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Galería de Arte-Rindo (MM B: 109841)


Tamarindo
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Sísifo:

 

 

 

 

Leah se retiró, dejándome solo con mi nerviosismo. Era extremadamente raro que me ruborizase, casi imposible. Mis procesos orgánicos se habían detenido en el momento de mi transformación, y reactivarlos requería de una fuerte carga emocional. La observé a distancia, contemplando un paisaje parisino. Me embargó la nostalgia, trasladándome a aquellas noches sórdidas en pensiones de luces tenues, repletas de ceniza de cigarros, botellas de vino, cuadernos desordenados... mis meses en París habían sido una completa entrega a la lujuria, la irracionalidad, el alcohol y el arte. La vida bohemia.

 

Escuché su proposición, y sin poder evitarlo, sentí cómo se enrojecían mis mejillas. La sangre concentrándose en aquellos capilares adormecidos por la muerte. Me acerqué a Leah con cautela.

 

––¿Qué es exactamente lo que tienes en mente? ––Inquirí, alzando una ceja. En ese instante me estaba sometiendo tácitamente a sus deseos. Mentiría si negara que mi posición de inferioridad respecto a ella me atontaba. Se sentía como un cosquilleo en las tripas. Literalmente, podía darme órdenes. No estaba acostumbrado a las jerarquías, pero me fascinaban. Y encontraba atractivo relacionarme de esta forma con un alto rango de La Marca.

 

Sacudí la cabeza, apartando aquellos pensamientos. Me sorprendí a mí mismo arrastrándome por los excesos de la lascivia, que manipulaba a su antojo mi imaginación. Yo, como siempre, funcionaba por extremos. Oscilaba entre la ternura y la sensualidad, el amor y lo obsceno. Mi personalidad, tan dicotómica.

 

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¿Cómo es que le gustaba tanto?

Otra vez se mordió el labio, sin poder evitarlo, cuando lo vio ruborizarse. Le encantaba. Su aire de inocencia despertaba algo en ella que podía considerarse inapropiado pero a ella la tenía sin cuidado. Estiró la mano para que la tomara y acortó la distancia en una elegante zancada de bailarina, sus cuerpos chocaron con una pequeña descarga de electricidad que la hizo sonreír. Admiró de cerca ese rubor, lo recorrió con los dedos, pero también se tomó un instante para mirarlo a él de cerca. Sus facciones eran tan delicadas, creía haberlas visto alguna vez.

-Quería proponerte ir a un lugar menos iluminado -en principio era una mentira, porque se le acababa de ocurrir, pero la idea no le sonaba para nada descabellada en ese momento-, para hacer otras cosas. Otra cita. Si quieres, claro.

El hilo de doble sentido que había en sus palabras podía percibirse claramente pero, en realidad, se podía ver que quería pasar más tiempo con él. Incluso la forma de tocarlo era suave, como si temiera romperlo. Era un poco difícil, era más alto que ella y más allá de la fuerza que había acumulado con sus batallas, estaba segura de que era más fuerte que ella. Pero aún así, lo trataba con cuidado. Insomnia, lo había llamado antes. ¿Por qué?

-Aunque esta vez tendrías que elegir tú -sonrió, esperaba que quisiera.


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Sísifo:

 

 

 

 

Leah se acercó a mí de una zancada, chocando. Sentí la tensión del calambre que produjeron nuestros cuerpos. Una fina línea de luz recortaba su rostro, idealizándola como una montaña durante una puesta de sol, otorgándole la belleza de todo lo inaccesible. Sus dedos estilizados, recorriendo mis mejillas, hicieron que se me erizase el vello de los brazos.

 

––Cla-claro ––tartamudeé, inquieto de repente. Me sentía como un adolescente apunto de perder la virginidad con el amor de su vida, algo completamente carente de sentido si lo comparábamos con mi experiencia, pero justificable teniendo en cuenta mi personalidad––, así podremos hacer las fotografías que quieres.

