Jump to content

Prueba de Animagia #1


Suluk Akku
 Compartir

Publicaciones recomendadas

El collar de cuentas de hielo arrancaba destellos a la luna plateada y refulgía en el cuello de Suluk confiriéndole a su rostro un brillo sobrenatural. Necesitaba gemas recién tomadas, incubadas en una noche clara y helada. La nieve caía en copos grandes y livianos que se posaban sobre la capa de pieles de la Arcana como una caricia invernal, mientras ella paseaba sobre el manto blanco, inmune al frío y absorta en sus pensamientos. Mientras tanto, el collar de cuentas de hielo iba haciendo su trabajo y no pasó mucho tiempo hasta que Suluk decidió que estaba completado.

 

Al llegar a su casa ni siquiera se molestó en colgar su capa en el perchero de pared. Se quitó el collar de cuentas de hielo y lo acunó unos instantes entre sus ajadas y pálidas manos. Cuando las abrió, un puñado de gemas de todos los colores brillaba entre ellas. Con cuidado, seleccionó cinco de aquellas gemas y dejó el resto en el cofre de gemas que tenía junto a la chimenea. Violeta, plata, rojo, amarillo y azul era el color de las cinco gemas seleccionadas, una por cada uno de los aspirantes que iban a realizar la Prueba de la Habilidad, Gatiux, Lyra, Bastian, Sally y Elvis. Se sentó con las piernas cruzadas junto al fuego, cerró los ojos y, acunando las cinco gemas entre sus dedos, comenzó a murmurar un antiguo cántico inuit.

 

Clareaba ya el día y en la chimenea tan sólo ardían ya unas pocas brasas moribundas, cuando Suluk Akku cesó en su melodía, se despidió de los espíritus del Oso y del Lobo, de la sabiduría del Fuego y del Agua y del Viento Ancestral y se incorporó para dar la bienvenida a un gran día, un día decisivo, en el que sus cinco primeros alumnos ingleses realizarían la prueba de la habilidad. Ni todos los cánticos ni todos los totems servirían para librar a sus alumnos del peligro que les esperaba, pero al menos confiaba que le dieran a ella sabiduría para saberlos guiar.

 

Cuando salió de su casa una hora después, un sol matinal despuntaba en el horizonte de un día despejado y caluroso, como solían ser todos los días en aquella Universidad, fuera de los muros que rodeaban la casa de Suluk. Tomó su forma de gaviota ártica y echó a volar hacia el centro mismo de la Universidad, hacia la Gran Pirámide en cuyo interior se encontraba el Portal de las Siete Puertas.

 

Su forma animaga le permitía evitar los recovecos de las callejuelas, las grandes avenidas repletas de magos y brujas deseosos de charlas ociosas o dispuestos a forzar un encuentro casual para pedir algún favor, consejo o cualquier otra necesidad, los puentes que cruzaban el serpenteante río y otros tantos obstáculos que la habrían retrasado más de lo necesario. Hacer el trayecto volando le permitió llegar al centro de la Universidad en apenas media hora, en lugar de la probable larguísima hora que le habría tomado llegar hasta allí bajo su forma humana.

 

Ante ella se encontraba el enorme lago en cuyo mismísimo centro se erigía una isla perfectamente circular. Desde allí, no podía ver la Gran Pirámide pues estaba más allá del bosque de altísimos árboles que rodeaba el perímetro de la isla, en el centro de un laberinto de altos setos que tampoco podía apreciarse desde la orilla del lago en la que se encontraba Suluk.

 

Había quedado con los alumnos que habían accedido a realizar la Prueba de la Habilidad en la Gran Pirámide. Lo que sus alumnos no sabían era que todo el centro de la Universidad -el lago, la isla y la propia Pirámide que contenía el Portal de las Siete Puertas- era un lugar protegido por potentes encantamientos y rodeado de una magia antigua tan poderosa como desconocida para la gran mayoría de los magos y brujas. Sólo aquellos que habían realizado la Prueba de la Tabla Esmeralda, completando los siete portales para convertirse en Arcano, podían llegar a la Gran Pirámide libremente. A todos los demás magos y brujas se les exigía, en primer lugar, una invitación formal realizada por un Arcano. Tal invitación ya se había producido en aquel momento, pues Suluk había ofrecido a aquellos cinco alumnos, con los que muy pronto se encontraría, la posibilidad de realizar la Prueba y los había emplazado a encontrarse en el mismísimo Centro.

 

Pero no bastaba la invitación de un Arcano para acceder a la Gran Pirámide. Suluk estaba obligada a fijar cuatro obstáculos que los invitados a realizar la Prueba deberían superar si querían llegar al lugar en el que habían sido emplazados. Estas pruebas eran insoslayables. Por más que Suluk hubiera querido evitarlas, no habría podido. El lugar exigía a cualquier invitado que demostrara su capacidad mágica y su sabiduría, si querían acceder a la Gran Pirámide y conocer los secretos del Ouróboros y sus Siete Portales. Sólo un Arcano podía fijar qué retos deberían superarse, pero ni siquiera el Arcano podía obviarlos o hacerlos baladís. Cualquier prueba que no se considerara apta, y por tanto difícil, sería rechazada por aquel lugar encantado.

 

Suluk decidió que colocaría la primera las pruebas justo en donde se encontraba, en la orilla del lago que conducía a la isla, junto al único embarcadero habilitado.

 

Recuperó su forma humana e invocó su Vara de Cristal. La varita mágica de Suluk, de madera de sauce enano y núcleo formado por hielo e hilos de luz de una aurora boreal, se convirtió en un largo bastón de cristal mágico de dos metros de altura, de color blanco azulado, brillante y traslúcido. El largo mango estaba tallado con finísimos cristales que dibujan una cola de oso enroscada alrededor y el báculo terminaba en una cristalina cabeza de Amarok, el Espíritu del Gran Lobo, de cuyas fauces abiertas comenzaron a surgir poderosos hechizos, emitiendo un destello cegador.

 

Apuntando al lago que tenía frente a ella, prohibió que éste pudiera ser atravesado de ningún modo, salvo tomando una de las cinco pequeñas embarcaciones amarradas a los postes del embarcadero. Si alguno de sus alumnos intentaba sobrevolarlo, caería al lago. Si alguno intentaba atravesarlo nadando, se ahogaría irremediablemente. Por supuesto, los encantamientos antiaparición no eran siquiera necesarios, pues toda la Universidad disponía ya de ellos. Nadie podría desaparecerse para volver a aparecer en la isla. Tampoco los trasládores funcionarían y las criaturas del agua no serían de ayuda en ningún sentido. Sólo existiría un método de llegar a la isla y ese método pasaba por tomar la pequeña barquita. Cerró mágicamente el embarcadero en cuyo interior se encontraban y cinco llaves se materializaron ante sus ojos. Sólo esas llaves darían acceso al embarcadero y, por tanto, a las barcas que les podrían llevar a la isla. Finalmente, tomó agua del lago y la repartió en cinco cuencos en cuyos fondos se encontraban cada una de las llaves. Volvió a apuntar con la Vara de Cristal a los cuencos y el agua se tornó en una poción encantada. No podrían extraer la llave sin beber la poción, pero cualquier humano, fuese de la raza que fuese, moriría al beber aquella poción. Satisfecha con la primera de las pruebas, Suluk sonrió mientras colocaba las cinco gemas que había recolectado aquella noche delante de cada uno de los cuencos. Violeta, plata, rojo, amarillo y azul, un color para cada aspirante y serían ellos mismos quienes deberían adivinar qué cuenco le estaba destinado a cada uno de ellos. No les dejó ninguna pista, si habían prestado atención al camino que habían recorrido hasta allí, adivinarían fácilmente qué cuenco estaba destinado a cada uno de ellos.

