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Prueba de Nigromancia #6


Báleyr
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Era casi medianoche y la oscuridad se cernía sobre la universidad y sus terrenos. El cielo estaba oculto por una capa impenetrable de negras y amenazantes nubes de tormenta que resonaban en la lejanía. Cada cierto tiempo, muy de vez en cuando, el clima se tornaba inestable y les regalaba una tormenta como la que se dejaría caer en minutos, un bálsamo para combatir los secos y calurosos días típicos del desierto. Báleyr se cubrió la cabeza y parte del rostro con la capucha de lana negra para evitar las cortinas de polvo y arena que el viento frío levantaba entre las callejuelas. Un trueno rompió de ponto. El Arcano avanzaba con tranquilidad y en completa soledad por unas callejuelas que conocía a la perfección, recordando la noche que llegó.

 

Habían pasado cientos de años pero esa noche, como aquella fría y tormentosa, seguía viva en su memoria, como un recuerdo que encendía un extraño fuego dentro de sí. Casi podía verse aparecer entre las sombras. Llegó envuelto en los restos de su túnica y malherido, un despojo sangrante que respondía al llamado que había dado sentido al resto de su vida. Hasta entonces, no había pensando en convertirse en profesor. Hasta que no se enfrentó a los terrores de una magia incontrolable y oscura no fue consciente de quién era y de todas las cosas que podía ser. Siguió el mismo camino que antaño hasta llegar a la orilla del lago.

 

Sacó la varita de entre su manga y se quitó la capucha, las primeras gotas de fresca lluvia comenzaban a caer sobre el lago, revuelto. Desde allí iba a conjurar los diferentes obstáculos que tendría que pasar su alumno para poder encarar la prueba final. Confiaba en que estuviera preparado, había visto en él algunos trazos de sí mismo, por eso lo azotaba cierta desazón. ¿Qué camino escogería?

 

Primero, debería encontrar el puente que lo llevaría hasta la isla. Iba a estar escondido y solo podría llegar a él si abría un portal. A esa altura esperaba mayor destreza a la hora de traspasar el velo que separaba los mundos, como nuevas propuestas. Confiaba en sus conocimientos y habilidades como mago, así que seguro lograba encontrar el camino correcto.

 

Báleyr recorrió el puente y se adentró en el laberinto trazado con árboles y arbustos. Con cada paso asestaba un golpe suave con su varita en diferentes puntos hasta llegar a las altas paredes de setos perfectamente cortados, que lo llevaron hasta la imponente pirámide. Siempre que llegaba hasta ahí recordaba los días que pasó haciendo su prueba y todo lo que dejó dentro de esas puertas. Se ubicó en el centro de la estrella, en medio del ouroboros.

 

- Zack Ivashkov -su voz resonó en la orilla del lago, como si estuviera junto al mago y no en medio de la isla-. Este es el momento en el que debes dejar de lado toda pretensión banal y todas tus inseguridades, porque te enfrentarás a una de las pruebas más duras de tu vida. Antes de estar habilitado para presentarte a la prueba de Nigromancia, tendrás que sortear cuatro obstáculos en los que tienes que demostrar lo que has aprendido en clases.

 

Un relámpago encendió el cielo y se reflejó en las aguas vivas del lago.

 

- Primero debes encontrar la forma de atravesar el lago. Para eso, deberás abrir un portal en el sitio que te he marcado con una runa. Al atravesar hacia el otro mundo podrás ver el puente que te traerá hasta la isla. Ahí te estará esperando tu segundo obstáculo. El lago estará formado por almas errantes que usarán todo su poder para evitar que cruces ¿qué te vas a encontrar? No lo sé, solo te puedo adelantar que te conocen.

 

- Si logras cruzar, llegarás al laberinto, para poder cruzar te vas a tener que enfrentar al tus pecados antes atravesar. Te cerrará el paso alguna criatura en la que te podrás ver reflejado, un alma del otro mundo que deberás convencer para volver a la vida, si lo merece. Finalmente, antes de poder acceder a la pirámide, tendrás que preparar el cuerpo de esa alma y devolverlo a la vida. Te estaré esperando en la Pirámide.

 

Se calló y la tormenta se desató sobre ellos. Ahora solo quedaba esperar.

