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Bratvá (MM B: 109195)


Juliens
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Samantha dio un respingo ante la pregunta. Con una amplia sonrisa volteó su mirada para ver quien era el autor de semejante piropo. Vaya, no todos los días alguien la trataba de valquiria. Es mas, en todo el tiempo que llevaba viviendo en el Londres mágico estaba segura de que no se había topado con nadie que supiera qué era una valquiria.

Levantó las cejas y con una sonrisa entre burlona y sexy miró al hombre que tenía al lado. Con acento o no, era indudable que era el típico escandinavo. Solo le faltaba estar bebiendo su cerveza en un cuerno.

- En realidad esta valkiria sirve a Odin desde el Ministerio de la Magia- dijo en tono risueño- y si has pensado en trabajar allí, tal vez no falte mucho para que llegue tu momento. Eso si, no estoy segura de si morir por trabajar demasiado te llevará al Valhalla

Bebió un trago de su botella de vodka y acomodó la silla un poco más enfrentada a su interlocutor. Apoyó el codo en la barra y cruzando sus largas piernas decidió presentarse.

 

- Soy Samantha, de Helsingør - dijo extendiendo la mano y riendo- ¿Y tú? ¿andas de saqueo o solo estás de paso?

 

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—Los recuerdos pueden hacer que te pierdas, lo se. Cuando él murió hubieron meses de locura, un tiempo en que no hacía más que comer, recordar y dormir. El pasado, mi pasado, me resulta bastante difícil de olvidar. Logré superar ese pasado y viajé a este país. Algunos creen que no he superado nada, que tirarme de cabeza en un campo de batalla (aunque últimamente esté bastante tranquilo) es una locura, es una forma de terminar con el dolor. Pero se equivocan, he logrado superarlo. Pero no me atrevo a usar un pensadero o a abrir un portal hacia lo que fue y no volverá a ser. Podría flaquear.

 

Por alguna extraña razón se siente libre de decir todo lo que siente. Son cosas que no le ha dicho ni a Kass, sentimientos guardados en una bóveda que solamente se puede abrir con el alcohol, con amistades recién formadas que no tienen aún una opinión acerca de él; o al menos no una opinión tan detallada como la de los viejos amigos.

 

—Disculpa que te agobie, recordar a Riddle me ha puesto sentimental.

 

Y entonces Ellie hace la pregunta correcta, aquella pregunta que nadie se atreve a hacer. Porque la respuesta es bastante desalentadora.

 

—Exactamente. Los mortífagos que a día de hoy se llaman mortífagos no cumplen en absoluto con la mentalidad de Riddle. En la Batalla de Hogwarts hubieron hombres lobo que participaron del bando de Riddle, pero a ninguno se le tatuó la marca tenebrosa. Iba en contra de la ideología de Tom. ¿Qué hacen vampiros, hombres lobo, criaturas semi-humanas con la marca tenebrosa tatuada? ¿Crees que Voldemort les habría permitido ser mortífagos? Otros incluso huelen a podredumbre, a azufre. Estos mortífagos no son los mortífagos de Riddle, lo que los hace mucho más peligrosos.

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No existe magia que anestesie los dolores del corazón. Ellie, apenada, se da cuenta de que en realidad no le cree por completo al mago. Si bien nunca ha perdido a un ser tan querido, no de la forma de la que cree que está hablando el mago, está segura de que la superación se alcanza mediante la aceptación; mirar hacia atrás, recordar con felicidad los buenos momentos pero siendo conscientes de que es el pasado y de que no se puede vivir en él. Por supuesto, con el tiempo, ha aprendido que no todo lo que se le ocurre y le parece razonable pensar, es agradable de oír; en ocasiones, su ingenuidad sobre ciertos aspectos de la vida son confundidos con frialdad y no le gustaría que él tenga esa imagen de ella. Por lo tanto, se dice a sí misma que, en algún momento, Hobbamock no tendrá esos temores, pero que no sería de ayuda no decir algo que no sean palabras de apoyo.

