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El Dragón Verde (MM B: 108933)


Helike R V PB
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He estado…bien-, masculló en un tono bajo, mientras rebusca sabrá Merlín que entre los bolsillos de la cazadora que lleva puesta. ―Aun así yo esperaría que usted este mucho mejor, Maida Yaxley-, los ojos descoloridos del mago escudriñaron un poco más el rostro de ella y se pregunta si de algún modo el motivo de esas lágrimas, de las que ya no queda más rastro, tiene relación alguna con reunión de hoy con él. ―Hace casi ya dos meces que no estoy de servicio para el cuartel, es cierto-, luego de seguir insistiendo, saca un sobre blanco de un bolsillo y el polvo que guarda adentro lo verte en el agua tibia. Cree que está de más tener que explicarle que luego de la declaración de guerra búlgara también pensó, como muchos otros, salir del país esperando que ninguna otra persona que viviera en la heredad se quedara en Ottery, curiosamente, la idea de que quizá alguna de las niñas volviera más tarde que temprano era una de las razones por las que finalmente terminó por quedarse. ―San Mungo me ocupa ahora. Deben estar verdaderamente necesitados de personal para al fin aceptarme con el expediente.

 

Parpadeó perezosamente antes de desviar la vista hacia donde lo hace también su compañía, esperando a que termine la efervescencia en su vaso y queriendo escuchar, encontrar, si entre las palabras de Maida hay algún indicio del motivo que los ha reunido hoy. Las cosas que pasan dentro y fuera del Dragón Verde son aún tan ajenas a todo ese escenario tormentoso que se imagina luego de escuchar a Yaxley hablar sobre las guerras que amenazan el Inglaterra mágico y los atentados internacionales. Por otro lado, Garry se da cuenta de que lo que ella le dice es lo mismo o más bien algo similar a lo que ha estado escuchado por todos lados, una y otra vez, durante este último par de meses y, a cómo van las cosas, seguramente seguirá siendo igual por un largo rato más, ¿era entonces tan inusual encontrarse tranquilo aun en tiempos de futuro incierto? La bruja lleva más que razón en pensar que toda esta calma es solo el preámbulo de algo que es mucho peor, la impresión de que ella le diga solo después de eso que intenta hacer su trabajo más que perfecto en estas circunstancias angustiosas es por poco semejante a lo que él piensa que hace el cumulo de magos que decidió quedarse en Ottery.

 

Aunque bien podría él equivocarse con eso.

 

El solvente finalmente se hizo homogéneo con el agua y la tiñó apenas de un rosa muy claro, olfateó por la orilla del vaso antes de darle un trago.

 

¿El ministro dice? Um, me halaga el detalle, supongo-, asintió con distracción luego de recibir el supuesto saludo por parte de Black, injusto seria decir que no ha estado siguiendo el auge del mago desde un poco antes de su proclamación cómo el nuevo ministro de magia británico, pero de cierta manera Garry sospecha que Maida solo está siendo amable con él a través de ese gesto, era eso o es que intentaba venderle al brujo una imagen más propia del ministro. ―Espero pueda devolverle el saludo y con suerte solo un poco de mi arrobo por su trabajo-, no parece sincerarse cuando pausa así las palabras una tras otra con esa voz cansona, casi arrastrándolas cómo si las dijera con desgana, no obstante, es normal en él tanta impasibilidad, de conocerlo solo un poco mejor, Maida no podría mal interpretarlo. ―Es bellaco el mago, ¿verdad?. Tengo fe en cómo es que sabrá timonear a esta Inglaterra mágica por los ríos bravos que provocará la tormenta.

 

Permaneció silencioso mientras un grupo de personas pasan junto a ellos, entre bromas y risas, para alcanzar un lugar a un par de meses lejos del rincón ocupado por el par de magos.

