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Castillo Karlštejn (MM: 108937)


Kutsy Stroud Lenteric
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-Madre… claro que no, llegue hace nada – respondió de inmediato, sentía su corazón latir bruscamente, no había sentido la presencia de la hermosa mujer, y escuchar su cálida voz lo había asustado, aunque mantuvo su típica sonrisa y su aire suave, debía admitir que no le gustaba demostrar cuando se asustaba – seguro habrá sido un día muy inquieto y agotador… habré sido un bebe chillón jajaja– respondió bromeando, tenía cierta curiosidad de escuchar esa parte de la historia que desconocía, sentía deseos de preguntar, pero… había tiempo para todo.

 

-Un gusto volver a verte ma..mamá, yo bueno… gracias por la invitación, me gusta este lugar – habló una sonrisa encantadora, para tomar su mano y besarla educadamente, un saludo tranquilo y dulce, le gustaba volver a verle, le daba verdadera curiosidad el como esa relación madre e hijo podía desarrollarse, ¿sería natural? O ¿tendría que esforzarse? Por lo pronto solo intentaría ser un buen hijo.

 

-sobre… ¿las inscripciones? – nuevamente observó a donde están – me parece muy interesante, sus nombres quedaran por siempre en la familia, siempre estarán unidos, es agradable siempre podrás recordar a los miembros que dejan el hogar – respondió un poco pensativo, para sonreír con tranquilidad, se recordó de pronto que había visto algo similar antes.

 

-yo.. – habló pero esquivo su pensamiento de golpe, tener su nombre allí le hacía sentir bien, pero todavía tenía sus dudas – las galletas huelen delicioso – cambió el tema de golpe cuando las observó y las olió - ¿las hiciste tu madre? – preguntó curiosidad, en eso recordó lo que había traído. -Te traje este presente, hace poco hice un viaje traje algunas cosas, así que espero te guste – recordó para sacar de sus ropas una cajita azul cielo con un lazo blanco, tardó en escoger el regalo de su madre, todavía no conocía sus gustos pero intentó darle algo bonito.

 

Se trataba de un pequeño collar que parecía contener una galaxia lo había visto y le había gustado regalarlo, aunque no conocía los gusto de su madre, ni tampoco tenía buen gusto él, para no decir algo más.

 

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  • 5 semanas más tarde...

Elfina P-ko

Un sonoro "crack" fue la señal evidente de la presencia de la elfina en los márgenes de la propiedad perteneneciente a los Lenteric. Pese a la distancia considerable que todavía debía recorrer, podía distinguirse en lo alto de la colina el imponente Castillo de los Lenteric.

 

Con poca dificultad, puesto que conocía bastante bien el camino, la elfina se fue abriendo paso en la maraña de viñedos y vegetación abundante, con la penúltima invitación a buen recaudo en su pequeño bolso. A esas horas de la noche, la quietud del lugar daba cuenta de que los miembros de la familia quizá ya estuviesen durmiendo u ocupados en sus dormitorios. Ella no tenía mayor intención de molestar a alguno en particular, tan solo dejar la invitación en el buzón, para encaminarse al último lugar donde debía entregar invitación.

 

Aunque, si se daba la posibilidad, ver a la señorita Kutsy o al joven Ethan sería agradable. Hasta el momento solo había podido ver dando un habitual paseo nocturno a la pareja de lobos que la pareja poseía.

 

Cuando, algo sudorosa, llegó hasta la entrada de la residencia, notó la luz que se dejaba notar de la sala de los antepasados. Suspiró con alivio entonces, segura que la invitación no se quedaría hasta el día siguiente sin ser vista. De hecho, mientras se giraba para volver a bajar la enorme colina, podía jurar que la figura de la anciana ayudante de la señorita Kutsy la había observado a la distancia.

 

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Al poco rato, con un sonoro crack ya estaba camino a la última residencia, de nuevo en Ottery StCatchpole.

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  • 3 meses más tarde...

Un descanso...

 

Un descanso...

