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Un cadáver, una mafia y el Statuto del Secreto


Helike R V PB
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El hombre paseaba intranquilo cerca de su presa. Estaba seguro de que él tenía cierta información de que, ser útil podría ser un bombazo en toda regla. Había intentado captarlo durante algunos días pero sin resultados.


Algo le decía que tenía cierta conexión entre ese mundo y el otro, uno en que el primer ministro inglés se negaba a dar a la opinión pública. Según sus fuentes era “alto secreto” y con ello el MI6 se guardaba que ambos lugares apenas tuviesen conexión.


¿Sería capaz de sacar a la luz todo el entramado? ¿Y lo más importante aún, sería capaz de sobrevivir para

contarlo? Algo en su interior le decía que era un insensato y que se estaba metiendo en la boca del lobo. Él creía firmemente en que había magos y brujas en el siglo XXI que no todo era puro misticismo y leyenda cómo el gobierno intentaba, por medio de noticias absurdas desviar la atención a otros asuntos triviales.


Lo que no se daba cuenta es que alguien más seguía sus pasos. No se dio cuenta hasta que recibió un golpe fuerte en la cabeza y quedó inconsciente, desmadejado en el suelo, y la sangre poco a poco empezó a salir de su cabeza, hasta manchar la nieve que había a su alrededor…


***


De ahí a unas horas el hombre abrió los ojos y notó un dolor punzante en la nuca. Se le empañaban los ojos a causa del malestar producido y también a la poca luz que había en la sala. No sabía cuántas horas había estado inconsciente o si tan sólo habían sido unos minutos, estaba confuso y desorientado, para nada reconocía el lugar en dónde estaba.


- ¿Qué es lo que sabes de nuestro mundo? – preguntó un hombre, vestido muy estrafalario.


- No, no sé – respondió dubitativo – no sé mucho más de lo que he conseguido averiguar – el mago que estaba delante de él le propinó una severa bofetada.


- ¿Acaso no sabes que meterse en el mundo mágico puede ser peligroso? – preguntó con una sonora carcajada. El periodista vio que sacaba una especie de palito de madera, largo, como si fuese una baqueta. Vio cómo una especie de un rayo impactar en su cuerpo y notó cómo los huesos le ardían de dolor, no pudo más que evitar gritar cómo un poseso…


- Esto no es nada – siseó el mago entrecerrando sus ojos- sólo acaba de empezar...


Al cabo de unas horas, el cuerpo del periodista estaba tirado en un descampado, al norte de la ciudad de Londres, acompañado con una daga de plata, con cortes profundos en brazos y piernas, además de una botella de un brebaje desconocido…


***


El día amanecía de lo más tranquilo en la mansión Rambaldi. Una pequeña lechuza voló hasta llegar a la cama en dónde la bruja leía tranquilamente una revista de transformación, dejó la carta a los pies de la mujer y voló de nuevo. Ésta la tomó con las manos y negó con la cabeza mientras leía. La policía muggle o más


concretamente el servicio secreto, le pedía ayuda para investigar un caso un tanto extraño. Pero no tenía ni idea de qué podía ser útil si ella era profesora de pociones. Así que decidió que esa misma mañana iría allá a intentar averiguar todo lo que pudiese.


Se puso un traje formado por un pantalón y chaqueta, además de unas botas de aguja. Tomó el maletín de cuero y desapareciéndose de la mansión llegó hasta dónde la requerían…


***


Al cabo de unas horas sentía como si le martilleasen la cabeza con un objeto punzante y acordándose de que tenía que dar clase se dirigió hasta la universidad. Ya en el centro docente, envió lechuzas a los demás pupilos mientras, sentada en el sillón observaba todo lo que había traído de ese sitio muggle. No le gustaba para nada trabajar con ellos, pero los beneficios económicos que le proporcionaban, hacía que aceptase a veces con regañadientes.


Se fijó en la lista de alumno que tenía para ese día. Suspiró y decidió que los llevaría con ella así le ayudarían a atrapar a ese personaje. Tendría claro que debía de ser un mago pero, ¿antes de acabar el día, conseguirían atraparlo?


