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Prueba de Metamorfomagia #3


Amara Majlis
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Allí donde su cuerpo se materializó se encontraba un curioso grupo aglomerado a los pies de la isla. Al haber logrado atravesar la cueva y encontrar la ubicación de la familia de Lobos mexicanos en peligro de extinción dieron también con el boleto de regreso al punto de inicio donde se encontrarían con la arcano nuevamente. Aun portaba el atuendo con el que había partido de su cálida oficina y su cabello brillaba cual plata a medida que los rizos repiqueteaban al son de sus pasos, ahora sus ojos eran color avellana y sus rasgos curtidos y marcados por los años; una persona completamente diferente al Arcano que había compartido tiempo con todos ellos pues así lo deseaba.

 

 

 

—Dichosos los ojos que los ven— Saludó con una reverencia a los presentes.

 

 

 

Una pequeña barcaza se hallaba encallada en la orilla del extenso lago en la cual no cabían más de dos personas ¿algo había salido mal?, Amara sonrió de lado y extendiendo una delicada mano en dirección a la flota aguardó a que el más astuto sacase sus propias conclusiones. Ella se había tomado todas las molestias para enseñar la habilidad desde un punto de vista caritativo pues así era su personalidad tan despreocupada, dulce, compasiva e irascible cuando correspondía; era posible que la cantidad de sabiduría albergada en su mente, cuerpo y alma la llevasen a ser así.

 

 

 

—Habiendo llegado a éste punto he de pedirles que dejen ante mi todos sus objetos mágicos, ya sean varitas, pergaminos o cualquier cosa que no sean sus manos pues deberán valerse por éstas para obtener la habilidad que desean.

 

 

Recordó sus nombres otorgándoles un color a cada uno así como el tornasol que tomaba la pirámide con la que se entretuvo al comienzo del día. Les hubo dado el aliento necesario para que fuesen capaces de utilizar la Metamorfomagia en terceros y en si mismos canalizando la energía potencial en su interior. Todos a gran o pequeña escala eran diferentes, lo supo desde el preciso instante en que cruzaron el umbral de su cálida morada y dichas diferencias los volvían únicos. Era momento de poner a prueba sus cualidades humanas pues todos debían llegar al comienzo del laberinto.

 

 

 

Ella los acompañaría en espíritu pues después de abandonar todos sus objetos, armas y herramientas mágicas una simple sortija de plata apareció en el dedo anular de cada uno. Gracias a ello Amara estaría conectada a sus movimientos y emociones para poder guiarlos hasta la pirámide en donde por desgracia los perdería pues ésta debería ponerlos verdaderamente a prueba y ya quedaría fuera de su alcance el ayudarles a controlar la Metamorfomagia aunque confiaba demasiado en esos tres.

 

—Y no lo olviden, tres pruebas deberán pasar para llegar a la pirámide donde me volverán a encontrar. La primera está clara frente a sus ojos, para atravesar el lago y dar con la entrada al laberinto solo tiene una balsa, úsenla bien.

 

Una vez pongan un pie dentro del laberinto las paredes de éste los separarán, no teman esa es la segunda prueba. De seguir el camino correcto se toparán con un espejo suspendido en el aire, solo podrán continuar su camino hacia la tercer prueba si lo que se refleja en éste es su verdadero yo. Se los he dicho con anticipo, muchos magos y brujas se han perdido entre las sombras de alteregos por abusar del don.

 

Cuando el espejo se vuelva añicos antes sus ojos gracias a la sinceridad con que se reflejaron en él podrán seguir su camino hacia la tercer y última prueba para poder llegar a la Pirámide. Las paredes volverán a moverse pero ésta vez los conducirán a otro sitio fuera de Egipto, en alguna parte del mundo donde haya alguna especie en peligro de extinción, una que les representen en espíritu sin que ustedes siquiera lo noten y tratarán de mezclarse con el ambiente que les rodea, quizás un zoológico, para ponerlo en resguardo.

 

Entonces llegarán ante mi, queridos y podremos dar el último paso. Adelante.

 

Ésta vez no desapareció, les permitió que apreciaran su físico de mujer entrada en los 50, tan madura como sus conocimientos. Si alguno de los tres se percataba de sus transformaciones a lo largo de la clase verían que a medida que ellos adquirían y dominaban mejor el don con el que se les había bendecido sus años transcurrían y le hacían crecer anatómicamente como lo tangible de una metáfora.

 

 

 

 

 

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La vampiresa miraba a la Arcano sin prestar atención a ninguno de sus compañeros, dudaba si las palabras de aquella mujer eran reales o solo eran parte de una prueba para poder llegar a obtener su anillo de metamorfomagia, pero no llego a preguntarle ya que había desaparecido. Shalyit camino con paso lento y dudoso hasta donde se encontrarían los lobeznos con su madre, aun no decidía si era lo correcto llevarlos a otro lugar que no era su hábitat, pero cuando llego hasta ellos, su vista fue distraída por una pequeña pila de libros, duro segundos decidiendo si leer uno de esos libros antes de tomar al lobo y volver con la Arcano a Egipto, o simplemente tomar al lobezno y la madre.

 

Cuando decidió ir por la pila de libros, segundos antes sintió la necesidad de despedirse del pequeño lobezno, así que lo tomo en sus manos y después de acariciarlo un poco volvió a dejarlo en el suelo.

