Mansión "Ojo Loco" Potter Blue (MM B: 78439)

[Perenela Arya Grindewald Potter Blue]

Cada palabra que lanzaba, era una daga más que enterraba en mi corazón, como si necesitara otra excusa que instará a mi corazón a dejar de latir, ya lo hacía por pura fuerza de voluntad, la mirada en sus ojos se había apagado y ya no existía ese brillo especial que dedicaba para mi cuando me veía, cuando bailaba para él o cuando hacíamos el amor.

 

Era una fortuna que yo hubiera perdido mi capacidad de transformarme hacia el 7 u 8 mes de embarazo o de seguro ya estaría azul y rasgandole las tripas, pero ahora solo temblaba de rabia, de impotencia, de frustración y más que nada temblaba de dolor, miré las sacudidas de mis manos y las empuñe apretandolas con fuerza, pase una mano por mi rostro para secar mis lágrimas y dije con convicción:

 

-No, no te quedarás con mi hijo. No estas fisica, espiritual ni emocionalmente preparado para cuidar de él y darle lo que requiere, mi madre y mi hermano lo cuidaran le darán lo que necesita e indudablemente cuando sepa lo que es y quién es verdaderamente podrá visitarme. - le estaba dando donde más le dolía a Sean y lo sabía pero ahora mismo me importaba un reverendo pepino sus sentimientos, así como a él no le importaban los míos

 

-Si no llego a estar, se que sera mi madre la que le diga cuando le amó su madre y lo que hizo y luchó por que viviera, no puedo estar segura de que vayas a hacer eso o que siquiera estés preparado para las demandas que su cuerpo necesite o como manejar sus habilidades o que no le trataras como un fenómeno de circo cuando sus transformaciones comiencen o que la mujer que tengas en tu vida le vaya a despreciar por ser quien es... No quiero que mi pequeño S.J. viva en un mundo donde no vaya a ser aceptado o querido y ahora no puedo estar ni siquiera segura de ti. -Me di media vuelta y empecé a andar hacia la entrada de la cocina, me detuve en el vano de la puerta y miré sobre mi hombro a Sean:

 

-¿Algo de lo que pasó entre nosotros fue real? ¿Sentiste algo por mi? De verdad... ¿Como pudiste olvidarme tan rápido? Yo nunca te olvide, y tu recuerdo fue lo que me instó a seguir, a luchar por nosotros, por nuestro hijo... Todos los días que estuve lejos de aquí recordé el olor de tu piel, la textura de tus labios, los ángulos de tu cuerpo, los sonidos cuando haciamos el amor, como me hacías sentir de hermosa y especial... todo eso, todo eso fue lo que me hizo luchar por la vida... ¿Como pudiste tu borrarlos tan fácilmente? ¿De verdad signifique algo para ti?

[Sean -Ojo Loco- Linmer]

Si...esta Perenela ya la conocia mejor..aun me acordaba la vez que habia intentado estrangularme por tratar chantajear a su hermano. y si me molesto...que utilizara a nuestor hijo como moneda de cambio para molestarme. Si..sabia que Sagitas seria capaz....de cuidarlo...y educarlo de eso no cabia dudas...pero negar que estuviese preparado para guiar a mi hijo eso si que no. Generalmente en las cosas que me proponia podia hacer las cosas bien...y despues de esa vez.....no habia resultado un mal padre siempre y cuando me diesen la oportunidad. Algo que aun no sabia si Perenela me daria..aunque claro...despues de esa zarta de boberias....sobre si..esto..que si aquellos....en cosas importante odiaba los supuestos....en fin....

 

-Puedes decir lo que quieras...pero ese es tan hijo mio como tuyo....y no dudare en ir a la justicia para reclamar mis derechos...-dije ahora si molesto....y claro cuando pregunto eso ultimo me moleste aun mas...sin mas - creo que si me tienes que preguntar eso...ya deberias tener tu respuesta.

 

Y sin mas sali...realmente apenas si me entere de lo del fuego maldito....ni del Cardenal de la Muerte..solo pase...por el sala..y sali por la puerta....Mejor calmarme afuera...otro dia..con mas calma y posiblemente con un abogado de por medio..ya se veria...como resultaban las cosas.

[Perenela Arya Grindewald Potter Blue]

-¡¡ERES UN COMPLETO idi*** SEAN LIMMER!! – Grité a la puerta cerrada detrás de mí – eres un completo idi***. – la rabia que me embargaba era casi tan amplia como el dolor que sentía, tomé lo primero que obtuve a mano y lo lancé a la puerta por la que había salido, el cuchillo se clavó en la madera con fuerza casi atravesando por completo su grosor.

