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๑۩♚۩๑ Mansión Black Lestrange ๑۩♚۩๑ (MM B: 78195)


Mia.
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Termino de escuchar las ultimas explicaciones por parte de su directora mientras trataba de contener la sonrisa por la actitud de su tía Lisa a la cual le parecía agradar el hecho de sacarle algunas canas a la matriarca Delacour aunque fuera en broma. — No tengo ninguna otra inquietud, creo que todo ha quedado completamente entendido. Ahora solo necesitamos que los novios aparezcan — le dijo a su madre mientras seguía recorriendo el lugar con la mirada.

 

Escucho los comentarios acerca de que si no había boda no habría trabajo de oficina que hacer y si bien eso era muy cierto, ella estaba en ese lugar principalmente por motivos de trabajo, de lo contrario no había asistido. Cuando Zoe la invito como su pareja no dudo ni un segundo en asistir, pero desde que sus planes habían cambiado por asuntos ministeriales había perdido interés por aquel evento, ahora su motivación era meramente profesional.

 

Con el transcurrir del ultimo cuarto de hora el lugar lucia mas abarrotado, por lo visto era todo un acontecimiento que se había encargado de reunir un gran número de personas, aunque la verdad no conocía a la mayoría de ellos por lo que agradecía estar acompañada por la familia. Mientras seguía observando la decoración del lugar vio a su prima Kaori al extremo opuesto de donde se hallaban, iba a hacerle señas para que los viera cuando el novio hizo su entrada y los invitados se le fueron acercando para saludarlo lo que dificulto que la viera.

 

Esperaba que su prima se acercara para que pudiera estar con ella, su madre y tía al menos durante la ceremonia. Aunque lo más probable es que estuviera esperando al odioso de su novio ya que si no recordaba mal esta boda era de sus familiares.

 

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El castaño se exaltó al escuchar la voz chillona de Alessandra quién lucía realmente hermosa. Sus ojos pardos contemplaban en ella la hermana que siempre había añorado, era una persona muy sociable y activa, y a pesar de lo ocupada que era siempre emitía una energía de color sol que le alegraba el día.

Ale! Me asustaste. No estaba husmeando, me había perdido- mintió sin descaro alguno. -Me alegra que al final hayas decidido venir. Estás hermosa- exclamó con una sonrisa de miel.

Una nueva voz se dirigió hacia ellos con autoridad y decisión. No tuvo que pensar dos veces para adivinar de quién se trataba. Una brisa fría le pasó por la espalda y al sentir la mano delgada en su pecho una mezcla de nervios y excitación penetró su cuerpo. Sus miradas se cruzaron y la mente del mago hizo reset, como intentando escapar y a la vez controlar el hambre voraz y el deseo carnal que sentía cada vez que tenía cerca a la Black Lestrange.

-Me he perdido dando un pequeño paseo por mi cuenta dentro de la mansión. Me disculpo por mi intrépida curiosidad- dijo entre risas -Alessandra te presento a Juv, ella y yo nos conocimos hace poco y desde entonces estamos juntos. Y Juv te presento a Alessandra, mi hermosa hermana- dijo dandole un pequeño abrazo a la rubia bajita, no podía evitar consentirla por lo tierna que se veía la mayoría del tiempo. El mago no estaba acostumbrado a tener pareja y no sabía bien que decir o como comportarse con su familia y ella presente, aún así esperaba que se llevaran bien ya que quería pasar un buen rato, distraerse de las obligaciones del mundo mágico, y conocer un poco mas a las dos vampiro.

Los labios de la bruja se acercaron a los suyos robando unos segundos de su realidad. Su belleza no tenía comparación alguna, cada vez que la veía y que la sentía era como si fuese la primera vez. Se despegó antes de quedarse extraviado en ese trance, no quería ser grosero con su hermana para la cual era una sorpresa todo lo que estaba pasando. -Me parece perfecto. Yo estoy listo para irnos en cualquier momento- dijo manteniendo la compostura. -Ale, Juv y yo vamos a escaparnos unos días a Francia- le explicó bajando la mirada hacia ella, mientras su mano estaba entrelazada con la de la vampiro. El castaño mostró su brazo desocupado invitando a Alessandra para que se enganchara a él. Así los tres salieron juntos de la mansión dirigiéndose al Jardín donde se encontraba la mayoría de invitados.