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Había estado esperando por aquella lechuza varios días, comenzando a desesperarse al ver que no llegaba. Incluso llegó a plantear una queja dirigida a la Universidad que nunca envió, y que ahora se encontraba guardada en un cajón mientras pasaban los días. Quitó de la pata de la lechuza el pergamino y la despachó de malos modos. No había recompensas para aquellos que no eran puntuales. Arregló su corto y ajustado vestido azul y se puso una larga capa negra que llegaba hasta los tobillos. Tomó un pequeño maletín y desapareció de la Mansión Malfoy.

 

Dentro del maletín que transportaba Gatiux había un perfecto juego de química. Hechizándolo mágicamente para que cupiese todo había metido: un caldero, un hornillo de gas, un decantador, varias probetas, botellitas, una tabla para cortar, unos cuchillos, removedores irrompibles, ingredientes variados básicos con los que se preparaban muchas pociones, una balanza calibrada, varios medidores, un cuentagotas... Llevaba consigo incluso su propio alijo de pociones compradas en el Magic Mall. Últimamente las llevaba a todas partes ya que así se sentía preparada para lo que pudiese ocurrir.

 

Desde hacía un tiempo, la Malfoy había desarrollado una especial debilidad hacia las pociones. Tanto así que comezó a consumirlas mezcladas para comprobar los efectos que causaban en las personas. Se aficionó a beber 'poción del olvido' rebajada porque era más efectiva que el alcohol cuando de ahogar penas se trataba. Y aunque sabía lo suficiente, quería aprender más. Consideraba que le vendría muy bien poder preparar 'veritaserum' de forma casera para investigar a alguno de los mentirosos que cazaban en el Departamento.

 

El mensaje que les habían enviado no decía mucho acerca del lugar al que tenían que acudir. No les señalaban un aula o sitio específico, por lo que Gatiux se vio obligada a deambular por los terrenos de la Universidad, en busca de la clase perdida. Los altos tacones de la banshee amenazaban con hundirla en el césped al menor descuido. Cuando pensó en desistir encontró a Heliké. Alzó las cejas en señal de incredulidad cuando sus ojos ambarinos reconocieron a la otra mujer.

 

«Genial, otra pirada.»

 

Sentada en un sillón orejero en mitad de los jardines estaba Heliké, sin ningún otro objeto alrededor. ¿Cómo pensaba dar la clase si ni siquiera había facilitado unas simples mesas para los alumnos? Gatiux miró en derredor, buscando algo que no estaba, esperando que aquello sólo se tratase de una presentación teatral y que después pudiesen seguirla hasta un aula equipada. La Malfoy se acercó. Su melena violeta se mecía suavemente al compás del viento.

 

- Hola, soy Gatiux Malfoy, ¿te acuerdas de mí? -preguntó extendiendo la mano para extrechar la de la otra- Nos conocimos en la expedición de África hace unos días...

 

Tras pasar por la Selva Amazónica para aprender el Libro de la Fortaleza, los Uzza les habían transportado hasta la Sabana, un grupo bastante numeroso, y los habían obligado a enfrentarse unos a otros. Tanto si querían adquirir el conocimiento como salir de allí sin él debían alzar las varitas contra los que tenían enfrente. Gatiux, sudada, cansada de correr de un lado a otro y de pelear, había intentado matar a Heliké. Le había atacado de forma agresiva porque quería salir de allí, no importaba si tenía que sesgar su vida. Por suerte para su ahora profesora les interrumpieron antes de que pudiese acabar aquel trabajito.

 

-Has decidido quedar en un lugar muy peculiar, ¿dónde están las mesas y los asientos? -siguió diciendo la banshee- Necesito espacio para poner mi caldero.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Danyellus caminaba por los terrenos de la universidad, francamente fascinado. No solo era la primera vez que ponía pie en ellos sino que, realmente, eran bonitos. Parecían una isla exótica o un oasis mágico, en medio de la campiña inglesa y, por supuesto, eso eran. La cantidad de magia envuelta en aquella obra era casi palpable en el aire. Se internó en los edificios correspondientes al Ateneo de Conocimientos.

Miraba en todas direcciones sin poder contener cierta dosis de orgullo herido que combatía contra una de satisfacha vanagloria. En sus anteriores siglos, la Universidad le había denegado el ingreso en dos ocasiones por razones para él desconocidas pero que, presumía, tenían que ver con la degradación de su sangre siendo un vampiro, o con su profunda sumerción en las artes oscuras. Pues ahora habían tenido que aceptarlo y enseñarle. Gracias le fueran dadas a la tía Mackenzie por su labor.

