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Mansión Vladimir (MM B: 96425)


Reena Vladimir
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Hayame le dirigió una mirada bastante dura a su hermana en cuanto mencionó el titulo de "madre en común"

Madres en común el tacón de sus botas!

Cuando había quedado embarazada por medio de sus poderes para poder procrear un bebé de Severus Snape todavía no tenía asentada del todo su relación con Reena y sin embargo, había accedido a que su ex-novia tuviera al menos una parte de madre ya que durante sus salidas le era imposible llevarse a su bebé con ella; y cuando se había tenido que largar de emergencia a Rumania, le había dejado el niño a cuidado a su antigua elfina hasta que Sagitas le habia escrito, avisando que Reena había decidido tomar a la criatura con ellas para que no estuviese siendo criado solamente por la elfina.

Y claro, Hayame se había tragado el cuento y a su regreso, le habían saludado con la sorpresa de que ahora resultaba que su propio bebé solo era mitad suyo.

Mira nada más por donde salían a veces las sorpresas...

Al menos había aprendido a nunca más acceder a nada, ni a una goma de lapiz a nadie.

Volvió a fruncir el ceño mirando a Sagitas y por una vez, mostrándole los dientes como reflejo del hecho de que en verdad no se sentía nada contenta con aquellos sucesos.

-No se a muerto nadie, pero supongo que puede que en algún momento suceda- replicó en un tono bastante duro mas sin seguir a Sagitas a la sala, tan solo quedándose en la entrada: no le apetencía para nada el meterse en lo que había sido su antigua mansión que parecía reclamar su ausencia- hola Xell...

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La chica había estado moviendo lentamente sus pasos por detrás de su pareja desde que la viese salir de casa, solo intentando de tener el cuidado de no ser muy indiscreta y de que no la fuese a ver su novia; la propia Ashley le había comentado que cuando la vampiro estaba de mal humor era demasiado peligroso el estar tan cerca y la rubia estaba de acuerdo en que si había alguien que podría saber mejor que ella de esos asuntos, era la Peverell.

-Pero tal vez debimos detenerla desde antes que saliese de la casa

Le había susurrado a Ashley que iba a su lado, todavía aferrándose al brazo de esta con preocupación e intentando mantener el tono de su voz lo suficientemente bajito; aunque sabía que era imposible no ser escuchada ya que los vampiros tenían un oído más que fino

-No creo que nadie en esta mansión esté esperando que Hayame venga en plan de pelea aunque me parece ver que Sagitas ha sentido algo también

Suspiró levemente aliviada pero se mantuvo a distancia conforme veían como las otras dos mujeres hablaban con alguien en la entrada

-Mejor deberíamos quedarnos aquí

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http://i.imgur.com/7WhajUW.gif ♥ TE AMAMOS SAGITAS ♥

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La hermosa jovencita volteó la cabeza ante el apretón que percibía en su delicado brazo de porcelana y le dió unas ligeras palmaditas a la mano de su futura cuñada que parecía todavía más asustada que de costumbre y es que la Ryddleturn parecía que muchas veces le tenía miedo hasta a su pobre sombra, pobrecilla.

-Está bien, si Sagitas ya se está encargando de calmar a Hayame quizás nosotras estamos de más asomándonos a estos territorios.

Le decía la niña de angelical expresión y de ojos tan brillantes como un par de monedas de cobre bruñido, que destellaban como recién salidas de la forja, sonriéndole con suavidad y el sol reluciente en el claro de sus dientes con lo que podía despejar todas las sombras de dudas y de dolor que estuviesen acongojando a la pobre hechicera de campo que siempre parecía que podía hacerse de tiempo para sentirse angustiada por el destino de la bruja inmortal pero ella conocía lo suficientemente bien a Hayame como para saber que la más añeja de las hermanas podía enojarse pero también estaría bien, sobre todo si Sagitas estaba a su lado.

Pero eso no evitaba que luego diera un vistazo a toda la plenitud de los terrenos y se acercara a uno de los enrejados para pasar la yema de los dedos sobre este como si la fuerza de las memorias la estuviera aplastando contra el suelo.

-Extrañaba venir a este sitio, ¿lo sabías?

Le preguntó a Lisette dejando escapar un suspiro que reflejaba en mucho el lastimero estado de su dolor al saber que ese ya no era más el hogar de su hermana mayor.


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  • 4 semanas más tarde...

