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Prueba de Videncia #2


Sajag
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Sajag contempló la silla india que se había traído a la pirámide, junto a su bansuri preferido, un simple objeto musical hecho con caña de bambú de los estanques de la casa de sus padres, fallecidos hace mucho tiempo. Aquella especie de flauta tenía un gran valor sentimental para él, tal vez uno de las pocas posesiones que tenía en su poder en aquel modo de vida asceta en el que moraba.

 

Se sentó en el interior de la Pirámide, donde esperaría a sus dos pupilos. Tenía dos recipientes de agua fresca y frutas dulces, pues sabía que ambos pasarían las cuatro pruebas que les impedían llegar hasta su presencia y necesitarían recobrar fuerzas para cruzar el Portal, donde se desarrollaría la Gran Prueba.

 

El hindú tomó el bansuri y ensayó con unas notas de escala baja, para entrar en el ritmo. Su mente intentaba centrarse en rememorar alguna melodía de su niñez, aquellas que sus ayas le tarareaban mientras descansaba de sus estudios rígidos para heredar la riqueza y el apellido de sus padres. Su cabeza voló a carreras entre los cultivos de azafrán y a travesuras con los gatos del jardín. Sin embargo, su ojo interior seguía atento al camino de la universidad que les llevaría al lago, atento a la llegada de ambos muchachos.

 

Les sabía merecedores de hacer la Prueba del Portal de Videncia, pero no se lo tenían que demostrar a él sino a sí mismos. Cuando fueran capaces de superar sus propios miedos e inseguridades, estarían listos para enfrentarse al espacio indefinido que encontrarían dentro de él.

 

Intentó relajarse soplando para conseguir tocar una epopeya de amor entre Krishna y Radha pero seguía viendo los cuatro obstáculos que los alumnos tendrían que pasar antes de llegar ante él y responder de nuevo a la pregunta de si querían pasar por el Portal e iniciar la Verdadera y Gran Prueba. Pero consiguió sacar una nota fuera de lugar, hecho que provocó que dejara su flauta hindú encima de la prominente barriga. Observó la entrada y pensó por todo lo que tendrían que pasar sus pupilos.

 

Debían llegar al mismo centro del Ateneo, algo que era relativamente fácil. Ese paso era el inicio de todo. Había un hermoso lago que se convertía en una dificultad relativa según cada uno. Sonrió porque había dejado cinco cartas de Tarot que flotaban sobre el agua. Sólo una serviría para cruzar el agua. El resto los llevaría al fondo del agua del que podrían salir mojados o ahogarse. No temía eso. No había visto ningún muerto en el agua, excepto una sombra de los muertos del Arcano Nigromante. Pero ellos no interferirían en esta prueba.

 

Así, los alumnos deberían elegir la correcta. Lo curioso es que no sería la misma para los dos, puesto que eran dos personas diferentes y sus cartas de fortuna diferentes. Antes de elegirla, una voz suave les diría:

 

"Escógeme a mí. Te llevaré a tu destino"

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La elección era muy importante porque la trampa estribaba en conocer cuál era el Destino que les designaba las cartas, favorables o no. Sagaj sabía que lo conseguirían, pero siempre sentía nervios. Él había pasado por estas pruebas una y otra vez, no sólo la suya propia en su época de aspirante sino también cuando acompañaba a todos sus pupilos.

 

La segunda prueba era algo más difícil, puesto que no era nada fácil cruzar pues tras el agua se entraba en un enmarañado entresijo de árboles que impedían pasar de ninguna manera. Deberían encontrar la encrucijada, donde habría tres pedestales de colores con tres cuencos sencillos de barro, con tres infusiones. Dos eran venenosas y una permitiría que cruzaran en línea recta mientras los árboles se apartaban para dejarles acceder al laberinto interior, donde los setos altísimos encerraban un laberinto difícil de atravesar.

 

Empezaba la tercera prueba. Allá habría flores de amapola que les inducirían un sueño. Si tenían la convicción necesaria, serían capaces de evitar las pesadillas que ofrece esta planta y sabrían encontrar las indicaciones correctas para recorrer los recovecos del mismo hasta llegar al mismo centro, desde el que vislumbrarán la pirámide.

 

En cuanto quisieran entrar, siete círculos numerados desde el 1 al 7 se sucederían por la escalera mientras un muro de fuerza invisible les impediría el paso. Miles de pájaros diferenciados entonarían su cántico, ruidosamente, apagando el sonido de su música. Sagaj les indicaría con las notas arrancadas de su antiguo bansuri los círculos que deshacían, escalón a escalón, el escudo de fuerza que no les permitiría el acceso. Debían escucharle, a pesar del piar de los pájaros. Claro que podrían decidir probar y que la suerte les acompañara, pero cada fallo iría mermando sus fuerzas y que les paralizaría. Tras cinco intentos fallidos, simplemente caerían al suelo y despertarían en su casa, sin recordar que habían intentado pasar la prueba, siendo un intento fallido.

 

Así que Sajag volvió a tomar su flauta y se puso cómodo. Tendría que tocar la flauta horas y horas para ayudar a sus alumnos. Iba a ser una jornada muy larga.

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Al llegar al castillo Selwyn, descubrí que o que le había dicho al arcano Sajag sobre el traje se había convertido en realidad, sin saber bie nsi debía sentirme orgullosa por haber hecho una pequeña premonición o enojada por lo que hicieron. Winky confesó que no les gustaba ese traje y que destrozarlo había sido idea de Lionel.

Winky me ayudo a sacar a los felinos, mientras acomodaba lo que quedaba del traje destrozado en sus canastas, a modo de alfombra. Necesitaba dormir y no tenía tiempo para hacer algo más.

