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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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—Estoy bien.

 

Aún está sorprendida por todo lo sucedido y pueda que le cueste un rato más asimilarlo. Los sanadores con guardapolvos blancos ya se han alejado hacia la zona de "contención". Mel no puede evitar pensar en celdas forradas de blanco y vidrios gruesos desde los cuales se puede ver sin ser visto. No desea eso para Richard. Kendra parece también estar pensando en algo similar pues su rostro no es precisamente amigable, cuando los ve llevarse a Richard.

 

Él todavía no reaccionaba.

 

Cuando logra incorporarse, las piernas todavía le tiemblan. Le da la impresión de que una de sus costillas pueda haberse enmendado de mala manera pero es algo que se encargará de reparar en la próxima luna llena. Por lo pronto, sus preocupaciones se centran en algo muy puntual: ¿Qué es lo que harán con Richard?

 

De hecho, la respuesta llega más rápido de lo esperado, cuando un interno parece retrasarse para dar el informe a los familiares de la persona. Mel mira a Kendra y luego a Ellie pero ninguna de las tres es familiar de Richard, que ella sepa. Lo que sólo deja a Athena, por lo que el muchacho se dirige a ella.

 

—El paciente estará en observación y cuarentena al menos por un período de quince días —explicó, mientras terminaba de tomar apuntes en una agenda que tenía entre las manos—. Aún estando en total aislamiento, se le administrará los nutrientes necesarios... —al alzar la vista, Mel encuentra difícil dilucidar si es una buena o mala persona bajo las gafas de montura gruesa— pero necesito que me firmen el permiso para su estadía —concluyó alargando un papel hacia Athena.

 

Las palabras tardan un poco en hacer mella en Mel. Había notado que la estela de oscuridad cuando Richard se alejara siendo llevado en la camilla, era mínima así que no se había esperado una cuarentena. Si lo piensa detenidamente suena lógico. Los sanadores habían tomado las precauciones necesarias, de forma similar a Ellie, entonces ¿por qué no termina de convencerse?

 

>>Se está muriendo<<.

 

Ese es el motivo que Mel encuentra como única respuesta. Richard se muere pero ellos estudian la estela que lo envuelve y todo lo que sucede pero Mel no cree detectar preocupación alguna por su vida. O tal vez sí, pero opacada por cosas como... ¿entusiasmo por el estudio? ¿Miedo? No parece ser el caso. No hay palabras para definir su inquietud, tan sólo que hay algo en su interior ¿la bestia? Que se rebela ante la idea del encierro.

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  • 2 semanas más tarde...

La voz de Athena suena apesadumbrada y, cuando Ellie alza la mirada para observarla, se encuentra con un rostro que intenta sonreír, mas no lo logra. Sabe muy bien que su preocupación hacia ella es moderada —se conocieron hace un par de horas, de modo que ésto es perfectamente normal— y que, si luce así, es más por la experiencia que vivieron esa tarde y, muy por encima de todo, la situación de Richard. Ellie no quiere empeorar la situación. Está cansada, tanto física como emocionalmente, y probablemente tenga uno que otro moretón... pero no es nada tan grave, como para que valga la pena mencionarlo.

 

—Estoy bien —le asegura, remarcando sus palabras con una leve sonrisa y un gesto de asentimiento—. Aunque admito que no me caería mal una taza de chocolate caliente, sólo por si acaso —sólo luego de hablar, se da cuenta de que probablemente sus palabras no fueron las mejores. ¿Chocolate caliente, cuando el padre de Athena está al borde de la muerte? ¿Chocolate caliente, cuando el castillo de los Moody fue destruido por las semillas malditas de Richard? Apenada, dándose cuenta de su torpeza, baja la mirada hacia Mel, quien comienza a moverse levemente— Yo...

 

Sin embargo, Ellie se muerde la lengua, en primer lugar porque sabe que hablando sólo la embarrará más, y en segundo lugar, porque Mel habla:

 

—Estoy bien.

 

Su voz le parece un poco débil, pero, si Athena tiene razón, mejorará a medida que las pociones hagan efecto. Por un momento, se pregunta qué tipo de experiencia tendrá esa muchacha, mas no es el mejor momento para socializar. Ellie ayuda a Mel a ponerse de pie, y se da cuenta de que su cuerpo también está un poco débil, pero cree que podrá arreglárselas, por lo menos para adentrarse en el hospital. Como ella lo ve, allí están a salvo y no hay de qué preocuparse.

