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El Dragón Verde (MM B: 108933)


Helike R V PB
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Era una de esas mañanas tranquilas en las que se te ocurre no hacer nada en absoluto. Mis compañeros de dormitorio en la torre de Ravenclaw habían salido presurosos a disfrutar de la primera nevada de la temporada, todos abrigados hasta el cuello con sus bufandas y sus gruesos abrigos bajo las túnicas. Yo, por mi parte, planeaba un grandioso día en pijamas frente al fuego.

 

Pero esa lechuza llegó, trayendo consigo una nota que, siendo sincero, no esperaba.

 

Tardé un par de minutos en recordar a aquella bruja del callejón Diagón. ¿Cuántas veces en la vida te pasa que una chica te invite a comer por haberle dado un susto de muerte? Era irónico, por lo que había predicho que la invitación jamás llegaría (además ni siquiera le di seña de cómo ni dónde encontrarme) pero una vez más descubriría el poder de los nombres.

 

Recordé aquel día, que pese a mi "delicadeza", había asustado a la chica quien no demoró en sacar su varita y apuntarme con ella; por su mirada, adivine que iba a matarme, y no sabía hasta que grado podría considerarme est****o por aceptar la invitación de una bruja así, pero lo cierto era que tenía hambre. De modo que me vestí y salí a encontrarme con ella.

 

Recordaba haber visto el lugar en mis últimos recorridos por el callejón, y no me fue difícil volver a dar con él. Había suficiente luz solar para hacer difícil la visión a través de los cristales de las ventanas, así que tuve que entrar para poder avistar a la muchacha. Y allí estaba, no había sido ninguna broma.

 

Me hice el cabello hacia atrás y me acerqué a la mesa mientras me quitaba la bufanda y me abría la chaqueta. Ella tamborileaba los dedos en la mesa con impaciencia... Mis sentidos de sobrevivencia me exigían dar marcha atrás, pero los ignore.

 

—Señorita, lamento la espera —exclamé de pronto, aplastandome en la silla vacía frente a ella y mostrando una jovial sonrisa —, gracias por la invitación... Confieso que aquél día yo no la había tomado en serio.

 

 

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— Para ser completamente honestos, yo tampoco me habría tomado en serio —musitó mientras él se acomodaba frente a Maida.

 

Llevaba bufando y eso hizo pensar a la muchacha, una vez más, que algún problema térmico tenía que tener, porque ella parecía jamás sentir frío. Y eso en algunos meses si había usado chaquetas y esas cosas. Ahora pensaba que quizá solo había sido cuestión de moda. La mesera, ni corta ni perezosa se acercó a ellos para tomar el pedido. La ojiazul asintió con cierto desgano, detestaba comer fuera de casa porque siempre terminaba dejando algo en el plato, servían demasiado.

 

¿Filete? —pidió/preguntó ante la mirada atónita de la señorita que se limitó a quedarse de pie unos segundos más con la pluma en la mano— Si, con un side de zanahorias sancochadas y crema de leche. ¿Callum?

 

Se enderezó en la silla, y colocó sus piernas una sobre la otra, necesitaba soltarse un poco o quizá él pensaría que su incomodidad era por él, cosa que no era real. La verdad es que aún tenía problemas con la interacción, y francamente el encuentro en aquel callejón no había sido tan casual como se quiere normalmente. Esperó que la señorita se retirara con el pedido de ambos para poder socializar.

 

¿Venías de Hogwarts o ya estás trabajando en el Ministerio de Magia? —preguntó entonces.

 

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Me hizo gracia verla leyendo El Profeta, con aquel mohín suyo que significaba qeu no el hacía demasiada gracia lo qeu estaba leyendo. Pero en cuanto notó qeu estaba allí dejó el periódico y se acercó a mi. La abracé, la sostuve pensativo.

