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El Dragón Verde (MM B: 108933)


Helike R V PB
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Con lo que me había explicado Tazz ya tenía suficiente como para hacerme una idea de cómo iba a ser mi estancia en Hogwarts Quinto año, así que se lo agradecí con creces y le di las gracias sonriendo. Me había relatado, mientras él bebía sediento de cerveza, su paso de forma resumida por la escuela de Magia. Me había indicado que lo importante era pasarlo bien y disfrutar aprendiendo. Yo compartía esa opinión así que estábamos de acuerdo.

 

Y también me había comunicado que después de la escuela, estaba la universidad para perfeccionarse como mago, o sea que aún me quedaba un largo camino para llegar a ser alguien, pero eso me motivaba y animaba. -Bien... - le dijo al Malfoy,

-Lamento no poder quedarme más tiempo -añadió con parsimonia -pero creo que me marcharé, es cierto que no tengo ocupación en el momento, pero voy a visitar el Castillo de los Lockhart -agregó mientras bostezaba. -Nunca viene mal visitar a la familia un domingo ¿no? -le miró sonriente.

 

Aunque había sido un rato corto, fue ameno y me informó de muchas cosas, así que le dije que me había encontrado cómodo en el lugar y que podíamos quedar cuando quisiera. Me dirigí a él y le estreché la mano, posteriormente me despedí verbalmente y me fui de manera rápida hacia el Castillo de mi familia adoptiva...

 

 

@@Tazz Malfoy Dolohov

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If at first you don't succeed, rethink your strategy. -Ravenclaw.


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Un hermoso fénix adulto sobrevolaba el firmamento anaranjado de verano, combinando con los matices de colores que la criatura tenía en todo el resplandeciente plumaje que le distinguía entre otras aves mágicas. Su dueño era un poderoso mago que, a pesar de su corta edad, había demostrado que la perseverancia siempre ayudaba cuando algo no salía del todo bien con las expectativas forjadas. Dentro de todo eso; Thomas había quedado muy preocupado por el bienestar de su camarada Helike luego de la fallida prueba de vinculación con el libro de Los Ancestros, ya que pese al hecho de haber estado descansando lejos de sus compañeras tras su victoria, pudo leer de los labios del Uzza que la española no había logrado satisfacer sus deseos de guerrero, y por lo tanto no le consideraba apta o digna de merecer las enseñanzas de uno de los Artes milenarios más difíciles de comprender. La empatía y el pesar por parte de Gryffindor fue tan grande que no pudo contener las ganas de brindarle una mano a Vladimir, con tal de que ésta se preparase de la mejor forma posible para una nueva prueba que tendría que enfrentar más adelante contra el mismísimo Khufu. Aún recordaba aquel nefasto duelo que libró con Rambaldi frente a Bakari, y todo lo que tuvo que contenerse para no demostrar el potencial que tenía; porque de no haber sido así, Helike habría sufrido graves consecuencias.
Fue por eso de que el muchacho envió a su fénix con una carta; anhelando de que la vampiresa la leyese a tiempo y aceptara acudir al llamado que él, con amistad, le realizaba. El destino del ave era la hostelería "Dragón Verde", ubicada a unos tres kilómetros del pueblo de Ottery St. Catchpole, próxima a un cruce de caminos donde una ladera verde cubierta de hierba perfumada le servía de asiento. Jardines bien cuidados, un sedero de piedra, y una puerta redonda bastante alta (como para que pasara un troll de la montaña); eran parte del panorama que el fénix observó antes de disminuir la velocidad de vuelo, planeando hasta lo que era el alféizar. Fue ahí, y posterior a dar unos golpecitos con su pico, donde dejó el pergamino enrollado con una cinta roja anudada en la zona central; y luego emprendió el viaje hacia la mansión de la familia Gryffindor por comida.
Estimada @:
Lamento mucho lo que sucedió con "Ya sabes quién" en "Ya sabes dónde". No tuve la oportunidad de acercarme a ti para demostrarte mi solidaridad con el tema. Sé que te cuesta mucho librar un duelo, y también estoy al tanto sobre tus ganas de aprender a usar la varita como una bruja de tu nivel. Es por eso que decidí darte una mano personal y secretamente en una de las dependencias bajo mi propiedad. Es un taller mecánico ubicado en la arteria principal del Callejón Diagón... su nombre es: Vulcanización Mágica. Te espero ahí hoy a medianoche.
Estaremos solos.
Thomas.-
P.D: Si tienes alguna escoba, alfombra voladora o moto mágica... Puedes llevarlas para que con gusto las revise.
Dirección: Av. Diagón #108115