 

 

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En medio de tanta paz pudo haber conciliado el sueño, de no ser un vampiro. El silencio de la sala perduró por tantas horas que ni siquiera Leah que comenzaba su entrenamiento lo rompió. Fue el mismo tuerto quien le dio la bendición a Zack de ver aquél agujero vacío al abrir los ojos y sobresaltarse con su voz perturbadora. El encuentro fue efímero, pues en un parpadeo el anciano desapareció y el joven supo que su prueba daría inicio.


Los nervios lo atacaban a cada paso que daba por los alrededores de la universidad. El espacio era tan amplio que de no servirle el lago como referencia se fuera perdido. Más adelante una runa le indicó dónde debía esperar, ese sería el punto de partida. Se posicionó frente a la extraña figura que no lograba descifrar y esperó por una instrucción directa.


La voz erizó sus vellos de nuevo.


Miró a sus costados por instinto, sabía que en realidad el Arcano no estaba junto a él sino del otro lado, donde debía llegar. Asintió a las sabias palabras que retumbaban en sus oídos mientras sacaba el pecho en un suspiro. Reunió todas las indicaciones en su mente y las ordenó tal cual se le indició, ahí no podía pasarse de listo y buscarle vueltas al asunto, debía hacer todo al pie de la letra. Un enorme estruendo en el cielo le dio el empuje que necesitaba.


Con todos los sentidos a flor de piel frotó sus manos entre sí antes de realizar un complicado movimiento en el aire. Pensar en el “Fulgura Nox” bastó para invocarlo. Un agujero negro apareció frente a él con una fuerza absorbente imposible de resistir. De inmediato su cuerpo se vio atraído hacia el portal. Pero en realidad no fue a ningún lado, físicamente sólo se desplazó un metro de su antigua posición. Había pasado al mundo de los muertos y desde ese momento su mente estableció conexión con la de cientos de espíritus.


—¿Pero dónde…?— un fantasma lo atravesó desaliñando su cabello castaño con una ligera ráfaga de viento. El gesto le hizo mirar a un costado. Justo en la orilla se extendía un enorme puente de madera podrida y rechinante. A pesar de su inseguridad comenzó a atravesarlo teniendo cuidado en cada pisada. Un extraño olor invadió sus fosas nasales y se intensificaba a medida que avanzaba. Debía simbolizar la cantidad de personas que habían muerto en aquél lago. Él podía sentirlas e incluso verlas en medio de la oscuridad, ahora podía olerlas.


Involuntariamente su sensibilidad con aquellas prácticas adquiría más potencia en cada viaje. Quizá desde su nacimiento estuvo destinado a ese tipo de actividades. Ahora era el momento indicado de descubrir si era apto para continuar con los misterios de habilidad.


Repentinamente, el mago detuvo su avance al percatarse de la presencia de hombres y mujeres a ambos lados del puente. No podía regresar y tampoco llegar a su destino. Todos aquellos entes se manifestaban como personas reales para bloquear su paso, para frustrarle la aprobación del desafío. Zack frunció el ceño barriendo con la mirada cada rostro. Les conocía. Todos habían sido sus víctimas, él era el culpable de que no disfrutaran de una vida plena.


Saber aquello pudo poner sus nervios de punta, pero contrario a ello, le ayudaron a impulsarse. Dio un paso más en la misma dirección de antes y aunque ellos no retrocedieron él se limitó a sonreír. En el mundo terrenal logró dominarlos y matarlos, ahí también los podría hacer a un lado. Sin embargo, la oportunidad se le fue arrebatada por el mismo espíritu que le atravesó para que descubriera el puente. Aquella estela luminosa atravesó los obstáculos desvaneciendo cada uno, liberando nuevamente el camino.


El vampiro se extrañó que hubiera un alma a su favor. Pero lo entendió todo en cuanto terminó de atravesar el puente a su lado y ésta se personificó en una mujer bastante familiar. Su madre. Debido a su triste historia no logró conocerla, pues murió al darlo a luz. Pero reconocía el rostro de los innumerables cuadros que decoraban las paredes del castillo, incluso los pequeños retratos del despacho de su padre. Agradeció a la fémina con la sonrisa más sincera que se pudo haber visto en su rostro, no obstante, continuó su camino.


Esperando que el encuentro favoreciera su esencia con valentía, tachó mentalmente los dos primeros puntos de la lista que recitó Báleyr mientras recordaba el tercero. Sus pecados. Podría gastar la noche entera atravesando cada uno de ellos. Llegando al laberinto pudo ver la pirámide a lo lejos. Recordó la primera vez que estuvo ahí manifestando su aptitud para portar el anillo de metamorfomagia eso lo motivó a agregar otra joya en sus dedos.


