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Prueba Nigromancia #5


Báleyr
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La cita, como les había dicho, era en el Lago que rodeaba la isla de la Gran Pirámide, donde se encontraba la famosa sala circular donde estaban las puertas de las habilidades. Al caer la noche, ambas muchachas iban a tener que encontrarse en la orilla del lago y estar listas para comenzar su reto, porque, antes de poder entrar en la Gran Pirámide, iban a tener que sortear cuatro pruebas.

 

La primera prueba consistía en atravesar un puente fantasmagórico donde habría almas que intentarían tentarlas o llamar su atención para que se apiadaran de ellas. Algunas podrían ser incluso peligrosas, así que tendrían que andar con cuidado y doblar su ser, su voluntad y su propia esencia para poder atravesar el puente y salir intactas. Podría ser que antiguas víctimas o seres amados muertos aparecieran, todo dependería de cada una de ellas.

 

La segunda prueba iba a comenzar al llegar a la isla. Mediante el uso de su elemento, iban a tener que encontrar afinidad con los setos que se alzan en la puerta del laberinto para impedirles la entrada y, utilizando su grimorio y recientes aprendidos conocimientos, iban a tener que abrir un portal entre mundos, atravesarlo y llegar a salvo al interior del laberinto.

 

Una vez dentro del laberinto, la maleza y enredaderas vivientes les harían daño para intentar retrasar su camino y, a mitad de camino, se encontrarían con una mesa de piedra donde un cuerpo espera para que lo sanen completamente. También habría un portal dentro del cual deberián encontrar el alma que corresponda al cuerpo e intentar convencerla para que regrese, aunque puede que la tarea no sólo no sea sencilla, sino casi imposible. Devolver el alma, de todos modos, no les garantizaría haber superado la prueba, así que tendrían que decidir si el alma merece volver o no.

 

Para la cuarta y última prueba, ambas se encontrarián frente a frente con una imagen suya que ha utilizado la Nigromancia de forma desmedida. Ambas tendrián que enfrentarse con la imagen de "en lo que se pueden convertir" si llegasen a hacer abuso de la habilidad. Vencer a ese ser o aceptarlo seriá parte del reto final, antes de dar con la puerta de la Gran Pirámide, donde Báleyr las estariá esperando para comenzar la prueba propiamente dicha.

 

Báleyr iba a esperar a las chicas dentro de la pirámide, parado justo en medio del Ouroboros que representa el infinito, además de la estrella que se encuentra grabada en la piedra. Junto a él, un pedestal donde descansan dos anillos de la habilidad esperan a las chicas. Los mismos serán dados por el Arcano cuando las muchachas decidan entrar dentro del portal, así Báleyr podrá estar en contacto con sus mentes y ver y sentir lo que ellas.

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El reto por Báleyr había sido lanzado hacia Malfoy, no le quedaba la menor duda de que estaba lista para lanzarse al ruedo-. El verse dentro de una prueba de Nigromancia, no era una tarea que pudiera tomarse a la ligera., ya conocía los pros y los contras de ponerse al tú por tú con el Arcano y lo que eso podría costarle a la rubia ojiazul oscuro. El asunto era sencillo meterse en la boca del lobo y no toparse con los colmillos, recorrer su garganta y dar con el tan anhelado tesoro, hacerse con el anillo que el otorgaba aquella habilidad era su única misión.

 

─Ya tuve el placer de toparme con esa pirámide…─atrayendo a su mente, el recuerdo de su prueba de Animagia. Ahora no necesitaba mutar su anatomía en un feroz guepardo o recurrir a su vampirismo, solo se limitaría recordar lo enseñado por Báleyr. Abrazando con fuerza su grimorio recorría el oscuro y sinuoso camino, obstáculos diversos podrían presentarse delante de ella, tentaciones que se empeñarían en conducirla por la senda equivocada, provocando que la confianza depositada en ella se fuera por la borda. Era momento de centrarse en su reto, no perder el hilo de la trama, aferrándose a obtener el reconocimiento que le habían ganado sus esfuerzos.

 

No esperaba una palmadita en la espalda o un “bien hecho”, simplemente esperaba tener lo que todos los que llegaban hasta Báleyr deseaban. Jactarse de ser buenos alumnos, no de esos que iban causando impresiones con falsos conocimientos, sino de los que se habían dejado lastimar más allá de una herida expuesta en sus cuerpos, aquellos que habían permitido que sangrará su interior y se desprendiera de ellos una parte valiosa de su esencia más secreta y privada─Vale la pena el sacrificio…─desviando sus ojos hacia la cicatriz que recientemente apareció en su antebrazo izquierdo, no le menciono nada a su profesor, no deseaba levantar una polvareda por tal insignificancia. Para ella era una cuestión sin importancia, banalidad que no truncaría su paso por esa prueba.

 

La noche comenzaba atenuarse con cada paso que daba, adentrándose en un misterioso terreno. El silencio reinaba dentro de esa zona de la isla, no se escuchaba, ni el caudal del rio, no existía una sola señal de vida en los alrededores. Tal vez era tal y como decían, cada uno de los arcanos liberaba parte de su esencia dentro de la zona de prueba, buscando intimidar a los osados magos que se habían atrevido a aplicar dicho examen. De un momento a otro la brisa comenzó arreciar agitando con violencia su dorada cabellera, obligándola a cambiar su indumentaria─Usaré algo mucho más cómodo y confortable…─recordando las palabras de Báleyr. El joven que volvió a la vida, le debería algo a Malfoy y eso no le acababa de cuadrar del todo a la Nigromante. Detestaba tener deudores en su haber, atados a su pierna como lastres o pesos muertos, ya se haría cargo de solucionar eso en su momento─Lo primero es lo primero…─soltando una profunda bocanada de aire, reconoció aquel ambiente viciado que detecto al adentrarse en la mazmorra donde el arcano impartía algunas de sus clases.