 

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Ni siquiera habíamos terminado de charlar Matt y yo. Aún con la cajita abierta en las manos yo, había enmudecido un poco a causa de la emoción. Sí bueno, es que el recibir un anillo de compromiso (más bien, dos) pues tenía ese efecto. Lo que más me sorprendía de todo era que, estaban hechos de un material que jamás había visto; parecían de plata pero sin serlo. ¿Cómo demonios había logrado Matt, que los elfos le hicieran esas joyas? No es que tuviese un valor material, que también, sino sentimental por todo lo que representaba. Me lo puse con cierta timidez en mi mano izquierda y los rayos del sol, dieron en él...

 

En esos instantes de silencio (al menos, en la zona en la que estábamos, ya que había otros clientes en la otra parte del local) fueron interrumpidos por un picoteo singular en el cristal. Giré mi cabeza y grité, no por el susto, sino por ver semejante belleza de animal. Sí, era un fénix como lo que había comprado en el Mall, pero parecía que su dueño lo había utilizado para correo privado. Negué con la cabeza, yo hubiese usado sus plumas y sus lágrimas para las pociones.

 

Me fijé en que había dejado algo en el alféifer de la ventana. Me levanté y me dirigí hasta allí, con cuidado la abrí para dejar pasar una ligera brisa del atardecer. No sabía quién era su destinatario pero parecía que tenía buen gusto. Una cinta roja enrollaba el pergamino, desconcertada, volví junto a @@Matt Blackner y lo desenrollé para leer su interior.

 

- Para que veas que no tengo nada que ocultar -le dije con una sonrisa- veamos qué es ésto... -al terminar de leer me fijé en que la misiva era de Thomas - vaya...

 

No pude evitar rechinar los dientes a causa de la rabia producida. Sí, era cierto que no había conseguido la vinculación al libro, pero era tenaz y lo intentaría una segunda ocasión. Pero era cierto que, las opciones que me daba el mago eran buenas, podía practicar con él.

 

- Me cita a media noche en su local. Bueno, puedo llevar mis vehícu.los para que los revise. De momento funcionan bien, pero nunca se sabe -elevé los hombros y di un sorbo a mi whisky de fuego -a éste mago lo conocí en el Ministerio pero nos tratamos más en las clases de la Universidad de los libros de los Uzza. Tú puedes venir, por supuesto -asentí con la cabeza- si eso, puedo proponerle que seas el árbitro, ¿te parece bien? -le hice una carantoña- pero si quieres verlo puedo dejarte mi capa camaleón y así, podrás ver todo lo que sucede...

 

- No es que me haga gracia ir a visitar ese negocio, pero bueno... Los duelos hace siglos que no hago uno, literalmente -reí - y bueno, con ésto queda demostrado que el nivel es mucho mayor cuánto más se sube en esas cosas... -suspiré- sí, definitivamente, necesito entrenar otra vez...

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Fueron segundos en los que ni siquiera respiraba. Tan solo observé como @ tomaba la pequeña cajita y la abría, revelando los dos anillos que contenía. Su cara, su expresión, aquella sonrisa y sus preguntas...me quedé embobado, mirándola, de pronto era tremendamente feliz, ella lo era y yo también.

