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Cuidado de Criaturas Mágicas IV


Nate Weasley
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Aun mantenía la varita en alto cuando los rayos de sol dejaron de traspasar los escasos lugares en que no había vegetación, Valkyria evitó levantar la mirada del suelo tan solo como precaución, lo que menos quería era terminar petrificada o muerta a causa de la mirada de un Basilisco enojado. Sin embargo el que aquella sombra se moviera la alarmó, no se trataba de una nube > murmuró cuando escuchó el grito de un mago, que no solo había atraído su atención sino también la del rey de las serpientes.

 

—¿Barbarie?—repitió con incredulidad ante las palabras de su profesor. —Si no le he querido hacer daño... tan solo hacer que se vaya. —dijo la bruja mientras con un suave movimiento de su varita el pequeño gallo desaparecía y volvía a ser tan solo un tronco seco. —¿Me enseñara a hablar parsel?... porque eso si que sería útil, aunque seguramente ahora el Basilisco nos esta maldiciendo...—añadió la bruja que para ese entonces ya se encontraba resguardada detrás de un árbol.

 

Aquel escondite seguramente no le serviría de mucho pues el Basilisco aun se revolvía violentamente intentando desesperadamente ver algo y al hacerlo destruía todo lo que estaba cerca de él, quizá pronto se cansaría y mediante su lengua viperina adivinara donde estaban ubicados las dos brujas y el profesor.

 

—Estem... Sagitas... ¿como que mejor de alejas un poco no crees?— dijo esta vez dirigiéndose a su compañera de clases, mientras sacaba la cabeza por un costado del gran tronco —digo, por si la serpientota decide que el profesor Merabet no están apetitoso y decide que le gustamos más... — añadió volviendo a esconderse para evitar que una rama la golpeara.

 

Aun no recordaba porque se había inscrito en aquella clase si era una miedosa sin remedio, le gustan los animales eso era cierto pero no los que tenían tantas X's y le gustaban menos si estaban enojados, suspiró. Al paso que iba seguramente reprobaría y tendría que resignarse a no poder tener más criaturas de las que ya tenía > pensó recordando el hermoso Kelpie que su esposo le había obsequiado por en su boda.

 

—Y bien profesor... que era lo que nos iba a enseñar... — preguntó aun sin atreverse a levantar la mirada del suelo.

 

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Gallos... Gallinas... ¿cuál es la diferencia? ¿La cresta en la cabeza? Oh, vamos, no debía de ser para tanto... O tal vez sí, por la forma de reaccionar de aquella compi, la que me había dado la botella de agua en clase. Así que le debía una por apaciguar mi sed y no quería enfadarme ahora, cuando necesitaba aliados, sobre todo delante de aquel bicho salvaje.

 

-- Tu bicho no canta -- le contesté, algo enfadada por la interrupción. ¿No había dicho el profesor que cada uno tomáramos un camino diferente? ¿Y si ahora nos suspendía a las dos?

 

No tuve tiempo de decir nada más, como que se largara por otro camino, que este era el mío, cuando el basilisco se agitó y gruñó. ¡Demonios, más bien bramó! Aquello era un buen ejemplar de bicho enfadado. Estaba tan acostumbrada a mi Dorotea que este bicho me hizo dar un salto. Le miré fijamente. Gracias a los dioses, aún conservaba la cinta oscura en los ojos o, tal vez, sería una Sagitas Petrificada. Aquello era un gran error, menos mal que el profe no estaba cerca para verlo.

 

¡Otra vez demonios! Más pronto pienso que no me ve, más pronto se presenta el profesor a nuestro lado... ¡Gritaba! ¿Gritaba? Ay, que parecía muy enfadado... Aunque la visión de aquel hermoso ejemplar de dragón cambió el hilo de mis pensamientos.

 

-- ¡Oh, qué lindo...! ¿Dónde lo ha comprado? -- ¿es que no tenía bastantes dragones como para pensar en comprar nuevos, en un momento en que tenía un basilisco casi encima? Aunque el hecho que llamara barbarie a crear una simple gallina, no, gallo muggle con un tronco... ¿No estaría exagerando?