 

Pero si, me imagino que tampoco es cosa fácil ser la asistente del ministro de magia en estos días-, se removió en su lugar, de pronto parece como si algo lo estuviera agobiando. ―Tal vez es eso lo que me desconcierta de todo esto, sabe, el que hubiera tenido tiempo para citarme Yaxley-, es habitualmente Garry una persona de extraordinaria paciencia, hubiera preferido no apurar el tema y esperar a ver el modo en el que Maida finalmente le expondría la razón por la cual ha hecho esta reunión, por otro lado, él tampoco cree que la esté acusando de nada. ―¿Debo pensar entonces que esto es una reunión más formal? O es que solo busca distraerse un rato de tanto deber-, su atención se fue directamente hacia la mesa donde estaba ahora aquel grupo de gente conviviendo con tragos y comida, es difícil imaginarse metido él en una cosa así. ―Me temo que no soy la mejor opción para eso mi señora, no al menos como una buena distracción.

 

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Al lado de la chimenea, en el otro extremo del local, con @@Matt Blackner & @@Hayame Snape Potter Black

 

Tras escuchar las palabras de la bruja, hubo un momento de silencio. En ese momento, pareció que entraba gente, pero sabía que los elfos del local, los atenderían gustosamente. Bueno, para eso estaban contratados. Esperaba que mi presencia no fuese necesaria. Estaba muy agusto recostada al lado de mi marido, con los pies encima de la mesa y hablando con mi tía. Matt aún seguía callado, pero seguramente fuese porque no le gustaba mucho nuestra forma de pensar. En parte, lo entendía perfectamente, él era un cazador tanto de criaturas como de magos oscuros, o eso había entendido.

 

- Entiendo - asentí con la cabeza y le di un nuevo sorbo de la nueva cerveza que me habían traído.

 

- Sí, tienes razón -confirmé con otro movimiento de mi cabeza- en el callejón Diagón parece que la mayoría de negocios están cerrados. Vuelve a pasar lo mismo que la otra guerra - aclaré mi garganta - como con Voldemort. Ese lugar estaba completamente desolado. O bueno eso es lo que había leído en las noticias. Parecía más muerto que vivo. Yo lo visité unas cuántas ocasiones en cuánto me instalé en Ottery, aunque era otra cosa... Por aquél entonces estaba de viaje y había decidido instalarme en algún lugar... Hasta que por fin descubrí quién era mi padre - elevé mis hombros, mientras le daba una calada al cigarrillo - mi padre biológico -solté con una sonrisa -después vino todo lo demás.

 

- aunque tampoco se puede asegurar que los prados verdes sean seguros del todo - comenté con una risilla guiñándole un ojo - si se sabe la debilidad de una casa se puede acceder a ella con mucha facilidad. Sinceramente, no confío tampoco en la supuesta seguridad ministerial. Si tuviese una propia directamente pondría mis propios encantamientos en ella. Pero como debemos comunicarnos... aún así, la red flú tampoco es segura, incluso pasaría igual que con las lechuzas... no sé, quizá hasta ponga un servicio postal pero usando cuervos. Son más inteligentes y nadie diría que transportan mercancía... -sonreí misteriosamente a las dos personas que estaba conmigo - además de la ampliación de éste lugar, no sé si sería muy conveniente en éstos tiempos. Todavía no tuve respuesta a las cartas que envié y mucho menos ahora, me temo que se retrasará la ampliación hasta que las cosas vuelvan a su cauce -bufé cansada y me llevé los índices de mis manos a las sienes. Quizá fuese por falta de costumbre al alcohol pero, tenía cierto dolor en esa parte de mi cabeza, y esperaba no tener que tomar un analgésico, más adelante.

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Si tenemos que hablar de lo estrictamente laboral, si, creo que podemos decir que estoy mejor, mayor sueldo, mejor posición, justo en medio de una guerra —se río insegura de si lo que decía era en broma o realidad, a veces sentía que las cosas mejoraban y que debía estar agradecida, otras, quería huir y se sentía una adolescente en medio de alguna crisis amorosa—. Me enteré que estabas ahora en San Mungo, claro. Seré clara, ese cambio de labores es lo que me llevó a contactar contigo.

