa académica.

 

No se detuvo a mirar a nadie hasta que ocupó un puesto junto a Pik, cruzándose de brazos con su típica superioridad natural. Zack la miró y ella hizo lo propio, dedicándole una sonrisa que él podría interpretar sin ayuda de nadie. Eran dos gotas de agua, tan iguales y diferentes a la vez que podría decirse, de una forma poética, que eran dos caras de la misma moneda. Sin embargo, no tenía intenciones de formar ningún tipo de charla parental. Había escuchado las palabras de su compañero de bando y no había perdido tiempo en hacerse partícipe de ellas.

 

Leah Atkins Ivashkov —movió la cabeza casi de forma imperceptible, un intento fallido de cortesía—, Logia Eligentium de la Asamblea del Concilio de Mercaderes y profesora de duelos en Hogwarts.

 

Todo lo dijo con un orgullo palpable en cada sílaba, sólo que no pasó un segundo antes de que retomara el tonito altivo.

 

Los conozco a ambos —posó la mirada en Lisa por primera vez desde que había llegado y dejó escapar una pequeña risita antes de saludar a los que conocía—. Macnair, Selwyn, Rambaldi.

 

Cuando se movió de nuevo, los elegantes arabescos plateados de su túnica de gala azul captaron la luz del aula con facilidad, además de revelar un rectángulo perteneciente al libro guardado en un bolsillo interno. Nunca, ni siquiera en sus mejores momentos, dejaba de verse perfecta. La combinación de ropa, peinado y actitud le daban toda la fuerza que necesitaba para poder regodearse de que tenía. Porque lamentablemente para los que cayeran en su lengua, sobresalía en todo lo que hacía y tenía la particular soltura para dejar ir todo lo que pensaba sin filtros. Movió la dorada cabellera ondulada antes de hacerse con el brazo del Ángel Caído y enarcar una ceja.

 

¿Cuándo podremos empezar, estimados profesores?

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La bruja aún seguía apoyada con los pies encima de la mesa, manteniendo su cara burlesca. Hasta había conseguido enfadar a la profesora... << Vamos bien>> pensó en esos momentos, en cuánto escuchó el fuerte golpe encima de la mesa. No sabía cuánto tiempo estaría en esa posición pero ya la incomodaba, así que, bajó sus pies para ponerse más "correctamente".

 

Poco a poco los alumnos fueron entrando. Los conocía a la mayoría, unos por bando otros darles clase de pociones y a uno de ellos porque había sido "su jefe" dentro del bando tenebroso. Después de "descubrir" ese mundo había optado dejarse llevar por la facilidad en dónde podía conjurar un hechizo y maravillarse por su poder destructivo.

 

Le sorprendió la manera en que Pik se dirigía a la mujer. Pensaba que los títulos "reales" quedaban en segundo plano cuando se trataba de la docencia. Tosió para evitar estallar a carcajada limpia.

 

La ex- mortífaga esperó a que todo el mundo se presentara ante los demás. Ésta se levantó de la silla y sin dejar de mantener su pose altiva, habló con una voz calmada.

 

- Bueno, mucho de vosotros éstas alturas ya me conocéis - se encogió de hombros - me llamo Heliké Rambaldi, soy jefa dentro del Departamento de Accidentes mágicos y Catástrofes. Además profesora de pociones y matriarca Rambaldi - anunció la morena- también poseo un negocio en el callejón Diagón, el Ladurée. En cuánto terminemos aquí, os puedo invitar a todos a un chocolate para reponer energías - comunicó la bruja sonriente.

 

<< Estoy dispuesta a aprender lo que tengan a bien enseñarnos, profesores - cierto que le gustaba lanzar picadas pero después del primer embite era mejor que las cosas no se desmadraran. Adoraba el descubrir conocimientos nuevos y si se había anotado a la clase, era para poder disfrutar del poder que confería esos libros que vendía el Magic Mall.

 

La bruja estaba impaciente por empezar. Aunque no tenía ni la menor idea a dónde podían llevarlos para mostrarles los conjuros y la magia de la vieja sabiduría perdida y que, gracias al Ministerio habían conseguido recuperar para los magos londinenses. Ni siquiera había sacado su libro pero lo haría en cuándo se lo indicasen. Pero la espera era demasiado larga, le apetecía en esos momentos tomarse un buen whisky de fuego y fumarse un cigarrillo, pero claro, no era el lugar apropiado para ello. El día se le haría demasiado largo.

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Elizabeth Malfoy.

 

Los últimos 20 minutos habían sido de presentaciones del tipo soy tal y tengo este renombrado puesto en el Ministerio de Magia aquello era como una reunión de magos burócratas que se hinchaban el pecho orgullosos de lo que tenían. Siempre dejándose llevar por lo material, una presentación más aburrida que la otra.

 

La Malfoy trató evitar no bostezar mientras escuchaba la última presentación, ella no estaba ahi para presentarse y mucho menos ante todos los individuos que ahí se encontraban. Sus ojos miel miraban cada uno de los detalles del salón, las expresiones faciales que cada uno tenía y tras no lograr interesarse en algo más, oculto su rostro entre sus brazos que reposaban sobre la mesa que estaba frente a ella, estaba segura que nadie notaría que estaba durmiendo, y mucho menos si se la iban a pasar toda la clase alardeando.

 

Mientras dejaba que el sueño se apoderará de ella, su cabeza de nuevo era una telaraña de pendientes y de cosas que le abrumaban, así que se permitió cerrar los ojos hasta quedar dormida sin escuchar un comentario más de sus compañeros de clase.

 

Sueño.

 

Una mano de piel suave y blanca tocaba su mejilla, podía reconocer aquella mano hasta dormida. La mujer de piel canela y cabello negro se encontraba a en medio de un gran desierto se podría decir ya que no se reconocía donde estaba, frente a ella la imagen de madre más cercana que conocía, Mica Gryffindor.

 

-Tiene tiempo que no te veo...

 

-Estaba ocupada.

 

-Lo siento, no volveré a molestarte.

 

-Sabes que no eres una molestia, solo estaba ocupada.

 

 

Siempre la misma conversación, siempre ocultándose la verdad una a la otra, ambas sin querer hablar de lo que hacían mientras no estaban en casa o trabajando. Aunque era obvio que si Elizabeth no miraba a su madre entre las filas de su bando, ella posiblemente fuera parte de la organización contraria, pero nunca le preguntó. Y entre mitades y media así había crecido, ahora que debía expresarse libremente no era capaz de ser menos hermética.

 

 

~∆~

Mientras dormía su respiración era agitada, ver a su madre en sueños le resultaba muy tormentoso, aún no se perdonaba el hecho de no haber estado el día que ella misma había dejado llevarse por las aguas del mar, ¿culpa?, si, tenía bastante culpa adquirida aún que no fuera de ella toda, aún así ella se sentía responsable de la muerte de la figura materna que tenía, así que después de haberlo pensado mucho tiempo, había decidido que ella debía ser la imagen que deseaba mostrar a su hijo.

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