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Prueba de Legilimancia (#4)


Rosália Pereira
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Rosália estaba por encima de la Gran Pirámide, por encima de las nubes. Ella era la brisa que acariciaba los árboles, ella era las rocas que estaban estancadas en el lago, ella era el humo que ascendía en espiral desde las fosas del Guardián. Realmente la Arcana estaba sentada en el suelo, con los ojos cerrado, con su cabello como el fuego, concentrada en cada objeto viviente, usurpando su mente. Nadie era capaz de lo que ella lograba. ¿Ser una roca o el agua? ¿Pensar como una rama o moverse como el sol? Ella podía hacerlo, podía moverse entre pensamientos.

 

Y así fue como se ayudó a preparar todo. Solo bastó un movimiento con su Vara de Cristal para depositar cada cosa en aquellos puntos importantes. Esperaba a su alumna que había aparecido justo luego del lago, en la zona de embarque, donde había algunas barcas que esperaban poder cruzarla por aquellas aguas cristalinas. La prueba realmente no estaba en llegar a la isla, cruzar los árboles, atravesar los setos y presentarse ante la pirámide, sino en cada estatua que había allí.

 

Eran cuatro. Cada una representaba un elemento. Agua en el borde del lago. Tierra posaba cerca de aquellos árboles. Aire se encontraba escondida entre los altos setos del laberinto. Y Fuego vigilaba atentamente la puerta a la pirámide. Emily debía llegar a cada una de ellas. Emily sería la única que sabría como se veían cada una de esas estatuas. ¿Y cómo lo sabía? Porque la Arcana se había encargado de avisarle que debía encontrarlas y enfrentarse a un obstácul0.

 

¿Y cómo sabría cuál? Tampoco le había detallado tanto. Rosália solamente le había confesado que cada estatua estaría a la vista de Emily. Y que cuando las viera, reconocería la estatua de qué elemento. ¿Y el obstácul0? "Cada una tiene que ver con su elemento. Debes saltearlos en base a lo que representan" Allí estaba la gracia, cada prueba era diferente para cada alumno, asi que Rosália no quería ayudarla de más.

 

Agua, Tierra, Aire y Fuego. Tal vez Emily podría llegar rápidamente a cada una de ellas y saber qué elemento representaban. Pero lo importante era redescubrir en su mente y ver realmente en cuál barrera consistían. Tal vez era buscar un vaso con agua o apagar un fuego, pero todas las situaciones se encontraban en la mente de la joven, solamente tenía que autoanalizarse. ¿Sucedería todo de verdad o sería producto de la cabeza de la bruja? De eso tampoco estaba segura. Lo que si importaba, era llegar donde estaba Rosália, dentro de la Sala Circular.

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Luz. Es lo primero que ve al atravesar el portal. No sabe si es porque se autoinyecta ánimos o en realidad el ambiente es precioso, como si la naturaleza estuviera a su favor en ese momento, como si la arcana supiera que iba a elegir ese momento del día para hacerla pasar por la prueba. Mira su ropa y piensa que debe deshacerse de la capa de viaje y la túnica. Se las quita y deja como un “punto de inicio” dejando un pequeño montoncito de ropa, pergaminos y demás cosas que llevaba encima y que no cree necesarias.

Lleva encima únicamente las cosas ganadas con la experiencia en las clases de los libros de hechizos guardados en el monedero, la varita mágica en la mano y el colgante del fénix escondido en la blusa. Inspira hondo y da los primeros pasos, adentrándose en la zona de embarque y mirando una a una las barcas dispuestas para ella. Recuerda las palabras de Rosália, las de buscar las estatuas, que estarían a la vista.

Pero no encuentra ninguna a esas alturas. Va a subir a una de las barcas, la más grande, cuando, de repente la ve en el borde del lago, justamente desde la barca a la que iba a subir. ¿Coincidencia? No lo cree, sus pies se habían movido como por sí solos. Se baja de inmediato y se dirige hasta allí, está como tapada por las sombras que proyectan las cosas a su alrededor, por lo que estaba a la vista, pero escondida.