 

Un descanso...

 

Nuevamente un pergamino terminaba hecho una pequeña pelota rodadora. Llevaba tres horas intentando escribir algo... averiguando cómo podía seguir escribiendo esas líneas que me resultaban tan difíciles de poner en tinta y sin embargo, no me detendría.

 

Después de todo, había encontrado que la escritura había resultado una buena manera de sobrellevar el silencio del castillo, así como todos los sueños que encerraban las habitaciones vacías, suspiré y pase mis dedos por mi frente al tiempo que guardaba todo, tinta, plumas y pergaminos.

 

Dos segundos después Dunkel entraba a la biblioteca para informarme que el experto en criaturas que había solicitado no tardaba en llegar por lo que me dirigí a la fuente, estaba un poco cansada de los protocolos y el aire fresco me vendría bien.

 

Cuanto extrañaba a mis hijas, pero entendía que aquel pequeño viaje era lo más idóneo para ambas, incluso siendo tan pequeñas me había convencido que si no hacía eso sencillamente todo cuánto había estando conteniendo terminaría por pasarme la factura.

 

Así que abrí las puertas del castillo, baje la escalinata ante la atenta mirada de la mujer que cuidara de Ethan, de pequeño, y fui a sentarme a la fuente dónde un intrincado diseño hacía parecer que florecían a mi alrededor un bello bagaje de preciosas flores silvestres.

 

@@djvash Asturias

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Departamento de control y regulación fe criaturas mágicas

 

 

Me encontraba en el departamento como todas las tardes tratando de terminar mis registros de mis pequeñas criaturas, ya me había adaptado al 100% en el trabajo, el tiempo pasaba rápido y la verdad es que yo amaba mi trabajo. El papeleo era algo intenso en este departamento más cuando se trataba de registrar las razas de los magos. Nuestro registro era grande.

 

Nada podría llamar mi atención cuando de la nada me percate que había un pergamino dirigido hacia mi. Era algo raro que me llamaran si solo era un empleado, por lo general las llamadas las recibía la directora o en su defecto las jefas.

 

Mire el mismo y lo leí detenidamente, sonreí al terminar de leerlo y salí de la oficina con el mismo en la mano. Quul se movi algo inquieto en el bolsillo de mi chaleco. --Tranquilo amigo esto no es nada malo-- le comentan al Bowtruckle.

 

Al llegar a las afueras del ministerio desaparecí tras una nube de humo rojizo.

 

Castillo Karltejn

 

Aparecí a unos metros de la entrada principal al lugar donde me habían citado, tenia mi katana en la espalda, mis pantalones militares negros, una playera de tirantes negra debajo de un chaleco gris, además de mi floritura en la cintura.

 

Camine lententw hasta llegar a la entrada principal de aquel lugar. Al llegar ahí observe todo el lugar como buscando el motivo de mi llamado *habrá alguna criatura lastimada o porque me abran citado* pensaba al terminar de acomodarme todo.

 

Suspire y llame a la puerta. --Buenas tardes, mi nombre es djvash Asturias. La madame @@Kutsy Stroud Lenteric me llamo para venir aquí. Sabe si esta en casa me gustaría hablar con ella.

 

Me quede esperando en espera de la respuesta once la señorita que me había citado en este lugar.

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  • 1 mes más tarde...

–Que predicamento –no dejaba de repetir Dunkel mientras caminaba de un lado a otro de la habitación. ¿Qué debía hacer? ¿A quién debía llamar? ¿Quién? Se preguntaba la pequeña criatura, conforme los segundos morían y daban a luz un nuevo minuto, –¡no hay tiempo que perder! –se dijo a si mismo y chasqueando los dedos apareció pluma, tinta y un pergamino que llevaba el sello de la familia Stroud.

 

El emblema de aquella familia antiquísima sólo lo conocían unos cuantos, por los elementos representativos de los dos fundadores… Un león al lado de un lobo que le aullaba a luna que cubría a ambas bestias que parecían tan opuestas pero tan similares en esencia. Protección y poder era lo que los descendientes de dicho linaje heredaban de sus antepasados, además de un sin número de secretos. Sin embargo, ¿qué familia no los tenía?

