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Bratvá (MM B: 109195)


Juliens
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Hace muchísimo tiempo que Valkyria no usaba sus habilidades como sanadora y algo dentro de ella le decía que había olvidado revisar algo importante al sanarlo, pero ¿Qué? Frunció el entrecejo intentando recordar mientras esperaba a que el mago reaccionara. Los minutos se hicieron horas y sintió un alivio enorme cuando finalmente el desconocido abrió los ojos, sin embargo, lo que dijo a continuación no se lo esperaba. En su memoria repasó rápidamente los acontecimientos de aquella noche y aquel recuerdo la llevó a otro aún más lejano.

Flashback

—¿Para qué me buscabas amor? — Preguntó Valkyria mientras se acercaba y abrazaba por la parte de atrás a un mago alto de cabello blanco, quien dentro de unos meses, se convertiría legalmente en su esposo. Aunque ellos no necesitaban de un papel que certificara que se amaban, aquella boda era tan solo un capricho de la bruja, uno al que su amado no le podía decir que no.

—Ando adecuando un lugar y necesito de tus habilidades… —dijo esas últimas palabras con un toque de picardía en la voz, ese tono que le indicaba que estaba en modo juguetón, ese lado que solamente ella conocía.

—¿Mis habilidades? ¿a cuál de ellas exactamente? —preguntó dejando que el mago se diera la vuelta para poder besarlo —Sabes que todo tiene un precio ¿verdad? —dijo dejando que sus labios aún se rosaran.

—El precio mi amor, lo discutiremos luego de que aceptes… y sé que no podrás negarte —susurró Bastian quien en ese momento se encontraba entretenido acariciando el cuello de la bruja, hablándole al oído algunas de las cosas que incluirían en el pago… —Necesito uno de tus venenos… — pidió finalmente el mago, que sabía que su mujer jamás le diría que no a nada.

Fin Flashback

—Lo preparé yo… y es una suerte que sea uno de los míos, porque soy la única persona viva que conoce el antídoto — Respondió obligándose a apartar aquellas imágenes y concentrarse en ayudar al joven del que no sabía ni su nombre.

Sabía exactamente que veneno era y como contrarrestarlo, no había dado ni dos pasos lejos de la improvisada camilla cuando un enorme tigre de bengala irrumpió en la estancia. La bruja se quedó inmóvil, luego de que su esposo falleciera había perdido por completo el rastro del felino y ahora estaba ahí. Le alegraba verlo de eso no había duda, pero también le provocaba un gran pesar.

—Harimau… — se acercó para acariciar al animal y al ver la manera inquisitiva con la que miraba al joven moreno le dijo —Lo se… yo también pensé que era él… pero estaba equivocada — añadió abrazando al tigre.

Luego se apartó para empezar a trabajar en el antídoto o pronto tendría un muerto más en su conciencia.

—¿Cuál es tu nombre muchacho?... El mío es Valkyria y él es Harimau — dijo mientras picaba y mezclaba ingredientes con una rapidez propia de quien ha hecho aquello durante muchos años — Al parecer no fui la única que pensó que eras alguien más —añadió señalando al tigre.

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  • 3 semanas más tarde...

Le parece bastante extraña la forma en que la bruja actúa. Da la apariencia de que espera que Hobb olvide todo, que simplemente comience una conversación sencilla y amistosa. Y, claro, así es como pasa. Aquel animal le parece demasiado extraordinario como para dejarlo atrás, como para olvidarse de que hay algo extraño en él, algo que lo llama, que lo atrae.

 

—No voy a preguntar que es lo que hacían aquí, prefiero no saberlo —dice intentando sonar lo más neutral posible.

 

Se pone de pie porque ya se encuentra bien. Hay algo más que le parece extraño y es el que ella no haya hecho mención a sus ojos, que no se le haya quedado mirando, que observara de soslayo. Aunque puede que si lo hiciera, puede que mientras él estaba inconsciente la bruja mirara sus ojos, mirara su color de piel, mirara las marcas de sus brazos (idénticas a la de su vestimenta tradicional)

 

—¿Puedo acercarme?

