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Prueba de Animagia #1


Suluk Akku
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Sacudí mi cabeza mientras volaba hacia uno de aquellos faroles que brillaba, dándole luz al Atrio del Ministerio de Magia. Estaba desilusionado por la reacción de Katara pero claramente que jamas la juzgaría si ella no quería o no podía ayudarme. Allí me arrepentí de no haberle pedido ayuda a otra persona. No desconfiaba de mis conocidos pero era algo que solamente quería hacer para mi. Podría sonar egoísta pero era mejor no meter a nadie más o aquello podría causarle problemas. Ni bien me pose sobre el hierro que sobresalía de la pared, giré mi vista y me di cuenta que mi acompañante ya no estaba,

 

El bullicio allí era una de las cosas que extrañaba. Había una época que me molestaba demasiado, pero me había acostumbrado. Con la tranquilidad de la Universidad y de Hogwarts, todo era diferente. Miré atentamente. Debía ir de a poco, no podía ir sin ningún plan. Por eso ni bien se abrió aquellas rejas doradas del ascensor, me lancé en picada y me metí a la caja metálica. La voz femenina resonó y nos fue avisando del nombre de cada piso. Los departamentos ya eran moneda corriente. Cuando nombró el de Criaturas, salí, golpeando con mis patas el sombrero de uno de los presentes.

 

Las oficinas estaban atestadas.Por eso que ni siquiera se estaban dando cuenta que un búho había entrado allí. Era algo normal, eran animales que pertenecían al día a día de las personas, eran demasiado importantes para la comunidad mágica. Aquel archivador era perfecto para cubrirme. Me volví a transformar en persona. Realmente no era bueno atravesar las paredes como un búho, algo me decía que se me complicaría. Me acomodé mi túnica. Mi varita estaba en el bolsillo, igual que mis anillos en mis dedos. Era genial lo que podía hacer la animagia.

 

Disculpe... disculpe —era cierto. No podía creer lo que la improvisación llegaba a producir en mi, me hacía tomar medidas desesperadas y tal vez no las mejores. Pero era necesario y de vital importancia que pudiera hacer lo que quería. Me acerqué a una bruja que parecía una recepcionista. Aunque aquel detalle no era importante. Mientras que trabajara en el Departamento y supiera donde estaba lo que buscaba, me alcanzaba. A pesar del efecto, admiraba los poderes que había aprendido junto a los Guerreros Uzza. Llegué mi mano hacia su hombro. Ella no sentiría nada. Ni siquiera se daría cuenta que la estaba encantando con aquella Marca de Sangre—. Necesito que me lleves donde se encuentran los registros de animagia.

 

Había poca o casi ninguna persona alrededor. Estábamos en una especie de vestíbulo, todas las puertas se encontraban cerradas. Sus ojos miraron a la nada y asintió, como si ésa idea se le hubiera ocurrido por si sola. Miró a ambos lados hasta que decidió dirigirse hacia la puerta más alejada. Claramente que la seguí. Y activé mi anillo para escuchar más lejos. Era un día normal de trabajo. De todas maneras, saqué mi varita. Caminaba detrás de la recepcionista, mientras se adentraba más a ésas oficinas. Debía apurarme porque el efecto se iría.

 

Aquí están todos los registros originales. O los únicos que pudimos recuperar luego de la caída del Ministerio anterior —había olvidado por completo aquel detalle. Era cierto, el Ministerio se había venido abajo literalmente. Había habido explosiones, todos habíamos quedado despedidos y habíamos tenido que empezar de cero. Pero al parecer, esos papeles estaban encantados. La recepcionista abrió con llave aquella puerta y cuando pasé por su lado, casi la interrumpí ordenando nuevamente para que me obedeciera—. Regresa donde estabas. Gracias

 

Jamás olvidaba mis modales. Y debía admitir que me sentía mal por utilizar a las personas pero aquella magia no hacía daño. Luego debía borrarle la memoria a la bruja para que al menos, no recordara mi rostro. Ni siquiera daba señales de que me reconocía como ex Director del Cuartel de Aurores. La puerta quedó abierta. Tenía tan solo unos segundos. No pude atraer los papeles con mi varita, asi que busque en todos los archiveros. Las bibliotecas parecían tener de todo menos lo que buscaba. ¡Y allí estaban! Había algunos legajos. Pude leer algunos nombres conocidos pero solamente me enfoqué en el mío. Cuando lo tomé, sentí un cosquilleo en la panza. Al fin lo tenia en mis manos.