 

Esa parte no era mentira, Aaron quería tener cerca de sí o en sus conexiones más cercanas a casi todo el equipo en pleno que terminó en el Cuartel de Inquisidores, Maida no lo entendía del todo. Sin embargo, confiaba en que por el tiempo que el sirvió en ese despacho, sabía lo que hacía, habían decisiones que uno no cuestionaba al Ministro, la de reunirse con Garry, era una de ellas. Suavemente y a vista de Garry, giró su anillo activando el efecto para oídos indiscretos que este guardaba. A partir de este instante, todo lo que dijeran en aquella cena, quedaría entre ambos. Sonrió a su interlocutor un momento, y se tomó unos segundos para tomar un poco del jugo que tenía frente a ella.

 

Buen restaurant, intentaré recomendarlo, todo está bastante bien —susurró antes de meterse de lleno a la conversación—. Verás Garry, estamos en período de guerra, no sé si estamos en medio, si apenas va a comenzar o si los países enemigos han desistido de todo aquello. Nadie lo sabe a ciencia cierta —se detuvo un poco para apretarse con los dedos medios los costados de la nariz, al parecer quería estornudar—, hace poco un atentado en MACUSA nos ha alertado aún más. No creo que los ataques sean todos así de alharaqueros, de hecho, creo que dada las nuevas caras en el Ministerio británico, es posible que tengamos otro tipo de agresión, una silente …una extraña epidemia de fuerte viruela de dragón, o no sé.

 

Habían que reforzar cada flanco, y si bien era cierto que particularmente la Yaxley no confiaba a ciegas en nadie que no fuera su tridente, no tenía porque dudar de la confianza de Aaron en su ex compañero. Le dejó procesar las palabras mientras ella le dedicaba tiempo a su bebida. Los detalles que estaban por otorgársele al señor Ollivander eran especiales, y como tales, esperaba que las recibiera. Recordó entonces que él confiaba también en que el Black supiera conducir al país durante esta crisis y se calmó un poco su instinto protector, para ella, si pudiera Aaron, y algunos más deberían vivir en burbujas de protección eternamente. Pero no había podido lograr eso, nunca.

 

Tiene usted razón, no es fácil ser la asistente en estos tiempos, pero haré todo lo que esté a mi alcance para asegurar al Ministro y con él, al país —dijo entonces, dejando su vaso en paz—, quisiera encargarle unas pociones específicas a usted y que sea sólo usted el encargado de brindarlas al despacho ministerial. Sé que hace poco estuvo usted en mi clase de Pociones, por lo que seguro le sorprende mi petición, pero claro, debe entender que ya no cuento con el tiempo necesario para la preparación por mi cuenta —esa era la primera de tres cosas que iba a solicitarle, esperaba un sí rotundo y no unas decisiones partidas—. Además quisiera que usted encabecé el cuerpo medimágico del Ministro y por ende voy a necesitar tener comunicación con usted veinticuatro por siete, un mecanismo especial será activado para estas situaciones, y finalmente, quisiera pedirle que nos mantenga informados sobre cualquier suceso que le parezca extraño o importante notificar, sin intermediarios, directamente a la oficina del Ministro.

 

Era todo. Era la primera vez en los casi veintidós años de Maida Yaxley que había sido tan directa con alguien, y no estaba temblando de punta a punta como usualmente pasaba con los hombres que conocía, a lo mejor no le quedaba tan lejana la figura de respaldo que ahora todo mundo parecía entender que tenía por la posición que contaba. Miró el rostro de Garry intentando leerlo, difícil, las cicatrices aunque seguramente tendrían una historia interesante, siempre cortaban algún tipo de manía en los gestos. La Yaxley cruzó los dedos por debajo de su barbilla, apoyando en ellos su rostro y lo miró dubitativa.

 

Creo que si esta reunión puede o no, causarme algún tipo de relajación va a depender mucho de su respuesta, señor —concedió al final—, en todo nuestro tiempo juntos en el cuartel o en la clase, no lo vi como el típico joven parrandero, a menos claro, que mis percepciones estén erradas, no sería la primera vez —terminó encogiendo los hombros.