 

A lo lejos un enigmático puente destellaba como un aura angelical, aunque para ella era la antesala del infierno. Miles de pensamientos volaban dentro de su cabeza, trasformados en venenosos dardos que darían en el blanco en cualquier momento─Almas puras o impuras, torturadas o condenadas sin razón aparente…─siseó percibiendo una esencia conocida para ella. Hacia 20 años que no tenía contacto con ese ser, arrancando de una forma tan inesperada del mundo de los muertos─Estoy lista, Báleyr…─esperaba entablar una conexión con el arcano. Sintiendo como su grimorio comenzaba a vibrar, decidió que era momento de abrirlo y elegir el cantico adecuado, posiblemente eso calmaría un poco a los ansiosos entes energéticos.

 

─Demonis, Vitale, Mortalis, Encumbranis, Dormitae…─rezaba con sumo cuidado─Eternus, Descarne, Condenae, Revitale, Dormitae…─sentenciaba controlando en parte a un pequeño grupo de almas. Tenía que dar con la ubicación exacta de Cye, no deseaba tener que cruzarse con ella de forma inesperada─El reto es para ambas…─asintió con desdén. Era como colocar el dedo en la llaga, jugándose el todo por el todo, recorriendo con la yema de sus dedos los grabados del libro que sujetaba como si se tratará de su propia vida. Volver a perderse en ese mar de energía, sí que le entusiasmaba en parte, porque tendría la oportunidad de manipular su elemento a su antojo, volviéndolo maleable a placer y soltando amarras sin tener que volver a limitarse en ningún aspecto.

 

Sus pasos le llevaron cerca del puente, desentrañando el plan siniestro del arcano. Era como perderse en un infierno terrenal, atándose a cada uno de los lamentos que soltaban esas bocas distorsionadas, dolor, gritos, purgaciones lacerantes que los volvían un concierto de primera fila. Era maquiavélica la forma en que se libraría de ellos, no volvería a caer en sus provocaciones y lo tenía muy en claro. Ya tenía a cuestas tener que esperar la sanción de Báleyr, no quedaría sin saldar la osadía cometida por Malfoy contra el anciano. Su arrogancia podría verse mancillada e humillada, pero jamás se dejaría dominar por ella, no mientras durará la prueba. Retomando su elegante andar, enfrentaba la primera prueba, desatándose en ella una marea brava que arrasaría con todo a su paso.

 

─Veamos que tienen para ofrecerme, sopesaré sus ofrecimientos y al final los desecharé…─pisando con firmeza la madera avanzó con decisión y firmeza. Sin esperarse siquiera a un grupo de almas que danzaron a su alrededor, destacando una de entre todas ellas, mirando con tristeza a Juv, bailoteando frente a ella. No le costó mucho reconocer ese par de gemas esmeraldas, carentes de emoción en ellas, pero cargadas de una soledad infinita─Lo que menos me esperaba...─obsequiándole una sarcástica sonrisa devolvió la cortesía con un ademán cargado de indiferencia. Era momento de lanzarlo a lo más profundo del abismo, no se dejaría engatusar por ese gallardo rostro y ese par de labios que descolocarían a cualquiera, pero no a ella.

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La primera parte para la adquisición de aquella habilidad había concluido, lo supo cuando el arcano le había preguntado si estaba lista para enfrentar la prueba, a lo que había respondido con un rotundo “si” Ahora la cita obligada era hacia un lugar que no había pisado antes, el lago que rodeaba la isla de la Gran Pirámide, la universidad era tan nueva para Cye como lo fue la antigua academia de magia para sus entonces alumnos, pues ella, al contrario de muchos magos y brujas, no había cursado ninguna habilidad hasta el momento.

 

Cye sonrió, el entorno y la oscuridad de la noche le hacían justicia a la prueba de Nigromancia, el sonido del agua del lago no era imperceptible para la sacerdotisa que tenia siempre presente los elementos y la fuerza viva hasta en las cosas más elementales, aunque todo estuviera en aparente calma. Aquella noche, iba vestida de negro, raro, si, pero no quería llamar la atención con sus acostumbrados ropajes blancos, la túnica era liviana como liviano eran las sandalias que albergaban sus pies, no llevaba capa de viaje porque lo consideraba un estorbo, por lo que su rubia cabellera estaba al descubierto, además de eso y los amuletos que ya casi hacían parte de su propia persona el grimorio era el otro objeto junto con su varita más preciado, lo allí apuntado podría servirle en lo que estaba por enfrentar.

 

No tenía miedo, nunca había sido cobarde con su propia vida, temía más por los demás que por ella, y a pesar de que lo que le pasara sin duda afectaría a su bebe, este contaba con una protección que ella misma había erguido en caso de peligro extremo, obviamente gracias a su magia sacerdotal, por lo cual no sentía remordimientos de estar allí y desear alcanzar el galardón que tanto había perseguido y que estaba a solo unos cuantos obstáculos, que seguramente no serian nada fácil y que era hora de enfrentar.

 

Sus pasos la condujeron ante aquel puente que resplandecía de energía, pero solo a la vista de quienes eran capaces de sintonizar con los muertos, por un momento el pensamiento de la Lockhart se topo con el hecho de que no haría aquella travesía sola, en algún punto tendrían que confluir con Juv y quizás hasta actuar juntas, por lo pronto y habiendo tenido otro encuentro con la bruja y otras personas no era raro que ya se hubiera adentrado sin la cortesía de la espera.

 

-Malfoy, Malfoy- dijo en tono quedo con evidente desaprobación, pero no podía culparla cada una iba por lo que iba y ninguna de las dos estaba como para perder tiempo entablando amistades que no tenían tierra de donde asirse, en cambio trabajar juntas en lo indispensable, eso era otra cosa totalmente diferente y en lo ambas seguramente estaban dispuestas a ceder.