 

Con premura el elfo comenzó a redactar sobre ese desgastado pergamino una misiva, de urgencia, para él único mago en Ottery que llegaría a entender lo precario del asunto. O al menos eso suponía él, hacía bastante tiempo de conocerle y siempre le había juzgado con buenos ojos, incluso cuando Kutsy perdió las memorias que compartiera con ese otro ser que al igual que ella llevaba la división en su mirada.

 

Entendería que ahí se encontraba el secreto, se cuestiono por breves segundos mientras con otro chasquido aparecía justo frente a Amantadina, la cual ladeo su cabeza y extendió la pata para que la carta fuera atada. La lechuza de ojos ambarinos emprendió el vuelo mientras en lo alto de una de las torres del castillo, Dunkel, el amigo de toda la vida de la matriarca Lenteric, ponía sus esperanzas en aquel joven que una vez llegará al edificio Loveless completamente maltrecho y el cuál seguramente no tendría idea de quién era en realidad Kutsy Stroud.

 

Sin embargo en las memorias del mago… La respuesta que la bruja de pupilas bicolores buscaba con insistencia se encontraba. El elfo, suspiro profundamente y por vez primera la verdadera edad que poseía se veía reflejado en su mirada, continuó su marcha esperando que él fuera la esperanza que tanto anhelaba para su amada “hija” sabía que no tenía derecho de llamarle así, pero era como la sentía, cómo siempre la vería y la había visto.

 

Aun recordaba sus primeros pasos en la hacienda Stroud, esa primera infancia casi eliminada a causa del sello que yacía en su corazón. Volvió sus cansados pasos al improvisado aposento que se encontraba casi en penumbras, donde justo al lado de la única ventana yacía un lecho, tan sencillo a los ojos del espectador. Mas la persona que yacía ahí quieta, como suspendida en un apacible sueño era la misma bruja para la cual pedía un milagro, aunque en esas cosas él no creía.

 

El ave voló tan rápido como sus alas se lo permitieron, de algún modo sabía que el mensaje escrito era de suma importancia que no dejaría que nada y nadie la detuviera. Sentir el viento sobre su plumaje la hacía sentir libre… Extrañaba esa libertad, esa adrenalina que llenaba cada terminación, sin embargo, su cometido estaba por llegar a su fin cuando divisó al mago que buscaba y sin miramientos, protocolos y de más preámbulos se posó sobre su hombro derecho.

 

 

 

 

 

Querido señor @

 

Perdonará la premura de mis palabras, así como lo escases de estas, pero no he tenido a quien más acudir. La persona que debería estar a su lado… en estos instantes se ha marchado y si no se hace algo pronto por la señora, me temo fallecerá y no de forma natural, porque en realidad los demonios jamás mueren.

 

Así que le suplicó que acuda a mi llamado… Que al igual que el lobo salvaguarde la integridad del león.

 

PD. Le estaré esperando justo en la cabaña que se encuentra en el Castillo Karlštejn hoy a media noche.

Dunkel, elfo de Kutsy Stroud

 

 

 

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Es casi cuarto para media noche y, en la hierba seca del suelo, puede escucharse como si se tratara de un serpenteo el recorrido de un aire que resulta fuerte y preciso al cortar de aquellas ramas más largas que sobre salen del resto, aquel vientecillo que se dirige a una velocidad relativamente lenta, pareciera moverse como si decidiera por donde es que tiene que escurrirse, y con mucho cuidado ha conseguido colarse por los lúgubres que parecen aquellos terrenos cercanos al castillo que se asoma por encima de todos ellos, y que en sus muros se refleja la luz de la gibosa creciente que brilla desde un costado de la bóveda celeste. La corriente de aire que todo este tiempo ha estado circulando entre la oscuridad, se arremolina tan pronto los rayos de esta luna le dan la forma al hombre que surge de entre la ráfaga de viento que bajo sus pies desaparece.

