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Prueba de Metamorfomagia #1


Amara Majlis
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Parecía que aún faltaba mucho para poder llegar al final de aquello pero, al cruzar otro corredor dentro de la pirámide, di con otra cámara como la anterior. En esta ocasión, había otra cosa en medio de ella y solté un grito espantada cuando comenzó a tomar forma. Retrocedí hasta tocar la pared, lo que indicaba que la entrada por la que había traspasado hacía un momento ya se había sellado y no había forma de retroceder. Sentí mis piernas flaquear ante lo que se estaba formando frente a mis ojos y, cuando la loba gigante tomó forma por completo y me mostró sus dientes llenos de sangre, volví a sentir pánico.

 

Sabía que se trataba de un boggart. Sabía que era la segunda vez en menos de un mes que tenía que vencer uno y me preguntaba por qué los Arcanos y los Uzza eran tan retorcidos como para jugar con mi mente de esa forma. Pero no daría el brazo a torcer, no ahora que ya había llegado tan lejos. Levanté la mano con la varita y apunté justo en medio de los ojos esmeraldas del lobo. Sabía por qué estaba allí, porque era mi mayor temor: tenía miedo de volver a perder el control como lo había hecho hacía mucho tiempo. La mano que no sostenía la varita se dirigió automáticamente al relicario que me había regalado mi madre y suspiré. Ya no tenía por qué ser una transformación descontrolada, ya no tenía por qué temerle a la bestia interior.

 

-Riddíkulus- dije, apuntándole al boggart. De inmediato, la loba se achicó hasta no ser más que una tierna cachorrita y desapareció tras una columna. Así es como debía tratar a mi temor, como algo pequeño e insignificante que no tenía por qué asustarme más.

 

Otra puerta se abrió delante de mis ojos y continué mi camino, aún con la varita fuertemente agarrada. Había otra recámara detrás y allí estaba Amara junto a Zack e Ishaya, quienes parecían tan consternados como yo, aunque no lo demostraran tanto. La Arcana nos dijo que era momento de tomar otra decisión y nos preguntó si habíamos leído en qué consistía la prueba. Yo asentí secamente y esperé a que nos diera más indicaciones. Amara se dirigió a unas pequeñas columnas que estaban a la altura de la cintura y tomó tres anillos de encima de una de ella, acercándolos hasta nosotros. Los tres anillos poseían el mismo símbolo, aquel que había visto en el despacho de la Arcana antes.

 

Continuó hablando y nos indicó que ahora no había vuelta atrás, que habíamos tomado la decisión de seguir y tomar la habilidad. Las puertas a nuestro alrededor giraron un momento y luego desaparecieron, dejando una sola, donde brillaba en tonos violáceos y lilas el mismo símbolo de los anillos. Amara se extendió en una explicación sobre el peligro del portal y la forma de salir de él si decidíamos abandonar y, cuando estaba por preguntar de qué forma íbamos a salir si no teníamos conciencia de ello, ella respondió a eso sin que yo tuviera que decir ni una palabra. Los anillos, como siempre.

 

Miré le mío, intrigada, perdiendo el hilo de lo que la Arcana decía. No era como el de Amara que parecía de plata, con un diamante en medio. El mío era negro, totalmente de negro, como si estuviera hecho de fría obsidiana en vez de algún metal como oro o plata. Dos finos ligamentos se unían para conformar la piedra central que era una esmeralda, tan brillante como mis ojos con la luz del sol en primavera. En medio de la esmeralda, el ouroboros giraba incansablemente, como si estuviera vivo, en un ciclo sin fin. Aquel era mi anillo ligado a la habilidad.

 

Levanté la vista al tiempo que la mujer que nos guiaba se acercaba a la puerta y la hacía desaparecer para mostrarnos una brillante luz al otro lado. Era eso: o atravesarla o retroceder. No podía detenerme y crucé el portal justo detrás de Ishaya.

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Cuando abrí mis ojos nuevamente, me encontraba frente a Mirshka, en posición defensiva desde el otro lado de la habitación. Había llegado hace un par de días atrás a mi natal Francia en su búsqueda y, después de todos los tratos que había tenido en la red clandestina de ayuda ministerial, quienes hacen el trabajo sució, pude llegar hasta el castillo de la familia Dupont con la ayuda del fantasma de su hermana, Anya, quien había tenido contacto conmigo desde hace años prediciendo ese momento.

 

Tenía mi varita alzada frente a mi, a pesar de que quería ayudar a ese joven, no podía poner en riesgo mi vida y mi seguridad, no hasta que pudieramos mantener una conversación civilizada. No me sorprendía que no sostuviera varita, su condición demoniaca lo habían vuelto un tanto arrogante.

 

- ¡Dije que te largaras!

 

Su voz sonaba como un profundo gruñido, hablando al mimso tiempo que se encorvaba un poco y mostraba su filosa dentadura, una iamgen típica de cualquier predador.

