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Prueba de Nigromancia #3


Báleyr
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Una vez que los tres aprendices estuvieron dispuestos a afrontar su última prueba, vencer al espectro que tenía su rostro y que los incitaba a dejar un trozo de su humanidad para poder proseguir en el camino, se introdujeron dentro de la pirámide. El Tuerto los saludó a los tres con una inclinación muy leve de su cabeza en señal de que los había reconocido y aprobaba sus agallas para llegar hasta allí. Aún así, había una prueba más que debían afrontar para poder conseguir el aro de la habilidad.

 

—Lo han hecho bien... hasta ahora— gruñó el Arcano, mientras posaba su ojo celeste en los tres, inspeccionándolos uno a uno. Las pruebas habían hecho mella en su determinación, claro estaba. Les había ido bien pero al mismo tiempo no se esperaban que las pruebas anteriores a su verdadero reto fueran tan difíciles. Uhm, difíciles. El Tuerto iba a tener que pensar en la próxima vez que le hiciera el camino sinuoso a uno de sus pupilos: quería más desafío aún. —Es hora de que les pregunte por tercera vez si están dispuestos a realizar la prueba final para poder ganarse el derecho a su habilidad. Sólo una vez más les preguntaré y aquel que conteste que "sí", tendrá que traspasar el porta de Nigromancia y enfrentar dificultades muy diferentes a las del laberinto. Pero sólo entonces, quien pueda concluir su prueba, será el verdadero merecedor de este poder.— Relajó las manos que tenía cruzadas sobre el bastón y señaló con un nudoso dedo el pedestal de piedra donde descansaban los tres anillos de aspirantes.

 

—El que responda negativamente, tendrá la posibilidad de volver a tomar la habilidad más adelante, pero deben recordar que sólo tienen tres intentos. Ahora, quien renuncie a mitad de su prueba, no podrá volver a optar por esta habilidad nunca más— su voz pareció retumbar más de lo normal en las paredes de la pirámide.

 

Dio un paso hacia el pedestal y tomó los tres anillos en su mano, extendiéndolos hacia los tres jóvenes aspirantes.

 

—¿Están dispuestos a tomar la prueba final de la habilidad? De ser así, den un paso al frente y colóquense el anillo, de ese modo yo podré ver lo que cada uno de ustedes vean e intervenir en caso de ser necesario, ya que no se me permite atravesar el portal con ustedes. Cada uno se adaptará a la forma de su dedo y, una vez concluída la prueba, el símbolo de la habilidad se marcará para siempre en él. Una vez tengan el anillo, deberán cruzar el portal de la habilidad. Dentro de él, se encontrarán con que el tiempo no es lo que parece. Pueden ir al pasado, al futuro e incluso cambiar el presente mientras vayan avanzando. No son recuerdos ni cosas del porvenir, es simplemente algo que el portal considera que debe mostrarles para que ustedes comprendan la habilidad— hizo una leve pausa e inclinó su cabeza hacia ellos, su ojo brilló misteriosamente y su voz se volvió poco más que un susurro.—Ustedes no sabrán que es una prueba, su mente en algún recóndito lugar guardará tal información pero sus sentidos los engañarán y lo que vean en el portal será tan real como lo soy yo ahora. Así que tengan cuidado, sus acciones podrían alterar la historia misma.—

 

Se enderezó.

 

—¿Están listos?—.

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—Lo he hecho bien, y lo haré mucho mejor —dijo desafiante.

 

El Tuerto era una persona sabia, llena de conocimiento y experto en saberes en los que Bastian solo soñaba. Eso no quitaba que fuera desagradable, y que le molestara su presencia. Él hubiera preferido un maestro más parecido a Suluk, ella había logrado que el mortífago entendiera el alcance de su poder de formas en que ni siquiera llegaron a pasar por su mente en un principio. Pero eso era imposible, alguien que jugaba con la muerte al nivel del Arcano no podía ser agradable ni dulce, eran cosas totalmente excluyentes.

 

Se acercó a Valyria, porque ya los tres había llegado a aquel lugar en donde se realizaría la última pregunta. La definitiva. Entrelazó la mano con su esposa. Pasó por alto toda la explicación de lo que les esperaba. Él conocía ya aquel discurso, él sabía los peligros a los que se enfrentaría y comprendía los resultados que eso podía traer al mundo real. Pensó en Harimau, este respondió. Lo apartó, no era seguro.