 

La Arcana de Animagia volvió a convertirse en una gaviota ártica y cruzó el lago en dirección a la isla. Ella no necesitaba superar ningún obstáculo, bien ganado se lo tenía, pues el Portal de las Siete Puertas no se lo había puesto nada fácil cuando realizó la Prueba de la Tabla Esmeralda que la convirtió en Arcana y la vinculó con su Anillo.

 

Llegó a la orilla de la isla y sorteó los altos árboles que rodeaban toda la isla, internándose en el bosque. Pudo oír a lo lejos el rugido de un dragón y el inconfundible aullido de una quimera. Las ramas de los árboles y las lianas que colgaban de ellos resultaban extrañamente amenazadoras, pues parecían tener vida propia, moviéndose al compás de un viento inexistente en todas las direcciones, encogiéndose, retorciéndose, estirando, apretando, atrapando.... La imponente presencia de Suluk mantenía a raya aquellos árboles vivientes, pero sus alumnos no tendrían tanta suerte. Aún así, aquel bosque con sus peligrosas criaturas y sus amenazadoras ramas no era una de las pruebas que debía fijar Suluk a sus alumnos.

 

La Arcana ya había decidido cuál sería el siguiente reto que deberían superar los aspirantes, mucho antes de llegar allí, por lo que tomando su forma humana de nuevo, se dirigió al lugar en donde sabía que un Cancerbero tenía su morada y, de nuevo apuntando con su Vara de Cristal, encantó todos los caminos para que, todos ellos, condujeran inexorablemente a aquel preciso lugar. Si querían llegar a la Gran Pirámide, todos los aspirantes deberían lograr que aquel Cancerbero les dejara pasar. Obviamente necesitarían música, pero no cualquier música, sino la que la Arcana Suluk estaba dejando indicada, en aquel mismo momento, en pequeñas notas que el viento iba desperdigando entre las ramas de los árboles. Sólo esas precisas notas, con su entonación, timbre y cadencia determinados lograrían dormir y apaciguar a la bestia. Si querían pasar, sus alumnos deberían encontrar siete notas no repetidas cada uno de ellos, pues si algo detestaba aquella criatura era las melodías repetidas. Tendrían que pasar uno por uno y cantarle a la criatura una melodía con las siete notas de la escala musical sin que ninguno de ellos pudiera repetir una sola nota de la misma manera.

 

Suluk dejó atrás el Cancerbero y anduvo el resto del sendero del bosque hasta que los árboles se fueron haciendo más pequeños y la vegetación menos espesa. Poco después, se encontraba en un gran claro, cuya única vegetación eran los altos setos que conformaban un laberinto. No había ninguna otra forma de llegar a la Gran Pirámide que atravesando el laberinto, pues ésta se encontraba en su mismo centro.

 

Una esfinge se encontraba junto a la entrada del laberinto. Suluk le dio indicaciones y la esfinge asintió con un gruñido gutural. Las órdenes habían sido claras: cinco acertijos concretos para cinco alumnos escogidos. Repasó sus notas para estar segura de que las indicaciones habían sido las correctas.

 

 

Bastian tendría que responder al acertijo de la primera nota. ¿Qué hijo hace nacer a la madre que lo hizo nacer?

 

El acertijo para Gatiux la obligaría a pensar, aunque Suluk creía que podría encontrar la respuesta sin mucha demora. Cuanto más se lava, mas sucia queda. ¿A qué me refiero? -le preguntaría la esfinge.

 

La tercera nota contenía el acertijo al que debería responder Elvis. Estás dentro de él, pero no puedes entrar en él. ¿Qué es?

 

Sally tendría que responder al acertijo de la cuarta nota. En la tierra verás una y en la luna verás otra, pero no busques en el cielo, que ninguna encontrarás.

 

Finalmente, la esfinge le plantearía a Lyra el siguiente acertijo. ¿Que es aquello que, sin salir de su casa, por todos los sitios pasa?

 

Alzó de nuevo la Vara de Cristal y encantó el laberinto, de tal forma que escondió de la vista de cualquiera que recorriera el laberinto a pie cada salida que llevaba al centro donde se encontraba la Gran Pirámide. Además, encantó el aire para que nada ni nadie de tamaño superior a un gorrión pudiera sobrevolarlo. Y encantó también el suelo para que nada ni nadie pudiera cavar o atravesar de cualquier forma los setos. Los aspirantes tendrían que atravesarlo a pie y no podrían ver ninguna de las salidas. Antes de marcharse, le dio a la esfinge una última instrucción.

 

- Cuando los despidas, una vez que acierten sus acertijos, diles a todos ellos que sólo lograrán encontrar la salida si desde arriba alguien los guía.

 

Por fin estaban completados los cuatro obstáculos y Suluk se alejó, satisfecha, camino de la Gran Pirámide, donde esperaba encontrarse con sus alumnos al mediodía. Quedaban todavía dos horas, tiempo más que suficiente para llegar hasta allí, pero esperaba que sus alumnos hubieran tomado la precaución de salir con tiempo suficiente.

 

Era una estructura antiquísima de impresionantes bloques de piedra, no muy diferente de las pirámides que los muggles están acostumbrados a admirar en Egipto, pero en ésta, de cada junta destellaban hilos mágicos de un color azulado y el conjunto entero era de un dorado tan brillante que resultaba cegador a la vista. La puerta era de cristal con siete anillos en círculo grabados en bronce. Sin mediar palabra, Suluk posó su mano sobre el Anillo que representaba la animagia y la puerta se abrió silenciosa y dispuesta.

 

El interior de la pirámide era un salón circular. En el suelo destacaba el relieve de una estrella de cinco puntas dentro de una circunferencia formada por una serpiente que se muerde la cola, representando el Ouroboros. Se encontraba en el Portal de las Siete Puertas, que se encontraban dispuestas alrededor del Ouroboros, equidistantes entre sí, algo que habría sido imposible para la matemática muggle, pues un círculo no es divisible en siete partes. Sin embargo, las puertas cambiaban de lugar a cada instante, apareciendo unas y desapareciendo otras, por lo que un mago, siempre vería puertas equidistantes. Cada una de ellas, tenía el Anillo de la Habilidad que representada, grabado en bronce.

