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Prueba de Animagia #1


Suluk Akku
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La espesura del bosque lo embriagó. Su olfato se vio incrementando en cuanto sus cuatro patas tocaron el suelo y su cuerpo se cubrió de pelaje blanco y rayas negras. En otros tiempos, aquellos en los que no podía controlarse, lo más probable hubiera sido que se dejara llevar por todos los olores agradables que percibió. Olió sangre proveniente de un mamífero pequeño que probablemente se encontrara herido: presa fácil. Pero no era el lugar ni el momento para hacer cosas indebidas.

 

>

 

Aquel olor hizo que se asustara un poco. El olor de la vegetación convertida en cenizas no era agradable para él. Incluso como humano había desarrollado una conexión natural para con la naturaleza. Era capaz de manipular las plantas aunque generalmente buscaba la energía oscura que estas almacenaban. Aún así, maldad a la vista, el territorio natural era en donde más cómodo se habían sentido siempre > habló para si mismo. La selva, un páramo o un sabana eran como su segundo hogar.

 

Continuó avanzando. Comprobó que el motivo por el que le llegó el olor fue de unas lianas quemadas. Las vio venir antes de que llegaran a donde él estaba. De un salto adoptó la apariencia humana y desenvainó la espada. Realizó varios tajos cortando la amenazante vida natural de aquel antiguo bosque. Continuó caminando erguido. Con la espada en la izquierda y la varita mágica en la diestra. Ambas armas preparadas para atacar cuando y a quien fuera necesario.

 

Por su puesto que cuando pensó en atacar a quien fuera no pensó en que se encontraría con uno de los guardianes del infierno. Un Cancerbero, amenazante, lo recibió. Obviamente, y como cualquier persona lógica hubiera hecho, dio media vuelta hasta llegar a la encrucijada con la que se encontró hacía minutos. Llegó al mismo lugar. Regresó nuevamente, pues en el segundo camino había otro segundo camino. El mismo destino. Recién fue que lo comprendió: Todos los caminos llevaban a Roma.

 

Se mantuvo en silencio esperando no ser atacado por la bestia. Fue entonces que captó un sonido extraño que venía de todos lados. Cerró los ojos y se concentró. Era el viento quien le estaba anunciando la forma de atravesar el lugar. Comprendió las notas que se repetían de forma cíclica. Do, Re, Mib, Fab, Sol, La Si

 

Le costó encontrar la forma adecuada en la que cantaría aquella extraña melodía. Regresó varios pasos por el último camino que tomó. Recordó haber visto varias plantas solitarias de bambú. Con su espada cortó varias de diferente grosor. Iba a fabricar un instrumento que aprendió a elaborar cuando visitó el colegio de magia en brasil en un programa de intercambio con Durgstram. Además de buenos herbólogos (donde aprendió aquel arte) los magos de aquel colegio invocaban la magia con melodías. Fabricar un rondador era como elegir varita. El instrumento se vinculaba con el viento, con los pájaros que trinaban, con el rugir de las bestias y el golpear del agua contra las piedras. Con la habilidad suficiente se podía imitar cualquier sonido de la naturaleza.

 

Tardó cosa de unos veinte minutos sentado en el suelo y haciendo cortes con la varita mágica. Era complicado, si, que el instrumento pudiera llegar a algunas notas. Por suerte para él, aquellas melodías complicadas no le habían sido susurradas por el viento.

 

Sopló en los diferentes palos de bambú. En algunos por un segundo, en otros por menos o más tiempo. Con mayor o menor intensidad. El animal tardó unos cinco minutos en caer rendido ante la melodía. Pero Bastian había aprendido a fabricar el instrumento mágico, no un rondador común. Las notas casi salieron solas, pero eso hizo que el mago se cansara un poco. Continuó caminando en su apariencia humana pues necesitaba recuperar magia antes de aventurarse a tomar nuevamente apariencia animaga.

 

> pensó.

 

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El cancerbero me había dejado pasar, mientras que los ruiseñores habían recuperado su libertad quedando libres de mi hechizo. Los árboles fueron haciendosé más pequeños y había menos vegetación, era algo extraño. Me di cuenta que había llegado al laberinto, formado por unos setos enormes.

