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~•~ ╬ Honeydukes╬ ~•~ (MM B: 108509)


Keaton Ravenclaw
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A últimas fechas, los negocios de Keaton estaban muy abandonados, y ya fuera por su culpa o por la de sus socias, aquellos lugares nunca tenían demasiada clientela, y eso le espantaba mucho al chico, pues si no lograba hacer algo con ellos, seguramente el Ministerio se los cerraría por considerarlos en banca rota. Por aquella razón, el pelinegro aquella tarde se había decidido a ir a Honeydukes y echarle un vistazo a ver qué tal iba. Para aquella visita, se había colocado un pantalón de manta y una camiseta sin mangas, y como a últimos días se le estaba haciendo costumbre, iba descalzo. Le gustaba sentir el frío o el caliente del sueño con su propia piel.

 

Cuando hubo llegado, vio a dos chicas que hablaban entre si, pero estaba siendo atendidas por uno de los elfos, por lo que él se siguió de largo y se fue a la parte trasera de la tienda, donde pudo ver que la producción iba bien y que los elfos estaban haciendo las cosas como se debían. En ese momento, se escuchó la campanilla de la puerta de entrada anunciando que había un nuevo cliente que atender, Keaton entonces quiso atenderlo él mismo y se fue a la parte frontal.

 

--Pero miren nada más qué nos trajo el viento, la señorita Rambaldi, ni más ni menos --Dijo el chico con alegría al ver a la que últimamente se estaba convirtiendo en una buena compañía y una amiga --¿Qué te trae por aquí, Heli? ¿No aguantaste las ganas de ganas de venir a probar alguno de los manjares que ofrecemos aquí? --Preguntó con cordialidad y esperó la respuesta de la chica. Quería ver los gustos de la bruja.

 

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- ¡Por todas las muelas del demonio! - dije con alegría al ver a Keaton.

 

- De señorita Rambaldi nada - hice un movimiento con mi mano para que viera que no me gustaba eso... - Heliké a secas - dije con una sonrisa.

 

- El viento y las ganas de dulces, la verdad - asentí manteniendo la sonrisa.

 

Reí por lo bajo, parecía que el vampiro me iba conociendo un poco más... Volví a afirmar con la cabeza.

 

- Desde luego, cuando me mencionaste Honeydukes quería saber qué tal te iba y ver si seguías ofreciendo los mismos dulces que los antigüos dueños, ya sabes...

 

- ¿Qué tienes para ofrecerme? ¿Regalices con sabor a sangre? - pregunté con ilusión. No sabía si podían fabricar ese tipo de cosas, pero por preguntar, no pasaba nada. Si lo afirmaba, sería clienta bastante habitual.

 

- O, ¿calderos rellenos de crema? - sólo de pensarlo se me hacía la boca agua... Lógico, estando en un lugar como ese, en dónde varias generaciones de magos compraban sus golosinas.

 

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  • 8 meses más tarde...

Honeydukes, alguien había mencionado ese lugar en los últimos días. Sería importante que Maida pudiera recordar quién. También sería importante que la niña, decidiera recordar su varita de vez en cuando. Eso de vivir en la Manor la estaba volviendo poco a poco en una bruja demasiado independiente de su magia, y para como corrían los tiempos no se podía ir por la vida de Ottery sin protección. Pero bueno, ahí estaba, en pleno Callejón Diagon, desprotegida y sin muchos planes.

 

De hecho, ella misma se había tomado la licencia de escapar unos días del Ministerio. Cada dia, a cada hora, se le hacían más urgentes esos días de liberación. ¿Cómo es que había llegado a este punto? Lo peor de todo, para la ojiazul, era no descubrir que era realmente lo que la tenía metida en semejante sopor. ¿Dónde estaba Nath? ¿Cómo pudo pasar años sin aguantar las visitas a Bulgaria de su madre, y ahora la necesitaba con tanta urgencia? ¡Por las barbas de Merlín! Tenía una distimia propia de los adolescentes de corazón roto, y francamente, nada más lejano a su realidad.