 

—No me acobardaré al último minuto. Tomaré la prueba de la habilidad

 

Dio un paso al frente y se apoderó del anillo del aprendiz de nigromancia. La pieza se vinculó a su poseedor, se conectó con su esencia. Adoptó un brillante azul con runas incomprensibles que lo representaban. Si todo iba bien, al final del día aquel anillo le pertenecería. Se mantuvo de pie, esperando que el Arcano abriera finalmente el portal que los llevaría a lo desconocido.

 

—Debemos hacerlo por separado. Es lo más seguro —le susurró a su esposa al oído.

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Como siempre, el primero fue el joven Kakarov. Báleyr todavía recordaba cuando él había sido un joven ansioso de conocimiento, buscando y leyendo siempre que podía para poder obtener más y más información. En aquel momento, aquellos tres chicos le parecían tan similares a él que olvidó que se encontraba en la Gran Pirámide. Claro que el tono desafiante de Bastian no lo inmutó siquiera y sólo sintió que si llegaba vivo al final del día, merecería llevar el anillo con él. Había encontrado fortaleza y determinación en él.

 

—Solos entrarán y solos deberán retornar— agregó a lo que Bastian había dicho a su señora esposa y, acto seguido, la sala comenzó a girar a su alrededor, las puertas se volvieron borrosas por un momento y luego todo se detuvo. Frente a ellos, la puerta marcada con el símbolo de la Nigromancia se entornó, pero de allí no salía ninguna luz brillante ni tampoco voces que los llamasen. De hecho, parecía que no había nada del otro lado, fácilmente podrían haberse encontrado con una falsa puerta.

 

—Ya es hora. Recuerden utilizar lo aprendido y escuchar a su alrededor, porque muchas respuestas a sus preguntas no formuladas están justo delante de ustedes— hizo sonar el bastón y la puerta se abrió del todo.

 

Estaba negro del otro lado, como si toda la luz del mundo se hubiera extinto. Incluso, si uno se quedaba mirando la apertura por más tiempo, podía notar que era como un agujero negro, atrayendo la luz a su alrededor y haciéndola desaparecer. ¿Qué se iban a encontrar allí dentro? Bueno, sólo ellos podían saberlo. Báleyr no era más que un espectador en un escenario que él no había construído. La clase era lo suyo, las lecciones, pero la Gran Pirámide actuaba sólo por impulsos y deseos de aquellos lo suficientemente valientes como para atreverse a enfrentar una de sus pruebas. Siempre se había sentido atraído por la magia de aquel místico lugar y, una vez más, luego de que pasaran tantos años desde su propia prueba, volvía a sentir el flujo de magia que emanaba de la Gran Pirámide.

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Apenas había avanzado unos cuantos metros en dirección hacia la pirámide cuando el espectro de una mujer le cortó el paso, siguió acercándose, intentado descifrar de quien se trataba o lo que pudiera estar buscando de ella. Para sorpresa de la Karkarov se trataba de una réplica de sí misma, aunque su cabello lucía opaco, su piel era de un tono lechoso y sus ojos lucían completamente negros.

—Te has vuelto tan blanda… —Dijo con un tono de voz muy similar al de la verdadera Valkyria — No puedes pasar…— sentenció la mujer.

—Sigo siendo la misma de siempre —dijo la castaña, segura de sus palabras.

—Pruébalo… —el rostro del espectro permaneció impasible cuando a sus pies apareció el cuerpo del niño al que hace tan solo momentos atrás había ayudado a volver, aquel niño por el que había sentido compasión.

—Avada Kedavra—siseó la vampiresa sin sentir el menor de los remordimientos, después de todo no conocía de nada al pequeño. —Ya puedo pasar…— empezó a decir, pero la sonrisa malévola que tenía su otro yo en los labios la hizo callar, matar al niño era cosa sencilla y el espectro sabría que no le costaría nada hacerlo.

—¿Mamá? —preguntó la asustada voz de su hija Little, su primogénita. La miraba confundida y el miedo se reflejaba en sus ojos. La castaña dudó y bajo la varita. > pensó no muy convencida.

—¿Serías capaz de matar a quien amas? —dijo el espectro con una sonrisa triunfal en el rostro. —Te conozco muy bien… esto no es para ti, da media vuelta y vete —le recomendó.