 

No voy a dejar que nada malo te pase, amigo. Juntos, lograremos que te reproduzcas. Y sean más como tú, recuerda que soy tu manada. —dijo mirando a la familia de lobos, al momento que sus manos se posaron sobre la pila de libros, regreso al lugar donde había empezado todo, y eso era notorio por que la cabaña de la Arcana era un lugar fresco a diferencia del calor que se sentía por todo Veracruz. Dejo los libros en alguna mesita cerca del lugar y escucho la voz de Amara Majlis a su espalda, por lo que se giró a ver a la Arcano con una sonrisa en los labios, a la Malfoy le había encantado la prueba de proteger un animal en peligro de extinción y quizás en un futuro ella sola regresaría a aquel lugar.

 

Mientras pensaba aquello, siguió a la arcana hasta la pequeña barcaza que se hallaba amarrada al pequeño muelle a las orillas del lago. No estaba muy segura de que era lo que debían hacer, pero estaba segura que podía transformar sus piernas en patas de pato para poder nadar a un lado de la barcaza y llegar al otro lado. No había pensado en usar su varita hasta que la arcana le recordó que la tenía, así que en ese momento la peliazul entrego cada uno de los objetos que llevaba con ella.

 

Lo primero en dejar en manos de la arcana fueron los anillos, el de amistad con las bestias, el de las plagas, la salvaguarda de oídos indiscretos, anillo de escucha y detector de enemigos. Sus manos se habían quedado desnudas, pero aun así no le importo despegarse de aquellos objetos, al igual que de ambos dijes que tenía colgando en el cuello.

 

Pero como toda buena bruja le dolía separarse de su varita, pero a pesar de eso ansiaba ponerse en camino para empezar con las pruebas, así que al igual que todo lo que ya había entregado, dejo su varita y la daga que siempre llevaba con ella a todo lugar donde se encontrara. Se había acostumbrado a todos esos objetos que cuando los fue entregando ella misma se sorprendía de todo lo que llevaba encima, pero no dijo nada cuando después de haber pasado sus dedos por el cabello vio como un nuevo anillo aparecía en el dedo anular de su mano derecha.

Al quedar frente al cuerpo de agua y a los pies de la barcaza, miro a sus compañeros, o debía hacer lo que había planeado o quizás tenía que volverse un poco más delgada y hacer que en la barcaza cupieran los tres.

 

Propongo que nos hagamos más delgados y nos subamos los tres a la barcaza, aunque también puedo transformar mis piernas en patas de pato y nadar al paso de ustedes. El mojarme a mí no me incomoda… —soltó mientras recordaba en su cabeza todo lo que minutos antes la arcana les había dicho acerca de las pruebas que debían pasar. Shalyit no recordaba como era antes de empezar a cambiar de color de cabello, de ojos y de piel. Así que aquello la ponía un poco nerviosa, no por no recordarse como era, sino porque cada cambio era una historia que no había podido superar.

Editado por Shalyit Malfoy Karkarov

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Demasiadas cosas pasaron su cabezas. ¿Realmente se quedaría de brazos cruzados sin hacer el más mínimo intento por perpetuar aquella especie? Seguramente si, no le quedaba alternativa. Bastian estaba seguro que en cuanto abandonara aquel lugar jamás podría volver a encontrarlo. Incluso llegó a pensar que todo había sido una prueba. ¿Realmente habían estado esos lobos en peligro? La duda se sembró en su cabeza y jamás saldría.

 

Se hubo nuevamente en un lugar conocido. Si los libros lo abandonaron o él los abandonó no estaba del todo claro. Simplemente se dio cuenta que se encontraba ante aquel ¿tenebroso? lago que le traían recuerdos de muerte. La posibilidad de morir ante aquella extraña poción de la Arcana de animagia y enfrentarse a la mismísima muerte con el Arcano de Nigromancia. ¿Sería diferente aquel día? ¿Las cosas estarían lo suficientemente alejadas de la muerte como para que el día terminara en tranquilidad? Seguramente no.

 

Soltó los dos aros que mostraban su vínculo con sus habilidades. Le permitían un mayor control, le daban cierta protección y facilitaban las cosas. Más él era capaz de tocar y ser uno con su espíritu animal cuando le apetecía. Aprendió también mucho de la muerte, estaba de alguna forma ligada con su naturaleza. Se prometió dejar descansar a aquellos que querían hacerlo y traer de vuelta solamente a quienes lo desearan con todo su corazón. Pero la muerte podía rondar en aquella isla. También podía controlarla sin estar en contacto directo con el negro aro. Entregó la varita mágica, fue realmente lo que más le costó. No le quedó más alternativa que hacer que la espada pareciera -guardada en la vaina- en su espalda así como ocultos en su ropa varias dagas que podían serle de utilidad.

 

—No creo que la idea sea que alguno de los tres nos mojemos. Estoy de acuerdo con tu segunda afirmación. Debemos ser lo más pequeños posible. ¿Un chico flacucho de 11 años que con problemas de crecimiento?