 

Como fuera, el demonio iba siguiendo una carta de lo más inexacta que había llegado, además, con varios días de retraso, para informarle de su citación a Pociones. Así pues, sin saber qué esperar, se había vestido con un bonito chaqué gris, se había cargado con un pequeño maletín en el que llevaba un completo kit para la elaboración de pociones, y ahora caminaba por los jardines sin ninguna indicación específica.

 

Eso, hasta que vio la distintiva melena violeta de Gatiux Malfoy, parada entre dos altos árboles. Sabía de antemano que ella iba a tomar también el Conocimiento, así que se dirigió hacía ella con la esperanza de que tuviese más información que él.

 

Cuando la alcanzó, no fue poca su sorpresa al descubrir que frente a la Malfoy, allí mismo en medio de los jardines, había una mujer. Una vampiresa a la que él no conocía, vestida con un conjunto sumamente arrugado de pantalón y chaqueta muggles, que jugueteaba con algunos papeles acostada sobre un feo sillón de orejas que parecía sacado de algún mohoso salón de té. La mujer, para colmo, entornaba los ojos como si sufriese de alguna espectacular resaca, aunque tal vez sólo fuera dolor de cabeza.

 

Danyellus se situó entonces junto a su compañera de ojos amarillos que en aquel momento se quejaba a la otra por la elección del lugar. Aquello lo descolocó por unos segundos. ¿Allí iba a ser la clase? ¿La mujer en el sofá era la profesora? Aquello tenía que ser una broma. Se acalaró la garganta.

 

— Buenas tardes. Lamento haber escuchado la conversación pero... ¿acaso es aquí donde avalaremos el conocimiento en Pociones? — en aquel horrorizado saludo, el Triviani arrastró las palabras con deliberada y desdeñosa decepción.

Editado por Danyellus Triviani Malfoy

Patriarca Triviani |

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Aquel era uno de aquellos días en los hubiera sido mejor no levantarse. Su mal humor era palpable, sobre todo a juzgar por la violencia con la que se movía y caminaba y por como resoplaba cada vez que se cruzaba con alguien en la universidad. Ponía los ojos en blanco y murmuraba por lo bajo maldiciendo hasta al más mínimo ser que osara cruzarse en su camino como si hacerlo fuera un pecado. Y claro, el retraso que había sufrido su clase de pociones y el posterior y escueto mensaje que había recibido la aquella misma mañana lo único que había hecho había sido empeorarlo todo.

 

Tuvo que recorrer los infinitos pasillos de la universidad en busca del lugar en el que se impartiría la clase, porque a la que sería la profesora se le había ocurrido la brillante idea de no darle ningún dato en el mensaje que le había enviado. Resopló una vez más y se detuvo cuando sus pasos la habían llevado de nuevo a los terrenos exteriores, donde estuvo a punto de darse por vencida y buscar a su hija para que le indicara donde ir. Algo positivo debía obtener de ser madre de la directora de aquel lugar, ¿no? Aunque no sabía si era del todo aconsejable hablar con Agatha en su estado, pues podía ser más crítica y severa de lo que una conversación amena podría soportar.

 

Por suerte vio a una distancia considerable a varias personas y le llamó la atención que una de ellas estuviera sentada en un sillón en medio de los jardines. Eso sin contar que la melena violeta de Gatiux hizo de imán para la curiosa mirada de Mónica.

 

- Buenos días – saludó cuando llegó a donde estaban. Había mirado a su tía y al muchacho que la acompañaba, a quien había visto muchas veces en la fortaleza pero con quien nunca había intercambiado más de un saludo. Luego observó a la mujer sentada en uno de los sillones que innumerablemente había visto en las aulas y no pudo más que ladear la cabeza desconcertada. Le pareció algo estrambótica, cosa que comprobaría durante la clase que le esperaba-. Es de mala educación traer un asiento para usted y no hacerlo para el resto, ¿no cree?

 

Se cruzó de brazos y la miró. Sus ojos verdes resplandecieron con un brillo especial bajo el sol de esa día, quizás porque ya habían encontrado a la que sería victima principal de su mal humor. Se deslizó los dedos por el pelo recogido e instintivamente se quedó mirando su propia mano ¡Se le había olvidado el equipamiento de pociones! ¿Cómo podía haberse olvidado de eso? Refunfuñó por lo bajo, aunque intentó disimularlo cuando notó alguna que otra mirada sobre ella.