La ojimiel cerró los ojos pensando en las posibilidades y el irse de ahí sin haber obtenido el poder de la nigromancia no era una de ellas. Escuchó a su hija suplicar por ayuda, sitió su desesperación, confusión y miedo. Poco a poco fue apartando esos sentimientos, sintiéndolos cada vez más lejanos, hasta que dejo de sentir. Al abrirlos lucían una frialdad que nunca antes habían tenido, levantó la varita una vez más y susurró nuevamente > El rayo verde viajó en dirección al pecho de su hija y está, junto con el niño y el espectro de la Karkarov se fueron desintegrando hasta desaparecer. > fueron las últimas palabras que escuchó decir al espectro.

Como lo había previsto el longevo arcano estaba en el interior de la pirámide y frente a él ya se encontraban su esposo y Mei, se acercó hasta colocarse juntó al peliblanco. Su mente aun daba vueltas lo último que había hecho y a pesar de saber que debía sentirse mal por ello no lo sentía, se podría decir que en ese momento la bruja era incapaz de sentir algo y la hacía preguntarse si esa sensación sería permanente. Con su mente dando vueltas apenas y escuchó al Tuerto, lo que si sintió era el cálido roce se la mano de Bastian cuando se entrelazo a la suya.

Levantó la mirada hacía él mago, quiso contarle lo sucedido y lo extraña que se sentía pero aquel no era el lugar ni el momento, se mordió el labio pensando si algún día encontraría el lugar y momento para contarle. Se mordió el labio, nerviosa y soltó la mano de su esposo dejándolo acercarse a tomar uno de los anillos que el Arcano les estaba ofreciendo.

—Así debe ser… —dijo la castaña a lo que el Karkarov le susurró al oído y luego se acercó a tomar uno de los anillos.

—He llegado muy lejos como para rendirme al final. Claro que tomare la prueba —finalizó la bruja. Era hora de enfrentarse a la verdadera prueba.

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—Que nos volvamos a encontrar —dijo finalmente el mago. Por un segundo, solo por uno, se vio tentado a despedirse. A decirle varias cosas que ambos sabían que que merecían ser pronunciadas. Pero quitó esas palabras de su cabeza. Ambos iban a regresar con bien de cualquiera que fuese la prueba impuesta por el Portal de siete puertas. Junto sus labios con los de ella, no era una despedida, era un hasta pronto.

 

La oscuridad se apoderó de todo. De absolutamente todo. Sus pies comenzaron a moverse al son de las sombras que se proyectaban dentro de la sombra más grande. Era complicado de explicar. Pero la oscuridad no era sencillamente una oscuridad. Era una grande que contenía en su interior pequeños cúmulos de oscuridad. Pequeñas partes que eran mucho más juntas que por separado. De la misma forma en que el silencio era un conjunto de pequeños silencios.

 

Y la oscuridad dio paso a la luz. Sus ojos se cerraron de forma automática. Los volvió a abrir. Todo temblaba, las ventanas estaban reventadas y muchas de las paredes se habían venido abajo. Él mismo no se encontraba en el mejor estado estado posible. Se sentía incompleto. Apartó los escombros que aplastaban su pierna con la varita. El alma se le cayó al piso cuando vio el cuerpo de Harimau sobre un lago de sangre. ¿Qué había pasado? Las imágenes de los recuerdos pasaban por delante de sus ojos a toda velocidad, llenando su cabeza de cosas que en la realidad no habían pasado. La guerra.

 

—Harimau

 

Se había acercado al tigre y le habló. No en la cabeza porque el animal no respondía, sino utilizando sus labios, de tal forma que cualquier podía llegar a escucharlo.

 

—Harimau responde

 

Las patas delanteras de la bestia se movieron y respondió mentalmente

 

—Todos escaparon y están a salvo. Los aurores creyeron que te estaban atacando. Búscalos, escóndelos. Yo he cumplido con mi misión, déjame descansar...

 

Y entonces murió.

 

La ira consumía poco a poco los vestigios de bondad que le quedaban. Alguien lo había traicionado. El cuartel de aurores había tomado el ministerio por la fuerza, la persecución a los mortífagos no tardó en llegar. Bastian había logrado pasar desapercibido hasta que alguien dijo su nombre. Todo daba igual ya. Sus hijos y nieta estaban bien. Llegar a Rusia era siempre el boleto de escape, después de todo, la organización podía proteger a la familia del subdirector.

 

El saber afloró. Pequeños recuerdos de cosas que no recordaba saber. Hasta ese momento que lo supo.

 

—Eres un idi*** —balbuceó. Harimau había percibido aquellos conocimientos justo antes de morir y le advirtió, de una forma extraña, que no era su deseo formar parte de algo que iba en contra de su naturaleza. De algo que no era normal en el reino animal, de algo que lo haría diferente.