 

—Oh, no te preocupes —le dice, haciendo un gesto despreocupado con la mano, como si fuera tan normal para ella que las personas le confíen sus asuntos; como si fuera tan normal que las personas la vean como alguien de fiar. Sería imposible que éso no le parezca incómodo, con su particular forma de ser; aún así, tras esa sensación de extrañeza, descubre un tinte agradable... es lindo ser apreciada de esa forma—. No te voy a mentir, no sé qué tan normal sea que el tema de Riddle ponga sentimental a alguien... pero está bien —suelta, sonriendo levemente.

 

Ellie escucha entonces el chirrido de sillas y voces algo distantes. Al echar un ojo varios asientos más allá en la barra, distingue a Sam, una de sus compañeras de trabajo, sentada junto a un hombre. Si no la saluda, es porque parece concentrada y alegre en su conversación.

 

—Bueno, no tenía idea de que hubiera... ehm... tanta diversidad entre los mortífagos —admite—. Lo cierto es que antes de mudarme, no tenía idea de esta nueva guerra, porque vivía en una comunidad muggle —en realidad, ha sido recientemente que se ha instruido no sólo sobre la situación actual de Inglaterra, sino además de la Primera y la Segunda Guerra Mágica—. Entiendo que en la Riddle tuvo a hombres lobos, vampiros, gigantes y tal, trabajando para él, aunque nunca les dio "el honor" de llevar su marca.

 

»Probablemente sean más peligrosos... aunque quizás más fáciles de derrotar —habla, sin ser apenas consciente de ello, en voz un poco más baja—. Si alguna vez estuvieron en el poder, fue gracias a Riddle. He escuchado rumores de que hay mortifagos infiltrados en el Ministerio, pero me cuesta creerlo. Cuando estudié en Hogwarts y Riddle estaba arriba, se... se notaba. Entonces era muy pequeña para saberlo, pero ahora lo entiendo. Se notaba su presencia, su corrupción, su poder ¿sabes? Ahora, no siento ese temor; por el contrario, no siento que haya nadie al mando —suspira, pensando en las cosas que han pasado en el Ministerio de Magia desde que comenzó a trabajar, en la ausencia de los gobernantes, en la indiferencia de las personas—. En fin, por eso me parece que se pueden derrotar de forma más fácil, en su mayor parte son fuerza bruta y vandalismo, por lo que leí en los periódicos viejos. Y, mira, ¿no se supone que no se han manifestado en dos años? Debe ser algo bueno, ¿cierto?

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 2 semanas más tarde...

La reacción de la bruja fue tan grata y llena de picardía que Brendon decidió llamarla y tratarla desde ese entonces como una Valquiria. Y por Freyja, que ella era tan hermosa como su voz. Era impresionante como hace un momento el nórdico pensaba que encontrar a alguien con sus ideales era imposible, pero ahí estaba, sentada a su lado con un alentador tatuaje en su pecho, demostrándole que se había equivocado.

 

El nórdico no pudo evitar soltar una risa amarga ante su comentario, trabajar en el Ministerio sería por mucho algo muy lejos de lo que hacía en Suecia. Estaba claro que él no era un hombre de oficina o traje, él fue criado y apaleado para ser un guerrero y no un recepcionista. Pero dada a sus pocas opciones en Londres debía de considerarlo pronto, pues aunque su familia tuviera el dinero para nunca trabajar él no podía quedarse quieto y ver como una ida de pereza pasaba ante sus ojos. Bebió de sus cerveza, cuidado meticulosamente de no ensuciar su barba. No quería lucir como idi*** frente a una valquiria.

 

—Supongo que no hay más opciones. —La miró con suavidad y enarcó un comisura de sus labios— No lo creo, morir como un empleado no ayudará a Odín en cuanto llegue el Ragnarok. —Bromeo— Pero admito que no me molestaría que una valquiria me llevara hasta el Ministerio.