 

Unos momentos después, un sanador se acerca a ellas, aunque se dirige a Athena. Ellie razona que, al ser la hija de Richard, es la familiar más próxima de él, y por lo tanto su guardián en aquella situación. Muy tranquila, espera a que la muchacha firme el papel... pero, entonces, advierte que no lo hace al momento, lo que sería lo normal. Y, cuando observa Mel, nota una mirada extraña en su rostro. ¿Qué podría estar pasando por su cabeza?

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Sabe lo que significa que estar en San Mungo aunque lo ha vivido desde la otra vereda, quizás imaginó que algo como una cuarentena y una larga hospitalización se veían venir, incluso que él sería objeto de investigación antes que de sanación pese a que los sanadores y todo el personal que allí trabaja no saben la realidad de su padre y poco podrán hacer por ayudarle. Pero era normal acudir a una institución de salud después de lo ocurrido, como también serían las protestas de Richard si estuviese despierto.

 

Se toma su tiempo para evaluar una última vez si es lo mejor, incluso cuando ya están prácticamente partiendo con él hacia la sala aislada. Dirige una mirada a Kendra quien parece tener mucha más idea de lo que está sucediendo realmente pero que al parecer a optado por permanecer en silencio y dejarle toda la responsabilidad a ella ¡Genial!

 

—Me va a matar cuando se recupere... —Murmura para terminar firmando el papel no de muy buena gana, aunque antes se asegura de que el papel cumpla con algunas cosas.

 

En cuanto el interno se aleja con la comitiva y Richard en la camilla vuelve hacia donde estaban Melrose y Eileen para prestar ayuda a la primera.

 

—Puse de condición que nosotras cuatro podamos verlo, pero creo que es necesario que lo saquemos de aquí, dudo mucho que ellos puedan ayudarlo en cambio esa mujer creo que tiene muchas más respuestas. Tal vez deberíamos esperar hasta mañana y luego solo llevarlo a la Moody, o a lo que queda de ella. —Una sonrisa algo torcida se forma en sus labios. —Además si esos dos aún lo buscan aquí dañarán a muchísima gente hasta conseguir llevárselo. Auch... —Se lleva la mano libre al estómago puesto que había hecho que Melrose pasara su brazo por sobre sus hombros.

 

La costumbre le hace olvidar que ahora debe preocuparse el doble. La incomodidad dura solo un segundo, la palidez también.

 

—Me vendría bien algo de chocolate caliente también, en lo que planeamos cómo sacarlo de aquí... —Baja la voz en la última frase aunque nadie les está prestando particular atención.

 

No debería ser muy complicado. Si Madeleine estuviese allí simplemente hubiese hecho estallar algún muro, maldicho a un par de personas cruzadas en su camino y asunto solucionado, pero ella era más diplomática para las cosas. También debían pensar cómo demonios lo iban a curar en casa porque Athena sabía lo que era Richard pero solo eso y los gemelos tenían mucha más información, tanta que supieron atacar en el momento oportuno en que él estuvo más débil.

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Cuanso están en el patio de comidas tomando chocolate y, en el caso de Melrose, además una pequeña merienda, Kendra vuelve a acercarse a ellas. No es que la mujer haya dicho mucho en realidad pero aún así se siente un aura intimidante emanar de ella. Es como si de pronto, no quisiera estar allí y se estuviera obligando a hacerlo.

 

--Hola.

 

El saludo parece ser general, por lo que Melrose alza el brazo y lo agita a manera de respuesta, intentando esbozar una sonrisa. Todavía le duele un poco la pierna pero no cree que sea porque tenga algo roto si no porque algo debe haberse enmendado mal. O quizá sea otra cosa completamente diferente. Su cuerpo, en ocasiones, suele funcionar distinto al de un humano.

 

--Bien... --Kendra está dispuesta a agregar algo pero luego parece cambiar de opinión-- supongo que tú eres la hija de Richard.