 

Como una sola Aiùa que eran. Al perece Harimau todo se juntó en un solo recipiente. El mago no podía ya sentir aquello que en vida sintió Harimau. Sin embargo, le hubiera sido sencillo volver a separarse en dos recipientes. Pero eso era lo que él quería, no lo que su amigo hubiera deseado.

 

Sus ojos estaban, como no, llenos de lágrimas. Se sentó el suelo, junto al cadáver, y le dio un último abrazo. Juntos desaparecieron. Rusia era, después de todo, un lugar seguro. Así, Bastian hizo lo imposible: dejar que su mejor amigo muriera. Aprendió de la misma forma algo importante sobre el poder que intentaba dominar: No todos quieren volver.

 

 

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En cuanto Báleyr comenzó a hablar, supo que todos habían logrado llegar hasta aquel punto, lo cual se traducía a que habían superado las pruebas, todos de formas distintas o similares, pero habían sido superadas todas y cada una de ellas. Era la primera vez que entraría a aquel portal, por lo que no tenía real idea de lo que le esperaba una vez pasara a través de él, pero el Arcano no tardó en hacerles una breve explicación, aunque en realidad no decía nada en concreto.

 

Observó cómo se acercaba a un pedestal y tomaba tres anillos, todos iguales en apariencia y se los ofreció, haciendo la misma pregunta por tercera y última vez de aquella ocasión. No lo dudó ni por un momento, no se había esforzado para nada, estaba allí porque su propia voluntad la había ayudado, y la sed de poder y saber por aquel tipo de magia la había empujado cada vez más.

 

Sí, estoy preparada.

 

Tomó el anillo y se lo colocó en el dedo meñique, viendo cómo el objeto se adaptaba al tamaño para quedar de una medida ideal. A su vez, vio cómo la joya que poseía en el medio se tornaba de un rojo intenso, algo que llamó su atención brevemente.

 

Pero el movimiento del Arcano la alertó, y saliendo de sus pensamientos, dijo unas palabras mientras veía que todo comenzaba a oscurecer. Sabía que la oiría, se lo había dicho, además, ya estando allí, sólo él podría oírla.

 

¡Maestro! Yo… yo quiero que me tenga en consideración, no como una aprendiz, sino como un cuerpo de prueba; quiero y deseo que use sus poderes conmigo si llegara a pasarme algo, no aquí, sino en mí día a día, en mi vida cotidiana – hizo una breve pausa, cerrando los ojos y sintiendo que todo a su alrededor cambiaba –. Por favor, quiero hacer un juramento inquebrantable respecto a ello con usted…

 

Entonces, ya todo estaba oscuro, lo supo, hasta que abrió los ojos y lo confirmó. Pronto llegaría a ese tiempo y espacio donde tendría que enfrentarse a algo, no sabía el qué ni el cómo, pero estaba dispuesta a darlo todo de sí para superarlo.

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Y fue cuando el mago pensó que, quizá, no había más nada que pudieran arrancarle de las manos. Sus hijos eran lo más importante del mundo, al igual que su esposa, pero inclusive había algo que sobrepasaba todo. Harimau era una parte de si mismo, eran el mismo ser separado en dos cuerpos. Eran un todo en estado diviso. La unión, pensaría cualquiera, hubiera sido algo deseable. Porque cuando Harimau murió todo se concentró el el cuerpo humano. Sin embargo, era algo que lo atormentaba. No pudo seguir pensando en las implicaciones de lo que estaba pasando, de lo que él pensaba que era real. Nuevamente se vio envuelto por la oscuridad.

 

Sus ojos se abrieron como platillos. ¿Desde cuándo se quedaba dormido en el trabajo? Eso era algo inaceptable. Cuando intentó ponerse de pie su cabeza daba vueltas. Eso si que no era normal, algo malo había sucedido en el ministerio. Sintió que sus labios estaban totalmente secos > pensó automáticamente. Él había sido entrenado para conocer ese tipo de cosas. Era un espía, sus labios conocían la mayoría de venenos muggles y mágicos. No había vuelta de hoja, eso era un ataque a su persona un ataque general. Al menos ese día Valkyria no había ido a trabajar.

