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Prueba de Metamorfomagia #1


Amara Majlis
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El orgullo era, como poco, el sentimiento menos profundo que el vampiro sentía en ese momento. Había logrado vencer un portal del que según las literaturas muchos no escapaban e incluso otros abandonaban. Eso, para él, era hasta ahora su mayor logro luego de haber entrado al bando Mortífago. Ni siquiera podía contener la sonrisa en su rostro al momento de dirigirse a Amara.


—Me considero apto para seguir adelante explorando la habilidad con la práctica personal. Le prometo que tendré cuidado al hacerlo — Sentía que debía asegurar eso último para tranquilidad de su maestra, quién además de devolverle las sonrisas, estrechó la mano con él a manera de felicitación también. —Por ahora no tengo dudas. Pero de surgir en un futuro, ya sé dónde encontrarla —agregó sabiendo que sólo ella estaba capacitada para resolver cualquier inquietud que se le presentara.


Amara sería quien debía tramitar el papeleo de su registro como Metamorfomago. A él solo le quedaba disfrutar y aprovechar su habilidad al máximo. Por supuesto, lo haría más que nada para favorecer sus trabajos del bando, pues ya comenzaba a molestarle la máscara en el rostro, quizás necesitara un descanso de ello y camuflarse en otro personaje.


—Gracias por sus conocimientos. Espero el certificado con ansias— Dijo a manera de despedida sabiendo que sin el diploma que le otorgaba la Universidad, no podría hacer uso de la habilidad de ninguna manera, pues sino podría ser sancionado por el ministerio. Sin más, el hombre le dio la espalda a su maestra y abandonó la pirámide desapareciendo antes de atravesar los obstáculos alrededor del lugar. Tenía mucho por explorar con aquel anillo.

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Todo indicaba que las cosas habían terminado, al menos así lo sentía, porque el dolor de cabeza había cesado. Abrí los ojos y me sorprendí en mi cama, aquella que tenía en esa vieja mansión con aspecto de castillo y que tanto deseaba por dejar atrás y no porque no me gustara, sino porque era momento de convertirme un adulto después de mi graduación de la escuela de magia Asperge di Magice. Lo único bueno de ir a una escuela privada como esa, era que podíamos explorar los diferentes aspectos de las habilidades mágicas con las que nacemos y aquellas que queremos adquirir, era una fortuna que a Jean le interesara la metamorfomagia, don con el que había nacido yo, y a mi me gustara la videncia, con el que él había nacido.

 

Me levanté de inmediato para tomar un baño y vestirme, habíamos quedado de vernos en el viejo árbol donde jugábamos de niños y, aunque para mi no había cambiado en nada mi mejor amigo de toda la vida, no éramos los mismos magos que intentaban subirse a una escoba de juguete y subir volando por los aires de forma descontrolada. Por fin podíamos irnos a París, trabajar de lleno en el Ministerio de Magia y aportar algo a la comunidad mágica, como nuestras familias lo habían estado haciendo por generaciones, para que, después, nos pudiéramos ir por el mundo para derrumbar mitos e ideas acerca de la peligrosidad de tener a los muggles enterados de nuestro secreto. Sí, ese siempre sería nuestro motor.

 

Me detuve frente al espejo luego de ponerme una simple túnica bombacha, aquella que me dejara moverme con libertad, para poder peinarme un poco, cambiando de vez en cuando mi cabello cenizo por algo más oscuro, rojizo, e inclusive blanquecino, que siempre me gustaba ponerlo de ese modo a pesar de tener apenas diecisiete años de edad. "Tenemos una vida completa para preocuparnos", repetía una y otra vez Jean, y por fin ahora entendía su significado: apenas comenzábamos con nuestro viaje.

 

Salí corriendo de mi casa, dejando a mis padres desayunando solos en el comedor dirigiéndome una mirada acusadora pero con una sonrisa en su rostro, sabían a donde iba porque no había dejado de contarles el maravilloso último año de mis estudios, de mis planes, de todo lo que estaba por venir. Afortunadamente solo tenía que salir del jardín de mi casa y correr por unos pocos minutos porque Jean vivía en la misma comunidad de magos, ocultos de los ojos de los muggles en la mejor zona de las campiñas francesas.