-Un poco de Whiskey de fuego no me caería nada mal- respondió con una sonrisa nerviosa. Un trago para disfrutar de la ceremonia y calmar la incomodidad que sentía la cual era solamente su inexperiencia en este tipo de situaciones. Se quedó atónito al escuchar las palabras de Juv, directa e importante como siempre. Se sentía halagado por la manera en la que se expresaba, eran palabras que llenaban de felicidad su corazón. -Perdón por no comentarte nada al respecto Ale. La verdad es que no soy una persona que le gusta hablar mucho de su vida privada. Juv es alguien muy especial para mi y me encuentro muy feliz de tenerla a mi lado- sentenció obsequiándole un guiño a Juv. Un elfo se acercó con el trago que había ordenado. Agradeció con una sonrisa y levantó el vaso haciendo que el líquido bajara enseguida por su garganta. -Otro, por favor- le ordenó a la criatura. -No me dejen tomar solo. Unos varios tragos al año, no hacen daño-

 

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El presentarle a una de sus hijas a León, significó cierto avance para la matriarca por lo que no pudo evitar que en sus labios se instaurará una sonrisa aún más grande cuando ingresó Ashura y pocos segundos después Eobard. Todos sus hijos estaban allí, demostrando lo importante que era el día para Jessie, dándole su apoyo, algo que no pudo negar que le agradó, por lo que simplemente guardó ese momento en su mente.

 

—Mi hija Ashura y mi hijo Eobard. —los presentó— Él es León, alguien especial. —fueron sus palabras, antes de simplemente notar que una elfina entraba corriendo a la habitación.

 

El novio había llegado al altar. Era momento de continuar con la boda y de una vez por todas, presenciar como los dos se juraban estar juntos y seguir cultivando su amor. Consiente de que le correspondía oficiar la ceremonia, se alejó unos pasos de ellos y dio indicaciones a la elfina para pedir que todos los invitados pasaran al sitio elegido.

 

—Los espero en el altar, gracias por entregar a tu hermana. —sonrió a su hijo— Jessie, tranquila cariño todo saldrá bien y ten un pequeño obsequio familiar. —le entregó un guardapelos con el escudo familiar de plata— Nos vemos pronto. —se despidió momentáneamente del demonio con un rápido beso en los labios.

 

Tras eso, salió del vestidor y se encaminó por los jardines hasta llegar al sitio que previamente superviso que estuviese totalmente preparado para la boda. Otto se encontraba frente a todas las personas, parado nervioso esperando por la pelirroja, si sin duda alguna sería una espera más corta de lo que le gustaría pero era mejor de esa manera.

 

Caminando con paso firme y una sonrisa en los labios llegó hasta el frente de las hileras de sillas. Una vez allí, saludó al que sería su yerno con un asentimiento de cabeza y le indicó que esperará un poco. Mirando a los presentes, levantó su varita mágica y en el momento en que su hija recorría el pasillo una pequeña lluvia de pétalos caía lentamente, la cual la acompaño hasta que llegó al lado del novio.

 

—Bienvenidos, gracias por acompañarnos al enlace matrimonial de Jessie y Otto. —saludó a los presentes con tranquilidad— Hoy seremos participes de su unión.

 

Mirándolos, les pidió que se acercaran un poco más y le prestaran atención.

 

—Les pediré que reciten sus votos y posteriormente que extiendan sus manos. —esperando a que hicieran lo que les pidió, preparó una pequeña daga— Además, de que me respondan ¿Quieren casarse y unir sus vidas? —tras la pregunta guardó silencio.

 

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La Delacour seguía preguntandose cuánto tiempo más faltaria para que diera inicio a la boda, realmente de no haber sido por la llegada del novio y verlo alegre saludando a los presentes habría asegurado que tal vez se habían arrepentido y no sería necesaria su presencia en el lugar para certificar dicha unión, pero después de que el mago se presentara al lugar del evento más gente se fue acercando lo que le indicaba que ya no tendría que esperar mucho tiempo.

 

El novio estaba de pie frente a todos, la ojiazul decidió acercarse unos pasos más cerca a las sillas dispuestas junto al altar pero se mantuvo de pie en la parte de atrás, desde allí tenía una buena visión de la ceremonia sin tener que incomodar a alguien si tenía que irse antes de tiempo por cualquier asunto. Vio como a través de los invitados una rubia se acercaba hasta quedar en el lugar de oficiante de la ceremonia, reconoció a la bruja de la universidad, ya había tenido la oportunidad de cruzarse con ella anteriormente. Además sabía que era una Black Lestrange así que debía ser familia de la novia.

 

La lluvia de pétalos durante la aparición de la novia había sido un lindo toque. Luego de que todos estuvieran en sus posiciones se procedió a iniciar con el acto protocolario de aquella unión. Algo sumamente importante cuando las personas estaban enamoradas ya que era su manera de sellar ese pacto de amor, aunque ella hoy solo estaba presente por cuestiones ministeriales esperaba que en un futuro ese fuera su caso, estar en el altar con la persona que amara o mejor dicho con la persona que ya había empezado a amar. Sonrió ante esa dulce imagen que se dibujaba en su mente mientras empezaba a prestar atención a aquel evento.