 

Cuando Suluk activara el Ouróboros, al entregar los anillos a los aspirantes, la puerta de la Animagia quedaría fija y dispuesta y las demás desaparecerían. Pero todavía no había llegado el momento. Debía esperar a que sus alumnos llegaran.

 

Cuando al fin los aspirantes llegaron, Suluk se dispuso a activar la Prueba, pero antes debía de preguntarles, por última vez, si estaban dispuestos a enfrentar el reto.

 

- Si habéis llegado hasta aquí, es porque aceptasteis, en primer lugar, realizar la Prueba. No obstante, he de volveros a preguntar. ¿Estáis preparados para realizar la Prueba de la Animagia? Como ya sabéis, si habéis leído El Portal de las Siete Puertas y Breves apuntes sobre las Pruebas de las Habilidades, se trata de una prueba muy peligrosa. Cuando os entregue los Anillos del Aspirante a la habilidad de la Animagia, la Prueba se activará y ya no tendrá vuelta atrás. Podéis morir en el intento o perderos para siempre en uno de los mundos del Portal sin que nadie jamás pueda haceros regresar. También puede ser que, en mitad de la prueba, decidáis que no queréis continuar. Si ese es el caso, a través de los Anillos podré sacaros de ahí, pero el Portal jamás os dejará volver a pasar. Nunca más tendréis opción de realizar la Prueba de la Animagia.

 

Suluk miró a sus alumnos uno por uno, evaluando su resolución. Veía emociones en ellos comparables a las que ella misma había sentido durante su primera vez en el Portal de las Siete Puertas.

 

- Todavía estáis a tiempo de echaros atrás -continuó. Si ahora decidís no hacer la prueba, tendréis la posibilidad de volverla a hacer más adelante. Hasta tres veces se puede preguntar, pero no más de tres veces se ha de preguntar. Si rechazáis hacer la prueba tres veces, el portal tampoco os dejará nunca entrar.

 

Esperaba que que les quedara lo suficientemente claro. Los libros que les había indicado leer lo especificaban varias veces, pero era importante que sus alumnos se dieran verdadera cuenta de las consecuencias de rechazar la Prueba.

 

- ¿Alguna duda antes de que active el Portal?

5Id4HH2.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

No sabía porqué estaba haciendo aquello, pero tardé unos pocos segundos de más para poder soltar a mi hijos Elros de aquel abrazo. Era una larga historia de aquella travesura del joven con el Tiempo y eran pocos los que conocían el porqué había dos Elros. Era uno de mis hijos mayores y estaba seguro que dentro de mi cabeza, me indicaba que cualquier problema que me sucediera, caería todas mis responsabilidades sobre sus hombros. No quería comentarle el famoso "Eres el hombre de la casa" pero había estado a punto. Tan solo desaparecí y la oscuridad me envolvió.

No había podido dormir en toda la noche. Tan sólo unas pocas horas pero siempre me despertaba cuando veía aquella puerta roja. Había estado aferrado a mi esposa e hijo, escuchando como nuestros corazones latían casi a la vez, pero ante la claridad de la mañana, tuve que irme, encontrando a aquel hijo mayor, esperándome. La Universidad fue rápidamente el suelo donde había caído. Era el director, tenía aquella enorme ventaja. Dos pequeños pajaritos azules empezaban a piar, despertando a cada persona, flor u otro animal que estuviera alrededor. Caminé hacia el lago, no sabiendo que pensar al respecto.

No quería adelantarme pero Suluk nos había indicado que aquello sería realmente dificil. Los libros nos remarcaban una y otra vez la cantidad de veces que podíamos negarnos ante la habilidad. La cantidad de veces que podíamos atravesar aquella puerta. Y lo que ocurriría si nos sucedía algo dentro. Deseaba con todo mi corazón terminar de perfeccionarme en aquella habilidad, porque sentía que si conseguía aquel famoso Aro de la Habilidad, podría ir más allá de donde había llegado. Sólo me había metido en las tenebrosas aguas de la Animagia pero hasta ahora había hecho todo bien.

El sonido del agua era relajante. Un tumulto de flores azules se movían con la brisa matutina. Casi nadie andaba merodeando a ésas horas, porque todos se encontraban durmiendo o despertando deseosos de un buen desayuno. El Campus Universitario se había convertido un hogar para muchos. Miré a ambos lados y la Maestra no estaba allí. y tampoco el resto de los chicos. ¿Estarían esperando dentro de la Pirámide? Estaba seguro que no habían podido dormir. Anduve sobre los senderos y me acerqué al embarcadero, tal vez allí alguien estaba haciendo tiempo.

Pude ver una mesita con cinco cuencos. Todos tenían una piedrita de color diferente. Volví a mirar alrededor y el silencio era mi único compañero. Me acerqué a aquellos cuencos y pude ver que en el fondo había algo que brillaba. Aferré mi mano para poder entrar al embarcadero pero fue inútil. Desde los cristales podía ver las cinco pequeñas barcas, moviéndose al compás del agua. ¿Tenía que ir por otro sitio? ¿Y porqué había esos cuencos allí? Había cinco también y las respuestas llegaron una detrás de otra. Iba a tomar el primer cuenco pero mi mano no podía atravesar más allá del agua.

Hay que beberlo —me dije en un susurro. Más suave que el viento sin saber porqué aquel pensamiento se me había escapado en voz alta, quizá para ver si sonaba realmente como pensaba. El dilema estaba en saber cuál tomar, ya que algo me decía que todo lo que haría allí, me llevaría a la prueba. O no. Miré las piedras. Todas eran hermosas pero no había nombres ni ninguna pista. Miré alrededor del agua y pude notar a media docena de hadas azuladas que jugueteaban sobre algunas flores, al borde del agua. Disfrutaban de la tranquilidad—. ¿Por qué todo es azul?

Comenté mirando a aquella última piedra. Era azul. Las hadas eran azules, como las flores que había visto más atrás. Incluso aquellos dos pájaros que despertaban en aquella mañana. La bandera que ondeaba cerca de la Universidad también mostraba el emblema de la institución. ¿Estaba tan errado? No era de comportarme así pero por una vez en la vida tenía que seguir a mi intuición. Me coloqué delante del cuenco que tenía aquella piedra azul. La tomé dándome fuerzas y no ocurrió nada. Tomé aquella pequeña vasija y tampoco ocurrió nada. Y sin pensarlo, le di largos sorbos a aquella bebida, hasta que sentí que un objeto me golpeó la nariz.