Se acerca cada vez más y puede notar que es transparente y mide exactamente lo mismo que ella. Cuando está a solo un centímetro de distancia, ve su propio reflejo. Aquello no tiene sentido ¿qué tiene que ver el agua con verse a sí misma? Se queda mirando un momento a sus propios ojos y entonces entiende. El agua representa la verdad, los sentimientos, los pensamientos. Empuña la varita mágica y saca un hilo plateado de allí, llevándolo hasta la estatua. En cuanto el pensamiento toca el cristal, se reproduce.

Se ve un par de años atrás, dejando el collar de fénix que ahora tiene en el cuello, enterrado en alguna parte de Grimmauld Place, simbolizando el dejar “esa” vida atrás, llena de enojo y rencor; una promesa de nunca volver. Aquello la llena de remordimiento, el ser una desertora. Y a la vez, la había hecho avanzar hasta donde estaba ahora. La prueba de esa estatua era olvidar y continuar. Cuando se ve dejando Grimmauld atrás, el recuerdo deja de reproducirse y la estatua se vuelve agua, perdiéndose. Ha dejado como ofrenda una pequeña, y significativa, parte de su vida que la mantenía atada al pasado.

Sube a la barca sin saber porque siente alivio y a la vez las apremiantes ganas de llorar. Sabe que ha dejado un recuerdo, pero no cual. El camino sobre el lago es tranquilo, aunque sus sentidos la mantienen alerta. Cuando se baja, ve que empieza la vegetación espesa y que debe adentrarse en ella. Camina sin apuro, pisando fuerte, mirando a los lados, buscando otra estatua, temiendo dejarla atrás sin darse cuenta. Da vueltas y cree que empieza a caminar en círculos. Siente que algo la alerta,pero está sola ¿sería Rosália? Oh, pero nota que todo a su alrededor son seres vivos, se concentra y usa la legeremancia. Se deja llevar por los susurros de los árboles y la encuentra ¡tierra! La segunda estatua era de tierra ¿cuál sería la prueba?

Se acerca a paso firme con la varita en alto. A solo un metro de distancia de la estatua con la forma de una maceta, cae a una trampa formada en la misma tierra. Usa el amuleto volador para amortiguar la caída y nota algo blando que la rodea. ¡Maldición! El lazo del diablo. Es irónico que gustándole tanto la naturaleza, su mayor temor sea morir encerrada y estrangulada por un lazo del diablo. ¡Lumos! Dice, pero sabe que no es suficiente, la luz que emana su varita mágica es insignificante y no se concentra lo suficiente para invocar algo más poderoso.

Entonces piensa en el jardín y se imagina allí, como si fuera a manipular el lazo del diablo. Cierra los ojos y se traslada mentalmente, relaja los músculos y casi no siente las ramas enredadas en sus extremidades, torso y cuello. Se queda quieta y de un momento a otro, la planta empieza a “tragarla” y aparece nuevamente frente a la estatua, que desaparece ante ella, dejando un cúmulo de tierra. Se seca el sudor, con el corazón latiéndole con rapidez, y aunque quiere parar y tomar un descanso, sigue su camino. No hay tiempo que desperdiciar.

Se adentra más en entre los árboles y llega a una especie de laberinto. No sabe si lo es o su mente le dice que está dando vueltas y vueltas sin sentido. Se sienta a recuperar el aliento, pues siente cansadas las piernas y debe pensar en una forma de salir de allí sin hacer trampas, como usando un salvaguarda mágica y atravesarlo todo hasta encontrar la estatua. Se pone el anillo que la previene de los peligros y ve que todo está en orden. Contrariada, reanuda su camino esta vez mirando al cielo, buscando pistas. Hasta que la encuentra.

Es la estatua de una esfinge, sobre los setos. Se le ocurren un millón de formas de ascender y tocarla, pero solo pone una mano sobre el seto para que le llegue información a su mente, información que no sabe de donde llega. Pero es un acertijo, que según la esfinge se llama “el pirata del aire”.

‹‹Un joven secuestró un avión. Ordenó al piloto volar a un aeropuerto diferente y comunicó por radio sus exigencias. A cambio del avión y la libertad de los pasajeros pedía 100.000 dólares y dos paracaídas. Cuando aterrizó se los entregaron. Ordenó al piloto despegar y volar bajo hasta su destino original. Al pasar sobre un desierto se colocó un paracaídas, tomó el dinero y saltó del avión. El otro paracaídas no fue usado. Nunca se encontró al hombre. ¿Por qué pidió dos paracaídas si iba a utilizar sólo uno?››

 

Tiene suerte de haber vivido con muggles durante un tiempo. Las palabras “avión” y “aeropuerto” no eran comunes en el mundo mágico. Medita un momento, caminando de lado a lado, sabiendo que si se equivoca no la dejará pasar. Entreabe los labios, todavía insegura, pero habla ¿o piensa? ‹‹Para hacerles creer que tiene un rehén y que le den dos paracaídas buenos›› La esfinge la mira con recelo, como si quisiera matarla ¿o lo imagina? Al menos, de un golpe se desvanece en el aire.