En la madrugada, me puse unos tennis negros, un conjunto deportivo color azul acero. Debajo de la sudadera llevaba una playera de mangas cortas color beige. El pequeño gato tatuado me veia con cara de pocos amigos, al parecer quería dormir. El cabello lo tenía suelto, en la mano derecha llevaba mi varita y mis anillos de las otras habilidades. Colgados al cuello tenía los amuletos ganados en cada libro, asi como los respectivos anillos, acomodados en cada cadena como si fueran dijes. Tome el monedero de piel de moke y desapareci de mi habitación.

Aparecí en los límites de la Universidad, comenzando el camino para llegar al centro del mismo, ya lo conocía. No tarde en llegar al centro, reconociendo el lago. Tome una de las barcas y me sorprendió ver algunas cartas de Tarot en el agua, por lo que comprendí que debía elegir una para poder seguir.

No pude evitar sentirme nerviosa, ya que eso significaba que si no escogía la indicada, terminaría en el fondo del lago, empezaba a odiar el mismo. Entnces lo pensé mejor, ¿tendría forma el lago de conocer lo que pensábamos?

-No es cierto, lago querido. No te odio, solo que ... siempre te interpones en mi camino y me das un poco de miedo, ¿sabes?- Dije en voz alta.

Si, algunas veces tenía reacciones un poco extrañas, por las que la gente podía pensar que estaba loca, pero soo quería calmar los nervios.

-¿Me ayudas, lago querido? - Pregunté.

En ese momento, me di cuenta que una voz suave me decía: "escógeme a mí, te llevaré a tu destino", pero definitivamente no era el lago quien lo decía. Era una de las cartas. Tome la carta de la que venía la voz y la mire con atención, sentándome bien en la barca.

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La carta elegida había sido la del colgado, la cual se podía interpretar de dos formas: una que habría un cambio en nuestra vida y la otra hablaba del sacrificio. Decidí interpretarla de la primera forma, del cambio. Últimamente mi vida estaba rodeada de ellos, recordé lo que había pasado en el Concilio.

Nadie sabia como iba a quedar el mismo, eran cambios que no podía controlar, pero era algo que iba a sucede de todas formas, teniendo que asumir lo que nos toque. Estaba muy acertada esta carta en mi vida, más al interpretar el presente. Tenía que bajar más el ritmo en el mismo y llevarlo con calma. Por estar acelerada, había tomado la opción de renunciar y arrepentirme, no podía ser asi siempre, por lo que era mejor seguir sus consejos, pensando las cosas dos o más veces si era necesario antes de tomar decisión equivocada.

Quedarme en el sitio me gustaran o no los cambios. Por el futuro no me preocupaba, hacia lo indicado por la carta y estaba marcado todo por objetivos que tenía que cumplir. Iba bien, ¿pero me dejaría pasar el lago?

La barca empezó a moverse nuevamente, llevándome a la orilla, lista para empezar la segunda prueba. Aunque primero, necesitaba tomar un descanso, antes de seguir con mi camino.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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La música le distraía desde pequeño, aunque Sajag no había aprendido el placer y el poder de la música hasta que retomó la dirección de su vida en aquel monasterio donde le ayudaron con tantas enseñanzas. ¡Hacía tanto tiempo de eso...! Ahora estaba en la Pirámide, esperando la llegada de sus pupilos. Sabía que la muchacha había sido muy decidida y había superado la primera prueba con brillantez. No le sorprendía que hubiera escogido la carta del Ahorcado. Ya había intuido cuando había preparado la prueba que ella se decidiría por esta carta en concreto, ya que estaba en un período de transición importante en su vida. Se necesitaba valentía para escoger ese camino desconocido del cambio y ella siempre lo había demostrado.

 

Dejó de tocar y miró hacia la puerta de entrada. Aún le quedaba mucho camino a la Señorita Selwyn. Sabía que lo iba a conseguir, ¿por qué se preocupaba? Tal vez porque había visto lo mismo del muchacho y, sin embargo, no aparecía. Tal vez necesitaba un poco más de tiempo para decidir si quería arriesgarse a morir en el intento.

 

Suspiró de forma profunda y retomó la melodía. Aunque fuera necesaria para la última prueba, infundiría ánimos en el espíritu de los dos muchachos en las pruebas venideras y les ayudaría a concentrarse para "ver" el verdadero camino de la Sabiduría que les llevaría ante él. En sus inicios en el arduo aprendizaje de esta habilidad, Sajag había sufrido varios envenenamientos por no elegir correctamente y siempre le habían ayudado hasta que él pudo reconocer con su aptitud vidente el cuenco correcto, cuando consiguió abrir el "Ojo Interno". ¿Se vería obligado a intervenir para salvar la vida de sus pupilos en esta segunda prueba?

 

El Arcano siguió tocando, para darles ánimos a ellos, pero también para reafirmar su paz interna y calmar sus propios nervios. Siempre se ponía nervioso cuando un pupilo iniciaba su camino. No sabía porqué si ya sabía el resultado con anterioridad... Suponía que era por la incertidumbre de si algún día fallaría en sus profecías... Por eso siguió tocando el bansuri con los ojos cerrados, buscando a sus discípulos, sin perderse nada de lo que hicieran, aunque aún sólo estuviera la mujer. Sabía que pronto llegaría el muchacho.

 

Aparecería.

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Era tiempo de seguir, por lo que empecé a buscar la encrucijada que me llevaría al interior del laberinto, mismo que parecía haber cambiado demasiado desde la prueba con el arcano Lawan, supuse que asi sería siempre, cambiaría según las necesidades del arcano. De algún lugar lejano, escuché una melodia, pero no venía del canto de los pájaros.

