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Cuidado de Criaturas Mágicas IV


Nate Weasley
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Quentin Merabet

Sus pasos resonaron secamente en el amplio salón, a la vez que sus huellas rompían con la uniformidad de la densa capa de polvo que se había depositado en el suelo. Avanzaba decididamente hacia lo que supuso era el pupitre del maestro, agitando su varita cada unos metros, provocando que las cortinas que cubrían las ventanas se abrieran de par en par y el salón se viese agradablemente iluminado por la luz del sol que se colaba entre la densa formación de nubes que ocupaba el cielo.

 

Finalmente llegó a su pupitre y depósito la mochila que llevaba colgada de su hombro izquierdo en el suelo. De ella extrajo un voluminoso manual, al cual estaba seguro de que no le daría uso alguno, y un delgado trozo de pergamino que una vez extendido rezaba los nombres de los alumnos que se habían inscrito a su clase. Tomó asiento y deslizó su dedo pulgar por cada uno de los nombres, ninguno de ellos le significaba nada al mago, y para ser franco consigo mismo, tampoco deseaba que lo hicieran.

 

 

Elvis F. Gryffindor

Ainé Malfoy

Sagitas E. Potter Blue

Adryanie

Elaryan

Valkyria Karkarov B.L.

Emilia Malraux

Momentos después, mientras redactaba algunas preguntas en la pizarra ubicada detrás de su pupitre, se preguntó cuánto demorarían en llegar; según su reloj, todavía tenían diez minutos para arribar a tiempo, lo cual esperaba que hicieran dado que no toleraba bajo ningún punto de vista la impuntualidad. Afortunadamente, cuando el reloj marcó las ocho en punto de la mañana, los siete alumnos ya habían tomado asiento en sus pupitres.

 

- Buenos días les saludó, paseando la mirada por cada uno de ellos, sin ofrecer una sonrisa o gesto reconfortante alguno La profesora titular de esta disciplina me ha pedido que la sustituya por esta clase, por lo cual espero que sean capaces de deducir por simple lógica que mis estándares de evaluación y mi forma de dictar los contenidos será completamente distinta.

 

Dio una breve pausa, durante la cual dio pasos cortos y firmes, colocándose delante de su escritorio y apoyándose levemente en él.

 

- Quizás algunos de ustedes venga hoy con la expectativa de que meramente aprenderán a ¿cómo es que ustedes le llaman?... cuidar criaturas mágicas. Desafortunadamente, lo que ustedes llaman cuidado es más bien dominación, y dicha dominación está basada sobre la falsa e ignorante premisa de que los seres humanos somos una raza superior, o mejor dicho, la raza superior.

 

Tomó el libro que había dejado a un lado y depositó una mano sobre el lomo, mientras que con la otra divagaba sin prestar atención por las numerosas páginas. Levantó la vista para proseguir.

 

- Puedo enseñarles a amaestrar un dragón, y que este cumpla su voluntad sin objeción alguna. Puedo enseñarles a que un unicornio les ceda su cuerno cuando es bebé, o que un hipogrifo los deje montarlos. Puedo enseñarles cómo hacer que una acromántula les deje extraer su valioso veneno pero poco sentido tiene eso si ustedes no demuestran algo primero, y eso es el respeto.

 

Decía sus palabras sin amabilidad alguna, ese era un trato que reservaba para con pocos en su vida, y no tenía planes de establecer relación alguna con ninguno de aquellos pupilos.

 

- Antes de comenzar, me gustaría que hagan el esfuerzo de abrir sus mentes. Que se olviden de la arrogancia que los hace humanos y magos al mismo tiempo, dado que hoy nos pasaremos por alto algo que la comunidad mágica parece tener muy en claro No. Hoy las criaturas mágicas serán más valiosas, más inteligentes y más importantes que los magos; hoy, ellas ocupan el rol protagónico.

 

- Quiero que se presenten al resto de la clase, su nombre bastará, y luego puede que alguno sea capaz de responderme la siguiente pregunta, más debo admitir que estaré muy sorprendido si alguno de ustedes logra presentarme una respuesta convincente.

 

Y tras decir eso se dirigió hacia un costado de la habitación, haciendo un gesto con su cabeza, señalando a la pizarra donde se podía leer:

 

 

¿Por qué es que los magos dominamos algunas criaturas, y otras criaturas se rehúsan a ser dominadas por magos?