 

Sus orbes se quedaron fijas en la base del puente que se perdían en aquella agua plagada de una magia inusual, acaso seria ese el lugar de donde provenía toda esa energía que estaba percibiendo, no podía ver nada más allá por la oscuridad y por una rara neblina que fungía como un velo eficaz que separaba lo racional y mortal del inexplicable más allá. Báleyr debía encontrarse en algún lugar de aquella isla, lo sabía con la misma certeza de que él conocía lo que estaba sucediendo y que no necesitaba gritar para que la escuchara, así que simplemente sonrió e hizo una casi imperceptible inclinación de cabeza en señal de respeto y de comienzo hacia el escabroso camino que había trazado para ella.

 

Suspiro y se adentro en el espectral puente, dando pasos seguros, ni muy rápidos ni muy lentos, escuchando como los quejidos y los sonidos propios de almas atormentadas, se hacían más y más presentes, era tanta energía la presente que Cye sentía como cuerdas que la jalaban hacia los extremos del puente, cuando estaba por aferrarse a la barandilla de un lado era jalada hacia el otro lado, su propia aura era como un panal para un enjambre de abejas buscando llevar a buen puerto sus libaciones. Por fin se aferro a la barandilla y se detuvo, cerró los ojos respirando aquel aire helado, el oxigeno fue bien recibido por su cuerpo y cerebro haciendo que se relajara y que su propia energía fluyera en todo su cuerpo, abriendo sus ojos para ver de forma distinta a la carnal. Enseguida sus orbes se toparon con almas que se trepan desde el agua hasta el puente y la rodeaban, otras apresaban su tobillo jalando hacia un lado y otras el otro tobillo hacia el otro lado, lo que antes no veía ahora era clarísimo.

 

-¡Basta! ¡Soltadme!- ordeno en un tono que denotaba que no estaba jugando y que no sería su prisionera. “Debo cruzar el puente” se repitió mentalmente bloqueando toda emoción que pudiera hacerla sucumbir, aunque dudaba que solo eso fuera suficiente.

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─Esperaba un reto más grande, pero parece que el mundo de los muertos se está quedando sin recursos…─rodeando sus orbes azul oscuro recorrió con la mirada ese ente energético. No le quedaba la menor duda lo destruido que estaba ese ser, no solo mentalmente le carcomió mientras vivió, sino que se encargó de aniquilarlo al enviarlo al mundo de los muertos. Era complicado explicar el asombro que le embargaba, verse frente a frente con el hombre que en algún momento formo parte importante en su vida, aquel que logró ganarse lo que muchos anhelan y casi nadie consigue. Su cuerpo lleno de pústulas de diversos tamaños que expulsaban sustancias oscuras, pegajosas y nauseabundas.

 

─La muerte te ha dado un castigo más que justo, ¿Quién lo iba a decir?...─inquirió centrando en su vista en el mar de almas que se revolvían en el fondo del puente. La madera parecía resistente, pero nunca se podía confiar demasiado en lo que las apariencias obsequiaban a sus orbes lapislázulis, sentirse en contacto con el dolor de todos ellos, le fortalecía volviéndola un ser puramente siniestro y desalmado. Ya le había salvado la vida a un joven, no volvería a caer en la misma treta, atarse un nuevo lastre a su extremidad izquierda. Detestaba la idea de tener un peso muerto a cuestas, obstáculo que consideraba algo mucho peor que ser condenado a calcinarse de por vida en las llamas del averno.

 

─Es grato verte, Lady J…─siseó el ente descarnado. Buscaba posiblemente una mirada compasiva en los ojos de la Nigromante, aquel atisbo de esperanza que lo mantuvo agonizando durante varias horas, para después ser abrazado por la muerte, cobijado por un halo gélido que se le colará hasta la médula de los huesos─Esperaba algo menos que tu abandono, no pensé que nuestra “relación”, valiera tan poco para una mujer como tú. Reconozco que es difícil obtener un gesto afable o cariñoso, pero jamás me cruzó por la mente que me vieras cada de despojo y me lanzarás a un cesto de basura, tal y como lo hacen los desalmados que solías maldecir en el pasado…─le atacaba buscando provocarla o quizás despertar ese lado oscuro que pocas veces emergía de lo más profundo de su ser.

 

─Eras muy poca cosa, ¿Qué esperabas obtener?. Una mansión lujosa, poder ilimitado u obtener el premio que nadie se ha ganado todavía. No puedes decir que no te fue bien, te di todo lo que pediste a cambio de un alto precio, para tu mala suerte nunca dije a cuanto ascendía el mismo…─arremetió contra ese ese sujeto, no se esperaba la mala pasada de la muerte. Parecía muy empeñada en impedir que Malfoy se hiciera con la habilidad de Nigromancia, apenas empezaba su camino y ya se encontraba con tremenda muralla delante de ella. Aferrada a la promesa que se hizo así misma, no volvería a caer presa de ningún tipo de provocación o seducción─Es mejor que me dejes pasar, no te gustará descubrir los nuevos métodos que empleo para sacarme a mis enemigos de encima…─advirtió desafiante entornando su vista hacia el grimorio que llevaba bajo el brazo─Desterrae, Ánima, Infierno, Condenae…─recitó sintiendo la temperatura del libro aumentar poco a poco─Demonis, Mortale, Descarnae, Confinus, Encarcelus, Condenae…─lastimando al alma continuaba con su cántico. Había aprendido demasiado devolviendo un alma a su cuerpo, ya no erraría en sus movimientos dentro de esa prueba.

