Mansión "Ojo Loco" Potter Blue (MM B: 78439)

[Sean -Ojo Loco- Linmer]

Te retuve en mis brazos..las ropas hechas girones y tu indenfensa a mi lado.. Te tome y cargue y mirando a Sagitas con decision subi lentamente por las escaleras. Mientras te besaba en los labios suavemente. No espere la reaccion de Sagitas no importaba..ya despues que me lanzara la flecha si queria...asi llegue a tu cuarto...y al abrir y avenzar unos paso te deje en la cama.

 

-No te preocupes ya estoy aqui.- y.te te bese otra vez.

 

No me gustaba ver esos momentos de debilidad de Perenela....solo su espiritud fiero y esa forma tan hermosa de decir que olia a manzanas verdes.

[Leslie Ashryver PB]

El grito de su madre la hizo estremecerse cuando llego a su cuarto, cerro la puerta con llave y corrio a su escondite del armario evanecente.

 

Junior reia divertido ante los gestos de u hermana pero no podia culparlo no tenia ni idea que le habia lanzado una bomba fetida pero que no iba a su madre sino a Sean.

 

-Si algo me pasa, tengo el testamento de mis vienes en el baul de siete cerrojos- le susurro a su hermanito.

 

Quisas solo en el futuro el recuerde ese momento y que tuvo una hermana mayor que hizo enojar a su madre. Alessandra se quedo escondida con el pequeño meciendolo para que se durmiera y su madre no descubriera donde estaba.

[Perenela Arya Grindewald Potter Blue]

Me deje cargar de Sean mientras intentaba sin éxito dejar de llorar, me sentía desboronandome, estaba cansada de no dormir, de cuidar sola a Sj, de no hablar con nadie, de no poder trabajar por cuidar de mi hijo, de no poder haber arreglado las cosas de Sean.

 

Me deje besar y me deje acomodar en la cama, no sabía que me pasaba pero sentía que me estaba atascando:

 

-¿porque Sean? ¿porque? ¿porque es tan difícil esto?

[Sean -Ojo Loco- Linmer]

Estaba sobrecogido en mi interior. AL parecer esa bomba fetida habia tensado demasiado la cuerda animina de Perenela. O sea cuando uno se empiea a preguntar los porques pues la cosa no pinta bien. Ni siquiera para mi que no encontraba respuestas acertadas para sus preguntas. O sea que me odiasen era entendible...yo no pedia el mundo ideal donde mi modelo mujeriego fuese aplaudida. Me bastaba con la aceptacion de Perenela, eso era suficiente para mi. Claro despues estuvo el asunto del abandono, eso me dolio pero se podia superar. Los demas no me importaban, sabria lidiar con ellos, aunque no si ellos conmigo, en fin....que ya de pensarlo me daba dolor de cabeza.

 

-Creeme Nela que si supiera las respuestas a esas preguntas....pues seria psicologo, que eso da mas galeones que trabajar en Accidentes.

 

A lo mejor no era buena idea ese comentario medio en broma para aliviar el ambiente pero fue lo unico que se me ocurrio.

[Tamarindo]

Aquí seguía, perdida ya ni sé donde por la mansión esta de la ojo loco... Hubo una explosión y ahora olia la casa a una peste que era horrible.

 

--Quien se echo tal pedo? PUAJ

 

era un olor horrible, pero tenía la solución, entrar en cada habitación y abrir la ventana para que ventilara la casa... Y como soy asi de rara, las primeras ventanas las abrí manualmente, porque son tonta y no usaba mi varita. Hasta que acabé entrando en las habitaciones y las abría sin mas...

 

Entré en un carto que pare´cía de chica. Había un niño alli en medio...

 

--Ey, quien perdió al niño este ??? Que vengan a recogerlo...

 

Ni loca me hago cargo de un niño... En fin, que abrí la ventana y de pasó sin queres abrí un aarmario que estaba al lado. Mi sorpresa fue encontrra una señora dentro.. alli achantada en el armario. ?Que haría alli?

 

--Oh, emmm, anda, perdona... no sabía que había alguien...

 

@

[Liliana McDougall]

- No recordaba el clima tan frío.

 

Se hallaba, hacia varios kilómetros, caminando por las calles del pueblo de Ottery St. Catchpole, un poco lejos de los pasajes más concurridos, porque detestaba ser vista por cualquier persona que pudiese reconocerla, al menos lo suficiente como para querer entablar una conversación que ella no consideraba amena,

 

Envuelta en una capa gastada por los años, pero que conservaba los colores verduzcos, se deslizaba por un amplio jardín hasta llegar a unos arcos de medio punto, lso admiró por un momento, si su memoría no fallaba, era el hogar de alguien a quien siempre volvía, sin importar el tiempo, ni el momento, sabía que ella estaría ahí. O le dejaría el mensaje con algún elfo.

 

Atravesó el umbral y golpeó la entrada con fuerza, sentía la mansión ligeramente silenciosa por dentro, pero las paredes se veían tan imponentes, que suponía que por mas grito y barullo que hubiese de un lado, no llegaría hasta donde ella estaba. Se sacó la capucha y se estiró un poco a la espera que alguien apareciese.