 

La miró acomodarse y beber de su trago como que si aquello fuese agua. Sin pedirlo obtuvo su nombre logrando que una parte de Brendon estuviera satisfecha. Se acomodó en su asiento para darle la atención que merecía para luego darle un sonrisa que reflejaba su gusto.

 

—Brendon, me siento afortunado por haber encontrado una Escandinava en la fina Londres —Bebió una vez más de su cerveza— Lastimosamente, no, no estoy haciendo ninguna. —El sueco sostuvo un suspiro— Solo vine a beber, pero encontrar a una valquiria es más de lo que esperaba en esta noche, me hace cuestionar la idea de un saqueo y robar un par de cosas de este lugar.

 

 

@@Samantha Sokal

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Alessandra tomó varios pergaminos de su escritorio junto a su vuela pluma lista para marchar.

 

Después de varios meses en dónde las visitas de los negocios se había pausado ahora ya estaba todo listo para ser retomado, esperaba que kass y Sain se acordarán que los tenía que ver hoy pero de todas formas habia dejado una nota a Dorothy avisandoles que los esperaba en Bratva el cual seria el primer local inspeccionado por ellos.

 

Hace un mes atras habian llegado al CCU varias cartas dando direcciones de locales en los cuales decia que habia objetos oscuros y los vendian a ciertos clientes que se relacionaban con magia oscura, aunque con Weasley y Ollivander habiamos buscado informacion de los propietarios no, nos quedaba de otra que verificar si era verdad o no las acusaciones en la carta.

 

Alessandra se aparecio en el callejon Diagon a esperar a sus compañeros de trabajo, se coloco el gafete sobre el saco que llevaba puesto para que quedara a la vista quienes eran.

 

Al cabo de unos minutos escucho pasos y vio a Sain y Kass caminando a su direccion, les sonrio a ambos -este es nuestro primer local a ser revisado, tendremos que pedir revisar hasta el sotano si es posible- les aviso.

 

Los dueños del local eran compañeros del bando, y sea quien sea que les mandara las notas era alguien que los queria inculpa, con disimulo toco su anillo de "salvaguarda para Oidos indiscretos" y asi evitar que alguien los escuche.

 

-Se que son compañeros pero debemos hacer nuestro trabajo asi los ayudamos a que todo esto se aclare lo mas pronto- les aconsejo.

 

Una vez que les advirtio caminaron hasta el restaurante de tres pisos, el lugar era sin duda un lujo, muy llamativo para cualquier mago de otro lugar o incluso a los que les gustaba ese tipo de locales tambien, entraron para dirigirse directamente a la barra.

 

- Disculpe, está alguno de los dueños? - le preguntó al hombre detrás de la barra.

 

 

 

 

 

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Kelian Karkarov.

El joven mago apareció en la segunda planta del Bratvá, ya no recordaba la última vez que había pisado ese lugar, a pesar de que se notaba que los elfos hacían un buen trabajo manteniendo el bar en orden limpio y funcionando, si alguien prestaba a tención a los detalles notaría que, desde hace mucho tiempo ninguno de los propietarios había pasado por ahí. No se había actualizado el menú por ejemplo y en la pizarra del fondo había una promoción en bebidas que había sido la sensación hace muchos meses atrás, pequeños detalles que él, si notaba.

Recorrió con la mirada el lugar sin no pudo evitar que un nudo se le formara en la garganta y que ese vació que sentía en el pecho se hiciera más doloroso, ese bar era parte de la herencia que sus padres le habían dejado y no iba a permitir que por su descuido tuvieran que cerrarlo. Tenía que ser fuerte y aunque todo ahí les recordara a sus padres no podía dejarse vencer por la tristeza. Quizá lo podría redecorar, claro contratando a alguien para que lo haga porque esa tarea a Kelian no se le daba nada bien.

—Demasiado pronto… —susurró mirando el reloj. Su hermano Ben los había citado, tanto a él como a Willian en el bar para tratar asuntos de familia. Sabía que Little no asistiría pues era con quien más tenia contacto, su hermana mayor aún no estaba lista para volver. En realidad, él tampoco lo estaba, pero no podía dejarle toda la carga a Ben.