Los setos forman un camino que sigue sin dudarlo, siente que está cerca de la arcana. Incluso, puede ver la entrada de la pirmámide y la última estatua allí. Camina y a la vez siente que no avanza, como si sus pasos fuera en vano ¿o es solo la ansiedad por llegar ya? Debe ser eso, porque al salir del camino puede ver que está a unos cinco metros de llegar. Cráteres se forman súbitamente y el fuego se alza a varios metros de altura.

Fuego era…fuego, literalmente. Emily activa el salvaguarda mágica ante el miedo de ser quemada. Se arrima en una zona donde el fuego no llega y sale de su forma intangible. Busca como loca en el monedero un frasquito al que le ha atado un collar, el que contiene las semillas de hielo. Lanza el contenido y, por un rato, sabe que ha combatido el fuego recubriendo toda la zona de hielo. Corre, como sus piernas se lo permiten evitando a toda costa resbalar y llega al fin.

La estatua esta vez no se destruye, sino que le abre el paso e ilumina el camino hasta Rosália. Lo sigue, debe confiar. Tres pruebas probaron su mente y una su físico, el uso de la magia. Si lo había hecho bien o no solo la arcana podía juzgarlo. Cuando llega hasta ella, hace una reverencia, todavía con la adrenalina arriba.

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Rosália sonrió de una manera pícara cuando Emily logró encontrar la primer estatua. Era una muchacha astuta, estaba orgullosa de su alumna, y sabía que aquellos trucos que le había enseñado, eran solamente la base de lo que podría hacer. Tenía buen control de su mente, aunque le faltaba, pero con la práctica sabría ir directamente a lo importante. Rosália pudo ver a través de su mente, como Agua era la primera en ser derribada.

 

La Arcana de la Legilimancia se fue apareciendo casi pegada a los talones de su alumna. Cada vez que ésta derribaba una de las defensas que había puesto a modo de estatuas, le daba mucho más ansiedad, la adrenalina recorría su cuerpo con mayor velocidad. Incluso la ropa que portaba, se erizaba como las flores cuando amanecía. Las hojas susurraban entre ellas mientras las diminutas flores que se agrupaban sobre su hombro, se abrían sedientas de oxigeno y luz solar. Pasaron unos minutos para que Emily llegara a la sala Circular.

 

~Emily. Eres maravillosa, niña. Cada dia me sorprendes más. Serás una gran legilimántica. ¡Pero atención! Eso no fue la prueba, solo unos obtácul0s para que el Portal observe la fuerza que cada alumno posee. Ahi dentro, vas a encontrarte muchas cosas. Buenas o malas. Pero no estarás sola. Para éso tenemos éste anillo.~

 

Rosália se atrevió a rodearla con un abrazo. No la conocía demasiado a pesar de saber hasta el último detalle de su historia. Pero ahora que le había demostrado como era en persona, la sentía mucho más cercana. Todos sus alumnos le habían enseñado algo nuevo, donde su imagen de cómo eran las personas, había cambiado. Tal vez sus padres eran monstruos a los ojos de Rosália, pero allí los legeremánticos al menos, eran más similares a ella. La invitó a pasar, cerró la puerta para que nadie las molestara y se acercaron al centro de la Sala, donde se encontraba la estrella de cinco puntas, con el Ouroboros rodeándola. Se agachó y tomo un anillo plateado que le entregó.

 

~Con ésto podremos estar comunicadas, me servirá para saber todo lo que haces ahí dentro. Asi que si necesitas ayuda, no dudes en utilizarlo. Podré estar contigo en tu cabeza, al menos~

 

Rosália Pereira rozó su propio anillo con sus dedos. Éste giro sobre su mismo, irradiando una hermosa energia, unas diminutas chispas verdosas, con la piedra radiante de magia. Sonrió, había sido dificil obtener su cargo como Arcana pero su habilidad lo demostraba. Volvió su atención hacia Emily y el portal se hizo presente entre ellas. Era simple y reflejaba la imagen de ambas. Todo el borde estaba iluminado con una luz violeta, al igual que los adornos y jeroglíficos que se encontraban sobre ella.

