Castillo Lockhart (MM B: 78568)

[Alyssa Black Triviani]

La mortífaga recién salía de la ducha cuando sintió la Marca arder en su antebrazo izquierdo, y aunque tenía mucho trabajo por delante jamás se perdería una oportunidad como aquella, sabía muy bien quien realizaba el llamado y su presencia siempre anticipaba muerte. Se colocó unas calzas negras, camiseta, sus cómodas botas negras y encima de todo la clásica túnica negra que llevaban los de su bando; finalmente se posicionó frente al espejo y colocó sobre su rostro la máscara de plata que mantendría sus rasgos en el anonimato. Recogió su cabello en una sencilla coleta colocándose la capucha sobre ella, y ahora que estaba lista giró sobre sus talones y desapareció siguiendo el llamado de su compañera.

 

La noche estrellada le recibió sobre una lomada solitaria y tranquila, la brisa fresca hacía ondear sus túnicas llenando la quietud nocturna con el sonido de las telas al viento. A lo lejos podía observarse el castillo Lockhart, su lugar de destino, y junto a ella se encontraba la mujer que los había convocado allí esa noche, Leah Ivashkov. Le sonrió a la bruja con complicidad, al fin tendrían la oportunidad de llevar a cabo una matanza juntas ya que últimamente no habían coincidido mucho; siguió sus pasos en cuanto esta comenzó a guiarlos hacia los terrenos de aquella familia, atravesando la verja de bronce y recorriendo las grandes extensiones de campo que habían antes de llegar al castillo.

 

- Es un bonito lugar de hecho – comentó la Black paseando su mirada – Lástima que sus inclinaciones sean tan dudosas…

 

Sin embargo no ingresaron al castillo esta vez, optaron por quedarse afuera disfrutando del fresco aire primaveral y el hermoso jardín que tenía esa familia.

[Arya Macnair]

Acariciaba la colilla del cigarro que mantenía en su diestra, estaba perdida en la columna de humo blanco que ascendía hacia el techo de su habitación. Tras los rumores Nathan había preferido regresar a su hogar y de Ámbar aun nada se sabía, en una de las habitaciones más cercanas se encontraba Aziid —quien había vuelto de entre los muertos— y su vida no parecía querer enderezarse por lo que pronto acabaría dándose la cabeza contra algún muro. Ya casi se había fumado la mitad de la caja y sobre el escritorio había ¼ de whisky así que no era difícil adivinar el estado de la pelirroja cuando internamente sintió que debía estar en otro sitio. Un elfo de vaya uno a saber quién le mandó a llamar y Arya simplemente respondió arrojándole el vaso con dos hielos a medio derretir para que se marchara, ella sabía cómo tenía que actuar y que triste era estar en el ojo de la tormenta, siendo puesta a prueba cada día y aparecer ebria frente a dos de los mejores AR de La Marca Tenebrosa.

 

Al menos ésta vez no se encontraba en pijama como la vez pasada sino que más abrigada aunque la noche ya estaba en su apogeo y el cielo completamente despejado. Tomó su gabardina gris topo y colocó un chal en su cuello para desaparecer sin previo aviso de su habitación con un cerillo y el último cigarro en los labios enmarcados de rojo carmesí. Seguía sin dormir y eso afectaba a su humor, estaba más volátil que de costumbre y eso podría acarrear consecuencias más con el frío mango de plata ahora ocupando la palma de su mano derecha sintió el corazón desbocado en el pecho, pisaría luego de muchos años los terrenos Lockhart y los sentimientos encontrados hicieron bullir el alcohol en sangre.

 

Antes de marchar había tomado del cajón de su escritorio un pequeño frasco con funda de cuero del cual bebió un sorbo arrugando la nariz, aquel líquido era verdaderamente asqueroso pero no quedaba de otra, le sorprendía como aun estando ebria recordaba las reglas a seguir antes de acudir a un llamado. Lejos quedaba la pelirroja que adornaba las calles de Londres en un cartel que ofrecía recompensa por su cabeza, para dar paso a una muchacha de corta cabellera blanca y penetrantes ojos lila, una desaparecida vampiro que algunos echarían de menos y otros ni siquiera recordarían.