 

NI siquiera alcancé a responder a lo que decía, solo la observé como se levantaba a recoger una nota. Reí ligeramente ante aquella expresión, sin secretos. Fuera, en el salón de la entrada, un par de voces charlaban. Parecía que alguien la invitaba a un duelo en un negocio, de cara a practicar duelos y poder superar los retos uzzas.

- Si quiero ir a verte nadie me lo va a impedir. Además...asi luego podré burlarme de ti si pierdes. - bromeé.

 

Observé como se ponía el anillo, era plata, plata élfica, algo poco común, ya que los Altos Elfos no comparten con los demás sus conocimientos ni objetos facilmente. Me quedé mirándolo y sonreí, mientras cogía el otro anillo de la cajita. Observé a plata, y los destellos que desprendía al contacto con la luz.

- La plata élfica es especial y extraña. - le dije. - Pero sus artesanos son los mejores. - le dije.

 

Lo dejé reposar en la palma de mi mano.... no era alguien que soliese llevar anillos o collares, de hecho, casi nunca llevaba los ue me vinculaban al LIbro de la Fortaleza.

- Espera...qu si mi madre lo sabe? - pregunté, cayendo de pronto en su pregunta tras ver el anillo. Casi parecía temerosa de loq eu pudiera decir. - Que debe saber....que quiero casarme contigo? Si, ya debería haberlo escuchado más de una vez. Lo dl anillo? Bueno...supongo qeu lo sabrá pronto - reí, acabando con mi cerveza. - Acaso temes la reaccion de Sagitas?

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  • 2 semanas más tarde...

- oye, no seas malo -le dije, dándole un pequeño palo cariñoso en el brazo - es cierto que perdí la práctica, pero supongo que algo podré hacer -dije con una risilla- en el pasado se me daban mejor, la verdad -asentí con la cabeza.

 

- no lo dudo, el trabajo es... maravilloso. Es normal que no compartan sus secretos con nadie, yo tampoco lo haría, sinceramente -asentí con la cabeza. Miraba el anillo que me había puesto y la verdad era fantástico - parece que no pesa mucho en la mano -comenté fijándome en ese detalle.

 

- sí pero... hay algo que no sabes, hace días... -titubeé porque la verdad, temía más su reacción que la de Sagitas, de ella me lo esperaba del pelirrojo... era cierto que aún no conocíamos muchas de las cosas del uno del otro pero ya tendríamos tiempo para ello...

 

- más que temer, lo que no me sorprendería es que apareciese por aquí con un ejército de indeseables... -dudé un seugndo más y para evitar cualquier problema, saqué un par de anillos que nos confederían más privacidad si cabe; Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos de bronce y que hacía que con su magia pudiésemos hablar con tranquilidad y que nos protegiese hasta 50 m2 que era del Libro de la Fortaleza, además de sacar otro aro que era de Anillo salvaguarda contra miradas indiscretas y que coloqué a ambos en el dedo corazón, al lado del anillo de la habilida de animagia. En cuánto los puse se activaron ambas defensas mágicas.

 

Saqué como pude la cazadora y suspiré deshice el hechizo de protección mágica que tenía en mi antebrazo izquierdo y que poco a poco iba mostrando un tatuaje de una calavera y una serpiente negra que salía de su boca...

 

- se lo enseñé en el caldero envenenado y bueno, no sé si fue un error por mi parte. Pero quería que viese quién era yo realmente. Me siguió, ciertamente no era una amenaza pero la avisé... Después de ésto, no sé si querrás saber más de mí. Creo que sabes de sobra lo que significa ese tatuaje y sí, soy una mortífaga convencida. Tú y ella de momento sabéis mi secreto y espero que siga así. Ella me dijo que no sería un sapo pero la verdad, estoy un poco intranquila. Mejor dicho, no sabe que he reingresado nuevamente. Sólo salí para poder formar la familia que siempre he deseado pero creo en la pureza de sangre y en el poder de la magia...