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- Hola como estas? O la gracias por venir, los demás les tocaba un saludo con la manos, -Gracias Darla-decía el novio cuando pasaba al lado de la Potter. El andaba nervioso si lo andaba era normal en una situación como esta o no. Aunque ya se había casado una vez ahora se casaba otra vez, en la misma situación de la primera boda para ser sincero no esperaba que llegara tanta gente pero eso demuestra lo querido que es la pareja, por la comunidad mágica pero también por el bando. Otto miraba de un lado hacia otros todos los presentes andaba un poco inquieto esperando que apareciera la señora black.

 

 

 

Por un momento en su mente apareció la imagen una película muggle que había visto, donde la novia cada vez que se iba a casar, que caminaba hacia al altar terminaba escapando del sitio. No solo lo había hecho una vez sino siempre a tal punto de tener el apodo de la novia escapadora o algo por el estilo, El demonio no pudo no reírse un poco para sí mismo para luego mover su cara quitando ese pensamiento de su mente mientras aun esperaba que apareciera la señora Black Lestrange. El Black miraba como llegaba Dennis Delacour digamos que para que todo sea oficial, por parte del ministerio de magia, era la parte del papeleo que nos falto en la primera boda. Ahora solo faltaba que llegara su su esposa o era su futura esposa mientras miraba hacia la entrada esperando que apareciera la bruja que le robo el corazon.

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—Vaya curiosidad la que posees —terciando una lóbrega sonrisa en sus labios, desviaba su atención hacia la Delacour—Un placer conocerte, Alessandra—dedicándole una ligera inclinación se presentaba ante ella. No era la clase de persona que se la pasaba socializando, pero quizás era hora de cambiar un poco ese pequeño defecto, que sin lugar a dudas, casi siempre le sacaba en cara su hermana Mia. La rubia era bastante lapidaría a veces con la vampira, empero que sería de ambas sin ese jueguito de lanzarse puntillas y ver quien era más osada a la hora de responder cada una de ellas.


—Si, planeo robarme a tu hermano. No creas que le haré cosas malas o nada parecido a eso, sólo deseo que pasemos un rato inolvidable en su natal Francia —estaba siendo franca y sincera. Las intenciones de la Oclumante eran claras, dejarse de ir por las ramas y colocar las cartas sobre la mesa—Considérame una amiga antes que tu cuñada, no deseo que me veas como alguien impositiva, dentro de tu relación con tu hermano. Digamos que tengo en mente que las cosas vayan de maravilla entre los tres —la sonrisa se hacia mucho más pronunciada y elegante en sus labios. Aquella faz marmórea permanecía impasible y serena, posiblemente todo se debía a que su mente estaba siendo custodiaba a piedra y lodo por una pared blanquecina de acero resistente a todo.


—Pues vayamos al jardín de una buena vez —caminaba al mismo ritmo que los Delacour. Estaba emocionada por el enlace matrimonial entre Jessie y Otto, quien iba a decir que su sobrina se uniría por siempre y para siempre a un hombre tan maravilloso como el Black. Ella poco o nada sabía de la relación amorosa entre ambos, la verdad cosas como esas no captaban para nada su atención—Si sigues bebiendo de ese modo, no podré considerarte una presa difícil de pillar. Es una boda, cariño. No una barra libre, si deseas que lo adecue de ese modo a tu placer, no dudes en hacérmelo saber —acariciaba la comisura de los labios del castaño. Le gustaba esa forma de seducir al Francés, arrastrarlo al limite y ver de que era capaz con tal obtener algo más que un beso de la Nigromante.


—Con que una persona muy especial, para ti —susurró dejando un delicado roce con las yemas de sus dedos sobre el cuello del ojicafé. Era tentador llevarlo al lado oscuro, aquel que ambos conocían a la perfección, pero la presencia de su hermana y la familia de Juv, no le daban la libertad necesaria. Con esto no quería decir que se iba a quedar con las ganas, porque era una mujer de riegos y eso lo había dejado demostrado más de una vez, ya fuera para bien o para mal. Sus orbes lapislázulis se deslizaron con delicadeza y destreza por el rostro de Allen, le encantaba escanearlo y guardarse para ella cada uno de sus gestos y miradas—Tú también eres muy especial para mi, puedo confesarte que me siento feliz, plena y dichosa a tu lado —atrayendolo hacia ella tras tomarlo con su surda por la nuca, no se contuvo más y le robaba el aliento a alcohol que se había impregnado en sus labios con un coqueto beso.


—Debes aprender a compartir, no pienso quedarme sin beber alcohol. Pero me gusta más si el sabor viene de tu boca, ya sabes lo especial que suelo ser con ciertas cosas —mordía su labio inferior uniendo por un breve instante su frente con la de su acompañante—Eres lo que siempre he esperado y mira que tuve que esperar bastante, jamás pensé que fueras real y mucho menos que llegarás a mi vida de esta forma. No entraré en detalles, porque no es el lugar ideal para eso —cruzaba sus brazos por detrás de la nuca del hombre volviendo a fundir sus labios con los de este en un apasionado beso—No hablas de tu vida privada, pero si sabes como hacer notar la misma sin llamar demasiado la atención —musitó observando a un elfo ofrecerle una copa de bourbon.