 

Decidí deshacerme de aquel nerviosismo infantil y dejarme llevar por la impulsividad, más efectiva en aquellos casos. Pero algo me advertía de que no me sería tan fácil con Leah, que conseguía cortarme la respiración con un leve movimiento. Sus ojos brillaban como una gema preciosa, verde salpicada de puntos como los hilos que sostienen un botón, y la expresión que circulaba en su mirada anunciaba sus pensamientos.

 

En mi cabeza se cruzó un recuerdo que estaba seguro de no haber vivido. Probablemente se trataba de un sueño. Estábamos los dos bajo una cascada, besándonos apasionadamente. Me inundó la nostalgia y noté la humedad en mi pelo, como si efectivamente el agua cayese sobre nosotros con la misma violencia de nuestro deseo. Acaricié su mejilla.

 

––Es como si ya te conociera. ––Balbuceé. Ya conocía aquella sensación. Me perseguía desde que había llegado a Ottery, pero en ese instante decidí no darle importancia, y atribuirle un relato romántico sobre el destino de las almas.

 

––Vamos.

 

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Había olvidado el tema de las fotografías pero la idea, entremezclada con lo que estaban hablando, no era ni descabellada ni desagradable. Le causaba una sorpresiva curiosidad. Todo en él lo hacía. Y viniendo de ella, era toda una novedad. Se le hacía rara su altura, la textura de la piel en su rostro, ligeramente rasposa por el vello facial, la fuerza en sus brazos o la superficie de su abdomen. Todo era tan distinto a una mujer que sentía que era la cosa más inexplicable del mundo que lo encontrase atractivo. No era simple lujuria, ni un entretenimiento, era que realmente le gustaba.

Volvió a buscar el contacto completo de su mano cuando le brindó esa caricia, pero el gesto duró apenas un instante, lo que él tardaba en decir unas cuantas palabras. La frase la atravesó y llegó a lo más profundo de su ser. Ella sentía exactamente lo mismo, porque ya lo conocía. A través de alguien más, alguien que encajaba con perfecta armonía con todas las cosas que ella miraba él y se preguntaba cómo le gustaba. En Oniria. Y lo sabía muy bien. Besó su pulgar cuando ya retiraba la mano, casi como una disculpa, como si el hecho de que él no fuera capaz de entender lo que ella sí, de pronto, fuese culpa suya. Porque en parte lo era. Se había metido entre dos Doppelgängers y lo más curioso era que, si los valoraba en una balanza, no podía decir cuál de los dos le gustaba más o menos.

-Vamos, Sísifo José -bromeó, sosteniendo su mano como una amante común.

¿A dónde la llevaría? ¿Tal vez a un sitio que confundiera aún más a su cerebro? Ella era consciente de que eran dos personas diferentes y de que estaba mal, todo lo que estaba haciendo estaba mal. Pero... la verdad era que no los diferenciaba. Parecían la misma persona, eran la misma persona. Creía estar enamorándose, dos veces, de la misma persona. Y probablemente terminaría esparciéndose como los restos de una supernova en el espacio, rota por algo tan grande que no se podía contener.

¿Quién lo diría?


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  • 3 semanas más tarde...

¿Cuanto hacia que no entraba aqui? Mas de un año. Asuntos bastante complicados me habian retenido fuera de Inglaterra. Mi familia habia aumentado, sensiblemente, y mis muchos negocios me habia absorbido mas de la cuenta.

 

Todo estaba, mas o menos, igual. Bueno, no, Tamarindo estaba aun mas hermosa. Tenia el nerviosismo de costumbre a la hora de trabajar en su negocio. Aun recuerdo, con cierta nostalgia, el retrato que me hizo. Creo que capto con su trazado, agil y firme, la personalidad que emanaba de mi rostro.

 

Guardo mi retrato en mi casa. Preside el salon y, cuando mis amigos lo ven siempre me preguntan por el autor.

 

Entonces, con un cierto orgullo en mi voz digo: es un Tamarindo.

 

Y todos quedan admirados.

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  • 2 semanas más tarde...

El despiste de un mes me trajo de vuelta a mi negocio, a abrir de nuevo mis puertas y decirle a la gente que podrían volver a entrar y encargar sus cosas...