 

Al menos con esos anillos activados estaba segura de que nadie nos oiría ni tampoco nos vería y así estaría a salvo de miradas indiscretas cómo así de oídos que pudiesen escuchar lo que decíamos. Miré a Matt temerosa, seguro que aparte de sorprenderse quedaría mudo ante semejante revelación.

 

- Me prometió que haría todo lo posible para que no nos casáramos y la verdad, lo entiendo -bebí un poco de mi copa para tranquilizarme un poco- yo, si fuese madre, también haría lo mismo -dije en tono comprensivo.

 

- pero es que no entiende porqué lo hice... Para protegernos a todos... para que nuestros niños si los tenemos y también para que Ithilion tenga un futuro... Pero te prometo que no tengo nada que ver con esa basura de la Orden del Queztal y además, será lo único en que estemos de acuerdo...

 

Me froté las manos, inquieta, nerviosa... La verdad ni me atrevía a mirarlo a los ojos después de la información revelada. Era cierto que en parte me justificaba pero él debía de saber cuáles eran mis ideales, habían cambiado con el tiempo, cierto pero ahora lo veía de esa forma. Muchas cosas tendrían que pasar para cambiar radicalmente de pensamiento y de momento ese no era el caso.

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Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas

Eobard Aldrich Black Lestrange, empleado

 

Recordaba la última ocasión en que había visitado El Dragon Verde. Lo que comenzó como una simple visita para beber una cerveza extranjera desembocó en la intersección de su camino con el de una peculiar joven, con quién ya había compartido al menos una memorable aventura de la que, de haber sido las cosas ligeramente distintas, no habría sido posible escapar con vida.

 

Con todo, la razón que traía de vuelta al castaño era más bien relacionada con el nuevo empleo ministerial que se encontraba desempeñando. Rememorando la breve visita en la que conoció a Juliette, se apareció en medio de la bifurcación de caminos, estremeciéndose un poco ante la temperatura actual. Su vestimenta, más bien primaveral, no era la más indicada.

 

Sin más, emprendió el camino hacia su destino, observando el humo que salía de las tres chimeneas del edificio a cada tanto. Durante el lapso de la silenciosa caminata, caviló acerca de las posibilidades que habían dado pie a que conociera a la joven. ¿Habría sido una mera suerte, derivada de su descuido al empujarle levemente, o se trataba de uno de esos encuentros predestinados? Algún día encontraría la respuesta, o no.

 

¡Buen día! exclamó, ya en la puerta. Se permitió unos breves segundos de pausa para aspirar el olor del interior, del típico pub inglés. Sonrió al percibir la esencia de algunas maderas que conformaban el inmobiliario. Combinadas con el dejo de la cerveza, resultaban la combinación perfecta.

 

Vengo de parte del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, como parte de una visita rutinaria con la intención de promocionar nuestra campaña de registro de criaturas. comentó, acercándose a la barra. Hurgó entre los bolsillos del pantalón, buscando el preciado objeto que debía entregarle a la encargada. Finalmente encontró el pergamino, con el mensaje, que depositó sobre la superficie de madera. La caligrafía era sencilla, pero clara.

 

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Esperamos contar con su apoyo, gracias de antemano. inclinó la cabeza en torno a los presentes y finalmente dio media vuelta para retirarse del lugar, pues aún debía cumplir con más visitas de ese tipo

 

<< Una pena que me encuentre de servicio, de lo contrario, no me molestaría una cerveza alemana >>, se lamentó en silencio, echándole una última mirada al Dragón Verde antes de fundirse con el espacio-tiempo y abandonar aquel paraje.

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  • 2 meses más tarde...

Hacía más de dos meses de esa conversación que había mantenido con @@Matt Blackner y, al tenerme que ir con prisas, ni siquiera me había dado tiempo a escuchar lo que tuviese que decirme. ¡Bendito los dioses por esas protecciones mágicas! La bronca la había tenido con Sagitas, pero, ¿y con el hijo? Esperaba verlo por allá nuevamente, aunque claro, el hecho de que, tu pareja sea una mortífaga, seguramente no facilitara mucho las cosas y lo entendía perfectamente.