 

Corrí hacia la seguridad de un árbol, tal como había hecho el profesor. Valkiria preguntaba lo mismo que yo tenía en la punta de la lengua.

 

-- ¿Por qué barbarie? ¿Qué efecto tienen los gallos en los basiliscos? -- Como él, pensaba que si era algo malo, nos volveríamos todos vegetarianos en el circo y no dejaría entrar allá ni pollos muertos para la cocina. Hay que buscar seguridad, pero amaba mis criaturas y no soportaba que nada les hiciera daño. -- ¿No les gusta sus cánticos?

 

La petición de la muchacha me sorprendió, ¿por qué tenía que alejarme de ella? Me olisqueé un poco disimuladamente. Pero si me había bañado y puesto sales de olor a canela, como siempre. No podía oler a sudor.

 

-- ¿Es que huelo? Será por el susto, que ha hecho que exudara un poquito -- dijo en voz bajita, avergonzada. Nunca nadie me había llamado poco aseada. Después entendió que pensaba que aquel olor atraería al basilisco. -- Pues vaya...

 

Y sí, me alejé de su lado, bueno, del árbol de al lado, caminando de puntillas para no hacer ruido. El hechizo del Obscuro pronto desaparecería y tendríamos que buscar otra manera de bloquear su mirada asesina. Sonreí, ahora recordaba el hechizo.

 

-- ¿Alguien sabe hacer un Conjuntivitis? Creo que es ese el que usan mis enanos en el Circo -- grité desde mi escondite.

 

¿Es que nunca aprendería a quedarme callada? Ahora el Basilisco me había oído y golpeó el árbol con su cola, arrancándolo de cuajo y lanzándolo bien lejos, conmigo agarrada a sus ramas?

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Quentin Merabet

El profesor contempló incrédulo a su alumna, cuando esta cuestionó lo barbárico de sus métodos, más le agradeció internamente cuando el gallo desapareció. ¿En verdad era tan difícil para el mago tipo entender cuanto sufrimiento o dolor se le podía infligir a una criatura por medio de una simple acción? Quentin suspiró, pensando que necesitaría un semestre más que un simple día para transmitir todo su conocimiento y que sus discípulos estuviesen lo suficientemente amaestrados como para considerarlos satisfactorios.

 

- No está en la naturaleza de un basilisco el ser compasivo, y mucho menos reaccionar tranquilamente ante una amenaza. Cuando ellos escuchan el canto de un gallo, la sensación de peligro es tal que comenzarán a destruir todo a su paso... me refiero... ¿si han visto el tamaño de su cola, no? Una simple barrida y no llegamos a casa esta noche. - contestó Merabet a sus alumnas - No obstante, a lo largo de toda la historia, el canto del gallo ha provisto la suficiente distracción como para que los magos desaparezcan antes de que el basilisco pueda matarlos, y es por eso que se considera una distracción eficaz.

 

Su propio dragón sobrevolaba el área y, Quentin, quien tenía una fuerte conexión mental y empática con la criatura, detectó que este estaba pensando en defender a su amo del peligro inminente que aquella criatura representaba.

 

No, Frawk. Todavía no. >> le ordenó, y el dragón, obediente, comenzó a ganar altura.

 

- Es un Ridgeback Francés, señorita Potter Blue. - le dijo, al ver la admiración en el rostro de la mujer - Ahora, hagamos esto como corresponde. - agregó, dirigiéndose tanto a Sagitas como a Valkyria. - Los basiliscos son criaturas mágicas de inmenso poder, pero carecen del poder de la razón, por lo cual no reconocerán a un mago como alguien inferior e indefenso sino como una amenaza inmediata. Por tanto, la mejor forma de escapar de un basilisco es crear una distracción tal que nos de el tiempo para escapar.

 

En ese momento, Quentin le ordenó a su dragón que los esperara en un pequeño claro que había a unos cincuenta metros a la derecha de ellos.

 

- Los basiliscos se jactan mucho de su mirada, la cual, como todos sabemos, es letal. No obstante, son seres que encuentran mucho aprecio en los espectros luminosos, y es por eso que en este momento la mejor forma de escaparnos es un simple encantamiento. Ahora, señoritas, cuando les de la orden, nos marchamos como si hubiera pasteles hacia allá, ¿de acuerdo? - dijo, apuntando con su varita al claro. - ¡Expecto Patronum!