 

~Será difícil pero no imposible. Sé que podrás atravesar la prueba sin problema. Aunque hay una complicación que tal vez no te dije. Allí dentro, olvidarás que estas haciendo la prueba. Al menos hasta que sea hora de que regreses. Y eso será cuando tu lo decidas. Si el portal te deja atravesarlo, entonces eso querrá decir que habrás terminado. Yo esperaré aquí por ti. ¿Estás lista? Puedes entrar cuando quieras~

 

La Arcana hizo un ademán con su mano y el portal se abrió. Sabia que Emily entraría cuando estuviera lista y saldría cuando fuera el momento. Ella no podía meterse a la prueba pero la esperaría allí. Solo podría mirarla y darle palabras de ánimo pero nada más, asi que la prueba terminaría cuando Emily volviera a la Sala Circular. Le comentó que tambien sabría que la prueba estaba finalizada, porque su anillo simple, plateado como la luna, se volvería igual que al de ella, aunque solo fuera una réplica. Pero estarían conectadas de por vida.

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Recibe el semi abrazo de Rosália de forma agradable. Es una mujer intimidante, por supuesto, pero siente en su aura que se preocupa por ella, que la quiere ver bien. No mira atrás porque la sala era espectacular. Mas aún la destreza de su maestra para cautivarla con los anillos. Cuando recibió el suyo, sintió un cosquilleo al ponérselo ¡Estaba cerca! Emily asintió, no sabía cómo sería la prueba, pero saber que podía comunicarse con la arcana le daba confianza.

 

—Entendido —dice animada y asustada a la vez, conociendo que perderá la noción de estar en la prueba —Lo haré ahora, muchas gracias por todo.

 

Las palabras no son suficientes pero Rosália puede comprobar que son sinceras. Mira embelesada el portal y el bonito color violeta que emana y mira por un instante el anillo plateado en su dedo, imaginando que cambia como la arcana le cuenta, va a lograrlo, está segura. Atraviesa el portal y todo se hace blanco, tan blanco que la ciega por completo y la lleva a cerrar los ojos…

 

Cuando los abre, se asusta al ver a Fabian acurrucado tímidamente a su lado. El pequeño niño, su primo, había adquirido la costumbre de ir con ella cuando tenía pesadillas y su padre no estaba en casa. No se lo reprocha, pero Emily siente cierta invasión a su privacidad cada que lo hace, y a la vez, el instinto maternal que los gemelos han aumentado en ella la obliga a acariciar su cabello para que siga durmiendo. Intenta no hacer ruido al levantarse, se pone una bata y se asea.

 

Es un día normal en el Castillo Dumbledore. La mente de Emily ha olvidado por completo que está en una prueba y por eso su rutina es tan típica. Cuando sale del baño ya Fabian había salido de la habitación. No se preocupa, los niños son así. Cuando baja a la estancia principal nota que todo está más callado que de costumbre. Busca a los elfos domésticos y no los encuentra y tampoco a ningún familiar ¿había algún evento importante? Es raro, pues su tío le habría avisado para que se quede con los pequeños.

 

Justo cuando ese pensamiento cruza su mente, aparecen los gemelos, cada uno con un juguete, pero con expresiones distintas. Se les acerca haciendo caso omiso del dolor de estómago que el hambre empieza a ocasionar y se sienta a su lado. Observa a Lily un momento y ve que reprime las ganas de llorar. Al preguntarle qué pasa, solo mueve las manos y niega con la cabeza. Fabian, por su parte, está completamente normal. Hasta que…

 

Se fija mejor en el juguete en su mano. Es una escoba voladora, el que fuera uno de sus juguetes favoritos hasta que vio el accidente de uno de sus tíos montado en una. Desde entonces había sido progresivo el que perdiera el miedo. Aquello la alerta. Los niños no olvidaban tan fácilmente. Busca sus ojos y aunque no quiere usar siempre la legeremancia con sus familiares, esta vez, lo hace.