 

- Solo quiero que me escuches...

- ¡No tienes nada que decirme que me importe!

 

Si, momentos antes había llegado como cualquier otro mago perdido en el bosque para atraer su atención, pero al ver una respuesta de mi parte bastante ágil lo puso en duda acerca de mis intenciones y dejó de atacar para presentarse como lo que alguna vez fue y quería seguir siendo: una persona civilizada.

 

- Si no lo haces por mi, hazlo por Anya.

- ¡Anya está muerta!

 

Un grito fue acompañado de un rápido movimiento, afortundamamente había activado un poder de paladín, el de sigilo, para que agudizara mis sentidos y, aunque no respondía con la misma velocidad, me daba el amrgen de defensa exacto para que no terminara con heridas mortales. Un simple confundus fue suficiente para darme un poco de tiempo, moverme de lugar, para realizar un salvio hexia para que mermara sus ganas por romperme los huesos en mil pedazos y, por último, titempos para mantenerlo congelado en sus diferentes ubicaciones para quitarme de su camino.

 

Sabía de antemano que lo primero que debía de demostrarle era mi ímpetu por su persona, porque no podría agotarlo por su condición, y agradecía ser líder de la Orden de la Mano de Plata y de la Orden del Fénix para utilizar mi conocimiento en hechizos especiales, poderosos y prohibidos ante la comunidad mágica para llegar a mi objetivo. Un camino difícil, sin duda alguna, pero que estaba dando resultados.

 

En varios momentos de aquella batalla aparecía el fantasma de Anya, ayudándome a distraer al vampiro para que se lanzara contra ella debido al coraje que estaba acumulando en esa situación, hecho que me daba por entendido la pasión que le generaba el encotrar ayuda cuando menos la había pedido.

 

- Se como regreses a tu forma mortal.

- ¡Deja de mentir!

- ¡Por Merlín que no te estoy mintiendo, sino ya te hubiera dejado fuera de combate! - Mis palabras sonaban duras, retadoras, provocando la reacción que quería. - Vivirías en mi cuerpo, es posible, sé que eso lo entiendes al menos.

 

Y así era, escondiéndose de mi mirada. Aproveché esta oportunidad para seguir hablándole, esperando lograr hasta sus deseos primarios y que aceptara mi propuesta.

 

- Puedes recuperar tu vida que ha quedado congelada en el tiempo, Mirshka, puedes corregir todo aquello a lo que te empujaron a realizar. Eso es lo que tu linaje quería, lo que tu querías cuando todo esto pasó.

- ¡Solo cállate!

 

Su rugido sonó aún más fuerte que los anteriores, pero su voz se quebraba al final. Estaba en lo correcto.

 

- Te ofrezco no solo mi cuerpo, sino mi vida... mi alma.

 

Hubo un silencio durante unos minutos que reinó en aquel lugar, apenas y se escuchaba mi respiración que llevaba casi el mismo ritmo del palpitar de mi corazón. Después, apareció entre las sombras confundido, extrañado, pero apartado... tomando su espacio.

 

- ¿A qué te refieres?

- Necesito irme de este mundo, - le dije con total honestidad - solo así puedo continuar avanzando. Sé que has oído hablar del extinto clan de los Ishayas, sé que estuviste al pendiente del ataque de las cinco bestias del infierno que trajo Dalixan y sé que ingresaste a la biblioteca secreta de aquellos antiguos magos... yo soy quien te puede ayudar en este momento, solo observa...

 

Y en seguida todo mi cuerpo comenzó a cambiar de estructura hasta ser un reflejo de Mirshka. Mi cabello se convirtió en abundante, corto, del mismo rubio que el de él; bajé de estatura, unos cinco centímetros; mis ojos se tornaron violeta azulados, pálidos; toda mi fisionomía era una copia de él, hasta el más mínimo detalle. Mirshka se acercó, al fin, lentamente mientras algo brillaba en sus ojos. La esperanza.

 

- Sé que si utilizo la metamorfomagia hasta cierto nivel, con unos conjuros de los Ishayas, podrás pasar a mi cuerpo...

- Pero tu quedarás sin uno.

 

Su interrupcion provoc+o una sonrisa en mi rostro.

 

- Al fin lo entiendes.

 

No discutió más, no entendía por qué deseaba sacrificarme por él, un completo desconocido. Mirshka Dupont llegaría a mi cuarpo y Adriano Wallace dejaría de existir, cerrándose la habilidad mágica por completo para que esta nueva transformación fuese la única real en la nueva identidad que tomaría el francés, siendo esto únicamente posible por estar relacionados por sangre, al ser el único familiar vivo que existía.

 

- Gracias.

 

Fue lo único que dijo indicándome así que procediera, le tomé las manos y comencé a realizar los cánticos necesarios para iniciar la transformación y dejar de existir en este plano terrenal. Cerré los ojos y setpi mi energía desvanecer...