Le encantaba la idea de brindar, pero los motivos podían ser diversos y especiales—¿Te parece que brinde por nosotros? —cuestionaba sin esperar una aprobación de su parte. Era libre como el viento, pero al estar entre los brazos de Allen era como si, algo o alguien le retuviera y fuera capaz de frenar los feroces bríos de la ventisca que era la personalidad de Juv—Por nosotros y por ver que nos sigue deparando el destino —bebiendo un largo trago de bourbon. Escuchaba con atención las palabras de su hermana, ya le extrañaba que no pusiera orden en la boda de su hija.


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Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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  • 4 semanas más tarde...

La expedición en el Sahara había terminado y el patriarca de los Black Lestrange había regresado a la mansión, junto con los demás miembros de la familia. Jocker se sentía exhausto después de tantos días, pero antes de lanzarse a descansar, tenía en mente ir hasta el pensadero que había instalado en su oficina y vaciar un evento en particular que le había marcado.

 

Al entrar a su despacho, cerró la puerta tras de sí. Sacó su varita y al tiempo en que con un accio atraía hasta él un frasco vacío, se sentó en un cómodo sillón. Con una simple floritura, el recuerdo salió materializado de su cabeza como una sustancia acuosa que observó con detalles. No estaba seguro cuándo lo usaría para recordar lo vivido, pero quería saber que estaba ahí disponible para cuando lo quisiese. Con otro movimiento de varita, el frasco fue etiquetado con la siguiente inscripción: <<Reto del Esfuerzo. Desierto del Sahara. Febrero 2019>>

 

Jocker lanzó el frasco al aire y este se ubicó junto con los demás frascos que estaban ahí en su despacho.

 

Reto del Esfuerzo. Desierto del Sahara. Febrero 2019:

El anillo detector de enemigos del patriarca de los Black Lestrange, volvió a vibrar y quemarle el pecho en señal del inminente peligro en el que se encontraba.

—Entregadme el fruto de vuestro esfuerzo —había escuchado antes de descender y de avanzar en medio de las dunas.

El desafío estaba siendo bastante explícito hasta el momento pues ¿qué más difícil que sobrevivir en el desierto? Al menos tenía su varita, sus anillos y sus amuletos que le permitían hacer uso de la magia que había en él. Esperaba no tener que enfrentarse a nada sin ellos.

«Aunque siempre las pruebas con los Arcanos son sin elementos mágicos» pensó recordando su experiencia con Suluk y con Amara, las Arcanos de animagia y metamorfomagia respectivamente.

Jocker intentó acallar su voz interior, para percibir el por qué el anillo continuaba vibrando y quemando. No tenía sentido que le haya avisado tan pronto antes y ahora estuviese tardando tanto en parecer lo que sea que tenga que aparecerse. Alguien estaba controlando o, más bien, limitando la magia en aquel lugar.

—Revelio —siseó, apuntando con su varita de álamo a su alrededor.

Nada sucedió, por lo que decidió seguir caminando. No había dado ni diez pasos cuando vio a lo lejos la silueta de un niño pequeño que caminaba en su dirección. Jocker no pudo reconocerlo a simple vista. ¿Sería el hijo de alguno de los demás miembros de la expedición? El mortífago no recordaba haber visto niños ni en el barco que los había traído hasta allí ni durante los tiempos de descanso en las tiendas o en el oasis.

Hola —dijo el pequeño con voz cantarina —Mi nombre es William Black Lestrange.

Jocker quedó paralizado. El pequeño niño tenía los ojos color miel, como su padre, y unos crespos castaños, como su madre. Tenía la piel tostada por causa del sol, por lo que el patriarca de los Black Lestrange no estaba seguro si había heredado su tono de piel o los exóticos colores de su madre. El que decía ser el más pequeño de los hijos de Jocker vestía un suriyah de tonos claros y unas sandalias de color marrón.

«¿Aquello era el fruto del esfuerzo? ¿O el fruto del dolor?»

Jocker estaba desconcertado totalmente. El anillo detector de enemigos que llevaba colgado en el pecho, sin embargo, había comenzado a vibrar con mayor velocidad y a quemar con más intensidad. ¿Le perforaría el pecho, acaso?

 

—¿Cuál es su nombre, señor?

El muchacho que seguro no pasaba los 11 años miraba con atención al patriarca de los Black Lestrange. Había un dejo de añoranza en su mirada que no dejaba indiferente al mortífago. Después de todo, lo último que él sabía del hijo que había tenido con Thya, era que su desaparecida hija Audrey se lo había llevado consigo a alguna parte del mundo.