Dejé el cuenco mientras tomaba aquella llave. ¡Estaba tan clara como el agua que acababa de tomar! No sabía porqué, pero guardé aquella piedrita en mi bolsillo. Fui a colocar la llave y el embarcadero se abrió en dos. Si ninguno había llegado y aún había cuatro cuencos, estaba seguro que debía cerrar la puerta. Y así lo hice, dirigiéndome a la última pequeña barca que flotaba peligrosamente intentando no darse vuelta. No fue complicado pero no entraba de otra manera que no fuera arrodillado. En cuando me acomodé, la pequeña barca arrancó. Dejé atrás esa casita de piedra y pude ver como los árboles que bordeaban la isla se hacían más grandes.

|| 1yqixEK.gif || Marca-1.gif.664cbd85ef4de2f10b959916cce5||
Chw3Ljs.png
GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Era otro día brillante y caluroso en la Universidad Mágica. Pese a estar en invierno en Inglaterra, los dirigentes habían encantado aquel lugar para que hiciese calor. El cielo azul despejado contrastaba con el gris natural inglés. La mayor parte de los alumnos se acostumbraron con rapidez a aquel contraste, agradecidos por poder disfrutar del sol. Sin embargo unos pocos se mostraban contrarios a esos hechizos.

 

En ese reducido grupo se encontraba Gatiux, que ahora se tenía que deshacer de la chaqueta y la camiseta térmica, guardando ambas dentro de la mochila mágica que colgaba sobre su espalda. Dentro de la misma portaba diferentes objetos y pociones, útiles para sobrevivir a diversas situaciones. No sabía que podía esperar o a dónde le llevarían sus zapatillas deportivas.

 

La banshee apenas pudo pegar ojo la noche anterior, había leído una y otra vez los libros facilitados por Suluk Akku como si fuesen a aparecer letras nuevas con cada repaso. Cuando intentó dormir se despertaba cada poco tiempo para comprobar la hora que era. Seguía igual de nerviosa que la noche anterior, ahora ya en la Universidad, algo bueno porque disparaba su nivel de adrenalina y permanecía atenta ante cualquier estímulo.

 

- Lago. Isla. Bosque. Laberinto. Pirámide.

 

Mientras se dirigía hacia la institución no dejaba de repetir aquellas palabras que pronunció la Arcana el día anterior. Gatiux sospechaba que llegar a la Gran Pirámide no sería un camino de rosas, no les habrían dado varios lugares de referencia de no ser así. Cuando llegó al lago central la recibió una idílica estampa: varios embarcaderos de madera blanca y al final de éstos les esperaban unos botes que se mecían suavemente. Cinco embarcaderos. Cuatro botes. Alguien había sido muy madrugador y ya les sacaba ventaja, aunque no supo quien sería.

 

Se dirigió hacia una de las puertas, pero por más que giró el pomo siguió cerrada. Necesitaba una llave para aquella cerradura. ¿Dónde podría estar? La Malfoy miró a lo que le rodeaba y encontró unos cuencos, frente a estos varias gemas de colores brillantes les esperaban. Quiso tocarlas todas, pero se preguntó qué pasaría si tocaba una que no estaba designada para ella. Las llaves brillaban dentro de los cuencos, pero no estaban vacíos ya que un líquido transparente llenaban los recipientes. Aquel líquido no emanaba ningún olor especial.

 

Supuso Gatiux que habría que beberse el contenido de aquel cuenco para conseguir la llave, pero no perdía nada por probar otros métodos como meter la mano (lo cual no funcionó). Cuando comprobó que no podría llevarse la llave sin más miró a su alrededor. Buscaba instrucciones sobre cómo proceder, algún pergamino que les indicara algo, pero no encontró algo así. Tal vez la Arcana les dejaba libre albedrío al respecto.

 

«No me pienso beber esto ni loca»

 

No sabía que podía ser aquel líquido. Podría ser agua. O tal vez veneno. No quería comprobarlo. Muchos magos se habían vuelto locos o murieron envenenados al intentar pasar pruebas como la que en tenía delante. Volvió sobre sus pasos, en el camino hasta el lago, no muy lejos, había visto una piedra lo suficientemente grande que le sería útil en aquel momento. Regresó hasta donde estaban los cuencos cargando con la piedra y la depositó en el suelo.

 

Debía elegir uno de los colores. Plata, rojo, amarillo o violeta. Eligió el color violeta puesto que siempre se había identificado con aquel color y con el azul celeste, por lo que apenas le tomó un instante tomar aquella decisión. Guardó la gema en la mochila y después apuntó hacia la piedra.

 

-Morphos

 

La piedra se convirtió en un gato negro adulto, de ojos amarillos. Tenía el mismo aspecto que la Malfoy en su forma animaga. La orden para la criatura fue simple bebe del cuenco hasta no dejar ni gota. El animal obedeció sin oponer resistencia, vaciando poco a poco el cuenco, hasta que su rasposa lengua tocó el final, bebiendo hasta la última gota. Fue entonces cuando la banshee pudo alcanzar la llave y sostenerla entre sus manos. La bruja de cabello violeta rascó la cabeza de la criatura que había creado de forma inconsciente, luego le ordenó desaparecer del camino.

 

La puerta del embarcadero cedió cuando Gatiux introdujo la llave en la cerradura, dejándole por fín vía libre para tomar la barca en dirección a la isla. Caminó con rapidez por los tablones de madera, saltando al bote cuando estuvo al lado de éste. Al sentarse en él, el pequeño bote se puso en marcha, como si una fuerza mágica tirara de él. La mortífaga volvió la cabeza mientras partía, no había llegado nadie más al lugar donde se encontraban los cuencos. Después de pasar tantos días acompañada, pasar aquella prueba le hacía sentir solitaria...

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
2WW9vjF.png
Magic Land - Serendipia - bxY0Ht2.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Pruebas. Siempre me desanimaba escuchar aquella palabra, por lo mismo había avisado en el Concilio que no me esperaran en unos días, hasta que terminará la prueba de animagia. Pasar esa prueba era lo más importante de mi vida, ya que la animagia había sido siempre parte de mi vida.

 

Iba vestida con ropa informal: pantalón y sudadera deportivos. Debajo de la sudadera una playera de mangas cortas con cuello redondo color plateado, tennis gris oscuro, del mismo color que el pants y la sudadera. En mi hombro derecho llevaba mi mochila y mi varita. Estaba segura que la Arcana me haría dejar la mochila, pero no importaba, era parte de quien era llevar ambas cosas.

 

Aparecí en los límites de la universidad y en seguida, escuche un crack, el sonido típico de la aparición.Miré que era una de mis elfinas, Earthy.

 

-Earthy, ¿qué haces aquí?- Pregunté enfadaada.

 

Esperaba que no hubiera pasado algo en casa, porque ni loca regresaría. Con trabajos estaba tomando valor para esa prueba.

 

-Winky me pidió que la siguiera.-Contestó.

 

-No necesito niñeras.- Refunfuñe.

 

Sabia que la elfina no tenía opción. Winky era mi elfina consentida y si ella decia algo, no era pedir, más bien ordenaba a los otros elfos. Le di la espalda a la elfina y empecé a caminar al centro de la Universidad, a veces correr para deshacerme de la elfina, era inútil.

 

-Ama, sabe que no tengo opción.- Gritó la elfina.

 

Me detuve y vi a la pequña elfina que iba vestida con un vestido hecho con un costal gris de los de té que se usaban en el castillo. No dejaba que usaban harapos pero si permitía que llevaran ropa hecha con el material que usaban los elfos: costales, almoahadas. Tenían forma de hacer buena vestimenta y hasta les había cedido una máquina de coser, aunque con su magia no la necesitaba.