 

Las imágenes que su mente capta no son las de su primito. Hay sangre, hay dolor, hay desesperación. Sale de la mente del falso Fabian -ya sabiendo la ubicación del verdadero- y apunta con la varita mágica al desconocido. Lily de inmediato se pone atrás de ella, como usándola de escudo. Cuando el falso Fabían abre la boca dice algo que al inicio no entiende ¿por qué le daría consejos?, pero que, al estar en la prueba, tiene todo el sentido del mundo.

 

—No puedes confiar ciegamente —su voz no es infantil, es la de un hombre, de quien ahora sus pensamientos le pertenecen.

 

Lo paraliza y, en cuanto lo hace, todo se vuelve negro.

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Rosália miraba fijamente a Emilly al verla cruzar el umbral. Sabía que tras el aspecto de niña delicada, había una bruja totalmente decidida a realizar la prueba, Tal vez la había complicado con algunas situaciones pero lo que era cierto, es que si ella no sabía que se trataba de una prueba, entonces eso haría que Emily se desenvolviera con más naturalidad. Era toda una fachada, sin embargo, lo que podía suceder ahi dentro, podía afectar de manera real a la alumna.

 

Del blanco brillando, la joven bruja pasó a un negro, totalmente negro. La mente de la chica había empezado a jugar y no sabía qué tanto podía afectarla, pero la Arcana sabía muy bien que todos los magos y brujas de Ottery siempre empezaban con algún suceso en la familia. La Arcana observó desde lejos, pero miró cada detalle para ver qué sucedía con sus hermanos y de dónde provenía la voz grave.

 

 

"Una barrera menos. Pero hay más, vamos Emily, el portal no se rendirá jamás"

 

Rosália no había querido asustar a su alumna, pero el portal claramente jugaba con cada centímetro de nuestros corazones. Hasta no probar todo el poder que tenian las mentes, no se iba a detener. Asi que estaba segura que tenía muchas cosas para ver. Por eso que la Arcana se cruzó de brazos frente al espejo encantado que tenía, para analizar a su aprendiz.

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Sigue en el castillo Dumbledore y abre una habitación con una puerta roja ¿por qué no la había visto antes? Ha pasado largos años viviendo allí, y aún así, es la primera vez que la ve. Tenía mucha curiosidad sobre lo que hay adentro, por lo que ni siquiera piensa una vez antes de entrar. Cuando lo hace, el impacto de la claridad en sus ojos hacen que lagrimee.

 

¿Acaso era una sala cambiante? Era poco decir que el color blanco era lo único que se distinguía. Emily había pasado mucho tiempo como examinadora de aparición y esa sala le era familiar, aunque notaba ciertas diferencias, como en que ésta era mucho más pequeña. Se dio la vuelta para regresar pues, literalmente, no tenía nada que ver ahí y ahogó un grito cuando notó que la puerta había desaparecido.

 

Buscó en sus bolsillos la varita mágica pero no estaba con ella. Ni los anillos que alguna vez habia aprendido a usar, ni los medallones, ni nada. Empieza a dar vueltas en círculos intentando pensar en una forma de salir de allí. Gritar no parece una opción, por lo que toca con las manos la pared esperando que alguna parte se mueva y muestre nuevamente la puerta. Como nada da resultado, empieza a desesperarse.

 

Se sienta en el suelo y, en cuanto lo hace, un pilar con una urna aparecen en medio de la sala. Mira extrañada en su dirección y se acerca, dando un brinco para levantarse. Está segura que la sala estaba jugando con ella, queriendo matarla del susto. Aun así, su curiosidad es mayor y asoma la cabeza, ve una foto y un recipiente que parece un mini pensadero.

 

—¿Pero cómo?

 

Ahora sí, está asustada. Es la foto que consiguió de su padre biológico. La había destruido hace tiempo ¿cómo había llegado hasta allí? ¿Qué significaba todo eso? Obviamente, Emily no entiende que esa es una prueba del portal. Se aleja dando zancadas hacia atrás y choca con algo. Es una versión gigantesca de la poción del olvido. Por un momento piensa que está soñando, pero al tacto puede distinguir que todo es real.

 

En el suelo, está en cambio un pequeño frasquito con una nota debajo. Se agacha para recogerlo y sus ojos se abren cuando lee ‹‹Si salir quieres, revertir debes›› ¿Revertir? se pregunta y entonces la visión de ella misma comprando y usando la poción del olvido la atacan de repente. Tiene el frasco en la mano, que empieza a temblar, y aunque sabe que puede ser veneno, lleva el mismo a su boca y lo toma.