 

Parecía venir desde lo más profundo de mi mente, como si el arcano Sajag nos quisiera dar ánimos y en mi caso funcionó. ¿Acaso era el sonido de una flauta? Tenía mucho que no escuchaba una, eso me dio curiosidad, por lo que intente guiarme por música.

 

Di una gran caminata, alegrándome de llevar ropa cómoda, llegando por fin a la entrada del laberinto. Enfrente de la misma, o lo que creia que era, se encontraban tres pedestales de diferentes colores, cada uno tenía encima un cuenco de barro, con diferentes infusiones. Imaginaba que una era la que me dejaría pasar y las otras serían algún tipo de veneno. ¿Porqué todos los arcanos insistían en envenenarnos?

 

Suspiré. Hubiera sido muy fácil usar el anillo antiveneno que llevaba puesto, pero recordé las palabras del arcano Sajag:

 

- La Videncia es una Habilidad mágica pero se ve afectada por el uso de la misma, aunque parezca inverosímil. Debemos ser humildes y utilizar la magia lo justo, para evitar que las energías interfieran en los pronósticos e interpretaciones de los hechos. Es tan importante lo que vemos como la interpretación que le damos.- Había dicho casi al inicio de la clase.

 

Era por eso que resisti la tentación. Sin embargo, me acordé de los métodos de mi padre para saber si alguna estrategia le funcionaría. Me senté en elsuelo tranquilamente y de mi monedero de piel de moke, saque una bola de cristal que había sido uno de mis primeros objetos comprados en el Magic Mall.

 

-Veamos, ¿qué pasaría si tomo la de la derecha?- Pregunté, mentalmente.

 

No era necesario hacer la pregunta en voz alta. Vi que tomaba la bebida de la derecha, moríría sin remedio, ni siquiera era cosa de ir a casa, se veia claramente en la bola de cristal, misma que había desempolvado antes de trabajar con ella.

 

-¿Y si tomo la del centro?- Pregunté de nuevo mentalmente.

 

Pasaba lo mismo que con la de la derecha, por lo que no tenía más dudas. Tome la infusión del pedestal izquierdo y de inmediato, los árboles se abrieron. Me levanté y guarde la bola de cristal sin dudarlo. Gracias a Merlín la había dejado en el monedero, porque si de lógica se tratara, nunca pasaría esa parte.

 

Era tiempo de hacer la tercera prueba. Una vez que entre al laberinto los árboles se volvieron a cerrar, no había forma de regresar. No me preocupaba, solo me extraño ver la cantidad de amapolas en el mismo, sabia lo que hacian esas plantas.

 

Estaba avanzando bastante sin ayuda de los pájaros que invocaba siempre, pero ahora no podía hacerlo. Apenas intente usar mi varita, las pesadillas comenzaron. En la pesadilla, invocaba también avis, para defenderme de un ataque mortífago, pero era imposible. En ese ataque realizado hace mucho tiempo atras, había diecisiete mortífagos, sin que nadie entrará a defender.

 

Era una pesadilla horrible, porque recordaba lo que sentí en esa época, recordando un poco el porque del odio en esa época. No podía quedarme para siempre en esa pesadilla, tenía que avanzar. Me controlé como pude, era solo un sueño, quizás demasiado real, pero solo un sueño. ¿Porqué me mostraba algo del pasado? Me tranquilicé, abri los ojos y no había nada en el laberinto, mientras una voz me decia porque camino ir. Le hice caso, sin soltar mi varita y el monedero de piel de moke.

 

De nuevo, me paralice. Veia a Lionel morir a manos de unos enemigos de mi padre, durante una de las misiones encargadas por él. Mi hijo solía pasar mucho tiempo en el mundo muggle, aunque cada misión era muy espaciada.

 

-Solo eres un sueño, vete. Lionel esta en casa y bien.- Murmuré.

 

La demonio se burlaba, pero no deje que me molestará más. No lloré, no grite, no podía salirme de control cada vez que tenía un sueño asi.La pesadlla se desvaneció mientras seguia una señal que aparecía en ella.

 

Cada vez se hacian menos frecuentes las pesadillas, pero seguia recibiendo visiones de como llegar a la salida. Las pesadillas también daban menos miedo y eso me hacia sentir mejor. Finalmente, me encntré en el centro del laberinto, pudiendo ver la pirámide.

 

Me detuve otros segundos, antes de empezar la cuarta prueba, esa parecía más difícil y sabia que si no tomaba unos minutos, no podría subir los escalones. Me parecian demasiados, pero seguramente, era solo el cansancio. Hice una pausa para tomar un poco de aire y poder seguir. Me faltaba poco para llegar a la pirámide, aunque las pruebas no se acabarían con llegar a mi destino, sin embargo, no importaba.

 

Me gustaban los retos, sabia que podía superarlos, al menos la mayoría de las veces lo había logrado. Lo mismo pasaría en esta prueba.