 

¿Y si hay algo interesante que pueda cambiarnos el ánimo? —se preguntó antes de poner un pie en el local— Si, claro, como lo hubo en el Castillo Ivashkov, en la Manor, en la Mansión Riddle y hasta en el Castillo Myrddin, ¿verdad? —se respondió ella.

 

Su túnica violeta y ella, ingresaron al recinto lleno de colores, las estanterías repletas y la tensión de no saber ni lo que se está buscando.

 

¿Sencillas ranas de chocolate? —preguntó paseando la vista entre la infinidad de dulces mientras ataba sus cabellos en un moño desordenado. No era muy partidaria de las golosinas, pero bueno, un caprichito de cuando en cuando no estaba del todo mal.

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¿Qué diantres había yo pensado al irme de Gran Bretaña dejando mis negocios en manos de dos vagas iguales a mi? Era notablemente de las peores ideas que había tenido, porque ahora mis dos negocios estaban patas arriba a punto de ser clausurados ya fuera por las deudas o porque sencillamente estaban muy polívorientos y eran evidentemente insalubres. Así que aquella tarde, después de haber ido a dejar mi equipaje al Castillo Ravenclaw, me dirigí al Honeydukes​. Era al negocio que más cariño le tenía y sería el primero en salvar.

 

Llevaba ya casi dos horas en la ardua limpieza después de mi arribo. Las ventanas ya estaban limpias de nuevo, los estantes llenos de golosinas de todos colores y sabores, los letreros pertinentes de cada área en su lugar, y además yo ya lucía mi túnica color verde limón que era el uniforme de los empleados. Con último movimiento de la varita, una escoba dejó de moverse y desapareció justo en el momento en el que una persona a entraba a la estancia.

 

—Te recomiendo que si buscas algo más atrevido, vayas a la repisa cercana al mostrador, tenemos dulces que importamos desde México y Argentina, son la novedad entre las dulcerías mágicas —Comenté.

 

El aroma de la chica era agradable, de menos sabía que su sangre sería deliciosa si me atreviera a morderla. Súbitamente percibí la sed que tenía. Llevaba ya varios días de no ir de caza, podía decirse incluso semanas. Con todos los cambios a mi vida, estaba teniendo problemas hasta para alimentarme. Me acerqué a la zona de dulces vampíricos y tomé una chupeta de sangre O-, de mis favoritas.

 

 

—Señorita, disculpe la pregunta que le haré. Verá, estuve fuera de Londres por casi dos años, y la verdad es que me he perdido de mucho, ¿sería tan amable de decirm cómo están las cosas por acá? —Pregunté con recelo pero seguridad a la vez. Esperaba que no se incomodara con la pregunta de un completo desconocido.

 

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Nuevamente, si Maida fuera un gato ya estaría patas arriba colgada de alguna cosa del techo. No pudo evitar sobresaltarse cuando oyó la voz masculina hablar sobre dulces más atrevidos. ¿De dónde salió? ¿De México y Argentina? No, esos eran los dulces. Se giró lentamente sobre su propio eje aprovechando que su respiración poco a poco se normalizaba. Cierto era que ya no le tenía tanto pavor al género masculino, pero realmente el encargado la había sorprendido, y no se lo agradecía. Aún así, le regaló una discreta sonrisa.

 

De hecho, buscaba las siempre inocentes ranas de chocolate —respondió encogiéndose un poco de hombros—, soy más una dulcera clásica, supongo.

 

Caminó por las estanterías un poco, para terminar de relajarse. Por alguna razón, se imaginaba en sus oídos la risa de Nath, por ser siempre tan asustadiza. Lo peor, era el rubor que ya estaba, como siempre inundando sus mejillas. Eso hizo que tuviera que darle la espalda, al menos unos segundos, para que se le bajara un poco la vergüenza. Curioso, Maida no había cambiado tanto después de todo.