 

… Emily va caminando por las calles tranquilas de un barrio mágico de Escocia. Lleva una dirección en sus manos y la compara con los números de las casas por las que va pasando. Cuando llega a una grande, con adornos de piedra, se lleva la grata sorpresa de que es la que busca. Se acerca con algo de timidez y toca la puerta. Espera y espera hasta que un hombre la atiende.

 

—¿Señor Lygnus? — pregunta, con curiosidad. Es un hombre mayor, con los ojos serios y un poco de cabello que ya empezaba a teñirse de gris. Él la mira y solo asiente, como queriendo más explicaciones —Soy Emily, yo…

 

En cuanto dijo su nombre, el hombre frunció el entrecejo y la tomó de las muñecas, sin darle tiempo a reaccionar y sacar la varita mágica. Entonces no pertenecía más a un bando, no manejaba ninguna magia uzza, ni era muy hábil con la magia sin varita, además, aunque mayor, el hombre tenía más fuerza que ella. Y detrás de él podía divisar varios rostros, entre curiosos y enojados. Sintió cuando la punta de una varita mágica estaba entre sus ojos, una luz brillante queriendo convertirse en un rayo para dañarla y otras tantas apuntándole a lo lejos, estaba en clara desventaja.

 

—No vuelvas a buscarme, jamás — dijo gritando, una mano todavía agarrando sus muñecas —te lo advierto.

 

Apenas la soltaron, Emily solo pudo desaparecer. Meses después, aún con las ganas de volver a ese lugar - acompañada - decidió que lo mejor para ella sería olvidar. Fue al Magic Mall y compró la poción del olvido…

 

El recuerdo se depositó solo en el mini pensadero. Para el portal, Emily debía dejar de tener conflictos con su propia mente para poder explorar la mente de los demás. Si se hubiera negado a recordar, el portal la hubiera retenido y habría fallado consiguiendo la habilidad. De repente la sala blanca exhibió una portón de color dorado, mostrando una salida. Con lágrimas contenidas, Emily avanzó hasta allá queriendo salir de allí, aunque en verdad era el portal llevándola hasta su última prueba.

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El portal estaba haciendo de las suyas, y Emily tenía que desenvolverse en dos direcciones. La primera era contra la Legilimancia. Su cabeza era como un libro que estaba siendo leido, que estaba siendo analizado detalle a detalle para que la prueba pudiera llevarse a cabo. Pero la segunda, era que la alumna tenía que recurrir a la Legilimancia para sobrepasar muchos obstñacul0s, asi que era algo en dos sentidos.

 

Rosália Pereira tambien fue cegada por aqulla luz blanca. Pudo ver la puerta roja y la Arcana pudo hasta apropiarse del sentimiento que le provocaba aquello. La Arcana se acomodó un poco mejor el cabello, mientras aquel espejo le mostraba todo lo que necesitaba ver. La vestimenta de la híbrida se erizaba cada vez que Emily hacía algo bueno o malo. Estaba enfrentándose a algunas cosas pero la profesora sabía muy bien cuánto le faltaba para llegar.

 

~Ésto te servirá de ayuda, Emily~

 

Murmuró la Arcana, moviendo su Vara de Cristal. No quería complicarle la situación, al contrario, queria ver si la jovencilla se estaba desenvolviendo tan bien como lo venía haciendo. ¿Qué había hecho Rosália? Solamente había materializado el objeto favorito de Emily a la prueba. ¿Por qué? A la Arcana le gustaba jugar un poco, y que la chica se encontrara con eso, en un momento sensible, le dejaba un margen para analizarla. ¿Qué haría con el objeto? Ya era problema de ella, hasta tal vez ni siquiera lo notaba. La profesora esperó.

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Está sentada en lo alto de un risco. No recuerda cómo ha llegado allí, pero tampoco se lo cuestiona. Es como si llevara ya mucho rato en esa posición. A su lado está un hombre que, aunque no lo conoce, le habla con naturalidad y ella responde de la misma manera. Emily no se caracteriza por ser especialmente sociable, pero su interés en aquella persona, que no tenía mucha más edad que ella, es genuina.