 

En el fondo ella notaba, o sabía, que era lo qeu me tenía asi, aunque de primeras no dijera nada. Por eso me dijo qeu fuéramos a la parte de atrás, donde la chimenea se encendió en cuanto estuvimos en la zona más reservada y tranquila del negocio. Pero sabía que lo que íbamos a hablar era un tema delicado, asi qeu solté mi pinta de cerveza negra en la mesita, y tomé asiento junto a @ en el sofá, activando el anillo contra oidos indiscretos, al cual me había vinculado tras el estudio de los Libros. No quería que nadie nos escuchara, y nadie lo haría. Estaríamos tranquilos y solos, a pesar de qeu en la zona de la barra un par de jóvenes se reunían.

 

- Heli, yo... - la miré unos segundos y desvié la vista, hacia el fuego.

 

Me estaba costando mucho, demasiado, aceptar aquella noticia. Pertenecía al bando mortífago, algo que nunca había entendido, magos a los que jamás había apoyado. Hubo un tiempo en el qeu pertenecí a la Orden, e incluso asi dejé la organización, al darme cuenta de qeu sus ideales y lo que defendían no era del todo lo que pensaba. Algo fallaba.

 

No entendía algo asi, pero..

 

- POr que? Por que ellos? - le pregunté. - Los mortífagos no son buenos, no traen nada bueno. BUscan el caos y la destrucción, ellos no...he luchado contra ellos, y lo seguiré haciendo. No tienen buenos motivos.

 

Me llevé las manos a la cabeza.

- Hay otras formas de luchar y defender a la familia. - lo creía. Por eso había abandonado la idea de los bandos, porqeu en el mortífago jamás había creido, y la Orden había perdido mi confianza. Defendería a los mios siempre a mi manera.

 

Suspiré.

- Y...aun asi...a pesar de todo...de que no entienda como puede alguien unirse a ellos... - le miré. - Se qeu no eres asi...que tus intenciones, en el fondo, son buenas. Lo siento...siento qeu lo qeu buscas es de verdad. A pesar de todo...No puedo alejarme de ti. Te...te quiero. - terminé.

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La respuesta de la bruja me sacó una sonrisa. Parecía que ambos habíamos estado lo suficiente aburridos como para tomar en serio la propuesta, pero hasta ese momento no había lugar para arrepentimientos; y aunque no sabía que postura debía tener, me hallé acomodándome mejor en la silla y me mostré más confiado.


—Otro filete para mi, Rib Eye, si tiene —la mesera asintió —, pero cocinado a término inglés; con papas enanas adobadas y una pinta mediana. Gracias.


Regresé la mirada a mi acompañante. Sin duda era bonita, cosa de la que no había alcanzado a percatarme en nuestro primer encuentro; regularmente siempre me hallaba mas informado sobre las personas con las que interactuaba pero de ella apenas sabía su nombre, y eso por el remitente de la carta que me había enviado.


—Hogwarts —respondí, haciendo un mohín. Me disgustaba aún el hecho de tener que re cursar ciertas materias siendo que ya era un mago graduado; no tenía la pinta de un estudiante y eso me hacía sentir un retardado. No obstante, Maida había lanzado la pregunta como si fuese lo más normal del mundo —, y pensar que tengo que regresar allí después de las fiestas. ¿Tu trabajas en el Ministerio?


La mesera regresó con mi pinta, y entonces me percaté de que la bruja no había pedido nada para beber.


—Traiga otra para ella, si me hace el favor —ordené. No iba a tomar solo.



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Al menos era carnívoro, últimamente los encuentros para comer de Maida se veían repletos de nuevas tendencias culinarias. Magos veganos, vampiros clásicos, gente que sobrevivía a base de té. Dejó ese pensamiento un momento porque estaba al borde de la risa. Se topó con la mirada de Callum un par de veces y no pudo evitar sonrojarse, no le gustaba que la miraran fijamente. Ni un segundo, ni dos horas. Problemas y manías propios de la mortífaga. Asintió cuando oyó que aún era estudiante de Hogwarts, por la pinta, seguramente al igual que ella, se había visto forzado a tomar asignaturas que convalidaran sus estudios en alguna otra escuela de magia.