 

Él volvió a hablar, preguntando además de cosas que ella tampoco conocía del todo bien, apenas llevaba unos meses en Inglaterra. Luego detuvo el tren de pensamientos, no, ella ya casi iba a cumplir un año en esos lares. Cosa curiosa el devenir del tiempo.

 

¿Dos años? Bueno, la verdad es que apenas llevo unos meses trabajando en el Ministerio, por lo que sólo puedo decirle que al parecer, ha llegado la calma al pueblo de Ottery, dicen que había un eterno enfrentamiento entre dos grupos de vándalos pero en todo mi tiempo aquí, no los vi —Si, si él era antiguo residente sabría perfectamente que se refería a la Orden del Fénix y la Marca Tenebrosa, y pues, la primera siempre había brillado por su ausencia, al menos, en lo que Maida le concernía. Le sonrió al encargado, ya casi segura de tener el rostro pálido de nuevo—, así que supongo que ha escogido usted un buen momento para volver. Maida Yaxley Black, un gusto —saludó.

 

Si, había obviado uno de sus apellidos, de un tiempo a esta parte lo hacía, y se sentía mucho más cómoda.

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—Lamento haberla sobresaltado, señorita, no era mi intención —Dije tras verla dar un respingo y asustarse un poco.

 

Creo que era de las cosas que más me gustaban de ser un vampiro, al tener nuestros sentidos más desarrollados que las demás razas, nos era casi imposible sobresaltarnos por la presencia de alguien, de hecho, recordando, solo una demonio lo había logrado conmigo. En fin, me reí por lo bajo de la situación con aquella clienta y la seguí escuchando. ¿Ranas de Chocolate? Si, las teníamos, pero la verdad era algo que ya casi no se vendía en los últimos años.

 

—Vaya, parece que es usted de las tradicionalistas, ya no se ven muy a menudo clientes que compren golosinas del siglo pasado, las ranas de chocolate, por ejemplo —Dije con extrañeza pero sin esperar respuesta, agité mi varita mágica de cerezo y una canasta, con al menos cien empaques de Ranas de de Chocolate flotó a la zurda de la chica —Puede tomar las que desee, cuestan un galeón cada una —Indiqué y la chica entonces comenzó a relatarme lo que sucedía en el mundo mágico.

 

¿Paz? No era un término que se escuchará mucho desde la muerte del Señor Tenebroso, durante varios años tanto la restaurada Orden del Fénix y la Marca Tenebrosa, no cesaban de atacar por todo el Reino Unido. ¿Habría existido alguna tregua? ¿habría el Ministerio al fin ponerles fin? Lo dudaba mucho, los bandos, en ambos casos, estaban entrometido hasta el cogote en el Ministerio, sin embargo, ¿qué estaba sucediendo? La chica terminó su relato con su presentación

 

—Un gusto, señorita... ¿ha dicho Yaxley? Vaya, no pensé que esa familia volviera por acá —Dije sorprendido. ¿Seria posible que...? No, no podría serlo, alejé esa idea de la cabeza y volví a centrar mi mirada en Maida —Mi nombre es Keaton Ravenclaw, un placer. Y vaya, me sorprende mucho que La Marca Tenebrosa haya cesado sus ataques y que La Orden del Fénix no esté tratando de entrometerse en todo, pero si, tal vez fue bueno volver ahora —Comenté —Y dígame señorita Maida, ¿quién o quiénes están ahora a la cabeza de los Yaxley? —Añadí como si aquel dato no importará, pero por dentro...

 

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Maida sonrió un poco resignada ante sus disculpas, realmente era más culpa de ella que del joven, pero bueno, ¿qué más podía hacer? Negó con un gesto de su mano, para quitarle el peso de la preocupación o algo.