—Te conozco — dijo en tono de voz áspero por todo el tiempo que llevaba en silencio. La figura frente a él le provocaba todo menos felicidad.


—Y yo a ti — repitió el hombre al otro lado del laberinto —. Precisamente por eso estoy aquí. No vas a lograr completar la prueba, Zack. Para eso estoy aquí — dijo en tono desafiante mientras se erguía, procurando intimidar al Ángel Caído con su musculatura.


—¡Nooo, qué miedo! — dijo entre carcajadas sin dejarse intimidar por la bestia frente a él. Cuando aquél vampiro quiso reclutarlo y doblegarlo para cumplir sus oscuros caprichos le había ido mal, el propio Ivashkov tomó la justicia en sus manos llevándolo a ese mundo. Ahora menos que nunca le temía. Sin embargo, sabía bien que Báleyr había preparado todo para hacerle las cosas difíciles, sólo que él sabía hacerlo todo por lo fácil.


—Te lo pongo sencillo, regresando a tu cuerpo tendrás la oportunidad de seguir reuniendo tu ejército y usarlo en mi contra — inquirió el castaño sabiendo que era una oferta difícil de rechazar. El otro vampiro estaba tan cegado por el poder y dominio de las masas como alguna vez lo estuvo Zack, de hecho era un reflejo de su pasado. Además que nunca supo combinar la inteligencia con sus otras habilidades, cualquier oferta serviría para sobornarlo.


—Le devolverás la vida al protagonista de tu muerte — dijo el fornido hombre aceptando al propuesta. El espíritu se desvaneció y Zack se echó a correr por el laberinto en busca del cadáver. De todos, aquél había sido el obstáculo más fácil. Al Arcano le hubiese servido más enfrentarlo a alguien diferente, no a un ente tan similar a él.


En cuanto salió del laberinto con la frente empapada en sudor utilizó la manga de su camisa para secarlo. Entornó los ojos a través de la espesa neblina que le dificultaba la visibilidad hasta dar con el cuerpo descansando en una gruesa y sobresaliente raíz de un árbol. Sacó su varita y le apuntó antes de pronunciar un conocido hechizo.


—¡Ennervate! — Exclamó con entusiasmo enviando un rayo azul desde su posición, directo a la cabeza del cadáver. Él mismo lo había asesinado muchos años atrás con un simple Avada Kedavra. Su disposición para volver a la vida y el hechizo fueron la combinación perfecta para revivirlo. Su recuperación sería gradual, tiempo suficiente para que el Ángel Caído borrara su memoria con un —Obliviate —. Se ahorraría la molestia de lidiar con persecuciones constantes.


—Zack 1, Báleyr 0 — Dijo en voz baja sabiendo que su maestro lo escucharía. No pudo haber hecho los últimos dos pasos tan fácilmente. Sólo le restaba el permiso para entrar a la pirámide.

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Desde el centro de la sala, parado en medio del Ouroboros, el Arcano vigilaba cada paso de su alumno, desde el instante en que apareció para comenzar la prueba hasta que se abrió paso entre las barreras mágicas que le había puesto dentro del laberinto. Eran simples pruebas en las que tenía que aplicar los conocimientos que había aprendido en clases. Nada más.

 

Sin embargo, en la última fase, el exceso de confianza le jugó una mala pasada al enfrentarse al cuerpo. Ni siquiera se había parado a pensar en que la Nigromancia no se servía de un simple ennervate para traer alguien a la vida cuando había sido asesinado, hacía tiempo, por un Avada Kedavra. Naturalmente el cuerpo no se movió, el hechizo apenas le hizo cosquillas y el alma volvió a la más oscura profundidad del mundo del más allá.

 

Lo había hecho como si estuviera en una clase de encantamientos introductoria y no en presencia de la misma muerte. Zack tenía el camino libre para entrar en la pirámide, Báleyr no lo iba a detener, porque sería la prueba de habilidad la que tendría la última palabra acerca del valor del mago para portar el anillo. Dentro de una de esas puertas estaba la respuesta.

 

- Muerte 1, Zack 0 - La voz del arcano resonó con seriedad - ¿Estás seguro de que has aprendido algo, Ivashkov? Deja de jugar ¿O solo tengo que esperar esto de ti? ¿Estás seguro que quieres presentarte a la Prueba de Nigromancia?