 

Empecé a gritar conforme las emociones fluían en mí, el llanto ya no era para nada calmo sino desesperado y doloroso y me costaba mantener cualquier tipo de compostura y cordura, me dolía el corazón que erraba sus latidos y mi hijo lanzaba patadas a mi vientre como tratando de llamar mi atención a la cordura.

 

Pero nada de eso me importaba: Sean se había ido de mi vida y aunque era tonto pensar que moriría por ello, mi corazón decía lo contrario, suplicaba su regreso y mi cuerpo se sentía como si se fuera a romper en cualquier momento, me deje resbalar al suelo y apoye mis codos sobre mis rodillas para proteger mi vientre.

 

Traté de abrazarme el pecho pero estaba tan llevada por el desespero que no me importaba morirme, definitivamente Sean era el amor de mi vida y de mi muerte, y el recuerdo de sus últimos momentos, de su actitud fría me perseguirían hasta el final de mis días. Deje de gritar pero me entregue a un desesperado llanto mientras dejaba salir tanto el amor como el dolor que el hombre al que amaba… al que amo había sembrado en mi corazón

 

Me deje caer, derrotada, acariciando suavemente mi vientre y tratando de indicarle con caricias a mi pequeño SJ que todo estaría bien para él. Mi corazón siguió errando sus latidos y la vista se me nublo llevándome a una neblina de ensueño negro: ese punto donde no estas consciente ni inconsciente.

[Ginevra Black]

Suspiro en frente de las puertas de la mansión, dudaba que me dejaran entrar por la ultima vez en que huí sin avisar (de nuevo) y me ausentara por bastante tiempo, un pálido puño llamó a la puerta, esperando respuesta alguna, miraba al rededor contemplando los hermosos terrenos que la rodeaban.

 

Un elfo muy familiar abrió la puerta, y sin decir nada pues me reconocía, me dejó pasar, seguí hasta lo que sé que es mi recámara, una fina capa de polvo cubría todo, suspiré y me quité la capa de viaje, tirándola sobre la cama,el elfo, supongo yo, esta indicándole a mi madre de mi regreso, igual la necesitaba así estuviera furiosa conmigo o no.

 

Di unos pasos hacia el tocador, me senté y tomé cepillo de peinar y acomodé mi pelirrojo cabello que se había desarreglado con el viaje, en el espejo notaba el feo aspecto que tenía y que no me molesté por maquillar, las cicatrices, recuerdos del demonio que había en mi cuerpo pero que por fortuna había sido eliminado.

[Lucrezia Di Medici]

Aquello no fue solo el quebrantamiento de su cuerpo, de su ser físico, sino también de una visión interior propia, acuñada durante toda su vida donde dominó la facilidad y el poder. Frente a aquella persona cuya identidad desconocía, todo había pasado a ser efímero, incluso su altercado con Sagitas por la propiedad que tanto deseaba. Lucrezia se sentía pequeña. Se sentía como aquellas personas a las que, desprendida de toda culpa, había despreciado sin miramientos. Aunque intentara negarlo, con su cabeza ocupada en los hechizos que recordaba de su juventud, había perdido su sello. Como un castillo de naipes, su realidad se desmoronó por la simpleza de un hechizo proyectado hacia ella.

 

El rayo surcó la distancia, iluminando con su luz amenazante todo alrededor, reflejando su tinte blancuzco en la mirada de la aristócrata, cuyas pupilas se habían dilatado con el latir acelerado de su corazón atravesado por la adrenalina y…el temor. El golpe en la boca del estómago fue seco, duro y directo. La sangre fría con la que el hechizo había sido lanzado impactó en la fortaleza espiritual de la Médici, cociente de su fragilidad. Un espasmo involuntario invadió todo su cuerpo, debilitando por un segundo sus extremidades repentinamente agotadas. Abatida por el golpe, retrocedió un paso que acompañó el desprendimiento de la varita que hasta el momento había mantenido aferrada a sus delgados dedos.