¿Qué es lo que las hace diferentes las unas con las otras?

- En cuanto a mí... - dijo a modo de presentación - Mi nombre es Quentin Merabet.

Editado por Elvis F. Gryffindor

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Era mi segunda clase del año y el intento de aparentar ser una persona normal parecía ir bien encaminado. Resaltó el brillo de mis ojos ambarinos, rememorando el papel predominante sobre otros que mantuvieron antaño. Poco a poco. Susurré observando mi reflejo en el espejo del pasillo. Mi cabello por otro lado, fue recortado y lo atusé con la mano derecha a la vez que me di la vuelta y emprendí la marcha. Esbocé media sonrisa y sacudí mi hakama. Era otro, o era yo mismo. Tanto monta; monta tanto. Refresqué mis manos con el agua de lluvia y me quedé contemplando el cielo encapotado. La tarde, desapacible, me embriagaba de forma tal, que sentí detenerse mi corazón solamente debido al gris preponderante. Como si de alguna manera menos idónea, aquel ser tomase posesión de instintos menos básicos.


Te toca, ponte las pilas.


―Voy –dije con un tono de oz apagado. Preclaro, quizás menos de lo necesario.


Al vacío. Al aire. A nadie y a todos.


Es muy bonito cuando te pones filosófico, pero date prisa.


No tuve que caminar demasiado, ya había estado rondando por la zona tras acabar transformaciones. Parecía que después de todo, elegí bien mantenerme por allí aquella tarde. Volví mis pasos por los charcos embarrados del camino sin asfaltar, mis pies se sentían húmedos, pero tuve que recorrer aquel trecho hasta plantarme finalmente en el aula. Sentarme, y observar que era el primero en llegar allí.


Temprano. Raro.


—Calla –indiqué hastiado.


Me quedé esperando a que el resto de alumnos fuesen llegando. Me crucé de brazos y posé mis ojos en el maestro. Sonriendo. Era divertido pensar que podría suceder allí, entre tantas personas de lo más pintoresco y en un aula que parecía difuminarse a medida que los segundos transitaban el reloj. Tic, tac… uno a uno.


Ex-Líder de la Orden del Fénix
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Churchill me citaba // Viva el CO2 // Tejonista y Tejounhista // Posible parodia

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Aquel día no era uno de los mejores. No porque tuviera aquella clase que había esperado por semanas, sino porque tenía muchas cosas que hacer. La Universidad era un sitio mas tranquilo que el Cuartel de Aurores, eso no lo podía negar, pero requería una mayor concentración y toda mi paciencia para llevar adelante cada jornada. Y mis noches de trabajos para la Orden del Fénix no me ayudaba en nada. Muchas veces había avisado que no podía salir y eso me estaba deprimiendo, si lo veía con un ojo un poco más crítico. Por eso en aquella oportunidad, centrarme en algo más llevadero, podía ser una desconcentración.

 

Cuando aparecí desde el umbral del aula de Cuidado de Criaturas Mágica, ya el profesor se encontraba allí. Mi cabeza estaba tan fuera de aquella institución, que me había olvidado que junto a Agatha, le habíamos dado permiso a aquel mago desconocido para que llevara la clase. ¿Por qué no habíamos llamado a alguien que estuviera trabajando dentro de nuestras oficinas? Al parecer en ése momento, parecía lo más coherente o lo más rápido. Le dirigí una reverencia y me senté. Realmente esperaba que no me vieran como director, porque estaba allí como alumno.

 

Miré a Elaryan. Uno de mis compañeros de la Orden del Fénix. Aunque debía admitir que desde su ingreso nos habíamos encontrado muy pocas veces, muchos menos ponernos a hablar. Lo había visto en la Madriguera para Navidad pero había sido un saludo muy precario. Cuando tomé asiento en uno de los pupitres, lo miré con una sonrisa gesticulando un »¿Todo bien?« Los que iban a hacer nuestros compañeros, fueron llegando de a uno. Conocía a todos. El profesor empezó a hablar y parecía serio y demasiado formal, pero aquello era bueno.