 

En apariencia hace una pregunta y actúa antes de recibir una respuesta. Pero no es así, su preguntaba va dirigida al tigre. El animal se mueve, al principio nervioso, pero luego se tumba en el suelo. Sabe que Hobb no es su amo, siempre lo supo, fue a Bratvá en cuanto lo sintió; no con la idea de ver a su amo, sino de conocer a quien tanto se parece Bastian. Graves estira la mano y toca la cabeza del mago. Cierra los ojos y el lugar queda en total silencio por varios minutos.

 

—Disculpe por no responder antes. Ahora se que puedo confiar, me lo dijo él —señala al tigre y le rasca la cabeza —. Mi nombres Hobbamock Graves. El animal me contado su secreto —agrega. Por un segundo su rostro deja de verse pues brilla con la luz de la orden del fénix —. Por otra parte, tengo que decirle algo acerca de su difunto esposo.

 

No sabe como seguir. Las palabras están en su cabeza, aunque no tiene las ideas ciento por ciento claras sabe en contexto lo que significan. Suspira. No se da cuenta, pero sus cambian de color dando paso al negro. Lo extraño es que él no lo causa, no usa la metamorfomagia en ningún momento.

 

—Dice que puede ir, pero que siempre que vaya volverá sola. Dice que no estará por mucho tiempo, y aunque no lo explicó creo saber los motivos

 

 

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Saliendo del castillo Triviani rumbo a Diagón pensando en Eliot; mi padre adoptivo, tenía ya bastante tiempo sin escuchar de él, después de solo conversar por cartas desde hacía mucho que quería conocerle. Lamentablemente no sabía cuál era su paradero ahora, sabía que mi última carta le había llegado más no tenia certeza de que la hubiese leído, notificándole mi llegada a Ottery y que deseaba concretar una salida con él y presentarnos formalmente.

 

No había tenido la valentía de ir a la Mannor, sabiendo a ciencia cierta de que decir que era su hija me acogerían mientras el decidía regresar a su hogar pero sin su presencia no sabía si podría sentirme cómoda en un lugar donde no conozco a ningún familiar. Las largas calles de Diagón me guiaban por diferentes entradas a numerosas tiendas y restaurantes, necesitaba un lugar para leer un rato.

 

Iba con mi ropa de siempre, unos jeans rasgados y una blusa sin mangas que mostraba los pocos tatuajes que adornaban mi brazo, había decidido ponerme las piezas de perforaciones que había dejado de usar por las clases, con mis lentes de sol podía analizar a cada mago o bruja que se pasara imaginando como deben de ser sus vidas dependiendo de sus expresiones y aspecto.

 

En la esquina a mi derecha aparece una gran edificación que atrae mi atención, Bratvá se leía en un inmenso e iluminado conjunto de letras postradas en el techo de aquella construcción. Empujando la puerta de entrada me encuentro con una espaciosa habitación decorada en tonos rojos y marrones, una barra amplia con una despensa de diferentes tipos de vodka por lo que leo desde la distancia. Acercándome a una de las mesas deslizo una de las sillas un poco para sentarme en ella. Sacando de mi fiel bolso un libro muggle que recién había adquirido esperando a que algún mesero viniera a atenderme.

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Aun sostenía la carta en la mano, Zoella por fin había llegado a Ottery. Por mi parte, había regresado a la Yaxley Manor hacía muy poco, aquello de vivir de viaje me mantenía alejado de la familia por mucho tiempo. A pesar de mis costumbres de investigador mágico, no había perdido contacto con mi hija mayor. Zoella había llegado a mi casi por sorpresa y había decidido hacerme cargo de su tutela con gusto desde pequeña.