¡Ay, qué difícil es lidiar con Hayame! Me hacía sudar. Y eso que aún no había pasado lo peor, enfrentarnos a Reena. ¿Por qué pensaba que iba a ser "enfrentarnos"? Tal vez Reena estuviera positiva y dispuesta a ceder en el tema, seguro que no pondría problemas. Aún así, tenía pánico a aquel encuentro. Hayame me había enseñado los dientes.

 

-- Esconde la dentadura postiza, hermanita, no hace falta que me amenaces para que te tema.

 

Ni caso... Mi hermana entró como marabunta en la mansión y sólo cuando estaba dentro, saludó a Xell.

 

-- Perdónala, sobrina. Se levantó de mal humor.

 

Entré detrás de ella. No quería que destrozara la casa sólo para calmar su estado de ánimo, así que conseguí agarrarla un momento antes de soltarla. Me había parecido tocar un témpano de hielo.

 

-- ¡Demonios, mana! Estás helada. Nunca te había visto así. Ni en nuestros peores momentos pensé que podrías tratarme asi, como a los otros... Soy tu hermana y confío en ti. ¿Por qué no confías en mí cuando te digo que todo se va a arreglar sin problemas?

 

¿Tal vez porque ni yo misma lo creía?

 

-- Xell, entra, anda. Me da miedo quedarme solita con ella. Puede usarme de saco para calmar su ansia. Es broma. Hayame es una buena chica y es una buena madre, ejem... ¿Está Akira en casa? No sé si sería conveniente que viera a su mami un poquito para que se le pase este tono adusto.

 

Sonreí de mi estrategia. No podría comportarse como un ogro delante del niño y, por lo menos, no nos mataría mientras él estuviera presente.

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Era la primera vez que veía tan mal a las dos hermanas. Sagitas y Hayame siempre habían estado tan unidas que me daban envidia; por ellas siempre había deseado tener una hermana, mayor o menor pero cerca de mi edad, para compartir historias de esas que sólo compartirías con ella, ni siquiera con una madre cuentas según qué cosas.

 

Pero hoy me sorprendieron. Parecían enfadadas. Al menos la tía Hayame lo parecía.

 

- Pues la tía Haya parece que haya matado a alguien. ¡Oooh! - Ella acababa de amenazar a alguien con muerte y, por la mirada, me di cuenta que iba dirigida a Sagis o puede que a mi madre, a las dos juntas seguramente, por la conversación posterior. - ¿Qué pasó?

 

Mi pregunta no fue respondida. A lo lejos, descubrí que las tías Ash y Lisette parecían observar sin querer ser vistas. Les hice un ademán para que entraran y me explicaron. Algo intuía sobre la necesidad de ayuda para aplacar a aquellas dos fieras en casa.

 

- Mamá no está. - No quería confesar que mami Reena hacía tiempo que nos había abandonado y no sabía nada de ella. Estaba asustada por su desaparición pero aún no se lo había dicho a ellas.Yo tenía la esperanza de que volviera pronto. Aún no quería dar la alarma.

 

Hayame enseñó los dientes, algo que me asustó mucho, puesto que era la primera vez que la veía. Muchas veces no recordaba que ella era vampiro.

 

- ¿De mal humor? Si parece que vaya a comerse a alguien.

 

Las dos pasaron aunque parecían bailar. Primero Sagitas entró más lejos y Haya se quedó en la puerta. Cuando la cerré, fue al revés. Ella avanzó y Sagitas la siguió por detrás y la agarró por el brazo. Lo soltó deprisa y dijo que estaba fría. Allá pasaba algo raro.

 

- Entrar en la sala de la chimenea, está puesta y habrá calorcillo - no estaba segura de si los vampiros podían calentarse con un fuego de chimenea pero quería cortar aquella tensión fea que había entre las dos.

 

Sagitas le decía que confiara en ella, aunque no sabía sobre qué y después me preguntó por Akira. Algo que dijo sobre que era buena madre alertó mis sospechas. ¡Hayame venía por el niño!

 

- Akira no está. Se... Se lo llevó mami Reena.

 

Creo que allá iba a estallar una guerra que yo no entendía mucho.

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Algo me había despertado, pero miré alrededor. Las protecciones mágicas seguían intactas y no veía nada alarmante a nuestro alrededor, pero la sensación de apremio continuaba. Era una sensación rara en la boca del estomago, como cuando veía que Akira se iba a caer del sofá cuando intentaba subirse o bajarse y era mas pequeño.