 

Pensaba en todo ésto mientras me cambiaba de ropa en el castillo. Había pasado por varios locales y ahora necesitaba ir al Dragón Verde. Lo bueno que tenía que, a pesar de que me había ido, todo se había conservado con magia. Esa era una de las grandes diferencias con los muggles. Al menos nosotros, teníamos sistemas de refrigerado y conservación mucho más potentes y que, hacían que los productos no se perdiesen tan rápido como de costumbre.

 

Me puse una camiseta, cazadora, tejanos y botas de piel de dragón. Recogí la varita de encima de la mesa además del monedero de piel de moke, que lo llevé al bolsillo del pantalón. La verdad, es que echaba de menos, no ya, un whisky de fuego que era lo que habitualmente tomaba, sino una buena jarra helada de cerveza. Por supuesto, no sería negra, la odiaba. Parecía hierva demasiado tostada y que amargaba en la garganta, pero aún había gente que la tomaba. Eso me sorprendía...

 

Usé el 'fulgura nox' y en breves instantes llegué al empedrado camino que me llevaba al Dragón Verde. El lugar parecía bastante tranquilo y todo parecía bien cuidado, gracias al mantenimiento que realizaban mis elfos. Eso era lo único que les había dejado a cargo mientras yo, estaba fuera. Las vallas tenían un aspecto estupendo cómo así, la puerta interior del pub. Miré a ambos lados antes de entrar, parecía que no había una "alma" en el cruce de caminos en dónde estaba situado el montícu.lo pero todavía era temprano y no había anochecido aunque sus estertores así lo anunciaban.

 

Con un toque de varita encendí todas las velas que había dentro y dejé la puerta abierta. Era una tarde soleada y fría de otoño. Poco a poco, no tardarían en caer los copos de nieve y seguramente, tuviese que usar el thestral que había comprado, para trasladar a los clientes. Algo de lo que jamás, me hubiese imaginado. Con otro toque de magia, hice que varias balletas limpiasen todas las mesas, cómo así, además el suelo con una escoba y una fregona que ya iban haciendo sus funciones.

 

Comprobé uno de los grifos que tenía detrás del estandarte de la casa de Gryffindor y lo abrí con delicadeza, inclinando una jarra que había cogido dentro de una de las neveras. Todo salía bien y el aroma a cebada inundó el lugar. Sonreí dichosa. Di un sorbo y mientras esperaba a la clientela, saqué un cigarrillo y lo encendí con delicadeza. El humo no tardó en empezar a formar una pequeña nube grisácea en mi cabeza.

 

Me fijé en otro de los documentos ministeriales que alguien @@Eobard Thawne había dejado y me dispuse a leerlo. Farfullé molesta y lo incendié con el cigarrillo... Seguí fumando con cierta tranquilidad, mientras esperaba que llegara alguien.

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  • 3 semanas más tarde...

Me encontraba en mi habitación, en la Potter Black, sentado sobre la cama, en silencio, pensativo. Rascaba tras las orejas a Fenrir, a medio vestir tras darme una ducha. @ había regresado a Ottery hacía un par de días después de un par de meses de ausencia obligada. No podía decir que no la había visto, pero en el ministerio no íbamos a hablar, y en casa tampoco...no nos habíamos visto más allá de accidentes, y tampoco creía que hablar de lo que me rondaba por la cabeza en casa fuera demasiado inteligente.

 

Asi qeu me decidí a levantarme. Comenzaba a anochecer, asi qeu si la conocía, imaginaba donde podría encontrarla. Asi qeu me calcé con las botas negras, abroché el cinturón para asegurar los vaqueros oscuros en su sitio y cogí una camiseta de color azul. Abroché la cazadora negra, dejando de lado el hecho de qeu aun tenía el pelo húmedo y revuelto. Hacía tiempo que debería habérmelo cortado, pero era otra de esas cosas qeu por descuido, no llegaba a hacer nunca.