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La aparición de Thomas había sido exitosa, pues su organismo completo ya estaba plasmado en las cercanías de la mitológica Pirámide del Ateneo, mismo sitio que tuvo que abordar cuando enfrentó el portal de la Legilimancia a través de los conocimientos entregados por Rosália durante una larga cátedra mental. -Es un hermoso lago... pero eso no le quita importancia a la hora de transformarse en una de las pruebas que se deben sortear antes de poder siquiera pensar en llegar a los pies del Ouroboros- expresó el Gryffindor para sí mismo en voz baja, recorriendo con su mirada esmeralda cada una de las orillas de playa que se conformaban alrededor de aquella curiosa masa de agua estancada en las proximidades de la Universidad. <<Escógeme a mí. Te llevaré a tu destino>> fue la extraña y melodiosa frase que escuchó a la distancia; palabras que le incitaron a avanzar rumbo a la tranquilidad de la laguna en donde flotaban tres cartas del Tarot junto a una diminuta sombra con un tenue oleaje que parecía ser la zona en la que, posiblemente, descansó otra de éstas. <<Lyra se me adelantó>> caviló sin inquietarse, ya que sabía que cada uno debía seguir su ritmo de vida como mejor le funcionase; no todo debía ser precipitado. -Es una oportunidad increíble para dejar fluir mis instintos. No debo flaquear ahora... No es instante. Ya todo lo que hemos aprendido está incorporado en nuestro espíritu- pensó con los ojos cerrados, esbozando una sonrisa al imaginarse a la figura de su mentor apoyándole como de costumbre. Fue así que, sin meditarlo demasiado, el chico legionario de la Orden del Fénix cogió una de las cartas; asombrándose al corroborar que se trataba de "El Sumo Sacerdote". -Representa el poder espiritual y temporal- manifestó, agitándola despacio con tal de escurrir un poco lo mojado que estaba el cartón. Tras ojearla bien, pudo distinguir que la carta traía consigo la figura de un hombre sentado en un trono con unas columnas detrás; llevando un tocado dorado a modo de triple corona que interioriza el poder anímico, espiritual y material. Con la mano derecha está bendiciendo, mientras que con la zurda sostiene un cetro con tres calados; y a sus pies hay dos monjes arrodillados: uno con colores más rojos que representan "la acción", y otro con tonalidades azabaches que tienen que ver con "la sumisión". <<Dice relación con la obediencia al poder y la voluntad divina; de respeto al orden y a las leyes del mundo... Una vez más mi rumbo está siendo marcado por la ruta de mi destino>> fluían, una y otra vez, las predicciones del fenixiano al analizar la elección que había efectuado; recordando que en el tomo de Numerología visto en la clase, aquella carta era ligada al número "cinco" que enmarcaba la aspiración al conocimiento, la dualidad entre la armonía y el equilibrio con todo lo que nos contradice... Una carta completa e íntegra en todo sentido si se sabía leer de la manera más favorable y directa posible.


Si bien era cierto que, dicha carta siempre estaba condicionada por el resto que la rodeaba en una lectura, como resultado final era positiva. Indicaba mucha fuerza de voluntad para conseguir las metas, tratándose de un mago o bruja que representaba una madurez cultivada bajo la experiencia de la vida misma, capaz de ayudar y dar uno que otro consejo a quienes le rodean; en el fondo se trataba de un gran amigo que demostraba a diario su amor paternalista, muy protector y cálido, e incluso constructivo a la hora de dar su opinión o crítica. Todo lo que le indicaba su lectura era muy cierto, pues el pelirrojo se conocía muy bien, y todo concordaba con su vivencia actual y las situaciones que estaba pasando en su trayecto como persona y empleado ministerial. -Sajag es muy sabio... He aprendido mucho de él... y también de mí- balbuceó el inefable entremedio del soplo del viento, al mismo tiempo que afirmó una cadena de hierro que saltó a sus manos de forma instantánea tras terminar de leer su elección. Y fue así que, tras jalar fuertemente de la metálica elaboración, emergió desde las profundidades del lago un bote que se vació en escasos segundos de toda el agua que lo resguardaba de los vistazos curiosos de quienes se acercaban hasta las orillas con el propósito de cruzar hacia la pirámide. -Vamos a la isla- dijo el primogénito menor de Annick y Elvis; subiéndose a la barca de un único salto que lo posicionó como capitán del pequeño navío de madera cubierto de algas pegajosas que le daban un aspecto horroroso y lúgubre. <<Hoy no tenía intenciones de nadar... y eso que hace bastante calor>> caviló para sus adentros mientras la embarcación fijó su brújula hacia la masa de tierra central que albergaba su prueba final y decisiva en la cúspide de su habilidad mágica... la Clarividencia.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Me anime a seguir, pensando que ocurriría en ese momento, sin embargo, siete círculos numerados aparecieron, en cada escalón. Por si fuera poco, miles de pájaros empezaron a cantar, demasiado ruidosamente, haciéndome perder el sonido de la flauta del arcano Sajag.

Hice una mueca, lo más sencillo habría sido transformarme en una minina persa e intentar espantarlos, pero hacer algo así seria demasiado riesgoso, por no decir que sería, ¿un suicidio? A lo mejor llamarlo de esa forma era algo exageraado, pero podía ver a los miles de pájaros rodieando a una minina y atacándola con sus picos, incapaz de defenderse. No, mejor no usar ese método. Sabia que aún en mi forma animaga era capaz de defenderme, pero no de tantos.

Antes de aventurarme, empecé a analizar en que consistía eso, pensando en cada escalón como una especie de teclado que tenía solamente siete notas y que cada nota era representada por un número. Era obvio que los pájaros ocultaban por medio de su cántico algo que no querían que escucháramos, pensando de inmediato en la música del arcano Sajag.

Nuevamente, podría haber utilizado el anillo de escucha, pero con cada habilidad cursada había comprendido que a los arcanos no les gustaba que nos ayudáramos con esa magia. Me concentré y escuche de nuevo la música del arcano, proveniente de su bansuri.

La primera nota que escuche fue un la, por lo que tenía que pisar el círculo con el número seis. Afortunadamente al se el primer escalón todavía no tenía que dar brincos de ningún tipo. Senti como el escudo de fuerza disminuyo, aunque no se quitaba del todo. Para el segundo escalón, la nota fue un si, por lo que solo tuve que dar un paso al número siete.