 

Miré expectantes a las palabras del joven que luego se presentó como Quentin. Estaba cambiando un poco la imagen que tenía de los animales, porque no los creía inferiores, para nada, pero esperaba que ése profesor jamás me viera en un duelo para que me observara sacrificar a las criaturas como lo hacía delante de encantamientos y maldiciones. Todo era magia pero seguramente sería capaz de abrir un caso para encerrarnos uno a uno en Azkabán. Solamente debía omitir ése detalle. ¿Por qué el resto no hablaban? Carraspeé mi voz e intenté romper el hielo.

 

Hola, mi nombre es Elvis Gryffindor —comenté acomodándome un poco en la silla. Hasta el momento nadie había hablado. Repasé una vez más las preguntas en el pizarrón—. No sé si estoy equivocado... pero creo que eso pasa por la conexión que podemos sentir entre personas. O entre los mismos animales. Tal vez el miedo que puede paralizar a uno, o el enfado. O la alegría, se contagia, por así decirlo y es algo que podemos vincularnos con los animales. Una criatura puede, supongo, llegar a sentir la necesidad de la persona y sumarse o retraerse ante el deseo de controlarlo —no sabía si estaba equivocado, pero para eso era la clase.

 

Si hubiera sido todo perfecto, claramente que aquel conocimiento no lo necesitaba. Asistía a la clase para perfeccionarme y de paso saber como manipular, manejar, controlar o cuidar de los animales que había ido adquiriendo dentro del Magic Mall. No tenía todo el tiempo del mundo para sacar a pasear a mi hipogrifo. O jugar con los duendecillos. Pero podría cederles el conocimiento a mis hijos para que éstos crecieran mejor, con el pensamientos que Quentin Merabet estaba haciéndonos ver en aquella clase.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Entré en la sala lanzando una maldición en voz baja. ¿Quién había abierto las cortinas? La resaca era demasiado fuerte todavía, a pesar de haberme tomado ya dos pociones pimentónicas, para resistir tanta contaminación lumínica. Bueno, seguro que no sería para tanto si hubiera sido una circunstancia normal, pero después de estar celebrando una despedida de soltera de una amiga que había acabado abandonando a su futuro marido esa misma noche, no formaba la situación más idónea para tanta luz. Parpadeé bajo las gafas de sol y me puse la mano delante de ellas, murmurando un "buenos días" que iba dirigida a las sombras que veía en la clase.

 

-- Esto es una broma -- dije, en voz muy baja. -- ¿Es un profesor suplente?

 

Como si eso fuera malo, ya que yo misma había sido suplente en otras clases, pero ahora mismo me hubiera gustado que se hubiera suspendido la clase para poder dormir un rato o, al menos, para que nadie hablara algo más alto que un susurro. Me senté en la mesa más alejada y apenas presté atención a lo que decía el profesor, ocupada en masajearme las sienes sin que se me cayeran las gafas.

 

Cuando dijo algo de abrir las mentes, protesté en voz baja:

 

-- Como siga hablando en ese tono, se me abrirá solita y mi cerebro licuado se desparramará por la mesa.

 

Ufff, no más alcohol en varios meses. Vaya jaqueca que tenía encima, lo que menos me interesaba ahora era saber nada de criaturas. Bastante tenía yo en el Circo como para que me vinieran con abrir la mente. ¡Cómo si no supiera yo que las criaturas eran más inteligentes que muchas personas, magas o muggles! Incluso que yo misma, ellas no bebían alcohol para celebrar una boda que no se iba a celebrar.

 

Bufé cuando me tocó presentarme, tras mi primo.

 

-- Hola, soy Sagitas Ericen Potter Blue y tengo una... -- ¿resaca enorme por el exceso de alcohol?, ¿en verdad iba a confesar eso como si fuera una reunión de Alcohólicos Anónimos? -- un Circo, con muchos animales y los cuido muy bien. Sólo quiero el título porque el Ministerio no confía en mis conocimientos si no tengo un certificado firmado por los Directores. Elvis, ¿tú no podrías firmarme un papelillo de esos sin que tener que pasar por la clase? Ya sabes que en el Circo tenemos de todo tipo de animales, desde una X hasta mil quinientas X por lo menos...

 

Y sonreí a mi primo, sin quitarme las gafas, por supuesto. No quería que me viera las ojeras.