 

- Hace bastante color para dar la clase aquí – comentó disimuladamente, alzando la mirada al cielo. Se limpió una gota de sudor que se le deslizaba por la frente con la ayuda del dorso de la mano y se mordió el labio; siempre se olvidaba del falso clima traído desde Egipto. Entonces se quitó la larga capa de viaje y se la colgó en el brazo, dejando al descubierto el vestido verde que le llegaba a la rodilla y los zapatos oscuros de tacón que se clavaban en la tierra.

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Se habia preparado demasiado para su clase de conocimientos en el Ateneo, dias antes habia comprado lo necesario a lo que referia a la materia de pociones y lo habia colocado todo en un pequeño baul con la ayuda de su esposa. Todavia no llegaba la lechuza que le harian llegar y sintio que algo habia hecho mal en la inscripcion, desafortunadamente no tenia el tiempo para pasar a verificar aquello por lo que decidio esperar paciente.

 

Esa mañana se desperto con un fuerte dolor de cabeza que hizo que el castaño refunfuñara al no quererse levantar. Despues de varias vueltas en su cama llamo a su elfo domestico con el chasquido de sus dedos y pidio un remedio, Needles le tenio un pergamino que le habia llegado mas temprano y la mirada del Lenteric cambio a ser severa.

 

-Es en serio? Hoy?...-Susurro mirando todavia el pergamino. Despues de tomar el brebaje que curaria su dolor de cabeza por fin se levanto y se aseo dispuesto a dar lo mejor de si mismo dentro de la clase.

 

Con su baul siendo dirigido por magia se dirigio a su chimenea y desaparecio de casa para llegar a la universidad, al estar ahi miro a todos lados y camino hasta el lugar pactado. El calor era abrumador, afortunadamente sus ropas eran ligeras permitiendole no morir por el clima; sus pasos lo llevaron hasta un grupo reducido, tres mujeres y un hombre a quienes no conocia.

 

Observando los rostros de todos los presentes supo que esa clase no seria facil y respiro profundamente antes de saludar a los presentes.

 

-Buen dia, soy Ethan- Por si fuera poco rara la escena que precensiaba se dio cuenta de que en el lugar no habia mas asientos, tan solo se encontraba el sofa de la... Mm ella era la profesora?

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- Debe ser una broma - comentó Evarela cuando vislumbró la escena.

 

Había sido un poco complicado encontrar el lugar. Había recorrido la Academia de una punta a otra, buscando la mujer que había conocido hacía unos días en una taberna y que ahora resultaba ser su profesora. Miró varias veces el pergamino, que aún conservaba, para comprobar que no se había equivocado de día. Cuando había estado a punto de darse por vencida decidió dar una vuelta por los terrenos. Quizá viese a alguien tan perdido como ella al que poder preguntar. A lo lejos había vislumbrado un grupo rodeando algo y decidió probar suerte.

 

No pudo evitar sonreír cuando llegó hasta el punto de encuentro. Sentada en un sillón estaba Heliké y, a unos cuantos metros, los que debían ser sus compañeros de clase. Conocía a la mayoría: Gatiux, Danyellus y Mónica, su hermana. Al quinto integrante ni lo conocía. Se colocó junto a la pelirroja y paseó su verde mirada por el lugar. Estaban en mitad de los jardines y no había ni rastro de cualquier objeto que tuviera que ver con la clase que, supuestamente, iban a dar. Desde luego aquella bruja no parecía estar muy bien de la azotea.

 

- Buenos días - saludó - ¿Llego tarde?

 

Lo cierto era que hacía calor para la época en la que se encontraban. Había elegido un vestido negro largo y conservaba la capa de viaje puesta. Si pensaban pasar allí mucho tiempo los tacones no habían sido la mejor opción de calzado. Lo único en lo que parecía haber acertado era en el peinado: una larga trenza que ahora caía sobre su hombro derecho. Miró entonces a la Rambladi a espensas de que la clase, o lo que fuera a hacer, diera comienzo.

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Ya pasaba de la hora y los alumnos no habían llegado todavía. ¿Qué era lo que estaba pasando? Se preguntó la bruja una vez más. Sabía que había enviado las lechuzas con la dirección correcta...

 

Llamó a uno de los elfos de la Universidad...

