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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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REGISTRO

Luss es un pequeño pueblo muggle, situado a las orillas del lago Lomong, en la región de Argyll and Bute, Escocia. Las montañas que lo rodean crean un ambiente templado y fresco, incluso a pleno mediodía; la reducida población está acostumbrada a un estilo de vida tranquilo... sin embargo, ésto es antes de la llegada de la primera familia mágica que se asenta en el poblado: los Moody.

Una pequeña vivienda, retirada de la principal zona residencial de Luss, está ubicada justo al borde de un bosque de pinos. Luego de que un desafortunado "incidente" derivada en la pérdida de gran parte de las antiguas propiedades de los Moody, Melrose, Richard y Ellie, tras juntar todos sus ahorros, lograron adquirir aquella propiedad antigua. Tras varias semanas de arduo trabajo y comidas frugales, lograron convertir la pequeña casa de campo en un hogar cómodo, cálido y seguro para aquella particular familia mágica.

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Se trata de una pequeña y sencilla casa de dos pisos, construida con madera de abedul y un techo de tejas rojas. Si bien la estructura fue reforzada y reparada en donde fue necesario, se nota a lenguas que se trata de un lugar con varios años encima. El jardín frontal, donde hay macetas con flores y un pequeño huerto de frutas y vegetales, es amplio y suele estar bien cuidado, aunque a veces los Moody se descuidan y el césped se ve corrompido por hierbas malas. Un camino de tablas de madera incrustadas en el suelo conduce a los visitantes desde las calles de piedra labrada, pasando junto al buzón de correos con el nombre de la familia, hasta la puerta principal de la casa. Es una puerta pintada de color escarlata, con una pequeña ventana rectangular que permite ver el pequeño recibidor.

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En la planta baja, lo primero es el recibidor, donde los miembros de la familia suelen colgar sus abrigos en el perchero que está junto a la puerta. Hay varias repisas llenas de diferentes cachivaches y una ventana que llena la pequeña estancia de luz natural. En seguida, en el salón principal, están integradas la sala de estar y la cocina. Allí hay más repisas, con libros y diferentes objetos, un sencillo juego de comedor de madera de cuatro puestos y una estufa (conectada a la Red Flú; los viajes resultan un tanto incómodos, pero ¡hey! Funciona para ellos). En cuanto a la cocina, es sencilla y bastante típica, siempre oliendo a café y galletas. Este salón en conjunto suele estar lleno de la música del gramófono de Richard, un objeto que aparentemente sobrevive a cualquier catástrofe. A un costado, están las escaleras que conducen al piso superior.

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Arriba, hay unas pocas habitaciones, cada una con un pequeño balcón; estas son usadas como dormitorios. Además, hay dos baños, uno para las chicas y otro que suele ser acaparado por Richard. Bajo el techo hay un desván, que es usado como trastero; allí están los libros y objetos que pudieron ser rescatados de las ruinas del castillo de las Southern Uplands, aunque constantemente más cachivaches se unen a la colección.

Otro lugar donde los Moody guardan más cosas (sí, son un poco acumuladores), es en el cobertizo del jardín trasero; debido al encantamiento de glamour, para los muggles éste luce abandonado y por eso no se acercan. Dentro del bosque que está tras la propiedad, a veces la familia suele pasar el tiempo con sus mascotas mágicas. No obstante, a rasgos generales, son bastante precavidos; por ello mismo, el laboratorio de pociones está apartado de la casa, también encantado para no llamar la más mínima atención de los no magos. Se trata de una pequeña cabaña aledaña, con los libros, manuscritos y pergaminos que lograran rescatar de investigaciones previas en el castillo y del material que fuese legado a Catherine gracias a las últimas mujeres de la familia Moody. Las investigaciones versan principalmente sobre ramos como Herbología, Magizoología, Pociones y Venenos, pero también hay algunos estudios dispersos en temas como Historia de la Magia, Idiomas y Lenguas Muertas. Asimismo, frente (y lo más lejos posible) a esta gran cantidad de viales, está la improvisada de alquimia: matraces, balanzas, morteros y otros equipos y materiales para la elaboración de pociones. Unos viejos anteojos alfa y una navaja multiusos, que antes le pertenecieran a Catherine conforman parte de dicha colección, así como también los viales comprados en el Magic Mall, finamente adornados en potes de lujo.