«¿De verdad había crecido tanto o era un espejismo? Si acaso aquel era el verdadero William ¿Dónde estaba Audrey? ¿Sabría el muchacho que estaba frente a su padre? Era evidente que no, pero si le decía su nombre ¿le reconocería? ¿le habrían hablado de él alguna vez? ¿le guardaría rencor por no buscarlo?»

Preguntas y más preguntas comenzaron a bombardear la cabeza de Jocker.

Preguntas y más preguntas comenzaron a bombardear la cabeza de Jocker, que seguía atónito por lo que sus ojos estaban viendo. Estaba tan fuera de sí que se llevó la mano izquierda hasta el pecho para tomar el anillo desde el cordón que lo sostenía. Como estaba bajo su túnica, solo pudo apartarlo de su pecho y no quitarlo como tenía la intención. En su diestra, mantenía la varita firme.

—Señor ¿se encuentra usted bien? —dijo entonces el muchachito.

—Sí, sí… estoy bien. Solo debo descansar un poco. El sol me está afectando un poco la cabeza —respondió el animago, tomando asiento ahí mismo, en la arena —Mi nombre es Jocker, por cierto.

Un dolor de cabeza impresionante comenzó a afectar al hombre cuyo semblante de pronto pareció decaer, haciéndolo ver de muchísima más edad. Se sentía pesado. Y su garganta, parecía haberse secado también.

¡Wow! ¡Te llamas como mi papá! —gritó con entusiasmo el muchacho, aunque no pasó un instante cuando bajó la cabeza con pesar —Aunque él está muerto ahora. Murió en el desierto. Estaba buscando la fuente de la buena fortuna cuando se perdió y nadie más supo de él. Mis hermanos y yo estuvimos buscando su cuerpo por meses, pero lo único que encontramos fue su varita que ahora me pertenece, mira.

El espectro que decía ser William Black Lestrange sacó de entre sus ropas la varita de 27 centímetros de álamo puro y la puso frente a Jocker que se miró la mano derecha y notó que, en efecto, su arma estaba en manos del que decía ser su hijo.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal antes de caer inconsciente en medio de la inmensidad del Sahara. La cabeza le dolía, el pecho le ardía y el anillo seguía vibrando, pero de pronto, nada.

 

En algunas historias, cuando el personaje principal se encuentra en dificultades tan grandes producto del agotamiento físico y mental, al desvanecerse o perder la consciencia de sí mismos, lograban alcanzar epifanías que no solo le devolvía la fuerza sino también les ayudaba a resolver conflictos profundos. Gente se les aparecía en sueños y les daban palabras de aliento o directrices de cómo supervivir. En este caso, sin embargo, la oscuridad total se había apoderado de la mente de Jocker Black Lestrange.

Cuando finalmente despertó, el mortífago no fue capaz de mover ni un solo músculo del cuerpo. De alguna forma su pecho había anestesiado el ardor que sentía y la sensación se había extendido por todo su cuerpo. Lo único que podía sentir era su boca reseca.

—Aguamenti —siseó apenas.

La invocación, sin embargo, no dio resultado pues no tenía su varita en la mano. Fue entonces cuando recordó a su hijo William, o a lo que decía ser el hijo que había tenido con Thya Triviani y la historia que le había contado. ¿En serio aquello había sido real y no una alucinación? ¿Pero cómo podía ser aquello posible? Si él estaba vivo… o al menos, eso creía.

—¿William? —pronunció, causándose aún más dolor en la garganta —¿Podrías conseguirme un poco de agua? Intenta un aguamenti.

Por más que esperó, Jocker no recibió respuesta alguna a su solicitud. Más que preocuparle el agua que no había recibido, le aterraba la idea de haberse quedado sin varita. Si William había sido una alucinación, tampoco importaba demasiado a esas alturas.

Al volver a tener movilidad en su cuerpo, sintió caer sobre sí el dolor, el cansancio y la sed como tres golpes de puño que le dieron en la boca, en el estómago y en las piernas. Estuvo a punto de volver a caer inconsciente, pero estaba seguro que esta vez, la arena terminaría por cubrirlo esta vez.

Su túnica llena de arena le pesaba. No sabía si era por causa de la arena que había caído dentro de los bolsillos de piel de moke o si era que su cuerpo agotado el que tenía menos resistencia que de costumbre. Tal vez era una mezcla de ambas. Anheló en ese momento la metamorfomagia que aún no podía dominar. La deseaba porque con ella, en un abrir y cerrar de ojos sería capaz de transformar su cuerpo en uno rejuvenecido y con una piel a la que el sol no le hiciera tanto daño, no como a su pálido rostro ya un tanto enrojecido.

—Mi varita. Debo encontrar mi varita —dijo moviéndose lentamente.