 

- ¿Se puede saber qué puñ.etas pasa? - preguntó enfadada- ¿dónde diablos están los alumnos?

 

El doméstico se encogió por la cara enfadada de la vampiresa...

 

- Es que, están en los jardines... y me temo que algún mago novato hizo alguna travesura... y duplicó su imagen...

 

La bruja se quedó estupefacta ante las palabras dichas por el elfo... ¿Un duplicado? ¿Pero qué clase de broma era esa? Se levantó del sillón rápidamente...

 

- Llévame hasta dónde están ellos - le indicó. Pero enseguida se dio cuenta de lo que pasaba y dio un pisotón en el pie, furiosa...

 

- Arggg maldita sea, olvidé mencionar que la clase sería en las mazmorras - chasqueó la lengua furiosa. Le apetecía tomarse un whisky de fuego para tranquilizarse, pero sabía que no daría muy buena imagen.

 

Iba con paso apresurado siguiendo el camino indicado por el elfo, hasta que llegaron...

 

- Chicos, tenéis que disculparme - pronunció con una voz fuerte y potente, para hacerse notar. Aún no había llegado Amya An... ¿Sería que la lechuza se había perdido por el camino? Pero en cambio, notó varias caras conocidas, entre ellas, Gatiux (según recordaba su nombre) y por supuesto, también Evarela Black. Con ella había compartido una tarde en el Caldero Envenenado con su hermano.

 

- Me temo que ésto es una absurda mofa de algún alumno de primer año... alguien se ha dedicado a copiar mi imagen y cómo pille al que hizo eso, se enterará de lo que vale un buen crucio - amenazó en voz baja. También pudo reconocer a Mónica, pero más bien la recordaba del Ministerio... ¿seguro? Quizá la hubiese visto de pasada...

 

Sacó su varita de álamo y con un movimiento rápido hizo desaparecer la escena que estaban delante de sus pupilos. La "copia" desapareció en una voluta de humo negra y densa...

 

- Venid conmigo - pidió a los chicos y en ésta ocasión volvió a dirigir sus pasos hasta el lugar en dónde darían "la clase" por decirlo de alguna forma.

 

Ahora la castaña se dirigió al elfo:

 

- Si ves a algún alumno más que se dirige a la clase de pociones, tráelo para las mazmorras - pidió la bruja.

 

Y en cuánto llegaron, abrió la puerta con un toque de su varita, pasó primero y dejó que las personas que estaban para tomar ese conocimiento, entrasen adentro. Todo estaría cómo debía de ser, mesas, sillas, calderos, armarios con ingredientes, una lámpara con forma de telaraña colgada del techo, el pizarrón detrás del escritorio y encima de la mesa, varios documentos desperdigados que le habían dado de la policía para investigar ese turbio asunto.

 

Esperó a que se sentaran y con una voz grave anunció:

 

- Bien hoy no daremos aquí la clase, ésta será algo especial, por decirlo de algún modo - se encogió de hombros- a mí no me gusta trabajar con los asquerosos muggles pero hoy toca... Me temo que el Estatuto del Secreto puede ser revelado y hay que evitarlo a toda costa, ya tendremos tiempo de revelar nuestro mundo en su debido momento...

 

Sabía que eso causaría risa, preocupación, enojo... Pero la ex- mortifaga no era la que dictaba las normas. De cuando en cuándo siempre le pedían ayuda y en esa ocasión, había que tomarse el asunto, un poco más en serio.

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Gatiux se volvió al sentir la presencia de alguien más a su lado. Sus ojos amarillos recorrieron el cuerpo de aquel conocido demonio que acababa de llegar. Ultimamente allí donde iba la Malfoy, terminaba encontrándose con el Triviani. Se mordió el labio inferior para reprimir una sonrisa, divertida por la situación. Habían pasado de no verse nunca a tropezarse continuamente.

 

- Empiezo a pensar que me persigues, Danyellus Triviani. -dijo Gatiux apenas alzando la voz- ¿Intentarás hacerme creer que es casualidad? Frecuentas sitios extraños entonces...

 

Le guió un ojo con picardía antes de sonreírle, encantada de volver a encontrar al mortífago. Pocos minutos después se unieron al grupo Mónica Malfoy, Evarela Black y un chico que se presentó como Ethan, el cual transportaba un aparatoso y poco práctico baúl.