 

Me detuve en seco cuando lo vi recargado en aquel viejo árbol, mi corazón comenzó a acelerarse y caminé lentamente hacia él. No entendía por qué estaba tan nervioso, simplemente seria una reunión más con mi amigo de toda la vida, sin embargo el ojo interior, el que desarrollamos con esa habilidad mágica, daba un poco de molestia: daba las señales de algo importante. Intenté respirar y mantener ese sentimiento aparte, no quería estropear ningún momento de estas fechas porque me importaba mucho lo que pensara la gente que me importaba, mi familia, mis amigos, sobre todo él.

 

- Ya te habías tardado Adriano, - comentó cuando estaba a unos metros de distancia, a pesar de que intentaba darle una sorpresa o un susto al no hacer ningún ruido - ni porque terminaras de aprender bien la animagia y te convirtieras en un bicho raro dejarías de ser tan ruidoso.

- No sería un bicho, sería un mapache como mi... ¡expecto patronum!

 

Un hermoso ente gaseoso apareció en la punta de mi varita que hábilmente había sacado de entre mis ropas, tomando la forma de un mapache que saltaba directamente hacia su cuerpo, pero él también había conjurado el hechizo al mismo tiempo que yo sin que me diera cuenta, dejando ver a su cisne alejar a mi patronus.

 

- Eres lento, - decía al levantarse y girarse hacia mi - deberías de ser un poco más veloz si quieres entrar al departamento de aurores, ya vez que esa carga es muy pesada.

- Yo no quiero ser auror, ese es tu camino mientras que el mío es en la oficina de cuidados muggles o en alguna del departamento de misterios o inclusive en juegos y deportes mágicos, o...

- O quizás en cualquier departamento, - interrumpió Cotillard - ¿qué más da que te vengas conmigo al de seguridad y entremos juntos al cuartel de aurores? ¡Sería emocionante!

- Para ti, no para mi.

 

Me tiré en el pasto en ese momento mientras veía a nuestros dos patronus saltando en el lugar, interrumpiendo la imagen mi amigo al adoptar la misma forma que yo utilizando la metamorfomagia. Lo imité, tomando su cuerpo a modo de burla.

 

- ¿Qué sucedería si me besarás? - Sentenció de pronto, tomándome desprevenido y regresando a mi apariencia normal.

- ¿Qué dijiste?

- Es muy fácil que te desconcentres, - respondió regresando también él a su forma original y recostándose a mi lado - si quieres mantener el cambio tienes que mantener la concentración. No puedo creer que me salga mejor a mi que a ti, porque yo lo aprendí y tu naciste con eso, es un claro ejemplo de que necesitas más entrenamiento personalizado.

- Bueno, a mi defensa... - corte la oración un segundo, casi impercetible, me había dado cuenta demasiado tarde lo que estaba a punto de decir - solo me pasa contigo.

 

Giré mi cabeza hasta encontrarme con su mirada, que la tenía clavada fijamente en mi. En un segundo mi corazón comenzó a palpitar demasiado rápido, demasiado fuerte, al mismo tiempo que me costaba un poco de trabajo el respirar forzando el movimiento, provocando que mi cuerpo temblara un poco. Me senté en seguida para intentar calmarme y sentí que el hacía lo mismo, sentarse, porque parecía tan normal como siempre.

 

- Lo sé... me pasa lo mismo, pero eso no es excusa para que no te concentres.

 

¿Qué había dicho? ¿Acaso...? Recuperé un poco la cordura y lo miré fijamente y él, él solo se acercaba muy lento. Fue cuando supe que temblaba como yo, que respiraba con dificultad como yo. Cerré los ojos justo cuando tuve su rostro a centímetros del mío.