[Alexis Miller]

Alexis Miller
pocion multijugos

 

I wanna play

 

Escucha. Sigue los pasos Alexis que se mezclan en esa atmosfera oscura, las hojas bailan y las aves cantan, es una melodía, es la noche, es el viento... sigue, sigue... son los tintineos, es el vestuario, no soy el alfil, no soy el ajedrez. Mueve las botas escarlatas sobre la tierra, mi vestido con una tela especial que no puede ocuparse para ningún hechizo y que baila la danza de los clanes, de la compañía, aunque esa compañía signifique estar solo.

 

Puedo sentir aquella esencia, es suave y pica la nariz, todo esto tiene ese mismo aroma, a especias picantes, a clavo, romero y duraznos. El olor a maderos chispeantes, el humo todo ese aire se calcina a mis pasos y me detengo entre las sombras al escuchar ruidos en mi casa, abro las puertas, entro a ella y junto a la mecha de fuego, mi padre y su mirada se mezclan con las llamas.

 

Me acerco a él, quizá lo siento? Habían pasado días de no aparecer, así como con mi madre, días en que estaba perdida, los colores son como el arcoíris al recuerdo, y aquel fuego chispeante se esparce por todo ese lugar, hacen que todo ese ambiente se coloree de forma entretenida, calurosa, acogedora.

 

Que horas son estas de...- Mi presencia se queda de pie, con elegancia sé que esta noche lo tiene todo y aun no sé porque estoy tan emocionada, en algún momento hablara y aunque espero mi regaño una mirada me indica interés… se lo que dirá, y yo corro a buscar la poción multijugos bebiéndola antes de correr a tomar sus manos, antes que me lleve al destino, hoy entre regaños y entretención, y mi noche ha cambiado… y aparecíamos detrás de la verja de una mansión, es tan bonito que lo aborrezco, no encuentro momento de poder destruirlo todo, pasamos hacia los jardines y dando saltos saludo a todos con la mirada de una pelirroja muggle de la que guardaba algunos cabellos así como sus ojos en mi cajita, su corazón en la colección.

[Leonardo Myrddin E.]

-Bonito lugar- Murmuró, entrando en aquel bar. Tenía pensado beber algo, ya que habían cientos de cosas rondando en su cabeza, y a veces necesitaba algo más que andar saltando de techo en techo para despejarse. Un whisky no le vendría mal.

 

El castaño avanzó un poco hasta la barra, sumido en sus propios pensamientos, cuando se dio cuenta de que alguien estaba intentando llamar su atención. Louis se giró para verla. La había visto antes. “¿Cuál era su nombre? Ah, Jessie” Pensó para sus adentros, reconociendo a una de sus superiores en la Marca.

 

-Hola- Respondió al saludo de la pelirroja –Bien, venía aquí a tomar un trago y…- Pero de repente se vio interrumpido por la señal de aquella marca que la mujer llevaba en el Brazo. Era la Marca que sólo llevaban aquellos que habían sido aceptados dentro del bando, y que él algún día llevaría.

 

-Por supuesto que iré- le respondió con una sonrisa. ¿Por qué perderme algo así?- Vio cómo la mujer se colocaba su capa de viaje, para luego tomarlo de la mano y salir de aquél local, rumbo a algún callejón desértico. El deber llamaba, y ellos tenían que atender.

 

“Algún día llevaré una máscara así” Pensó el Myrddin, mirando cómo su compañera se colocaba una máscara plateada para ocultar su rostro, y él buscaba en su mochila un frasco de poción multijugos. –Vale. Siempre llevo algún que otro pelo robado de por ahí- Murmuró, rebuscando para sacar un cabello de color rojo. Louis lo colocó en la botella, y ésta al instante cambió su textura y color. No tenía mucho tiempo para ver el cambio en el líquido, así que se la bebió de un trago.