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Amara observó como uno a uno los aspirantes a poseer la habilidad de Metamorfomagia iban ingresando al portal. El primero, había sido Zack, el segundo Ishaya y por último Cissy, que se había tomado el tiempo necesario para llegar hasta la pirámide y la habitación de las siete puertas. La prueba, había iniciado y con ello su papel como observadora, gracias al anillo que portaba en la diestra, que la distinguía como Arcana y poseedora de la habilidad.

 

Las pruebas para Zack habían iniciado sin contratiempos, parecía ir todo bien, iba saltando uno a uno los obstacúl0s con total confianza y seguridad, sin perder la calma y el juicio de que era lo que tenía que hacer; utilizar la habilidad que había aprendido a desarrollar en los últimos días. Con una media sonrisa en los labios, observó como curaba a una fémina, y la ayudaba a que la piel que segundos antes estaba llena de cortes, quedará completamente sana.

 

Sin duda, estaba aprendiendo y se favorecía de sus conocimientos, sin embargo, la situación cambio, en cuanto desapareció el cuerpo de la bruja y delante de él, aparecieron los cuerpos semi desmembrados y casi sin vida de Liam Hawthorne y Mónica Malfoy, dos magos de gran valor sentimental para el mago, ¿qué sería capaz de hacer por ellos? realmente podría salvarlos, y preservar su vida? o ¿solamente se vengaría de aquella organización mágica que los había atacado? Eso era algo que el Ivashkov tendría que decidir.

 

Cambiando su atención, a los pasos de Ishaya, que se encontraba en esos momentos en una guerra con un personaje bastante peculiar, ¿era Adriano? al parecer sí, porque discutían entre ellos sobre la posibilidad de cambiar de apariencia y lograr que uno se quedará con el cuerpo del otro, era bastante interesante lo que ocurría en esa parte de la discusión, sin embargo, eso no fue lo que realmente llamó la atención de Amara.

 

Sino, el momento en el que Adriano dejaba y comenzaba a ceder por completo el cuerpo a Mirshka y se hacía a un lado para que este tomará por completo posesión, ¿sería posible eso? no, no lo sería puesto que en esos precisos momentos, en los que Ishaya creía que había logrado vencer a Adriano, este reapareció con una sonrisa maliciosa en los labios.

 

— ¿En serio creíste que iba a ser tan fácil? ¿Por qué lo iba a ser? —preguntó Adriano sin poderlo evitar.

 

Mientras tanto, si Ishaya quería continuar con los rituales, tendría que darle la solución a Adriano y conseguir terminar con los cánticos que había iniciado segundos atrás. El Tonks, iba bastante bien en su prueba, no podía negarlo.

 

Había llegado el momento de concentrar su atención en Cissy, en saber que era lo que enfrentaría como primer prueba la bruja, puesto que el portal parecía aun tomar la decisión sobre cuál sería su primer reto a cumplir.

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Satisfecho con su último trabajo, además de ligeramente agotado, el hombre cerró los ojos procurando encontrar paz interior y así proyectarla a todo su cuerpo de manera que pudiera seguir avanzando y deshacerse de aquellas ganas de tumbarse en el suelo. Una vez hubo observado los cambios en su anillo, se le presentó un nuevo reto, esta vez más difícil que el anterior aunque con cierta similitud.


A penas observó el cuerpo de Mónica cubierto con un traje de baño de dos piezas, bañado en sangre y casi desmembrado, corrió en dirección a la bruja. Todavía las luces de la sala blanquecina lo cegaban en ocasiones, pero pudo llegar a su destino. Se inclinó observando los daños mientras pensaba en la solución más fácil para aquello. De nuevo tendría que sanar a otra persona haciendo uso de la habilidad. Solo esperaba no derrumbarse por el cansancio que eso le provocaba.


Con una imposición de manos en cada zona afectada, uniendo con fuerza las extremidades casi totalmente separadas, el cuerpo de su madre adoptiva comenzó a sanar progresivamente. Él solo tenía que imaginar piel sana, recordarla en sus mejores momentos y de esa forma restablecer el daño que alguien había provocado en su cuerpo. Lo enojaba extremadamente saber que alguien pudo afectarla de esa manera con quién sabe cuántos hechizos, pero más aún que la hubieran debilitado tanto antes como para que se dejara hacer todo eso. Estaba claro que la habían manipulado, pues ella era una bruja poderosa y hubiera evitado quedar así de mal.


Al cabo de unos segundos su piel se restituyó por completo, permitiendo que la pelirroja quedara sana. Esa vez, curiosamente Zack no se sintió más cansado, y comenzó a comprender la situación. Cuando hacía aquello con cariño, su cuerpo no asimilaba tanto la descarga de energía. No podría andar por la vida sanando a todos de esa forma sin sentir un mínimo afecto por la persona dañada, de lo contrario quedaría agotado.