 

Llevaba años sin verla, probablemente ni siquiera recordara la apariencia de su padre ya que casi todo lo que sabia de mi venia de las cartas que intercambiábamos. Yo tampoco conocía su apariencia en aquel momento, no estaba seguro de que esperar. Era momento de ir a buscarla.

 

Me había encargado de preparar una habitación en la Manor para que Zoe tuviera un lugar propio. Por primera vez desde que nos habíamos mudado a aquel edificio extrañé la presencia de elfos domésticos. Algo en la Manor simplemente no los dejaba habitarla. Negué con la cabeza bajando las escaleras de mi hogar y saliendo al gélido clima de Inglaterra.

 

Crack.

 

Aparecer en Londres era una costumbre, apenas necesitaba visualizar el lugar para aparecer allí. Miré la carta un par de veces, tenía una lista de los lugares que pensaba visitar durante su estadía en el lugar. Algunos de los negocios listados estaban cerrados, aquello me ayudaría a reducir la búsqueda. No había respondido su carta y esperaba sorprenderla en alguno de los lugares que mencionaba.

 

Si bien no conocía su apariencia, sabía que la reconocería al verla, algo me indicaba que simplemente sabría quien era. Además probablemente llevaría consigo el collar que le había enviado desde uno de mis viajes.

 

Cuando quedaban solo un par de lugares que revisar, decidí entrar a Bratvá. Jamás había entrado a aquel restaurante, pero la muchacha sentada en una de las mesas mas cercanas a la fachada me había llamado la atención. Revisé que mi ropa fuera la adecuada: mi típica camisa negra de seda y un pantalón de vestir del mismo color. Había dejado mi capa de mago en la Manor, no quería parecer tan formal.

 

Entré y me dirigí directo a su mesa. Zoe - ¿era zoe? estaba casi seguro que si - leía un libro y ni siquiera levantó la mirada. Me senté frente a ella y apoyé los codos sobrela mesa.

 

- ¿Zoe? - pregunté, aunque casi había sonado como una afirmación.

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Aun no podía concentrarme en la lectura de este ultimo capitulo para terminar el libro, mis pensamientos viajaban a los recuerdos de mi infancia, sobre todo cuando Eliot me tomo bajo su tutela años después de que Candela desapareciera. Le recordaba con cierto cariño, que a pesar de los años y la comunicación mediante cartas mantenía hacia el por el simple hecho de a pesar de tenerme presente aun con la distancia que nos separaba.

 

En un cordón de cuero de llevaba el anillo de plata que le traje desde mi viaje a Grecia, tenía tallado varias letras griegas en él y aquí en Ottery decidí por mandarle a tallar la fecha en la cual fui adoptada por él como un pequeño detalle y recuerdo de mi persona. Deseaba verle en algún momento en su mano aquel anillo que con cariño de daría uno de estos días.

 

Pasando mi mirada en el collar que se mantenía enrollado en mi muñeca vino a mi mente el grato recuerdo de cuando recibí su carta junto a ese pequeño detalle que me mando en uno de sus tantos viajes, desde ese momento lo llevaba siempre conmigo, ese detalle había causado en mi tanta felicidad.

 

Me sentía ansiosa por el reencuentro, en una de sus últimas cartas mencionaba a una hermana, a pesar de mi actitud posesiva con él me causaba emoción el tener a alguien con quien compartir algunas travesuras en el futuro.

 

Sintiendo una presencia entrar, decido no tomarle importancia y manteniendo la mirada en mi libro decido proseguir con la lectura de la cual vuelvo a distraerme al sentir una silla ser arrastrada y a alguien centrarse justo frente a mí.

 

Arrugando mi entrecejo al escuchar el diminutivo de mi nombre salir de entre los labios del brujo sentado del otro lado de la mesa que yo ocupaba – La que viste y calza, ¿Tú eres…? ­ - Dije cerrando el libro y dejándolo reposar en la mesa después de llevar tras mi oreja un mechón de cabello que obstruida mi visión. Algo en su mirada me recordaba a Eliot, pero a ciencia cierta no sabía si era el más esperaba que fuera así.