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El techo era blanco y algunas zonas estaban descascaradas debido a la humedad. Sentía frío en mis manos y muñecas, así que intenté tomármelas para poder abastecerlas con un poco de calor, quizás tomar la sábana y taparme mejor para continuar mi sueño, pero me encontré con que no podía moverme. Mis ojos se dirigieron, entonces, hacia la ventana con barrotes por la que entraba la frágil y fría blanquecina luz de la luna. Suspiré y el vaho inundó mi visión. ¿Hacía cuánto que dormía? No estaba segura, aunque por la posición de la luna podría decir que eran casi las dos de la mañana. La luna... la luna llena.

 

Me estremecí de nuevo con el frío y tironee de las correas que me mantenían sujeta a la cama del sanatorio. Sentía un fuerte dolor de cabeza, seguramente producto de las sesiones de "terapia" recibidas. Lo único que no encajaba en el lugar era el anillo negro con la piedra esmeralda que aún llevaba en el dedo. Lo observé por un largo momento hasta que el sueño me venció nuevamente.

 

Era ya de día cuando los rayos del sol penetraron por la ventana con intensidad y una enferma acudió para desatarme y llevarme a dar un baño. Hacía seis meses que estaba en el sanatorio y ni un sólo día mis padres habían ido a verme. Mathias seguro que ni se acordaba de mi y estaba completamente sola en el mundo. La enfermera refregó mi espalda con fuerza.

 

-Estás callada esta mañana. ¿Ninguna historia sobre el Himalaya o los magos, señorita Croft?- me preguntó, sonriendo con sorna. Se notaba que no creía ni una palabra de lo que me había pasado en esa cueva, ni una palabra de cómo el poder de la piedra me había vuelto loca y por eso había atacado a todos esos muggles en la conferencia de prensa en París. Nada. No había un atisbo de consideración, de misericordia... ni lo habría, ¿quién querría a una loca como yo?

 

Me secó y vistió y, acto seguido, me llevó hacia una estrecha oficina donde un hombre de unos cincuenta años, canoso, con barba, esperaba sentado tras un escritorio con una libreta y una pluma de esas sofisticadas que usaban los muggles profesionales. Cerró la puerta y me dejó a solas con el doctor. De inmediato sentí que la bilis me llenaba la garganta cuando el hombre sonrió, divertido, antes de rodearme y echar llave. ¿Quién echaba llave en la oficina con una posible lunática dentro? Sólo quien tiene intenciones de comportarse de forma más lunática aún. Siempre era la misma rutina y siempre terminaba arañándolo y golpeándolo hasta que me llevaban a rastras hasta la sesión de terapia con electrochoques. Maldito asqueroso y enfermo muggle.

 

-Señorita Croft...- se sentó en un sofá de una persona frente a mi, a escasos centímetros. Sus piernas rozaban las mías y una de sus manos se deslizó hasta mi muslo descubierto-. Se ve.. exquisita esta mañana- escupí su cara y él rió.

 

¿Psiquiatras les decían? Más bien era un psicópata psicótico. Ya recordaba como terminaba aquello... con él muerto, su pluma afilada clavada en su cuello y la sangre cayendo a borbotones en el suelo. Mis manos y uniforme manchados, mis ojos volviéndose amarillo brillante y mi cuerpo cambiando hasta adoptar la forma de un lobo enorme y negro como la noche... Pero resistí. Resistí el impulso asesino de hacerle pagar a ese hombre por sus abusos, no sólo a mi sino a otras internas del sanatorio. El anillo negro brilló en mi dedo y supe lo que debía hacer.

 

Concentré mi magia primero en mi mano y luego la fui extendiendo a todo mi cuerpo. De nuevo una transformación total, uno de aquellos cambios que sólo había hecho una vez, aunque no recordaba cuándo. Me di cuenta por la mirada del doctor que la magia estaba funcionando y que ahora yo comenzaba a parecerme a él, porque dio un respingo y soltó un gritito ahogado. Me habían quitado mi varita al entrar, riendo, diciendo que estaba loca. Me había sometido a torturas y abusos que esperaba que nadie más tuviera que sufrir. Pero yo no era el monstruo a pesar de que mi magia se había descontrolado... no, los monstruos estaban dentro de aquel lugar, vestidos de médicos y enfermos, de cuidadores, de guardias. ¿Cuántas mujeres habría violado el doctor? ¿Cuántas el maestro de llaves? Mi transformación finalizó cuando mi cuerpo se convirtió en el de un hombre de casi cincuenta años, con canas y barba.