 

Tomó un porta vasos del escritorio y con la ayuda de su varita lo convirtió en un bezoar que se tragó haciendo un gran esfuerzo. Se encontraba vivo de milagro, por alguna cosa de destino el veneno no le había afectado de forma inmediata. Quizá se debiera a su raza, era muy probable que aquel fuera el motivo. Salió de su oficina para encontrarse con varios muertos, entre ellos los miembros de su cuerpo personal de seguridad. Se quedó perplejo cuando ante si vio a Sergey tumbado en el suelo con la mirada perdida. ¿Qué hacía su padre visitándolo en el ministerio?

 

Se acercó donde él lo más rápido que pudo. En la mano un papel arrugado. Lo leyó. Era una amenaza. El viejo no llegó a tiempo para dar la voz de alarma. O quizá llegó demasiado pronto y causó que el veneno fuera esparcido antes de tiempo. Se sentó en el suelo junto al difunto.

 

¿Qué podía hacer él? ¿cómo se lo diría a los gemelos? Para ellos Sergey era como su padre, él los había criado. Saber que el viejo había sido asesinado los devastaría. La desolación se apoderó de su alma. Se dio cuenta que en su mano había dos anillos. Del desconocido comenzó a emanar un brillo espectral que emitía un sonido que solo retumbaba en su cabeza. >

 

Cerró los ojos tratando de localizar la fuente de aquel sonido. No estaba en el aire, no estaba tampoco en nada con vida. Estaba directamente en su cabeza. Su cabeza. Junto al sonido encontró respuestas, una forma adecuada de seguir para que las cosas salieran bien. Creó otro bezoar y lo introdujo en la garganta de su padre hasta que se lo tragó. El objeto eliminó todo el veneno.

 

Cerró los ojos de nuevo para concentrarse. Se proyectó al mundo de los muertos protegido por la magia de su naturaleza: el agua. Quizá porque era su padre, pero apenas y le costó localizar el alma que se encontraba buscando.

 

-¿Cómo es que el mejor espía que conozco fue asesinado de esa forma?-preguntó el Warlock con tono burlón.

 

-Muere así cuando se ha debilitado luego de salvar a sus nietos. ¿Vas a hablar o vas a hacer que morir cerca de ti valga la pena?

 

-Sígueme

 

Bastian guió el alma de su padre al mundo de los vivos. Abrió los ojos y dibujó varias runas relacionadas con la vida y la muerte en el pecho del cadáver. Finalmente marcó con la varita el tridente que simbolizaba al poder del agua.

 

Sergey abrió los ojos y los gritos de dolor no se hicieron esperar. Llevaba poco tiempo muerto pero el suficiente para que hubieran cosas dolorosas que reparar. Los gritos de desconocidos habían sido tarea sencilla, pero los de su familia no. Se quedó sentado en el suelo y se llevó las manos a la cara. Quizá no había sido buena idea jugar con la muerte, quizá él no estaba realmente hecho para ser un nigromante...

 

 

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Abrió los ojos de forma lenta, como si despertara de un prolongado letargo. Parpadeo, viendo lo que tenia frente a ella. Un leve reflejo de un vidrio roto la dejaba verse y descubrirse: era igual, era ella a fin de cuentas, pero había algunas diferencias notables. Su mirada, sus ojos color chocolate parecían sin vida, aburridos, como si llevaran demasiado tiempo sin que algo los avivara. No recordaba nada, ¿dónde estaba? El resto de su cuerpo apenas era visible en el destrozado objeto, pero alcanzo a notar algo. Sus ropas estaban totalmente manchadas de algo, además de bastante sucias y desgarradas en algunas partes. ¿Que había sucedido para que acabara así?

 

De pronto, sus ojos reaccionaron, pero ante el pánico de notar el resto de la habitación y verla totalmente destrozada y con manchas de sangre por doquier. Instintivamente miro sus manos, confirmando que las manchas que tenia era sangre también. Un ruido de caminar la alerto, volviendo a centrarse en su alrededor, pero lo primero que encontró fueron varios cuerpos en el suelo, con los ojos vacios y posiciones bastante extrañas. No se trataba de simples cadáveres, sino que los mismos se hallaban mutilados de tal forma que sintió que sus rodillas fallarían de un momento a otro.

 

Ah… esto resulto mucho mejor de lo que pensaba.

 

Una voz masculina se oyó por detrás de ella, y al instante siguiente, sintió un fuerte aroma y una calidez propia de una persona que asomaba su cabeza por un lado de la de ella. No se movió, por alguna razón su instinto así se lo indico, no entendía lo que estaba pasando, porque estaba allí ni como había llegado, solo sabía que su cuerpo e instintos más básicos eran quienes la guiarían allí. El hombre sonreía levemente, aunque no se giraba para verlo, pudo notarlo.