 

Se dirige a Athena por supuesto, por lo que Mel sólo se dedica a su chocolate y sus empanadas por un rato. Kendra, aparte de hastiada, luce alerta, como si estuviera pensando en algo totalmente distinto.

 

--Richard quiere salir por supuesto --alza una ceja en dirección a todas a la par que se acerca para tomar una silla. Cómo nadie objeta, se sienta y toma un reloj de bolsillo--. Ha tenido suerte. Otro poco más y los gemelos habrían logrado que muriese.

 

Mel se queda callada y sin hacer nada porque hasta el sonido que hacer al masticar y pasar la comida parece grosero. Nunca había visto una vampiro como aquella y menos en Ottery o el callejón. Hasta parece oler distinto. Es un olor penetrante y letal, atrayente pero no para Mel. Casi puede sentir como si su nariz le dijera cada pieza de información: ese olor es la carnada para algo, pero no algo como tú. Así que se obliga a dejar la empanada a un lado por una vez y a prestar atención.

 

--Pero no será sencillo en su estado. Primero tiene que "sanar".

 

Su mirada se vuelve intensa de pronto. Mel no tiene idea de a qué puede estar refiriéndose esa mujer y por primera vez en mucho tiempo desea ser más lista, como Ellie; quizá así Rosalia no la habría echado de su clase y podría haber intentado leer sus pensamientos para enterarse.

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—Ajám. —Menciona como toda respuesta, pese a que Kendra a afirmado el parentesco que le une a Richard. Es una de las tantas hijas que el sujeto a tenido a lo largo de los años. —No dudo que quiera hacerlo, incluso en su estado, y también estoy consciente que ellos no pueden hacer casi nada por ayudarle pero era la única opción que teníamos en ese momento. Nuestro lugar a sido destruido por los gemelos y hasta no cerciorarnos de que es seguro no quisimos arriesgarnos en llevarlo hasta allá.

 

A simple vista y con lo poco que cuenta puede deducir que Kendra lo conoce hace bastante años, y que casi parece que ha estado esperando que suceda lo actual desde hace tiempo. Por algo tardó tan poco en hacer acto de presencia.

 

—¿Sabes? Hace un tiempo él habló conmigo y me contó un poco sobre lo que es, pero la mayoría de las cosas las desconozco por ejemplo eso de "sanar", no es algo que encuentre en un libro con pasos a seguir para poder ayudarlo ¿alguna idea? ¿se necesita que haga o busque alguna cosa?

 

En realidad no esperaba que le diera un respuesta directa. Richard era hermético con el tema y eso le daba a entender que todo aquel que conociese su verdad también sería necio de entregar información sobre cualquier ámbito que le rodea. De seguro Kendra no será la excepción. Es extraño, le da seguridad para hablar de temas de su padre pero le causa incertidumbre su rigidez, seriedad y esa aura algo pesada a su alrededor.

 

Aguarda por la respuesta mientras comienza a evaluar otras. Es necesario revisar el destruido hogar de los Moodys, quizás levantar algo provisional en que puedan hacer descansar a Richard el tiempo que sea necesario. Cerciorarse de tener un plan que les permita huir en caso de que los gemelos se les ocurra regresar. Que cuente con algunas cosas básicas, es bastante quehacer. Melrose aún debe terminar de componer esa pierna y no está en sus planes pedirle a Ellia que vaya pues siendo sus primera hora no debe conocer la mayoría de cosas importantes o en las que fijarse del lugar.

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El chocolate, como un alquimista bien lo sabe, tiene un efecto reconfortante. Durante un rato, las brujas permanecen en silencio tomando sus bebidas y, en el caso de Melrose, comiendo unas empanadas. A medida que se tranquiliza y su mente se aclara, Ellie cae en cuenta de lo que ha sucedido aquel día. El castillo de los Moody, del que su padre tanto le habló, fue destruido; un familiar al que conoció ese mismo día está al borde de la muerte, consumido por algo que no entiende y, de alguna forma, ella terminó siendo parte de todo. Ahora no puede echarse atrás. «No puedo hacerlo —se dice, mordiéndose el labio inferior—. No quiero hacerlo». Si bien ella nunca ansió conocer más Moody, sí ansiaba vivir más cercana a la magia; casualmente, es su familia la que se lo está facilitando y, de alguna forma, se siente en deuda con ellos. Por no mencionar, además, que estuvo ocupando una cabaña que es de ellos y ni siquiera intentaron echarla; por el contrario, la recibieron sin hacer muchas preguntas.