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La mujer le dio el antídoto al mago que de inmediato empezó a sentirse mejor, seguía sin hablar y aquello era de esperarse, después de todo ella lo había llevado por la fuerza a aquel lugar, seguramente pensaba que era una psicópata o que estaba loca o quizá las dos cosas. Volvió a donde había hecho el antídoto para el veneno y empezó a poner cosas en su lugar, un movimiento de varita hubiera hecho el proceso más cencillo, pero quería mantenerse ocupada.

—Es mejor que no lo sepas…— respondió al mago, que, se encontraba maravillado con la rareza y belleza que era Harimau y al parecer el tigre también se sentía a gusto con él.

Lo que paso a continuación la dejo un poco desconcertada, aquella conexión solo la había visto con Bastian. Se quedó inmóvil y en absoluto silenció. Se estaban comunicando y quien sabe lo que el tigre le estaba contando, aunque si él confiaba en el desconocido, ella también podría hacerlo.

—Eres un tigre chismoso…— dijo en son de burla, el rostro el mago brilla y aquello significaba que había atacado, sin saberlo, a un compañero de bando. —Yo de verdad lo siento…—empezó a decir pero la mención de Bastian la hizo ponerse tensa nuevamente. Los ojos de Hobb cambian de color en momento y el mensaje que le da hace que el rostro de Valkyria palidezca.

—Si voy, es admitir que él no volverá… que tengo que despedirme… que dejarlo ir… —las lagrimas amenazan con escapar nuevamente de sus ojos —Será admitir que me ha dejado sola…— añadió con rabia, estaba muy molesta con él por dejarla.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Se detiene frente a un edificio más alto de lo normal y, extrañada, alza la mirada. Sobre él, brillantes luces dibujan el nombre del establecimiento: bratvá. En cada paseo por el Callejón Diagón, se da cuenta de lo mucho que ha cambiado aquel lugar. Diez años atrás, cuando tuvo que volver a comprar una varita en Ollivander's, habían muchos menos negocios y éstos eran más clásicos; ahora, sin embargo, se siente asfixiada al caminar entre locales amplios y llamativos, que parecen competir entre ellos sobre cual es el más majestuoso; por aquel motivo, le agrada que su negocio esté en el Callejón Kockturn, alejado del bullicio y los colores chillones y las estructuras presuntuosas. En un principio, por lo tanto, la visión de Bratvá la sobrecoge; no obstante, se da cuenta de que aquel lugar está alejado de los negocios de aquella zona, por lo que lo rodea un ambiente tranquilo.

 

«¿Por qué no?». Más que curiosidad por conocer un nuevo lugar, se mueve por aburrimiento. Es viernes en la noche, el día siguiente no tiene trabajo, y no tiene planes... y, definitivamente, así no había imaginado que sería su vida allí. En cambio, Ellie se había visto haciendo muchos amigos magos y brujas, con quiénes salir en aventuras, paseos y tertulias, cuando no estuviese cumpliendo con sus importantísimas labores de Inefable. Sin embargo, ha estado haciendo lo que los muggles llaman procastinar y, a pesar de haber conocido algunas personas en aquellos meses, no se siente con amigos. Mel es su prima y quizás por eso son un poco cercanas, pero no son íntimas y Ellie es incapaz de ir a las Southern Uplands a pedirle que pasen algún tiempo juntas. La compañía de Richard, en ocasiones, es problemática. Y, además de los Moody, piensa en otras personas. Piensa en sus usuales "aliados" en el Ministerio: Sam, Dennis, Heberth, Scavenger; sin embargo, tampoco es tan cercana a ellos como para hablarles espontáneamente. En cuanto a la pareja Bel y Garry, supone que han de tener planes... aunque, en el fondo, no quiere sentirse como un mal tercio pero tampoco separarlos el uno del otro. Finalmente, se le ocurre pensar en su usual compañero de clases, Hobbamock. Y, por supuesto, concluye lo mismo: no va a tomar la iniciativa con nadie, pues no siente tener el derecho o por lo menos la comodidad de hacerlo. Ésa noche, sólo será ella matando el tiempo.