 

Ni siquiera Claire, la gran Sacerdotisa del Clan Roble de Fuego pudo contra ti – volvió a decirle, esta vez sintiendo una mano áspera tocar su mejilla –. Eres increíble, ¿alguna vez te lo había dicho? Siempre ansié tenerte a mi lado, para así juntos lograr cosas únicas. Tuvo que pasar mucho tiempo para poder lograrlo, pero aquí estamos…

 

El hombre, sintiéndose dueño único del espacio personal de la castaña bajo su cabeza para ahora apoyar sus labios en el cuello de Mei, haciendo que temblara de forma inesperada, lo que le arrancó una baja risa.

 

Tranquila, solo limpiaba un poco tu cuerpo, tenías una mancha de sangre en esa área, y en algunas otras también…

 

Un movimiento de entre los cuerpos puso en alerta a ambos, que rápidamente dirigieron su atención al suelo, buscando su lugar de procedencia. Alguien se estaba moviendo, al parecer aun con algo de vida; aunque no por mucho tiempo. La mujer había intentado alejarse de ellos a rastras para evitar ser detectada, pero los vidrios hechos añicos hacían del lugar un campo minado, siendo casi imposible de no realizar sonido alguno.

 

¡Oh! ¿Hacerse pasar por muerto entre los cuerpos de tus compañeros? ¡Es un clásico! Pero viniendo de un sacerdote… es un poco repugnante.

 

El hombre camino en dirección a la muchacha, y esta inmediatamente comenzó a llorar desesperadamente. Lo que sus ojos vieron fue algo tan macabro que ni siquiera ella, quien había estado en innumerables batallas y se había enfrentado a la muerte cara a cara, pudo soportarlo. Lejos de haberla asesinado sencillamente, el hombre se había encargado de desmembrarla poco a poco hasta que los gritos dejaron de oírse. No es que la hubiese matado porque si y ya, el individuo se había comido una parte de la mujer, aunque Mei no había querido ver.

 

Ya es hora de irnos – se oyó que le decía y, con pesar, bajo la cabeza y se giró, dispuesta a seguirlo.

 

«¿Como fuiste capaz?»

 

«Asesina…»

 

«Eres un monstruo»

 

«¡Asesina! ¡ASESINA!»

 

Sí, las escuchaba, las voces de los muertos, gritándole, acusándola, pero ¿sería verdad o solo producto de tu imaginación? El anillo que portaba en su dedo meñique, del cual ni siquiera tenia noción, brillaba tenuemente con una luz roja.

 

«Ojala Luca nunca sepa de esto, lo destruiría»

 

La voz de Claire fue suave y baja, pero clara. Aquella voz en particular la hizo titubear, pero siguió adelante. No deseaba quedarse más rato allí, deseaba escapar y saber qué rayos estaba sucediendo, por lo que aceleró el paso para salir del castillo y desaparecer al fin. Pero en cuanto estuvo en el exterior, justo en uno de los jardines más grandes y bellos, notó algo que la dejó petrificada. Todo se había marchitado en cuestión de pocos minutos, ya no había vida allí, todo estaba muerto, a excepción de una persona que se hallaba parada firmemente contra el hombre a quien ella debía seguir.

 

Luca.

 

Llegas un poco tarde, niño – le dijo el hombre al Van Halen –. No puedes hacer nada por ellos, ya están todos muertos. A manos de la persona que mas amas, por cierto.

 

Desvió la mirada hacia otra parte. No se sentía capaz de mirarlo a los ojos, aun a pesar de que no estaba segura de si había sido ella realmente quien había matado a esas personas. Porque, ¿en qué momento? ¿Por qué? ¿Contra sus propios principios?

 

Me encargaré personalmente de ti.

 

Aquellas palabras alertaron a la Delacour, haciendo que volviese a ver a quien era su esposo. El rumano ya portaba a su katana Lux en una mano y su varita en la otra, y sin dudarlo, se dispuso a atacar al otro. Un inesperado enfrentamiento comenzó, del cual en pocos minutos pudo notarse quien saldría victorioso de aquella batalla de un momento a otro. Un rayo dio de lleno en el Van Halen, haciendo que su arma mágica volara en el aire a la vez que salía despedido por los aires, cayendo unos cuantos metros por detrás, sobre los rosedales muertos.

 

Estaba dispuesto a perdonarte la vida, pero si tanto quieres morir, puedo cumplir tu deseo.