 

Podía retroceder o tomar el anillo que el Arcano le tendía con el anguloso rostro ensombrecido.

 

- No sé lo que te vas a encontrar detrás de esta puerta del portal, lo que sí sé es que va a ser una prueba dura y extenuante ¿Estás listo?

 

 

Zack tenía el camino libre para entrar en la pirámide, Báleyr no lo iba a detener, porque finalmente sería la prueba final la que pondría a prueba al estudiante.

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Sin ánimos de perder tiempo, el vampiro se encaminó a la entrada de la pirámide. Creyendo conocer el camino, siguió avanzando por largos y estrechos corredores que acabaron perdiéndolo. Entendió que el escenario era cambiante con cada habilidad y se detuvo a meditar sobre su ubicación. Tenía que calmar su desespero para dar con el Arcano. Al cabo de unos minutos dio un largo suspiro y se dejó guiar por sus instintos y por la voz del maestro que había tardado en reprochar su torpeza.


Estando preparado para recibir la reprenda, no manifestó ninguna expresión. Sabía muy bien que el tuerto lo empujaría al borde de un abismo y le cantaría jaque estando ahí, a punto de enfrentarse a la parte más dura del desafío. Zack rodó los ojos finalmente y respondió.


—Establecí conexión con el espíritu, y se me dio muy bien, de hecho. Pero si es necesario hacer todo a la antigua, lo haré — al finalizar su intervención apareció el ejemplar que Báleyr le había regalado el primer día de entrenamiento. Ahí encontraría hechizos antiguos y ciento un mil formas para revivir, a través de la nigromancia, a cualquier persona. Hasta los más aferrados al más allá tendrían que volver, a como diera lugar, con cualquiera de las técnicas que el ejemplar presentaba.


—Si me voy a estrellar, lo haré con fuerza — afirmó calzando el anillo en uno de sus dedos. Por ahora sólo era un aro de cristal, tan insípido como cualquier otro de joyería barata. Pero con su progreso en la prueba iría adquiriendo características acorde con la habilidad y con la personalidad del mago. Éste último, tan terco como siempre, estaba listo para enfrentarse a lo que fuera que le esperara del otro lado. Ya había llegado muy lejos e incluso si la pirámide decidía encerrarlo de por vida, prefería eso que retractarse estando tan lejos.


Abrió el libro, pasó unas cuantas páginas teóricas sobre el significado de la habilidad, la historia de la misma, las prácticas fallidas, hasta que por fin llegó a los métodos efectivos para regresar las almas a sus cuerpos. Estaba seguro de tener que revivir al menos a otro ser. Avanzó hasta la puerta y dejó que la misma oscuridad le absorbiera.

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Desde su posición, vio como Zack se perdía entre las oscuridad que emanaba del portal, entre lo que parecían unos tentáculos de una materia negra como la noche que lo llevarían hasta lo más profundo de su ser para poner a prueba su habilidad como nigromante y mago. Cientos de años presenciando la prueba y todavía no dejaba de sorprenderse ante la infinidad de caminos que seguía la magia ni a las miles de formas en las que un mago podía demostrar su valía. La magia que residía en la Pirámide era antigua, fuera del alcance y comprensión incluso de los propios Arcanos, quienes solo servían durante sus cortas vidas lo mejor que podían, nada, en comparación con aquella fuerza inagotable. Báleyr podía enseñar todos los secretos de la nigromacia a sus alumnos, pero era finalmente aquella prueba la única que convertía a magos comunes en extraordinarios.

 

Era imposible de engañar. Dentro de la prueba no servían los trucos ni los atajos, tampoco servían las barreras mentales ni los conocimientos por sí solos. Había visto a tantos buenos alumnos fracasar, a otros volverse locos, y a unos pocos no volver jamás. Nada era seguro ahí dentro, se estaba desnudo frente a uno mismo.

 

Recordaba su prueba como si aún pudiera sentir sobre la piel el frío abrasador en el que estuvo sumido durante días y noches, luchando con las sombras, la muerte y contra sí mismo. Creyó morir tantas veces, que comenzó a ver el final de la vida como algo reconfortante y deseable ante la idea de continuar luchando; jamás volvió a sentir un dolor como aquel. Sin embargo esa experiencia no la volvió a ver en ningún otro alumno.