Para el tercero, la nota elegida era un do, ¿acaso pensaba la pirámide o el arcano que era una rana y podía brincar de esa forma? Suspiré y lo intente, logrando alcanzar de un salto el círculo con el uno. Para el cuarto escalón, era un fa, asi que brinque hasta el círculo cuatro.

Las notas del arcano ayudaban bastante. Era una fortuna haber aprendido a concentrarme desde pequeña, ignorando los ruidos que me llegaran a molestar. Escuché la siguiente nota, era un Re, por lo que brinque hasta el dos. Faltaba poco. Para el sexto escalón tuve que brincar hasta el sol, o sea el quinto círculo de ese escalón.

La última nota fue un Mi, por lo que en el séptimo escalón brinque al círculo tres. Eso me había recordado a uno de esos juegos muggles, en los que tienes que marcar el color que mostraba el juguete, primero uno, luego la secuencia aumenta en cada ronda y al final invariablemente perdías.

Entonces sucedió. El escudo de fuerza que me impedía pasar desapareció y pude entrar por la puerta que me llevaría al salón circular. Ahi estaba, como siempre la estrella de cinco puntas dentro de una circunferencia formada por una serpiente mordiéndose la cola.

Busqué con la mirada al arcano y le sonreí, saludándolo con una reverencia. En la mano seguia llevando mi varita y el monedero de piel de moke. Quería decir algo como "lo logré", pero era mejor evitar lo obvio.

-Linda melodía, arcano Sajag. Aunque me daban ganas de quitarles unas plumas a esos ruidosos pájaros.- Comenté, intentando bromear.-Arcano Sajag, sabe que soy curiosa por naturaleza y a lo mejor este es uno de los momentos en que no deba, pero, ¿podría decirme porque a ustedes les gusta mucho envennarnos? Supongo que es para que nos debilitemos y que aun asi lleguemos a nuestro destino, ya que si nos dejamos vencer por algo como un veneno, no meremos hacer la prueba, pero no estoy segura.

Guarde silencio esperando su respuesta, si es que me podía decie ese secreto o técnica de enseñanza. Ya me había acostumbrado a ese tipo de pruebas y no me molestaba. Lo malo es que no se podía llevar un antídoto para los venenos que nos ponían, ya que la cura de ese veneno era diferente para cada habilidad.

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Elros no tardó demasiado en posar sus pies en superficie firme, ya que la barca cruzó tranquilamente las aguas del lago que le separaba de la isla que ya estaba bajo su sutil sombra dibujada ante los rayos del sol que se dejaban caer desde lo más alto del firmamento. <<Juguemos en el bosque mientras el lobo no está>> pensó con una sonrisa a flor de labios el pelirrojo, recordando una canción que su madre Annick le cantaba en su niñez, y que ahora brotó de sus pensamientos más recónditos al contemplar un conglomerado de árboles que le dificultaban el paso hacia el interior del laberinto que estaba antes de arribar a los pies de la pirámide del Ateneo. Al lograr introducirse en la arboleda con gran complejidad en sus movimientos (rasgando parte de su sudadera con algunas espinas que adornaban los rosales silvestres del área en cuestión); Thomas oyó una característica melodía que hizo eco en su consciencia. Era un sonido tranquilizador, pero alentador a su vez; música proveniente de un instrumento semejante a una flauta u ocarina por la nitidez de sus notas y el vaivén de la canción que deleitaba todos sus sentidos humanos, brindándole de una energía colmada en serenidad que le guió hacia una senda libre de arbustos en donde le aguardaba otra prueba del Arcano. -Tres pedestales... tres recipientes- caviló en voz alta el legilimago, tratando de reflexionar acerca del real motivo de aquella encrucijada que tenía frente a sus orbes esmeraldas esperanzados en conseguir una victoria implacable en aquel reto máximo. Uno de los altillos era verde, el otro medio anaranjado, mientras que el último (el izquierdo) era tan blanco como la nieve del Himalaya en pleno invierno. Sobre estos se encontraban tres cuencos de barro, iguales al que Sajag había utilizado en la clase dentro de su despacho universitario; pero en esta oportunidad todo era diferente. El Gryffindor entrecerró sus ojos con el propósito de concentrarse, sumergirse en su interior y abrir su Ojo al servicio de la habilidad que ya brotaba por todos los poros de su piel. Fue en eso que una ampolleta se iluminó dentro de sí tras hacer memoria acerca del significado del Número Tres, fuente principal del problema que estaba afrontando. Como bien exponía el tomo que el barrigón le enseñó con anterioridad; aquel número era el signo de la expresión artística, la sociabilidad, simpatía, superficialidad y el espíritu derrochador. También era el símbolo de la comunicación, la interacción y la neutralidad. <<¿Neutralidad?>> caviló dubitativo, haciendo espacio en su rasocinio para la capacidad imaginativa que, en escasos segundos, salió a flote en él. -Espera... Espera Elros... Neutralidad. Si tomo esto como inspiración... Puedo interpretar que: La Marca Tenebrosa se guía por el color de la serpiente, el verde... La Orden del Fénix se inclina por las tonalidades de la misma criatura que les da el nombre... el color naranja... O sea que... o sea que el blanco debe indicar la Neutralidad. Sí, así es. Si mi intuición... o sea, si mi don está en lo correcto... Sí, Elros... no dudes más- conjeturó el inefable, acercándose al pilar zurdo sin temor ni represiones que atormentasen su presentir; cogiendo así la vasija con la infusión, que olía a las mismas almendras que colocaban los elfos de su hogar para el desayuno, con tal de beberla hasta acabarse el contenido perfumado que poseía.