 

Si bien no había más vegetación, pude ver que en los setos a veces se paraban algunos animales, como ardillas y varios tipos de pájaros, al fin y al cabo al ser una isla se podía ver cualquier tipo de animal mágico o muggle. A menos que fuera una pequeña isla desierta en la que solo hubiera una palmera con cocos estaría de acuerdo que no había ningún otro ser viviente.

 

Vi a la esfinge y recordé a la que tenía, misma que tontamente había donado a una beneficiencia en San Mungo. Tontamente, porque su nuevo había desaparecido misteriosamente junto con la esfinge de Londres, algo me decía que no la estaba cuidando bien.

 

Espere paciente que me hiciera el temible acertijo, ¿porqué siempre debía haber acertijos en las pruebas? ¿Es que no pensaban en aquellos que nunca habían sido buenos con las adivinanzas?

 

Suspiré. Entonces la escuché.

 

-¿Que es aquello que, sin salir de su casa, por todos los sitios pasa? Preguntó.

 

-¿Y cómo voy a saberlo?- Comenté, mientras me sentaba desesperada en el pasto.

 

Tenía que dar con la respuesta o nunca entraría al laberinto. De todas formas, con lo desorientada que era, difíclmente lograría dar con la salida.

 

-No tengo todo tu tiempo.- Protestó la esfinge.

 

-Lo sé, solo unos segundos. - Pedí.

 

¿Y si me convertía en minina e intentaba escabullirme? Mire bien a la esfinge, no, era imposible. Entre su cuerpo y el piso, así como las paredes del laberinto de la entrada no había espacio. No era tan veloz como para intentar brincarla.

 

Me convertí en la minina persa blanca e intente escalar uno de los setos cerrcanos, pero imposible. Fui arrojada al suelo. Volví a mi forma humana, con todas mis cosas.

 

-Lo siento, tenía que intentarlo.- Me disculpe.-Lo único que sin salir de casa pasa por todos los sitios, sería un caracol.

 

Pensé también en los streeler, al fin y al cabo no eran más que caracoles gigantes, pero no me atreví a bromear con la esfinge. Podría tomarmelo a mal y no dejarme pasar nunca. ¿Habría acertado?

 

La esfinge se movió y me dejo pasar, cosa que aproveche, pero todavía tenía algo por decirme.

 

-Es importante que recuerdes que sólo lograrán encontrar la salida si desde arriba alguien los guía.- Dijo y no hizo un movimiento más.

 

-Gracias.- Comenté.

 

Más acertijos. No creía que la Arcana o la esfinge se refirieran a los ángeles.Ya veía el regaño de mi padre pidiéndole ayuda a uno de ellos.

 

-No creo que se refiera a alguien de tan arriba.- Murmuré, mirando el cielo. Me acordé de los animales que había visto en los setos, vi a un hermoso jobberknoll. Solamente con mis conocimientos y los anillos de los libros, podía controlarlo, pero un hechizo no estaba de más para pedir ayuda.-Obis bestiarum.

 

Fue lo que pensé, señalando al jobberknoll con mi varita. De inmediato, el jobberknoll estuvo envuelto por un anillo dorado y se encontró bajo mi control. El me ayudaria y aún después de que terminará el tiempo que tenía para hacerlo, podía controlarlo por otros medios. Era la ventaja de tener el anillo de amistad con las bestias también, pero este no lo utilizaría todavía.

 

-Vamos, guíame. Encuentra un camino que sea accesible para mi para salir del laberinto. No vayas a querer que me trepe a los setos que ya vimos que es impossible.- Le indiqué al ave.

 

Empecé a seguir a la hermosa criatura, segura de que pronto encontraría la salida del laberinto.

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Cada algunos segundos miraba hacia donde se encontraba el pequeño snidget. A veces era tan chiquito y tan vez, que lo perdía de vista. Jamás había sido un buen Buscador en Quidditch. Pero su color amarillo verdoso brillaba en el sol y sus diminutos ojos negros me miraban esperando que doblara en cada esquina. Doble tantas veces a la izquierda y a la derecha, que perdí la cuenta. Quería recordar algún patrón, algo que me sirviera de guía por si tenía que retroceder pero aquella indicación había sido suficiente que con el ave sería suficiente.