 

Mira sus manos, frotándose una contra otra mientras sus labios se mueven. En sus ojos, nota que hay cierto brillo que refleja tristeza. Sus hombros están caídos y su ropa un poco raída, descuidada. Tiene ganas de hacer un conjuro y alejarlo de aquel precipicio, de borrarle la memoria y hacer que empiece de cero pero sabe que no puede; no debe.

 

—No van a pensar en mí como una consecuencia, sino como selección natural — dice, con un hilo de voz, mirando hacia abajo, como meditando cuál sería el mejor momento de saltar. Aunque algo lo detiene, la amenaza de Emily que, a su lado, le dijo que si él saltaba, ella iría con él ¿por qué una desconocida se interesaría?

 

Ya llevaban conversando mucho rato, el hombre desahogándose y contándole fragmentos de su vida, mismos que Emily ya conocía. Los pensamientos de aquella persona se habían vuelto suyos también. Cuando lo vio, Emily corrió a su lado y, sin que lo notara, puso una barrera entre el vacío y el hombre que intentaba saltar. Guardó la varita mágica con discreción y lo miró a los ojos. Si bien podía sentirse intimidado, él le sostuvo la mirada durante los segundos que su intensa mirada penetró para adentrarse en sus pensamientos.

 

...El hombre, con muchos años menos, está corriendo rápido atravesando un pasillo y otro hasta que llega a una puerta ¡la equivocada! En lugar de entrar al baño de niños, ingresa al de niñas, que empiezan a gritar y apuntarlo, diciéndole cientos de improperios e insultos. Está solo en ropa interior y con el cuerpo lleno de moretones y, lo que parece, pintura. Se arma un escándalo que solo se resuelve con, como siempre, su suspensión. Vuelve a correr sintiendo que su mundo se derrumbaba un día a la vez ¿por qué eran así con él? ¿su apariencia débil? ¿su poco o nulo poder de reacción? Él quería, quería reaccionar, defenderse. Pero eran tantos, y él solo uno.

 

—¿Y las autoridades? ¿Y tus representantes? — pregunta, en cuanto él comenta eso que ella ya había visto. El hombres solo niega con la cabeza. No solo es una vida infantil difícil, sino una adulta que no había cambiado.

 

… Llega a su hogar con cierta pesadumbre. Los ojos hundidos y el aliento a alcohol. Una mujer, no mucho mayor que él le exige el dinero del trabajo y él le entrega un par de billetes. “Esto no es suficiente” dice ella, arrugándolos y lanzándoselos a la cara. Él se encuentra demasiado cansado como para pelear otra vez por el mismo tema; ignora los gritos y las otras cosas que también le tira encima y agarra unas cuantas cosas y sale corriendo, volviendo a ignorar la petición de que regrese. Es un hombre pacífico, pero, a sus propios ojos, débil, sin confianza, sin agallas para abandonar la comidad de lo conocido y arriesgarse por su cuenta. Ha estado con ella toda la vida.

 

—Cambiar no es malo, sentirte diferente tampoco, quiero que lo sepas.

 

—¿Y qué puedes saber tú?

 

El hombre la mira incrédulo. Su voz muestra enojo y algo de envidia. Por supuesto, él no sabe que Emily es una bruja, que hay todo un mundo que él no conoce pero que en el mundo que sí conoce, la muchacha es una especie de fenómeno... Pensando en eso, la mente de Emily se hace un remolino ¿cómo es que ha llegado hasta allí? Pero esa duda se queda solo como un pensamiento inconcluso, la mente que le interesa es la del hombre a su lado.

 

…Perros, de todos los tamaños y colores. Es lo que ve a su alrededor y por una vez se siente tranquilo, en paz. Los está paseando y en su interior piensa que sería un buen veterinario, sueños que había dejado debido a la presión de sus familiares para que los mantuviera a todos. En ese momento solo los está paseando, por unas cuantas monedas. Sin embargo, de todos, es la ocupación que más le gusta, es su momento favorito del día ¿y si pudiera alejarse y empezar de nuevo? De todas formas, ni lo recordarían lo suficiente, quizás solo cuando tuvieran que gritarle a alguien por no llevar la suficiente cantidad de dinero para que lo aprovechara gente que no hacía nada más que menospreciarlo. Aunque… ¿y ni no podía?.