 

Mientras esperaban, otra Heliké idéntica a la que estaba sentada en el sillón orejero apareció, disculpándose por la broma que les habían gastado a todos, haciéndoles creer que era ella. Como broma dejaba mucho que desear, ya que ninguno de los presentes había esbozado siquiera una mínima sonrisa. Los instó a seguirla y empezaron a caminar.

 

- Una broma. Claro. Seguro que ha sido ella para que su aparición fuese más espectacular -le susurró la Malfoy al grupo- Normalmente cuando alguien gasta una broma se asegura de que tenga gracia, o que parezca que muere alguien al menos.

 

Cuando llegaron a las mazmorras Gatiux sonrió con aprobación. Aquel lugar le gustó. Depositó con cuidado su maletín sobre una de las mesas y se quitó la larga capa negra, dejando a la vista un provocativo vestido azul, muy corto y con mucho escote. La banshee era toda piernas interminables, estaba orgullosísima de su figura y no dudaba en lucirla en su día a día. Aquel instante de entusiasmo duró poco. Heliké dijo algo que hizo que la sonrisa de Gatiux se congelase en sus labios y luego muriera.

 

- Disculpe, señora... ¿señorita? Heliké. ¿La he entendido mal? ¿Ha dicho que no daremos clase? -los ojos amarillos se clavaron en los de la mujer con reproche- No me importa lo que pueda suceder ahí fuera. Yo he venido aquí a dar pociones. Todos los días alguien intenta hacer volar el Estatuto del Secreto. Detenerlos es misión de nuestros Funcionarios Ministeriales, la suya en estos momentos es darnos clases de pociones, para eso me he anotado en la Universidad.

 

»Por lo que ha explicado pretende que juguemos a los policías y salgamos a perseguir a alguien, ¿no? Me dedico a perseguir a mucha gente en mi día a día en el Departamento de Seguridad Mágica, si quisiera hacerlo acudiría al trabajo y ya está. He venido aquí a aprender pociones y dudo mucho que persiguiendo a alguien lo vaya a conseguir. ¿Sabe usted todo lo que hay que hacer para investigar a una persona? Rastrear a alguien en ocasiones lleva a callejones sin salida en los que te puedes pasar trabajando meses. Hágalo en su tiempo libre si es tan fuerte su deseo de jugar a los detectives. Y si tienen algún problema que se dirijan al Ministerio de Magia como han hecho siempre.

 

Gatiux puso ambas manos sobre la mesa y se inclinaba hacia delante mirando a su "profesora". El soplo que le habían dado a Heliké podía ser falso, una pérdida de tiempo, y si era cierto podían ocuparse de ello los empleados del Ministerio mientras ellos aprendían algo más. No era de su incumbencia, no mientras estuviese dando clase en la Universidad.

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Saludó con un ligero cabeceo a la llegada de los otros estudiantes. A Evarela y a Mónica las conocía de uno u otro modo. El chico joven era un completo desconocido pero, al parecer, después de él no habría nadie más. Cuando la Malfoy de ojos amarillos le habló, sin embargo, no pudo menos que sorprenderse.

 

Danyellus también había notado que ahora parecía encontrarse con Gatiux en cada esquina y, aunque no ponía ninguna objeción a ver el escultural cuerpo de la pelivioleta cada tanto, debía reconocer que los encuentros fortuitos ya sumaban demasiados para tratarse de simple casualidad. ¿La mujer lo estaría siguiendo? En cualquier caso la sonrió, apenas perceptiblemente, sin sentir un ápice de vergüenza.

 

Un instante después, no obstante, la sonrisa se desvaneció en sus labios antes de llegar a responderle, cuando vieron llegar a una segunda vampiresa, casi idéntica a la del sofá, pero con la diferencia de que la nueva parecía echar humo por las orejas.

 

Aquella "broma", si en verdad había sido tal (cosa que él ponía en duda), no le había parecido en absoluto graciosa al peliblanco. La mujer podía perfectamente haberles dicho en las cartas que los esperaba en un aula específica, en lugar de hacerlos recorrer todo el Ateneo buscándola. Como fuera, el demonio no se quejó demasiado una vez que se encontró caminando detrás de Gatiux, Evarela y Mónica hacía las mazmorras. No era caballeroso decirlo pero, sin duda, era un agasajo para la vista.