 

Él alto muchacho que está ahí frente a la construcción, que según las especificaciones de quien le ha escrito en la misiva debería ser el lugar de la cita, es un hombre de joven edad, pero con el rostro cansado, que a pesar de la capa que cubre gran parte de él, pueden vérsele aquellas feas cicatrices que lo convierten en una criatura repulsiva cuando la luna llena se aparece en el cielo de las noches. Un par de ojos de colores distintos apenas brillan en la oscuridad que existe debajo de su capa de viaje, son un par filoso, frio y penetrantes, que parecen fulminar todo aquello que se cruza por su camino.

 

Por un momento se queda más tiempo ahí contemplando la obra de arte que es aquel edificio, un prestigio que no muchos conocen toda su historia y, sin embargo, es ese castillo el único testigo de todo lo acontecido en sus interiores, nada es un secreto para él, a Garry Ollivander le gustaría tener ese mismo don que tiene con las viejas varitas para poder entender lo que ellos pudieran contar. Quieto en el lugar, la luna a la que con descaro le da la espalda, forma una fea sombra bajo sus pies, es esa misma que recuerda ser lo último que sus ojos ven cuando no es consiente más de su cuerpo, cuando alguien más lo ocupa y él está perdido en un limbo hasta el amanecer. Justo ahora, la luz que baña el campo le hace una jugarreta más, haciéndolo parecer un espectro en aquella penumbra platinada.

 

Es cauteloso cuando avanza apenas un par de pasos, aún se encuentra a bastantes varios metros de la cabaña, y a muchos varios más del castillo, pero es que se siente desconfiado de aquel que es dueño de la mano de cuidadosa caligrafía, que en el mejor de los intentos ha fracasado, y que le ha escrito con aparente urgencia, sin embargo, no solo es que de verdad ha leído la desesperación del autor en sus letras, el nombre que acompaña el de la criaturilla es aún más relevante. Kutsy Stroud, el nombre resulta bastante conocido, está seguro haber escuchado aquel nombre en boca de Evans un par de veces, lo que no está muy convencido es en lastname y que lejos está de relacionarlo a sus días presentes, ¿se estaría confundiendo de persona?, quien sabe, el nombre es tan peculiar que aquello en poco tiempo sigue siendo una opción.

 

¿Cuántas veces le ha dicho Evans que no tome casos suicidas sin consultar antes en persona? Quién sabe, pero ella ahora no se encuentra ahí, ni en Baker ni en la heredad, esta es una de esas veces donde ella dedica tiempo a ellos, su familia Evans McGonnagall, y no tiene noticias de ella salvo por el espejo interlocutor que suena con su fea voz mañanera deseándole un buen día, por supuesto que Ollivander no puede hacer más que acompañarle hasta la puerta de la heredad y verla aparecerse lejos de él, además de también arrojar el espejo por debajo de la cama solo para no ser despertado tan temprano por las mañanas.

 

―Tengo el tiempo contado, querido Dunkel-, es áspero cuando habla, pero no deja de parecer interesado. ―La luna esta por cambiar-, con cuidado se gira sobre sí mismo para encontrarse al fin con un elfo domestico de edad bastante adulta. ― ¿En qué puedo ayudarlo, mi señor? -, ha hecho apenas una venia formal antes de por fin descubrirse de la oscura capa que sombreaba su rostro, mismo que ahora es mucho más blando y gentil con la criatura.