Desplazó su mirada al suelo sin intercambiar palabras con su madre justo antes de que desapareciera y en su lugar apareció Liam malherido. La quijada de Zack se cayó entreabriendo su boca ligeramente. Sus mejillas se ruborizaron de la misma rabia que lo afectaba cuando veía que atacaban al Hawthorne en asaltos. Estaba claro que su sentido de protección lo ponía débil con sus personas queridas.


Liam tenía el torso descubierto dejando a la vista todas sus heridas. Su brazo izquierdo casi se separaba por completo del resto del cuerpo, al igual que la pierna derecha, justo donde una abertura en el pantalón dejaba en evidencia otro casi desmembramiento. Desesperado por poder curarlo y presionado cada vez más por sus quejidos de dolor, impuso sus manos sobre cada zona afectada sanándolo, dejando de última la zona del pecho.


En sus pectorales las heridas eran más leves, por lo que al tocarlas su piel se restableció rápidamente. Pero le costó más una abertura en el abdomen casi tan profunda como su brazo y pierna, ahí donde el tatuaje de la marca tenebrosa se veía oculto por la sangre. Tuvo que rebuscar en su mente recuerdos de aquellas zonas de piel para concretar la curación. Y al hacerlo, milagrosamente el patriarca Ivashkov se sentía más enérgico.


Sus intenciones con el Hawthorne eran tan puras que su habilidad parecía detectarlo. Tal como sucedió con Mónica segundos antes, pero con una intensidad superior, su cuerpo asimiló de mejor forma la proyección de la metamorfomagia para ayudar a sus seres queridos. Al notarlo esbozó una sonrisa sosteniendo la mano del Hawthorne y plantó un beso en sus labios. El último gesto se acabó en cuanto su cuerpo fue desmaterializándose.


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Inspiré hondo, mirando a Amara que en aquel momento me estaba observando, preguntándose si tendría la valentía para seguir. Asentí levemente y finalmente crucé el portal o la puerta... o lo que fuera esa luz blanca mágica que nos engullía uno a uno.

 

Enfoqué los ojos en una mujer alta, muy alta. Tenía el cabello negro y lacio que le caía por la espalda hasta la altura de la cintura. Sus ojos verde esmeralda y su boca carmesí me sonreían, mientras se encorvaba para besarme en la frente.

 

-¿Damos ese paseo que te prometí?- decía Cissy.

 

Miré mis pequeñas manos tomar la de ella mientras me guiaba hacia el jardín de la mansión y no pude evitar sentir que una enorme alegría me inundaba. Era Aiya, la pequeña hija de Cissy y por una vez mi mamá estaba conmigo, llevándome al tan esperado paseo en escoba que me había prometido tiempo atrás. Me sentía feliz, llena de vida y pensaba que era lo mejor que me había pasado hasta el momento. Eso hasta que a mi madre se le erizó el bello de los brazos y se detuvo de repente a mitad de camino. Supe que algo iba mal en el momento en que ella me soltó y se giró para verme a los ojos.

 

-Tengo que irme de inmediato. Lo siento, preciosa. Prometo que daremos ese paseo cuando regrese- esbozó una débil sonrisa que no se reflejó en sus ojos y yo retrocedí, sintiendo que un sentimiento de furia y decepción crecía en mi interior.

 

-Pero me lo prometiste. ¡Dijiste que hoy daríamos un paseo en escoba!- chillé y temblé con mis escasos cinco años de edad.

 

Cissy estiró una mano para acariciar mi rostro pero retrocedí, sintiendo cómo mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Temblé más, como si un profundo frío hubiera calado mis huesos y comencé a correr en dirección contraria a la posición de mi madre, huyendo lejos de ella. ¿Por qué aún le creía? Siempre me decía lo mismo, siempre prometía que iba a pasar el día conmigo y luego algo surgía y de nuevo se marchaba, dejándome sola en la mansión. Corrí escaleras arriba y me tiré en mi cama, corriendo de un manotazo todos los juguetes y osos de felpa que ella me había regalado. Lloré y lloré hasta que me quedé dormida

 

***

 

Me desperté sobresaltada y miré alrededor. ¿Qué hora era? ¿Cuánto había dormido? Me froté los ojos que en aquel momento estaban nublados y me levanté con pesadez, estirando cada extremidad de mi cuerpo. Tomé un rápido baño y luego me vestí lista para ir a trabajar, bajando a tomar algo de comida de la cocina antes de partir para el Mall. Había tenido un sueño extraño en el cual estaba dentro del cuerpo de Aiya y veía con pesar cómo yo la abandonaba antes de tener que irme a una misión mortífaga. Había sentido su angustia al quedarse sola, su enojo por la decepción de que de nuevo me fuera. Me froté las sienes, intentando olvidar aquello.