 

Una vez en la celda de piedra y ya con el humor ligeramente atemperado, el ojiazul casi se habría sentido cómodo de no ser por las noticias que les comunicó de inmediato la extraña profesora que ni siquiera había tenido a bien presentarse. El subsiguiente palabrerío de la Malfoy no ayudó en absoluto a mejorar la situación. Su gesto, habitualmente inexpresivo, había empezado a mostrar señales de molestia.

 

Antes que nada, me presento. Soy Danyellus Triviani — los modales, por supuesto, siempre iban de primeros. Empero, acto seguido, el demonio se unió al reclamo de Gatiux — ¿Quiere usted decir ehm... señorita como-se-llame, que no sólo no nos dará Pociones sino que, además, nosotros tendremos que hacer algún trabajo suyo? — su incredulidad era casi palpable y de hecho, se sentía indignado.

 

En realidad, el Estatuto Internacional del Secreto le importaba un pimiento. Él mismo era uno de los que había intentado "hacerlo volar" un par de veces en los últimos tres siglos, desde cuando fuera implantado en 1692, pues aquella norma se le hacía completamente absurda. Recordaba bien haber espantado a un poblado entero de muggles en una ocasión antes de que toda una cuadrilla de funcionarios del Ministerio de Magia lo hubieran apresado, torturado y amenazado. Desde entonces se había andado con más cuidado pero seguir el Estatuto y hacer algo por defenderlo eran cosas completamente diferentes. Estaba en contra de sus principios. Y eso sin contar, claro, que se estaba quedando sin elaborar pociones.

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Era absurdo pensar que alguien se había dedicado a copiar la imagen de aquella mujer, pero no era algo de lo que Mónica tuviera mucho interés en dudar. Su gesto fue todo un derroche de indiferencia hacia la recién y última persona en llegar y sobre todo hacia las palabras que decía. Aunque claro, cuando Heliké mencionó la palabra “crucio” no pudo más que levantar las cejas de forma exagerada, arrugando la frente a la vez que sus labios formaban una finísima linea de contrariedad.

 

Como gesto instintivo miró a ambos lados como si aquella palabra los pudiera meter en problemas. Negó ligeramente con la cabeza con el pensamiento de que sería ella quien le realizaría la maldición cruciatus si volvía a hacer otro comentario como aquel. Sin embargo intentó dejar la idea a un lado antes de separar los labios para hablar.

 

- Quizás si hubiera indicado en su mensaje el lugar donde deberíamos de habernos encontrado, no hubiéramos tenido que deambular de un lado a otro hasta encontrarla... o hasta encontrarnos con esa cosa – se encogió de hombros y no se esforzó por esconder su molestia, aunque prefirió no decir nada más. Se giró hacia su hermana, que había llegado justo antes que la supuesta profesora y resopló tras poner los ojos en blanco-. Como ves has llegado a tiempo para presenciar este gran derroche de ignorancia – le susurro, colgándose de su brazo al acercarse a su oído.

 

El grupo siguió a la instructora a través de los pasillos de la universidad en completo silencio. En algún momento la escena la causó cierta gracia, pues notaba la tensión acumulada y dirigida en contra de la mujer de cabello y ojos castaños. Estaba segura de que si más de uno de los presentes hubiera tenido la máscara a mano, aquel encuentro hubiera terminado con un asesinato. Por suerte llegaron a las mazmorras.

 

- Vaya – estar allí le recordó a una historia que había leído en otra vida y no pudo evitar sonreír. Aunque claro, la sonrisa le desapareció cuando, tras apoyarse en uno de los pupitres, escuchó la explicación sobre lo que harían durante la clase. Negó con la cabeza una vez más, aquello parecía una acumulación de despropósitos intencionados.

 

- Tranquilízate, Gatiux – le dijo, acercándose y poniéndole la mano en el hombro. Lo cierto era que entendía perfectamente a su tía, pero tampoco quería que aquello se convirtiera en un desmadre. Miró también a Danyellus que no pareció querer ayudar al humor, ya lo suficientemente disparado, de la de cabellos púrpuras-. Estoy segura de que la señorita nos explicará como diablos piensa enseñarnos el conocimiento de Pociones si vamos a estar persiguiendo sospechosos ¿No es así?

 

Le lanzó una mirada acusatoria, como si esperara la peor respuesta.

 

- Y ya que estamos ¿No pretende presentarse?

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