Y así fue. Ya el sol había alcanzado el punto máximo. O faltaba muy poco. Algunas gotas de sudor caían sobre mi frente pero no le prestaba atención, las quité preguntándome porqué Suluk había puestos tantas barreras al llegar. ¿Aquello era la prueba o aún faltaba más? Realmente no lo sabía y deseaba poder ver a la Maestra. Y así fue como la enorme pirámide se abrió entre los setos. ¡Había encontrado el seto! La estructura era enorme. Tenía lineas azules y doradas. Los bloques de piedra eran gigantes. Todo era mucho más mágico de lo que suponía, de lo que aquellos libros habían explicado.

Y así fui observando cada detalle que me había esmerado en recordar. La puerta con ésas decoraciones y la sala circular. Desde que había leido como era, quería ver todas las puertas, la serpiente que representaba el Ouróboros y la estrella de cinco puntas. Había pequeños anillos plateados. ¿Esos eran las copias que tendríamos los aspirantes? Estaba nervioso. Por primera vez en toda aquella aventura, me estaba enfrentando a lo desconocido, tanto que hasta me preguntaba si realmente podría contra ello. Las puertas desaparecían. Se movían. Se materializaban. Y se corrían. Tanta atención me causo, que casi no había visto a la Arcana.

¡Maestra Suluk! Que agradable verla —le dirigí una enorme sonrisa. Aquella anciana Arcana me brindaba bastante confianza, esperando que no se convirtiera en algún animal que deberíamos enfrentar como el cancerbero o la esfinge. ¡¿Y si las criaturas era la Arcana en su forma animaga?! Aquello me había tomado de improvisto y hubiera sido realmente gracioso si fuera asi. Tal vez en alguna reunión o momento de encuentro, le podría preguntar por la simple curiosidad que me causaba. La pequeña ave Snidget que había creado en el laberinto, había desaparecido ni bien pude ver la pirámide—. Ésto es realmente grandioso. Los libros se quedaban cortos por la imagen que le dedicaba.

Le comenté, esperando que no tomara como mal educación hablar allí. Los textos que nos había recomendado, no hablaban sobre ceremonias o costumbres que había que hacer. Estaba seguro incluso que los Arcanos tenían que estar presentes primero, porque de ésa manera podíamos estar nosotros. Segundo, porque debía activar algún portal, que así fue, lo detuvo al instante. Y tercero, tenía que estar cerca por si nos sucedía algo. Empezó a hablar y la escuché atentamente. Muchas cosas las decían esos tomos que había leído la noche anterior. Eso me incentivaba. No tendría fuerza para volver. Ni muchos menos quería que aquello terminara siendo una habilidad perdida.

Estoy listo, Maestra. Gracias a usted, eso está muy claro —le dije con una reverencia. No sabía como agradecerle. Por más que la Universidad les pagara, les diera un hogar y muchas libertades, no estaban en su sitio natal y el tiempo que empleaban era magia dedicada a cada persona. Me preguntaba si alguna vez en éste país, habrían rechazado a alguien. Estaba seguro que eso lo sabría porque todos los rechazados tenían prohibido volver a anotarse. Mis compañeros estaban por allí. Estaba seguro que estaban igual o más ansiosos y nerviosos que yo.

¿Ahora que seguía? Estaba listo. ¿Teníamos que enfrentar la puerta? Aquel sello me hizo recorrer un escalofrío.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Otro trecho de caminata y se sorprendió cuando escuchó un sonido aparentemente humano. Tardó un segundo en comprender que es lo que estaba pasando, quien le estaba dirigiendo las palabras. Durante todo el transcurso de aquellas pruebas había estado solo, acompañado únicamente por las plantas, por los animales, por el viento y por el agua que goteaba -dulzona- de las copas de algunos árboles. Se detuvo con cautela.

 

—He oído tus palabras, más no las he comprendido del todo —dijo Bastian.

 

—No creas que esta es la última prueba, incauto mago. Si logras una respuesta encontrar aún tienes un largo camino por andar.

 

Asintió. Lo suponía. Detrás de la esfinge había un enorme laberinto que al parecer serviría como punto final de aquellas pruebas mágicas. Él era malo para ese tipo de cosas. Su memoria era de las que se aprendían recetas de pociones de memoria, indicaciones claras y largos escritos. Le costaba el tipo de cosas en donde posiblemente todo se vería igual. ¿Cómo alguien podía notar la diferencia entre dos esquinas que eran prácticamente iguales? Ya se encargaría de resolver ese problema cuando le tocara.

 

—Dime lo que me tienes que decir...

