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Cuidado de Criaturas Mágicas IV


Nate Weasley
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> pensó la castaña mientras se hacía a un lado para que Quentin pasara, tomara el cuerpo de Sagitas y cargarlo al hombro. Sabía que sus vidas estaban en riesgo pues aquel sonido de cascos de animales acercándose no solo lo escuchaba ella y ahora estaba segura que se trataba de una estampida.

—Tenga más cuidado profesor…— Lo regañó, puede que la castaña no supiera mucho de animales, pero de personas heridas sí que sabía, no por nada había sido sanadora por tantos años — que aún no sabemos que es lo que tiene…—le decía mientras empezaba a seguirlo hacía un claro en donde estaba el dragón que le había prendido fuego al bosque, esperándolos.

—Wowww alto… alto… yo no me pienso subir en él… — dijo la castaña sobrecogida de pronto ante la presencia de tan enorme e increíble animal. Sin embargó el sonido de las criaturas era cada vez más fuerte, buscó con la mirada alguna otra forma de escapar más al ver a un grupo de acromántulas ir en su dirección cambió de opinión —Ok, ok… ya subí… vamos… vamos —dijo sin comprender del todo como había sido capaz de subir al lomo del Dragón con tanta facilidad.

El paseó no duró mucho, lo cual fue una verdadera lastima, aquella sensación de libertad era increíble, además que desde ahí podía ver a los animales de la reserva como si fueran de juguete. De mala gana se bajó del animal y al hacerlo recordó el lamentable estado en que se hallaba la peli-violeta.

—Deberíamos llevarla a San Mungo… en la Universidad no creo que la puedan ayudar — Le dijo a Elvis quien al igual que todos estaba de acuerdo en que tenían que salir de la reserva. —¿Y si nos dividimos? Yo puedo llevar a Sagitas al Hospital y tú puedes ir a la Universidad, seguramente Elaryan regresó ahí y el profesor Marabet puede dar una vuelta en su dragón y revisar la reserva en su búsqueda —Esperaba que aceptaran la sugerencia, ya que si se quedaban todos juntos no podrían cubrir todo el espacio y lugares a la vez.

—El mío se ha caído cuando subía al dragón…—dijo la castaña al ver que el Griffindor le entregaba un pergamino con apuntes de criaturas al profesor. La verdad era que ni siquiera había escuchado que tenían que hacer algo así. Cruzó los dedos para que no le pidiera que lo hiciera.

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Quentin Merabet

- Efectivamente, estoy de acuerdo... creo que necesitamos asistencia médica de mayor... este... emm.. complejidad, por así decirlo. - dijo el francés aprensivamente, algo frustrado por la forma en la cual la totalidad de la clase se había desarrollado. Ciertamente no esperaba que varias de sus alumnas se perdieran en el camino, y mucho menos que otra se encontrara con un basilisco y que el tuviese que quemar un cuarto de selva para hacerlo, se prometió volver luego de acabada la clase y arreglar el desastre con un par de hechizos - Señorita Karkarov, por favor lleve a la señorita Ericen a San Mungo, y hágame el favor de enviarme una lechuza una vez que tenga una mejor idea de su estado.

 

Aquello lo extrañó por completo, ¿desde cuándo el tomaba la más mínima consideración por alguien que no fuese su familia? Negó con la cabeza rápidamente, seguro de que las aventuras del día de hoy lo habían afectado en niveles más profundos de lo que estaba dispuesto a reconocer. Tan estupefacto estaba que lo tomó completamente por sorpresa la pregunta del director, había olvidado completamente la tarea que les había encomendado antes de dejarlos andar por el bosque.

 

- Claro que sí, señor Gryffindor... será un placer ver lo que ha escrito para mí. - confesó, dedicándole lo que podía darse por llamar una sonrisa - Ahora los dejo que vayan a sus respectivos lugares, yo iré a buscar a las alumnas rezagadas, si es que están allí.

 

Se dio media vuelta, más en seguida se arrepintió.

 

- ¡Alto! - les dijo, y se volvió a dar la vuelta para mirarlos a los ojos - Esto... sé que no ha sido una clase muy agradable. Hacía mucho que no enseñaba a gente tan joven como ustedes y la verdad es que me han tomado por sorpresa pero... creo que hemos pasado un buen rato. - las palabras salían de sus labios sin el permiso del Merabet, al parecer tantos inconvenientes habían dado por unirlos de una forma especial - Ciertamente espero encontrarlos pronto en algún otro lugar, y espero que al menos hayan aprendido algo de su agrado... si algún día tienen una duda, no duden en consultarme por medio de una lechuza.

 

Les extendió una mano a cada uno de los dos, y tras dedicarle una mirada algo ausente al cuerpo inmóvil de Sagitas, dio unos pasos hacia atrás, posándose junto a su dragón.

 

- Considérense aprobados. - fue lo último que les dijo, antes de subirse a su dragón y perderse junto a este en las inmediaciones del cielo.

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