-Suave brebaje de los dioses- suspiró el Granger con más calma, mientras vislumbraba el correr de los árboles hacia los costados de su actual ubicación; apartándose para dejarle libre y expedito el camino de acceso hacia el interior del laberinto de setos que ya había atravesado en una ocasión con la destreza entrenada de la Pereira en su anterior desafío personal. -Por lo menos no morí envenenado... El afán con tratar de asesinarnos. Y yo que pensaba que los Uzza eran los sanguinarios- bufó con el ceño fruncido el mago británico, adentrándose por el trayecto hacia los confines de la isla. <<Amapolas>> se dijo para sí al ver plantaciones de flores de tonalidades rojizas y moradas de aquella esencia vegetal inductora de sueño que el Arcano hindú también había utilizado en sus doctrinas pedagógicas con sus estudiantes. De alguna u otra manera, todo le resultaba familiar al Gryffindor; tanto así que no se aterró cuando sus ojos comenzaron a nublarse en una atmósfera onírica que le sacó de la realidad a la que estaba habituado a diario. -Elros... Estoy viva, amor mío- era la voz que se escuchaba venir desde uno de los setos que tenía enfrente el veinteañero; gigante ejemplar que cobijaba la figura femenina de Millie Diggory, su novia, a quien había visto en la antigua pesadilla inducida por las infusiones de Sajag; sueño que fue certaramente criticado por el mentor ante la falta de criterio del Gryffindor para con todas sus deducciones y planteamientos futuristas. -He estado aquí... esperándote. Has sido muy valiente, amor mío. Todo un león, haciendo honores a tu apellido. Y ahora que estamos juntos, nada ni nadie nos separará- manifestaba la fenixiana con bastante hincapié en el hecho de que el adolescente se quedase ahí con ella y no avanzara más rumbo a la pirámide. -Tú no eres real... No eres Millie. Solamente eres fruto de mis inseguridades... de mis deseos más profundos... de mis anhelos más secretos- respondió el legionario, alzando la voz con fuerza en medio del laberinto. -Quédate conmigo, corazón. No pierdas esta oportunidad que nos da la vida- insistió la bruja, la cual tenía la mirada perdida y sin expresión; características que florecían mayor seguridad en el legilimago al saber, a ciencia cierta, que todo aquello no era cierto. -Vete de aquí, fantasma. Si fueses Millie... mi Millie; me apoyarías en mis decisiones... No como tú, que obstaculizas mi desempeño en la prueba. ¡Lárgate! ¡Desaparece de mi mente y mi consciencia!- vociferó Elros tras cerrar sus ojos con tal de no dejarse engañar más por la bella imagen que captaban sus pupilas; y cuando se dispuso abrirlos, nuevamente, ya no estaba ahí la manzana de la discordia que no logró cambiar sus convicciones. En vez de la mujer, se hallaba un camino más estrecho que le condujo hacia el centro del laberinto; zona privilegiada en donde pudo contemplar con mayor detalle cada uno de los escalones de piedra que lo separaban del umbral de ingreso al Ouroboros y al Portal.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Sajag era fuerte, en su imagen de persona afable y regordeta no lo parecía. Llevaba horas tocando la flauta india, sin moverse de aquella posición incómoda para un hombre de su edad pero no había salido ni un quejido de su boca. Era un Arcano, el Dolor había pasado a otro plano espacial que podía ignorar mientras la melodía salía de su bansuri y su mente seguía los movimientos de los aspirantes a la Habilidad de la Videncia.

 

La primera en llegar fue, por supuesto, la mujer. Era decidida y valiente. Había sido capaz de tomar el camino correcto y no distraerse con el lindo canto de los pájaros. Dejó de soplar la flauta de su niñez para mirarla a los ojos y sonreír ante su directa pregunta.

 

- Me alegra que te guste mi cántico, señorita Selwyn. Tardé muchos años en perfeccionar la maestría con ella. Pero tengo muchos años, más de los que me gusta reconocer, para considerarme un Docto en esta materia.

 

Sagaj se permitió un descanso leve. Se levantó y estiró sus anquilosadas piernas por la posición incómoda pero no perdió ni un atisbo de su sonrisa cuando se acercó a ella.

 

- Permítame primero que le felicite por sus progresos. Ha sido fascinante verla elegir el Colgado, aunque no tenía ninguna duda sobre ello.

 

Puso las dos manos juntas, con el pulgar en la boca y el índice en la frente, para mostrarle el respeto que sentía por su gran hazaña cruzando los obstácules.

 

- Estoy sumamente contento de que haya llegado. Su pregunta es curiosa pero no es la primera vez que nos las hacen. A los Arcanos nos hace gracia cuando lo comentamos en las reuniones. Supongo que nuestros pupilos no saben que les vigilamos y les protegemos. No dejaríamos nunca que murieran. Si pasan la prueba, no intervenimos. Si no la superan, consideramos que es un intento fallido, les devolvemos sanos y salvos a casa sin que recuerden lo sucedido. ¿Cómo podríamos vivir en paz viendo a la gente morir por nuestras propias manos? - Esperaba que con ello, la explicación no tuviera más réplicas.

 

Se acercó lo suficiente para tomar sus manos y contemplar el gatito tatuado. Después volvió a mirarle a los ojos.

 

- Pero con usted no ha hecho falta. Ha estado excelente. Sus decisiones han sido sabias y ha llegado hasta aquí, viva. - Levantó un poco la cabeza, como si escuchara pasos que se acercaban. - No tengo tiempo para más charla. Tengo que seguir tocando para ayudar a su compañero. Está cerca, necesita mi ayuda.

 

El Arcano volvió a su asiento bajo, tomó el bansuri y lo acercó a los labios. Pero no sopló. Aún no.