 

Por un instante se sintió observada tras de sí, pero luego, con un siseo bajo, habló con sus serpientes Eris y Ares, fieles compañeras que siguieron la travesía que decidió emprender, las dejó perderse entre la maleza y se recostó sobre la puerta.

 

- De todas maneras, no es como que esté apurada.

 

Haber sobrevivido a la muerte una vez, le había dado una nueva perspectiva sobre la vida, no la apreciaba más, tan solo, no la aborrecía tanto como antes, ello le hizo recordar que Amicus debería andar por algún lado, luego de haber dejado la Gaunt, en manos de nuevos dueños, que la habían convertido en una suerte de palacio "de mala muerte", el Hipogrifo de su hermana y la promesa de las galletas perdidas se desvanecieron con los años.

 

Pero ahí estaba de vuelta, esperando. Como siempre.

[Sagitas E. Potter Blue]

La rabia creció en mi interior cuando Sean, ¡ese maldito Sean! se apoderó de mi hija y se la llevó, escaleras arriba, hacia el dormitorio de mi pequeña. Mi mandíbula tembló y un gruñido empezó a crecer en la boca del estómago, saliendo hacia mi garganta, un ruido seco y malévolo que implicaba que iba a matarlo. ¡Oh, sí! Mataría a ese desgraciado muchacho por atreverse a entrar en mi casa y llevarse a mi hija; mataría a Perenela por caer no una ni dos, sino mil veces en los brazos de aquel Don Juan zarapastroso y volver a ofrecerle su cama como si no hubieran ocurrido hechos mortificantes para ella, para mí y para su hijo aún lactante.

 

Sí, los mataría a los dos y daría sus cadáveres a mis bichos del Circo. ¡Se lo merecían!

 

¿Qué me retuvo? No estoy segura. Dudo que fuera la presencia de Tamarindo. En cierta manera, estaba tan acostumbrada a su estar por aquí y por allá comiendo galletas y paseando a su conejo blanco de verdes manchas, que ya me parecía como un florero andante o una sombra que concurría por los pasillos en la que no me fijaba.

 

Dudo también que la presencia de mi nieta Alessadra me impidiera acabar con su madre. Estaba en ese estado de ánimo en el que matar apacigua el interior del alma, aunque sólo fuera unos instantes. Después, cuando ya hubiera saciado esa sed de venganza, el arrepentimiento acudiría a mi cara y mi mente se volvería loca, si es posible eso, ante lo sucedido.

 

-- Enajenación mental -- murmuré, como si con eso fuera suficiente para justificar el binomio de asesinato que mi cabeza ya planeaba.

 

Creo que nadie puede saber lo cerca que estuve en aquella ocasión, de ser una asesina. O de volver a ser una asesina. Yo había abandonado aquella senda y no había día que dijera que nunca volvería a pisarla. Sin embargo, hoy, ahora, estuve muy cerca de volver a mis antiguos hábitos. ¿Qué lo impidió? Aquella llamada en la puerta.

 

Me giré hacia ella como si allá hubiera alguien que me hubiera leído el pensamiento. El gruñido cesó y el silencio reinó a mi alrededor. Un silencio que era desagradablemente honesto y que me dejaba pensar en las ideas raudas y mortífagas que habían sacudido mi alma durante unos microsegundos. Parpadeé. Creo que no lo había hecho al menos en unos cinco minutos porque me ardían los ojos. Aspiré una bocanada de aire y...

 

Sentí miedo.

 

No por quien estuviera tras la puerta. Era miedo de mí. De lo que la rabia podía despertar, ese monstruo escondido que pensé que habría fenecido en alguno de los pliegues de mi memoria y que, sin saber cómo, había aparecido para susurrarme palabras mezquinos. "Mátalo... Mátalos..."

 

Me tembló la mandíbula pero esta vez no era la rabia sino el frío que sentía al verme visto al borde de aquel abismo que intentaba ocultar de todos e incluso de mí misma. No. Yo no era mala. Yo no era esa.

 

Me dirigí a la puerta y la abrí, sin más, intentando calmar la angustia que sentía por dentro por lo que ¡gracias a los dioses! no había sucedido.

 

Una figura femenina se recortaba al lado de la madera. Me sorprendió. Estaba sensible, sin duda. Estaba emocionalmente tocada, sin lugar a dudas. Era imposible que reconociera a esa mujer y, sin embargo, solté un gritito asustado y di dos pasos hacia atrás. Me había parecido ver a la Parca que venía a por mí para que pagara por mis pecados pasados.

 

Cuando me di cuenta de la estupidez que acababa de pensar, fue peor. Tal vez aquella mujer había venido, sí, a cobrarse todos los pecados pasados que había cometido.

 

Que habíamos cometido.

 

Juntas.

[Liliana McDougall]

Off: Epa! Que yo no recuerdo haber asaltado ningún Banco con usté Jefa.

 

On:

 

- ¿Y esa cara?

 

Esperaba cualquier cosa, desde un elfo gruñón, pasando por un dragón prohibido, hasta que le lanzaran alguna poción transformadora, pero con lo que no contaba era con encontrar a Sagitas, de cara frente a la puerta, como esperando que bajaran el telón de un guillotinazo.