 

Giró la cabeza dos veces para aumentar su concentración. Le era más fácil adoptar una apariencia ajena si las características físicas que iba a adquirir estaban justificadas por algún motivo. Así, en primer lugar, tomó la forma de un niño promedio de 11 años. Ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco. Luego continuó con los cambios. Era ahora un niño bajo de 11 años, se encogió al menos una cabeza de alto. Acto seguido era un niño bajo y flacucho de 11 años. Se puso "añadió" una enfermedad, el hipertiroidismo hizo que perdiera aún más peso y el fallo en la glándula del crecimiento ayudó a que la dolencia anterior no lo hiciera aumentar de tamaño. Todo sucedió demasiado rápido, su mente casi no pudo seguir el ritmo. Era una apariencia, no un papel a seguir. Decidió que aunque se viera de esa forma mantendría intacto su carácter, era necesario en ese momento.

 

—¿Vamos a avanzar o se me quedarán mirando? —cuestionó. Se subió a la barcaza y esperó sentado apenas ocupando sitio.

 

Se había retirado la vaina de la espada de la espalda y en lugar de cargarla la iba arrastrando conforme su nuevo físico se lo permitía.

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Sus pasos habían sido acompañados por los de los demás, en cierta forma eso no la extrañaba, se había alejado, sintiendo que debía estar allí pero que a su vez no debería, se acercó al pequeño que había recogido antes, el cual venía corriendo y a los saltos hacia donde ella estaba. Se agachó y lo acarició, él por su parte tironeó del vestido que ella llevaba hasta arrastrarla hacia otro lugar de la cueva, Darla podía ver a su madre, a lo lejos, observándolos en silencio. A su lado estaban formando un arco a sus lados los osos que habían visto antes, en la mirada de ellos había esa inteligencia extraña que la habían convencido de que allí había animagia y mucho más que magia.

 

Sin embargo la Potter Black no pudo investigar mucho más, el pequeño seguía intentando arrastrarla hacia otro lado y ella lo siguió, con curiosidad, el pequeño comenzó a dar vueltas junto a unas rocas sobre las cuales había una pila de libros. Mientras avanzaba, con curiosidad, la vampiresa volvió a cambiar su cuerpo, adoptando la forma real de su ser, el largo cabello rizado y pelirrojo, los ojos castaños y la figura atlética de la adolescente que había muerto para convertirse en lo que ella era ahora. Tomó con cuidado los libros y una extraña sensación la envolvió, fue como si el calor se volviera frío y luego tibieza, levantó la vista, buscando al lobo y ya no estaba allí.

 

--Oh... --de verdad iba a extrañar al pequeño, no había podido despedirse adecuadamente y ahora no sabía cuándo lo volvería a ver, si es que lo haría.

 

Darla correspondió al saludo de la cambiante arcana y, un poco a regañadientes, accedió a entregar sus objetos mágicos, reunidos dentro de su bolsa de piel de moke. No era que le apenase dejar tanto los amuletos como los anillos, pero Edelweiss tenía una unión tan cálida con ella que era como separarse de una hermana. Claro que le dolía mucho menos que cada separación que tenía de su Seba. En sus manos solo quedaba la alianza de compromiso que los unía ahora hasta la eternidad fuera donde fuera que estuviera cada uno de ellos. Se detuvo junto a los otros, pensativa, observando la primera prueba, la balsa para dos personas, iban y venían o alguno de ellos se convertía en bebé para ir en brazos de alguno de los otros, convertidos en jóvenes pequeños para poder pasar al otro lado sin que la barca zozobrase.

 

Escuchó con atención las palabras de Shalyit y torció un poco el gesto, pensativa, tres palitos para pasar no terminaba de convencerla ni tampoco el que la joven tuviera que pasar a nado. Aunque a ella tampoco le molestaba tener que mojarse, ya lo había hecho antes al obtener su anillo de oclumancia, pero no le parecía que ese fuera el objetivo buscado por Majilis. "Hagrid" parecía opinar como ella y tomó la forma de un pre adolescente, bastante más delgaducho de lo habitual y Darla asintió, aún con su idea en la mente. Se acercó al joven y con voz suave dijo.

 

--Me parece bien, más pequeños, pero creo que será necesario serlo aún más para poder atravesar el lago y si no les molesta --acarició el anillo que había aparecido en su dedo relacionado con la metamorfomagia antes de agregar con un dejo de diversión --¿quién carga con ésta bebé? --tras unos segundos de diversión mientras se arrimaba más a la barca, la joven Potter Black fue haciéndose cada vez más pequeña, adolescente de diecisiete, niña de doce, luego como de seis años hasta terminar siendo una pequeña de tres años, de no más de un metro de altura y muy poco peso que preguntó a media lengua --¿ogh prefieguen que zepa guemag?

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Sus ojos azules se quedaron contemplando la transformación de “Hagrid” en un niño menudito, para después fijarse en como la mujer vampiro adoptaba la apariencia de un infante, por lo que ahora era turno de ella para empezar a reducir tamaño. Lo primero en cambiar fue su rostro, los rasgos finos de una adolescente se habían vuelto infantiles, sus pómulos eran abultados, le acababan de nacer las mejillas de nuevo y el brillo de sus ojos se maravillaban con cualquier cosa nueva que pasaba.