 

-Solo hasta el lago. Y eso me puedes acompañar hasta ahi porque no nos dijeron nada de no venir acompañados hasta ese sitio.- Refunfuñe nuevamente.

 

No quería imaginar la cara que pondría la Arcana o mis compañeros si me veian llegar acompañada al lago con un elfo. El camino estuvo tranquilo, si bien ya estaba agitada por querer escapar de la elfina. Noté algo curioso. Durante el camino empezaba a ver que me seguía un extraño color plateado.

 

No en las flores precisamente, pero algunas bajo los rayos del sol parecían tener ese extraño color, más las blancas. Me detuve al ver una mariposa de ese color y pensé en Sally de inmediato, pero no era ella. La mariposa no habia respondido mi saludo y estaba segura que al menos mi hermana se quedaría en mi hombro unos segundos .

 

Por fin llegue al lago y vi una gema plateada delante de uno de los cuencos. Ese era el que me correspondía si no me equivocaba igual que la barca, por lo que tomé el cuenco, misma que me permitiría abrir el embarcadero que estaba cerrado mágicamente.

 

-Supongo que debo tomarla.- Murmuré, ya que no había podido tomar la llave con mi mano, de hecho, no había podido ni siquiera tocar el agua.

 

-¡No, ama!- Grito la elfino, quitándome el cuenco.-Yo la tomaré por usted.

 

La elfina tomo el agua y pude tomar la llave, agradecida.

 

-Earthy, ¿estas bien?- Pregunté.

 

No podía creer lo que la elfina habia hecho por mi. Pero si era peligrosa el agua para los humanos, mi elfina se encontraba bien.

 

-Estoy bien, ama. -Dijo.-Siga, le prometí que me quedaría aquí.

 

-Cuídate, Earthy. Gracias.- Me despedí de la elfina, guardando la gema plateada en la mochila.

 

Había logrado abrir el embarcadero con la llave, el cual cerre de nuevo. Me subí y emprendí el camino hacia la isla, sabiendo que todavía faltaban más obstáculos que superar. No miré hacia atras, me preocupaba mi elfina, pero no quería preocuparme más de lo que ya estaba. Solo esperaba encontrarla cuando regresará a casa. Y regañaría a Winky por mandarme niñeras.

 

Si la Arcana había gruñido porque no sabía que no se necesitaba varitas, menos me daría la habilidad si descubría que no podía ir a ninguna parte sin mis elfos. Suspiré.

Editado por Lyra Katara Selwyn

SMLQYQL.jpg
EPjHROm.gif ~eAnQFcJ.gif ~ PowpgLI.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

La barca chocó contra el borde de aquella isla y me aferré a los costados. El agua que ondeaba a mi alrededor lamía la base de la madera y producía un sonido agradable. Estaba claro que la pirámide estaba totalmente rodeada de magia, ya que hasta se podía palpar en el aire. Me paré y de un salto, pisé el césped de aquella nueva tierra. El sonido de los árboles se juntaba con el resto y las ramas que se movían al compás.

"Zaaas" y me agaché justo a tiempo cuando una rama se bajo demasiado al nivel donde me encontraba y casi me impactaba en la cara. Levanté un poco la mano. Era extraño porque no había demasiado brisa para que sucediera aquello. Ni siquiera para que se moviera la copa de los árboles. Debía acomodar mi cabeza porque aquel lugar debía estar lleno de encantos. Decidí avanzar, aunque no sacaba el ojo de encima a ésos árboles.

Todos formaban una barrera que era impenetrable a simple vista. No se veía nada más que árboles y troncos. Pero cuando bordeé algunos, pude encontrar un sendero que se abría entre ellos. Se oprimió mi pecho y un escalofrío me recorrió la espalda. Mi varita se encontraba tan firme que sabía que tenía que estar preparado. Lo que no sabía era porqué. Caminé. Parecía que miles de ojos me observaran. Si había una prueba en el mismo embarcadero. ¿Qué mas me esperaba?

Y allí encontré la respuesta. El gruñido me hizo detener. Un perro gigante de tres cabezas se encontraba allí. El camino iba directamente a él, no se desviaba ni bifurcaba en ningún metro. Sus tres pares de ojos ya me habían divisado. ¿Qué haría si daba media vuelta? No estaba seguro, aunque decidí seguir avanzando. ¿Qué más podía hacer? Era un León, de la familia Gryffindor. Saqué mi varita y aquella roca a modo de totem se transformó en un arpa que automáticamente empezó a sonar sola. Pero algo funcionaba mal.

A pesar de que la música calmara a cualquier bestia, aquella no parecía ceder. Era una melodía tranquila y suave pero el Cancerbero seguía allí, tan rígido como una estatua pero atento como un águila a punto de cazar a su presa. Moví la varita otra vez y el arpa dejó de sonar. ¿Qué tenía que hacer? Miré mi mano que sostenía la varita y la respuesta, nuevamente, llegó sola. Activé aquel anillo de amistad con las bestias. No iba a controlar al perro gigante, pero aunque sea necesitaba entenderlo. No fue una respuesta directa, pero entendí que era él quería escuchar unas notas en especial.

Es el viento ¿Eh? —me dije para mi mismo, como si la criatura me fuera a contestar. Ahora que el silencio reinaban nuevamente, pude escuchar el sonido de la naturaleza, el sonido del viento. ¿A eso se refería con escuchar mejor? Silbé. No se me daba demasiado cantar y estaba seguro que al cabo de unos segundos, empezaría a imitar ésas notas. Eran siete. Era una patrón y la repetía dos o tres veces para que llegara a la nota exacta. Pude ver como funcionaba porque el cancerbero empezó a acomodarse, para apoyarse sobre sus patas delanteras. Hasta que no pasé y lo superé, no dejé de silbar.

El perro colosal quedó atrás y no estaba seguro. Pero el tiempo pasaba rápido y aquella isla parecía esperarnos demasiado. De fondo escuché un dragón. Me detuve. ¡¿Teníamos que enfrentarnos a uno?! Solamente esperaba que no. Suspiré y a la vuelta de aquella curva del sendero, me encontré con otra situación. Había una esfinge. Que al parecer estaba custodiando aquel laberinto. Avancé hacia ella, estaba preparado.

Editado por Elvis F. Gryffindor

|| 1yqixEK.gif || Marca-1.gif.664cbd85ef4de2f10b959916cce5||
Chw3Ljs.png
GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El viaje en bote hasta la isla resultó ser un tranquilo paseo. Gatiux se asomaba tensa por el borde, esperando que algo saliera del agua, que un inferi o una criatura similar la agarrase para arrastrarla hasta las profundidades del lago. No sabía qué moraba en aquel lugar, ni si serían amigables o por lo menos no agresivos. Cuando la barca chocó contra la orilla, su ocupante bajó agilmente de un salto, aliviada por continuar con vida.