 

Se acomodó el anillo disipando los viejos recuerdos de su mente para centrarse en Zack. Aquel anillo lo mantendría comunicado con su alumno en caso de extrema necesidad. Ahora los obligaban a sacarlos a todos con vida, y algo de cordura de ser posible, por lo que el tenía que estar pendiente en todo momento como si fuese una niñera ¿Qué le importaba si el portal se cobraba una víctima? ¿Por qué tenía que irrumpir ante esa magia para salvar el cuello de un mago?. El Ministerio les había obligado a cambiar muchas cosas de su cátedra y a eso tampoco se iba a acostumbrar.

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A sabiendas de que Báleyr observaría todo el procedimiento desde la estancia principal de la pirámide, Zack se adentró a la puerta de la habilidad con la esperanza de poder impresionarlo con una buena actuación en su prueba. Él mismo desconocía a lo que estaba por enfrentarse, e incluso podía sentir cómo su corazón latía más rápido y fuerte en escasos lapsos de tiempo. Sin dejarse intimidar por las sensaciones naturales que hacían de las suyas en un momento crucial como aquél, dejó la mente en blanco abierto a cualquier escenario posible.


En un parpadeo la oscuridad de la sala cambió repentinamente. Tardó escasos segundos en darse cuenta que, al estar rodeado de cadáveres, debía encontrarse en una morgue. Habían muchos cuerpos cubiertos de mantas pero ninguno de ellos captó tanto su atención como un al otro lado de una enorme pared de cristal. Se adentró a ese otro apartado curioso, todavía sostenía el libro en su mano marcando con un dedo la página con la información necesaria para invocar un portal al mundo de los muertos.


—Lo descubrieron — murmuró al encontrarse con una pizarra en la que se especificaba a la persona como un fenómeno junto a una larga lista de teorías médicas de cómo pudo regenerar sus daños, cambiar de apariencia, e incluso convertirse en un animal. Evidentemente la institución muggle mantenía bajo estudio a aquél mago que quedó expuesto a dicha comunidad por, posiblemente, demostrar públicamente sus habilidades. Aun desconociendo sus motivos, Zack puso los ojos en blanco queriendo matarlo. Pero eso ya no era necesario.


Al ver el cuerpo inerte casi tan pálido como él mismo, pudo darse cuenta que ya había muerto hacía un par de horas, y a juzgar por el estado de sus brazos debieron administrarle gran cantidad de diferentes soluciones químicas para acabar con su vida. Interesado por la historia y con la intención de que el mismo hombre reparara el daño que podría causar a la comunidad mágica tras haber quedado expuesto, Zack reparó en que trabajaría sobre él. Y es que todo parecía indicarle que así fuera, pues la iluminación de la estancia se centraba sólo en esa camilla.


El vampiro invocó su varita de ébano y con emociones vibrantes atravesando su cuerpo comenzó a buscar en el libro las opciones para devolverle la vida a su nuevo paciente. La primera incluía unos polvos, lo cual le recordó un detalle particular que Báleyr le indicó, ese era el procedimiento más simple. Considerando que estaba en una prueba, era muy probable que no le sirviera de nada ese método, así que optó por uno similar al que él mismo había hecho horas antes.


—Cum mortis imperium trahere spiritum — Repetía una y otra vez mientras con su varita dibujaba un círculo de runas alrededor del cadáver. Las figuras iban adquiriendo movimiento en el suelo encajando unas con otra, como si todas las letras se combinaran para formar un enorme mensaje que, por supuesto, él no entendía. Pero no le importaba, confiaba en su capacidad para lograr la efectividad del método y a juzgar por el aumento de la temperatura en la sala, supo que lo estaba haciendo bien.


En su frente comenzaron a aparecer gotas de sudor y de no estar tan enfocado en su trabajo las hubiera secado, pero estaba a solo centímetros de cerrar el enorme círculo de runas. Cuando finalmente llegó, pronunció una vez más la frase leída del libro que sostenía en la zurda y las figuras se encendieron en llamas de tamaño mediano. Sorprendido, se vio en la obligación de retroceder temiendo quemarse. Sabía que estaba a punto de lograrlo, y justo ahí era cuando menos debía detenerse. Entonces comenzó a leer el resto del corto texto hasta que se completó la conexión.


Atravesar el velo que separaba ambos mundos cada vez le resultaba más sencillo, pero indudablemente la experiencia de haberlo hecho de manera diferente encendió en él una chispa aún más enérgica. Estaba ansioso por completar la prueba, pero para ello tendría que lidiar con todo un personaje.