 

—¿Qué hijo hace nacer a la madre que lo hizo nacer?

 

Era una pregunta extraña y complicada. ¿Un hijo pariendo a su madre que antes le había parido? Era demasiado confuso, hizo que viniera a su mente un episodio de una caricatura muggle en donde un tipo era su propio abuelo. Seguramente no tenía que ver con eso, debía tratarse de algo en sentido figurado.

 

—¿No podría intentar golpearte y huir?

 

Vio venir el golpe y se apartó a tiempo, casi pierde su cabeza o algo peor. Comprendió que la criatura tenía permitido matar si es que así era necesario. O al menos, que la criatura pensaba que tenía permitido matar a quien le faltara al respeto.

 

Comenzó a barajar posibilidades. Quizá la respuesta era algún ingrediente de pociones. Hizo memoria. No, las plantas usabas en pociones de crecimiento no debían ser abonadas con nada. Hubiera sido una buena respuesta, por su puesto, pero pensaba Bastian que debía ser algo que en realidad se diera.

 

Quizá algún hechizo. Para elaborar varitas mágicas se necesitaba aplicar ciertos hechizos, y para lanzar esos hechizos se necesitaba una varita mágica. ¿Podía ser esa la solución?

 

—¿Un hechizo para crear varitas quizá?

 

—Última oportunidad, otra cosa incorrecta y morirás

 

A pensar de nuevo. Quizá hubiera sido mejor que su barca se hundiera en el lago. ¡Agua! Esa era la solución, o al menos parte de ella. Pensó como plantearla para que su vida no se viera terminada antes de tiempo.

 

—El hielo nació del agua, y el agua del hielo puede nacer. El hielo es, por consiguiente, el hijo que nace de su madre y hace que luego esta nazca—contestó el mortífago, seguro de que la respuesta era la correcta.

 

—Solo podrás encontrar la salida si alguien desde arriba te guía —contestó la esfinge y se hizo a un lado. El mago había dado con la respuesta correcta.

 

 

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Atravesó los jardines del castillo Dumbledore aún pensando en si había tomado una buena decisión. Le había planteado serias dudas a Suluk Akku sobre lo que no vio en el espejo de Cliodne y también sobre los peligros de la prueba para poder adquirir plenamente la habilidad de Animagia. Ojalá le hubiera resultado fácil, como a los otros cuatro, pero a ella la unía un lazo muy importante a su mundo y simplemente no podía obviarlo, no podía olvidar que tenía un hijo pequeño que aún dependía de ella y no quería ni imaginarse lo que pasaría si ella no regresaba más...

 

Se había pasado toda la noche en vela, pensando en las mil y un consecuencias que acarrearian aquella decisión, una menos alentadora que la anterior. Se estaba poniendo pesimista, demasiado y eso no era habitual en ella, no al menos desde que su hijo llegó a su vida y llegar a esa conclusión la hizo recapacitar. Ella siempre había tomado riesgos, uno más peligrosos que otros y aún estaba allí, quizá con el alma algo maltrecha, pero seguía viva y con grandes esperanzas. Aquella prueba no podía ser peor que las tantas batallas en las que había estado, con su vida pendiendo de un hilo tan delgado que muchas veces había estado apunto de embarcarse en la siguiente gran aventura como la llamó su tatarabuelo.

 

Se detuvo y girando sobre si misma desapareció. El lugar indicado por la Arcana le resultó desconocido aunque familiar, había estado leyendo sobre él en los libros que la mujer les había proporcionado. Había sido demasiada información que aún estaba procesando. Llegó al lago y lo bordeó, analizando aquel escenario. Llegó frente al embarcadero donde sólo una barca se tambaleaba lentamente. Los otros habían llegado antes, no era difícil de suponer. Había un cuenco en cuyo fondo se encontraba la llave para acceder a la embarcación y delante de él una gema color amarillo que por un momento le pareció dorada.

 

Por alguna extraña razón sintió un deja vu. ¿Aquel escenario no era acaso el mismo que había presenciado Albus Dumbledore dentro de aquella cueva? Miró la poción con recelo, no podía arriesgarse a sufrir los efectos de una poción desconocida y claramente peligrosa, era evidente que había que beberla para acceder a la llave. Habían rocas cerca, lo más seguro era crear una criatura que pudiera cumplir con aquella misión por ella.