 

Nunca antes el patriarca de los Black Lestrange se había visto y sentido tan demacrado como en aquel momento. El fruto de su esfuerzo realmente iba a ser intenso para él, aunque seguro aquello se debía a que el fruto de su dolor no le había resultado ser tan complicado como debía. Los muggles le llamarían karma a aquello que estaba viviendo.

—Mi varita. Debo encontrar mi varita —había dicho cuando comenzó a caminar sin un rumbo determinado.

Sin su varita, Jocker estaba literalmente perdido, pues sin ella, no solo no podría realizar hechizos, sino que tampoco podría activar el medallón mágico que le mostraba la ubicación de los demás miembros de su familia y cómo llegar hasta ellos.

Varios minutos pasaron desde que el hechicero había iniciado la búsqueda de su varita en medio de las dunas; de pronto, una voz cantarina se dejó escuchar. Al girar para ver de dónde provenía el sonido, Jocker vio al mismo muchacho que horas antes había estado con él y que se había presentado como William Black Lestrange.

—¡Eh, William! —exclamó con la reserva de sus fuerzas, temiendo volver a desvanecerse.

El muchacho giró la cabeza, sonriente y comenzó a saltar en dirección a su padre. Mientras saltaba, jugueteaba con la varita de Jocker entre los dedos, lanzándola al aire y atrapándola después de dar una voltereta o aplaudir una melodía que solo sonaba en su cabeza.

—La varita —dijo Jocker cuando el pequeño estuvo frente a él —Necesito la varita.

William le miró con cara de pocos amigos, aunque había un dejo de tristeza en su mirada.

—No puedo prestártela… es el único recuerdo que tengo de mi padre.

Jocker no era del todo consciente de en qué momento el anillo que llevaba colgado en el cuello había comenzado a quemar y a vibrar nuevamente. Solo sabía que la paciencia se le había acabado y que era más que necesario volver a reunirse con Mía, Eobard y Aries.

—¿Podrías invocar entonces un aguamenti al menos para mí? —quiso saber Jocker —Muero de sed.

La expresión de molestia y tristeza del chico se borraron de su rostro para dar paso a una mirada de compasión. Le explicó a Jocker que él no podía hacer magia pues era un squib y que por mucho que quisiera ayudarlo, no podía.

El mortífago cerró los ojos con pesadumbre. Había entendido que la única manera que tenía de recuperar su varita era arrebatándosela a aquel ser que decía ser su hijo, pero que no podía serlo por mucho que le recordara a Thya y a él mismo. Era un impostor, lo sabía en lo más profundo de sus entrañas.

 

Analizaba sus opciones pues no solo sabía que aquel muchacho no era su hijo, sino que también tenía clarísimo que no era humano. Se preguntaba qué criatura o ser mágico podía ser, aunque no descartaba del todo que fuese una ilusión.

Sin añadir palabras, Jocker adoptó su forma animaga frente a William quien lo vio con fascinación la transformación del hechicero y aplaudió el acto como el niño pequeño que era. El zorro rojo le miró fijamente y se abalanzó contra él, destruyéndole el rostro a mordidas.

Las dunas ahogaron los gritos y absorbieron la sangre de la criatura que Jocker no tardó en dejar atrás. Había vuelto a su forma humana y lágrimas caían por su rostro. La criatura ya no tenía la apariencia de su hijo.

Las dunas ahogaron los gritos y absorbieron la sangre de la criatura que Jocker no tardó en dejar atrás. Había vuelto a su forma humana y lágrimas caían por su rostro. No entendía cómo o por qué le había afectado tanto el haber realizado aquella macabra acción. Después de todo, no era la primera vez que le había quitado la vida alguien; lo había hecho cientos de veces, incluso.

Varita en mano, el patriarca de los Black Lestrange caminó en silencio. Le perturbaba el hecho que el ser aquel ni siquiera había intentado defenderse de su feroz ataque. ¿Lo habría visto venir? Quizás su inocencia era real, pero ¿por qué adoptar precisamente esa apariencia? De haber adoptado otra, seguramente Jocker se habría limitado a usar la fuerza nada más.

Jocker se preguntaba qué mente enferma estaba jugando con su mente. No había derramado ni una sola lágrima en el fruto de su dolor y ahora, que debía esforzarse por alcanzar un fruto, estaba tomando los caminos más cortos.

Mientras caminaba, el animago fue quitándose la túnica. Podría haberla limpiado con magia en un abrir y cerrar de ojos, es cierto, pero de su mente no saldría el recuerdo de la sangre sobre él tan fácilmente.

El sol le quemaba los muslos mientras caminaba. Su pálida piel estaba recibiendo los rayos del sol de forma directa, pero una brisa suave venía a reconfortarle el cuerpo y el espíritu de tanto en tanto.

«Hola. Mi nombre es William Black Lestrange» escuchó decir en su mente, con voz cantarina.