 

El doctor retrocedió y yo avancé, dándome cuenta de que no tendría que matarlo, no tendría que convertirme en el monstruo por el cual me habían encerrado. Cerré mis manos en torno al cuello del psiquiatra pero no apreté, sino que concentré su magia, la magia de aquel muggle que poseía (porque todos teníamos algún tipo de energía) y comencé a transformarla ante los atónitos ojos del hombre. Su fisonomía cambió, su voz cambió... Todo en él y, de pronto, la ropa le quedaba grande y no parecía pertenecer a su cuerpo. Sonreí mientras aún se encontraba en shock y dándole un fuerte golpe en la cabeza con una lámpara que había a nuestro lado, lo dejé insconciente en el cuerpo. Bueno, no a él... sino a ella. Porque ahora, el sádico doctor era yo.

 

Lo desvestí y me puse su ropa, al tiempo que le ponía el uniforme de interna a él. Me enderecé y peiné, acomodé las arrugas de mi traje y luego deposité a la adormilada Castalia Croft en el sofá. Acto seguido, me acerqué a la puerta y la abrí.

 

-¿Guardias?- llamé. Pronto llegó uno-. Lleven a la señorita Croft a su cuarto para prepararla. Ha estado muy agresiva hoy y necesita una fuerte dosis de electrochoques. Oh... y delira de nuevo, intenten mantenerla sedada. Creo que ahora cree que es yo- curvé mis labios agrietados en una sonrisa socarrona y el guardia sonrió antes de hacerle seña a dos enfermeros para que se acercaran hasta la oficina.

 

Me acomodé la corbata. Ese traje apestaba a viejo abusador... pero él no abusaría más de nadie. Ninguno lo haría. Al momento en que yo cambiara de nuevo de apariencia, él también lo haría pero estaría tan drogado y maltratado que nadie comprendería cómo había llegado a ese estado. Iría con las autoridades, llevaría todo lo que tenía, todo lo que sabía. Los muggles como él eran descuidados si se sabía dónde buscar y yo sabía dónde. Apenas se llevaron el cuerpo del doctor (que tenía mi aspecto), revisé toda la oficina buscando aquellas cosas que ellos llamaban videos. Perfeccionistas, coleccionistas... Los videos tenían fecha, nombres claves. La policía los descifraría. ¿Qué clase de monstruo grababa sus violaciones y abusos a internas de un hospital psiquiátrico? Sólo el peor de todos ellos.

 

Me marché de allí con el bolso del doctor lleno de videos y una carta a la prensa. Haría lo correcto. Yo no era el monstruo. No era más que una bruja que no había podido controlar su magia y había lastimado a un montón de muggles. Pero los verdaderos monstruos serían encarcelados, serían procesados y pagarían por sus daños. Entregué el bolso en la BBC, diciéndole al hombre que me atendió que era de suma importancia que se publicara la brevedad. Más tarde, desde una habitación de motel y ya con mi aspecto normal, vi por la televisión cómo el doctor era sacado a rastras del hospital junto a otros médicos, enfermeros, guardias... Sonreí.

Editado por Cissy Macnair

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Seguía sintiendo que algo no se encontraba bien, como si debería de encontrarme en otro lugar o entender mejor lo que sucedía a mi alrededor, pero no lograba enfocar el pensamiento. Era la misma sensación de un deja vu, o al menos eso era lo más aprecido que podía hacer referencia, y parecía como si la eneergía que me rodeaba me estuviera empujando a creer eso, justamente, para que dejara de darle vueltas al asunto.

 

Suspiré, siempre había sido complicado, epro con este cuerpo ¡aún más! No podía controlar por completo la habilidad de la metamorfomagia como lo hacía el Wallace, al final de cuentas era algo adquirido y no con lo que había nacido, no sabía exactamente como controlarlo más que con los recuerdos de ese mago. Me paré frente al espejo para ver mi reflejo y ntoé, con mucho agrado, que seguía manteniendo mi físico, pero debía de transformarlo un poco debido a los diferentes crímenes que había cometido en el pasado, debía de parecerme más a Adriano que a Mirhska.