 

Un espeluznante rugido tronó en la lejanía. Fue algo que hizo detenerse a la Malfoy para escrutar el cielo. Temía acabar chamuscada por el fuego de un dragón. Aquel que escuchó parecía furioso. Nada. Nada se movía en aquel brillante cielo azul antinatural. Tal vez era una prueba que le esperaba más adelante, o una advertencia del peligro que suponía la isla para todo el que la pisara. Debía continuar de todas formas. Con paso firme dejó atrás la orilla y se adentró en el bosque.

 

La recibió un silencio aterrador que le hizo sospechar de alguna trampa. ¿Por qué no se oían los pájaros trinar?. Atenta a otros estímulos, Gatiux no se dio cuenta de que las lianas tenían vida propia, y que una se acercaba serpenteante hasta su cuerpo. Lo único que sintió fue cambiar el eje de su cuerpo, encontrándose de un momento a otro bocaabajo, colgada como un jamón, con varias lianas enrollándole los tobillos mientras se balanceaba.

 

- ¿En serio? -preguntó la banshee, que podía sentir como aquel bosque antiguo se reía ahora de ella- No tiene gracia.

 

Mientras estaba allí colgada, notó que el aire silbaba ciertas notas musicales, y que como un arrullo aquellas notas le mecían. Hubiera disfrutado de aquella melodía de no estar colgada, con la sangre subiéndole a la cabeza. En el brazo izquierdo, allí donde estaba camuflada su Marca Tenebrosa, llevaba unas correas de cuero marrón que sujetaban contra la piel su varita, la cual sacó con la mano contraria.

 

- ¡Incendio!

 

Le costó encontrar un ángulo para intentar no quemarse una pierna, pero lo consiguió. El lazo que le aprisionaba salió ardiendo, al calcinarse cedió y se precipitó contra el suelo de costado. Gatiux gimió. Mantuvo la varita en alto, amenazando al bosque con quemarlo hasta los cimientos si volvía a por ella. Por suerte, después de aquel episodio las lianas le dejaron tranquila. Le dolía un poco el costado sobre el que había aterrizado. Debía seguir adelante, más tarde analizaría si se había roto algo.

 

Siguió caminando hasta que encontró a un hermoso Cancerbero. Gatiux casi corrió a abrazarlo, echaba de menos a Trasto su propio Cancerbero, el Ministerio había decidido encerrarlo en la Reserva algún tiempo y ella lo extrañaba muchísimo. Ver allí a otra criatura igual le fascinó. Se acercó despacio. El Cancerbero estaba apostado en mitad del camino, protegiendo el lugar por donde se podía pasar. La Malfoy se acercó con las palmas vueltas hacia arriba, para que el enorme perro de tres cabezas pudiese olerla, en un gesto de rendición. No iba a hacerle daño alguno. El perro dejó de gruñir cuando la bruja se detuvo. Dejó de avanzar y se sentó en el suelo, cerrando los ojos. El Cancerbero se acercó y la olisqueó. Tres narices le examinaban al mismo tiempo. Una de las cabezas dio el visto bueno, queriendo ser acariciada.

 

- Hola precioso. -Gatiux acercó una mano muy despacio para tocarlo- ¿Quien es un buen chico?

 

Un ladrido. Luego otro. No le haría daño mientras no intentase avanzar, por lo que tendría que dormir a la criatura si pretendía seguir adelante. Siguió sentada, cerrando nuevamente los ojos mientras el Cancerbero agachaba las cabezas y la observaba. La bruja de cabellos violetas escuchaba aquella melodía otra vez, notas sueltas que le silbaba el viento, una ayuda para todo aquel que quisiera escucharla. Acarició uno de los hocicos mientras sus ojos ambarinos escrutaban a aquel perro, recordando como años atrás había adquirido uno parecido en la Subasta de San Mungo. Su Cancerbero le dejaba babeada siempre que le veía y no le importaba. Ahora no estaba con ella. El sentimiento de pérdida atenazó el corazón de la Malfoy que había comenzado a canturrear una sencilla melodía.

 

~ Si La Sol Mi Fa Re Do ~

 

Tarareó la melodía al tiempo que acariciaba a la criatura. Era una canción simple que había hecho con las notas que le susurraba el viento. Funcionaba, puesto que el can comenzó a cerrar los ojos mientras Gatiux lo arrullaba con dulzura. Estuvo un rato tarareando hasta que se durmió. Antes de marcharse por el sendero que ahora quedaba libre, abrazó a la criatura y continuó su camino hasta la Gran Pirámide.

Editado por Gatiux

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
2WW9vjF.png
Magic Land - Serendipia - bxY0Ht2.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El viaje había sido bastante tranquilo, aunque por instantes la quietud del agua me parecía inquietante. Sin querer una de mis manos se estaba saliendo del borde de la lancha y hubo un rechazo inmediato. Seguramente Suluk lo había hechizado para no dejarnos nadar. Saque de mi mochila el monedero de piel de moke que siempre llevaba y donde guardaba las cosas importante.

 

Del mimos tome cinco anillos, poniendo los anillos del libro del aprendiz de brujo en la mano izquierda y los tres anillos de la fortaleza, en la mano derecha. Esperaba no usarlos, pero era mejor tenerlos puestos, me había ganado el derecho a usarlos. Del monedero tomé también los amuletos, afortunadamente solamente eran dos, por lo que no sentiría tanto peso en mi cuello.

 

Guarde de nuevo el monedero de piel de moke en mi mochila y senti un pequeño golpe que hizo la barca al frenar cuando llegamos a la orilla de la isla. Había varios árboles que parecían estar vivos, pero en lo personal, nunca vi ninguno, por más que hubiera leido de ellos gracias a algunos novelistas muggles. Pronto me di cuenta que debía alejarme de ellos, cuando sentí que una rama me pegaba.

 

-Quieto o afilaré mis uñas en ti.- Gruñi.

 

No debí decirlo. De inmediato los árboles reaccionaron y tuve que correr. Me sentí desilusionada, siempre había creido que los árboles eran buenos, pero estos estaban malhumorados. Tratando de escapar, me lleve varios rasguños y mi mochila, la cual no tenía ninguna protección, tenía un arañazo. Saque de ahi el monedero de piel de moke y lo guarde en la bolsa derecha del pantalón.

 

Escuché unos ladridos ensordecdores, tuve que tapar mis orejas con las manos y vi al cancerebro. Al parecer mis compañeros habían pasado por ahi. No vi instrumentos, pero en las ramas de unos árboles que si se portaban como tales, había algunos pájaros.

 

 

-No se cantar, pequeño. Pero bien, lo intentaré.- Escuché atenta al viento y canté algo parecido a lo siguiente.-Si La Sol Mi Fa Re Do

 

Las tres cabezas ladraron de nuevo, por lo visto alguien ya había usado esa combinación.

 

-Esta bien, perdón. Mi La Sol Re Do Fa Si- Canté.

 

Pareció tranquilizarse, pero no se dormía. Canté un poco más, pero era obvio que mi don de cantante no les convenía. Volteé hacia el árbol y en seguida apunte a un par de ruiseñores, a los que señale con mi varita.