 

- Morphos - susurró apuntando con su varita hacia una roca de gran tamaño que reposaba a no menos de tres metros. La roca tomó la forma de un chimpancé que bajo sus instrucciones tomó el cuenco y se bebió el contenido en un par de segundos. Le había estado acariciando la cabecita mientras debilitado caía sobre su regazo. Se sentía la persona más cruel por haber hecho eso, no quería imaginar lo que sentía la pobre criatura pero después de un momento dejó de sufrir y el chimpancé volvió a ser simplemente una roca.

 

Se incorporó, aún sintiendose culpable, tomó la llave del fondo del cuenco y guardó la gema amarilla en uno de sus bolsillos. Accedió al embarcadero, subió a su barca y empezó a atravesar el gran lago que tenía por delante. Mientras observaba el paisaje a su alrededor se preguntó cuál sería la siguiente prueba, seguramente no tan peligrosa como la que en realidad les esperaba al fin del camino, allá en la pirámide que lograba ver a lo lejos en el horizonte. Aquello ni siquiera había empezado.

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Había logrado encontrar la salida gracias al jobberknoll que me había guiado. No tardaría en llegar a la gran pirámide, al menos eso era lo que esperaba. Me encontraba cansada y eso que todavía faltaba la prueba más difícil que me acreditaría O impediría que la usara nuevamente.

Tenía ganas de convertirme en minina y dormir una pequeña siesta hecha bolita, pero sabía que no era lo ideal. A lo mejor Suluk lo interpretaba como que la prueba no me interesaba. Suspire y segui caminando. Por fin la vi, demasiado brillante para mis ojos estaba frente a mi la gran pirámide.

La puerta de cristal estaba abierta, por lo que pude entrar sin problemas.Me di cuenta de la figura que tenía el relieve del piso, aunque más que la estrella de cinco puntas, me llamó la atención la serpiente mordiendo su cola. No pude evitar pensar en otro símbolo de alguna novela muggle que había leído, pero ahi eran dos serpientes mordiendo la cola de su compañera, no la suya propia.

En el sitio se encontraba ya Suluk y otros de mis compañeros.

-Quiero hacer la prueba, Arcana Akku. No llegue hasta aquí para decir que no la haría.- Suspiré.-Yo si tengo una duda, no estoy segura si mis compañeros la hayan hecho. Si llegamos a morir en la prueba, ¿no tendremos nunca la habilidad?

Pregnté preocupada. No me importaba tanto morir en la prueba, sino el no llegar a tener nunca la habilidad. Tampoco podía seguir rechazando la misma hasta que fuera la tercera vez que nos preguntará la Arcana, en algún momento tendría que hacerlo, pero entonces, ¿la muerte significaba que todo el esfuerzo hbía sido inútil? ¿Por cometer un solo error?

Eran algo demasiado severo, razón por la cual uno lo pensaría dos veces antes de tomar una hablidad. Sin embargo, no podía estar sin la Animagia y eso me motivaba, moriría en el intento si era necesario, aunque eso significara que tanta lucha no sirviera de nada, pero tendría la conciencia tranquila, pensando que al menos lo había intentado.

Era curioso. En el sitio solo estaba Elvis aunque sabía que otro compañero se me había adelantado, aunque ignoraba quién. A lo mejor simplemente por la preocupación no lo había visto.

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Cuando llegó al otro lado del lago un paisaje no muy alentador le dio la bienvenida. Era un bosque espeso en cuyo interior se podía escuchar claramente el sonido de varias criaturas. Dragones, quimeras, incluso el galopar de aethonans. ¿Enfrentarse a alguna de aquellas criaturas sería la siguiente prueba? Suponía que si, esperaba que su conocimiento de Criaturas Mágicas le ayudara en aquel momento, aunque no podía ni imaginar a qué se tendría que enfrentar. Suspiró y agarrando su varita con fuerza se internó en el bosque.

 

Atravesarlo no fue tarea fácil, parecía que todo a su alrededor tenía vida propia e intentaba matarla. Tuvo que utilizar toda la agilidad que había adquirido como dama de la noche, haciendo incluso uso de las habilidades de su clan dentro de la Orden del Fénix. En cierto momento decidió correr a través del bosque, a una velocidad tan alta que parecía atravesar los árboles con su propio cuerpo. Pero entonces se detuvo, como si una magia poderosa que no podía entender la retuviera allí, a pocos metros de un claro donde un perro de tres cabezas reposaba sobre sus patas.