En la esquina de la habitación se encontraba el espíritu que correspondía al cadáver, tan agitado y consumido por la ira que Zack temió en acercarse, pero lo hizo. Sin mediar palabras, lo atravesó al igual que la pared de cristal, llegando a la sala contigua. Ivashkov confundido lo siguió preguntándose el motivo de su estado.


—¡Hey! Pareces saber por qué estoy aquí — dijo a sabiendas de que el otro le escucharía.


—Por supuesto, sé lo que los nigromantes hacen — respondió con un tono de voz tan grave casi tan intimidante como el del mismo Báleyr. Pero, aunque hubiera escuchado al aprendiz, no se volteó a verlo. Descubría con desesperación la cantidad de cadáveres que había en las tantas camillas dispersas por toda la sala. Parecía estar buscando un cuerpo diferente en el cual residir.


—Eres un idi*** si crees que completaré el proceso para que tomes posesión de una figura que no te pertenece. Debes volver con tu antiguo cuerpo y reparar tu enorme estupidez de ponerte al descubierto — añadió tranquilamente el Ángel Caído mientras le observaba inspeccionando un cadáver.


—El idi*** es otro si cree que puede pasar mucho tiempo en el portal sin quedarse aquí para siempre. Serás tú quien lo pierda todo si no lo haces tan pronto como puedas. ¡Y vamos, que mi venganza tiene prisa! — la mirada hipnotizadora de aquél ser le hacía cortar el contacto visual, ejercía una presión tan profunda en él que le resultaba casi imposible mantenerla. Pero de no haber recibido aquél golpe de realidad se hubiera quedado toda la noche a convencerlo de que debía regresar a su cuerpo. El tiempo corría y su paciencia era poca.


—Veamos quién se sale con la suya — Respondió cual niño desafiante regresando a la pequeña habitación cubierta de paredes de cristal, donde se encontraba el cadáver de aquél espíritu cargado de odio por todo el daño que debieron haberle hecho durante los estudios médicos. Con cuidado de no acercarse a las crecientes llamas, Zack comenzó a buscar por toda la sala algún rastro de su nombre. Vació unas gavetas llenas de papeles inútiles y hasta buscó en los pies del cuerpo, donde acostumbraban a dejar el dato que buscaba. Pero no dio con lo que necesitaba hasta que observó la pizzara.


—Matthew — murmuró el nombre en voz alta mientras reflejaba una sonrisa que evidentemente desencadenó un caos en la otra habitación, pues el estruendoso sonido de las camillas y los instrumentos al caer al suelo le dieron a entender que había desatado el caos. Conociendo el nombre de aquél tipo podría hacer otro procedimiento más directo, uno que le permitiría revivirlo bloqueando cualquier otro cadáver que no fuera el de él, eso para evitar regresarlo en un cuerpo que no le correspondía, justo como él lo deseaba. Zack lo había leído en las tantas páginas cargadas de información de aquél viejo libro, sólo que se había saltado las letras pequeñas.


Como buen vampiro sofocado por el calor, se apresuró a sí mismo a invocar un polvo negro que le ayudaría a completar el ritual. Desvaneciendo su varita y el libro, confiado en sus conocimientos, comenzó a lanzar el polvo hacia el interior del aro de fuego incrementando las llamas y tornando el ambiente más pesado por la magia negra que estaba poniendo en práctica.


—Redit a mortuis Matthew, redit a mortuis Matthew— Dijo claramente antes de ver su mismo cuerpo tendido en el suelo. Siendo él sólo un aprendiz, debía limitarse a efectuar métodos seguros para sí mismo, pues eso podría representar el fin de su viaje por la habilidad. Pero Zack era del tipo de personas que llegaba más allá, y esa vez había cruzado el límite. Por ignorancia, no sabía que al realizar ese conjuro el espíritu no podría tomar posesión de los otros cadáveres libres, pero sí intentaría apoderarse del cuerpo de la única cosa viva que tuviera cera.


Dos almas residiendo en un mismo cuerpo podían darle toda una vida de condena para el dueño original, Zack. El caos continuó en el plano espiritual, pues ambos fueron envueltos en una estela negra que los presionaba entre sí tan fuerte que Ivashkov sentía que moriría. En ese momento creyó que su prueba habría finalizado y no podría regresar jamás. Matthew reía a carcajadas y ejercía una fuerza sobrenatural tan inmensa que comenzaba a opacar a su compañero, estaba ganando.