—Joven amo… ha llegado antes de lo previsto — saludó Handigal que llevaba una charola con vasos limpios, al parecer los de la primera planta se habían terminado.

—Solo un par de horas…—le respondió el peliazul tomando la charola —Muero de hambre… yo dejaré esto abajo mientras me preparas algo —tras la confirmación por parte del elfo, se retiró.

No había terminado de ordenar las copas y vasos cuando una mujer rubia, muy bonita se acercó a la barra a preguntar por los dueños.

—Ya que mis padres murieron… creo que soy uno de los dueños. ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó fijándose en el gafete, esperaba que no fuera nada grave.

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Caminaba por las calles del Callejón Diagón, veía las series de escaparates de los diversos negocios que había allí: ropa, bares, en restaurantes, etc. Muy lejos de ahí podía ver el camino que llevaba a su negocio; pero ese día era algo diferente, ni la bruja lo sabía con exactitud, sólo sabía que era necesario tomar un breve descanso. ”Nadie tiene que enterarse de esto”, pensó con algo de culpa, pues sabía que sus negocios iban muy bien, lo suficiente para mantener ocupados a la mayoría de miembros de la familia y el hecho que ella escapara, aunque fuera solo por unos momentos, no era algo bueno.

 

Era de tarde, un día frío y nublado, la mayoría de los magos y brujas que caminaban por ahí, iban muy bien abrigados; la joven de ojos violeta solo los miraba de reojo cuando pasaban a su lado. Cruzó los brazos, sintió su pálida y fría piel, la cual resaltaba aún más con su blusa color azul rey, sin mangas, con un escote discreto y unos clásicos jeans, acompañando unas zapatillas altas y bolso a juego. Su vestimenta claramente no era la adecuada para ese clima, pero le daba lo mismo el frío, el calor, el aire, la lluvia… era normal entre los de su clase, y vaya que había muchos por esos lugares.

 

Las gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el callejón, se avecinaba una gran tormenta y tenía que buscar un lugar donde resguardarse, pues era inmortal, más no impermeable (?). Se detuvo frente a una especie de bar, que obviamente ella nunca había visto; ”donde sea”, pensó, al tiempo que entraba al local. El interior del lugar tenía una decoración bastante llamativa, que le resultaba cómodo estar allí; sin embargo, notó que no era lo único que había allí. Sin decir más, se dirigió hacia un amplio pasillo que daba a unas escaleras.

 

Se sentía extraña, tenía tanto tiempo que no acudía a un bar o un restaurante, que caminaba muy despacio, tratando de admirar todos los detalles. Subió al segundo piso, en donde parecía que había mucho más privacidad; ”perfecto”, pensó Valeskya, mientras observaba una de las mesas que se encontraba en medio y justo al lado de uno de los enormes ventanales, el cual mostraba un paisaje que cambiaba cada cierto tiempo. Lo que había iniciado como un refugio, se había convertido en una visita. Sin más, se sentó y tomó una servilleta, para secarse los restos de gotas de lluvia que la habían alcanzado.

 

- Buenas tardes ¿Me puedes traer por favor una copa de tu mejor vino? –

 

Dijo la pelinegra, al tiempo que dejaba la servilleta y recogía su cabello en una coleta alta. El pobre elfo, que apenas se acercaba hacia ella, se quedó perplejo al no poder ni siquiera presentarse. La joven trató de sonreír amablemente, como tratando de tranquilizar al elfo, ya que no estaba interesada en probar la comida de dicho restaurante.