 

Un par de huesudas manos sujetaban con fuerza sus tobillos, intentando lacerar esos con sus astilladas extremidades. Su rival estaba usando una de sus armas en contra de ella, no le extrañaba que se hubiera vuelto un ser rastrero y dependiente de otros, tal parecía que la muerte, no le había vuelto más listo, sino más descabezado de lo que era en vida. Su lucha era con ambos seres, destinada a terminar con sus ansias de verla caer y llevarla al fondo de ese pozo repleto de almas castigadas por sus malas acciones. Sintiendo la energía más oscura y siniestra que pudiera existir en la tierra, no se negó aceptar la ayuda que esta le brindaba.

 

─Me iré de aquí como sea…─afirmó tajante entrelazando sus dedos con fuerza sobre el lomo del grimorio. Ahí estaba el final del camino, justo a pocos metros de ella, llevándose a cuestas ese par de manos que le impedían moverse con facilidad, aunadas a ellas los brazos de su ex, buscaban atar sus brazos a los lados, acrecentando el peso que llevaba con ella. Jamás soltaría el grimorio, jamás defraudaría a su maestro Báleyr, no por nada agradecía la dureza de este para con ella. Atlas en contra del mundo mismo, sopesándolo en sus espaldas, retrato ideal que se armará Malfoy en su mente, asemejándose a ese dios que purgaba la condena de sujetar al planeta tierra sobre sus espaldas, sentenciado de por vida a dicha tarea.

 

Pero ella no era como Atlas, no podía dejarse amedrentar por un par de seres que eran menos que nada. Su fuerza era inmensa, adherida a sus ganas por comerse el mundo a puños, un mundo que para muchos era un manjar para ella era un tesoro invaluable. Levantando la cabeza avanzaba con esos dos sobre ella, enfrentándose de una forma feroz a lo que le impedía ganarse su habilidad, empeñada en acabar con ellos costara lo que costara. No podía decir lo mismo de su compañera, ya que parecía que su bondad, le hacía tropezarse una y otra vez con la misma piedra.

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Las almas no parecían oírla o al menos entender lo que quería decir, la seguían sujetando, hasta que vio un forcejeo entre dos un poco más allá casi al final del puente, sus orbes no podían dar crédito a lo que veían, entonces… estaban muertos, ellos también estaban muertos. Hizo acopio de toda su fuerza y por primera vez no sintió lastima, no se condolió por los que dejaba atrás, su intención y energía estaban puestas al frente a poco más de metro y medio.

-¿Papá?- sus orbes celestes recorrieron al ser que en vida la acunara tantas veces en sus brazos antes de desaparecer misteriosamente, nunca supo a donde se había ido ni porque, giro hacia el otro ser que antaño fue la figura curvilínea de una Malfoy, si Malfoy y fue quien la trajo al mundo, que también desapareció un poco ocultándose tras la excusa de que el padre de ella, que nunca aceptaría el matrimonio de una Malfoy con un Longbottom y menos reconocería como nieta al fruto de aquella unión que era Cye, los recuerdos parecieron lastimarla. Muy joven descubrió que la sangre marcaba, tuvieras la culpa o no, y por eso había escogido como apellido el de su abuelo paterno quien no solo la había aceptado sino adorado y heredado todo cuanto poseía a pesar de que era apenas una chiquilla descubriendo el mundo mágico.

-¿Porque te fuiste?- era una pregunta que había estado en su cabeza por tanto tiempo, el hombre de aspecto bonachón aun en su fase fantasmal, se limito a sonreírle y decirle un escueto “la muerte me alcanzo antes de lo que esperaba” fue entonces que la mujer se le adelanto mirando a Cye con soberbia y escupiendo “Ahora si pareces una Malfoy, Nigromancia, si, tu abuelo me reconocería en ti a pesar de esos rubios cabellos y esa piel tan blanca” en vida aquella alma poseía una hermosa cabellera rojiza, ojos tan azules como los de la Lockhart y un carácter caprichoso y endemoniado propio de su raza y su apellido, ambas cosas que Cye no había heredado, para bien o para mal.

--Soy una Lockhart digna hija y nieta de mi padre y de mi abuela Sheila Longbottom y a falta de parientes reales como una madre-- le sostuvo la mirada --Encontré hermanas de sacerdocio y otra familia los Vladimir, a quienes no les da pena reconocer su parentesco conmigo ma-mi-ta-- la última palabra fue dicho con tanta ira contenida, que el grimorio empezó a vibrar ante la cercanía de tanta energía oscura liberada. La mujer levanto la mano con la intensión de abofetear a la nigromante pero Cye le apunto con su varita --No soy la niñita sumisa que creía en milagros o el llamado de la sangre maternal-- entrecerró los ojos velando un poco la amenaza, más para controlar el impulso de usar su poder que por otra cosa --Si me tocas, esto-- señalo el puente y el agua --Sera un paraíso en comparación con lo que te hare-- entonces el alma de su padre se interpuso forcejeando con la mujer, tratando de apartarla para que la rubia pasara.