 

Por instinto no debería acercarse a aquel lugar, pero una fuerza invisible la atrajo hasta el animal que se elevó en toda su altura gruñendole triplemente. Nunca había estado frente a un carcerbero y ciertamente se sentía conmocionada al verlo allí, dispuesto a comersela por lo que podía deducir. Apenas se movió y el silencio tenso que se había hecho entre ellos repentinamente se vio roto por el murmullo del viento. Claro, tenía que cantarle una melodía para que se durmiera. Pero en ese momento no se le ocurría ninguna canción, aunque se sabía muchísimas. Estaba nerviosa.

 

- Vienes caminando y no sabes tu destino, conquistando sueños, sueñas llegar a ser deidad~ - empezó a entonar aquella canción muggle que hacia tantos años había escuchado y cantado también, cuando se atrevió a ser vocalista de aquel grupo de rock que había conformado con algunos amigos magos de la Orden, una de sus tantas travesuras de juventud - Sigues caminando sobre viejos territorios, invocando fuerzas que jamás entenderás~

 

Al cancerbero aquella melodía parecía gustarle pues era evidente que nunca antes la había escuchado, la combinación de notas era peculiar, do la si re fa mi sol y luego a la inversa. Sally siguió cantando hasta que la criatura de tres cabezas se fue posando sobre sus patas delanteras placidamente hasta quedarse profundamente dormida. La rodeó y se fue alejando todavía cantando hasta perderla de vista.

 

- Y vienes desde allá donde no sale el sol, donde no hay calor, donde la sangre nunca se sacrifico por un amor~ - siguió cantando mientras atravesaba el resto del camino - Pero aqui no es asi... - De repente se calló, pues sin darse cuenta, quizá demasiado distraída cantando, había llegado frente a una esfinge que la esperaba para una nueva prueba.

 

Era bien sabido que el pasatiempo favorito de las esfinges era realizar acertijos a los que se le acercaran. ¿Acaso Suluk Akku había dispuesto a la criatura para que no los dejara pasar? Lo más seguro era que si. Con precaución trató de divisar lo que se encontraba detrás de la criatura y pudo descubrir lo que parecía ser la entrada a un laberinto. Aquello no le gustaba nada, pero por el momento no debía preocuparse por ello, ya que la esfinge le empezaba a recitar un acertijo.

 

- En la tierra verás una y en la luna verás otra, pero no busques en el cielo, que ninguna encontrarás... - repitió analizando aquella oración. Había pensado en lo más obvio, el sol, estrellas, la tierra o la luna, pero ninguna respuesta tenía sentido en su cabeza. Analizó las palabras y entonces lo entendió, era un juego de palabras y letras, la respuesta vino rapidamente a su mente - La letra A.

 

La esfinge asintió dejandola pasar, no sin antes darle el mensaje que la anciana le había dejado. "Diles a todos ellos que sólo lograrán encontrar la salida si desde arriba alguien los guía". Su varita se movió ligeramente mientras caminaba y de la punta de ésta un montón de mariposas plateadas emergieron, sobrevolando sobre ella y dispuestas a guiarla hacia la pirámide que era el final de aquel camino que había decidido tomar.

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Aquella bruja de pelo violeta y ojos amarillos corría sin dudar, dejando la guía de su camino al pequeño colibrí que seguía. La diminuta criatura aprovechaba los tramos rectos del laberinto para comprobar las bifurcaciones del camino. Volaba tan rápido que resultaba invisible para su invocadora, pareciendo que seguía allí con ella aunque no lo estuviera. El colibrí siempre estaba allí para indicarle la dirección a tomar.

 

El Laberinto terminó de repente, dejando a Gatiux frente a una enorme y refulgente pirámide dorada a la que no se podía mirar durante demasiado tiempo, resultaba deslumbrante. Se preguntó cómo no había visto aquella monstruosidad desde fuera del laberinto, era mucho más alta que los setos que la rodeaban. Magia muy poderosa debía estar envuelta para que no pudieran detectarla facilmente, estaba segura.

 

La banshee apoyó las manos sobre los muslos para recuperar el aliento que le había robado la rápida carrera. Limpió las gotitas de sudor que se le estaban formando en la frente. Podía sentir el corazón en la garganta. Guardó la piedra en la mochila cuando el colibrí regresó a su estado natural, agradeció mentalmente a la criatura, aunque no fuera real le había llevado hasta allí, hasta la Gran Pirámide. Sacó la botella de agua para beber casi medio litro de golpe. Recuperó la compostura a los pocos minutos.