 

No – era la primera vez que algo salía de sus labios en un buen rato. Una única palabra cargada de decisión, podría haber cometido el peor de los asesinatos estando en algún estado de inconsciencia o aturdimiento, pero nunca permitiría que mataran a alguien frente a ella sin hacer nada al respecto.

 

Tú no tienes poder de decisión – la respuesta llegó, contundente –. Quien da las ordenes aquí soy…

 

Un inesperado movimiento y un sonido de corte que solo una espada podía causar inundo el marchito jardín. Sus ojos se abrieron, grandes y alarmados al ver que Luca había atacado al otro hombre en aquel ínfimo momento de distracción, causándole un profundo corte por la espalda, pero que no alcanzaba a matarlo. No hizo falta nada más para saber lo que sucedería, para saber que la batalla estaba a punto de acabar.

 

Con un movimiento brusco, el mago logró deshacerse de la espada y con otro, hacer retroceder a su oponente, dejándolo expuesto para un ataque directo y mortal. Levantó la varita, haciendo un movimiento único con ella que nadie habría sabido identificar. El viento pareció hacerse más denso, y el cuerpo de Mei, más ligero, mucho más liviano de lo que alguna vez lo sintió. La luz del anillo iba aumentando cada vez más, se intensificaba a intervalos regulares.

 

Habría jurado escuchar algo, como el sonido de un pájaro herido, o tal vez solo se lo imaginara, lo cual era probable debido al repentino aturdimiento que sentía, y la cantidad de sangre que ya había perdido en cuestión de segundos. Había logrado llegar, justo a tiempo, interponerse entre Luca y el ataque, y había terminado por recibirlo ella. No tenía idea de qué clase de magia era aquella, pero era demasiado poderosa, aquel hombre lo era, por eso le había generado tanto miedo. Cayó al suelo, realmente agotada, y mareada, pero con lo poco de fuerzas que le quedaban permaneció de rodillas, mirando el otro sujeto.

 

Eres una idi***, – le dijo – lo habrías tenido todo conmigo, por lo menos por un tiempo. Además, morirás en vano, pues de todas formas lo matare a él.

 

No. No si yo muero… y te llevo conmigo. ¡Avada Kedava!

 

De pronto, el anillo brilló con una intensidad cegadora, y solo en ese momento fue consciente de una parte de aquello. Se puso en pie y utilizando las únicas fuerzas que le quedaban, dibujo un rayo en el aire, y de inmediato se lanzo sobre el otro sujeto, tumbándolo, a la vez que lograba llevarse el alma de aquel ser luego de habérsela arrancado de su cuerpo,

 

Cayeron en lo que pareció ser una puerta doble que se abría para ellos, dándoles acceso a un mundo que se le hizo un lugar ya visitado anteriormente. El Inframundo, territorio del dios Hades, donde las almas de todos los muertos iban a parar.

 

«Perdón, perdón por matarlos, si es que lo hice. Los habría devuelto a la vida, a todos ustedes, si tan solo sus cuerpos hubiesen resistido. Lo lamento» les dijo, a todas aquellas almas que habían quedado en el castillo, y cerró los ojos, sintiendo la imperante necesidad de olvidarse de todo aquello, y descansar ya.

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La ojimiel se sentía extraña, sabía que todo lo sucedido hasta ese entonces era una prueba, pero todo se había sentido tan real, tanto que aun sentía desgarrarse por dentro al recordar los ojos sin vida de su hija. A pesar haber tomado el anillo aún no se lo ponía, la verdad era que a pesar de saber que tenía que hacer la prueba sola, no quería. Su esposo siempre había estado junto a ella y teniéndolo cerca se sentía más fuerte y capaz de superarlo todo ¿pero qué pensaría él si supiera lo que hizo? Fácil, nunca se lo perdonaría, Little era desde siempre, la niña de sus ojos, su adoración. Cerró su mano sintiendo el frio del anillo ¿Tendría el valor de hacer la prueba o se dejaría llevar por el mido a lo que la pirámide pudiera ponerle en frente? Suspiró.

—Ni se te ocurra…—susurró la castaña al notar las intenciones del mago, pero ya era tarde. , Importándoles poco o nada estar en presencia del Arcano y de la Delacour. Los labios de la bruja se juntaron a los del peliblanco en un beso que le supo a despedida. Hubiese deseado que aquel beso nunca terminara, pero se separaron y lo vio desaparecer en la oscuridad apenas su puso el anillo.