La familia, y particularmente Richard, están decididos a separar tan importantes objetos a un espacio diferente, con la ambición de elaborar una biblioteca y una sala de música. Sin embargo, mientras tanto, tales tesoros aún conviven con el peligro de salir volando por los aires un buen día.

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Southern Uplands. Jamás había estado allí antes, tampoco podía decir que le entusiasmara. Era un día gris con el cielo completamente encapotado, corría una fuerte ventisca que anticipaba la llegada de una tormenta y arrastraba consigo las hojas secas que el otoño se había encargado de tirar al suelo. Su mirada de un gélido azul analizaba la edificación que se erguía ante ella y aunque quisiera no podía decir que le desagradaba, de hecho el lugar en sí le parecía bastante enigmático y cautivador con aquel aspecto etéreo junto al lago, el viejo castillo con las enredaderas prendadas de sus oscuros muros y los pinos balanceándose al son del viento. Se arrebujó en su capa buscando protección ante el clima hostil, la melena borgoña se agitaba feroz como llamas ardientes en contraste con aquel panorama tan gris, y tras soltar un breve suspiro emprendió la marcha rumbo a la entrada de aquel castillo.

 

Los tacones de sus botas marcaron el rítmico andar por el pedregoso camino, el viento continuaba batallando con los pliegues de su capa tratando de arrebatársela cual vil villano. La Triviani se aferró aun con más fuerza a la misma decidida a presentarle batalla, aunque apenas llegó al resguardo que le proveía el bajo techo que se erguía sobre la puerta pudo relajarse de forma tangible. Cerró el puño y golpeó un par de veces, mientras aguardaba a por una respuesta se giró hacia los lados oteando los terrenos de aquel extraño lugar al cual la Black jamás había acudido antes.

 

- Los Moody – pensó esbozando de pronto una pícara sonrisa.

 

No pudo evitar recordar al famoso auror de antaño, Alastor Moody, y pensar en cómo este se estaría revolcando en su tumba de solo ver a una Inquisidora en las puertas de su castillo. Peor aún si supiera el motivo por el cual la mortífaga se encontraba allí, con dos rollos de pergamino bien sellados en el interior de su túnica, lista para impartir justicia sobre aquellos miembros confesos de la Orden del Fénix. Distraída en aquellos pensamientos un elfo atendió su llamado, con mirada perspicaz la criatura le contempló de arriba abajo tratando de deliberar si es que sería un amigo o enemigo.

 

- Busco a @ – anunció Alyssa – Le busca un representante del Cuartel de Inquisidores.

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Tomoe, guardián de las almenas


Su largo cabello de tono blanco-plateado se deslizó tras él con aspecto desinhibido mientras oteaba más allá de las murallas. Tenía que admitir que adoraba el clima de ese lugar, con un viento mucho más puro que el de Londres, donde la suciedad se pegaba al cuerpo y le recordaba sus épocas de correrías y matanzas que lo dejaban cubierto de sangre. Tenía la katana enfundada en el cinto y el kimono de un tono blanco firmemente sujeto bajo el hakama azul oscuro.

En los ojos dorados del demonio no podía leerse más que un sincero aburrimiento. Tenía ya casi una hora allí, gracias a la orden de la familia de vigilar todo el tiempo el lugar. De hecho, había estado pensando en ir a servirse un poco de té y encargar el trabajado momentáneamente a alguien más, cuando la figura de una mujer atrajo su atención.

>>Primera visita<< pensó no sin cierta malignidad en los ojos.

Los Moody no eran conocidos precisamente por su hospitalidad pero la paranoia de sus miembros rozaba ciertos límites más allá de lo absurdo; eso, sin contar con la escasa amabilidad que tenían. Las visitas eran, casi siempre y a menos que hubieran sido citados, una muestra de brusquedad.

Tomoe, según las instrucciones recibidas, se acercó al borde, colocando una mano sobre la fría roca que se encontraba a la altura de su pecho mientras la otra descansaba en el mango de su katana. Habló entonces desde arriba.

-Sea bienvenida a la residencia de los Moody -su tono era firme, grave y musical, una voz atrayente-. La recibe Tomoe, guardián de las almenas. Identifíquese y sírvase señalar el motivo de su visita.