 

Aquel cambio no había tomado mucho tiempo, ahora tocaba la parte del tronco y sus extremidades. Su pecho mediano se había reducido a nada, era totalmente plana y sus brazos eran delgados al igual que sus piernas, tanto codos como rodillas se encontraban raspados, lo que indicaba la apariencia de cualquier niño.

 

Lo único que no había cambiado era el color azul de su cabello y sus ojos del mismo color, pero al encontrarse ya en su estado infantil, tomo a la pequeña niña y junto con el niño de 11 años subieron los tres a la barcaza.

 

Deberíamos remar, —entrego un remo al niño de once años y ella tomo el otro remo, lo mejor sería sincronizarse para alcanzar llegar a la orilla donde se encontraba el laberinto. —Uno, dos, uno, dos… —repitió más para ella que para sus compañeros, ya que a pesar de llevar un tiempo juntos no le había nacido tener un dialogo con ellos.

 

A un metro y medio de donde estaban se podía ver lo que era tierra, así que se imaginó que era el inicio del segundo reto, pero este reto de la barcaza le había parecido lo más simple, no estaba muy segura que la Arcano hubiera hecho algo tan sencillo para pasar a la siguiente prueba. Así que se preguntaba si era que aquello en verdad fue algo sencillo o ella había logrado perfeccionar poder quedarse en una forma que poco le agradaba para llegar hasta su cometido.

 

La barcaza llego a tierra, la Malfoy ayudo a bajar a Darla, para después empezar a “crecer” hasta la edad que actualmente tenia, no era que hubiera olvidado mucho lo que era ser una niña, escasos habían pasado siete años, así que antes de entrar al laberinto regreso a la edad de 17 años. Les dirigió una última sonrisa a sus compañeros de clase antes de que las paredes del laberinto los separará a cada uno.

 

Al encontrarse solo cerro los ojos, espero unos segundos y después de abrirlos, camino hacia donde su instinto le indicaba, decir que no temía a lo que se pudiera encontrar en aquel laberinto aparte del espejo sería una mentira, ya que su cabello se había vuelto de color verde y cada cierta cantidad de pasos miraba el anillo que tenía en su mano, respiro profundamente y tras soltar un grito para sacar su frustración al encontrarse sola empezó a cantar.

 

Tan solo lo muy esencial para vivir sin batallar y la naturaleza te lo da… —cantaba mientras caminaba contenta y en ciertas partes de la canción solo tarareaba las notas de la canción. Se imaginó ir por el lugar indicado ya que mientras más avanzaba por el laberinto se podía ver a lo lejos el espejo que según las palabras de la Arcano indicaban el término de la segunda prueba y el inicio de la tercera.

 

Pero, ¿estaba lista para que el espejo reflejara a la verdadera Shalyit?

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Darla observó con curiosidad a Shalyit, el rostro de adolescente al de niña, sonrió y sus ojos imitaron el color de los de la muchacha para volver luego al suyo natural, era gracioso ver la transformación poco a poco y ver el cuerpo joven con el rostro infantil. Finalmente todo su cuerpo era ahora el de una niña, la Potter Black pensaba que la parte más difícil era que los ojos de ellos tres lucieran como los de los infantes y no reflejaran la sabiduría que sus años de vida les había legado. Miró su reflejo en el agua y se sorprendió a si misma viendo maravillada los cortos rizos y la carita infantil, era como una persona en miniatura, rasgos de niña, pero a la vez, aunque cachetona, como pasaba con algunos niños, reflejas lo que serás de grande, aunque no en todos era posible ver eso, muchos otros lucían más niños que mini adultos.

Las palabras de Shalyits la trajeron de nuevo a la realidad. Shi, respondió con la media lengua infantil, e intentó tomar la punta del remo de la peliazul para remar con ella. Eso era otro punto que los metamorfomagos debían enfrentar, mostrar la fuerza del cuerpo que lucían y no la real que podían tener, como en su caso, los vampiros, o simplemente un adulto humano común. Darla pensaba en todas estas cosas mientras sus manitas regordetas ayudaban al cruce del lago, o al menos eso intentaba. Al llegar al otro lado la Malfoy Karkarov la ayudó a bajar y una vez más le agradeció en la media lengua Gacias antes de darse el lujo de dejar que su cuerpo fuera tomando las formas de adulta.

Al contrario de lo que lo había hecho antes, fue creciendo poco a poco, pasando por todas las etapas, como quien ve en cámara acelerada como de una niña pasaba a una mujer. Tentada estuvo en quedar en la Darla adolescente que había sido, había tenido que colgar de una cadena en su cuello el anillo de compromiso para que sus deditos infantiles no lo perdieran, y ahora su suave tacto la hizo tomar la forma de la vampiresa que dirigía el Cuartel Inquisidor, fría por fuera, temperamental, cálida y ardiente enamorada de su pareja por dentro. Por el contrario, el anillo de la habilidad parecía ir adaptándose a sus dedos a medida que ella cambiaba, cosa magnífica en realidad.

--Mucha suerte, nos vemos a la salida --dijo a sus compañeros tras la sonrisa con que la ahora peliverde se despidió de ellos, poca charla en realidad habían tenido, salvo el intercambio de ideas respecto a los bellos lobos, aunque más bien había sido la de ambas con "Hagrid".