 

Su reflejo fue instantáneo, impulsado por una sanguínea necesidad de venganza y la desolación de un instinto de supervivencia que había crecido como una llama en ella al perder todo minúsculo rastro de su altanería, tanto en su semblante como en las palabras que el Séneca le imposibilitaba soltar. Solo tardó unos segundos en desprenderse limpiamente de sus zapatos y correr descalza, casi rozando el gélido nocturno que impregnaba el suelo, hacia donde había caído su arma mágica. A solo dos metros de su pertenencia se dejó caer al suelo y la propia inercia, producto de la velocidad que había impulsado su esbelto cuerpo, le permitió deslizarse hasta hacerse nuevamente de su varita de madera de roble.

 

Sin embargo, no había caído en que la lejanía en la que se sentía de su atacante ahora se había convertido en una intimidante cercanía. Solo unos metros los separaban. Lo enfrentó con un cruce de miradas en el que, pese a la sequedad de su garganta, las palabras no dichas no faltaban, sino que se palpaban en los ojos del otro. Así fue hasta que frente a ella se materializó una serpiente de Fuego Maldito, una invocación proveniente de las artes más oscuras con las que la magia había alguna vez experimentado. Sin esfuerzo alguno, el hombre que la desafiaba las había utilizado. La aristócrata lo sabía perfectamente, pues no podía alejarse de la racionalidad en tan problemática situación: estaba por enfrentarse, en el instante que esas llamas la envolviesen, al sufrimiento más arduo que atravesaría en su vida.

 

Un grito desgarrador que brotó desde su pecho sirvió para opacar todo sonido artificial y natural que se alzara sobre en el patio delantero de la mansión Potter Blue, acabando desde la llegada del mortífago con el silencio que lo caracterizaba. El alarido se fue apagando a la vez que los labios de su propietaria comenzaron a ser superados por el fuego. Lucrezia podía sentir como las llamas abrazaban su piel y la deformaban; como consumían la fina tela de su vestido que se pegaba a su cuerpo produciendo un agudo dolor que se extendía allá donde terminaba su prenda. Sus manos trémulas intentaban con dificultad sostener la varita, que era el único recurso al que se aferraba para mantenerse con vida. Aquel artefacto, vital en ese momento, emitió un pequeño destello a la par que de efectuar un Episkey con su mente atormentada por el sufrimiento.

 

Apoyó para sostenerse ambas manos en el suelo, que repentinamente se había tornado cálido por el propio desprendimiento de calor de las llamas. Su chamuscada piel comenzó a recuperar su palidez y su suave textura impoluta, mientras se fortalecía y curaba rápidamente del hechizo del Mago Oscuro. Sin embargo, el poder superior de su rival había mermado con ella, con su ser implacable. Lo último que su vista logro captar, ganada por la borrosidad propia de la pérdida de conciencia, fue la incipiente luz del amanecer que comenzaba a dar lucha a la oscuridad cada vez más tenue de la noche. La fuerza la abandonó un segundo después, cuando cayó inconsciente al suelo vencida por el inevitable dolor. La flamante aristócrata allí se hallaba, débil y desmayada.

 

A solo unos metros, a espaldas del vencedor mortífago, unos ojos verdes observaban la escena con expectación...

[Matt Blackner]

Aparecí en los terrenos de la mansión. Hacía tiempo qeu no me pasaba por alli a saludar, o a saber como estaban las cosas, y una parte de mi temía qeu la mansión no siguiera en pie. Vestido con una camiseta blanca de manga corta y unos vaqueros cortos además de deportivas de color rojo, recorrí el terreno que me separaba de la mansión.

 

Fenrir pasó por mi lado a la carrera. Le gustaba ir por alli y corretear por ese jardín, auqeu le teníamos prohibido acercarse a las flores azules de Sagitas. No sabía por qué, pero mi madre no le dejaba....y al menos el lobo hacía caso.

 

No tardó en llegar a la puerta de la mansión. Comenzó a rascar con la pata, lanzando gruñidos y agitando la cola. Se ponía de pie, aullando para que le abrieran.

- Vale Fenrir, intenta no echar la puerta abajo o te quedarás sin postre. - dije al lobo, rascándole tras las orejas divertido con la actitud del animal.

[Ada Camille Dumbledore]

La noche estaba parcialmente despejada, la luna estaba cubierta con leves nubes que apagaban su nívea luz por lapsos.

 

En un momento de oscuridad una figura alta apareció cerca a la verja, limite de aquella Mansión de la familia.

 

Los pasos lentos y taciturnos de la figura la hacían asimilar a un fantasma. Un débil rayo de luna mostró al extraño, ataviado con una capa color cobre que le cubría de pies a cabeza. Por la capucha apenas se podía ver un mechon púrpureo que escapaba de ella.