 

Dijo, y de su varita salió una formación blanquecino-azulada que adquirió la forma de un gran lobo marino que empezó a saltar en su lugar y se colocó cerca del basilisco, tratando de llamar su atención más evitando su mirada.

 

- Los patronus no son inmunes a la mirada del basilisco, si este los ve a los ojos, el patronus desaparece en el acto. - Quentin miró por encima del árbol y vio que el basilisco seguía a la criatura con la mirada fijamente - ¿Están listas? ¡AHORA!

 

En el momento en que les dio la orden, los tres salieron pitando en dirección al claro en donde su dragón esperaba. Nada más confiaba en que las señoritas no le tuviesen miedo a un viajecito en dragón.

 

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El sendero se perdió entre los troncos de unos árboles. No podía creer que aquel camino que me había orientado, se perdiera entre el césped y arbustos. Pero mirando unos metros más por delante, pude entender que no era porque no lo habían continuado o porque me había perdido, sino que a unos metros, empezaba un enorme claro. ¿Allí nos esperaba el profesor Merabet? Esperaba que si porque ya tenía todo lo que necesitaba y estaba cansado.

 

Esquivé algunos troncos. Salté pequeñas raíces y traspase los árboles que parecían una barrera. La copa de los árboles no interrumpía la vista al cielo de aquel claro, pero luego de admirar el panorama de aquella reserva, mientras los pájaros piaban y había un sonido lejano a agua corriendo a lo largo de un río, pude notar que no estaba el profesor. ¿Dónde se habían metido todos? ¿Me había apresurado o los demás ya habían llegado y se habían retirado nuevamente al sitio de nuestra aparición?

 

Creí que lo mejor era esperar, porque si llegaba a escabullirme entre los caminos, capaz que me encontraba con alguna otra criatura como lo había sido el cangrejo de fuego. Mi mano estaba totalmente sanada. La única diferencia es que el pergamino se había consumido tan solo un poco, pero toda la información que recolecté, estaba intacta. Esperé unos quince minutos, y en el momento que estaba pegando la vuelta para regresar por el camino que había llegado, escuché un batir de alas y la sombra de un enorme dragón tapó todo. ¡No podía ser! ¡¿Encontrarme con un dragón?! Había visto un Galés Verde pero no era aquel.

 

Hice algunos pasos detrás, porque cuando aterrizo sobre el césped, me miró atentamente. Sin embargo, se acostó con su vientre pegada a la tierra y se quedó allí. Era extraño. Los dragones eran feroces y peligrosos. Mi varita incluso se encontraba aferrada entre mis dedos por temor a que ésta criatura lanzara sus poderosas llamas. Serían peores que las del cangrejo. Pero unos pasos y jadeos me hicieron girar. ¿Venían los demás? ¿Debía alertarlos o los esperaba alli?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Se quedó pensativa por un momento, su intención no había sido el hacer pensar a Sagitas que olía mal, de hecho un suave olor a canela provenía de la mujer. Mientras eso sucedía y su mente divagaba el profesor empezó a explicarles porque no usar el canto de un gallo para alejar al basilisco, aunque admitía que era una buena distracción, pero poco útil para la clase.

 

Sin embargo ella lo estaba escuchando a medias, su mirada estaba puesta en la cola del animal, porque si, se había percatado de lo enorme que es a la vez que escuchaba lo que Sagitas le decía sobre el hechizo conjuntivitis, aquello si le pareció una crueldad. A punto estuvo de decírselo pero no le dio tiempo, había dejado de ver por tan solo un segundo la cola del Basilisco y esta había impactado de lleno en el árbol en que estaba refugiada su compañera de clase.

 

—Sagitasssss... —gritó la castaña al ver como la mujer, junto con el árbol, salían volando por los aires

 

—...¡AHORA! —escuchó gritar a su profesor que había creado un patronus y estaba distrayendo al enorme reptil. ¿Acaso no había visto lo ocurrido a una de sus alumnas? aunque estando en aquel matorral seguro se perdió aquel detalle, Lo observó salir corriendo en dirección al claro y ella estuvo tentada a seguirlo, sin embargo y contra toda probabilidad se movió en dirección contraria mientras gritaba esperando que Quetin la escuchara.