 

Pude un cartel fuera que anunciaba que se hacian retratos, para ver si alguien volvia por aqui, despues de tenerlo cerrado tanto tiempo... sé que se pasaron algunos... hasta parece que hubo una cita ¿romantica? en mi local en este mes y medio que estuve medio ausente, menos mal que no pasó nada del otro mundo... pero le dieron vidilla un tiempo a este sitio... y tambien se habia pasado mi amigo ¿Manuel? uy, que cabeza la mia, que ya no recuerda realmente su nombre... pero de su retrato no me olvido en absoluto... fue uno de los mejores que hice hasta ahora... sin duda alguna... guardaba una fotografía de él en algun lado de mi taller, porque era importante tener documentados los cuadros que hacia.

 

Era un dia con niebla por el callejón, por la maana digo, luego seguro que se disipa... (?) asi que entré con mi café con leche calentito con caramelo y nata, asi bien rico él y me dispuse a encender las luces y poner todo a punto para recibir a los clientes de hoy, aunque solo sean ojeadores que no vienen a por un encargo ni a preguntarme nada, por que a fin de cuentas, es una galería de arte, un sitio donde la gente va a observar mis cuadros por gusto, sin tener que comprarlos o hacer encargo...

 

Un dia mas por delante... me senté en el sofá y me puse a dibujar garabats sin sentido mientras daba sorbitos a mi café.

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No es que crea que mi hijo es un talentoso pero cuando llegué a casa y vi aquel hermosísimo cuadro que había hecho, se me cayó la baba. Por supuesto, le di un premio y le dije que iba a enmarcarlo. Una es orgullosa y aquel dibujo era una gran muestra de arte. Y hablando de arte, pensé enseguida en Tamarindo, quien seguro que me podría ayudar para enmarcar el pergamino. Seguro que ella estaría tan maravillada como yo con la muestra pictórica de mi hijito.

 

Es por eso que le dije a Harpo que preparara un par de galletas de canela y chocolate para llevar a Tama, algo que siempre le gustaba, así tenía una excusa para entrar en la galería y enseñarle el gran dibujo. Cuando me dijo que tenía que hacerlas porque no tenía, me extrañó porque , ¿seguro que no guardaba un par de galletas por ahí? Qué raro.

 

-- Bueno, pues hazlas lo más rápido que puedas. Déjala medio crudas que ella se las come de un trago y no le importa como estén. Te espero en la galería. Yo voy por delante, ¿de acuerdo, Harpo?

 

Como no estoy acostumbrada a que me lleve la contraria, directamente salí de la cocina y me dirigí hacia Diagon, en busca del local de mi amiga. Como había estado tantas veces, no me costó nada entrar en la galería y buscarla. Estaba en un sofá, haciendo dibujos, algún boceto de encargos o tal vez sólo por gusto.

 

-- Hola, amiga. ¿Qué tal estás? Te traigo un dibujo para que me ayudes a enmarcarlo. ¿A qué es lindo? Lo ha hecho Ithilion y muestra al niño volando con el dragón de la mansión Potter Black...

 

Había orgullo en mi voz, por supuesto...

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La sorpresa fue grata cuando me encontre, levantando al vista, a mi buena amiga Sugus de fresa (hoy cambio, hoy quiero fresas jaja) delante de mi enseñandome orgullosa con los brazos estirados un dibujo de su hijo... otro miembro de su familia al que no sé aprenderme su nombre... ixilón creo que era... da igual, ella me quiere de todas formas auqnue no me aprenda sus nombres (?) Hasta a ella la llamo de otra forma... Qué cosas...

 

--¡¡¡Hola!!! Que alegría verte por aqui. Que me traes... Wualaaaaaaaa

 

Agarré el dibujo, delando los mios sobre el sofá a mi lado, me levanté y admiré la obra de si pequeño. Era muy expresiva.

 

--Se ve clarisimo que hay un dragón, lo que no logro saber es si quien cabalga es él u otra persona de tu familia... Ahi ya no sé distinguirlo, pero es un dibujo precioso, y en rojo, para que tenga fuerza y vitalidad. Tu niño será un gran artista si sigue así.