 

Y así como estaba, Coloqué mi registro de animagia por debajo de mi ropa. Me aferré a mi varita y salí casi corriendo, doblando por donde habíamos venido. A mitad de camino, pude encontrarme con la chica que me había guiado. Era de cobarde pero le lancé dos rayos por la espalda. El primero le había borrado la memoria de la última media hora, mientras que el segundo le daba para desmayarla. Mientras caía al suelo, continué mi camino. No quería que la despidieran por mi culpa, ella no era responsable. Pasé tres oficinas, un largo pasillo y allí vi la última puerta, la que me llevaría al ascensor. ¿No estaba llamando demasiado la atención así? Mi respiración estaba agitaba, pero abrí la puerta y me encontré con un inesperado panorama.

 

¡Maestra Suluk! —como si fuera un balde de agua fría, me quede parado frente a aquella vieja anciana. Me acordé de todo. De lo que había vivido en aquella prueba, de antes de entrar por el portal. Palmee mi ropa y no estaba el registro. ¿Ya había terminado mi prueba? ¿Qué había pasado?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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—Lo es

 

Ambos se sorprendieron al escuchar aquellas palabras que venían de la nada. Desde el principio su gran prueba había sido superar la lucha interna en su interior en el momento en que se convertía. Y justo en ese momento es que Bastian lo comprendió. Con el Aiùa prestando atención a dos cuerpos era fácil mantener aquella separación y eran totalmente diferentes. Pero en cuanto ambos tenían una piel parecida todo entraba en conflicto. El Aiùa trataba de unir ambas conciencias. Ahora que ambas partes estaban en armonía, que se habían aceptado, lo mismo había hecho el Aiùa.

 

—¿Escuchaste eso?

 

—Lo hice —contestó el tigre.

 

Bastian pensó que, quizá, saldría de aquella especie de sueño magnificado por -posiblemente- alguna sustancia alucinógena. Se había equivocado. Aquella era, sin que él lo supiera, la prueba definitiva. Bastian y Harimau se pusieron de pie porque lo sintieron. Varios animales, de aspecto poco reales aparecieron en escena. Todos tenían como objetivo, por supuesto, poner a prueba que tan unidos y coordinados estaban ambos cuerpos ahora que comprendieron que un solo ente los gobernaba.

 

Ambos salieron heridos, por su puesto, pero les costó poco poder ver, oír y oler a través del otro. Destellos de la mirada de Harimau llegaban a Bastian y viceversa. Así, pese a las heridas de la pelea contra las otras bestias quedaron de pie y con vida. Estaban cansados, por su puesto, por lo que casi de inmediato ambos se tumbaron sobre la arena y se dejaron llevar al mundo de los sueños.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Sang Woo era un joven sencillo que tenía una vida simple y feliz. Vivía en una casita hecha de madera, rodeado de plantas y árboles allá a donde mirase. Su vecino más cercano estaba a un kilómetro de allí, atravesando vertiginosos caminos hechos de tierra que iban en una especie de zigzag, al igual que aquellos que llevaban hacia el camino principal por donde pasaban los camiones que iban al pueblo.

 

Aquel día había llevado su cesta llena de frutos recién cosechados. Estaba contento, pensando en todo lo que obtendría. Las mariposas le traerían suerte, lo sabía, siempre había sido así. Aún recordaba aquellos afortunados días desde su niñez, en los que una mariposa se aparecía frente a él, la mariposa de la suerte.

 

Aquel día no fue la excepción. Volvió a su casa casi al anochecer, con la bolsa llena de dinero que iría a parar en su vasija de ahorros. Soñaba con algún día viajar a la ciudad y descubrir allí un nuevo mundo del que sólo conocía por rumores que escuchaba cuando iba al pueblo. Lejos estaba de saber que aquel sueño se convertiría en pesadilla y que su vida terminaría allí.

 

Un año después había logrado cumplir su sueño, viajó a la ciudad y logró conocer todo aquello que le era desconocido hasta entonces. El ritmo de la ciudad se le antojó vertiginoso y pronto estuvo metido en problemas con la mafia. Su ingenuidad le había llevado a confiar en personas que no merecían esa confianza y aunque la mariposa de la suerte lo había acompañado desde el primer día no pudo evitar su trágico desenlace.

 

Persevera le había susurrado a lo largo de su vida aquella mariposa y así lo había hecho. Pero su destino había sido marcado aún antes de que naciera. Una vida terrenal de tantas que su alma tendría que sufrir, una y otra vez. Así terminó su vida como Sang Woo. Ahora empezaría otra vida, otra historia.

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