-Papá…- estuvo a punto de prometerle volver por él pero recordó que había alguien que nunca la había traicionado, abandonado o dejado ni siquiera en la muerte, si había de traer a alguien a la vida para beneficio propio seria a él y no a estos dos seres que aunque le habían dado la vida, poco merito tenían en su crianza, valores y apellidos, uno menos que otro, pero ambos culpables por el veredicto de una hija que ya no veía las cosas color de rosa. Abrió el grimorio y justo allí estaba lo que necesitaba, como si Bályer supiera de sus necesidades, de esa energía que se desataba dentro de ella y que necesitaba encontrar un camino para expresarse. Con voz enérgica entono el cántico dejando que con cada nota toda su ira fluyera.

magicam potentem mecum transire (Magia poderosa, acompáñame a cruzar)
Qui et animae robustus (Despide a las almas que se interpongan ya)
Nunc te invoco tenebris (En este instante invoco tu negra oscuridad)
quia ad consequi metas (para mis objetivos poder lograr)

 

Apenas había terminado de invocar la última frase cuando levanto la vista del grimorio, sus padres eran corridos por un velo de negrura y el camino de la Lockhart despejado hasta que a unos pocos pasos de ella estaba Juv con su propia lucha, o como dirían comúnmente haciéndole frente a sus demonios. --¡Vamos Malfoy tu puedes!-- dijo al tiempo que pasaba cerca de ella sin que ningún alma la tocara --Te veo del otro lado-- pronuncio cuando ya se alejaba, alcanzando al fin el borde del puente y tocando otra vez suelo. El subconsciente le gritaba que no se pusiera a analizar nada o perdería la fuerza y los cuestionamientos vendrían.

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Su piel estaba cubierta de surcos profundos, ramificaciones que se extendían por su torso desnudo. Poco a poco el líquido vital abandonaba su caparazón, secándolo, extinguiendo la vida que tan celosamente se había empeñado en defender, no podía impedir que la muerte le abrazará y se lo llevará con ella. Irónica la forma en que algunas situaciones encontraban un tétrico desenlace, truncadas por los caprichos del destino─La elección ha sido tuya…─respondía a esa mirada suplicante. Era cuestión de tiempo para verlo desvanecerse por completo, expulsado del mundo de los vivos, para recibir como nueva morada el hábitat de los muertos─Pudo ser diferente…─agregó aminorando la pesada carga que llevaba a cuestas. El camino era sencillo de andar a simple vista, accesible para permitirle moverse a placer─Es momento de que vuelvas a donde perteneces...─sentenció abriendo su grimorio.

 

─Descarnae, Expulsare, Ánima, Condenae…─emitió aquel canto como un mantra que poco a poco adormecía al par de almas─Dormitae, Eternus, Ánima, Descendere, Portus, Apresae, Ánima, Condenae…─concluyó aquello que semejaba ser una plegaria. No deseaba permanecer atada a recuerdos sin sentidos o razón para ella, poniendo un pie fuera del puente ambas energías se vieron atraídas por el fondo de este, atrapadas por un halo oscuro que las arrastro hasta perderse en ese mar sinuoso y sin retorno. Su siguiente paso era la isla, abrazando con fuerza su grimorio, obsequiaba una desdeñosa sonrisa a su compañera de aventura─Gracias por las porras, pero no eran necesarias…─pasando por su lado decidió no prestarle atención. Poco a poco su elemento comenzó hacer acto de presencia, apoderándose de las extremidades de la vampiro original.

 

El metal corría por sus venas, encendiendo la mecha que no tardaría en dinamitar el barril de pólvora que era Malfoy. Varios setos decoraban de forma muy peculiar la entrada del laberinto, no le extrañaría que los mismos hubieran sido preparados por Báleyr para ponerle un poco de dinamismo y aventura al asunto. Sus ojos se centraron en un par que estaban justo al lado de la puerta de acceso, comenzó avanzar con decisión y decisión, no tenía temor de enfrentarse a ellos y obtener su aprobación─Metalus, Conectae, Vitae, Protectonis…─siseó con una sonrisa en sus labios notando la reacción de esos arboles─Portalis, Activae, Creator, Portalis, Conectae…─asintiendo ante la aprobación de tener libre acceso al laberinto, no perdió más tiempo y se adentró de ese sitio tan conocido para ella.

 

─Comencemos con el portal…─buscando el canto ideal para iniciar con el ritual, atrajo a su mente todo lo acontecido dentro del mundo de los muertos. Sus fallos y aciertos, castigándose así misma por ser tan terca e impositiva. No le había costado mucho darse cuenta de que era necesario enmendar el camino, retomar la postura adecuada y llevar con ella el alma de ese joven al cuerpo que ansiaba volver a portarla como su más grande tesoro. La oscuridad que habitaba en ella, infestada todo a su alrededor, envolviendo su cuerpo por completo, abrazándola en un capullo que le haría transformarse en la Nigromante ideal para aprobar esa prueba con honores. No deseaba una medalla o un premio, solo necesitaba conocer y controlar el poder de regresar a los muertos al mundo que ella habitaba─Aquí estás…─parafraseo dibujando varios símbolos en el suelo─Metal que habitas dentro de mí, permíteme establecer una conexión con el otro mundo y crear un portal que me permita llegar a mi meta…─acudió a ese elemento que corría por sus venas.

 

─Portalis, Conectae, Metalis, Elementus, Mortaes, Vitae, Demonis, Morte...─trazando una cruz invertida en la tierra, acompañada por una balanza que sopesaba una pluma y una pepita de oro. Su la pluma pesaba menos que la pepita de oro, el dueño de esa vida sería sumamente afortunado, aunque no todo en la vida era miel sobre hojuelas. Sin esperárselo se vio maniatada de un momento a otro, tirando de su brazo izquierdo un lazo del diablo le impedia sujetar con firmeza el libro que le obsequiará el Arcano─Ya decía yo, no iba a ser tan fácil…─revolviéndose contra el suelo buscaba impedir que le ataran la otra extremidad o las piernas. El juego se complicaba de un momento a otro, ideando una forma de librarse de todo aquello, podría hacer uso de su habilidad de Animagia o uso de su varita, ya quedaba en ella tomar la mejor decisión.

 

Estaba a poco de poder abrir el portal y dar con el siguiente escalón, no podía permitir que la oportunidad de le escapará como agua entre los dedos. El volver derrotada no era una opción, ¿Cómo podría mirar a los ojos al anciano?, ¿Cómo hacerlo sin ganarse una severa reprimenda de su parte?. Estaba entre la espada y la pared y a Cye, no le estaba yendo de lo mejor. No le alegraba, pero tampoco le daba gusto tener que mirar de cuando en cuando si su compañera iba detrás o delante de Malfoy.