 

- ¡Ah! ¿Y puedes prestarme una pluma y un pergamino también? Gracias. –

 

La Granger no se dio cuenta de la mirada confusa del elfo, quien solo asintió y se retiró; en ese momento ella pensó en su hermano, quien seguramente se burlaría por la clase de modales que ella acababa de exhibir. Su mirada se perdió en el paisaje que estaba en el ventanal: mostraba lo que parecía un parque, todo era de color verde y asquerosamente soleado para su gusto. Sin embargo, hizo que la nostalgia llegara hacia ella; para su fortuna, no había otro cliente cerca de ella, así que no podría notar la expresión que había puesto en su rostro. ”Mal día para recordar”, pensó la joven, al tiempo que el elfo se acercaba con una copa de vino, el pergamino y la pluma que le había pedido.

 

- Gracias – Dijo la joven distraídamente, al tiempo que ponía de encabezado en el pergamino “Night Whispers”. - Bastante descabellado, ahora estoy sola… - Hablaba en voz baja, para sí misma, sin detenerse a pensar que quizás llamaría la atención. - ¿Y si pido ayuda? No, mala idea, mejor será ponerme a hacer cuentas de lo que hace falta para la casa y los negocios. –

 

Le agradaba el lugar, había poca gente, mucha privacidad y podía divagar tranquilamente. De repente su mirada violácea se dirigió por unos momentos hacia las mismas escaleras por donde ella había llegado. Había llegado otro cliente, tras lo cual la Granger bajó la mirada, para no parecer grosera y seguir garabateando cosas sin sentido aparente.

Editado por Valeskya Granger

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Realmente era raro encontrar a Arcanus visitando el Callejón Diagon. De hecho, en estos tiempos, era muy raro verlo por cualquier lugar. Si bien nunca había sido muy sociable, la falta de batallas lo tenían demasiado apagado y pasaba la mayoría del tiempo en su hogar. Sin embargo, aquella tarde había hecho una excepción. Más que nada por aquel viento frío que le gustaba sentir soplar en su rostro, además las nubes ocultaban el sol que molestaba. Podría decirse que, para el joven, era un día espectacular.


Caminaba lentamente sin mirar nada en particular. Ya conocía los negocios que había en en lugar y seguramente no habría nada nuevo o interesante. Ya era costumbre para Arcanus estar aburrido. Pocas cosas llamaban su atención y sin dudas, ya no tenía la misma energía que solía tener años atrás. Observaba a la gente, abrigados hasta la cabeza, como si estuvieran en medio del polo norte y sonreía. El llevaba un puesto un pantalón de jean, una camiseta y una campera, cosa que le parecía abrigo suficiente y le permitía disfrutar del frío como a él le gustaba.


Era raro recordar el pasado mientras recorría aquel lugar. Pensaba que en un tiempo lejano, solía encontrarse muchas caras conocidas cada vez que rondaba por allí. Sin embargo, ahora era diferente. Se sentía como un extraño en el lugar en el cual había crecido. Las cosas cambiaban demasiado luego de unos pocos años. El joven miró hacia el cielo y una gota de lluvia cayó en su rostro. Miró a su alrededor y se encontró en la entrada de Bratvá. Ya había tenido el agrado de visitar el lugar y le había parecido bastante cómodo y confortable. Sin más miramientos y antes de terminar empapado, decidió entrar.


Afortunadamente, tras cruzar el umbral, se encontró que el lugar estaba casi desierto. De inmediato una calidez invadió su cuerpo, era muy agradable pasar del viento frío al calorcito que había allí. Revisó el lugar con la mirada y decidió continuar buscando un lugar para sentarse, sabía que el lugar tenía más pisos por lo que decidió echar un vistazo. Subió las escaleras hasta el segundo piso y se encontró que allí había algo más de movimiento. Una joven que estaba allí sentada llamó su atención. Más que nada por el hecho de que estaba murmurando sola (O acaso había alguien invisible allí). Aunque tenía que admitir que sus ojos también habían tenido algo que ver. La joven bajó la mirada rápidamente y Arcanus sonrió.


Se tomó su tiempo para llegar hasta donde se encontraba la muchacha. Al parecer ella estaba concentrada escribiendo cosas por lo que no había notado que Arcanus estaba a su lado. El Legionario tomó una silla y se sentó a su lado al tiempo que le hacía un gesto al elfo para que se acercara a tomar su pedido.