 

— Si, podemos decir de mí que soy bastante pegada a las tradiciones —dijo antes de reír un poco, anticuada y cuadriculada era otra manera menos amable de definirla, así que "tradicionalista", quedaba bien. Tomó unas siete ranas de chocolate de las que le ofreció un momento después—, pasa que quizá tenga que compartirlas y bueno, a todos nos gusta el chocolate, es mejor en este caso, quedarse en el terreno de lo seguro y no aventurarse en la especulación.

 

Le escuchó decir las cosas que pensaba acerca de la Guerra Mágica y algo en su interior, sonrió complacido. Era muy conocido que existían civiles que no se involucraban directamente con la causa, pero la apoyaban desde sus fueros internos, parecía ser el caso de Keaton Ravenclaw. Un poseedor de un apellido con una grandiosa historia, pero que lastimosamente ella no conocía del todo. Le hizo una ligera reverencia con la cabeza y caminó entre los estantes para apoyar las ranas de chocolate en el mostrador.

 

— Si, Yaxley —concedió mientras giraba sobre su propio eje y volvía a confrontarlo—. Decidimos rehabitar la vieja Manor hace un corto tiempo atrás, pero todo está bajo el mando de mi tío, Orión. Quizá lo conoce —le comentó con una sonrisa, hablar de su tío siempre la ponía contenta, era sin lugar a dudas, de sus personas favoritas en el mundo mágico y muggle—, sobre lo otro, pues...una guerra o disputa necesita irremediablemente por lo menos dos flancos dónde esconderse, y ante la ausencia de uno, se sobreentiende que la razón del otro es la que finalmente, ha prevalecido. Siete galeones, ¿verdad?

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  • 3 semanas más tarde...

Cuando el vampiro escuchó decir a la Yaxley que prefería apegarse a lo tradicional, algo dentro del ojiceleste se rompió. Detestaba a las personas tradicionalistas, sobretodo porque gente así era la que impedía avances en las sociedades fueran éstas mágicas o muggles. Sin embargo no la odio del todo, porque la verdad el aroma de la chica era delicioso y eso borraba todo los defectos.

 

—Pues bueno, si, tal vez lo tradicional resulte siempr algo más atractivo porque se le conoce bien, sin embargo, Madame Yaxley, a mí parecer a veces es bueno arriesgarse y no solo en algo tan banal como los dulces —Añadió el Ravenclaw.

 

Inmediatamente la chica respondió a la pregunta del vampiro sobre la familia Yaxley. Seguramente la chica no tenía ni idea del porqué el Ravenclaw le hacía esas preguntas, tal vez sonará como una curiosidad, ya que el vampiro lograaba muy bien ocultar sus emociones. Pero la noticia de que aquella familia con la cual Keaton tenía lazos estaba resurgiendo... Era bastante interesante, tal vez se podría ver la manera de que, tras dos siglos, volvieran a admitirlo pese a sus tonterías del pasado. Aunque muy probablemente ya nadie lo recordara.

 

—Señorita, ¿Cree usted que le sea posible llevarme ante los Yaxley? Verá... —Keaton dio un suspiro —Tengo lazos antiguos con esa familia y me gustaría volver a la Manor, si es que aún le llaman así —Soltó sin mas.

 

Estaba seguro que la mujer no se lo tomaría con extrañeza, pero ¿Cuál debía de ser la forma correcta de comunicar aquello? Así, sin rodeos era como el pelinegro se daba a entender mejor. Tomó un pirúl de sangre O+ y espero la respuesta de Maida mientras la degustaba. Había dejado por completo de lado el tema de la guerra mágica.

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— Oh, no se preocupe, creo que cada cierto tiempo logro tomarme un respiro de mis costumbres y saltar al vacío con la ayuda de personas en las que confío, casi a ciegas —respondió al respecto de su personalidad tan tradicionalista.