 

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

Editado por Sain M. Ollivander

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El viento parecían anunciar un terrible desenlace, las pequeñas manos del elfo se retorcieron, por enésima vez, una contra la otra mientras continuaba vagando de un lado a otro de la estancia del castillo… De algún modo agradecía que la morada luciera tan vacía, aunque estaba consiente de que los sirvientes se encontraban probablemente escondidos en sus aposentos o quizá en las cocinas, eso poco en realidad importaba, las dos pequeñas hijas de la matriarca yacían en Islandia, siendo cuidadas por un ser del que poco él conocía pero en el que Kutsy había confiado hasta el último momento en que sus ojos se cerraron hacía tres días atrás…

 

La concurrida ida y venida de las personas que laboraban en el castillo llenaban de cotilleos hasta los lugares más recónditos. Ciertamente hacía varios meses que nadie, fuera de la familia pisaba los terrenos, mas los habitantes estaban habituados a eso. La matriarca comenzaba a resentir la quietud de tan enorme morada, por lo que la mayor parte del tiempo se la pasaba en diligencias, con sus dos pequeñas hijas, Emma y Dalí, las últimas descendientes de una familia que parecía agonizar pero que se resistía a morir sin más.

 

Poco se hablaba del paradero del heredero o de su ausencia, nadie preguntaba y cuestionaba nada. Los días transcurrieron hasta la mañana del sábado, como cada tanto Dunkel, preparaba la habitación de la señora así como la de sus hijas, ya era una costumbre que justo a las doce del día las tres almorzarán justo en el lugar donde la boda se llevara acabó. El elfo jamás preguntó porque había elegido precisamente ese sitio para realizar ese “ritual matinal”, donde juntas reían y se veían contentas. Sin embargo, si alguien realmente prestaba atención a las pupilas de Leyla habrían notado que la oscuridad se expandía con demasiada premura.

 

Mas Ethan, el demonio que pudiera contenerle sencillamente no daba señales de vida y aunque la heredera Stroud no lo dijera a viva voz, su corazón cada vez más débil había comenzado a transformarse peligrosamente. Dunkel se preguntaba: –¿Cuanto durara esta calma, Magnus? –después de despedirse las tres y dejarlas a solas para que disfrutaran de lo que aquel sábado habían ordenado.

 

Y no había durado lo suficiente. Kutsy llevaba sumida en un aparente sueño tres días, en los cuales Emma y Dalí habían desaparecido en el mismo instante en que su protegida, su amada hija, se había desplomado en su habitación al mirar la luna como tantas otras veces. El había estado ahí atento a sus movimientos, torpes para un demonio de su categoría, todo pasó en un borrón de instantes indescifrables.

 

El aullido de uno de los lobos de la pareja le alertó de la cercanía del visitante que había llamado. Tras un chasquido de sus dedos, su decrepito cuerpo apareció frente a la cabaña, una sonrisa enigmática esbozaron sus labios al escuchar las palabras del mago –lamento la premura con la que le he solicitado –dijo abriendo la puerta de madera, provocando que un rechinido cimbrará la quietud que les había envuelto –le prometo que su tiempo será más que sólo el necesario –añadió antes de invitarle a pasar. Jamás le había dado por mentir a seres que la matriarca apreciaba pero en su precaria situación olvidaría todo ello, por salvar su vida.

 

Al entrar el visitante podría contemplar una docena de pinturas, que irían desde el bosque que les rodeaba así como también hermosos lagos al atardecer, hasta aquel donde se aprecia el silente recuerdo de la efímera existencia. Sí, Kutsy había dibujado el mismo purgatorio, el que recordase noche tras noche. Era irónico pensar que estaba tan cerca de descubrir cual era su verdadero yo… Y Magnus le condenara a la muerte sólo por protegerla de su padre, de aquel ser que deseaba con vehemencia, el encanto de sus alas caídas, de la dulzura de la sangre de su nieta para los moribundos que agonizantes acudían a su lado para acertar el golpe final a sus patéticas existencias.

 

El elfo esperaba que la luz de una vela fuera más que suficiente para la mirada del señor Ollivander, ese ser que sin proponérselo se convirtiera en… detuvo su pensamiento, en el instante que un escalofrió recorrió su espina dorsal y le hizo lanzar un hechizo justo a las escaleras que se encontraban frente a ellos –¡detente! –Gritó cuando el impacto del rayo azul dejo iluminar la silueta de una mujer de pie en lo alto de la escalinata –he dicho que te detengas –sus manos temblaban, así como su corazón latía con fuerza, más no por miedo a lo desconocido si porque jamás podría hacerle daño…–no a ella –se dijo en un susurro al tiempo que bajaba la vista y apagaba la vela que llevaba consigo.