 

— Si, yo si trabajo en el Ministerio, ahora mismo en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional —dijo con una sonrisa en los labios. Su labor ministerial, aunque cansada, era una de las cosas en las que más se resguardaba en los últimos tiempos—, deberías pensarte en trabajar a la par de tus estudios, te acostumbrarías más fácil a la vida en Inglaterra. ¡Experiencia personal!

 

Tamborileó los dedos sobre la mesa mientras evitaba hablar demasiado sobre sí misma, eso siempre causaba una pésima impresión. Buscaba un tema de conversación cuando llegaron los pedidos, y él se adelantó a pedir una bebida para la ojiazul, quién en lugar de rehusarse, abrió los ojos sorprendida. Asintió dándole el visto bueno a la mesera y prosiguió a concentrar su mirada en el plato que tenía al frente, embadurnó las zanahorias en la crema de leche como si en ello se le fuera la vida, y suavemente, mordisqueó algunos trozos.

 

¿Llevas mucho tiempo en Inglaterra? —preguntó terminando uno de los trozos— Si algún día necesitas ayuda con las asignaciones de Hogwarts, me ofrezco de tutora personal, me gustaba mucho esas maestrías que dan en Hogwarts y en la Universidad, me estoy planteando volver en cuanto pasen las fiestas. Interesadísima en Artes Oscuras y Artimancia.

 

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Le dí un sorbo a mi bebida mientras ella respondía mi pregunta e, ignorando completamente su consejo, me dediqué a atender a la mesera que ya se había acercado con nuestra comida. Aspiré el aroma que se desprendía del filete y de las especias de las papas; olía tan delicioso que por un momento me imaginé flotando alrededor del platillo enganchado por la nariz del humeante aroma y babeando de antojo, igual que una de esas típicas caricaturas muggles.

Pero era mejor que mi acompañante no se enterara de mis breves y bobas fantasías infantiles, y solo enterré el tenedor en una patata enana, la cual recorrió un rápido camino a mi boca.

—La verdad es que no —respondí, apenas terminé de masticar —. Recién llegué a principios del pasado mes, de modo que no tengo mucho que contar de mi estadía en este país; apenas puse un pie en Londres y me embarraron en estos planes de estudio —no pude evitar que un toque de amargura inundara mi voz. Yo un apasionado de los estudios, quejándome por verse obligado a repasar materias; sin duda era la burla.

Fue cuando ella tocó el tema de la universidad que mi estado de ánimo paso de un casi literal "bah" a un entusiasta "!ajá!". Aquéllos estudios eran lo que realmente me interesaba y por lo que había emprendido el penoso retroceso a los conocimientos básicos; pensar en que aún me quedaba camino por recorrer me hizo querer cambiar de tema.

—Pues te agradezco la oferta —dije aquéllo con sinceridad —, pero realmente necesito más que me ayuden a no clavarme demasiado en los asuntos académicos —le mostré una de mis mejores sonrisas despojada de toda pretensión —. Esa es quizás la principal razón por la que acepté tu invitación a comer.

Comencé a cortar mi filete.

—Cuéntame del trabajo ministerial, ¿Es emocionante? —pregunté.

 

 

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  • 3 semanas más tarde...

¡No te embarres en asuntos académicos! —gritó como si fuera su madre y lo estuviera retando. Luego se soltó en una risa bastante más juvenil, y bebió un poco para distenderse— La universidad no es tan mala. Además, le pides consejo a mala persona, yo estoy por gastarme unos cuantos galeones en un par de maestrías de necesito.

 

Se entretuvo cortando unos trozos más de su porción, cuando comenzó a ordenar sus ideas sobre lo que debía y lo que no debía contar acerca de su trabajo en el Ministerio. Últimamente las cosas habían estado bastante lentas, desde la salida de Mery y las vacaciones de Orión, todo parecía haberse quedado en un limbo. Iba a contestarle a Callum, cuando prefirió comer los trozos que había cortado y su vista se clavó en la puerta del local. Un borracho entraba a los tumbos al Dragón Verde y se acercaba peligrosamente a ellos.