 

Unos golpes en la puerta principal me hicieron asomarme por la mirilla, antes de soltar un resoplido. ¿Qué demonios hacía Elvis en mi casa de nuevo, luego de lo que me había hecho? Miré el anillo negro con la piedra esmeralda en mi dedo y comencé a transformar la fisonomía de mi cuerpo, lenta pero acertadamente. Mi cabello se tiñó de rojo, mi cuello se estiró un poco y aumenté unos cuantos centímetros, antes de abrir la puerta. El rostro de Elvis denotó que no esperaba encontrarse a alguien a quien no conociera en la puerta de la mansión.

 

-Ho.. Hola..- dijo, aturdido.

 

Extendí una mano y esbocé una sonrisa.

 

-Buenos días. Soy Ariella, ¿en qué puedo ayudarlo?- hasta mi voz había cambiado.

 

Elvis se me quedó mirando y luego observó la fachada de la mansión.

 

-¿Es esta la mansión Macnair?- preguntó y luego negó-. Lo siento, Elvis Gryffindor- dijo, estrechando mi mano.

 

-Oh, sí. Yo soy prima de los patriarcas. ¿Desea algo, señor Gryffindor? Me temo que iba de salida- señalé mi ropa, que en aquel momento no era la típica túnica azul marino del Mall, ya que la había dejado junto a las escaleras. Un traje común con estilo muggle me vestía.

 

Elvis se rascó la cabeza, preocupado por algo, evidentemente. ¿Habría ido allí para una confrontación conmigo? No lo sabría, porque sonrió y negó.

 

-Lo siento, esperaba poder hablar con Cissy Macnair, pero veo que ella se ha marchado ya- dijo, confundido.

 

Asentí y luego se despidió, aturdido, antes de que volviera a cerrar la puerta a sus espaldas. Sonreí con suficiencia y volví a ser yo misma tan pronto como me sentí segura para hacerlo. Poseer aquella habilidad era genial, aunque consumiera una enorme cantidad de energía. Quizás tendría que volver a la Universidad para preguntarle a Amara como evitar sentirme tan cansada luego de aquella transformación.

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La Macnair había tomado la decisión de ingresar al portal; su prueba estaba iniciaba en esos momentos. Amara le dio una última sonrisa de ánimo y la perdió de vista en cuanto cruzo la puerta, esperando a ver el cause de las situaciones que había planeado el portal para ella. Se quedó en silencio durante algunos minutos más y esbozó una sonrisa en cuanto hizo aparecer una silla en la habitación de las siete puertas, en la cual aún permanecía a la espera de sus pupilos.

 

Esperaba que el tiempo de espera no fuese tan grande, pero eso iba a depender únicamente de cada uno de ellos, por lo que no podía hacer nada más que esperar. Visualizando el anillo que tenía en la mano, cerró los ojos para ir directamente a observar lo que ocurría con Cissy. estaba experimentando la transformación completa en esos momentos, puesto que había tomado la imagen de una bruja que era miembro de su familia para despistar a Elvis, el director de la universidad.

 

Iba todo bien, aunque era más que claro que había perdido por completo el sentido de la orientación, porque no sabía en que momento de su vida se encontraba. Por lo que estaba todo en orden con la bruja, al menos eso era lo que pensaba Amara en esos momentos.

 

Cambió su pensamiento, ahora para dirigirlo a Zack, que estaba curando en esos momentos los cuerpos de dos de sus seres más queridos, a la vez que generaba toda una corriente de sentimientos que podían llegar a desbordar al vampiro si no los controlaba por completo. Por lo que simplemente asintió con tranquilidad al ver que se manejaba con calma y al parecer no tenía mayores conflictos, al menos de momento.

 

El beso por parte de los dos magos, terminó con esa prueba, dejando al Ivashkov completamente solo en una habitación blanca con luz cegadora, ¿qué se esperaba en esos momentos? ¿quizás sería la vinculación del anillo a la habilidad? no estaba del todo segura, eso iba a depender de él, y solamente de él y del portal, si consideraba que estaba listo para dejarlo convertirse en un metamorfomago.

 

Los labios de Amara aún tenían una sonrisa de satisfacción por los resultados positivos de dos de los tres magos que tenía como alumnos, y decidió volver a visualizar la prueba de Ishaya, el cual en esos momentos se encontraba aún delante de Adriano sin nada más que decir, ¿podría continuar con la prueba? o ¿se había quedado tan en shock que eso le impediría avanzar? eso era algo que no podía decir al menos de momento, por lo que esperó un poco más, antes de emitir un fallo de valor.

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A pesar de que una parte de él estuviera más perdida que centrada en los movimientos que realizaba, sentía como si alguien lo vigilara desde otro lugar. No estaba seguro quién podría estar observando cada paso que daba en aquella situaciones extrañas que se presentaron consecutivamente. Por suerte, todavía lo embargaba el sentimiento de tranquilidad y paz por haber proyectado su habilidad a otra persona, porque de haber quedado igual de agotado como sucedía al inicio ya se fuera puesto cómodo en el suelo de la habitación.