Zack estuvo a punto de tocar fondo cuando recordó que sólo su vitalidad interior podría hacerlo volver, ganar la batalla y salir victorioso de aquella condenada prueba. Aferrándose a ese único pensamiento positivo, invadió su mente de puras escenas futuras en las que él dominaba toda práctica con nigromancia y se superaba a sí mismo y al resto de las ánimas con las que lidiaba. Aquello lo llenó de una fortaleza superior a la de quien en ese instante pasó a ser el más débil, Matthew.


Las llamas del aro de fuego se apagaron con una ráfaga de viento que surgió de la nada al tiempo que Zack volvía en sí, aturdido por toda la experiencia y recibía una patada en el abdomen por parte del mismo hombre a quien le había regresado la vida. Antes de quedar inconsciente pudo verlo marcharse a toda prisa adoptando la forma de un lobo.

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Las negras llamas salían del portal como sendos brazos humeantes que se alzaban tratando de alcanzar al Arcano, quien seguía tan calmado y firme como siempre, en el mismo punto como una estaca, azotado por la brisa fría que se desprendía del portal, como si el infierno respirara a través de esa puerta. La vara de cristal entre sus manos le servía como apoyo y aumentaba su percepción sobre la prueba. Siempre eran diferentes ¿Cuánto tardaría en salir? ¿unas horas, una noche entera o varios días? Pocas veces había estado esperado días completos, como un guardián estoico y entregado a su deber. hora estaba viejo y comenzaba a sentir el peso de los años sobre sus huesos, no le divertiría pasar tantas horas de pie.

 

Cerró el ojo y volcó sus pensamientos en Zack, estableciendo una conexión con él para saber por qué de pronto estaba tan perturbado y débil. Sin embargo, no intervino. Mantuvo el ojo cerrado y las manos cerradas en trono al bastón, pero no movió ni un músculo para sacar a su alumno porque la puerta no había acabado con él.

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Con su cabeza cual esfera de plomo, pesando mil kilos, el vampiro reunió fuerzas para ponerse de pie. La experiencia anterior seguía ejerciendo una presión monumental en todo su cuerpo. Llevó ambas manos a sus cienes como si el propio contacto le aliviara la molestia y cerró los ojos enfocándose en lo que debía hacer a continuación. Sentía que su trabajo ya estaba hecho, y el regresar a la sala oscura le dio a entender que así era. Pero una luz apareció a un costado captando su atención.


La misma mujer que le acompañó al inicio de aquella travesía apareció con una sonrisa de orgullo. Al verla pudo saber que todavía estaba en el mundo de los muertos, todavía tenía conexión con los espíritus que no tenían cabida en el mundo terrenal. Nunca pensó que su madre le acompañara en ese momento, de hecho se había acostumbrado a vivir sin si quiera pensar en ella, nada más allá de verla en los innumerables cuadros del castillo Ivashkov.


—¿Puedes…?— intentó formular una pregunta pero la melodiosa voz de la fémina lo opacó.


—No — dijo en tono condescendiente —. No todo es tan fácil como lo has visto, no siempre puedes hacernos volver a todos — añadió sabiendo a lo que el castaño se refería. Él quería revivirla.


—¿Por qué? Me ha servido con él y otro más. Seguro en el libro…— cortó la frase recordando que había desaparecido el libro en medio del anterior procedimiento, pero estaba seguro que con el mismo hechizo u otro similar podría regresarle la vida a su madre.


—Porque hay maldiciones que nos atan a este mundo. Aún después de la muerte puede haber condenas mucho peores — la voz de la fémina sonaba por toda la sala —. Todos conocen de los Nigromantes y sus poderes, eso lleva a que otros quieran contener la habilidad y lo logran a través de hechizos que bloquean cualquier intento por hacernos volver — las expresiones faciales de Zack iban del enojo a la desilusión —Debes continuar tu camino. Pero quería hacerte saber que mientras pueda, te acompañaré — después de aquella frase la luminiscencia alrededor de la bruja desapareció junto con ella.


La oscuridad volvió a predominar en la sala por escasos segundos hasta que la puerta que Zack había atravesado una hora antes se abrió de par en par dejando ver a Báleyr al otro lado. El aprendiz quedó paralizado por el encuentro con un ser al que no conocía pero que misteriosamente alivió toda la pesadez en su cuerpo. Antes de elevar la mirada enfocó sus orbes en el anillo y éste adoptó un color negro azabache con una vena interna de color rojo reluciente. Asumió el cambio de la joya como su aprobación de la prueba. Sin embargo, necesitaba la opinión del Arcano.