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Llevaba días sin poder descansar como se debía, a pesar de terminar el día agotada no lograba conciliar el sueño y si lo hacía este era interrumpido por sueños extraños, seguidos de un insomnio insoportable. Cansada de estar dando vueltas en la cama y molesta por ver a su esposo dormir tan plácidamente a su lado la ojimiel finalmente se puso en pie, le esperaba un largo día por delante y este empezaba por una clase sobre criaturas en el Ateneo.

 

Luego de un tiempo prudente ya estaba lista, vestida con un pantalón de mezclilla negro, una blusa blanca de manga larga, zapatos negros de tacón alto y una cartera en el mismo tono de su blusa era el complemento final del atuendo de aquel día. Lo único que seguía mal o desentonando por así decirlo, era su genio, no dormir y no poder alimentarse como se debe la ponían de muy mal humor. Releyó el pergamino con las indicaciones de la clase, tomó una botella de agua de la bandeja con el desayuno de su esposo, la guardo en su cartera y tras darle un fugas beso de despedida a Bastian desapareció de la alcoba.

 

A pesar de que en las ultimas clases había estado en un constante peligro de muerte, ahí estaba a tan solo unos cuantos pasos de llegar al aula. Seguía sin recordar exactamente porque se inscribió en esa clase en donde seguramente su vida volvería a estar riesgo a manos de alguna criatura mágica ¿o debería decir garras? Dudó un momento y tras dar un leve suspiro la Warlock ingresó finalmente en el aula.

 

Para sorpresa suya llegó justo a tiempo, algo extraño en la bruja pues la puntualidad no era una de sus cualidades. una vez entrar recorrió con la mirada el salón buscando un pupitre en el cual sentarse y a su vez observaba a sus compañeros en busca de algún rostro familiar, unicamente conocía a Elvis quien fue profesor suyo en una clase pasada y además era uno de los directores de la Universidad. Los demás incluido el profesor eran unos desconocidos para la castaña.

 

Finalmente se sentó junto a una bruja que a pesar de estar dentro del aula seguía con gafas, no entendió aquello hasta que a ella llegó un leve tufo a licor, seguramente tenía una resaca que no podía con su alma. Segundos después la clase empezó, escuchó atenta las indicaciones del profesor sin poder evitar notar lo serio que era.

 

—Hola, soy Valkyria Back... Karkarov —Empezó a decir, corrigiéndose de inmediato pues aun no se acostumbraba a usar el apellido su esposo —Supongo que tiene mucho que ver la inteligencia que posee cada especia y la forma en que tratas a una criatura, si le muestras respeto confiara en ti, si la tratas mal obviamente no se te acercara o intentara atacarte. Aunque claro, demostrar ese respeto y ganarte la confianza del animal llevaría tiempo a menos que sepa algún atajo o truco que nos pueda enseñar—dijo la castaña respondiendo las preguntas del profesor, luego de aquel pequeño aporte y bajando la voz hasta convertirse en un susurro se dirigió a Sagitas.

 

—El agua siempre ayuda... — había sacado la botella que había traído desde su casa y se la tendió.

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Y Sagitas estaba ebria en la clase. Aquello me dejaba un poco plasmado, porque jamás había visto a mi prima así. Siempre la veía sonriente, muy hiperactiva y hablaba demasiado. Había pasado demasiados momentos gratos con ella, pero así como se comportaba, tranquila y decaída, podía decir, jamás la había visto. No pude evitar sonreir disimuladamente de costado, negando un poco con la cabeza. Sus comentarios en la clase traerían problema, o ésa imagen me producía el profesor. Aunque miré fijamente el suelo por al pregunta que me hacía.

 

Claro que no, Sagitas. No puedo. ¿Quieres que pierda mi empleo? —le comenté doblándome un poco hacia mis rodillas para tener una mejor visión de la bruja, que intentaba sonreír con la mejor de sus caras. Pero luego miré a Valkyria, que asentí levemente a su murmullo. Claramente se había dado cuenta, por más que Sagitas intentara actuar. Allí había perdido la oportunidad de pasar desapercibido, como si fuera un alumno normal. Me acomodé en la silla, gesticulando un "Perdón" al profesor.