Comenzó a avanzar lentamente por el camino que las paredes del laberinto habían elegido para ella. No es que la llevase directo a su destinto, sino que señalaba las vueltas que ella debería dar sola ahora en el lugar. Recordó su experiencia anterior, había sido distinta, imaginaba que en cada habilidad lo era. Mientras avanzaba por su mente pasaban miles de recuerdos, era curioso como se mezclaban en parte los suyos propios y por momentos algunos de Scarlet.

Las paredes verdes del lugar la hicieron sentir como en un jardín, los altos setos cortados prolijamente seguramente se mantenían con magia, y eran los jardines del hogar que nunca había llegado a habitar realmente la Akane lo que venía a su mente, para luego pasar al hermoso terreno que habían adquirido con su Seba. Iban a hacer allí un nuevo hogar para sus animales, un jardín para Eros, un lugar donde Lualú y Dash pudieran jugar con un parque.

Dio un respingo al darse cuenta que había estado caminando, doblando y siguiendo una ruta en forma automática y sin pensar, miró a su alrededor en el momento en que parecía que la elección había llegado a su punto culmen, o al menos a una encrucijada con tres caminos en vez de dos. Había sentido el silencio que le oprimía a veces el corazón pero que a su vez amaba cuando estaba sola, y debía seguir su corazón. Sin embargo todo el tiempo de fondo parecía que una lejana canción llenaba el aire, no estaba segura de ello, por momentos una suave brisa la traía pero ella no le prestaba atención.

Sin darse cuenta había ido cambiando el color de sus cabellos de su rojo cereza al más oscuro y rojo profundo, borgoña de la Akane. Sus ojos variaban del color rojo cuando los recuerdos eran de la Potter Black al verde esmeralda de Scarlet. Era curioso tener el alter ego, callado esta vez, solo dejando salir sus propios recuerdos, cada tanto. No había sido exactamente así cuando había realizado la habilidad de oclumancia.

Darla se dio cuenta en ese momento que hacía mucho tiempo que no dejaba salir a la Akane, que ambas convivían en armonía, de hecho Scarlet parecía haberse dormido en su interior desde que estaba junto a Seba. Sonrió y tras observar con detenimiento los tres túneles de hiedra, como se le antojaron los tres pasadizos del laberinto, siguió el segundo, que su instinto le indicaba era el adecuado.

Poco a poco las curvas y vueltas la fueron atrapando más y más, sorprendida de que el lugar pudiera ser tan largo, como ella no lo podía recordar, pero cuando ya pensaba que las cosas nunca acabarían descubrió que perseverar tenía su gratificación. Había tenido que fortalecer sus músculos en algunos lugares para apartar algunas hiedras y adelgazar su cuerpo para sortear algunos pasos, hasta había llegado a pensar que se había equivocado, pero no, allí delante se veía una luz y un claro.

Avanzó varios metros más con los setos rozando sus hombros ya no desnudos, porque había transformado su ropa en una cota de tela rústica y resistente. Y al fin encontró la salida. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la vampiresa mientras avanzaba al aire libre al fin, y allí, colgando en el aire al final del “túnel” estaba un espejo. Se detuvo y respiró profundamente, recordando las palabras de Majlis: “solo podrán continuar su camino hacia la tercer prueba si lo que se refleja en éste es su verdadero yo”

Por primera vez en años la Potter Black se preguntó cuál sería su verdadero yo, un estremecimiento recorrió su cuerpo al darse cuenta que tenía miedo de saberlo, sus cabellos se volvieron negros como el azabache por un momento y en sus ojos grises se reflejó una tormenta interior. “Cuando el espejo se vuelva añicos antes sus ojos gracias a la sinceridad con que se reflejaron en él podrán seguir su camino hacia la tercer y última prueba para poder llegar a la Pirámide”. Darla cerró los ojos y sus cabellos y su mirada volvieron al tono habitual, respiró profundo elevó su cabeza y tras volver a abrir sus párpados avanzó hacia el espejo. Deteniéndose, asombrada ante lo que en él vió reflejado.

Un viento elevó sus cabellos y antes que pudiera decir algo el sonido de mil voces llenaron su mente… lo había olvidado…


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El semblante de Amara estaba desfigurado, parecía seria y preocupada a la vez como llevaba siglos sin denotarlo, cualquiera podría decir que se encontraba pensativa y no quería romper la conexión que tenía con cada uno de sus alumnos pero la sensación que tenía en el pecho y los pensamientos que surcaban su mente entonces eran completamente diferentes y debido a otras cuestiones. Respecto a las clases anteriores ésta significaba un desafío para ella a nivel personal, había ayudado a varios grupos de magos y brujas a dominar la habilidad más en ésta ocasión estaba lidiando con personas que la utilizaban para escapar de un posible pasado tortuoso.

 

Con dicha los despidió agitando una mano al momento de verlos desaparecer en la barcaza, Darla se veía tan dulce como un bebé que sintió unas curiosas ganas de cargarla, no recordaba cuándo había sido la última vez que estuvo con un infante de ese calibre —con una sabia mente, claro— que no fuese un animal como los cachorros rescatados con anterioridad. Le asombró la manera en que Bastian fue capaz de controlar sus órganos para adjudicarse una enfermedad congénita que le permitió transformar su cuerpo en el de un niño flacucho y liviano como pluma así como Shalyit fue la primera en tomar iniciativa incluyendo a los demás.