 

«No puedo decepcionarlos...».

 

Cuando Kendra se acerca a ellas, Ellie sale de su ensimismamiento y saluda a la mujer de aspecto tan extraño con un gesto de la cabeza.

 

—Éste es el único lugar donde pueden atender a Richard... ¿no es cierto? —acota Ellie tímidamente, tras las palabras de Athena. A pesar de que todavía tuvieran un castillo, no tendrían allá recursos para atenderlo correctamente— Aquí hay medimagos y eso... —susurra, frunciendo ligeramente el ceño.

 

Ella tampoco podría decir qué es "sanar", exactamente. Ni siquiera está segura de comprender cuál es el mal de Richard; aún así, quizás Kendra simplemente habló a rasgos generales.

 

—¿Te refieres a que debe recuperar fuerzas, antes de pensar en trasladarlo? —se atreve a preguntar.

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  • 1 mes más tarde...

—En realidad... —por un momento su expresión fue difícil de leer. Parecía estar debatiéndose entre dos ideas, como si quisiera hablar y a la vez no pero al parecer terminó de decidirse porque prosiguió tanto en respuesta a Athena como Eileen— su cuerpo no va a "sanar". Él me trajo aquí porque sabe que hay un posible depositario para su alma. Va a cambiar de cuerpos y hay aquí una persona que ha perdido su mente para siempre. Sabe que puedo detectarlo porque percibo su sangre pero su cabeza no emana pensamientos... es casi como si estuviera muerto. Lo que Richard estará pronto, si no realiza el intercambio antes.

 

>>Por supuesto, podrían también esperar que los medimagos consigan revertir el problema de sus circuitos mágicos a tiempo pero al menos tú —aclaró refiriéndose a Athena— lo conoces ya suficiente como para saber que él no va a esperar a que eso suceda. Quiere un método más efectivo —su rostro se quedó un instante ensimismado— la verdad es que no suelo hacer juicios respecto a cómo consideran las personas oportuno solucionar sus problemas así que expongo sus planes ante ustedes por ello<<.

 

Si bien Kendra era un vampiro, sus sentidos habían estado más enfocados en hallar a esa persona. Los vampiros de su tipo solían encontrar a las personas debido a sus pensamientos, por lo que en la vastedad del hospital sólo buscaba el punto muerto de donde no emanaba pensamiento alguno. Estaba en el área de tratamientos mentales. Sin embargo, era para Kendra un proceso tedioso y no llevaría a cabo las órdenes de Richard si su hija se oponía, aún si él moría y no llegaba a realizar el "favor" que le había prometido a cambio de una ayuda como esa cuando la había "contratado" como último recurso en caso una cosa como esa sucediera.

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Pese a lo divertido que parecía ser sobrevolar el firmamento encima de su thestral rumbo a tierras escocesas; Elros sentía un cúmulo de emociones que embriagaban su consciencia adolescente, desviando su foco de atención en diversos momentos en que por escasos segundos no terminó impactado por uno que otro rayo de las nubes más altas que parecían estar migrando a otras regiones. Luss era un pequeño pueblo a orillas de un lago adornado de majestuosas montañas que le regalaban serenidad a cualquier persona que decidiera poner en la ruta de sus mapas viajeros dicha localidad; aunque el pelirrojo no podía darse el tiempo de visitar el barrio residencial por ahora, debido a que la humilde morada de la griega se hallaba mucho más retirada de la población general, más bien justo al borde de un bosque de pinos que colmaron de aroma las fosas nasales del muchacho una vez que aterrizó con su bestia invisible para muchos que no se habían cruzado aún con la mismísima muerte. -No te alejes mucho, eh. Puedes descansar- le susurró Thomas a su criatura, no sin antes acariciar su cabeza con gratitud y cariño; instantes previos a desviar su esmeralda mirada hacia la sencilla casa de madera de dos pisos con tejado carmesí. Dentro de todo, Gryffindor temblaba de nervios; y no era precisamente por tener que toparse con Athena tras aquel episodio en la Vulcanización, ni tampoco porque ésta estaba de cumpleaños aquel día, o por la persecución que Gringotts le traía encima hace unas semanas; todo le era un tanto indiferente versus a la aprensión de tener que platicar cara a cara con aquel hombre... Richard Moody.