 

Las dos chicas habían dado su punto de vista. Surgían algunas preguntas en mi cabeza pero no estaba seguro si era la oportunidad de hacerlas. Estaba pensando que claramente, no podía retrasarlas, porque tal vez les servía a alguien más. No tenía mucha idea de los temas o de las situaciones que íbamos a sobrepasar en la clase, así que tampoco contaba con la tranquilidad de ése momento. No cuando sabía mejor que nadie, que allí las clases no eran normales.

 

Tengo una pregunta, Señor Merabet —levanté un poco la mano, disculpándome con mis compañeros que aún no se habían presentado. Tal vez si redirigía la mirada del profesor, no se centraría en mi prima que en cualquier momento, desaparecía de allí—. ¿Cree que influya el poder de cada persona en poder dominar a una criatura? ¿O hay algún ingrediente extra? Porque he visto a personas muy jóvenes domar a un dragón como si fuera un perro —le pregunté esperando no molestarlo. Valkyria comentaba sobre la intención y era parecido a lo que había dicho yo. Sagitas trabajaba con un montón de animales asi que tal vez sabría algo de eso.

 

Pero lo que más me interesaba era saber porqué, sin importar el objetivo, algunas personas tenían mejor control que otras. No iba a aclarar delante de todos la cantidad de criaturas que podría materializar con un Corpus Patronus. Las últimas veces aquellos fénix habían sido de gran ayuda, mientras que otros compañeros con menos poder, podían controlar duendecillos o gusamocos. Aunque estaba seguro que podían controlar criaturas más poderosas en cuestión de un poco de entrenamiento. Tal vez la respuesta tenía que ver con lo que teníamos que contestar nosotros.

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Moví la cabeza dirigiéndome hacia Elvis y volví a prestar atención con la vista al frente. A su vez, llegaron un par de personas más mientras el profesor lanzaba su pregunta al aire. Me quedé pensativo unos segundos, jugando con las manos sobre la mesa de dura y gastada madera. Un par de golpeteos monocordes, le di vueltas a sus palabras pero no encontré una respuesta que fuese válida. Al final desistí de continuar, las Criaturas no eran mi fuerte y si asistía a esa clase era por eso mismo, la necesidad de saber un poco más respecto a esos bichos que nos rodeaban en el mundo. Quién sabe si cualquier día necesitaba medirme a alguno.


Vamos, lo único que conoces de ellos son cuando los usabas para tu beneficio en tus tiempos como Líder, desde ahí, ¿qué uso les has dado? Sin control, ninguno. Sin poder, poco puedes hacer ya.


—Ya –dije cansado.


Miré al frente y sonreí.


—Le respondería a sus preguntas, pero antes de inventarme algo o decir una tontería, prefiero decir que en realidad no lo sé –indiqué con voz queda.


Atusé mis cabellos con sumo cuidado y volví a quedarme quieto, mientras observaba a mis compañeros, uno a uno. No me resultaban familiares sus rostros, tan solo el de Elvis, y por algún avistamiento fugaz. ¿Cuánta gente habría que no conocería? Ya no me movía entre aquellos círculos, por lo que supuse que considerar dicho momento como algo especial, debería de haberme acostumbrado a que fuese más común que otra cosa.


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-- ¡Por los...dioses..., srta. Backkarkarov...! ¡Baje la voz! -- le dije a la señorita nueva que llegó tras de mí y se sentó cerca. Cerré los ojos con fuerza (algo que no se vería a través de las gafas de sol) y me apreté las sienes con las puntas de los dedos, dando pequeños masajes circulares. Cuando abrí los ojos vi una botella de agua delante de mi cara. Mostré sorpresa (tampoco lo notaría la muchacha) y la tomé. -- Gracias.

 

Me quedé mirando el botellín de agua y me pregunté, intentando colocar todo lo que se había dicho en la clase en aquel momento, para qué demonios me ofrecía agua. Pensé y repensé, con lo que la jaqueca aumentó. Ella había dicho que había que demostrar respeto y ganarse la confianza de los animales, tal vez con algún truco y... ¿me ofrecía agua? ¿Es que me acababa de llamar animal y quería ganarse mi confianza? ¿O es que se notaba demasiado que venía con resaca y estaba intentando ser amable, con lo que el comentario era debido a que el profe había hecho alguna pregunta que yo no había oído ni contestado?