 

Un poco tensa por estar en un lugar desconocido, Ellie entra en el edificio con pasos lentos. El interior es cálido, por lo que se quita la capa con la que se había estado protegiendo de la brisa nocturna y la guarda en su cartera cruzada de cuero. Como de costumbre, viste una sencilla túnica negra de mangas hasta los codos y larga hasta las pantorrillas, justo donde comienzan sus botas de charol negras. Sabe, sin embargo, que en su rostro y en lo despeinado de su cabello puede verse el cansancio tras organizar la distribución de los objetos para la venta en el negocio. En un principio el predominante color carmesí la abruma, pero pronto se acostumbra a él. Poco a poco, concluye que aquel lugar es una especie de taberna, pero a la usanza muggle, bastante moderna.

 

Hay asientos en la barrera e incluso algunos sofás, pero Ellie se detiene sin adentrarse mucho en aquel lugar, que no parece muy concurrido. De repente, de la nada, no puede evitar preguntarse qué rayos está haciendo allí, qué pretende. No puede evitar decirse que mejor debería dejar de estar paseando como si nada e ir a casa. Pero, entonces, alguien se dirige hacia ella.

 

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Editado por Eileen Moody

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Le parece fascinante la forma en que logra acceder a la poca conciencia humana que existe en el tigre. Sin embargo también tiene miedo porque sabe que esa conciencia se debilita poco a poco conforme pasa el tiempo. Y tiene miedo porque únicamente él siente esa debilidad, esa lentitud con la que va perdiendo parte de la vida que aún le queda. Pero también siente un poco de calma ya que sabe que Bastian, porque así se llama la débil conciencia, partió en calma cuando lo hizo. Que Bastian eligió el camino de salvar a sus seres queridos y pasar a completar al tigre.

 

—Debes aceptar que no regresará, te queda poco tiempo para despedirte.

 

Se aleja del tigre luego de acariciar su cabeza por última vez, al menos por ese día. Sin entender del todo los motivos, siente cierto cariño hacia el animal y espera que se vuelvan a encontrar en el futuro porque también siente cierto aprecio por parte de Harimau.

 

—Que tengas suerte

 

Tiene ya su varita en la mano y opta por desaparecer en lugar de invocar un haz de la noche. Desaparece en un solo segundo, sin siquiera dejar tiempo a que Valkyria pueda responder. No es de su incumbencia lo que la bruja haga o deje de hacer a partir de ese momento. Depende únicamente de ella, no hay poder alguno, ni ninguna magia conocida que permita ayudar a Bastian sin ensuciar su esencia.

 

Su intención era aparecer muy lejos, en algún lugar cercano a la cabaña en dónde vive. Pero se sorprende cuando se da cuenta que está en un bar. Uno bastante lujoso, eso si. Y le sorprende más aún ver a Ellie. ¿Dónde es que se encuentra y porqué exactamente no apareció en el lugar esperado? Se acerca a la bruja pues observa que, como él, también está sola.

 

—¡Ellie! ¿Qué te traer por este lugar?

 

Espera no sonar atrevido. Aunque le cae bien la bruja, y espera que el sentimiento sea mutuo, en realidad nunca han tenido la oportunidad de tratar fuera de los límites del trabajo para la orden y las actividades en la universidad.

 

 

 

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El mago tenía razón en lo que decía y ella lo sabía, tenía que armarse de valor e ir en busca de su esposo porque cada minuto que pasaba los alejaba más, el momento para volver a verse había llegado. No podía seguir postergándolo. Con la decisión ya tomada se cruzó de brazos sin decir nada mientras observaba como él mago se despedía de Harimau, al tigre pareció afectarle que se marchara, era obvio que se agradaban mutuamente.