 

—Lo siento... No la puedo dejar... puede estar herida — Dicho aquello y aprovechando que el Basilisco seguía al patronus sin prestarles atención a ellos, se adentró en el bosque, siguiendo la dirección en la que imaginaba había caído Sagitas.

 

Debía admitir que aquello del patronus como distracción para un basilisco nunca se le habría ocurrido y quizá algún día le sirviera, aunque para ser sincera no esperaba que fuera pronto. Si un basilisco le resultaba aterrador, verlo enojado había sido mil veces peor.

 

—Sagitas... Sagitas... —empezó a llamar a la bruja, aunque su voz era tan solo un susurro, no quería arriesgarse a que el rey de las serpientes volviera a por ellas.

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Quentin Merabet

¡Esta es la última vez que doy clases! >> pensó para sí, al mirar por encima del hombro y ver que ambas alumnas se habían quedado rezagadas. C'est dommage, il ne peut être que je ne peux pas donner la leçon! >> agregó luego, ya en un francés que ni en su cabeza tenía demasiado sentido.

 

Al parecer una de ellas, la señorita Ericen, se había escondido detrás de un árbol y éste mismo había sido atacado por el basilisco en su violencia previa a la distracción, y en medio de tanto alboroto el francés lo había pasado por arriba. Se dio la vuelta y se acercó a Valkyria, quien por medio de susurros estaba buscando a su compañera.. ¿cómo iban a salir de esta? Su patronus probablemente estaba a punto de ser aniquilado bajo la mirada de la criatura y dudaba que un segundo señuelo fuese capaz de distraerlo. De repente se le ocurrió otra idea, pero era medio peligrosa y de seguro lo terminarían expulsando permanentemente de la Reserva si lo hacía.

 

Qué va, si total luego de esta clase me vuelvo a París... estos malditos londinenses, hacen lo que quieren. >> pensó para sí, y volvió sobre sus pasos en dirección al dragón, para luego emitir un pitido y pensar ¡Frawk! Hora de la acción >>

 

El rojizo dragón se materializó de la nada, con el movimiento de sus alas creando una onda expansiva que a Quentin le fue muy difícil atravesar para llegar al torso de la criatura y montarla. Una palmada bastó para que volviese a elevarse en el aire y comenzara a planear los árboles. A la lejanía podía ver a Elvis por un sendero, estaba a punto de llegar al claro y ellos aún por aquí, esperaba que si llegase tuviese la delicadeza de esperar.

 

- Frawk, prende fuego los árboles. - le ordenó, y el dragón lanzó tal llamarada que toda la vegetación aledaña al basilisco comenzó a expedir un humo sofocante.

 

Al notar lo que pasaba, el basilisco echó a deslizarse en cualquier dirección y momentos después ya se había marchado. El dragón aterrizó en el claro nuevamente, y Quentin se marchó en busca de sus alumnas..

 

- ¡Señorita Karkarov! ¡Señorita Ericen! ¿Dónde están? ¡Ya se fue! - dijo el mago, y a continuación apuntó su varita hacia la humareda que se extendía por el lugar - ¡Meteolojinx Recanto! - se animó a probar, y la densidad del ambiente cambió de tal forma que el humo comenzó a elevarse con rapidez, aclarando su visión.

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Me había quedado bastante inquieto desde que el dragón estaba allí. Su respiración hacía mover el césped cada vez que tomaba aire, y cada vez que lo expulsaba. Sus fosan nasales se abrían y se cerraban, preguntándome a cuánta temperatura llegaba cuando éstas expulsaban aquel humo y fuego caliente. Estaba seguro que era más fuerte que el fuego con el que me había atacado el cangrejo. Me acerqué al tronco de un árbol. El dragón no se movía, y mis compañeros como el profesor no aparecían.