 

- Señorita Selwin. Aqui tengo su anillo de Prueba, preparado para usted. Pero sólo puedo dárselo si me confirma que quiere, verdaderamente, sin ningún rechazo por su parte, sin que nadie le obligue. Quiero oír que su decisión en voz alta es la de entrar en el Portal y pasar la Gran y Definitiva Prueba. Debe de saber, aunque supongo que ya ha pasado por esta situación un par de veces, que ahí dentro me será imposible ayudarle en nada. Tome las decisiones correctas.

 

Sopló levemente la flauta como solía hacer antes de empezar a tocar.

 

- El anillo está delante del Portal, junto a la vasija de fruta fresca. Tome algo de comer, necesitará energía para pasar la prueba. Si es lo que decide hacer...

 

Volvió a su melodía. Había visto que el Sr. Thomas había llegado a los escalones y necesitaba de su ayuda, mientras pudiera dispensársela. Cuando decidiera entrar en el Portal, ambos estarían solos.

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<<Unos pasos más y estaré adentro de la pirámide>> pensó el Gryffindor cuando su semblante se posó a los pies del primer escalón de piedra al centro de aquella isla. Ya había tenido que sortear tres pruebas para demostrar que era digno de ingresar al Portal de Videncia, cada una más difícil que la anterior, por lo que Thomas ya sentía que su próximo reto no sería nada de fácil. Sus orbes esmeraldas contemplaron cada rincón de la zona más externa de la construcción milenaria, encontrando que todo estaba muy tranquilo; tanto así que aquella paz interior empezó a aterrorizarlo poco a poco. <<¿Por qué no se oye nada?>> se preguntaba muy dubitativo el pelirrojo, direccionando su centro de atención hacia todas partes con tal de analizar bien el terreno que estaba pisando; mismo perímetro que le brindó una fuerte descarga eléctrica cuando avanzó hacia el primer peldaño, paralizándole en el acto y mermando sus energías justo en el segundo en que su cuerpo mortal salió despedido hacia atrás, azotándose contra la corteza de un árbol colindante. -¡Demonios!- gruñó el aspirante tratando de incorporarse nuevamente, pese al agudo dolor de espalda que brotó tras la colisión contra la especie nativa del lugar. En eso, la música de aquel instrumento que antes lo serenizó y colaboró a seguir con valentía su ruta, se empezó a oír sutilmente en la mente del veinteañero; el cual entrecerró sus ojos espontáneamente con el afán de colmar sus sentidos de dicha melodía revitalizadora. <<El vaivén de las notas musicales se repite una y otra vez... como si me quisieran decir algo>> intuía el fenixiano, al mismo tiempo que una enorme bandada de pájaros de variadas razas comenzó a piar, entonando un cántico muy ruidoso y desconcentrador que fastidió a Elros, pues no lograba discernir bien el mensaje oculto que quería mostrarse con desconsuelo desde los dedos del Arcano. <<¿Qué será todo esto? No logro comprender... me es extraño distinguir la clave de esta misión. Yo... yo no sé si podré seguir con esto>> cavilaba con un dejo de decepción en su expresar subconsciente mientras se agachaba con ambas manos situadas en sus oídos, con el propósito de alejar aquellos augurios nefastos de las aves que impedían que las cualidades del muchacho salieran a flote como solían hacerlo a diario frente a circunstancias en donde todo se veía gris y nublado, cuando la frustración tocaba a su puerta incansablemente.


<<No... no puedo flaquear ahora. No debo perder el norte de mi brújula... Ya estoy aquí>> decretó con mayor convicción, poniéndose rápidamente de pie para encaminar sus pasos una vez más hacia el primer escalón que le separaba del comienzo de su reto definitivo. Pero, como era de esperarse, la fuerza de voluntad y el coraje del momento le cegó; pues cuando su pie derecho se posó en el primer peldaño, otra descarga de una buena cantidad de voltios le lanzó por los aires, separándole unos cuantos metros del umbral de ingreso a la pirámide del Ateneo. -Ahhh... ¿Qué pasa contigo Gryffindor?- bufó con cólera en sus venas, en el mismo santiamén que desenvainó su varita de pirul y apuntó con rudeza hacia la entrada a la sala circular, sin vacilaciones ni impedimentos que estorbasen su premeditación. -¡Reducto!- fue el hechizo que salió desde la punta de "Lion"; rayo dorado que rebotó en un escudo transparente de fuerza y salió disparado hacia Thomas con intenciones de lastimarlo, pero gracias al "Salvaguarda Mágica" logró librarse del impacto y de la gran explosión que causó aquel maleficio. -¡Malnacido seas, Elros!- refunfuñaba el adolescente, dejándose llevar por la impulsividad frente al raciocinio. El legionario ya estaba perdiendo la calma, no lograba entender el comunicado que las notas musicales de aquel instrumento le querían dar a conocer; algo muy raro estaba pasando con sus sentidos... Ya no se reconocía. Pero en eso, la melodía se hizo mucho más fuerte en los rincones más secretos de su consciencia; indicándole con templanza el camino que debía recorrer. Era como si Sajag se estuviera comunicando con él a través del pentagrama rítmico que oía; y tanta fue la energía que sintió proveniente desde el interior de la pirámide que optó por bañarse por completo con la canción que englobaba a todo su ser espiritual. <<Ya comprendo, maestro... Es como un piano... seguiré su enseñanza y llegaré hasta donde mi destino me lleve... o sea, el trayecto que yo quiera para mí... porque el futuro... mi futuro... yo mismo lo construyo>> conjeturó con optimismo; volviendo a empezar con la travesía, sin dar mayor importancia al cántico de las aves. "La, Si, Do, Fa, Re, Sol, Mi"... fueron las notas que escuchó el ojiverde; pisando los escalones de piedra en el mismo orden tras darle un número a cada una; y gracias al Mago Merlín, todo dio resultado... la barrera de energía se había disipado frente a su rostro complacido de satisfacción personal. -Buen día, maestro Sajag... Lyra, un placer verte aquí adentro- saludó el inefable, con cierto cansancio notorio en sus frases; observando con cuidado cada pared del salón con la estrella de cinco puntas y la mitológica serpiente que mordía su propia cola. -Al final era un bansuri, señor. Yo no había tenido la ocasión de ver uno, en vivo y en directo. Pensaba que el origen de aquella música era una flauta o una ocarina... pero el bansuri le da un estilo muy particular ligado a su pueblo ¿No es así?- fue lo que manifestó con una delicada sonrisa, al mismo tiempo que sus orbes ansiosos se clavaron en una vasija con un poco de fruta dulce y una fuente con agua fresca que le obligó a lamerse los labios ante la sed que sentía.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Sonreí con las palabras del arcano, al escucharlo hablar sobre la música. Nunca había podido tocar ningun instrumento, empezaba, pero pronto desistía del mismo, solía aburrirme fácilmente hasta que deje de intentarlo Y él, llevaba ya tantos años de práctica.