Evitando levantar la mirada por mucho rato al cegarse con la luz blanquecina, el hombre se dispuso a admirar el anillo que seguía cambiando de apariencia, casi tan rápido como él lo hacía cuando superaba una prueba. Esa vez en la parte interna del diamante comenzó a aparecer el símbolo de la metamorfomagia. El movimiento era constante en el interior de la piedra preciosa, cosa que lo maravilló a un más. Su quijada se hubiera caído de haberse quedado embelesado un minuto más.


Aquello no era otra señal sino que ya había concluido sus pruebas la habilidad. Junto con la transformación completa de su anillo, el cual pasaba a ser ahora el anillo de la habilidad, la mente del vampiro se había esclarecido haciéndole entender que había finalizado su esfuerzo para considerarse digno de portar los conocimientos, para ser un verdadero metamorfomago.


—¡Al fin! —Murmuró a sabiendas de que se acabaría su estrés y empeño por hacerse con la habilidad. Los conocimientos se habían plasmado en su mente, ahora podría dominar todo su cuerpo y cambiarlo cuantas veces quisiera. Claro que también se irían revelando detalles del poder, como cuando supo que si proyectaba el mismo con amor no sentiría pesadez o cansancio. Todavía le quedaba mucho por aprender, pero esta vez en la mera práctica de su vida diaria.


—¿Entonces todo esto cuándo aca…?— Estuvo a punto de cuestionarse cuándo sería libre de la molesta luz que tanto le recordaba a un strellatus, cuando el escenario cambió gracias a un portal que se abrió frente a él y lo absorbió. Su estómago se pudo haber revuelto de haberse alimentado antes con comida común, pero por suerte no era el caso. Sus pies tocaron tierra firme de nuevo en el antiguo escenario donde estuvo reunido con Amara, antes de entrar a la prueba. Ahí lo esperaba ella con una sonrisa de satisfacción.


—Y bien… Supongo que ha hecho buen trabajo — Dijo a la bruja esperando obtener una respuesta afirmativa —Digo, he comprendido su adiestramiento y sé dominar la habilidad ahora — Concluyó esbozando él también una sonrisa. Estaba orgulloso de sí mismo por haber logrado alcanzar el objetivo que se estuvo planteando hacía tantos meses atrás.

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No recordaba cómo había llegado a la Universidad, pero allí estaba. Tenía un grupo de alumnos curiosos mirándome fijo.

-¿Se siente bien, profesora Macnair?- preguntó uno de ellos, mientras notaba cómo el resto fruncía el ceño y cuchicheaba entre ellos.

¿Es que tenía algo en el rostro? ¿No me había cambiado la ropa del día anterior? Parpadee un par de veces y me di cuenta que estaba parada, con una mano apuntando a la pizarra detrás de mi, donde se veía el dibujo de diferentes tipos de criaturas mágicas y los hechizos necesarios para poder lidiar con ellas.

-Sí, perfectamente, John...-miré al chico que me había hablado. ¿Cómo sabía que se llamaba John? No lo había visto en mi vida, ¿o si? Todo el grupo continuó mirándome así que me aclaré la garganta para poder seguir-. ¿En dónde estábamos? Ah, sí, la Esfinge. Bueno, si bien es considerada una criatura mágica por la comunidad, lo cierto es que es más un ser, como los centauros o la gente del agua. Son astutas, racionales, puedes mantener una conversación con ella... bueno, si no intenta engañarte primero y hacer que fracases con uno de sus acertijos para poder comerte- esbocé una sonrisa que sentí vacía y luego parpadee algunas veces. Justo en aquel momento se escuchó una especie de campanada que anunciaba el final de las clases de aquel día. Los chicos recogieron sus cosas y comenzaron a salir del aula.

Aproveché para darles la espalda y examinar un poco mejor el pizarrón. No recordaba que diera clases de criaturas en la Universidad... Me parecía raro. Aún así, sabía de qué hablaba, era experta en muchas áreas dentro de la comunidad. Cuando volví a girarme me di cuenta que uno de mis alumnos aún seguía allí, sentado en su lugar, mirándome de forma... extraña.

-¿Necesitas algo, Michael?- mis ojos se posaron en la sonrisa leve que bailaba en la comisura de los labios del muchacho. Sabía que medía al menos metro ochenta, su cabello negro caía lacio por detrás de sus orejas y sus ojos grises como un día nublado me mantenían atrapada mientras esperaba una respuesta.

Se puso en pie y caminó con pasos decididos y sensuales hacia mi, como si fuera un felino salvaje cazando una presa. Sus manos caían despreocupadas a los lados de su cuerpo, lo que acentuaba mucho su aire rebelde junto al uniforme universitario que algunos alumnos vestían a veces.

-Usted sabe lo que quiero, profesora- susurró una vez estuvo frente a mi, para que sólo yo pudiera escucharlo. La puerta del aula estaba entreabierta y cualquiera podría vernos, así que retrocedí cuando él dio un paso más hacia el frente.