 

Y el nombre, debía de pensar en utilizar otro nombre para el registro de inmigrantes en el Reino Unido, algo que fuera referente a la familia de aquel mago, el linaje Tonks, separándome por completo de mis propias raíces. ¡Todo era demasiado para mi! Sabía que no había marcha atrás, así que lo único que me quedaba era aceptar esta nueva forma.

 

Coloqué las manos en el lavabado de aquel baño, dentro del tren que viajaba hasta Inglaterra, y comencé a respirar lentamente mientras me concentraba en algún punto de mi rostro para modificarlo a placer. Pasaron dos, cinco, diez minutos y apenas veía el color tener alguna variación, pero mi especto seguía demasiado pálido, muy lejano a como él se veía. Volví a concentrarme y cerrar mis ojos apra tener su imagen en mi mente, como la última vez que lo vi.

 

Concéntrate.

 

Un cosquilleo comenzó a recorrerme por el rostro, bajando por le cuello ára llegar a mis extremidades, lento pero seguro; esperando que fuese la habilidad haciendo su parte, porque lo único que sabía de ella era loq ue había visto, más nada percibido. Estaba aprendiendo a usarla, nuevamente. Dejé que esa ola de energía me cubriera por completo y, antes de abrir los ojos, me despedí del Wallace mentalmente... toda´via la conexión seguía fresca, no quería tener a la gente obserbándome por andar hablando solo.

 

- ¡Funcionó! - Dije casi en un grito cuando vi mi apriencia modificada, ya sería cosa del francés terminar el conjuro desde ese plano y fijarla.

 

- Ishaya... - en eso, me llegó el nombre perfecto nacido de aquel antiguo clan que estaba extinto y que me había salvado la vida - Ishaya Tonks.

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Luego del exhausto cambio que había tenido que hacer para salir del sanatorio, ya no había mucho que se interpusiera en mi camino y la libertad que tanto había añorado, así que aquella noche dormí con tranquilidad. Me sumí en un profundo sueño rápidamente, donde las imágenes comenzaron a dar vueltas.

 

Me encontraba dentro del Castillo Croft, lugar que había sido mi hogar por mucho tiempo, pero el castillo se encontraba en penumbras y había signos de lucha. Los cuadros estaban colgando de una punta, varios espejos rotos, muebles astillados y... sangre, había sangre por todos lados, podía olerla con mi olfato de lobo. Me adentré con cautela, despacio, evitando pisar los restos de vidrio para no lastimarme o llamar la atención, ya que los atacantes podían seguir por allí. Sentí que mi corazón se aceleraba mientras más me metía en el castillo y comencé a temer por mi familia. ¿Dónde estaban mamá y papá? ¿Dylan? ¿Mary? ¿Mathias? Continué caminando, subiendo hacia el primer piso. Fue allí donde la vi.

 

Tendida sobre la alfombra manchada de sangre del corredor había una mujer con el cabello rojo como el fuego y, junto a ella, estaba mi hermano Dylan. ¿Qué había pasado? Corrí primero hacia mi hermano quien tenía signos de haber sido atacado con un Sectusempra y, totalmente llena de ira, me giré hacia la mujer. Para mi sorpresa y horror se trataba de Arya y parecía que no respiraba. También ella tenía cortes profundos a lo ancho de su esternón y en el rostro, desde donde aún manaba sangre fresca. ¿Acaso habían peleado a muerte? Me acerqué a mi hermano de nuevo y le hice una imposición de manos, buscando su energía para poder transformarla y curarlo. La sentí, él aún estaba vivo y su energía aún manaba, débil pero brillante. Cerré los ojos y me concentré, mi fuerza iba a ser la suya y mi magia se iba a complementar pero tan pronto como los cortes comenzaron a cerrarse en su cuerpo, escuché un quejido a mis espaldas. Dejé la curación pausada al ver que, por cada corte que sanaba a mi hermano, eso mismo se le hacía a Arya en el cuerpo.