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Ya estaba en la Isla, eso de por si era un logro, muchos se hubiera quedado en el puente y quizás ahora mismo estarían sumergidas en las aguas de aquel escalofriante lago. Era hora de continuar y por supuesto que la Malfoy no se había quedado estancada, con su habitual sequedad y una sonrisa que le pareció tan falsa como lo pudiera ser una posible amistad entre ambas, paso junto a ella, dándole las gracias por las palabras de minutos atrás. Cye movió la cabeza en gesto negativo pero no dijo nada, era mejor concentrarse en lo que estaba por enfrentar.

Ahora emprendía la caminata hacia la puerta del laberinto, aunque siendo sincera se distrajo un poco, tanto que no alcanzo a encontrarse con Juv otra vez, no fuera del laberinto. Como imaginaba no le iban a dejar pasar así por así, al contrario, tenía una defensa poco usual para el mago común: setos enormes y voluminosos con determinación ¿para qué? para hacerle la vida a cuadritos a los nigromantes que osaran querer traspasarlos. Pues a como diera lugar Cye iba a llegar hasta aquella puerta sin llave o más bien una que estaba escondida en los conocimientos que habían adquirido durante la clase.

Una vez frente al par arbusto vivo, intento hacerse un hueco en medio de ambos apartándolos con las manos y no tuvo que esperar para saber que era malísima idea, las ramas de éstos se movieron propinándole un golpe que la hizo retroceder “¿con que esas tenemos?” pensó un poco molesta, fue entonces que comprendió que el manejo de su elemento era clave para lograr cualquier cosa que se propusiera, porque parte de su fuerza provenía de él, el fuego, eterno, explosivo, calcinante algunas veces, pero poderoso y vital para quien lo dominara y necesitara. La Lockhart comenzó a centrarse en aquel fuego que de a poco la envolvió como una llamita interna que crecía y corría por sus venas y cada parte de su cuerpo, el poder que este emitía en ella se reflejaba como una llama danzante en aquel par de ojos que parecían haber perdido la claridad del cielo despejado con que siempre iban vestidos.

--Apártense de mi camino para que yo pueda pasar-- dijo en tono suave, después de todo era una sacerdotisa y como tal sabia que las plantas eran seres vivos, con un alma propia aunque no fuese exactamente como la humana. En respuesta los setos se movieron violentamente haciendo que muchas de sus hojas se desprendieran y produciendo un ruido que rompía la quietud de aquella noche. La rubia suspiro inconforme, ¿Qué le estaba haciendo falta? ¿En que no había pensado? O ¿Qué debía mostrarles? Entonces volteo sus palmas de cara al cielo no sin antes hacer que el grimorio se mantuviera flotando junto a ella e invoco el espíritu del fuego, pidiendo su fortaleza, luego se arrodillo al pie de los setos y toco las raíces que estaban próximas a sumergirse en la tierra, una mano a cada arbusto, dejo que su energía fluyera sin límites conectándola con aquellos seres y mostrándole que no pretendía dañarlos, solo necesitaba pasar. Al cabo de uno segundos los setos doblaron su tronca hacia el exterior, separándose lo suficiente para que la puerta al laberinto quedara libre.

--Muchas gracias-- dijo levantándose y aproximándose lo suficiente para leer una pequeña inscripción en lenguaje antiguo que estaba grabado en el dintel y que la ojiazul pudo traducir como “La verdadera puerta es aquella transitada entre ambos mundos” acaricio su mentón en gesto dubitativo, no era nada más entrar, dos mundos, claro un portal como el que había abierto el arcano. Retrocedió un poco y de nueva cuenta abrió el grimorio que seguía suspendido, buscando la página donde había anotado lo pertinente con esa acción, leyó con ojos ávidos hasta que lo vio, de inmediato dio comienzo al ritual hizo un par de florituras con la varita en la base de la puerta, acompañadas de un cántico en el que no solo se conjuraba y activaba el portal.

Tempus et spatium, vitam et mortem bonum et acóplense
Tiempo y espacio, vida y muerte, acóplense ya
et quod hoc potest contingere viajera
para que esta viajera pueda pasar
ad consequi desideravit metam et finem
y el destino deseado logre alcanzar
per vim magicam, quae est enabled
por el poder de la nigromancia que activado esta

 

La energía de la bruja estaba a flor de piel fluyendo a través de aquel conducto que era la varita de arce de tan solo 30 centímetros. A medida que las estrofas eran entonadas un haz de luz se formaba alrededor de la puerta, cuando el ritual concluyo, lo que antes parecía un muro solido e impenetrable ahora era solo un velo gaseoso en el que se vislumbraba una espesa neblina, estaba hecho, cerró el grimorio y lo tomo con ambas manos abrazándolo contra su pecho. --Aquí voy-- susurro poniéndose en marcha y atravesando el portal, del otro lado, lo habitual, muros descuidados, maleza que los trepaba de tanto en tanto y algunas raíces que parecían muertas, aunque ya sabían que lo muerto no siempre era garantía de bienestar.

--Juv, Juv, Vamos mujer podemos hacer este tramo juntas-- grito y el eco de un paraje solitario le devolvió su voz un poco transformada, no supo que toco o piso pero varias antorchas con exagerada distancia entre una y otra, para el gusto de Cye, se encendieron, propiciando una débil iluminación en lo que parecía una pequeña cámara preámbulo del recorrido.