 

Y no faltaba a la verdad, cuando Maida lograba confiar en las personas era capaz de hacer cosas que normalmente no concebiría en su mente, poniendo su vida incluso en manos de quiénes le mostraban valía la pena quemarse por ellos. Su familia, por ejemplo. Cada miembro de los Yaxley, era una cadenita de plata que la subyugaba voluntariamente a sus deseos, y no se sentía para nada cohibida con ellos, aun con la mezcla de personalidades que pululaban por la Manor.

 

Justamente hablando de ellos, la siguiente pregunta formulada por Keaton, los involucraba directamente. Abrió los ojos de par en par sin darse cuenta que estaba observándolo de manera muy maleducada. Intentó disimular los nervios revelando entre sus dedos el personaje que descubrió en su cromo: Herpo, El loco. No, no recordaba nada muy resaltante sobre el famoso mago.

 

Así que tenía frente a ella a uno de los miembros antiguos de la familia. Ottery era muy chico, y las familias sangre pura como los Yaxley, aún más pequeña. Los Sagrados 28, escondió una sonrisa tratando de ignorar al chico de ojos grises que cruzaba por su mente, sólo a él se le ocurriría mencionarlos en la conversación. Un familiar era una noticia que sin duda alguna alegría al tío Orión.

 

Tenía que hablar, o pronto parecería una lunática o autista.

 

¿Yaxley? ¿Ir a la Manor? ¡Encantada de llevarte! —respondió tratando de aunarse al entusiasmo de sus pensamientos, aunque sin saber si lo había logrado o no, dobló el cromo y lo escondió entre los pliegues de su túnica— Estoy segura que el tío Orión podría ayudarte con eso, y le encantará recibir familiares, casi no hay nada que lo ponga más contento —sonrió—, aunque quizá una nueva receta de té lo ponga sonriente.

 

Caminó por los estantes un poco más tratando de buscar entre sus parientes más antiguos, quién podría tener los rasgos similares a los de Keaton, sin hallar respuesta alguna en su cabeza. También se preguntó qué haría Nath si la veía llegar con un hombre a la Manor, casi nunca le había tenido por un novio celoso, pero por otro lado, ella jamás le había dado motivo alguno. Sacudió la melena.

 

— Eso sí, te advierto que apenas pises la Manor, te pediremos que te quedes una temporada con nosotros —encogió los hombros a modo de una disculpa extraña—, nos gusta tener mucha gente merodeando por los pasillos, como que rejuvenece un poco el ambiente.

 

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Después de mucho tiempo, comencé a caminar, hace mucho tiempo no había a uno de los negocios, y sabía que mi tío podría matarme, sonreí, hace poco le pude ir a ver en la mansión Ravenclaw, y para mi alegría, había mucha gente en el lugar, cosa que podía saber que pronto, ese maravilloso castillo volvería a la vida. Seguí caminando directamente hacia honeydukes, los dulces mas famosos, esperé que siga por ahí moviéndose y tener ganancias...hice el mismo gesto, y seguí avanzando.

 

Llegué al negocio, parecía que había actividad, entré y fui directamente hacia las despensas, esperé encontrar todo en orden y a mi tío también, sin embargo no parecía estar ahí cuando fui al sitio. Suspire, pude observar que estaba unas cajas en completo desorden, cosa que me desagradó. Suspiré para calmar mis nervios, comenzando a arreglar el pequeño desastre, acomodé las cajas en orden alfabético de los dulces, esperé que mi trabajo no sea en vano para después.

 

Salí para ver que más podía hacer, paseé por el lugar, mirando todo, acomodando algunas cajas porque realmente estaba un poco descuidado, saqué mi varita, hechicé algunas escobas para que comiencen a limpiar la basura del lugar, sonreí recordé una película muggle que hizo lo mismo y que al final se descontroló "eso fue por usar magia barata" pensé divertida. Esperé que aparezca alguien más y seguí arreglando el sitio.

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