 

Maida se puso en guardia, es decir, sacó la varita tratando de reconocer al ebrio y retrocedió en su propio asiento.

 

Que asco, apesta a licor —sentenció tratando de que no se le revolviera el estómago. Lo apuntó con la varita, pero la cabeza se le puso en blanco, tenía una sensación entre pavor y asco de tenerlo tan cerca de ellos.—, santos elfos, ¿qué significa esto.

 

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Levanté la mirada de mi plato y me quedé mirándola a medio masticar durante unos segundos antes soltarme a reír por la forma en que me había gritado. Definitivamente no me esperaba que sacara aquél sentido del humor, pero si lo consideraba un segundo, la bruja tenía demasiado, puesto que enviarle una lechuza a un extraño solo para invitarle a comer en pago era, como quien dice, algo que haría alguien con un lado de su personalidad bastante hilarante.


—No me estoy quejando de la vida académica, en realidad —añadí, esperando darle confianza al responder sobre el ministerio. Me interesaba el tema, sobre todo desde que había metido una petición de empleo al mismo; jamás en mi vida había tenido necesidad de trabajar... no al menos de forma oficial porque, vamos, en casi cien años de alguna forma tenía que ganarme la vida, pero a decir verdad me preocupaba un poco que me aceptaran como empleado en el Ministerio de Magia Londinense.


Maida parecía sumergirse en sus propios pensamientos y pensé que tal vez no tenía mucho que decir al respecto o bien, la comida de su plato estaba realmente deliciosa; seguí su mirada hacia la puerta de la entrada, la cual se abría para que un borracho se acercara dando tumbos. Ladeé mi cabeza, observándolo acercarse, y por un segundo me hizo recordar a un patético y viejo squib que había conocido en mi infancia y que mi padre trataba como escoria.


Mi padre tenía una lista larga de historias con vagabundos, ebrios y débiles mentales, pero éste en particular, ya comenzaba a apestar el aire que nos rodeaba a mi acompañante y a mi.


Giré la vista a ella, notando que ya tenía la varita al ristre y apuntándolo a él pero por alguna razón no actuaba. Pensé en hacer lo mismo, y hacer que el hombre hediondo se esfumara con magia, pero una loca idea cruzó por mi mente y de pronto me vi tomando mi propia jarra de pinta y levantándome hacia él; se la extendí y la puse en su mano —Toma vago, te quiero afuera... ahora —le ordené, sin ocultar la repugnancia en mi voz.


El hombre me miró, pareciendo esforzarse por conectar las palabras que cruzaban por su mente, pero al bajar la mirada en el licor que había puesto en sus manos optó por remojarse los labios y obedecer mi orden. Regresó hacia la puerta, apenas si podía caminar derecho pero el muy sinvergüenza no tiró una sola gota de cerveza, y al salir simplemente se sentó en la acera del callejón a tomarse su bebida.


Regresé a mi asiento, y comencé a cortar mi filete; levanté la vista hacia Maida, sin saber que podría estar pensando.


—Se vuelven como perros obedientes cuando les das un poco de lo que quieren —comenté, llevándome un pedazo de carne a la boca que después mastiqué —. Te pregunté sobre el trabajo en el ministerio porque recientemente llené una solicitud para trabajar allí y me gustaría saber un poco del tema...



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Aún tenía el estómago un poco volteado ante el suceso con el borracho, había que ceder en eso, ella era demasiado frágil para esas impresiones. Cuando se le presentaban cosas de esa naturaleza era que se preguntaba con seriedad, ¿qué hacía en el bando mortífago? ¿Cómo pretendía enfrentarse a los sangre sucia si un simple ebrio la aterrorizaba? También sería oportuno recordar el momento en el que se encontraba la bruja, volvía a sentir que estaba recién huida de Venecia. Cualquier cosa la ponía ansiosa.