 

Ahora se encontraba rozando la sortija en su dedo que le permitía estar al lado de cada uno a todo momento por si las cosas se complicaban tan siquiera para darles un ligero empujón sin saber qué hacer. Sentía lo perturbadas que estaban aquellas mentes al no estar seguros de lo que verían en el espejo, —Vamos Shalyit, continúa— susurró al viento esperando que éste fiel servidor llevase el mensaje a las paredes del laberinto para que la bruja de cabellos azules no se desalentara, nunca se estaba verdaderamente preparado para ver algo que enterramos bajo muchas capaz de personalidad, en éste caso rasgos físicos.

 

La brisa que por el contrario elevó los cabellos de Darla haciéndolos danzar era cálida y portaba un aroma significativo para dicha bruja amén de transportar las palabras de la arcano, —recuerda Darla, recuerda— el eco de su voz pausada hizo mella en la mente de la pelirroja esperando que fuese capaz de abrir los ojos pero no de la forma literal en que lo hacía ahora sino verdaderamente desde lo profundo de su alma para que fuese capaz de reencontrarse con quien era realmente para poder pasar a la última prueba y más tarde reunirse con ella a los pies de la pirámide.

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Decir que no le sorprendió la apariencia de Darla hubiese sido caer en la mayor de las mentiras. Habían cosas en común entre la metamorfomagia y la animagia. Ambas habilidades estaban unidas por un lazo invisible, el lazo de la transformación. Bastian perdió la capacidad de convertirse en tigre durante meses, le daba miedo perder el control y quedarse atrapado por siempre en el cuerpo de un animal. Y ese mismo temor le recorrió el cuerpo cuando vio a la pequeña niña en que su compañera de aventura se convirtió.

 

Habían dos cosas que se prohibió hace tanto tiempo que incluso le cuesta recordar la fecha: tomar forma de niños demasiado pequeños y de adultos demasiado viejos. Eran ambos extremos con los que no le apetecía lidiar. Un niño podía fácilmente olvidar su futuro, dejarse llevar por los recuerdos y caer en el sin fin del olvido. Le tocaría volver a crecer, aprende a hacer cosas que él ya dominaba. Como alguien demasiado anciano en cambio el riesgo era lo contrario: que los años lo aplastaran y jamás lo dejaran regresar a su edad.

 

Apartó las inseguridades de su cabeza, estas tendría toda una vida para atormentarlo. Estaba en un momento especial, un momento en que nuevamente se inmiscuiría en lo más profundo de su ser en busca de respuestas. Remó, no sin antes olvidar por un momento su manía de justificar todo su aspecto y hacer que sus brazos tomaran un poco de musculatura.

 

En cuanto pisaron tierra nuevamente sacudió la cabeza y puso todo en su interior donde debía estar. Creció a la altura en que solía encontrarse cómodo (de quince a veinte centímetros por debajo de los dos metros). Los demás órganos de su cuerpo reaccionaron en consecuencia, olvidaron sus dolencias y comenzaron nuevamente a trabajar de forma adecuada. Conforme más se acercaba a la pirámide más iba dejando detrás a "Hagrid" y cada detalle lo acercaba a su apariencia real. Colgó la vaina de la espada en su sitio y continuó caminando. Agradeció que en el laberinto cada uno tomara un camino distinto.

 

Le costó un poco llegar al lugar que él buscaba. Se encontró con un espejo que no lo reflejaba. De ser un espejo normal quizá no se hubiera reconocido detrás de tantos cambios y modificaciones. Para él los cambios eran bien recibidos, pero siempre guardaba en la parte más primitiva de su mente (allí donde deben estar los sentimientos y el vínculo de la mente con el alma) su verdadero yo. Suluk le había enseñado formas de acceder a su "verdadero yo" mucho más fuertes que aquel "respaldo". Pensó que Valkyria, Little, Kelian, Ben y Will. Respiró tranquilo, totalmente relajado.

 

Poco a poco su cabello comenzó a teñirse del plateado que lo acompañaba desde niño. Y entonces el cabello se reflejó en aquel espejo. Él no era ni flacucho ni demasiado musculoso. Le gustaba ejercitarse más no era el típico fortachón. Si, había músculo en su cuerpo pero podría decirse que lo normal en alguien que se ejercita de forma no tan rígida. Un destello azulado en el reflejo anunció que sus verdaderos ojos se habían hecho presentes. Poco a poco la tonalidad cambió hasta verse reflejada en el espejo. Era casi él. Los brazos se llenaron de cicatrices y justo después el espejo se partió en trozos muy pequeños.

 

El laberinto cambió para él. Todo su alrededor cambió en realidad. El paisaje le era conocido. Estaba en la India, y como era de esperar su misión era rescatar a algún tigre blanco que se uniría a su ya extensa manada de bengalas que vivían en su castillo. Pero era el blanco el que le preocupaba. Aunque el tigre blanco era su otra forma, la apariencia animal de su Aiùa, su misión había comenzado con la finalidad de conservar el gen recesivo sin causar deformaciones en las crías. Habían en su manda ejemplares de muchas partes del mundo, había llegado al punto en que ya no se necesitaba de su intervención para que el código genético de la población que él controlaba se siguiera mezclando.