 

-¿Vínculo de sangre?- musité, totalmente fuera de mi. ¿Habían llegado hasta ese extremo? Quizás por eso las heridas eran tan similares, porque ella se las había aplicado para poder hacerle mal a Dylan. Sentí que una enorme furia me llenaba y quise extrangular el cuerpo de Arya. Un grito de rabia brotó de mis labios cuando pensé en mi primo, Pik. ¿Qué haría si mataba a su hija? ¿Y Ámbar? Yo sabía que la niña nunca me perdonaría que matara a su madre para salvar a mi hermano. Entonces, ¿qué otra cosa podía hacer?

 

Pensé con intensidad hasta que el cerebro pareció a punto de explotar pero un reloj en mi mente hacía "tic tac" cada vez que pasaba otro minuto sin que yo actuara. Vale, yo no conocía la magia del Libro de la Sangre más que lo que había leído, pero se suponía que si yo sanaba a uno tendría que sanar al otro. ¿Por qué eso no estaba funcionando? Quizás.. tenía que concentrar la magia de ambos en mi y redirigirla de forma pareja para que ambos sanaran... lo que significaba que las heridas de la magia del libro me afectarían a mi también. Me mordí el labio. ¿Mi hermano o mi sobrina? ¿Sangre de mi sangre o a quien había aceptado en mi familia a pesar de que había querido asesinarme varias veces? La parte mortífaga de mi me decía que la dejara morir desangrada, que no mirara atrás. Pero un trozo de mi ser, de mi alma, se rompería si lo hacía. Me odié por tardar tanto en tomar una decisión, así que hice lo que mejor me pareció.

 

Coloqué ambos cuerpos en paralelo sobre el suelo, tomando la mano de uno y de otro para comenzar con el ritual de metamorfomagia que alguna vez había hecho a la embarazada en San Mungo. Claro que eso no se le comparaba, sólo había tenido que sanar el cuerpo de una desconocida y si bien el perder al bebé me hubiera afectado, yo no la conocía. Pero allí se trataba de mi hermano menor y mi sobrina, dos personas a las que conocía bien y amaba a pesar de todo y no podía permitirme fallar. Uní nuestras manos y concentré sus energía en mis manos, haciendo que fluyera por mi cuerpo antes de reconectarla con sus fuentes. Pronto comencé a sentir el fuego, la sangre y el dolor que me provocaba aquello, pero no me detuve y apreté los dientes hasta que la mandíbula me dolió. Podía sentir las heridas desapareciendo una a una y los cortes formándose en mi cuerpo poco a poco.

 

-¡Ahhhhhhhh!- grité por el dolor y solté las manos de los chicos, lo que hizo que la magia retrocediera y las heridas volvieran a formarse en sus cuerpos-. No puedo... no puedo...- mis ojos estaban humedecidos por las lágrimas y mi ropa llena de sangre mostraba los lugares en que me había autoinfligido los cortes-. No... lo siento...- las lágrimas saladas comenzaron a salir.

 

Mi cuerpo se contrajo mientras sollozaba y sentí que alguien ponía una mano en mi hombro. Pero, al girarme, no había nadie allí. Continúa, decía una voz en mi mente. Tú puedes hacerlo. Pero no me sentía capaz. Mi hermano se retorció y también lo hizo Arya. Continué llorando pero volví a tomar sus manos y nuevamente comencé el ritual de sanación. Yo era un ancla, yo era un catalizador. Tenía que poder redirigir ambas magias y curarlos, aunque significase mi muerte. ¿Qué significaba eso? Siempre me había puesto por encima del resto, por encima de cualquier otra persona y ahora estaba dando mi vida para salvar a dos seres amados. ¿Mi frío corazón se había derretido ya y había dejado entrar la calidez de la familia nuevamente? Solté otro grito de agonía pero la mano en mi hombro se cerró con mayor firmeza, susurrándome palabras de aliento mientras mi vista comenzaba a nublarse a medida que los cortes me drenaban las sangre.

 

Antes de desplomarme, vi un brillo y dos cuerpos levantándose lentamente. Sonreí. Todas las etapas de mi vida me habían llevado a eso. ¿Ellos o yo? Bueno, ya había elegido, ¿no? Ellos.