 

Salí de mis mantas y me acerqué a él. Tenía el pelo alborotado, dormía plácidamente y cuando toqué su frente, pensando que pudiera ser que tenía fiebre, él abrió los ojos.

 

-¿Estás bien nubecita?

 

El asintió y se revolvió hasta que lo arropé de nuevo.

 

-Mami, ¿puedo ver a Xell otra vez?

 

Decirle que se volviera a dormir no era la solución, no cuando hasta yo misma tenía la necesidad imperiosa de ver a mi otra hija, porque si Akira estaba bien, debía ser Xell la que no se encontraba bien.

 

Le asentí al niño y se sentó rápidamente, arrebujado en la manta. La hoguera a nuestro lado nos mantenía calientes y aportaba luz suficiente, pero el fuego que yo iba a convocar nada tenía que ver.

 

Había sido una de las cosas que primero había aprendido, echaba de menos a la familia y era la única forma de mantenerme un poco al día. El ritual era bastante sencillo una vez le coges el truco y no tardé demasiado en hacer que de una mano a la otra hubiera una banda de llamas blanquecinas...

 

-Xell, Xell, Xell.

 

Esperaba no haber hablado demasiado alto como para despertarla, pero pronto la veríamos y nos quedaríamos tranquilos, o al menos eso esperaba, puesto que nunca había sentido aquella extraña sensación en el cuerpo de manera tan acuciante.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Brrr, malas noticias. Reena no estaba en casa.

 

Xell parecía completamente aturdida por nuestra presencia y por el estado de ánimo de Hayame. No lo podía culpar. No recordaba si le habíamos dicho en algún momento cómo Akira llegó a nuestra mansión, ni cómo Reena llegó a ser la Matriarca de la casa ni cómo Hayame tuvo que irse y me la dejó a mí... Ahora que lo pienso, todo un puro drama. Ahora Hayame se sentía traicionada por mí, por Reena y por cualquiera que amenazara su derecho a ver al niño, a tratarlo como un hijo.

 

-- No se comerá a nadie, te lo aseguro -- le contesté, aunque la verdad es que no podía jurar eso. Parecía que mi hermana podría destrozar medio mundo con el carácter que tenía en aquel momento.

 

Avancé hacia la sala, ahora que Xell insistía tanto. Esperaba que hubiera whisky de fuego porque me iba a beber un trago sin pensarlo. Necesitaba eso para darme fuerzas en aquel momento tan delicado. No iba a ir en contra de Reena, no iba a ir en contra de Hayame, no iba a dejar a ninguna de las dos de lado pero... ¿Cómo consensuar un fuego cruzado? En fin, a ver qué sucedía allá dentro.

 

En aquel momento, la sentí.

 

Vamos, no es que la viera, ni sintiera su voz, ni que hubiera notado que caminaba de puntillas para que nadie la viera. Quiero decir que la sentí, noté aquel hilo de sacerdotisa que te roza, como un hálito cálido que levanta un hilillo de humo, como cuando respiras y hace frío y sale un vaporcillo. Pero aquello era sobrenatural.

 

-- ¿No decías que Reena no estaba? Pues la noto. Está cerca.

 

Y por cerca me refería a su esencia, no a ella misma. Sí, algo raro de explicar si no eres sacerdotisa.

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La imagen por fin se centró, la cara de Xell no transmitía ni tranquilidad ni buenos presagios. Siempre que había abierto ese portal de visión, su rostro era sereno y verla dormir transmitía mucha paz, pero en aquel momento había nerviosismo y miedo.

 

No entendía nada, miré a Akira por si se había alarmado pero tenía la cabeza ladeada y miraba muy concentrado la escena, giré la visión y en ella apareció Sagitas, que tenía cara de circunstancia.

 

-¿Por qué tienen miedo?

 

-No lo sé, voy a buscar el motivo...

 

Me levanté y empecé a caminar orientando mis manos para ver mas allá de mi hija, si había alguna amenaza tenía que verla para poder ayudarlas.

 

En escena apareció una pelirroja, que en un principio no reconocí, el enfado era patente en su rostro, pero esa forma de moverse me dejó estupefacta. Yo la conocía. La conocía muy bien. Era parte de mi doloroso pasado y si no supiera de su condición vampira no hubiera creído lo que veía, pero allí estaba la hermosa Mariposa de mis días felices, enfadada como nunca.