 

-Oppugno.- Señale a uno de ellos y después a otros.- Oppugno. Acerquénse pequeños y ayúdenme con las notas.

 

Los pájaros se acercaron sin acercarse al Cancerbero, silbando las notas que yo iba cantando. El coro pareció gustarle al cancerbero, mismo que quedo dormido.

 

-¡Gracias! Vuelvan a ser libres en cuanto haya pasaado.- Les pedí.

 

Mientras pasaba, seguia cantando las mismas notas que descubrí eran las mias, los pájaros seguían con el coro, hasta que me aleje lo suficiente. Suspire, mientras seguía mi camino hasta la prueba antes de la prueba.

 

Los caminos parecían haber sido hechizados por Suluk, cosa que agradecía. De otra forma nunca encontraría mi destino.

SMLQYQL.jpg
EPjHROm.gif ~eAnQFcJ.gif ~ PowpgLI.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Me di vuelta de golpe con la varita apuntando por donde había venido. Aquellos ladridos de fondo resonaron e hizo que algunos pájaros salieran volando en diferentes direcciones. ¿Qué sucedía? No tenía ninguna intención de retroceder, ya que podría ser alguno de mis compañeros que estaban casi pegado a mis talones. Me pregunté si lo mejor era esperarlos, tal vez de a varios se podía llegar mucho más rápida a la pirámide. Pero ¿Qué sucedía si a alguno le pasaba algo? No iba a poder evitarlo y mis ideales me iban a hacer irme de allí y sinceramente, tenía que ser egoísta y terminar ése camino.

Disculpa. ¿Me puedes repetir el acertijo? No escuché la última parte —le confesé a la esfinge, que en el momento que no estaba mirando, se había acercado unos dos pasos más. Me había puesto nuevamente hacia ella. Aquello hizo que me inclinara un poco para atrás. Estaba seguro que se estaba preparando por si me equivocaba y podría así lanzarse a atacarme. ¿Podría defenderme? Escuché nuevamente el acertijo.

Estás dentro de él, pero no puedes entrar en él. ¿Qué es? —su rostro era de una mujer. Sus ojos brillaban intensamente, esperando por dos soluciones: O mi respuesta correcta o incorrecta. Ya no había margen de retroceder aunque quisiera.

Pensé sobre el acertijo. No había podido asistir a Hogwarts. Pero los libros de historia y las personas que conocían, me habían explicado una y otra vez como era nuestra Sala Común, o la que habría sido. Para entrar a los dormitorios no había contraseñas. Solamente se entraba respondiendo un acertijo y siempre eran diferentes. "Los Ravenclaw somos inteligentes. Los Ravenclaw podemos responder a cualquier cosa" Y era cierto. Tal vez en Hogwarts lo podría haber comprobado de antes, pero era cierto que siempre tenía una respuesta para todo.

Miré al suelo. Tenía la respuesta en la punta de la lengua. Miré los setos, miré el cielo y volví a mirar el suelo. Mi cabeza se empezaba a fijar un montón de detalles, como si lo que necesitaba estuviera frente a mis ojos. Muchas respuestas casi eran correctas hasta que no cumplía una de las partes. Tenía que estar dentro de él pero no podía entrar en él. No era el agua porque podía sumergirme. Tampoco era una foto porque no podía entrar aunque estuviera en ella. Pasaron un montón de palabras, hasta posé mis ojos en los de la esfinge y me vi reflejado. "Estaba reflejado" pensé y la respuesta llegó automáticamente.

El espejo. Estoy dentro de él porque es la imagen que refleja. Pero no puedo entrar en un espejo —le dije la respuesta y pude saber que estaba bien, porque la criatura se hizo a un lado. Le agradecí con una reverencia hasta que de sus labios surgió una última indicación: Sólo lograrán encontrar la salida si desde arriba alguien los guía. Parecía como si fuera un mensaje. Y así lo era. ¿Cómo podía guiarme alguien de arriba? ¿Tenía que volar? ¿Tenia que esperar que alguien volara? No sabía si era parte de un acertijo pero aquello lo tomé literal. Aprovechando que estaba solo, murmuré: — Corpus Patronus

Un Snidget se materializo a partir de mi varita, con cientos de hilos plateados que lo iban formando. Era de un verde con vetas amarillas. Sus pequeños ojos negros eran diminutos y las alas eran tan rápidas como las snitch, que habían sido objetos inspirados en ése animal. La ventaja de los Corpus Patronus es que podían darle algunas órdenes y aquello cumplía con lo que la esfinge me decía. El diminuto ave sobrevoló la cabeza de la esfinge, la mía y se puso a la altura del borde de aquellos setos altos. "Oriéntame hacia la pirámide" bastó pensar, para que la Snidget se mantuviera suspendida en el aire, en cada esquina que tenía que doblar.

Realicé una reverencia a la criatura del acertijo y camine hacia los setos. Acaricié uno de ellos, eran suaves y parecían hasta que vibraban. Miré a mi Patronus corpóreo y doblé en aquel codo que me indicaba. Tardaría unos segundos en atravesar aquel laberinto.

|| 1yqixEK.gif || Marca-1.gif.664cbd85ef4de2f10b959916cce5||
Chw3Ljs.png
GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

La magia era algo intrínseco en los magos. Formaba parte de su esencia en una especie de simbiosis un tanto extraña. Sin embargo, habían ciertas magias que necesitaban más que un árbol genealógico que seguir. Magias que implicaban sacrificios y Bastian lo sabía muy bien. ¿Cuántas veces estuvo al borde de la muerte mientras jugaba con las magias más oscuras? Llegó a perder la cuenta. La animagia era un saber antiguo según pudo entender y hacer que esta estuviera totalmente ligado a uno, que respondiera de forma adecuada implicaba precisamente un gran sacrificio. Significaba poner la vida en juego a cambio de aprender.

 

—Voy a volver, ya te lo he dicho. Solo me falta un ingrediente. No se cual es he de reconocer. Pero lo averiguaré aunque me tome una vida completa

 

Se alejó de su amigo aún en su forma animaga. Cuando estuvo cerca del portal finalmente adoptó forma humana y se internó en la acuosa sustancia. Apareció en la casa de su maestra. Observó la edificación nuevamente tal cual como lo hacía siempre que atravesaba aquel portal. Era maravillosa, llena de secretos por descubrir y de saberes que aprender.

 

Caminó por mucho tiempo ¿Una hora quizá? pero pese a ello sabía que no iba tarde. No le molestaba en absoluto internarse entre todas las personas que acudían diario a la universidad en busca de conocimientos. En muchas ocasione escuchó frases sueltas cuando lo veían pasar. La primera prueba de habilidades en Gran Bretaña estaba siendo noticia. Gruñó en varias ocasiones un tan molesto, no le gustaba que la gente hablara de él a sus espaldas aunque fueran personas totalmente desconocidas.