 

El joven miró a su compañera, ahora exhibiendo unos ojos de color miel, y una cabellera pelirroja, además de tener la cara llena de pecas. Louis tomó su mano otra vez, y ambos desaparecieron, para aparecer cerca al castillo Lockhart.

 

-Entendido- Respondió el a las indicaciones de su acompañante, mientras la seguía a través de una verja. Se unieron a otros mortífagos que estaban ya allí, y continuaron caminando, siempre guardando distancia para poder moverse con más libertad, hasta que llegaron a los jardines principales de aquél inmenso castillo.

 

-Sólo espero poder divertirme un poco- Dijo el Myrddin, con la varita en garde, mirando alrededor del lugar para reconocer el terreno.

[Orión Yaxley]

Era la primera vez luego de mucho tiempo que su marca le avisaba de un nuevo ataque. El llamado se presentaba como una pequeña cosquilla. Su tatuaje de la marca minimalista comenzaba a sisear con movimientos, como saludándolo. Algo había cambiado. Esta vez, el tatuaje le daba un saludo ameno, amistoso, que iba a tono con el alegre humor que últimamente estaba llevando.

 

La noche estaba despejada. Iba vestido con unos jeans cómodos, unos borcegos beige y una camisa de los mismos tonos pasteles. Su cabello estaba medianamente arreglado, lo suficiente como para lucir sus raíces cobrizas y su cabello azualdo. Eso resaltaba por encima de su máscara de madera, un detalle rústico y vintage que le daba cierto aire de costumbrismo, el cual rompía con la monotonía del resto de los mortífagos.

 

– Yo solo espero que aparezcan, sino me quedo a dormir. –Comentó a sus colegas–. No está bueno que siempre nos dejen plantados.

 

Se había aparecido tras el llamado de alguien superior a él en el escalafón mortífago, cosa que tampoco le daba mucha importancia. Entendía que más allá de aquellas jerarquizaciones, el bando era uno solo. Aparte, estaba de buen humor: sonreía debajo de su máscara. No apuntaba asesinar a nadie, tampoco es que tuviera los medios suficientes, sino salir vivo de esa misión. Tenía entendido que los fenixianos ya habían entrado a hacer uno de sus famosos “cateos”, y esto era devolver el favor.

 

Comenzó a caminar con pequeños saltitos. Tenía que recorrer los 100 metros que lo separaban de verja y el largo camino que lo llevaba al Castillo Lockhart. Su pesada varita iba en su derecha, balanceándose entre los dedos. Había adquirido ya un manejo con los dedos del cual recordaba a la perfección. Balanceaba lentamente el mango de un lado al otro.

[Arya Macnair]

—Pato, pato, pato, pato.

 

Un paso tras otro la joven de corto cabello platinado iba cantando, estaba descalza no lo había notado y el piso bajo sus pies al llegar frente a la verja previamente abierta por sus compañeros del castillo Lockhart estaba tan helado como lo estaría en Islandia pero le restó importancia, la cantidad de alcohol que tenía en sangre la mantenía caliente así como en otro plano, seguramente de acercar un cerillo a su piel ardería en cuestión de segundos. Cruzó los límites del terreno y a lo lejos vio al grupo que ya comenzaba a actuar por cuenta propia, los recuerdos acudían a su mente en flashes que la cegaban: Primero era una niña corriendo pos pasillos donde la risa hacía eco y más tarde se hundía en un oscuro lago presa de un par de manos que buscaban ahogarla, las voces en el bosque por las noches, las sombras que acudían a su cuarto, todo había comenzado allí en el centro de aquella familia.