 

-Otra carrera así y no lo cuento. -se dijo- Ufff... allá vamos.

 

La pirámide contenía una gran sala circular. En el suelo, rodeando una estrella de cinco puntas, estaba grabado un gran Ouroboros mordiendo su cola. El ciclo eterno de las cosas. Gatiux sonrió al ver aquel símbolo. En más de una ocasión había pensado en tatuárselo en el cuello, ya que encontraba bonito su significado, pero nunca había encontrado la fuerza que le empujase a dibujarlo en su piel. Tal vez si salía con vida de aquella prueba, junto a una nueva habilidad, buscase un buen tatuador que la marcase. Dentro de la sala también se encontraban unas puertas cambiantes que se sucedían unas a otras, frente a éstas esperaba la Arcana Suluk Akku.

 

- Maestra. Estoy preparada para afrontar cualquier prueba que me designe. -dijo Gatiux inclinando la cabeza ante Suluk- Moriré antes de dar un paso atrás. Que así sea si ese es mi destino.

 

Gatiux estaba preocupada por no poder volver a ser nunca más un gato. Moriría de pena si no podía tomar su forma animaga, lo sabía. Era libertad. Durante tantos años la animagia había formado parte de ella que estaba intrincado en su ser. La humana y la gata eran uno solo. Tenía que hacer todo lo posible por mantener aquella parte con vida porque no quería conocer qué le sucedería a la otra si no podían ser.

 

Elvis y Lyra también hablaban con la Arcana. ¿Tardaría mucho en llegar Bastian?

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Se internó en el laberinto. Cerró los ojos nuevamente, tratando de sentir todo aquello vivo que estaba a su alrededor. Lo más fácil hubiera sido, por su puesto, convertir alguna pequeña piedra en algún diminuto animal volador que guiara su camino. Pero él ya había sido causante de perturbar a la naturaleza del lugar en varias ocasiones. Las lianas, el bambú y no le pareció buena idea poner algo más a la lista: romper el balance de aquel ecosistema mágico.

 

Un murciélago se encontraba colgando con la cabeza hacia abajo en un árbol cercano. Metió la mano en uno de los bolsillos de su túnica y se hizo con el poder del anillo de amistad con las bestias. El animal, sin ninguna magia en su interior para resistirse, abandonó su cómoda morada y comenzó a volar justo por delante de Bastian.

 

El animal podía volar muy rápido, pero el mago le pidió que no lo hiciera. Era mejor ir despacio, con varita y espada en mano, para de esa forma estar al tanto de los posibles peligros que el laberinto tendría en su interior. La ventaja con aquel animal era, por su puesto, su increíble capacidad para ver mediante el sonido. En su cabeza, muy probablemente, tendría un imagen completa de como era el laberinto gracias al rebote del sonido.

 

Ante sus ojos, imponente y majestuosa, se levantaba una gran pirámide. Jamás pensó que fuese tan grande. El triángulo era una estructura muy poderosa. Tumba de faraones y magos antiguos habían aguardo por siglos un sin fin de magias aún desconocidas. Adivinó que las pirámides del mundo se habían inspirado en aquel antiguo y deslumbrante monumento a la magia.

 

Se obligó a cerrar los ojos luego de un solo segundo. Soltó la espada por acto reflejo y se cubrió con esa mano como pudo. No había estado preparado para ver algo que emitiera tanto brillo y cuya magia fuera perceptible a la vista. Los hilos azules hacían que la estructura fuera aún más increíble.

 

Cuando se acostumbró a la lumbre se agachó y tomó la espada. La colgó en la vaina de la espalda. Ingresó a la antigua pirámide atravesando la puerta de cristal. Lo recibió un salón circular en donde estaban ya casi todos los elegidos y la arcana estaban listos para comenzar con lo sería la prueba real de la animagia. Habló luego de que Gatiux lo hiciera.

 

—Estoy dispuesto a tomar la prueba, Maestra Suluk

 

Hacía ya un tiempo que había aprendido a controlar el miedo hacia el poder de cambiar de forma. Su viaje mental entre dimensiones y su imagen en el espejo le habían revelado muchas cosas por lo que valía la pena arriesgar la vida y obtener la habilidad. Él se arriesgaría aunque eso significara no volver a salir de aquel portal mágico.