 

Los pasos parecían arrastrarse sobre el suelo, no se dirigieron a la casa, sino a la parte que llevaba hacia el jardín posterior. Allí una gran cantidad de arbustos formaban un laberinto, del que conocía perfectamente el camino hasta las tumbas que se encontraban en su interior.

 

Al llegar frente a la tumba, una mano nívea se asomo fuera de la capa para despejar la cabeza y mostrar a la dama que se escondía tras ella. Selene Ariane sonrio débilmente y poniendo su rodilla en el suelo se dispuso a tocar la lápida de piedra.

 

-Aquí estoy amor mio, nunca dejare de cumplirte esta cita.

 

Suspiro profundamente y cerro sus ojos, hubiera deseado poder derramar lágrimas, pero ya no había lágrimas que derramar...todas se habian secado ya.

 

Con su mano libre saco su varita y realizouna floritura, haciendo aparecer una azucena púrpura que cayo suavemente sobre la tumba.

 

Off: perdón por la intromisión Sagitas, una abrazo a la familia, los quiero y los extraño. Besos.

 

Luna Marie

[Sagitas E. Potter Blue]

La vi.

 

Allá estaba ella, Selene, fiel a su cita.

 

La observé llegar desde la torre más alta de la mansión, en el Desván, en el lugar que me había escondido con una excusa que Harpo supo que era mentira. Pero me dejó hacer. Él sabía que necesitaba aquel momento de soledad en el que recuperar el ánimo. Hoy era el día. Hoy...

 

Aspiré mientras la miraba desde el cristal (algo sucio, por cierto) y veía como le ponía flores en la tumba. Era una situación algo incómoda, o al menos lo fue en su momento. Ahora quería a Selene como si fuera mi hermana, a pesar de todo lo que nos ocurrió en el pasado. Por ello, ella sabía que siempre sería bienvenida a la Ojo Loco, y más en el día de hoy, en el día de su aniversario.

 

No quería, sin embargo, que nadie me viera. Tenía ganas de llorar y solía deprimirme mucho. Menos mal que no estaba Perenela, ella siempre hacía fiesta en este día para recordar a su padre y yo... yo me moría por dentro.

 

Así que dejar que pase el día y esperar que nadie se diera cuenta que estaba en el desván, llorando.

 

 

 

OFF.-

 

Entra cuando quieras, Selene, eres bienvenida y te aprecio mucho. Besos para ti.

[Matt Blackner]

Al final habíamos entrado. fenrir estaba especialmente insistente, quería pasar al interior y conseguí que me dejara abrir la puerta. Pero en lugar de corretear hasta la cocina en busca de Harpo para qeu le diera algún hueso, echó a correr hacia arriba.

 

Fruncí el ceño antes de salir corriendo, persiguiendo a mi lobo. Subimos y subimos, saltando los escalones de dos en dos mientras el lobo ascendía.

 

Al final lo atrapé. Estaba en la puerta del desván, sentado. Lloraba de forma lastimera, con las orejas gachas hacia los lados y moviendo la cola. Con la puerta comenzó a rascar la puerta, pidiendo permiso para entrar, qeu le abrieran...No sentia a nadie alli dentro, pero unido a la reacción qeu el lbo había tenido, suponía que solo podía tratarse de una persona.

 

- Mamá? - pregunté, pegándome a la puerta. Oía a alguien llorando. - Abre...

[Sagitas E. Potter Blue]

Estaba allá quieta, en el desván, con la cabeza apoyada en la ventana, mirando a través de ella el jardín trasero de la mansión. Estaba inquieta, con la cara y las manos mojadas por las lágrimas, escondida para que nadie me viera. Pero nunca recuerdo que eso es imposible. En mi casa hay más gente que en un metro muggle a hora punta.

 

Sentí los pasos rápidos de Fenrir y supe que traería a mi hijo detrás. ¡Cómo no, si ambos iban unidos siempre a todas partes! Suspiré y me limpié un poco la cara para volverla a llenar de lágrimas.

 

El lobo era un animal muy listo, sabía cómo llamar la atención, rascando la puerta y gimiendo. Sonreí tristemente, aquel lobo me encanta pero hoy no tenía ganas de jugar con él. Enseguida llegó la voz de Matt y suspiré, desvalida.

 

-- Déjame, Matt, no quiero ver a nadie -- intenté que mi voz no sonara llorosa, sino firme y segura. Pero no estaba segura de haberlo conseguido. -- Prefiero llorar a solas -- confesé.