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Zack había partido, dejando a Amara sola, únicamente faltaba que Ishaya y Cissy salieran del portal, por lo que miró nuevamente cada una de las pruebas que estaba pasando cada uno y supo que estaban listos para salir, porque habían mostrado al portal que eran capaces de portar la habilidad y hacer un buen uso de ellas. Era momento de que los dos lograran salir del trance y de lo que creían que estaban viviendo.

Con una sonrisa en los labios, observó como pequeños hilos de luces comenzaban a envolver los cuerpos de los dos magos, logrando que poco a poco estos se fueran llenando de luz y se desdibujaran un poco más. Hasta que en la realidad en la que se encontraban se desdibujo delante de sus ojos. Segundos después, se aparecieron delante de la Arcana, que aún conservaba la sonrisa en sus labios y espero a que estos se acercaran un poco a ella.

—Cissy e Ishaya, ambos han aprobado las pruebas que les ha puesto el portal. Han demostrado que son capaces de llevar el anillo de la habilidad y ser reconocidos como metamorfomagos —comenzó con su discurso y permitió que el orgullo se presentará en sus palabras—. A partir de este momento, son considerados metamorfomagos, hagan correcto uso de su habilidad, y recuerden que todo lo que han vivido en el portal será parte importante de su vida.

Tenía tantas cosas más que decirles, que dudaba que en serio fuese capaz de expresarlas en voz alta, por lo que simplemente permitió que la magia de su anillo se conectará con el de sus pupilos, para este terminar de adoptar la forma de su anillo unico y distintivo como metamorfomagos. A la vez, que sabía que en el momento en que dejarán la habitación de las siete puertas, posiblemente no los volvería a ver.

—Pueden partir, en breve se les certificará legalmente como portadores de la habilidad, felicidades. —concluyó con tranquilidad.

Una vez que los observó alejarse, se sentó por un segundo en una silla que había hecho aparecer y recordó que tenía que volver a su vivienda, pronto muy pronto tendría más pupilos y además el asunto de la caridad que tenía pendiente. Eso, eso era justamente lo que tenía que hacer por ahora, y eso fue lo que hizo, se marcho de la pirámide.
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Me encontré parpadeando ante una brillante luz cegadora y luego volvía a estar en la habitación circular en la que se presentaban las puertas de las habilidades. Amara estaba en medio de la sala e Ishaya estaba parado a mi lado, mirando la escena tan aturdido y perdido como yo. ¿Todo eso había sido un sueño? ¿Una realidad alternativa? Me miré las manos que hacía un momento habían estado llenas de sangre y las cerré con fuerza a mi lado, para luego relajarlas poco a poco mientras Amara tomaba la palabra.

 

Habíamos pasado la prueba, los tres aparentemente, aunque no veía a Zack por allí. Quizás él había sido el primero en aprobarla, el primero en demostrar que era apto y que le iba a dar buen uso a la magia que ahora conocía. No podía decir lo contrario de Ivashkov, él era bueno en casi todo lo que se proponía y por eso yo lo admiraba. Aunque la imagen de mi hermano estaba en mi cabeza todavía, me concentré en las palabras de la Arcana y asentí, mostrándole una sonrisa.

 

-No ha sido sencillo y espero poder seguir aprendiendo de tí, Amara- y lo decía con total sinceridad. Había logrado tenerle más respeto ahora que la conocía un poco más que cuando recién había comenzado a estudiar con ella.

 

Volvía a mirar mi mano cuando sentí que mi dedo anular se calentaba. El anillo que parecía negro como la obsidiana comenzó a brillar y mutó hasta adoptar la forma de un ouroboros, donde la boca de la serpiente y la cola se conectaban con la esmeralda, reemplazando el diamante que tenía el anillo original de la habilidad. Así mismo, dentro de la esmeralda, se presentaba el símbolo de la metamorfomagia que ahora parecía brillar con luz propia, mostrando la vinculación que teníamos con la Arcana misma. Podía sentir la magia fluir hacia mi y de vuelta a él.

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