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Se había librado con mucho esfuerzo de las enredaderas que le ataban sus brazos, aventurarse a provocar a los setos no era su intención. Empero, tal vez ellos lo habían fraguado por su cuenta dicho ataque, no les resultaría gracioso que un par de jovencitas desearán hacerse con una habilidad tan codiciada por muchos y merecida por muy pocos. Era cuestión de ponerse en el sitio de ellos, ¿Cómo se sentiría ella al ver que deseaban irrumpir en sus terrenos y obtener algo que tan celosamente resguarda de los intrusos?. Era una situación complicada ante sus ojos, pero contando con la compañía de Cye, indudablemente podrían echarse una mano y hacerse más llevaderas cada una de las pruebas.

 

Estar dentro de esa isla, no era algo que pudiera tomarse con ligereza. No si se tomaba en cuenta que en todo momento Báleyr, vigilante con su único ojo que era capaz de enjuiciar duramente a los que consideraba demasiado impetuosos para doblegarse ante las demandas que exigía la Nigromancia. Perderse en un mar infestado de tiburones, no era nada comparado con pelear dentro del mundo de los muertos por un alma condenada justa o injustamente─No queda de otra…─cayendo violentamente dentro de una cámara detecto que todo aquello era el preludio de lo que les esperaba a ambas. Tenía que apoyarse en Lockhart y ella en Malfoy, no le terminaba de cuadrar la idea de una alianza entre ambas féminas, aunque si lo sopesaba con calma, no le quedaba de otra que aceptarlo muy a regañadientes.

 

─Está bien, creo que es momento de que trabajemos codo a codo…─recogiendo su grimorio del suelo, le dedicó una media sonrisa. Serial a primera vez que trabajara en equipo con la joven, resultaría interesante ver el fruto que cosecharían al terminar todo aquello. Sus pasos las llevarían por esa cámara que tenía cara de conducir hacia la pirámide, no sin antes toparse con una pequeña sorpresa sobre dos enromes camas de piedra. Volver a sanar un cuerpo, resarcir los daños físicos que este tuviera en su anatomía, sí que les resultaría una tarea sencilla de realizar, lo verdaderamente complicado seria traer el alma devuelta al recipiente vacío que estaba a pocos metros de las brujas.

 

─Demos paso a lo que nos toca, ¿Estás lista?...─inquirió deslizando la sábana blanca fuera del cuerpo. Delante de ella estaba la persona que menos se esperaba, no era una buena pasada del destino. Hacía muchos años que él había muerto, no deseaba reencontrarse con una persona tan poco grata para Malfoy, perderse de nueva cuenta en un mar de incertidumbre y sed de venganza era volver a encender la mecha de un barril de dinamita que estaba listo para volar en mil pedazos─Parece que no pudieron ofrecerme un mejor cadáver…─acercándose al cuerpo sin vida percibió aquella esencia casi extinta en su interior. Haría todo lo posible por no dejarse dominar por el recelo que despertaba en ella, sellando los pensamientos que le gritaban que se apartará de este y lo dejara pudrirse en el mismísimo infierno.

 

─Ánima, Condenae. Infernus, Aniquilae, Vitalis, Corpo…─inicio el cantico que le ayudaría abrir el portal que le conduciría hacia el mundo de los muertos. Un gélido aire la ascendió por la espina dorsal, desatándose dentro de ella una lucha encarnizada entre adentrarse en el otro mundo o darle la espalda a ese par de gemas esmeraldas que hace tiempo dejaron de causar un efecto en ella. Poco a poco un halo brillante comenzó a proyectarse dentro de ese sitio, absorbiendo cada una de las palabras emitidas por la vampira, acrecentando aquel cúmulo de energía─Revitalis, Morte, Condenae, Portalis, Morte, Vitae Corpo…─establecía una conexión con el cuerpo de ese sujeto. Presionando ambos puños con fuerza pudo sentir como la piel se abría poco a poco, dejando expuesto el hueso a simple vista.

 

Dándose a la tarea de buscar heridas con la vista en el cuerpo de ese hombre, volvió a sentirse conectada extrañamente con este. Tendría que tocarlo con sus manos, recorrer su fría piel, palpando con cuidado toda su anatomía, volviendo a sentirse seducida por la idea de venganza e ira. Sí que se la estaban poniendo complicada, pero sabía que al final del día todo saldría a pedir de boca y podría librarse de ese yugo que significaba regresarle la vida a una persona como esa.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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No tardo nada en escuchar la voz de la Malfoy y de verla aparecer con su grimorio en mano, sin mucho más había aceptado colaborarse mutuamente, lo que la hizo abrir la boca en un gesto de asombro, cuando cayó en cuenta la cerro sin decir nada más. Simplemente caminaron por aquellos pasillos topándose de cuando en cuando con alguna raíz que quería hacerles tropezar, Juv como siempre, desde que la conoció iba a la yugular, y se adelanto hasta las camas de piedra que estaban cubiertas con dos sabanas pero Cye, un poco más curiosa se acerco hacia una enredadera que daba unas flores que no había visto antes, y eso que se jactaba de conocer la flora y fauna de casi todo el mundo.

 

Tal vez pudiera recoger alguna para estudiar la variedad, se dijo a si misma desviándose y acercándose a la enredadera, la flor era de un blanco puro en las orillas y de un negro aterciopelado más hacia el centro, mientras que el pistilo estaba plagado de semillitas tan rojas como la sangre lo único malo es que estaban un poco alta por lo que tuvo que empinarse en la punta de los pies y cuando alcanzo una y trato de arrancarla algo sucedió, tan rápido que no le dio tiempo de reaccionar, la enredadera se invirtió y la apreso totalmente inmovilizándola. Juv le preguntaba que si estaba lista a lo cual Cye contesto con un gran esfuerzo.