 

Cuando se es vulnerable, es más fácil adentrarse en la mente de alguien. El contacto visual entre ambos es discreto, y aún así Emily puede conocer hasta sus gustos y temores. De repente, siente que algo hace pesado su bolsillo. Al meter la mano, reconoce la forma de un colgante, ¿qué hacía allí? Era raro, demasiado para su gusto. Pero se le ocurre una idea, quizás un acto desesperado.

 

—Esto es para ti ¿acaso él no merece la misma oportunidad que todos?

 

El hombre abre mucho los ojos, ¿cómo podía saber aquella muchacha desconocida sobre su gusto por los animales? ¿de su vocación? Cuando se fija en el colgante, es un terrier jack russell, pero con dos colas. Para ese muggle es una especie de anomalía de nacimiento, algo que puede relegarlo. En realidad es un crup, aunque él no lo sepa. El colgante es un regalo que le había hecho Hakoda a Emily cuando niña; su objeto favorito en el mundo. Ella estaba segura de haberlo guardado en una cajita en su velador, pero ahí estaba. Y no era más de ella, era de aquel desconocido. Siente un fuerte vacío en su interior, pero sabe que está haciendo lo correcto.

 

—Yo… sí — dice el hombre, entre asustado por lo que acaba de pasar y la analogía con su vida. Se siente distinto y no sabe por qué, como si estuvieran jugando con su mente, pero no lo razona así sino que quizá desahogarse con una desconocida lo ha hecho sentir mejor. Mira a abajo y el risco se ve más agresivo de lo normal. Podía intentar alejarse del ambiente tóxico que lo rodeaba desde siempre y ver si podía hacer lo que la muchacha de cabello rojo le decía.

 

Emily siente que algo la atrae, como si fuera un traslador pero que no ha activado. Recupera la consciencia de que está en medio de la prueba de legilimancia. Lo recuerda ahora porque puede ver a Rosália en la sala circular. Sin embargo, no se mueve ni un solo centímetro, siente el corazón latir con fuerza y el frío erizándole la piel. Espera que su maestra le diga algo para salir de su asombro, que le diga que todavía quedan más pruebas por sortear.

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El viento había cambiado de dirección. Rosália podía sentirlo porque las plantas se lo comunicaban. No necesitaba verlas o escucharlas. Las sentía. Pero era un sentimiento ya conocido, estaba enfocada en su alumna, que estaba atravesando diferentes situaciones que le imponía la prueba. Podia sentir, ver y escuchar lo que le pasaba a Emily. No parecía que ésta corriera un gran peligro como otros pupilos, pero era toda una travesia.

 

Pudo ver aquel risco. Y Rosália se sumergió en sus propios pensamientos. Aquella caída sin fondo le recordaba a las mentes de las personas. La Legilimancia era como dejarse caer a ésa altura y perderse en la oscuridad, teniendo la posibilidad de encontrarse con cualquier cosa. Y eran pocos los capaces de controlar la caida, de ver que dentro de aquellas paredes del risco, podía haber entradas a cavernas que llevaban a sitios profundos y oscuros, como la mente. La Legilimancia te permitía ver tanto la superficie como hasta el más mínimo detalle.

 

~Emily~

 

Susurró la Arcana de la Legilimancia, cuando la pupila salió expulsada del portal casi sin que ella se diera cuenta, estaba tan concentrada en su pasado, en "tapar esas entradas a las cavernas" que no pudo ver directamente cuando el portal decidía que ya era momento de que la alumna pasara al siguiente paso. Rosália sacudió su mente y quedo en blanco. Desapareció el espejo con el que miraba todas las imágenes de la bruja y se acerco a ella.

 

Lo primero que vió fue el anillo que posaba en el dedo de la Cartwright. Era casi idéntico al de ella.

 

~Bueno bueno. ¡Lo has logrado, muchacha! ¡Anda, ve! Ya has conseguido pasar la prueba. ¿Te encuentras bien? Espero que si, porque ahora tienes el camino libre para andar como una legilimántica~

 

Rosália le dedico un fuerte abrazo mientras ambas caminaban fuera de la Sala Circular. El portal desapareció, esperando poder recibir a otro alumno. Cuando atravesaron la puerta de entrada, la Arcana se encargó de llevarse a Emily de allí sin la necesidad de pasar por cada obstácul0 de nuevo.

 

 

 

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