 

-No sé de qué hablas, Michael, pero esto... no... deberías... mi hija...- se me fue el aire cuando una de sus fuertes manos rodeó mi cintura y me atrajo lentamente hacia él. Contuve el aire en mis pulmones mientras su boca rozaba el lóbulo de mi oreja y luego lo solté cuando rozaron mi cuello hasta la base de éste, acariciando la clavícula. No me aparté, no supe por qué y pronto me besó y nos vimos envueltos en una oleada de calor apasionada que nos envolvía como si fuéramos dos jóvenes huyendo de casa para un encuentro furtivo.

 

De pronto, la puerta se abrió de par en par con un chillido del metal oxidado.

 

-¿Mamá? Estaba pensando que hoy pod...- los ojos de una Aiya de dieciséis años volaron de mi hacia el chico y de vuelta, pues aún me sostenía entre sus brazos-. ¿Michael?- su voz se volvió un hilo apenas audible y soltó los libros que llevaba en las manos-. ¿¡Cómo pudiste!?- gritó, roja de ira y salió corriendo.

 

-¡Aiya! ¡Espera! -supliqué. Empujé a Michael con las dos manos mientras perdía de vista a mi hija, pero él no me soltó de inmediato y soltó una carcajada. Lo miré, horrorizada y dolida-. ¿Qué has hecho? ¿Por qué? ¡Eres un idi***!- grité y le pegué en el pecho con fuerza, haciendo que se alejara.

 

-¿Yo?- dijo, riendo divertido-. Fuiste tú la que me buscaste todos estos meses. Se ve que le tienes tantos celos a la belleza de tu hija que no pudiste soportar que tuviera a alguien como yo, ¿no? ¿No me dijiste el otro día que podías ser mucho mejor amante?- volvió a reírse.

 

¿Qué clase de mente retorcida era esa? Me llené de odio y mis manos se encerraron alrededor de su cuello, pero siguió riendo con locura. Entonces, mis manos comenzaron a transformarse hasta convertirse en dos enormes manos negras llenas de garras que apretaron y apretaron, mientras Michael se iba quedando sin aire.

 

-Det...en...te- suplicó, mientras seguía apretando más y más fuerte. Pero no lo hice. Sentí la ira recorriendo mi cuerpo y mis manos mutadas no dejaban de apretar y quitarle el aire, hasta que se puso azul.

 

Podía sentir las lágrimas que caían de sus ojos mientras iba perdiendo la noción, cálidas y suaves y, consecuentemente su cuerpo quedó laxo. Abrí los ojos una vez pasó la ira y lo dejé ir... sólo entonces su cuerpo cayó al suelo. Pero no era el de Michael, no... era el mío. Solté un grito de terror y retrocedí, mirando mis manos, que volvían a ser normales, pero no eran mis manos tampoco. Estas manos eran más jóvenes, más suaves, más pálidas. Corrí hacia un espejo que había al fondo del aula, una pequeña decoración y, al verme, descubrí con horror que era Aiya quien acababa de extrangularme... O yo me había extrangulado a mi misma... O... Giré de nuevo pero el cuerpo no estaba allí donde lo había dejado.

 

-¡NOOOO!- grité, horrorizada por no comprender.

 

Y me desperté en mi cama.

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Ishaya permanecía completamente inmóvil ante lo que había ocurrido en su prueba, por lo que Amara comenzó a preocuparse un poco por él, ¿sería lo suficientemente fuerte para salir? esperaba que sí, de lo contrario, quizás se quedaría en el portal por siempre, a menos que tomará la decisión de abandonar ese sitio. Considerando las dos opciones, supo que no podía predecir que era lo que él elegiría.

 

Tomando la decisión de comprobar cómo iba la prueba de Cissy, dejó que sus pensamientos divagaran hasta las imágenes que el anillo le mostraba mentalmente de lo que vivía la bruja. Estaba pasando un momento complicado con un mago de nombre Michael, y consigo misma, pero sabía que la bruja era lo suficientemente fuerte para superarlo y continuar con la prueba, hasta terminarla y llevarla a buen fin.

 

Por lo que se concentró en el mago que recién salía del portal. En sus labios apareció una sonrisa de orgullo, mientras se acercaba un poco más a él, y le tendía una mano para estrecharla a modo de felicitación, había logrado vencer al portal y estaba siendo libre en esos momentos, porque había sido digno para ahora ser llamado metamorfomago, algo que le alegró, porque era el primer mago al que adiestraba y lo conseguía.

 

—Felicidades Zack, tu anillo ha sido vinculado a la habilidad. Has aprendido a dominarla y lo más importante, el portal ha considerado que eres digno para poseerla. No tengo mucho que decirte, solamente que en el momento en que salgas de la pirámide, una nueva responsabilidad cae en tus hombros. Además, no olvides que el anillo que ahora posees, es único porque lleva parte de tu personalidad en él. —informó con voz tranquila y serena.