 

Por si acaso, ser cortés.

 

-- Muchas gracias -- le repetí, mientras abría el tapón y tomaba un breve trago. ¡Caray, estaba buenísima! Bebí un poco más y analicé las respuestas de mis compañeros.

 

Ya me esperaba que Elvis me negara un certificado de la asignatura, sabía que él era honesto; una lástima... No que fuera honesto, ese es un Valor que yo reconozco como muy positivo y me hace apoyar a las personas. Pero era una lástima que no pudiera salir de allá, con el dolor de cabeza que tenía en aquel momento, con la asignatura preparada, para poder dormir tres días seguidos. ¡Despedida de solteras, nunca mais!

 

Dejé la botella encima del pupitre y me apreté más las gafas contra la nariz. Pensé en hacerme un Obscuro. ¿Se podía usar magia en las clases sin que pensaran que iba a atentar contra alguien? Al fin y al cabo, la venda era para mí. Podía alegar una enfermedad contagiosa tipo Conjuntivitis del Dragón o algo así... ¿O la contagiosa era la gripe? Bueno, era igual; Elvis acababa de decir algo que me hizo mover la cabeza hacia él (con el consabido aguijón clavándose de nuevo en mi nuca, ¿es que no sabía que los movimientos han de ser suaves después de una noche mo-vi-di-ta?)

 

-- ¿Cómo si fuera un perro? Ja, primo Elvis. Ya me gustaría a mí poder eso... A mis dragones los dominamos entre un montón de miembros del staff del Circo, y siempre tenemos mil precauciones porque lo que no han hecho en mil ensayos lo pueden hacer en medio de uno de los espectácul0s delante del público. Ya sabes que está mal visto que los animalitos se coman a los que han pagado la entrada. Por eso, cuando sucede, procuramos decir que se han colado, así la multa no es tan alta.

 

¿Verdad? ¿Mentira? Allá cada cual con su interpretación. Yo me recosté de nuevo en la silla y cerré los ojos. Si dormitaba un rato... ¿roncaría? Puff... Jack, mi marido, decía que a veces pensaba que había un dragón gruñendo cuando dormía, así que mejor intentaba permanecer despierta en la clase. La contestación del otro alumno me sorprendió. ¡Qué sincero! ¿Quién era? ¿Le conocía? Entre que lo veía todo oscuro con las gafas y que no veía con el pe-do que llevaba encima... Levanté la mano y la moví para llamar la atención del profe:

 

-- ¿Puede repetir la pregunta? ¿Puedo usar comodín? No la entendí...

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Quentin Merabet

Se mantuvo calmo e impasible mientras escuchaba a sus alumnos presentarse y responder sus preguntas, e incluso arqueó las cejas en sorpresa al notar que tres de ellas habían decidido omitir su pregunta y mantenerse en silencio. No emitió comentario al respecto, decidido a que quizás era mejor que se mantuviesen en silencio antes que decir cualquier estupidez. Se acercó a una estantería que había detrás de su escritorio y tomó de ella una caja que emitía un leve resplandor azul.

 

- Muy interesante. - comentó Quentin, depositando la caja sobre el escritorio y volviendo a mirar al resto de la clase - En efecto, todo lo que ustedes han dicho se combina muy bien con la pregunta de nuestro compañero... Elvis, ¿cierto?.

 

Observó a cada uno de sus alumnos mientras meditaba la pregunta, una de ellas había tenido el descaro de presentarse ebria a la clase, y se la pasaba emitiendo comentarios inapropiados y avergonzándose en público. Su comentario le molestó aún más, dado que hablaba con la típica arrogancia de un mago que no consideraba a las criaturas mágicas como algo valioso de interés, e incluso peor, creía que las restricciones impuestas por el ministerio eran una exageración. Por unos segundos juró que no le iba a decir nada, más su propia personalidad le ganó la pasada.

 

- Señorita Potter Blue, quizás debería preocuparse menos por tener ese certificado que tanto ostenta y más por prestarme atención. Le aseguro que sé un par de trucos que le vendrán muy a mano con las criaturas de su circo. - hizo una pausa, dedicándole una mirada furibunda - No obstante, si sigue considerando que no tengo nada para enseñarle, le solicito que se retire y vuelva a tomar la clase cuando su profesora titular la esté ejerciendo.