Pero el dragón se despertó de repente. Y eso hizo que me tensara y llevara mi mano hacia mi varita. ¿Cuántos hechizos que se me cruzaban por la cabeza que podían servir contra él? Estaba seguro que ninguno. Pero éste se fue tan rápido que casi no me había dado cuenta. Di algunos pasos hacia el centro del claro, intentando ver hacia donde se había ido. Y más porque había escuchado grandes movimientos. Un golpe, algunos gritos y una llamarada enorme se elevaba en el cielo.

¿Qué demonios sucede? —expresé aunque estaba solo en el claro. Algo me dijo que tenía que actuar y es lo que hice. Saqué mi varita y pude notar, mientras me adentraba en aquellos árboles, que el dragón estaba sobrevolando los cielos con alguien encima. ¿Sería el profesor Merabet? No importaba. Si el dragón había desaparecido así y los chicos aún no llegaban, supuse que me decía que estaba ocurriendo algo por alli—. ¿Sagitas?

Su cabello violeta lo podía reconocer a kilómetros a distancia. Estaba tirada en el suelo, cerca de un árbol que parecía que lo habían arrancado de raíces. Tenía unos rastros de sangre. No podía entender que demonios estaba sucediendo. Llegué al lado de mi prima, mientras que de un lado el profesor gritaba los apellidos de mis compañeras. Parecía que las estaba buscando. Y del otro lado, una chica también llamaba a mi prima. ¡¿Qué había sucedido?!

Sagitas... Sagitas... despierta... ¿Estás bien? —me acerqué a la pelivioleta y le corrí el cabello del rostro. Había perdido la consciencia, o eso creía. Mire al profesor que se acercaba después de disipar el humo que había invadido el sitio. El humo que había surgido de las llamas de su dragón. No pude ver a Elaryan. ¿Dónde se encontraba? Entre mis ropas saqué aquel amuleto. Y brillo la piedra con el sol. Impuse mis manos delante de mi prima para curarle sus heridas. La Magia Uzza era sorprende—. Despierta, Sagitas ¿Quieres de nuevo un poco de agua?

Intenté despertarla aunque no le vendría bien un poco de magia reanimadora. Tal vez ahora que había usado mi amuleto para sanar, podría llegar a despertarse. Miré tanto al profesor como a Valkyria que se habían acercado. Me habría gustado que me explicaran porque la bruja estaba allí, mientras que ellos la buscaban. Y porqué se habían tardado tanto y porqué el dragón había incendiado casi veinte árboles a la vez. Pero no era autoridad allí. Debía averiguarlo.

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—El truco del patronus solo sirve una vez… — dijo la castaña al mago que se había unido a la búsqueda de la peli-violeta. > pensó la castaña, hubiera querido decirlo en voz alta pero por cómo estaban saliendo las cosas de seguro el profesor Merabet no estaba de ánimos para sus reproches.

Siguieron caminando con cuidado de no hacer mucho ruido cuando se percató que sobre ellos estaba sobrevolando el enorme dragón rojizo, intentó ignorarlo y seguir con lo suyo pero le fue imposible pues el profesor empezó a correr para subir al lomo del animal. ¿Por qué estas clases nunca son tranquilas y sin contratiempos? Se preguntó la ojimiel algo molesta. Aunque no tuvo mucho tiempo para empezar a despotricar contra la clase pues una enorme llamarada la hizo detener.

—Genial… ahora podríamos morir calcinados… Gracias señor profesor —gritó aunque dudaba que el pudiera escucharla. ¿Acaso no sabía lo peligroso que era prenderle fuego a un bosque? ¿La cantidad de animalitos indefensos que podían caer presa del fuego? O lo que era aún peor ¿Acaso no pensó en la posibilidad de que Sagitas estuviera desorientada por esa parte del bosque?.

Lo escuchó llamarlas y avisarle que el basilisco se finalmente se había marchado, siguió caminando unos cuantos pasos más cuando por fin encontró a su compañera de clase junto a Elvis. Al parecer no estaban muy lejos del claro que había escuchado mencionar a Quentin y había sido el director de la Universidad el que diera finalmente con el paradero de la bruja.

—¿Esta bien?... prueba con un Enervate para ver si reacciona — sugirió la karkarov al ver a la inconsciente Sagitas —A sido culpa de un Basilisco furioso… — explicó la castaña mientras sacaba la varita y apuntando hacia el cielo enviaba pequeños rayos rojos con el fin de avisarle al profesor su ubicación.