El rostro del mortífago se endureció. Podía asesinar personas, era cierto, pero no podía asesinar recuerdos. Olvidarlos, sí; con el encantamiento correcto todo era posible, pero prefería no hacerlo. William merecía ser recordado, incluso, cuando un impostor había intentado robar su identidad.

—No. Ese no es tu nombre.

 

אהבה מושלמת באה במהירות, וכל השקרים צורחים מושתקים


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  • 2 semanas más tarde...
La mañana había llegado al fin y los débiles rayos de luz que se filtraban por las ramas de los arboles golpeaban en la ventana y daban lenta claridad a la habitación de la matriarca donde León volvía a despertar. Diferente a la noche anterior, este estaba ya de pie, pensativo y con la mirada perdida en el basto bosque trasero de la mansión. El impecable traje oscuro que vestía la noche anterior y el elegante vestido brillante de la rubia reposaban inertes a un lado de la cama donde la Black Lestrange reposaba dormida aún, con la perfecta silueta de su cuerpo desnudo cubierto apenas por una sabana de seda verde oliva. El dulce aroma del café del desayuno que minutos antes había llevado la ruborizada elfina por la desnudez del pelinegro, invadía la habitación por completo.


El demonio holandés se giró hacia la cama y se tomo un tiempo para contemplar a Mía, incrédulo aún de lo que había sucedido la noche anterior en la boda de Jessie y Otto que, aunque tardó un poco más de lo que había pensado, había sido bastante entretenida y llena de gratos momentos para la feliz pareja. La alegría que transmitían había contagiado a los asistentes de tal forma que en determinado punto de la noche, no había una sola persona que no estuviera bailando o cantando al son de "Los Hechiceros del Swing" incluso, los representantes del ministerio de magia se unieron en un entretenido baile que emulaba los movimientos de un ave de corto vuelo muggle.


Al caer la madrugada, los invitados, algunos ya borrachos, se retiraban a sus casas agradeciendo la velada y la oportunidad de compartir con la familia de tan magno evento, abrazando a los recién casados y deseándoles y vida llena de pasión y desenfreno. Si, con alcohol en la cabeza, nadie desea prosperidad. Al momento en que León fue a agradecer a Jessie la invitación, todo el vodka y el tequila que tomó, se fue de un solo golpe hasta los pies, la sangre se le heló y la piel se le puso de la misma ave de corto vuelo mencionada antes.


Estuvo a punto de retirar el abrazo que le había brindado y salir del lugar, y lo habría hecho, sin duda, si la ocasión no significara tanto para Mía; la sonrisa en sus labios fue suficiente para esperar al otro día, así no tuviera ni la más mínima idea de como decirlo. El sol se había levantado lo suficiente como para burlar las últimas ramas de los arboles y pegaba ya de lleno contra la ventana y la almohada donde un par de ojos esmeralda comenzaban a abrirse. Acercó entonces el pelinegro el desayuno a la cama y se sentó a su lado.


—Bueno días dormilona —selló el saludo con un beso en los labios—. Espero hayas descansado porque... necesitamos hablar.

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La fiesta había sido más apacible de lo que se hubiese esperado en un primer momento. Los invitados habían llegado de manera puntual al sitio elegido por Aries, al igual que los funcionarios del Ministerio de Magia, de quienes su presencia era de vital importancia porque eran los encargados de dar fe y legalidad del enlace matrimonial. Tras la rápida pero emotiva ceremonia oficiada por la matriarca Black Lestrange, en la que Otto y Jessie se prometieron amor y fidelidad fue momento de dar comienzo a la recepción.

 

Durante horas se compartió con los recién casados su felicidad y dicha, ocasionando una alta ingesta de bebidas alcohólicas las cuales siempre fueron abundantes y permitieron el aguante casi hasta las últimas horas de la madrugada de los presentes. En el momento en que creyó que incluso León se iba a retirar algo extraño ocurrió y se quedó a su lado, una noche más, lo que consiguió que en sus labios se instaurara una sonrisa sincera durante el resto de la celebración. Después de compartir una última danza al son de los músicos, consideró que era pertinente volver a Londres y así se lo hizo saber a su acompañante.

 

Regresar juntos a la mansión Black Lestrange fue una sensación que le agradó, se sentía cómoda al lado del demonio y aparte un sentimiento más difícil de explicar se instauraba en su interior, sin querer darle tantas vuelvas disfrutó de su compañía durante algunos minutos más y se quedó perdidamente dormida.

 

No supo cuanto tiempo durmió y mucho menos, desde hacía cuánto estaba sola en la cama pero al abrir los ojos, observó la silueta del holandés y en sus labios se formó una sonrisa. Había pasado nuevamente la noche a su lado, ¿era una señal? Esperaba que si, por lo que disfrutó unos segundos del beso de buenos días, para después regalarle una sonrisa y tomar entre sus manos una de las tazas de café de la charola.