Calló entonces esperando respuesta. Mientras tanto, los portones de roble que aseguraban el patio interior y el castillo, permanecieron firmemente cerrados. A lo lejos, se oyó un sonido bajo similar a un silbido. Por el tono Tomoe reconoció con su fina audición el regreso de los lobos de Catherine, Kiba y Tsume, que se habían cansado de su exploración en el bosque y retornaban a la residencia a la carrera, con las patas manchadas, envueltos en el olor fresco del barro y la brizna.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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¿Cuánto tiempo había pasado desde que había entrado por última vez a una situación de batalla?

 

Incluso sentía un poco floja la túnica de combate, como si hubiera bajado de peso en el tiempo libre que se había tomado. La máscara en cambio se adhería a su rostro como si la hubiera pegado, ocultando sus facciones a excepción de la típica sonrisa torcida, cargada de la ironía de quien sabe que va a matar a todo lo que se le ponga delante. Al avanzar por el jardín Ivashkov, terrenos que le pertenecían, sus botas hacían crujir el verde y cuidado césped. Pero después de un segundo, el sonido desapareció como su dueña, que envuelta en una voluta de humo se dirigió hacia el lugar de encuentro.

 

La familia Moody, con su vivienda intacta, era una de las nuevas adiciones de su lista. Y por ende, parecía casi inofensiva ante sus ojos, ocultos por la plata, que observaban todo desde los límites del lugar. Ladeó la cabeza, curiosa, y subió la manga blanca para dejar a la vista la Marca Tenebrosa. Entonces hincó en su piel la varita, casi tan larga como el antebrazo donde estaba el tatuaje, provocando un ardor tan intenso que era imposible que no hiciera ninguna mueca.

 

-Vamos a reclamar algunas víctimas... -susurró después de hacer el llamado, cuando aún no se había disipado toda la bruma azabache que la envolvía.

 

Pronto sus compañeros llegarían, ahí donde estaban fuera de los posibles hechizos aparición. Y juntos acabarían con cualquiera que habitara en aquellas habitaciones. Pero antes tendría que saltar esa muralla, que estaba resultando excesivamente molesta incluso cuando no se había acercado a ella. Torció el gesto. Definitivamente no iba a escalar.

 

-¡Morsmodre! -apuntó al cielo en cuanto los primeros empezaron a llegar y les dedicó una reverencia mientras el rayo arremolinaba las nubes, creando un brillo verde que iluminó todo-. Bienvenidos, después de ustedes.

 

En el cielo nocturno, la Marca Tenebrosa los guiaría al interior.

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Era un bello atardecer, muy cercano al anochecer debido a los bellos colores que Jessie podía ver desde el balcón de su habitación en la mansión Black Lestrange. Un hermoso naranja se difuminaba con el rosa que pintaba las nubes aquella tarde. Sonreía perdida en el paisaje, mientras sentía la briza acariciar su rostro y despeinar su largo cabello rojo.

 

Su vestido color azul turquesa ondeaba al ritmo del viento, re-acomodo su peso en su pierna derecha, sus pies cubiertos por unas finas zapatillas de piso color blanco. Cerró los ojos cuando una fuerte briza hizo ondear aun más fuerte su cabello, al abrir los ojos vio el momento exacto en que el día dio paso a la noche, maravillándose por aquel espectáculo, deseando que Otto estuviera con ella para compartir aquel hermoso acontecimiento.

 

Su brazo izquierdo comenzó a arder con fuerza, justamente donde tenía marcada a fuego su marca tenebrosa. Podía saber quien hacía el llamado, ya conocía a la mayoría de sus compañeros y sabía que esta vez quien llamaba era Leah. Agitó su varita magica apuntando a su rostro para sentir como una mascara plateada la cubría casi por completo, dejando solo espacio para los ojos, la boca y nariz de Jessie.

 

Sonreía mientras bajaba las escaleras de la mansión Black Lestrange hasta llegar a los jardines, donde su fiel amigo Aldrich, el hipogrifo, la esperaba para llevarla a donde quisiera, ya que él también disfrutaba de los viajes.

 

-Vamos, debemos ir donde los Moddy, misión importante - repuso Jessie montando sobre el hipogrifo dejando que este abriera sus alas y emprendiera el vuelo.

 

Era la sensación más liberadora de todas, volar sobre aquel animal pero sabía que no debían de verlo. Así que al llegar cerca de la mansión de la familia Moddy desmonto de aquel bello animal y camino las calles que le hacían falta hasta encontrarse con sus compañeros.

 

-Buenas noches - saludo con parsimonia al llegar con ellos.