 

Suspiró y miró al mago que se encontraba detrás de él. Sin más tomó su mano, mas cuando creyó que el peligro había pasado. Un agudo lamento laceró sus oídos que hizo soltará al licántropo y cayera de rodillas –de…–sus palabras quedaron atascados en sus labios mientras la negrura los tragaba por completo, ni siquiera la luz de la luna podría llegar a los confines de ese pequeño infierno personal.

 

Huya…–exclamó el elfo que con su último esfuerzo conjuro un encantamiento que transportaría al hombre fuera de la cabaña, sin embargo no ocurriría así, debido a que Astartea había tomado completo control del lugar. Él hombre despertaría cerca de un lago, la brisa calida mecería sus cabellos y llevaría el aroma de las lilas hasta su nariz, la hierva bajo su cuerpo le indicaría que el verano se encuentra en total plenitud, además de que a la orilla de aquel cuerpo de agua alguien cantaba.

 

La luna llena es mi amante –cantaba con monocorde voz una jovencita de catorce años – la luna se ha enamorado del León que ha de arrebatarle el corazón al lobo cazador…

 

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El mago despertó de pronto sintiendo un fuerte estremecimiento contorsionar sus articulaciones, él licántropo solo pudo ahogar el dolor en un grave gemido que parecía escaparse más por su boca, ¿Qué era? ¿Qué había pasado? Se sitio mareado mientras los síntomas aún se apoderaban de todo su cuerpo, no podía pensar, difícil era escuchar, mucho menos distinguir cualquier cosa, respirar costaba horrores, por lo que se limitó a contenerse de cualquier movimiento innecesario.

 

Después de un largo segundo contraído por el dolor, con forme al calor en el cuerpo le regresaba y de una ruidosa exhalación, él dolor habría pasado por completo dejándolo varado sobre la hierba. Exhalo cuidadosamente, aquel síntoma era muy similar al de amanecer después de una larga noche de luna llena, por lo que todo aquello lo había podido contralar como muchas otras veces, sin embargo, lo inusual esta vez era que está más que convencido que para que la luna llena brillara en lo alto aún faltaban un par de días. Se quejo por lo bajo, tener que revivir esta experiencia sin el alivio de tener que esperar todo un mes más para que su cuerpo cansado se recuperara del trauma.

 

Sobre él, la bóveda celeste una era oscura, llena de estrellas que parecían demasiado cerca para ser reales, algunas de ella cubiertas por pequeñas nubes que escasas, pareaban por ahí. Y justo en lo más alto, apenas con un ángulo perceptible, brillaba la luna. Ollivander cerro fuertemente sus ojos apenas el reflejo de ella se dibujaba en ese dispar de colores. La odiaba. Él, a su corta edad no cree detestar algo o a alguien más tanco como lo hace el modo en el que aquel bello astro pareciera observarlo, como si con sus rayos plateados le arrancara la piel y disfrutara de verlo agonizar de dolor.

 

Un fuerte aire de verano soplo sobre aquel paramo despeinando sus cabellos, justo como él ha intentado hacer en su técnica de aparición. Entonces lo recordó, ¿Dónde estaba el elfo domestico? Dunkel, aquel que lo había citado para esa noche, y que es todo lo que había pasado dentro de la cabaña. Tratar de recordar es difícil y de no estar realmente convencido tiene la impresión de que todo eso ha pasado hace meses. Aun asi, lo único que tiene grabado tan fresco es aquel gesto de puro dolor en el elfo doméstico, tanta lealtad a Garry ha conseguido conmover. Tenía él que volver hasta donde se encontraba Dunkel y ayudarlo.