Luego de coger un par de frutillas del huerto para endulzar su paladar; el fenixiano recorrió el camino de tablas (pasando junto al peculiar buzón de correos) hasta la puerta principal escarlata que poseía una diminuta ventanilla rectangular que le permitió saciar su infinita curiosidad al desear saber si alguien conocido estaba en el recibidor de la vivienda. -Vaya... ya estamos aquí. No hay marcha atrás... Elros, ahora no- suspiraba con cada intento fallido que realizaba de querer golpear con su mano empuñada el umbral de ingreso; frustrándose en el acto al notar que varias gotas de sudor recorrían su pálido rostro. ¿Tanto miedo le provocaba tener que hablar con aquel mago? ¿O era que Rouvás le había metido cizaña durante todo este tiempo juntos? Pues... no lo sabía. La boca se le había secado, un nudo angustiante comenzaba a formarse en su garganta, la ropa le asfixiaba, y cada vez su voz se volvía un conglomerado de tartamudeos que, a ciencia cierta, harían reír a cualquiera que le oyese. Sin más trámites; el paladín de La Orden acomodó (sí, una vez más) su camisa nívea (desabotonada en sus primeros dos ojales), observó que su pantalón de tela y zapatos brunos estuviesen impecables, peinó sus engominados cabellos rizados con una de sus manos (ya que en la otra traía un ramo de flores blanquecinas de jazmín) y cuando ésta acabó su cometido, golpeó con algo de fuerza exagerada. -Bu... ¡Buenas! El señor Richard Moody... ¿Se encuentra?- consultó Elros a quien le abrió la puerta.

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El cuerpo se sentía todavía extraño. Estar dentro de él era difícil y sus movimientos no se sentían del todo gráciles, como siempre. Era así siempre, cuando adquiría uno nuevo y poco a poco, éste se iba amoldando a su alma.

 

Había permanecido encerrado por más de quince días. Se había alimentado principalmente de leche, miel, agua y ocasionales frutos frescos y secos. Su cuerpo poco a poco se adaptaba más. El cabello oscuro había clareado la primera semana y luego había empezado a adoptar el tono aureorojizo original. Lo mismo había pasado con sus ojos, que aún ahora todavía no eran del todo castaños aunque sí eran ya mucho más grandes que cuando adoptara al nuevo hospedero. Su mirada, quizá por eso, se notaba algo turbia.

 

Durante ese período, en que Freya había acudido excepcionalmente al Antiquités de Cathecir, para ocuparse de él y de la tienda, Richard no había visto a nadie. De hecho, era ya bastante sobresaliente que la elfina viviese en una tienda en Diagon como esa, a sabiendas de que criaturas de su calibre jamás vivían en residencias tan pequeñas. No lo decía, pero parecía estar languideciendo. En breve, Richard la devolvería con los Evans McGonagall y la obligaría a guardar el secreto con alguna maldición. Tampoco había visto a Eileen o a Melrose, ni siquiera a Athena.

 

Al inicio, había considerado la posibilidad de alojarse en casa de los Moody pero luego había descartado la idea. No era un lugar adecuado, ni mucho menos. Por eso mismo, lanzó un improperio cuando Freya le informó a través del espejo comunicador que un visitante había llegado a la residencia en Luss. Ella pareció entender que había sido escuchada. Richard necesitaba más tiempo pero no lo tenía. Su magia era un desbarajuste de nuevo y ahora...

 

Ahora, quizá la única hija a la que no había arruinado se iría.

 

Bueno, no era algo que no hubiese esperado desde que lo había visto sentado a su lado cuando visitara de improviso Moon River. Lo había tratado mal y eso había molestado a Athena. Se preguntaba una y otra vez cómo se sentía pero no conseguía entenderlo. El vacío en su interior llenaba casi cada parte y la única que había hecho alguna diferencia allí había sido su hija, jamás la idea de tenerla en sí misma. Es decir, sólo podía percibir emociones cuando la tenía ante él, cara a cara, para saber qué era lo que sucedía. Cuando estaba lejos, sin importar si al verla había sentido que la quería, dentro sólo estaba el vacío, el tedio de días incontables que se sucedían el uno al otro, mientras los libros, el vino, el aire... todo parecía empeorar.