 

No se molestó en esperar una respuesta de parte de la mujer, si no que rápidamente dirigió su mirada a Elvis, listo para responderle su pregunta.

 

-Señor Gryffindor, es la criatura y no el mago el que juega el papel determinante en la relación, eso siempre ha estado claro para nosotros quienes nos dedicamos a estudiar las criaturas. - dijo, acercándose un poco al Gryffindor, grato de una pregunta tan interesante - No obstante, es la habilidad y el poder mágico de cada mago o bruja en particular el elemento principal que la criatura reconoce. Verá, muchas criaturas pueden reconocer el poder mágico del mago que tienen delante, y si ellas lo consideran suficiente, solo así procederá la dominación.

 

- Sin embargo, existen métodos... oscuros, que posibilitan tal dominación incluso cuando el animal no está de acuerdo. Diversos encantamientos de magia oscura pueden confundir y aniquilar el espíritu animal de tal forma que pierden su voluntad, y es entonces el mago quien protagoniza la relación. Debo decir que estoy completamente en contra de estos métodos, y que el hacerlo demuestra una profunda falta de respeto por parte del mago. - su voz desprendía tal desagrado al decir estas palabras que estaba seguro de que sus alumnos podrían apreciarlo. - En fin, pasemos a lo que nos concierne por el momento. - dijo y agitó su varita, de modo que la pizarra ahora leía:

 

» Clasificación de Criaturas Mágicas:

• X: son criaturas “inofensivas”, pueden ser tanto criaturas mágicas o muggles. Pueden adquirirlas los magos a partir del rango de aprendices.
• XX: se debe poseer un nivel mágico superior a Unicornios de Oro.
• XXX: para poder adquirirlas es necesario superar el nivel Dragones de Plata, o éste inclusive.
• XXXX: estás criaturas generalmente son complicadas de manejar, por lo tanto, se requiere el nivel Orden de la Cruz Dorada para adquirirlas.
• XXXXX: únicamente pueden poseerlas aquellos magos que ostenten o superen el rango Orden del Grial.

 

- - -

 

» Seres, Bestias y Espíritus:
• Bestias: son incapaces de aprenderse las Leyes Mágicas y de controlar sus impulsos de brutalidad.
• Seres: Puede llamarse de esta forma a las Sirenas y Centauros. Creyeron injusto que los magos lo dominaran, por lo tanto son independientes de sí mismos,
• Espíritus: a pesar de que existen registros para alistarlos, ningún humano puede adueñarse de ellos, ya que son personas que dejaron la vida físicamente, pero no su presencia.

 

- Quiero que tengan en cuenta algo, y es que la clasificación de las criaturas utilizando las X's no es más que una mera catalogación sistemática de las mismas, y que de ningún modo le infiere al mago capaz de poseerla un dominio total sobre la misma, más allá de que sea suya por prioridad. Me gustaría insistirles en que las Criaturas Mágicas deben gozar de autonomía propia, independientemente de que nosotros los magos no querramos reconocerla.

 

Finalmente, tomó la caja que había dejado antes sobre su escritorio y le abrió, de ella extrajo siete lapiceras de color gris metálico que despedían un resplandor celestino. Se acercó a cada uno de los pupitres de sus alumnos y depositó una en cada uno, volviéndose al final a mirarlos a todos.

 

- Cuando les de la orden, me gustaría que toquen la lapicera. Es un traslador que los llevará a un lugar que yo encuentro muy interesante, y es también el lugar donde tomará lugar el resto de la clase. ¿Listos? - dio una pausa algo dramática - Ahora.

 

En ese momento, el desapareció también.

 

- - - - * - - - -

Su figura se rematerializó en los confines de una enorme extensión de tierra, y a los pocos segundos uno a uno sus alumnos comenzaron a aparecer junto a él. Se encontraban en un claro en el medio de un bosque, rodeados por una enorme cantidad de altos pinos. A un lado, un lago cristalino se extendía reflejando la inmensidad del cielo, y al otro de ellos había siete senderos que se abrían en direcciones separadas dentro del bosque.