 

 

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El murmullo del viento la acompañaba en aquel camino sin rumbo fijo, a cada paso que daba el crujir de las hojas secas la delataba. ¿Habría acaso otros peligros ahí en el laberinto? Recordaba los registros históricos que hablaban sobre el torneo de los tres magos, de hecho ella también estaba allí cuando uno de los participantes murió en aquella prueba. Aunque no había sido precisamente por lo que había en el laberinto, si no otra cosa...

 

Cuando levantó su rostro buscando a sus guias se dio cuenta de que las mariposas se habían perdido de vista aunque no estaba preocupada por ello, sabía que iban a volver para mostrarle el recorrido exacto para llegar sin problemas hasta la pirámide que se encontraba justamente en el centro. Mientras tanto iba a tientas, topandose con caminos sin salida a izquierda y derecha, Se detuvo, lo mejor era esperar, con la varita fuertemente sujeta por si algo o alguien ahí dentro empezaba a atacarla.

 

Echó una carcajada al darse cuenta el nivel de paranoia acumulado, ella no era así, ella... Solía ser ingenua y despreocupada. Suspiró. Intentar llegar a la pirámide y entrar en el portal de las siete puertas era un reto que había decidido tomar casi por impulso. Sólo le faltaba atravesar ese laberinto para llegar al final del camino y entonces si, enfrentarse a la tan temida prueba y la posibilidad de perderse en otro mundo y nunca más volver... Aunque por lo que haía leído en los libros que la arcana les dio ella podía sacarlos si algo pasaba, eso la tranquilizaba pero... Eso significaría que nunca más podría atravesar esa puerta y su habilidad le sería arrebatada, sin posibilidad a recuperarla, nunca más...

 

La repentina presencia de las mariposas por encima de su cabeza dispersaron aquellos pensamientos. Debía continuar, siguiendolas... No había de otra, no podía dar marcha atrás, debía seguir adelante. Las plateadas criaturas hechas de luz la guiaron por enmarañados caminos que más de una vez dudó en cruzar, pero al parecer era el camino que debía seguir. Utilizó su varita para abrirse paso, para sortear las dificultades que se le iban presentando a cada paso que daba, reaccionaba casi de forma automática, con la experiencia de mil batallas. Y cuando por fin llegó a estar frente a la pirámide, con la ropa sucia y desgarrada por algunas partes, se dio cuenta de que había llegado la hora.

 

Su patronus desapareció dejando sólo una triste estela plateada allá donde habían estado sólo segundos atrás, guiandola. Se guardó la varita en uno de sus bolsillos, muy cerca de la gema color amarillo que había tomado al principio de aquel largo camino. ¿Cuánto había tardado en superar todas aquellas pruebas? Quizá un par de horas, quizá más. Cuando por fin se decidió a entrar a la enorme edificación se encontró con el salón circular que tan bien había sido descrito en los libros. En el suelo se encontraba la estrella de cinco puntas dentro de un circulo que representaba una serpiente mordiendose la cola. ¿Ese era el Ouroboros?

 

Se acercó al resto de sus compañeros para la prueba. Gatiux, Lyra, Elvis y Bastian habían llegado antes que ella. Cuando estuvieron reunidos la Arcana empezó a hablarles. Mientras la escuchaba ella no podía dejar de observar en silencio todo a su alrededor. Alrededor del Ouroboros habían dispuestas las siete puertas, desapareciendo de forma intermitente, cambiando de lugar una y otra vez. ¿Cuál de ellas tendrían que cruzar aquel día? ¿A dónde los llevaría? Tenía tantas preguntas, tantas respuestas e imaginaba mil cosas más.

 

- Estoy preparada Suluk Akku. Si he logrado llegar hasta aquí no quiero dar marcha atrás - se escuchó diciendo con resolución una vez el resto de sus compañeros habían aceptado también enfrentarse a la prueba. La vida misma había sido una prueba constante en su caso, había conocido y vivido mil vidas, un mundo diferente a otro, constantemente. Su hijo... Era un pequeño inocente, pero sabía que su familia lo cuidaría muy bien si ella llegaba a faltarle. Él también tendría pruebas que superar y lo harían fuerte, sabía que así sería.

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