 

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Al llegar al espejo, se colocó frente a este, el color de su cabello empezaba a cambiar a rubio, de cierta manera la Malfoy no se atrevía a mirarse al espejo, desde que había descubierto su habilidad de muy chica había modificado cada rasgo de ella que no le gustaba y desde que había sido mordida por aquel vampiro aquellos cambios se habían vuelto más frecuentes.

Y mientras se encontraba frente al espejo, regresaba a ser la persona antes de ser mordida, su tez blanca no había cambiado, pero el color en sus mejillas se había ido, las ojeras eran más notorias. Shalyit era una mujer enferma, a sus 17 años era muy delgada, estaba a los huesos y no media más de un metro con 45 centímetros sus facciones ya no eran de una adolescente, ahora tenía 20 años, pero a pesar de eso su cuerpo era el de una niña, su pecho era pequeño por no decir nulo para la edad que tenía.


Cuando decidió mirarse al espejo, este no se hizo añicos hasta que la marca de los colmillos en su cuello se hizo notoria, a partir de ese momento el espejo cayó al suelo, los pedazos del vidrio salieron en todas direcciones al tiempo que la dejaba salir de aquel laberinto. Casi cuando aquello ocurría, las lágrimas de dolor por verse de aquella manera resbalaban por sus mejillas.

Estaba a nada de pedir que la sacaran de la prueba, cuando recordó que lo peor ya había pasado y que aquello le demostraba que a pesar de los cambios físicos, la persona que era al principio sigue ahí y esa esencia era la que la seguía manteniendo con una realidad clara. Pero ninguno de sus compañeros sabía o conocía aquella Shalyit por lo que mientras atravesaba el portal a lo que era ayudar a una especie en extinción regresaba en apariencia a la mujer de cabellos azules, de cuerpo esbelto y delgado, con un pecho moderado y treinta centímetros más alta de lo que era realmente.

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El lugar donde habitaba aquel felino con manchas era húmedo, el calor de los rayos del sol era sofocante para la Karkarov, la vegetación era extensa y los habitantes de aquel sitio eran de tez morena y ojos oscuros, por lo que Shalyit empezó a cambiar de color de piel, era un poco más morena de lo que había sido en Veracruz, pero su color de ojos había elegido cambiarlos a negros al igual que el color de su cabello.

Estaba segura que en aquel lugar encontraría al jaguar, una especie en peligro de extinción que habitaba aquel lugar, por lo que con un poco de ayuda de los habitantes de aquel lugar empezó hacer un recorrido por lo que ellos llamaban la Selva Lacandona. Aquel paraíso era el lugar favorito de su media hermana, y estaba segura que cada vez que ella deseaba relajarse aparecía en este lugar. Ya que al solo escuchar el cantar de las aves y los diferentes ruidos de la fauna estaban haciendo que la mujer se relajara.

Había pasado un poco más de las cuatro de la tarde, cuando el joven que la había guiado a adentrarse dentro de la selva se había despedido, así que en ese momento la metamorfomaga había elegido seguir sola hasta que la oscuridad de la noche se hizo presente fue que lo vio. El jaguar y ella se miraron a los ojos, trataba de comunicarse con él o ella, nunca lo tenía claro, pero quería que supiera que ella estaba en aquel lugar para protegerle.

Tranquilo amigo —dijo mientras el felino se acercaba a ella con un caminar pausado, como si esperará que movimiento hacer antes de atacar. —he venido a ayudarte a vivir mejor. No me temas, la gente que vive contigo será la que me ayude a que vivas por muchos años. —la voz con la que se dirigía a aquel animal era de lo más tranquila, prefería parecer calmada, aunque por dentro se estuviera muriendo de miedo por todo lo que tener a aquel gato con manchas negras significaba.

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Y de repente las voces se concentraron en una sola, Darla sonrió, le hablaba a ella y la reconoció a pesar de todo —recuerda Darla, recuerda— oh si, claro que la recordaba, claro que recordaba, miró frente a ella y no le asombró para nada lo que vio. El viento había amainado y era una suave brisa que acariciaba su piel, rozaba sus mejillas y parecía susurrarle su nombre al oído.

 

Las jóvenes del espejo la veían con su misma sonrisa, o casi, la más joven, al frente, si, era plenamente ella, lo sabía, con expresión inocente, ojos castaños, ni rastros del brillo rojo de la vampiesa que era, cabellos rojizos largos y enrulados. Se notaba en ella un dejo de actitud muggle y una mirada de asombro al mundo mágico, acababa de descubrir quién era. En cierta forma sentía lo que aquella muchacha, tristeza por sus padres muggles recién fallecidos y euforia por saber de su verdadero padre mágico. Y un mundo de posibilidades que se abría ante ella. El deseo de volver a tener esa familia, la que ella había perdido, aunque no le habían sabido decir de su madre. El brillo de su aura le recordó que tiempo después la habría descubierto, "su tía" le había revelado la verdad, quién era ella, una bruja con sangre de ángeles en sus venas. Algunos les llamaban dioses de los sueños.