 

-Hayame... -susurré y mis ojos se desviaron al niño que seguía observando mis movimientos.

 

-¿Qué pasa con mamá?

 

-No lo sé, cielo.

 

Mientras veía como se movían por la escena iba pensando en cómo comunicarme con ellas, si Hayame estaba en la mansión y mi tía y mi hija tenían miedo, debía saber a ciencia cierta que malas intenciones tenía la pelirroja para con ellas, porque bien podía ser que no fuese la misma mujer que yo había perdido hacía años.

 

De la que bajé la mirada para no perderme lo que ocurría, observé que la cara de Sagitas había cambiado ligeramente y parecía buscar algo alrededor. Tuve la certeza de haber sido detectada y esperaba no haber empeorado la situación que estaba visionando.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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  • 2 semanas más tarde...

En cuanto dije que Akira estaba con mami me sentí mal. Aquellas dos iban a liarla en la casa. Sabía que la tía Sagitas intentaría calmar a la tía Hayame pero yo la veía con una aura fea, muy irritada. Así que me apreté las manos con algo de miedo mientras esperaba que Taga me hubiera hecho caso y hubiera puesto algo de comer en la sala. Sagis decía que ella no se comería a nadie pero... no estaba del todo segura.

 

Entré tras ellas y fue cuando sentí una aire fresco y natural, de bosque. Lo aspiré y me recordó a mi hermanito y a mami. La pregunta de la Tía Sagitas me sorprendió acordándome de ellos, como si estuviera a mi lado.

 

- ¿Tú también la notas...? ¿Cómo...?

 

Lo supe tan rápido como como lo pregunté. Sentí algo de envidia y de vergüenza: Reena era una gran hechicera y dominaba artes que, para mí, estaban vedadas. Aquella forma de comunicarse entre ellas me producía estupor. Alguna vez lo había intentado pero, desde que ya no tenía a la tía Cye conmigo y mami estaba lejos, mis poderes de sacerdotisa había ido disminuyendo. Era difícil practicar magia del clan si no tenía con quién ensayar. Era una excusa, por supuesto, tenía libros a mi alcance y podría practicar en el confesionario pero... Me hubiera gustado practicar con ella, como antaño.

 

- La tía Hayame está aquí, mami - murmuré. Sabía que, si era cierto que ella estaba cerca, observándonos, entendería mi mensaje,

 

Saqué una silla y me senté en ella. Ante todo, conversación civilizada, si es que podia darse.

 

- Tía Hayame, tía Sagitas, tomar asiento y decirme en qué puedo ayudaros. ¿Unas pastas de té, quizás, para ir abriendo apetito?

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A sabiendas de que estábamos en un lugar seguro, puesto que las protecciones de la cueva eran varias, dejé la escena que observaba y miré a mi pequeño.

 

-Cielo, recuerdas lo que tienes que hacer si sientes peligro?

 

-Si mami.

 

-Voy a meter la cabeza en la hoguera, para ver mejor que es lo que pasas, qué tienes que hacer tu si hay peligro?

 

-Tocarte y desaparecer a un lugar que ya hayamos visitado.

 

-Y si no puedes tocarme?

 

-Escapo al lugar secreto.

 

Le sonreí con cariño y le di un beso en el pelo. Era un chico muy listo y aunque ahora estábamos a salvo, todo podía cambiar de un segundo a otro, por lo que saber que estaba despierto y que conoce el plan a la perfección, me daba cierta tranquilidad.

Luego me giré a la hoguera de nuevo, cogí la bolsita de polvos flu y con un pellizco en los dedos, pronuncié palabras antiguas mientras derramaba la sustancia, luego, de rodillas, metí la cabeza en el fuego y observé. Sabía que salvo que se fijasen bien no repararían en que mis facciones se dibujaban en el elemento, pero al menos de esa forma podría hablar, de necesitarlo.

Sentí cierto orgullo de que la joven Xell se mostrase tan serena como para ofrecerles asiento y galletas a Sagitas y a Hayame, Era digno de elogiar porque yo sabía que el ambiente no era ni de cerca, lo favorable que me gustaría. Aunque si se ponía la cosa fea la protección de la casa ante intrusos y las instrucciones que tenía mi elfina para con mi hija, harían que el peligro fuera menor.

 

Desde mi nueva posición en la chimenea, podía ver perfectamente el panorama y Taga estaba en una esquina mirándome, con una bandeja en las manos. Le hice señas para que no dijera nada sobre mi.

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