 

Con la carta del colgado no tenía yo ninguna duda de que esa era la correcta para mi, lo cual me gustaba, era mejor tener cambios que quedarse estancada a veces. Sus palabras sobre el envenenamiento y el que nos cuidaban, era algo que me imaginaba. Aunque no me gustaba el hecho de que si fallabamos nos hacian olvidar todo, pero no era tiempo de preguntar más, quizás después

 

Tomo mis manos y contempló el gatito tatuado, mismo que volvió a levantarse y saludar con la pata derecha, como si quisiera jugar. Ese gato era sin duda alguna uno de mis hechizos mejor logrados. O mejor dicho, combinación de diferentes conocimientos.

 

Al escuchar que mi compañero estaba cerca, asentí y deje de divagar, no podía acaparar todo el tiempo al arcano, además que debia continuar mi prueba.

 

-Deseo enfrentarme a la prueba del portal, arcano Sajag. Estoy lista para hacerlo. - Dije en voz alta como él lo pidió. -Buen día, Gryffindor. Yo ya me iba, suerte en tu prueba.

 

Le dije a Thomas antes de acercarme al portal y ponerme el anillo del aspirante en la mano derecha, junto con los otros dos y le di un mordisco a una pera, hasta ese momento me di cuenta de cuanta hambre habái tenido.

 

-No tardaré en volver.- Comenté de nuevo en voz alta, atravesando el portal.

 

~~~*~~~

Atravesé el portal, cuando tuve una sensación muy extraña, mas al verme en el cuerpo de otra persona. Seguia llevando mis anillos y amuletos, mi varita y los anillos relacionados con la habilidad. Sin embargo, cuando llegue al lugar no sabia quien era yo

 

Tuve que poner la mano en el sillón donde estaba sentada, era como una especie de mareo. Mi piel era diferente, morena Siempre había sido asi en esa vida, sin embargo era como si tuviera una intrusa en mi interior, otra alma alojada.

 

-Estoy enloqueciendo.- Pensé.

 

Vi que estaba con Pearl Russell, una amiga de la infancia. Se estaba quedando conmigo puesto que escapaba de sus primas y además de su marido Note en la mano derecha mi varita y tres anillos extraños, asi como otros amuletos y anillos, ¿en que momento los obtuve?

 

Christy, ¿sigues conmigo? ¿A que horas te pusiste todos esos colgantes y amuletos? No sueles ser asi, aunque son lindos. -Preguntó Pearl.

 

-Perdona, Pearl. Sigo contigo, me estabas hablando de lo que quieres hacer para volver con tus primas, pero siempre aparece la misma carta..- Contesté.

 

-¿Y sobre la niña? ¿Mi hija?- Preguntó mi amiga de nuevo.

 

-No hay porqué preocuparse. Creo que Lucifer se desilusionará muy pronto al ver que tiene más cosas tuyas que de demonio, pero el mismo con la educación que le dará irá provocando ese cambio. Ella es buena, por más que tenga algunos ideales en el futuro que no te gusten.- Mencione.

 

Estaba descontrolada. Acababa de tener esa visión, pero parecía ser provocada por alguien más, era demasiado poderosa la visión sobre su hija que tenía casi un año. El día en que las primas de Pearl intentaran matar a las dos, estaba muy cerca.

 

-Sé que ella es buena.- Contestó Pearl.-Pero mis primas no lo creen, ni siquiera creen que yo lo sea. Afortunadamente Katara esta bien cuidada por su padre.

 

En ese momento comprendí cual era mi misión en esa prueba. Tenía que convencer a Pearl de que dejara vivir a la pequeña, puesto que se veia bastante indecisa, deseando volver a su vida de antes. De alguna forma en ese extraño mundo, era su amiga, no su hija. La pequeña Katara debía estar en ese momento siendo cuidada por su padre u otros demonios. Vi los anillos que tenía en la mano, cuando uno color rosáceo parecía ser brillar un poco más, pero sin saber que me quería decir el mismo.

 

-Eso es una gran ventaja, que él la cuide, pero, ¿qué harás con tus primas?- Pregunté.

 

-No lo sé, Christy. Todas las visiones al intentar hablar con ellas terminan igual. Las dos morimos.- Hizo una breve pausa.-Tengo que salvarla.

 

Al menos se veia el cariño que tenía Pearl por la pequeña, sin embargo, todavía nos faltaba bastante camino por recorrer.

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