 

Tragó saliva antes de hablar.

 

Gra-gracias —murmuró como si pudiera ignorar todo el suceso. Callum lo había afrontado con bastante tacto, intentó sonreírle pero le resultó imposible, como continuar comiendo. De hecho, retiró su plato hacia el centro de la mesa—. Creo que se me fue el apetito.

 

Se cruzó de brazos y se recargó en el espaldar de la silla mirándolo. Así que buscaba empleo en el Ministerio de Magia, lo escudriñó un poco, para ver si podía convencerle de unirse a Cooperación Mágica, últimamente escaseaban los buenos candidatos. Pero no, para eso habría que conocerlo más y la verdad, no estaba segura de terminar siquiera este encuentro. De todas maneras se dispuso a resolverle las inquietudes que todo recién llegado puidiera tener.

 

Bueno, supongo que depende mucho en qué área quieras desarrollarte. No soy muy buena con las criaturas mágicas por lo que he preferido mantenerme al margen de todo Departamento que implicara estar con ellas —respondió encogiendo los hombros de manera desinteresada—. En cambio me interesa mucho el tráfico de inmigrantes en Ottery, y eso por eso que decidí estar en Cooperación Mágica Internacional.Llevo casi un año en esa dependencia y la verdad, me encanta.

 

La mesera se acercó y retiró los servicios de Maida una vez ella le hubo dado la indicación. Sólo entonces, la ojiazul se apoyó en la mesa, como sopesando lo que le había dicho a Callum.

 

— ¿Cuál dijiste que era tu apellido? —mencionó sin recordar si la pregunta era repetitiva o no— La verdad es que lo que hice hoy contigo, no lo había hecho antes, sin embargo, no son mis días más lúcidos, he de reconocer eso.

 

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Ella parecía realmente afectada y me pregunté si no debía hacer o decir algo más. Tal vez de este lado del planeta las personas eran más susceptibles a los vagos o gente sucia, pero ya había visto demasiadas cosas por las callejuelas menos transitadas de Londres y el mundo mágico que borraban ese pensamiento de mi mente. Una mala experiencia personal, tal vez? A mi no se me iba el apetito por nada.


Terminé de masticar la carne en mi boca, y me limpié con una servilleta. Estaba frente a una señorita, tenía que comportarme, aunque creo que me estaba viendo algo forzado; no obstante, Maida no pareció percatarse de ello. No recordaba la última vez en la que había sido acompañado a comer por alguien que no fuera un miembro de mi familia... y creo que me perdí tratando de recordar mientras ella me explicaba lo que yo había insistido en preguntar.


—Cooperación Mágica, interesante —alcancé a entender que allí era donde trabajaba. El asunto me recordó que tenía unos trámites pendientes en ese departamento, pero decidí omitir tal información; era muy poco probable que nos topáramos en el Ministerio y no quería darle a pensar que este encuentro daría pie a pretextos para que yo fuera allá solo para verla, porque no era así... ¿o si?


Carraspeé, e hice que la mesera retirara mi plato también. No me gustaba comer mientras me veían hacerlo, pero me vi en la necesidad de pedir otra bebida.


—Askar, soy Callum Askar Rambaldi —le respondí, sin darle importancia, ya que a duras penas habíamos compartido nuestros nombres —. Yo solo espero que no esté haciendo que te arrepientas, sea la razón por la cual me hayas invitado —mi esperanza era sincera, yo no la estaba pasando mal — y, aunque lamento que ese vago te haya quitado el apetito, me gustaría en un futuro devolverte el gesto. Aunque puedes decir que no, eso no me ofendería en absoluto.


La bruja del servicio regresó con una nueva bebida para mi, y yo humedecí mi garganta con un trago; recargué la espalda en mi asiento, y mis dedos jugaron un poco con la servilleta en la mesa.


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