 

No me aparecí, sino que fui hacia la parte de atrás de la POtter Black, donde desde que la comprara, solía aparcar mi moto, una Triumph Bonneville negra. Aquel sonido me encantaba, asi qeu acelerando, emprendí el camino hasta el Dragón Verde.

 

A pesar de qeu anochecía, el cielo había estado despejado. descendí hasta la carretera un par de kilómetros antes de llegar al local, aparcando la moto frente a la puerta. Con el motor apagado, observé unos segundos la puerta. La sentía alli dentro, asi qeu con un suspiro, avancé hacia la puerta.

 

Cuando entré, se estaba sirviendo una jarra de cerveza. Cerré la puerta y la miré con las manos en los bolsillos. Salvo ella, estábamos a solas.

- Hola

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Estaba distraída leyendo el Profeta. No me gustaba para nada el periodicucho ese, pero era lo mejor que teníamos. Quizá, sería buena idea abrir un propio periódico, pero sabía que era bastante complicado obtener noticias... Ya había bastante competencia. Chasqueé la lengua, fastidiada mientras, bebía de la cerveza que me había servido. De momento, estaba sola dentro de El Dragón Verde y pensaba también, en si debería de decorar el lugar, con motivos navideños...

 

Alguien entró y lo noté antes de que levantara la cabeza.

 

- ¡Mi amor! - grité de alegría al verle. Apagué el cigarro en el cenicero y salí fuera de la barra para darle un abrazo. Algo me decía que, en su cara, denotaba preocupación.

 

- ¿Está todo bien? - sabía que, de la última conversación que habíamos tenido, o más bien, de la información que le había dado, no habíamos podido hablar cómo deberíamos. No había huído, no, simplemente, tuve que marcharme deprisa y corriendo para atender unos asuntos fuera de Londres. Algo que me sacaba de mis casillas, pero por fin estaba en casa...

 

- Venga, te invito a tomar algo, ¿qué quieres? -le dije con una sonrisa, después de separarnos, lo agarré de la mano, y fuimos hasta la zona de la chimenea en dónde ésta, se encendió automáticamente para darnos calorcillo y más luz, ya que era una zona más "oscura" que en el resto del local. Por el momento, estábamos a solas y esperaba que así fuese.

 

@@Matt Blackner

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Si, últimamente Maida no era particularmente el estuche de monerías que generalmente era. O no. Había que reconocer que desde el regreso del profesor, las cosas habían mejorado. Sin embargo, en un último acto de torpeza, casi le lanza una maldición asesina a un pálido chico que se escabullía, justamente, en el mismo callejón dónde ella se escondía del bullicio de la gente. Entre las disculpas y las excusas, prometió pagarle una cena y salió corriendo del lugar.

 

Días más tarde, su elfo doméstico le recordaba la promesa, y ella se vio, una vez más, en una situación atípica a la que no estaba dispuesta a fallar, pero que no sabía como afrontar. Envió la nota con su elfo, esperando que por algún tipo de magia no descubierta, él supiera dónde entregar el mensaje. Y ahí estaba, sentada alrededor de una de las mesas del Dragón Verde.

 

Se había arreglado lo suficiente para no lucir como una andrajosa, pero no tanto como para que Callum pudiera pensar que la invitación podía prolongarse hacia lugares indebidos. Se recogió el cabello en una cola de caballo alta y un poco batida, con el cabello castaño rozándole las puntas de los hombros. Un vestido sencillo de tiras negras, holgado y sin mostrar tanta piel, un colgante verde. Cero maquillaje, ese, seguía sin ser su estilo.

 

Y claro, la impaciencia característica en ella. Espantó ya una vez a la señorita que venía por el pedido, así que ahora tamborileaba los dedos sobre la mesa, a ver si así las manecillas del rol iban más lentas.

 

@

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