 

Si si, estaba convencda de que eran los primeros pasos de un gran artista.

 

--Pues de marcos yo no soy, yo los llevo a uno de confianza que tengo, puedo llevarle el tuyo de mi parte y asi te hace mi descuento... Te lo tendría en unas horas si lo pillas de buenas, es un mago algo cascarrabias y si no está de humor, no hace nada. Pero deja las cosas impolutas, y siempre elige un marco que le va de maravilla. Así que yo confio en él. Quieres que se lo lleve?

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Soy Harpo:

 

El elfo estaba muy ocupado en las cocinas, preparando el menú del día. Los elfos correteaban de un lado a otro, obedeciendo sus órdenes para evitar su mal humor. Era un elfo a quien le gustaba todo hecho y cuanto antes, sin esperas. Cuando la ama Ssagitas entró en ellas, todos se detuvieron para escucharla hasta que el elfo ordenó continuar.

 

La matriarca pedía galletas para una amiga suya y el elfo cambió por completo. Cuando le dijo que le diera dos galletas para ella, el elfo dijo que no tenía. Era extraño, había galletas de una hornada de hacía unos días y aún estaban buenas pero el elfo lo negó. Dijo que sí que haría alguna y esperó a que se fuera la Ama.

 

- ¡Todos a trabajar! Hay que hacer las mejores galletas que hayamos hecho jamás. Son para la gran Tamarindo. Me salvó la vida y le daremos las galletas más sabrosas del mundo.

 

Los elfos y elfinas dejaron todo y consiguieron hacer muchas galletas de chocolate y canela. Harpo escogió las mejor hechas y las que mejor olor tenían y el resto las dejó para la casa. Las puso dentro de una gran cesta ornamental y después se desapareció. Apareció en la entrada y caminó hacia Tamarindo, sin saludar a la ama Sagitas, por insinuar que le diera dos galletas pasadas

 

- Señorita Tamarindo, es un placer encontrarla. Le traigo un detalle mío, no de la Ama Sagitas, que ella quería darle galletas atrasadas. Espero que le guste.

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He de reconocer que guardé el aliento hasta que ella habló. Noté que lo miraba y sus palabras me llenaron de alegría. Sonreí de manera que casi me sale de la cara.

 

-- ¿En serio crees que será un gran artista? No sé si es lo que quiero para él pero... ¿de verdad tiene talento...?

 

Yo miré de nuevo el cuadro y pensé lo que había pensado al principio: Ithilion era grande.

 

-- Yo creo que es él quien está montando el dragón, aunque también podría ser Matt. Draco sólo permite que mi hijo mayor lo cabalgue sin ponerle pegas. Al resto siempre intenta tirarnos desde lo más alto. Así que puede ser él o su hermano.

 

El cuadro, explicado por una artista, tomaba fuerza. Así que pintar en rojo era por eso y no porque sólo tuviera ese color en su cuarto... Arrugué al ceño cuando me dijo que era no ponía marcos. Miré de nuevo el pergamino.

 

-- ¿Es de fiar? Mira que si lo rompe me muero. Es un documento único... Aunque si tú confías en él... Hum... -- Volví a mirar el dibujo y tuve que decidirme, claro... Dejarlo entre las páginas de un libro podría hacer que se estropeara, era mejor un cuadro, por supuesto... -- ¿Un viejo cascarrabias? ¿Le conozco...? Ahora que pienso no, no conozco a ninguno y... Sería interesante... Si tú confías en él, llévaselo.

 

Fue entonces cuando nos interrumpieron. Harpo entraba y ni me miró. Arqueé una ceja, no por ese comportamiento sino por la linda cesta de galletas que traía. Abrí la boca, sorprendida por lo que había dicho de mí.

 

-- ¡Yo no quería darte galletas atrasadas... ! Sólo pregunté si teníamos para traerte y le dije que te horneara nuevas... Oh, Harpo, eres cruel conmigo, yo no soy nada mala...

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