 

La castaña a veces podía ser impaciente, así que solo se limitó a cruzar los brazós mirándola de pies a cabeza, los rasgos de payasa, que recordaba en ella, se acentuaban mucho más con esa expresión de temor, no estaba segura si era temor hacia su persona, no recordaba haber cometido ningún crimen, un duelo aquí y un duelo allá talvéz, en sus mejores épocas se habían lanzado cuerdas, animales controlados, y hasta maldiciones... pero nada con el afán de acabar la una con la otra.

 

Hizo un pequeño ademán hacia adelante y se contuvo, mordió su labio inferior mientras retrocedía, la misma cantidad de pasos que ella, alejándose un poco.

 

- ¿Esto significa que no puedo pasar?

 

Sagitas siempre había tenido un temperamento peculiar, en el tiempo que creció rodeada de mortífagos, rara vez se la cruzaba, sus idas y venidas eran siempre una una gran interrogante en lo poco que recordaba de ella, después de intentar estudiar en aquella Academia y empezar a aventurarse en lo que deparaba el mundo mágico para ella, ese lazo extraño que había formado con Sagitas se tensaba y estiraba muchas veces.

 

Unas a favor y otras en contra.

[Perenela Arya Grindewald Potter Blue]

Me seque las lágrimas del rostro en un intento de alzar el animo, sabía que mi depresión no ayudaría a nadie, ni a mí, ni a Sean y mucho menos a Sj... O a mi madre que de seguro se debía de estar mordiendo los codos abajo, eso sí si era que no estaba lidiando con una revolución de elfos enfadados por el desastre en la cocina.

 

Me senté en la cama y la bata que traía cayó mostrando mi espalda, mis tatuajes de evidenciaron, viéndose claramente al igual que mis costillas, mis vértebras y mi piel, volví a acomodar mi bata tratando de ocultar con un trozo de tela la delgadez a la que había llegado en un par de meses.

 

Alcé la vista a Sean pero no me concentre para nada en su rostro, no ví sus ángulos fijos ni sus ojos, solo un punto detrás de su cabeza:

 

-¿puedes dejarme sola? - mi alma y mi corazón se agrietaron con esas palabras y en mi cabeza se escuchó un profundo grito que resonaba, no quería estar sola pero tampoco sabía cómo lidiar con cualquier otro ser que no fuera SJ

 

Me levanté como pude y trate de bajar las escaleras para buscar a mi hijo, era por el y por mi madre por quienes no había dejado de luchar, por quienes día a día bajaba a tratar de vivir una vida, por quienes trataba de pasar comida por mi boca, sonreír a lo que decían... Estaba tomando todo como una obra de teatro, donde cada escena donde yo salía lo hacía con una sonrisa para no preocupar a los demás, pero en la soledad de mi cuarto me desmoronaba para al día siguiente, volverme a levantar.

[Sagitas E. Potter Blue]

La recordaba, por supuesto, y ella me recordaba a mí. Lo que no tenía claro era el motivo por el que se presentaba en mi casa en aquel momento. Sabía que había desaparecido del pueblo porque en una comunidad pequeña, el rumor del abandono de la mansión Gaunt por sus antiguos dueños se había propagado por toda Ottery. No recuerdo si llegué a lamentar eso. En aquellos momentos, ahora lejanos en mi memoria, tenía problemas muy graves. Intenté situarla dentro de mi historia, de aquella antigua vida que había tenido y que me esforzaba por olvidar; algunas veces conseguido; otras, como hoy, aflorando en cuanto me descuidaba.

 

¿Por qué estaba en mi puerta, observándome?

 

-- ¿Co-Cómo?

 

Sí, sé que debí parecer un poco lerda allá, quieta, observándola sin decir nada y cacareando cuando conseguí pronunciar una palabra. Me mordí el labio superior, un rasgo que solía hacer siempre que no estaba muy centrada, fruncí el ceño y aspiré el aire. No sabía qué decir. Aún no estaba segura que no fuera un fantasma. Un fantasma del pasado.

 

Sentí unos pasos arrastrándose y supe, sin necesidad de mirar, que mi hija bajaba las escaleras.

 

-- Por supuesto... -- ¿Pero qué estaba haciendo? -- Pasa. Acomódate.

 

¿Le dejaba pasar, así, sin más? Sentí que perlas de sudor empapaban mi frente y que fruncía el ceño, sin evitarlo. No hacía ni un minuto que mi mente había cedido al poderoso deseo del placer de planear una matanza y... No sé cómo conseguía superar esos deseos pero allá estaba ella, parte de aquel pasado que me empeñaba en olvidar. Me giré un poco bruscamente para mirar hacia la escalera, sólo para darme tiempo para pensar en aquella situación tan extraña. Le dejaría a ella que hablara.

 

-- ¿Necesitas ayuda, cariño? No vayas a caerte -- le dije a la Perenela que bajaba, tan delgada que casi parecía trasparente. Curioso, un minutos antes iba a matarla y ahora me preocupaba que no tropezara.