 

Varita en alto caminó los 100 metros que le correspondían hasta encontrarse en medio de un verde jardín, el césped estaba mojado, por él caminaba puesto que el sendero era demasiado duro para la planta de sus pies y la brisa nocturna se colaba por la rasgadura de sus vaqueros en las rodillas, por suerte la gabardina era gruesa pues la blusa que llevaba debajo era poco adecuada para las bajas temperaturas. —morphos— sin perder tiempo separó sus labios siseando el único conjuro que no había olvidado y transformando una banca cerca del mismo lago donde casi había muerto muchos años atrás en una cobra adulta que se perdió entre el pastizal siguiendo al grupo de Mortífagos hacia donde se dirigiesen.

 

—Incendio

 

movió la varita entre sus dedos con astucia y apuntó a la copa de un árbol que conservaba algunas flores aun y éste rápidamente fue envuelto por las llamas como si fuese su naturaleza, brillando anaranjado calentando las mejillas de la bruja e hipnotizándola con el danzar de sus flamas. Arya, quien ahora se asemejaba a la vampiro perdida hizo un paso al costado con su pierna derecha pero la izquierda no se movió así que sin más tropezó, estaba torpe y veía doble pero como pudo se puso de pie ensuciándose las palmas y los codos con tierra para seguir el ritmo de sus compañeros sin que éstos notasen que estaba ebria, mientras no le respirase a nadie cerca, todo estaría bien.

[Liam Black]

—Necrohand.

 

La orden mental siguió a las dos manos que hacían una seña elevadora. Del suelo surgieron dos manos fantasmales que doblaron dos dedos y se voltearon para el lado de Liam, como si tuvieran un par de ojos ocultos en su complexión espectral. Se posicionaron cerca de su figura, pero solo cerca, para que el respectivo dueño todavía tuviera espacio y libertad de moverse como le plazca a donde le plazca. Con pasos decididos se acercó a la estructura del castillo, pero no se preocupó en entrar.

 

—Fuego Maldito —siseó esbozando una media sonrisa algo maliciosa. Un león más prominente a lo que normalmente medían aquellos animales se alzó con impetuosidad luego de seguir el hilo de fuego que, partiendo de la varita mágica, lo creó.

 

Meticulosamente se introdujo bajo la puerta de la construcción medieval y volvió a rearmarse en el interior. Acató la orden de incendiar todo lo que fuera más inflamable y luego volver a su lugar, en los jardines. Una vez retornó en el exterior, Liam le ordenó incendiar un par de estatuas y árboles que decoraban el área verde.

 

—Esto es por matarme la otra vez. Me quedé con ganas de incendiar cosas —dijo, imitando un puchero.

[Jessie Black Lestrange]

El castillo se le hacía familiar y no sabía porque. Recuerdos raros venían a su mente, cosas que no tenían lógica pero a fin de cuentas eran recuerdos suyos pero que de inmediato desecho. Ahora era una chica distinta y ella estaba ahí solo con un propósito, divertirse.

 

-Vamos chico, hay muchas cosas que quiero destruir- sonrió detrás de la mascara mientras comenzaba a correr en dirección del castilo, apuntando directo a la puerta de acceso de la misma - Fuego Maldito

 

Una llamarada de fuego gigante salio de la punta de su varita adoptando la forma de un ave de rapiña, que voló en dirección a la puerta de acceso al castillo estampándose de lleno en ella, quemando la puerta hasta sus goznes en un instante, arrancando una carcajada siniestra de la garganta de Jessie.

 

Camino con elegancia atravesando las pequeñas llamas que lamían divertidas los pequeños trozos de madera que quedaban de la puerta de acceso del castillo, volteo a verla por encima de su hombro mientras ingresaba en el salón principal observando todo con sus brillantes ojos grises por la emoción.

 

-Espero y no estrañen nada de esto - sonrió divertida apuntando su varita a la nada mientras cerraba sus ojos con fuerza.

 

Unas hermosas manos fantasmales aparecieron a unos pasos de sus pies, alzándose imponente hasta un palmo más altas que Jessie. Eran gruesas, firmes y fuertes. Jessie abrió los ojos donde un brillo siniestro se había apoderado de ellos mientras movía sus manos viendo como las Necrohands destrozaban todo a su paso

 

-Oh... esto se ve mucho mejor - se encogio de hombros buscando su siguiente objetivo.