 

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  • 6 meses más tarde...

El calor le quemaba la garganta, o quizás era el hecho de que llevaba tratando de encontrar el bar de su tía Helike buena parte de la mañana y había agotado su botella de agua ademas de que no había llevado su varita pensando que recordaría como llegar, su energía también había estado disminuyendo con cada paso dado al rayo del sol. Sus parpados estaban pesados, sus piernas le dolían y sentía su cabeza arder a causa de la temperatura elevada.

 

<<A este paso encontraran tu cadáver pulverizado>> le reprendió Asami .

 

<<Estabas tan bien callada, vuelve a dormir quieres>> le pidió la Animaga cansada de sus múltiples quejas de todo.

 

Ella también tenia mucho que pensar por eso pensó que el bar que una vez visito porque estaba perdida, funcionaria como escudo mientras analizaba todos los cambios realizados en su vida ante la situación política actual, miro al cielo y le pareció agonizante que en un día tan soleado como aquel la gente viva como si nada mientras vecinos o amigos morían como moscas. Bostezo sin poder evitarlo porque estaba cansada y la nuca de su cuello le quemaba como si le hubieran arrojado agua caliente.

 

No supo cuanto camino o si sus botas estaban llenas de sudor a causa del tiempo que le llevo caminar hasta la reconocida ventanas sucias y su puerta circular, había llegado y hasta ese momento que no recordó que el camino era bastante cerca como yendo a Ottery, se dieron ganas de golpearse mentalmente pero lo dejaría para cuando estuviera mas fresca. Hecho a correr al interior del lugar donde se acerco al de la barra medio agitada y colorada para pedir un vaso de agua que se lo llevaron enseguida y se lo tomo de un solo trago hasta que no había mas para pedir otro, después de repetir se sentó en la silla de la barra y espero que el agua le sentara bien a su estomago.

 

 

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Para el encuentro que tenía en mente, no había mejor lugar que el Dragón Verde. De cierta manera, sus aires ingleses, elegantes, antiguos y llamativos me recordaban a ella. A pesar de que hace varios años que no la veía, el recuerdo de la playa era tan fuerte como si hubiera sucedido ayer. El mar, la arena, y un simple hechizo de desarme eran todo lo que había hecho falta para conocerla.

 

Entré, dejando mi capa de viaje en el recibidor. Al observar las extravagantes estatuas de oro de unos grifos, supe que estaba en el lugar adecuado. Me senté, lejos de la puerta, donde podía observar todo el jardín de entrada. La mesa, sencilla pero elegante, como debía ser. Un mantel blanco impecable, un florero con unos tulipanes vivos en él, y unos cubiertos de plata lo componían.

 

Pedí un hidromiel, para calmar los nervios. ¿Aceptaría ella la invitación? En mi mente era igual de probable que ella viniera como que secuestrara a la lechuza que le llevó la invitación. Mientras tomaba un sorbo de alcohol, mi mano fue instintivamente hacia mi bolsillo interior, tocando mi varita. No me dejaría desarmar tan fácil nuevamente.

 

Esperé a su llegada, mientras revisaba la variedad de platos disponibles, que abrieron mi apetito pero no me quitaban de la mente el pensamiento de pánico que me embargaba.

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Le había sorprendido recibir aquella invitación, después de todo lo sucedido los últimos años, Arya había borrado de su memoria todo ese tiempo que pasó lejos de casa. Lo había olvidado casi todo hasta que recibió aquella carta. Sonrió al ver que almenos había dejado una huella entre todo el caos en el que se había convertido su vida. Se ajustó su capa deteniéndose frente a la entrada del local, tal vez había pasado por ahí un par de veces, con todo era diferente.

 

El lugar se veía bastante bien, las mesas perfectamente alineadas, cada centro de mesa le daba un aire fresco al lugar. Debía estar mal de la cabeza para haberse presentado ahí, pero la verdad era que estaba cansada de estar en casa, con Ian como su única compañía. Tardó un par de segundos en encontrarlo, su apariencia continuaba siendo la misma, aunque ahora lucia un poco nervioso, los latidos de su corazón estaban levemente acelerados. Impulsada por la curiosidad de tan inesperado encuentro, continuó su camino hasta llegar a la mesa.