 

Había disfrutado de los mejores vinos, la más selecta de las músicas, había yacido con hombres y mujeres por igual y muchos de ellos a la vez en determinadas ocasiones y cuanto más tenía, más menguaba su codicia y menos satisfacción obtenía. Hasta que, aún con todo ello, no tenía nada. Esa, era la oscura realidad, el pozo insondable que lo poseía.

 

¿Era acaso que las almas envejecían? Se preguntaba Richard de vez en cuando ¿O quizá el precio de la nigromancia? Él era, después de todo y a pesar de la excepción del continuo de sus vivencias, un humano y no un vampiro, licántropo, taltos o especie duradera similar. Era cierto que en cuanto a la nigromancia la había usado en el pasado pero ya no lo hacía, aún cuando cada cierto tiempo echaba mano de las artes oscuras. El problema era que ya ni siquiera sentía miedo o actuaba con cautela con ella. Parecía innecesario. No moriría de todas formas.

 

Ahora, aquel niño venía a su porche (suyo retóricamente hablando, puesto que apenas había terminado de cambiarse, se ponía las botas de pasadores y se peinaba el pelo hacia atrás con los dedos para salir al exterior) a preguntarle quién sabe qué cosas cuando todavía no era él mismo.

 

¿Estaba angustiado o al menos sentía una mínima preocupación?

 

El problema era que sólo estaba desorientado. Sus sentidos no estaban del todo ajustados y por tanto todavía no eran tan agudos. El hombre del hospital había sido más alto que él y con los días sólo había perdido un par de centímetros. Su pelo todavía se sentía extraño y tupido a pesar de tener ya su color original. Por suerte, no tenía barba o vellos o cosas parecidas o se habría muerto de fastidio. Sus pies también eran más anchos, grandes y bastos; se sentían como un par de torpes barcas. No se percibía a sí mismo del todo como Richard pero tenía que lidiar con el muchacho de la puerta.

 

Se encontró en la cabaña en menos de quince minutos y desde allí (luego de comerse una menta y lavarse los dientes debido a las náuseas) llegó a la cabaña a través de la puerta que lo conectaba con Luss. No tenía el garbo usual que él solía tener al andar pero se las arregló para lucir algo más decente bajo la larga capa azul oscuro, con una capucha amplia que le cubría parte de la frente y enmarcaba su rostro. El espacio a los lados de su cara dejaba a la vista parte de sus rizos desordenados.

 

Freya ya lo había invitado al salón y le había servido té y pasteles de carne cuando Richard llegó. Se quedó entonces en el marco de la puerta y lo observó con cautela. Se dio cuenta que ni siquiera al verlo sentía nada y Athena no estaba allí. Así que luego de hacer una venia como única bienvenida se dirigió primero hacia la repisa en donde por suerte se hallaba el gramófono (que por alguna razón en esa casa parecía ser trasladado a distintos lugares, incluso en una ocasión lo había encontrado sobre la tapa del baño cuando a alguien parecía haberle entrado ganas de darse una ducha nostálgica) y colocó la aguja sobre uno de los discos que tenía guardados en los cajones abajo de todo. Cuando la melodía empezó a sonar, tomó asiento sin sacarse la capucha ni la capa y vio a su visitante a la espera de lo que tuviera que decirle.

 

Un lado de la capa cayó hacia un lado, revelando pantalones de montar negros y una camisa blanca de estilo victoriano pero él se acomodó enseguida para quedar cubierto de pies a cabeza y sus ojos todavía con esa turbia combinación de oscuro y claro miraron a Gryffindor intentando adivinar qué sería lo primero que le diría. A pesar de estar en semejantes condiciones y con sus sentidos todavía medio muertos, no le costó deducir que sería inútil intentar adivinar sus pensamientos con sus mediocres capacidades actuales. Quizá antes del incidente con los gemelos podría haberse animado a intentarlo pero no lo hizo ahora, si no que ocultó lo mejor que pudo los propios, que versaban más bien sobre el ridículo juego de adivinar qué sería lo primero que diría. Podía reconocer a un oclumante cuando lo veía y a un legilimante aún más.