 

Era algo maravilloso el poder encontrarse con sus compañeros en estas situaciones, vio como algunos trepaban la muralla para atravesar la verja pero ella espero un poco, no quería apresurarse, no quería impacientarse y terminar haciendo las cosas mal.

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A duras penas si quedaban vestigios de sol en aquel cielo que pronto abandonaba el naranja para teñirse de negro, salpicado por aquella lluvia de diamantes que titilaban con apabullante belleza. Apenas sintió la marca arder en su antebrazo agitó su varita para que la oscura túnica cubriera su figura, echó la capucha sobre su melena borgoña y pasó una mano sobre su rostro haciendo aparecer la característica máscara de plata que mantenía sus rasgos en el anonimato. Apareció a las afueras de un antiguo castillo rodeado por una muralla que tras los años se veía cubierta por la poderosa vegetación de la zona, tras la misma podía observarse un denso bosque de pinos y a lo lejos un lago; pero la atención de la Black estaba fija en aquel pequeño castillo de tres torres que se erguía en el centro.

 

Se giró un momento para contemplar a Leah, quien les había convocado allí esa noche, y tras un leve asentimiento supo que tenía luz verde para avanzar sobre los terrenos de aquella familia. Tomó carrera y tras un trote suave dio un potente salto que la llevó hasta la parte superior de aquella muralla, se quedó agazapada entre las sombras observando las inmediaciones atenta ante cualquier vigilante que pudiera advertir su llegada, pero solo vio un par de elfos custodiando las puertas de entrada. Saltó una vez más para caer suavemente sobre el denso colchón de hierba, entre medio de los pinos que se habían convertido en uno solo con la oscuridad de la noche, y avanzó sin emitir sonido hasta divisar el castillo donde residía la familia Moody.

 

Sonrió cual salvaje en los lindes del bosque, mimetizada entre las sombras llegó hasta la puerta de entrada de la antigua edificación enarbolando su varita con una clara intención en sus ojos, y segundos después la puerta voló en pedazos. Al disiparse la bruma de escombros y polvillo pudo ver que se encontraba en una especie de patio con tres escaleras, tomó la tercera a su derecha para luego llegar hasta un taller de trabajo. No le llevó mucho darse cuenta de que allí es donde se elaboraban pociones y tal vez alguna que otra cosa, experimentaban con magia sin duda, la cantidad de ingredientes que poseían era increíble.

 

- Vamos a darles la bienvenida – masculló la Black esbozando su más cruel sonrisa.

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Se encontraba consumiendo la última botella de Whiskey de fuego que el Warlock guardaba tan celosamente, detrás de un par de libros. Los cuales nadie en aquel castillo leería, ya que no eran del interés de ningún mago, por lo que era el lugar perfecto para esconder algo que no se quisiera que se encontrase. Pero aquello no era impedimento para que la mujer de cabellera rubia que se encontraba en ese momento sentada sobre la cómoda silla de piel perteneciente al patriarca de los Karkarov se hiciese con la botella.

La habitación en la que se encontraba estaba hecha un desastre, varios libros y papeles se hallaban en el suelo, alguno que otro mueble se encontraba volteado, tirado en el suelo y por consiguiente todo lo que había sobre estos. Nathaly bebía sin preocupación alguna, hacía tiempo que había dejado de temerle a las personas de autoridad, y cuando llegó a la familia Karkarov les había notificado que tenía un ligero problema con el alcohol, por lo que al no tener ella una reserva para dormir tranquila había tenido que tomar prestada la reserva del mago de cabellos blancos.

La demonio miraba a un punto fijo en el techo mientras pensaba en la nada, era su tercera tarde-noche sin nada que hacer, ya no tenía alcohol, solo aquel liquido ámbar que reposaba en la copa que sostenía entre sus finos dedos. El cual había hecho rendir durante una hora mientras pensaba en qué hacer para salir de aquel momento de aburrimiento. Pero al parecer la solución a aquel pequeño problema se estaba solucionando cuando la marca en su antebrazo comenzó a arder.

No se preocupo en arreglar aquella oficina y salió del Castillo Karkarov, cuando nadie de su familia pudiera verla, se coloco la mascará y apareció a los limites del Castillo Moody. Southern Uplands. La capa negra que cubría su cabello, también cubría sus ropas, solo se alcanzaba a ver las tapas de sus zapatillas. Mientras pasaba por el camino empedrado decidió quitarse las zapatillas y camino descalza por el lugar. Hasta llegar a la puerta principal de la muralla. Lugar donde se encontró con las personas que habían hecho el llamado.