 

—Buenos días cariño —respondió con tranquilidad— Dormí muy bien. —dando a entender a que se era por su compañía.

 

La sonrisa que segundos antes se había formado en sus labios, se esfumó al escuchar las dos temidas palabras “necesitamos hablar”. Sabía que muchas veces ese era el trasfondo de alguna mala noticia, sino es que siempre, y no se sentía preparada para algo así, pero no iba a demostrar esa cuestión, así que simplemente asintió y permitió que en su rostro se instaurara un semblante de falsa seguridad que no tenía en esos segundos. Era momento de salir de la cama, por lo que así lo hizo, sin importarle su desnudes se encaminó hasta su armario y tomó una bata de seda que protegió su cuerpo.

 

—Es muy temprano… —se quedó callada, al ver que era pasado el medio día— Pero claro, dime ¿de qué tenemos que hablar? —añadió mirándolo a los ojos y dejándose caer en la silla frente a la mesita que servía como escritorio.

 

Algo en su interior comenzó a removerse, no estaba segura de que era lo que tenían que tratar y menos si quería escucharlo, pero debía hacerlo así que era mejor comenzar dando el primer paso antes de dejarle todo el trabajo al Crowley.

 

— ¿Es sobre el que hayas dormido dos noches en la mansión? ¿No te sientes cómodo? —preguntó con un poco de curiosidad, queriendo sondear el terreno y preparándose mentalmente para lo que podía llegar a responder su interlocutor.

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Su aroma era capaz de colarse por las fosas nasales de la vampira, pero no lograba trastocar, ni por error los sentidos de la Black Lestrange. Sus orbes lapislázulis detallaban el contorno de su espalda, delineando con delicadeza cada uno de los músculos que se contraían. Deleitándose con esa fuerza bruta que brotaba de esa zona de su cuerpo, admirar un hombre como él, era tan placentero como beberse un buen litro de sangre recién arrancado de una vena humana. Jamás le tentó la idea de probar la sangre de algún mago o bruja de otra especie, porque sabía que era una condena segura beber la de un lican.


—Estoy gratamente sorprendida, no esperaba menos de ti —confesó mordiendo el cuello del castaño. Sus ojos eran peculiarmente hermosos, reflejando la dualidad de su alma, heterocromía era la definición correcta. Su ojo derecho era azul celeste, pero el izquierdo estaba dividido en dos colores azul y marrón, no le importaba dicha condición, sólo le interesaba tenerle cerca de ella costará lo que costará—Eres mucho más especial de lo que crees, jamás lo pongas en tela de juicio —acariciaba con las yemas de sus dedos su piel desnuda. Conocerle era un reto difícil de concretar, pero la idea de perderse en el laberinto que era su mente, no hacia más que alentarla a lanzarse al vacío de una buena vez.


—Poseemos runas similares en el cuerpo, ¿no crees que eso nos une de algún modo? —le comentó, tras acomodarse sobre su espalda, dejando que ahí reposará su cabeza por unos minutos. El calor que brotaba era puramente odio, no había un sólo atisbó de piedad en ese ente que momentos antes se deshiciera entre sus sabanas. Extraña la forma de contemplar la vida de una persona ajena a la tuya, apoderándote de cada una de las sensaciones que esconde detrás de una pantalla de humo, quedando solamente una coraza vacía y sin chiste. Ambos conocían la eternidad de cabo a rabo, no existían medias tintas o tonos sepia. Pasar los años sumidos en un recuerdo, añorando una vida que jamás les acabó de pertenecer del todo.


—La soledad suele ser buena consejera y su hermano el silencio, no se queda atrás. Recuerdo la primera vez que te vi, estabas sentado en un café, perdido en tus pensamientos con un libro a medio leer y la sonrisa completamente desencajada. Pero seguías siendo tú, aquel chico que conocí en mis tiempos de estudiante, el que jamás dejo de creer en que todos tenemos una pareja ideal y con la cual sin duda alguna, viviremos más allá de la eternidad —susurró esas palabras rozando con sus labios la espalda del hombre. Le echaba de menos en verdad, no se acostumbraba a su ausencia y tenerlo de vuelva, no hizo más que regresarle parte de ese pasado que se negaba a morir sin lugar a dudas.


La noche les daba un cobijo secreto y perpetuó, ya no volvería a ver el sol de la misma manera y era porque la sombras que brotaban del vampiro, le abrazaban de una forma que no le permitían escapar por mucho que lo deseará. Una nueva runa fue tatuada por este en su costado derecho, coraje era lo que significaba y ardía como una brasa ardiente, quemando y calcinando placenteramente la nívea piel de la Nigromante, saboreando los labios de su amante se perdió en ese estupor que le provocaba tenerlo de nueva cuenta unido a sus caderas con esas manos inquietas que no le daban, ni siquiera el más mínimo respiro.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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