 

La fuerza del hábito hizo que volviera un instante la vista al fuego, intentando no pensar en Rusalka y el paralelismo que sentía con la historia pero luego, su cabeza quedó en blanco una vez más.

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A través de las ventanas abiertas una suave melodía se desliza. Ellie detiene sus pasos y, por un momento, se detiene sobre la alfombra de bienvenida para disfrutar de la música. Sin embargo, medita, no es sólo la música lo que disfruta. Es todo. La brisa fresca, los colores cálidos del jardín, el aroma del bosque, la promesa de haber recibido la canasta semanal de tablets de su madre... Básicamente, la sensación de estar en casa. Pero hay algo más: la felicidad residual de los últimos días que compartió con Hobb, en Castle Combe. El recuerdo la hace sonreír y, algo muy extraño en ella, le hace desear tener un confidente con quien hablar del tema, alguien que simplemente la escuche. Su primera opción es Mel, pero hace días que no la ve. Con Athena no tiene mucha confianza, por no mencionar que debe andar preocupada por el asunto de Richard. Y en cuanto a Richard, sabe que o se burlará de ella o simplemente la ignorará, a pesar de hablarle de frente.

 

De todas formas, empuja la puerta y entra a la casa. Hobb tiene trabajo en el Concilio de Mercaderes. En cuanto a ella, no tiene trabajo de la Universidad pero le gustaría invertir su tiempo libre en algo productivo. Aprovechando que Richard está asentado en Londres, piensa que podría usar por su cuenta la tetera para avanzar en su investigación. Sólo es al caminar hacia la sala que se da cuenta, gracias a la música, de que no podrá seguir con sus planes para ese día. Después de todo, el gramófono sólo es usado por uno de los residentes de la casa.

 

—¿No tienes algo de las Brujas de Macbeth? —suelta Ellie despreocupadamente al entrar a la sala, asumiendo que Richard está solo. Pero al echar un vistazo, nota que está sentado en el sencillo mobiliario un muchacho joven, aunque notablemente alto, según su perspectiva. Le parece acicalado y además tiene flores en la mano. ¿Será algún pretendiente de Richard? Bueno, ese no es asunto suyo, de todas formas. Aunque está en su casa, Ellie se siente un poco incómoda, como si fuera una intrusa. La sonrisa desaparece, su rostro se tensa y su mirada se clava en las botas marrones, que están manchadas de fango, al igual que el borde de su túnica verde oliva— Oh... buenos días.

 

Al observar a Richard, esperando comprender la situación, advierte que luce muy diferente que la última vez que lo vio, donde, a su vez, lucía muy diferente a cómo lo había conocido. Ellie piensa en una poción multijugos de muy, muy, muy lenta acción. Lo cierto es que el tema le perturbó mucho en un principio y todavía le causa escalofríos. Sin embargo, y le da mucha vergüenza admitirlo... el tema le fascina y le intriga, mas no se siente cómoda interrogando a Richard. No tanto porque se niegue a colaborar, sino por la actitud que adoptará. Puede imaginárselo, diciendo "vaya, señorita Moody... no sabía que tenía esos gustos".

 

—Y-yo... yo sólo voy a... —tartamudea por lo bajo, haciendo un gesto con la cabeza hacia la cocina, aunque está allí mismo. Pero por lo menos se alejará de la "reunión". Sin embargo, hay alguien más en la cocina.

 

—¡Señorita Eileen! Perfecto, acabo de sacar del horno más pasteles de carne. Sírvase —es Freya, la elfina de la familia Evans McGonagall, y no entiende qué hace allí. Se acerca a ella con una bandeja humeante de pasteles y los coloca en la mesa ratona, obligándola a sentarse para poder comer.

 

—Oh, gracias —dice por lo bajo, sonriendo con cortesía. Toma asiento en un mueble individual, decidiendo comer despreocupadamente (y rápidamente) para ir a su habitación, mientras la visita termina. No se atreve a decir algo más a Richard o al visitante.

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