 

--Creo que no, esta cosa me está ma.tan.do, cof cof cof-- el aire les estaba comenzando a faltar y su compañera no parecía oírla pues iniciaba un cantico para abrir el portal, mientras que se encontraba con un cuerpo, así que de eso se trataba, de volver a realizar aquel proceso y no morir en el intento. --Al menos podrías ayudarme a quitar esta maldita cosa de encima-- grito furica luego de varios intentos por zafarse. Con razón decían que la curiosidad mato al gato, bueno esta vez medio aplicaba, la varita la tenia sujeta con la mano aunque estas no estaban libres, pero su boca si, en otra ocasión hubiera ido con calma pero ahora no había tiempo así que grito incendio haciendo que una llamarada saliera de la varita y la planta se replegó hacia el muro dejándola libre. Sobándose los brazos se acerco a la mesa dejando caer un sarcástico gracias aunque a esas alturas no sabia si la bruja le habia lanzado algún hechizo para ayudarla.

 

En la mesa yacía un cadáver, la bruja descorrió la sabana para encontrarse con el cuerpo de un hombre que en vida tendría unos 20 años, la musculatura y los cuadritos en el abdomen daban cuenta de que se ejercitaba, todo él era digno de una escultura griega, su juventud jugaban a favor a la hora de traerlo de vuelta, aunque seguramente también tendría doble ración de testarudez y ausencia de madurez o experiencia que le indicara que la rubia era su mejor opción, pues a las 20 años se creían los dueños del mundo.

 

Consciente de que debía ser reparado, examino cada parte de su cuerpo para ver donde estaban los daños que debía subsanar antes de que fuera ocupado nuevamente. Era un mágico sin duda, pues en uno de sus dedos lucia el anillo de amistad con las bestias, pero los demás amuletos no los traía, o era un mago o un ladrón muy hábil y a la vez tonto por no saber el poder de lo que hurtaba. con un Mobilicorpus lo giro y entonces noto el corte limpio que atravesaba toda su espalda, sin duda había sido una katana y se habían deleitado en pasar el filo por sus carnes, a la altura del tobillo tenía un piquete, seguramente algún animal venenoso de la gama voladora porque no eran colmillos, quizás una avispa marina, igual el veneno estaría en su sistema, haciendo la sangre inservible y como si fuera poco algunos huesos fracturados.

 

--Moveo Ossis-- dijo apuntando con su varita hacia el cuerpo inerte en el área de las fracturas, los huesos rotos se desplazaron mediante las florituras para quedar acomodados en la posición correcta y soldarse. Luego comenzó a recitando algo que había leído en el grimorio y que sabía que en este momento le iba a funcionar.

 

Medicinae amet, despliégate mortuis et virtute

Magia sanadora, poder nigromante despliégate ya.

Deditionem tua pro singulis sanitas

Entrega tu fuerza para este individuo poder curar

Et quod non in corpore insigne pallium

Y que en su cuerpo no quede señal del velo mortuorio

Nunc autem iam non ego, ut vadam contra sanentum

Que ahora se irá con el vulnera sanentum según mi voluntad.

 

La varita pareció desprender una especie de rayo gaseoso que cubrió el cuerpo, la energía con que esto se hacía por supuesto provenía de Cye, de su concentración y del nivel que el conocimiento adquirido hasta ahora le estaba proporcionando. -Vulnera Sanentum- repitió con una voz melódica que casi parecía un canto, una vez tras otra hasta completar el trió hasta que la herida sano y la lesión fue eliminada, normalmente requeriría díctamo, pero la magia invocada era poderosa y hacia lo suyo borrando toda huella de aquella catana. Finalmente morpheo una piedra del suelo y la transformo en un bezoar, abrió la boca del individuo deslizándola con ayuda de la magia garganta adentro, con lo cual el veneno se iba absorbiendo. El trabajo estaba hecho, no había fracturas, envenenamiento ni cortes, el envase estaba listo para ser llenado.

 

--Bueno guapo, hemos terminado-- dijo palmeando el cuerpo que poco había manipulado con sus manos, pues la magia había sido su instrumento de movilización, levitación, transformación y curación en todo sentido. Eso lo estaba aprendiendo ahora mismo, como sanadora hubiera habido más contacto, pero como nigromante en proceso no lo requería, era más impersonal a pesar de que se requería más de uno mismo. Por primera vez desde que se hiciera cargo del cuerpo, se tomaba un respiro, paso la mano contraria a la varita por su cuello en un intento de relajarlo, seguramente había usado mucho tiempo que para ella transcurrió casi sin darse cuenta.

 

Era hora de ir por el alma dentro del portal pero antes miro hacia Juv y le dijo --Yo ya termine aquí, nos vemos luego-- y con paso firme camino hasta pararse frente al portal que el arcano había previsto para ello.

Editado por Cye Lockhart
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Observó el avance que las dos alumnas estaban teniendo con los obstáculos que él mismo había preparado. Reposaba su peso sobre la vara de cristal que le permitía, entre otras cosas, poder observar todo lo que estaba sucediendo en aquella isla. Para ello usaba una especie de espejo de sombras que rompía la percepción y la realidad en un solo sentido.

 

Faltaba poco, muy poco, y él estaba preparado para entregar a las dos brujas el anillo del aprendiz. Más aún no era momento. No estaban cerca de llegar a la pirámide aunque les quedara una sola prueba. Vencer al puente de almas sería relativamente sencillo frente a adentrarse en el mundo de los muertos y de las almas al nivel en que lo harían.

 

El Tuerto recordaba casos del pasado, de aprendices que había llegado hasta ese punto. Muchas veces no podían afrontar la locura que un nigromante debía observar "al otro lado" Muchos regresaban con vida y otros tantos no llegaban a regresar. Pero incluso de aquellos que sobrevivían había un número significativo de magos y brujas que volvían con su mente destrozada, consumidos por la desesperación, por la desesperanza y por la impotencia.

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