[Alexis Miller]

Alexis Miller

Pocion multijugos

 

 

Las circunstancias y situaciones

dan color a la vida

pero nuestra mente

es la que decide

cuál va a ser ese color.

John Miller

 

Vengo a verlos esta noches queridos, vengo a contarme un cuento, pero al entrar me quedo observándolo todo, sin maquillaje y sin sueños, me quedo ahí, divertida, mi actuar no tiene lógica, observo a Divied, con mis recuerdos, con mis ojos, y llevo en la palma de la mano mi varita para pedir perdón de mil maneras, esto de ser libre y no acostumbrarme a las explicaciones, ay Alexis encadenada a la oscuridad, perdiendo tu cabeza y sin ella no encuentras el camino, no encuentras la compañía y solo hallas la soledad.

 

Alexis, son pequeñas las canciones que te acompañan. La diversión comienza, el susurro la palabra, otras miradas, sonrío – mi explicación papi… - solo puedo dar saltos para alzar mi varita y – bombarda- en algún jarrón de entrada cuando piso las escaleras hacia la puerta en la que no somos invitados - no querrás saber padre que juegue a perderme con cabezas que ahora nunca encajarán de nuevo en su sitio- Un suspiro brota de mí y sonrío para ver los rayos de luna tocando la ventana y me adentro a los pasillos, tan calmo, se siente como si fuera el sol, queman y escucho a lo lejos el sonido de los demás cantantes de hechizos, me recuerdan tantas cosas y tanta euforia a lo que nunca pude tocar, hasta aquella noche.

 

-Avis – susurre y 12 aves ululaban mi andar, recorriéndome, moviéndome a mi alrededor mientras alzo mi varita – incendio – y el fuego de mi varita abraza uno de los cuadros, me hace sonreír la decoración con la que estamos jugando.

 

¿Alguien se acercaría?, los cuentos vienen esta noche, no sé si estaremos solos más en esta casa, con nuestra familia de locos, esperando poder contar más cuentos por las noches, esperando poder jugar entre los laberintos de los jardines y enterrarnos en las espinas, mientras otros como yo, jugamos a divertirnos en la mansion.

[Arya Macnair]

—Ta ta ta, oie, yo también puedo hacer eso

 

Señaló a Liam con insistencia, como su fuese una niña del kinder y aquel muchacho tuviese un juguete que ella quería pero solamente se comportaba así porque estaba ebria, no olvidemos ese pequeño detalle. Pudo ver el momento exacto en que sus compañero conjuró aquel hechizo que hizo brillar sus ojos verdes porque él aun no ingresaba al castillo de los Lockhart así que simplemente susurró —espejo de niebla... Fuego maldito— la sonrisa que sus mejillas ruborizadas enmarcaron era de película, tan cínica como la que alguna vez el padre de Ámbar le dedicó y de la que tanto se había enamorado. De su varita una llamarada potente surgió tomando primero una forma amorfa y luego a medida que se alejaba de su creadora tomaba la contextura de un águila imperial que sobrevoló la cabeza de todos sin tocar a nadie y fue a dar contra las ventanas principales estallando los vidrios.

 

—Diablos, lo siento. Lo pagaré ¿lo haré?, ¡Él paga!

 

Señaló por segunda vez al Hawthorne y tragó en seco, el efecto duró poco pero lo disfrutó así como la colisión contra los cristales que volaron en pedazos lloviendo cual nieve brillando por la luz de luna alta en el firmamento nocturno. Macnair mordió su labio inferior y se animó a entrar, más y más recuerdos acudían a su mente pero no lograba conectarlos a todos debido a que ningún Lockhart se había confesado como miembro de La Orden del Fénix, ella sabía que se había criado allí pero había cosas que no conectaba y pronto el dolor de cabeza la apresó provocando que diera puñetazos a diestra y siniestra como una verdadera desquiciada.