Bajo la mirada al anillo y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, apartó la dolorosa sensación que ese beso le dejo así como también de todo lo sucedido hasta ese momento, se colocó el aro y acto seguido la obscuridad la envolvió. Su mente se dejó llevar por esa sensación de vació cerró los ojos y no supo más de sí.

Confundida la castaña parpadeó un par de veces intentando comprender que sucedía, bajo la mirada, sobre su regazo estaba el cuerpo ensangrentado y sin vida de su esposo y tan solo unos pasos más allá el de sus hijos. Horrorizada por lo que estaba viendo, miró sus manos llenas de sangre preguntándose si era ella quien había cometido semejante atrocidad. Se obligó a ver nuevamente los cadáveres descubriendo que a todos les faltaba el corazón.

—De nada te servirán tus jueguitos con la muerte… —dijo la voz de un lican que se reía de la desesperación de la bruja. Pronto la castaña reparó en que estaba indefensa, rodeada de una manada de hombres lobo, que disfrutaban la venganza. —Sabía que tarde o temprano este momento llegaría… y que mejor que arrebatarte lo que más quieres. Sé que tu naturaleza es vengativa y que probablemente cuando tengas oportunidad nos mates a todos, pero eso mi querida bruja no te devolverá a los tuyos. Así como esto no nos devolverá a los nuestros. Si hubieras hecho las cosas bien… nada de esto habría sucedido… —dijo la criatura mientras se adentraba en la penumbra de la noche, dejando a Valkyria sumida en el dolor.

Lloró amargamente mientras comprendía que todo tarde o temprano se terminaba pagando y que a pesar de tener el poder de jugar con la muerte había ocasiones en que nada se podía hacer. Las lágrimas bañaron su rostro y nublaron su vista, por primera vez en siglos deseo morir.

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El sonido ahogado hizo que se levantara del suelo. ¿Era acaso su padre hablando incluso teniendo en su boca aquellos horripilantes gritos de dolor? Era algo totalmente diferente; un sonido que venía de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. ¿Sería lo suficientemente fuerte para seguir adelante? Eso es lo que esperaban de él pero ¿Él esperaba eso de si mismo?

 

Durante años había jugado su papel de forma casi perfecta. Se había convencido que todas las muertes a su haber no tenían consecuencia alguna. No se arrepentía, no era eso. Solo que observando las implicaciones de la muerte, sintiendo el vacío que aprisionaba su pecho es que finalmente se dio cuenta el peso que cargaba sobre sus hombros. Estaba muy claro que él volvería a hacerlo cuantas veces fiera necesario. No le afectaba realmente el haber puesto fin a la existencia de esas personas. Lo que estaba causando realmente el dolor era precisamente no haber sentido nada. Eran muertes, muchas necesarias, muertes por las que alguien debía lamentarse y expiarse.

 

—Padre lo siento, realmente lo siento...

 

Él estaba dispuesto a pagar su error si eso le significaba un real descanso a su padre. Movió la varita haciendo que el anciano queda inconsciente. Al menos eso le ayudaría a hacer el dolor más soportable. La nigromancia, supo, no giraba únicamente al rededor de traer a la gente a la vida. Era cosas de precios a pagar, cosas aveces difíciles de comprender. Su padre era una persona que temía a la muerte, agradecería por el resto de su restaurada vida aquella segunda oportunidad. Harimau, sin embargo, jamás lo hubiera perdonado. El vínculo que compartían se hubiera destruido de una forma en que ni siquiera la muerte pudo hacerlo. (Porque en ese momento Bastian recordó su "visión")

 

Era cuestión de elegir, de dar los pasos adecuados y tomar la decisiones correctas. Aún en el imaginario mundo del portal invocó una brillante daga de plata. Expuso su brazo izquierdo, lo dejó al descubierto. Brilló la marca tenebrosa cuando la tocó con la punta de su dedo. Cortó justo sobre el tatuaje. Era un acto simbólico, era su renuncia a unos ideales que jamás logró asimilar. Con el poder de hacerlo, renunció a esa misión auto impuesta. La agencia debía buscarse otro mortífago, alguien al que jamás se le ocurriera indagar en las implicaciones de la muerte o la historia se volvería a repetir.

 

Aquella herida se haría presente en la realidad. La Marca no sería visible pero si aquella línea rojo carne que no dejaba de gotear sangre. Él se sentía listo (no entendía aún listo para que, pero el extraño aniño en su dedo le indicaba que su camino estaba próximo a terminar)

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