Bien, que inicie la fiesta.

Cruzo la verja y camino por el lugar viendo los tres terreones que formaban aquel hogar, sonrió y su varita apareció en su mano derecha.

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El atardecer bañaba de las ultimas luces mi cuarto, bastante aburrido mi día, ni los libros podían distraerme de este día tan infructífero. Cuando mi brazo izquierdo arde como la primera vez que esa mortifaga me grabo la piel, era la llamada que había estado esperando, algo que me sacara de mi letargo, busque mi clásica vestimenta, no era aconsejable pero no me gustaba exhibirme tanto, salí de mi habitación cubriéndome con la capucha de mi capa.

 

Mi andar por los jardines de la mansión no era apresurado, el ondular de la capa ahogaba el sonido de mis pasos en la grava. Desaparecí en los lindes de los portones, reapareciendo en Ottery, donde la negrura de la noche ya comenzaba a inundar los rincones del lugar. Coloque mi mascara, que no había tenido oportunidad de lucir hasta ese momento cubriendo las facciones de mi rostro, mientras mi diestra se apoderaba de la varita.

 

El hogar elegido se erguía ante mí, piedras negras se levantaban en una vasta muralla, donde la vegetación se apoderaba lentamente pero firme de ella. Al llegar encontré a los demás, salude con un gesto de la cabeza a los pocos que conocía, aunque con las mascaras era difícil saber quien sí y.... quien no.

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-Celerus Expecto Protego.

 

De la punta de la varita de la Ivashkov, cientos de miles de hilos azabache, de pura oscuridad, se fueron entrelazando velozmente hasta formar la perfecta musculatura de un fénix adulto. La criatura era hermosa, incluso cuando desprendía tal cantidad de magia oscura. Abriendo las alas como un vengador oscuro, la criatura alzó vuelo bastante cerca del suelo para que la mujer pudiera tomarle una pata y entonces, rodeando la manga de su túnica con las garras con un cuidado peculiar, alzó a la mujer.

 

El viaje fue bastante corto, nada que pudiera ser relevante, sin embargo, la mujer pasó por encima de la muralla con una divertida sonrisa iluminando su rostro. El graznido del ave inició el descenso, potente y maligno, lo que la dejó lo bastante cerca del césped para que al caer pudiera girar sobre sí misma sin hacerse daño. De hecho, empezó a caminar tan pronto se puso en pie y siguó andando como si nada. El Fénix subió hasta lo más alto del lugar, con la orden de cuidar los alrededores por si los fenixianos aparecían.

 

-Detritus.

 

Una bruma azulada cubrió su cuerpo, el de Shalyit y el de Alegna en cuanto los siguió al interior de la vivienda Moddy. Iban a una habitación en específica, algo que tenía que ver con las pociones y las capas de invisibilidad, así que al llegar, se hizo con el espacio necesario entre ella, sus compañeros y los objetos morpheables, con unos tres metros entre cada cosa.

 

-Fuego Negro.

 

Invocó una esfera azabache de fuego que flotó en el aire sobre su cabeza, a un metro, bajo las órdenes de ganar poder con el tiempo.

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Atravesó las verjas con sumo cuidado, debía estar pendiente de todo lo que pasaba. Siguió a Shalyit hasta ver una de las torres donde veía que sus compañeros se dirigían, la tercera de aquel castillo. Camino tranquila, agitando su varita en movimientos precisos con su mano izquierda pensando que era lo que quería hacer.

 

-Vitae- mascullo apuntando a una banca de metal la cual cobro vida en cuando el hechizo de Jessie hizo contacto con ella, haciendo que sus patas comenzaran a moverse, el cuerpo de la banca se contorsiono hasta formar una boca, con grandes colmillos generados a partir de las varillas de la banca biplaza.

 

Sabía que no era gran cosa, que esto era poco comparado con lo que ellos podían hacerle, pero debía tener confianza en si misma, era buena con los hechizos y en todo caso tenía a sus compañeros para apoyarla.

 

Dos manos fantasmales surgieron del piso a sus pies, rodeándola por completo mientras ella seguía avanzando, eran fuertes y tan altas como ella. No había forma de atravesarlas a menos que ella así lo decidiera.

 

-¿Sera que por primera vez aparezcan ?- preguntó a nadie en particular mientras llegaba al tercer torreón y entraba sin importarle nada.

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