 

- Bienvenidos, a la Reserva de Criaturas Mágicas Newt Scamander - dijo, extendiendo sus brazos a modo de presentación - Nos encontramos en una zona muy alejada de la bienvenida, mas tuve la suerte de obtener los permisos necesarios para traerlos directamente aquí.

 

Comenzó a caminar lentamente en dirección a los siete senderos, no hizo señal alguna para que sus alumnos lo siguieran pero no creyó que hiciera falta. Sus pulmones agradecían la alta saturación de oxígeno que había en el aire así como la fresca brisa matutina que lo incitaba a disfrutar de las instalaciones. Quizás luego podría montar su dragón, más ahora tenía una clase que dar.

 

- Me gustaría que cada uno de ustedes tome un sendero - dijo, señalando a los mismos - Al transitarlos, se encontrarán con criaturas de diversas clasificaciones. Me gustaría que en base a cualquier conocimiento previo que tengan las identifiquen. De no conocerlas, obsérvenlas un rato y traten de discernir cual es su clasificación mágica en base a sus poderes.

Editado por Nathan Weasley

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-- Leñes, este profe tiene mal humor -- murmuré, cruzándome de brazos en mi pupitre. A pesar del dolor persistente de cabeza, la caja de destellos azules atrajo mi atención. No sé porqué me encantan las cajas cerradas. Yo, en el pasado, tuve que ser como Pandora, una chafardera que abría todo lo que se le ponía por delante. Pero preferí mostrarme huraña, ya que se había atrevido a llamarme la atención en medio de la clase. -- Si yo le presto atención, jefe...

 

Ese comentario lo hice en alto, pero sin descruzar los brazos; menos mal que no me veía los ojos, o hubiera visto un destello de mala leche por suponer que no le prestaba atención. Yo se la prestaba; era mi cabeza la que no me correspondía con mi empeño. Volví a bajar la voz:

 

-- Si sabe truquitos para el circo, puede que le ofrezca un trabajo si acaban despidiéndole de la Universidad...

 

Esperaba que nadie me hubiera oído, pero yo soy así, no puedo mantener la boca cerrada ni bajo el agua. Suspiré y volví a sentir sed, así que tuve que descruzar los brazos para echar otro trago. El agua era buena, tendría que darle las gracias (otra vez) a la muchacha de apellido largo.

 

A pesar del desagradable comentario sobre mi falta de atención, lo que dijo sobre las criaturas me pareció correcto. Yo también estaba en contra de usar a los animales sin su aprobación, por eso en realidad yo era bastante "amiga" de mis animales del circo, todo lo amiga que se puede ser de una bestia salvaje. Había más una especie de respeto mutuo que un intento de dominación en sí, a pesar de tratarse de un Circo.

 

Al escuchar la catalogación, bufé un poco. Eso de poner tantas equis a los animalitos siempre me había parecido incorrecto. Algunos tenían pocas X's para mi gusto mientras otros tenían demasiadas con los bueninas que eran. Tenía yo una acromántula que era más pacífica y bonachona que un micropuff, y siempre la miraban feo porque era de las de equis gordotas. Suspiré. Si yo fuera funcionario del Departamento de Criaturas, pediría una actualización de ese tipo de clasificación tan poco elaborada.

 

Menos mal que el profe y yo pensábamos lo mismo sobre las equis dichosas... Y de la libertad de acción de los animales... Coincidíamos en todo lo que pueden coincidir un maestro de Criaturas Mágicas y la poseedora de una reserva ambulante de animalitos mágicos de todo Londres. Tal vez teníamos más en común de lo que parecía.

 

-- ¿Un traslador? -- Miré de reojo el lápiz. ¿Eso es lo que contenía la caja, un traslador? -- ¿Y qué pasa si... -- toqué la lapicera y un súbito estirón me hizo dar vueltas. Acabé la frase gritando...-- ... si vomito por el caminoooooooooo?

 

Desaparecí de la Universidad. ¡Brrrrr, como odiaba que nos llevaran a sitios imprevistos, y más cuando arrastraba jaqueca-resaca en el traslado!

 

-- ¡¡Miércoles!! -- exclamé, en el suelo, donde había acabado cuando todo acabó. No había vomitado pero vamos, que ganas no me faltaban... -- ¿Me dejé el agua en la clase? Tengo la boca seca.

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