 

-Hola...

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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La vi llegar desde antes que atravesara la puerta. Hay ciertas personas a quienes el tiempo le sienta bien, y ella era una de esas personas. Al verla acercarse noté un pequeño temblor en mi mano. ¿Era el miedo? ¿Emoción? No lo sabía. Bebí un profundo sorbo de hidromiel para calmarme, antes de devolverle el saludo.

 

-Sabes, hubiera apostado mil galeones a que no hubieras llegado. - Me hubiera encantado acercarme a ella y saludarla con un beso en la mejilla, pero el recuerdo de nuestro último acercamiento era muy fuerte. ¿Lo tomaría ella mal? Decidí solo hacerle una seña con la mano, invitándole a que se siente.

 

-Dime algo, no atacaste a la lechuza mensajera, ¿verdad? Sería una pena perderla - le dije, mientras bebía otro sorbo, observando a la recién llegada. Tenía un semblante diferente. ¿Más tranquila? ¿Más severa? No lo sabía, pero me intrigaba conocer qué había cambiado en ella en todo este tiempo.

 

-Sabes, las bebidas están muy bien, y los platos tienen una pinta increíble, por si te interesa- le dije con una sonrisa, todavía evaluando su reacción, mientras le pasaba un menú.

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-Estuve tentada a no venir pero supongo que la curiosidad pudo más -Respondió sentándose en la silla frente a él. Sonrió al notar como sus latidos se aceleraban. ¿Qué le había hecho a este pobre chico para que reaccionara de esa manera al verla? Tomó la carta que tenía enfrente para disipar un poco la tensión.

 

-Puedes estar tranquilo, tu lechuza fue enviada de regreso sin ni un solo rasguño -Comentó sonriendo -No le haría daño a una pobre e indefensa criatura, aunque me sorprende que pienses que podría llegar a hacer algo así. Estaría encantada de oír que fundamentos tienes para pensar algo así pero primero... -Con la Mano llamó al mesero,quien acudió enseguida a la mesa -Hola. Podrías traerme un cerveza de mantequilla? Gracias...

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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La miré sorprendido. -¿Qué fundamentos tengo para pensar algo así? No lo sé, podría ser tu forma de atacar antes de preguntar, tu desconfianza natural, tu crueldad innata. O quizás solo estoy exagerando, no lo sé- La miré con una sonrisa antes de dirigirme al mesero. -Y otro hidromiel, por favor-

 

-Así que viniste solo por curiosidad. Me encantaría saber qué es lo que te causa curiosidad. ¿No eras tú quién estaba siempre un paso delante mío? ¿O las cosas han cambiado?- Miré a Arya, esperando su reacción. No esperaba que me diera respuestas. Con ella, era imposible entenderlo. Ella era como una tormenta en medio del océano. Era imposible luchar es su contra. Solo podías dejarte llevar, disfrutar del viaje, y esperar no morir en cualquier instante.

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Crueldad innata? Desconfianza natural? No podía creer lo que estaba escuchando, en verdad tenía ese concepto de ella? Quiso reír al oirlo pero queria ver que más tenía que decir antes de responder a eso. Lo había visto tan solo un par de veces antes de desaparecer, fue una época oscura para ella, y el hecho de que alguien tenga el valor para haberla descifrado tan bien le llamaba la atención. -Ya veremos que tan exageradas son tus suposiciones...

 

-No te parece que sí te llega una invitación de alguien después de no verlo durante años no sentirías al menos un poquito de curiosidad? Saber qué es lo que tiene que decir? Qué fue lo que lo movió a buscarte? -Fijó la mirada en sus ojos esperando la respuesta. No lo había atacado por que desconfiara, era porque llevaba días sospechando que la seguían y al verlo intuyó que formaba parte de todo aquello, de eso que hizo que lo dejara todo y huyera.

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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