—¿Cómo me fue? — preguntó casi en un murmuro mientras se juntaba al anciano. Se le podía notar cierta tristeza en el rostro, realmente creía que podía hacerlo todo con la Nigromancia, aun cuando el mismo maestro le advirtió que habían áreas de la habilidad tan peligrosas como inalcanzables.

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El viejo se acercó a Zack acompañando sus paso con el bastón de cristal, haciéndolo resonar sobre el suelo con un ruido seco y potente. Su alumno salía del portal con un halo distinto, la prueba había obrado un cambio en él aunque fuese muy difícil de ver. Ahí estaba, en lo más profundo y oculto de su ser un destello que había cobrado vida bajo la prueba. ¿Lo percibiría con tanta claridad como el Arcano? Su ojo estaba acostumbrado a observar el desarrollo de sus pupilos, pero a ellos les costaba más tiempo definir, abrazar y comprender las vivencias de una prueba capaz de marcarlos por toda la vida.

 

- Creo que ya sabes la respuesta -Báleyr pasó su vieja y manchada mano sobre el anillo de Zack - Desde este momento estás vinculado al anillo de la habilidad, has logrado probar tus conocimientos y habilidades como Nigromante. Felicidades.

 

Se arrebujó en la capa de lana gris y acomodó la barba con los dedos. La tormenta seguía sin amainar y el gélido viento se colaba en la pirámide sin cesar, batiendo con violencia sus ropas. El arcano posó su ojo en Zack.

 

- No podrás enseñar la Nigromancia, pero tendrás el poder de practicarla. El camino es muy largo y duro, lo que has vivido hoy solo ha sido una prueba de las muchas que te quedan, pero estoy seguro que sabrás enfrentarte a todos los obstáculos que se te presenten. Mi despacho siempre va a estar disponible. Puedes irte como Nigromante, Zack Ivashkov.

 

Báleyr mantuvo su rostro serio y lejano, aquella postura que lo hacía parecer un mago intocable y distante, demasiado viejo como para comprender la vida contemporánea. Se había ganado la fama de gruñón e intratable por aquella poca disposición a las conversaciones triviales y sus extrañas aficiones. Sin embargo, aunque prefiriese la vida solitaria, jamás se negaba a asistir a sus viejos alumnos. De alguna manera se sentía responsable de ellos y de su desarrollo.

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El contacto con el anciano le dio la respuesta que necesitaba. Se estableció la conexión entre el anillo del Arcano y su nuevo anillo de habilidad haciendo vibrar la joya que desde ese momento portaría con orgullo. Siempre era satisfactorio emprender viajes de aprendizaje en los que las vivencias podrían ser tan diversas que quedarían grabadas para siempre en su memoria, o espíritu en este caso. Estaba agradecido con el hombre por haberlo formado y por la cantidad de contenido que debía tener ese libro que regaló. Sentía la necesidad de manifestarlo.


—Debo agradecerle por compartir conmigo su conocimiento. Entiendo que todavía habrá muchas cosas por aprender, pero por ahora me conformo con el buen trabajo que hice aquí. Ya tendré tiempo para seguir explorando la habilidad — No pretendía detener su estudio ahí. Seguiría atravesando el velo que separaba ambos mundos en busca de respuestas o nuevas experiencias, cualquier cosa que le permitiera incrementar sus poderes mágicos para luego destinarlos a un fin provechoso para él o su bando.


—Estoy seguro de que nos volveremos a ver, Arcano Báleyr. Podría arrepentirse de ponerse a disposición — bromeó mientras retrocedía dirigiéndose a la salida de la pirámide. Zack era conocido por ser uno de los más insistentes en cuanto a temas de interés propio. Se aseguraba de que las cosas se dieran tan pronto como fuera posible para, generalmente, ser el primero en disfrutarlas. Con ese tema no sería la excepción. En menos de lo que ambos esperaban podría estar de nuevo en aquél cuarto oscuro y oloroso buscando explorar más a fondo el mundo de los muertos.


Con paso firme se marchó convencido de que había tenido un buen desempeño en esos días que estuvo a cargo del tuerto. Siempre pensó que su paso por cada clase le aportaría nuevas energías positivas a su vida. Ahora se iba confiado en que tenía todo un nuevo mundo por conocer.

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