 

La isla de la pirámide era, cuanto menos, impresionante. ¿Cómo había movido su tía sendas instalaciones a suelo inglés? Quizá le preguntaría la próxima que se encontraran en el Ministerio. Pruebas. Por su puesto que debían demostrar su valía para que el portal les permitiera pasar, para que la isla los aceptara como dignos de acceder a la habilidad. ¿Es que no basta con que Suluk los creyera con la capacidad necesaria? Al parecer no.

 

—¿Cuando dejarás de seguirme querido amigo? Esto es algo que debo hacer solo, Harimau. Aunque he de reconocer que me pillas por sorpresa, estaba tan centrado en otras cosas que no te percibí.

 

Se convirtió en tigre nuevamente. Decidió que, cuanto fuera posible, aquella prueba la efectuaría en forma animal. Comprendió, solo entonces, que debía beber del cuenco en donde estaba una llave. Quedaban ya solamente dos y se decidió por el de color rojo > escuchó a Harimau en su mente > respondió a su compañero.

 

Bastian iba a beber la poción pero se detuvo > había inquirido su fiel compañero. > respondió. > respondió finalmente y sin esperar respuesta se adelantó al animago y tomó todo el contenido del cuenco rojo. En realidad Harimau tenía parte de su alma, un horrocrux vivo. Supuso, al menos así le pareció, que el cuenco no supo notarla diferencia. Un tigre con el alma de Bastian era casi Bastian en forma animaga.

 

—Si te pasa algo por hacer eso te mato —le dijo. Ya se había convertido en humano pues comprendió que la barca no era sitio para un enorme felino.

 

Acarició la cabeza del animal y abrió el embarcadero usando la llave que tomó del cuenco. Cerró nuevamente. Cruzó el agua usando aquel pequeño e incómodo barco. ¿Que podía salir mal? Invocó las palabras de su maestra. Todo había dicho. Cuando llegó al otro abandonó la barca y nuevamente se internó en la piel del animal en que solía convertirse.

NHCeJlw.png

T7Qipl9.gif
O1KlJf5.png
f5DcgjA.gifXuR0HEb.gifGPQsszk.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Gatiux se llevó una mano al costado izquierdo y gimió adolorida. Levantó la camiseta para comprobar que se estaba empezando a formar una constelación púrpura bajo el pecho, en las costillas, donde más había sufrido el impacto al caer al suelo. Parándose en mitad del camino, rebuscó en su mochila un tarro que contenía un ungüento especial para eliminar hematomas. Muy efectivo pero que olía a rayos. Nunca llegó a acostumbrarse a aquel hedor aunque lo utilizaba a diario en San Mungo años atrás. Cubrió el cataplasma con gasas y esparadrapo antes de volver a cubrirse con la camiseta y continuar el camino.

 

En la lejanía se oyeron una serie de ladridos. Tal vez sus compañeros no estaban tan lejos como esperaba, pero no pensaba detenerse para luego encontrarse con Elvis o Sally, aunque si que hubiera disfrutado el paseo junto a Bastian o Lyra. Siguió el camino. El sendero empezó a hacerse más claro, la vegetación dejó de ser tan espesa y los árboles más pequeños y distanciados unos de otros. Gatiux supuso que el final del camino se acercaba y aceleró sus pasos.

 

La recibió un enorme claro con una puerta de altos setos, que debía ser el laberinto que les indicó Suluk, y frente a ésta una enorme esfinge. Chasqueó mentalmente la lengua, como si no fuese suficiente tener que deambular por un laberinto a saber por cuanto tiempo, tendría que jugar a las adivinanzas con aquella majestuosa criatura. Acercándose despacio para que la esfinge pudiera verla bien, se plantó frente a esta.

 

- Supongo que sabes por qué estoy aquí, joven bruja.

 

- No me dejarás entrar al Laberinto que tienes detrás si no contesto un acertijo, ¿verdad? -dijo Gatiux- No eres la primera Esfinge que me cruzo... ¿Hay algo más?

 

- Sí, que morirás si no superas el acertijo.

 

Gatiux parpadeó confusa. ¿De verdad había dado la Arcana aquel tipo de orden?

 

- ¿Suluk ha dicho que nos mates? -preguntó la banshee inquieta- Parece una anciana bonachona...

 

- Oh, no ha dicho nada al respecto... Es un vacío legal. -contestó la Esfinge- Así hará más interesante la Prueba. Puedes dar media vuelta ahora y volver por donde has venido.

 

La bruja clavó sus ojos amarillos en la criatura, adoptando un gesto serio. No pensaba dar media vuelta, no ahora que parecía estar llegando al final del viaje. Si tenía que enfrentarse a la Esfinge por responder mal su adivinanza lo haría, no pensaba regalar su vida ni echarse atrás. Asintió con la cabeza y la Esfinge sonrió. Aquella determinación hablaba muy bien de la mujer que ahora la enfrentaba.

 

-Cuanto más se lava, mas sucia queda. ¿A qué me refiero?

 

La Esfinge dijo escupió el acertijo, y Gatiux comenzó a repetirlo como un mantra en su cabeza. No se le daban especialmente bien aquellos juegos, no los había disfrutado ni cuando era una niña, mucho menos de adulta. Los ojos ambarinos de la banshee se cerraron, inspiró hondo y dejó la mente en blanco durante unos instantes. Los adultos siempre buscaban soluciones complicadas para cosas simples. Debía pensar como una niña.

 

«¿Qué se lava? La ropa, pero esa queda limpia cuando se lava. Eso no es. ¿Qué se queda sucio cuando lavamos ropa? ¿El jabón? No tiene sentido... Ehm... ¿El agua? ¡Sí! ¡Eso debe ser! ¡El agua!»

 

-¡El agua!

 

Una tímida sonrisa apareció en la boca de la Esfinge. Aquella mujer seguiría con vida por unas horas más por lo menos. Le hizo un gesto con la cabeza a la Malfoy para que pasase hacia el laberinto. Ésta comenzó a caminar con decisión, si lo superaba llegaría a la Gran Pirámide donde les esperaba Suluk. Antes de que Gatiux se marchase la Esfinge volvió a dirigirse a ella por última vez.

 

- Una cosa más. Sólo lograrás encontrar la salida si desde arriba alguien te guía.

 

Instintivamente Gatiux miró hacia arriba. Un pajarillo sería una buena opción ya que dudaba poder escalar los setos sin sufrir alguna maldición sobre su propio cuerpo sacó una de las piedras que llevaba en el agujero mágico de la mochila. Solía utilizarlas para convertirlas en bezoares que la salvaran de algún veneno mortal. En aquella ocasión se trasformaría en un pájaro de vuelo rápido que pudiera indicarle por donde ir.

 

- Morphos. Guíame Flit.

 

La piedra se transformó en un colibrí que siguiendo los deseos de su invocadora empezó a explorar el laberinto y volvió hacia ella para indicarle por donde debía ir. Gatiux echó a correr por el laberinto, sin mirar atrás en ningún momento, sin perder el aliento.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
2WW9vjF.png
Magic Land - Serendipia - bxY0Ht2.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.