 

Con dificultad el mago se giró aun tirado en el fresco piso vegetal, sus oídos zumbaban con fuerza, Garry pensó que en cualquier momento podrían reventar su cabeza, asi que se apresuró a buscar en sus bolcillos, aquella pócima matalobos y alguna que otra que pudiera aliviarle el estrés, pero justo ahí, a media búsqueda, lo escuchó. Se trataba de ¿un canto? Él aun no está seguro, si aquella es una canción o quien recita aquella melodía tiene una hábil dicción. Olvidando todo síntoma se ha obligado a buscar en medio de aquella densa noche, a la dueña de tan melódica voz.

 

Es ahí entonces que se da cuenta del tipo de lugar donde ha terminado, puede recordarle algún paramo perdido en la heredad de su familia, con un enorme lago que parece un frio espejo de hielo.

 

Grelliam camino entonces, con cuidadosos pasos, como si tentara el terreno, sensible a la magia, la criatura que moraba en su cuerpo y pensamientos habría sido de gran utilidad en momentos como estos, advirtiéndole sobre la presencia de magia, si esta era oscura o no debía por qué preocuparse tanto, no lo habría dicho a nadie antes, pero su nota alta en el curso de runas antiguas bien se lo debía a su viejo acompañante. Sin embargo, a pesar de la cercanía de la noche más oscura para Garry, la criatura, el lobo, se había mantenido en silencio todo este tiempo, no puede ahora siquiera recordar haberlo escuchado en el momento que Dunkel, el elfo, le advertía escapar.

 

Cuando ya se encontraba a tan solo varios pies de distancia de la cantante Ollivander hace un áspero ruido con su garganta, parecido a un carraspeo que se escuchaba como un gruñido de una molesta criatura del bosque.

¿Quién era aquella persona? ¿Una mujer, una niña…o un demonio?

 

Silenció-, sin titubear Ollivander se enfrentó a la persona. ― ¿Quién eres tú? -, a pesar de lo directo que era con ella, su voy y gestos eran blandos. ― ¿Qué es eso que cantas?

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

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Mientras caminaba, porqué siempre lo hacia todo el tiempo. Leandro llegó hasta el hogar de los Lenteric, los había conocido gracias a Kutsy, una adorable mujer, aunque su primer encuentro fue un tanto inusual fue gracioso hasta de cierto modo. Una leve sonrisa surcó los labios del licantropo al recordar aquel insidente. Decidio llegar un rato para ver cómo se encontraba. La última vez tenía un globo en su vientre.

 

Se abotonó la camisa y sacudió un poco el cabello para verse más presentable aunque sus esfuerzos fueron en vano. Se quitó la chaqueta dejando que el sol tocara su cara y llamó a la puerta.

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  • 5 meses más tarde...

Reencuentro

 

 

Su mente vagaba entre el portal del Hades y el mundo mortal, era un caos que se extendía como ráfagas de fuego ardiente por sus venas, la razón y la lógica luchaban dentro de ella contra el impulso y la naturaleza que cada vez más ganaba terreno. El odio y el deseo mataban poco a poco el amor y todo sentimiento humano que podía existir en ella.

 

El camino era corto pero cada paso que daba la debilitaba pues ¿Luchar contra lo que eres? Solo los locos lo intentarían. Y allí en el punto máximo de su demencia estaba ella, envuelta en una gruesa capa de terciopelo negra caminando entre las sombras hacía el castillo Karlštejn. Su última esperanza moraba en aquel antiguo castillo, Ethan, su mentor y un muy viejo amigo sabría qué hacer con ella.

 

El viento la empujaba mientras terminaba de llegar a la puerta, y tocaba con lo poco de fuerzas y el último aliento de esperanza que le quedaba. Ya que, bajo aquella capa, una gélida mirada zafiro y unas facciones más salvajes que humanas delataban el estado de la Ivashkov.

 

- Ethan…-

 

Fue lo último que pronuncio cuando la gran puerta se abrió, y sus ojos se nublaron llevándola a la inconsciencia


@@Ethan Lenteric

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