 

Esperó un poco a que el Ivashkov terminará de comprender sus palabras y preguntará si tenía alguna duda de lo que acaba de decir, y al ver que al parecer no era así, le indicó que podía abandonar la pirámide.

 

—Puedes irte, sino tienes alguna duda más. En breve, me encargaré de informar a los directivos que eres metamorfomago, usa con sabiduría tu habilidad. —finalizó con un dejo de advertencia.

 

Observó como partía el vampiro, y continuó esperando, para saber cuál de sus otros pupilos, era el siguiente en salir del portal.

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¿Qué es lo que había sucedido? En un instante estaba como Adriano Wallace y, en el siguiente, como Mirshka Dupont... ¿era posible estar saltando en los dos cuerpos en ese momento? Algo me obligaba a pensar sobre lo que ocurría, sobre esa sensación, algo había detrás de todo esto, pero no pude concretar nada en específico porque de nueva cuenta volvió a hablar el Wallace, diciéndome que no sería tan fácil en ese momento.

 

Durante siglos me había alejado del mundo de los magos por su manera tan retrógrada de querer tratar a los diferentes semi demonios que se encontraban caminando entre ellos, considerándonos como una escoria dentro de la sociedad mágica; inclusive mi familia había sustentado ese hecho participando activamente en la prohibición del movimiento libre de esos seres, separando el mundo muggle del mágico, dividiendo cada vez más a las diferentes comunidades del mundo. Ironía era el hecho de que ahora yo sufría por esas decisiones, palabras que había promulgado a mi corta edad pero considerado un adulto en ese entonces, palabras que se me regresaban de golpe.

 

Jean, él era la solución. Cotillard era el secreto más profundo del Wallace, según todo lo que había investigado de él y sus jóvenes años dentro del país, por ello se había retirado a Inglaterra para olvidar todo el asunto después de contribuir a la eliminación del grupo de mortífagos en ese país, convirtiéndolos en una simple pandilla más, sin mucho de que preocuparse las autoridades. Quería repetir lo mismo desde el sitio donde surgieron, desde sus raíces, considerando de ese modo encontrar las respuestas del paradero de su primer amor, de aquel al que nunca le contó a sus tres esposas.

 

Sentí la garganta reseca en ese momento, no podía formular las palabras necesarias y todo se debía, seguramente, a los cánticos que comenzaban a surgir de la boca de ese infeliz. ¿Por qué quería salvarme? ¡No necesitaba salvarme de nada, así había aprendido a vivir, así me alejaba del destino que Scarlet me había condenado! Nadie en trescientos años se había ocupado de mi, ni siquiera Anya que me seguía los pasos sin que me diera cuenta, por su maldita condición de fantasma. Anya, ¡eso era! Ella lo había conducido hasta mi posición, ella fue la que me traicionó como todos en su momento, ya no había motivos para seguir...

 

Siendo vampiro.

 

Nuntius celso veniens Olympo,
te patri magnum fore nasciturum,
nomen et vitae seriem gerendae
ordine promit.

 

Mi voz sonaba extraña, uniéndose a la de ese mago, fusionándose de alguna extraña forma. Eran cantos escondidos en alguna religión contemporánea, no del tiempo de los Ishayas... y tal vez por eso nadie conocía de su existencia por estar perdida en el tiempo, pero no podía asegurarme lo que seguiría. ¿Podría confiar en que lo seguiría haciendo?

Ille promissi dubius superni
perdidit promptae modulos loquelae:
sed reformasti genitus peremptae
organa vocis.

 

Mi cuerpo comenzó a transformarse con la emtamorfomagia, pero ¿cómo era eso posible? Solo el mago que tenía en frente de mi tenía ese poder, no yo, yo no nací con esa virtud. Estaba funcionando el canto. Lentamente comenzamos a variar de cuerpos, transformándome yo en Adriano y él en mi, regresando a nuestra forma original, jugando con cada parte del cuerpo.

Ventris obstruso recubans cubili
senseras Regem thalamo manentem
hinc parens nati meritis uterque
abdita pandit.

 

Estabamos terminando y mis recuerdos se estaban esfumando, fucionándose con lo de él que llegaban a mi mente mientras veía como comenzaba a volverse etéreo, sin forma, sin color, sin consistencia, pero su voz se mantenía y resonaba cada vez más fuerte en el rincón de mi mente. Se estaba esfumando, estaba saliendo en un viaje donde solo era espectador. Y veía dos rostros, Saya y Heishiro, sin concoerlos pero sabiendo sus nombres, dos rostros que lo jalaban lentamente de este mundo hacia el suyo, a un plano tan lejano que poca comprensión podía tener. ¿Acaso me estaba bloqueando ciertos recuerdos?

 

Jean, ¡a él estaba bloqueando! No quería dejarme con lo que sabía del mago, se lo estaba llevando consigo, peor de nada le serviría porque seguiría en este plano. Seguía en este mundo. Estaba vivo. Eso era lo que le preocupaba y sabía que a mi no... porque iría por él, sin importarme Cye.

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