 

Tras la primer peliroja se refleja otra, de aspecto más victoriano, o más bien más antiguo, sus cabellos más rojos aún, unos ojos de un castaño tan claro que con la luz parecían dorados, Scarlet, el alter ego y del cual Darla era un horrocrux la veía con ojos más maduros, no se notaban aún sus colmillos porque su aspecto era el de antes de ser convertida y cuando aún no había dado a luz o siquiera concebido a Corvus. Una rumana deseosa de ser alguien en la vida y de vivirla como no lo haría después, como vampiro. Y sin embargo sentía el orgullo que luego tendría como madre, primero del pequeño Corvus Aidan al que no conocería hasta siglos después y de cada uno de los hombres y mujeres a los que había convertido en vampiros.

 

Una extraña dualidad que poco a poco fue fusionándose hasta convertirse en el claro reflejo de Darla, una pelirroja de cabellos rizados y ojos cambiantes de rojo a verde pero que finalmente quedaron en un cálido castaño, que se sentía la mujer más feliz del mundo, enamorada, la vampiresa comprometida con Seba y deseosa de formar un hogar con él, una familia y no solo con sus elfos. En ese momento el cristal produjo un fuerte estallido y los vidrios volaron, convertidos en gotas de rocío y el ambiente se llenó de aroma a miel y vainillas.

 

Darla lanzó un suspiro, se había sorprendido de comprender que en esencia, seguía siendo la misma, la adolescente, latina o rumana, que había deseado ser alguien en la vida, formar una familia y que había encontrado al final, al amor de su vida con el cual hacer realidad sus sueños. Y su suspiro no era de tristeza, ni de asombro, era de felicidad reflejada en la mujer que sabía era y podía ser. Sin dudarlo dio un paso adelante, saliendo del laberinto, hacia la tercera prueba.

 

~~~~

 

No la sorprendió de pronto encontrarse en una región cálida, montañosa y selvática, miró a su alrededor y con un movimiento delicado cambio sus ropas a unos pantalones claros y cómodos y una camisa blanca también, de mangas largas pero frescas, apareció un gorro sobre sus cabellos lacios y negros, unos ojos color café miraron con curiosidad, buscando un indicio que le confirmase el lugar en que estaba. De pronto un aroma la hizo sobresaltar, pólvora y la vampiresa miró para todos lados mientras su calzado se volvía unos borcegos prácticos para correr en aquel lugar montañoso.

 

Sin dudarlo Darla atravesó la Yunga, sin prestar atención a algunos arañazos que sufría su piel, los cuales se curaban casi al instante, aunque su ropa tardaría más y necesitaría algún toque de magia o costura. Cuando llegó a donde estaban los cazadores ilegales se detuvo, si, eran ilegales, se podía notar en su aspecto, miró a su alrededor, buscando su presa y lo vió, frunció el ceño, había leído que quedaban doscientos cincuenta, y que en su patria natal había sido considerada la especie en peligro crítico. El yaguareté miró a los hombres frente a ellos y Darla supo que debía hacer. Sus ropas se transformaron en las de un policia de la zona, un guardaparques, sus cabellos eran ahora cortos, tenía unos veinte centímetros más de altura, sus rasgos eran varoniles y rudos y había hecho que una madera luciera como un rifle a la vista de los demás y que los árboles cerca de ella lucieran como más guardaparques a su lado, se ayudó con el glamour propio de los vampiros para convencerlos que ella no estaba sola.

 

--¡Alto ahí! ¡Ustedes, suelten sus armas!

 

Los cazadores se detuvieron por un momento, eran dos y luego salieron corriendo por el bosque, dejándolos solos a ella y al yaguareté, que gruñía en un rincón. Darla agradeció no tener que atacarlos pero lamentó no tener junto a ella algo que la ayudase que el animal entendiera que no le haría más daño. Una de sus patas mostraba el roce de un balazo y necesitaba una curación, no era nada grave, pero era necesario y aunque no tuviera forma de aplicar un episkey aún tenía sus conocimientos de primeros auxilios.

 

Se acercó despacio, volviendo a tomar la apariencia de la joven misionera de antes y el animal gruñó más.

 

--Tranquilo --susurró y se acuclilló a metro y medio del animal, viendo su pata y luego sus ojos, el yaguarete parecía a punto de saltar pero a su vez se cuidaba, sabiéndose herido.

 

Darla le miró fijamente a los ojos y pensó, no se le permitía la animagia pero... acarició el anillo de cristal. La vampiresa utlizaba todo su glamour y sus conocimientos para cambiar su aspecto mientras recordaba la nariz de cerdo que le habían dicho alguna vez se hizo aparecer la Tonks y así su rostro se volvió dorado, con manchas negras, al igual que sus cabellos, que eran ahora muy cortitos, sus ojos del castaño dorado del animal, sus pestañas¿ o eran sus cejas? largas y blancas, al igual que unos bigotes que dejó salieran de los costados de su nariz, ahora algo chata y rosada como la del animal, se sentía extraña. Y de hecho el animal la miró con extrañeza, el resto de su cuerpo aún era igual.

 

--Déjame ayudarte, no soy de la Red Yaguareté, pero puedo colaborar con ellos y contigo si te dejas compañero --se preguntó si era lógico intentar razonar de esa manera con el animal y confió en que Majlis supiera lo que hacía cuando la llevó allí, después de todo, como había dicho antes, quizás todos formaban parte de esa gran manada.

Editado por Darla Potter Black
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