 

—¿Escuchas eso? —preguntó mientras se concentraba en escuchar mejor, el sonido era como el de muchas pezuñas de animales golpeando en el suelo. Quizá una estampida de animales asustados por el fuego, cortesía de profesor de la clase.

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Quentin Merabet

- Fuera de mi camino, esto se acaba aquí. - sentenció comandando el francés, su paciencia ya finiquitada luego de lo extenso que se había tornado la situación.

 

Quentin se había acercado a la única aglomeración de allí presentes: reconocía a Elvis, quien de alguna manera había encontrado el camino hacia ellos, la señorita Karkarov quien ayudaba al Gryffindor a despertar a la señorita Ericen, la última allí presente, quien yacía desmayada sobre el suelo. En respuesta a la señorita Karkarov, hizo un asentimiento y se preocupó por aquel ruido que parecía provenir del corazón de la reserva pero que se acercaba a ellos a toda velocidad... debían salir de allí y rápido.

 

Se les adelantó, tomó el cuerpo de Sagitas y se lo cargó al hombro. Hacía ya mucho tiempo que no hacía actividad física, más sus años de nadador le habían dado la stamina y resistencia necesaria para poder soportar el peso de la mujer mientras corría en dirección a su dragón, mientras le hacía señas a Valkyria y Elvis para que lo siguiesen. Era momento de irse de allí y darle una vuelta de tuerca a la clase, que aún había mucho para aprender.

 

Sabía que tenía que llevarlos a Francia, la próxima vez que estos ingleses piensen en siquiera denegarme el permiso, les haré saber lo que sé sobre su manejo de la sangre de dragón. No se saldrán con la suya una vez más >> pensó resentido, mientras se aseguraba de que él, Sagitas a quien había recostado sobre el lomo del dragón), Elvis y Valkyria estaban montados en la criatura.

 

Una sola orden fue ejecutada en su mente, y el dragón comenzó a batir sus alas rápidamente para ganar altura. Su cuerpo comenzó a moverse con fluidez a lo largo de los cielos, transportando a los pasajeros de su lomo en dirección al claro donde inicialmente Quentin había esperado a sus alumnos. Afortunadamente para ellos, el ruido que tanto él como Valkyria habían escuchado se hacía cada vez más débil, hasta que finalmente fue inaudible. Minutos después, el dragón aterrizó en el claro y sus pasajeros descendieron como pudieron del dragón, más la señorita Ericen seguía sin despertar.

 

- Pues pulso tiene, y no parece estar petrificada... tal parece que tanto alcohol finalmente hizo efecto. - comentó, y se río, algo sumamente raro de él.

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No creo que sea el alcohol, señor Merabet. Pero si considero que lo mejor es regresar a la Universidad. No podemos permitir que le suceda algo a Sagitas en éste estado —no lo comenté en voz alta, pero ser director y participar de ésa clase, me obligaba a actuar de otra manera. Si llegara a ocurrir algo, sería el primer culpable y claramente que tendría problemas con toda la comunidad mágica. Siempre preferían echar culpa a solucionar los problemas—. ¿Y Elaryan?

 

Aquello hizo que me preguntara donde se había quedado el joven. En el transcurso que habíamos hecho desde el bosque, hasta el claro, no nos habíamos cruzado con el mago. Yo había permanecido varios minutos antes pero no lo había visto. Me estaba preocupando. ¿Y si estaba malherido o necesitaba ayuda? No sería buena imagen regresar a la institución con una alumna borracha y otro muerto.

 

¿Ésto lo va a pedir? Anoté algunos datos importantes, masomenos del análisis por ver algunos animales —le comenté al profesor mientras le mostraba el papel, donde había anotado al dragón, al cangrejo de fuego, a los micropuff, el fénix y el streeler. Esperé a que aquello le sirviera aunque realmente ya deseaba regresar. Quería tomarme un baño y prepararme para la cantidad de responsabilidades que aún tenía por el resto de la jornada. No sabía si Merabet quería comentar algo pero podría salir inmediatamente de allí.

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