Antes de que se marchara sin que ella se lo impidiera, le había deseado que tuviera suerte. > pensó fulminándolo con la mirada. Como es que iba a tener suerte si estaba a punto de hacer algo que quizá, era lo más difícil que haya hecho en su vida. > repasó el mensaje que Hobb le había entregado > esa última parte la asustó.

—Fulgura nox —Susurró concentrando su energía para abrir el portal al mundo de los muertos.

Toda la estancia pareció quedarse en pausa mientras un portal completamente negro empezó a formarse. Este parecía absorber la escasa luz que había, pronto todo quedaría en penumbras o al menos esa impresión daba. Del interior del mismo manaba un frio tan antinatural que calaba en los huesos.

Valkyria lo miró por un momento y algo dentro de ella se removió, fue tan solo la sensación de que si lo atravesaba no volvería. Varias veces, luego de que El Tuerto la instruyera en el arte de la Nigromacia, había visitado aquel lugar, pero jamás había sentido eso. Antes de atravesarlo miró hacía Harimau y sonrió, quizá era la última vez que lo veía.

—Se bueno…—le dijo y luego simplemente atravesó el portal. Valkyria había abandonado el mundo de los vivos quizá para siempre.

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No ha visto de dónde ha salido. Si no se hubiera encontrado con el mago en varias ocasiones, se habría sobresaltado por la aparición de unos demasiado llamativos ojos blancos, en los que el iris parece haber desaparecido; todavía le resulta un rasgo extraño, muy difícil de ignorar, pero es capaz de reconocerlo como algo familiar.

 

Hiya —desde antes de que Hobbamock hablara, sólo al escuchar el movimiento tras ella, comenzó a pensar en una excusa para estar allí. Ellie, con frecuencia, practica (a su parecer) elocuentes discursos mentales para replicarlos con el habla. «Varias veces he pasado frente a este bar —se le ocurrió que podría decir, con un tono de voz sobrio y un gesto de despreocupación en el rostro, como si en ella hacer ese tipo de cosas fuese lo normal—, y suele llamarme la atención su estilo. El Callejón Diagón ha cambiado muchísimo, los últimos años, ¿no te parece?». Pero cuando vuelve a abrir la boca para hablar, es perfectamente consciente de que no dirá lo que ha construido en pensamientos. Nunca es capaz de hacerlo, salvo que se trate de la receta para una poción o un encantamiento.

 

»Sólo, ya sabes, conociendo los nuevos locales del Callejón Diagón. Es decir, nuevos para mi —añade tras unos momentos, pues se le ocurre que es bastante probable que ése lugar tenga su tiempo asentado allí.

 

En realidad, no sabe todavía qué pretende hacer allí. Ellie sólo es una bebedora social ocasional; para ella, sentarse y pedir un trago sin tener un motivo para ello como alguna celebración o reunión, es una línea que, de cruzarse, significaría que es una alcohólica. Por otro lado, no sabe si en aquel lugar sirven la cena (y una que pueda ser pagada con el par de galeones de oro que le quedan esos últimos días del mes, hasta recibir su salario). Rápidamente, decide que su mejor movimiento es desviar la atención de sí misma y de sus actos sinsentido.

 

—Por cierto, ¿lograste aprobar el curso de Historia de la Magia? Esta mañana la Universidad me envió mi certificado por lechuza.

 

Pensando en la última clase que compartieron, recuerda que hubo algo que quiso preguntar pero decidió callar pues advirtió que Hobbamock no parecía confiar, de la forma en que Ellie ha visto que los miembros de la Orden del Fénix confían entre ellos e incluso en algunas personas ajenas a la organización, en la profesora Gaunt. Casi puede sentir cómo la sonrisa amable que intento hacer, se tensa al recordar la incomodidad que, por unos momentos, se mantuvo en el salón de clases. Quizás un Oclumante más empedernido podría ocultar los pensamientos que se advierten en el rostro, pero Ellie nunca ha sentido la necesidad de hacer aquello.

 

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