- Mucho gusto. Se ve que estás muy concentrada en eso ¿Algún plan para conquistar el mundo? - Exclamó el joven repentinamente, sobresaltando a la chica. - Un... Dos Whiskys de fuego por favor - Le dijo al elfo con una sonrisa y luego dirigió su mirada hacia la joven. Realmente le llamaban la atención sus ojos. Eran demasiado bonitos.


- Mucho gusto, mi nombre es Arcanus. Espero que no te moleste que me siente aquí. A lo mejor puedo ayudarte con tu malévolo plan. - Dijo sonriendo y tendiendo su mano hacia la de ella.

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No tardó mucho en darse cuenta de que su mirada no había pasado desapercibida para aquel chico que acababa de entrar. Se sobresaltó al ver que se había acercado hasta donde ella estaba, se sentó, la saludó con una sonrisa y extendió su mano; la joven arqueó las cejas, algo sorprendida y preocupada de saber qué tanto era lo que el joven había alcanzado a escuchar. ”Ahora está pensando que estoy loca seguramente”, pensó la bruja, al tiempo que trataba de esbozar una sonrisa, y estrechaba su mano.


- Arcanus… mucho gusto – Repitió su nombre lentamente, mientras retiraba su mano con suavidad. -Mi nombre es Valeskya, y por supuesto que no me molesta la compañía… es difícil rechazar la ayuda cuando viene de forma tan voluntaria – Sonrió, al tiempo que hacía a un lado el pergamino.


Por cortesía deslizó la copa de vino a un extremo de la mesa, mientras tomaba el whisky de fuego; se quedó en silencio un momento, mientras observaba al joven que se estaba sentando. Era evidente que también buscaba resguardo de la lluvia, o por lo menos que no estaba esperando a alguien más. También pudo observar su aspecto, pero le llamó la atención su mirada, pues a pesar de haberse acercado sonriente, parecía que ocultaba algo, algún pesar; la joven suspiró, no estaba para ponerse a adivinar cosas, todos tenían secretos y esos son el tipo de cosas que no se le preguntan a alguien que acaba de conocer.


- ¿Cómo supiste que quiero conquistar al mundo? – Sonrió y giró el vaso entre sus blancas manos y se llevó un trago a sus labios, sintiendo como el whisky pasaba lentamente por su garganta; ”demasiado fuerte”, dijo para sus adentros mientras señalaba el pergamino. - Aunque no de la forma que piensas ¿Conoces una forma de ganar mucho oro sin hacer nada? Sería un buen inicio – Comenzó a reír, al tiempo que cruzaba los brazos sobre la mesa.


De repente pensó en lo que estaba haciendo: no recordaba la última vez en que había reído con alguien que no fuera de su familia. Ni siquiera el hecho de estar intentando socializar en ese momento, la hacía sentirse extraña, incluso levemente nerviosa, el temor a decir algo inapropiado a alguien que recién conocía… “inapropiado”, pensó la pelinegra en ese momento: había hecho un comentario dando a entender su situación económica. ”Muy tarde, al demonio”, dijo para sus adentros, ya no había marcha atrás en todo lo que la bruja decía o hacía.


- Dime, Arcanus… - Dijo Valeskya tras una larga pausa. - ¿Qué te trajo a este lugar? ¿La lluvia? ¿O tuviste el presentimiento de que aquí tendrías que ayudar a una damisela en apuros? – Sonreía al tiempo que alzaba el vaso para brindar con él y así tener la oportunidad de observarlo con mayor atención: definitivamente había algo en su mirada que hacía que la Granger quisiera conocer más de él. - ¿Qué te parece si brindamos? Por las personas que aparecen para cambiarnos la vida - No estaba segura si fuera para bien o para mal, pero al menos hasta ese momento definitivamente era agradable la forma en que su día había cambiado.


- ¿Y si me cuentas más sobre ti? – Murmuró mientras bebía un pequeño trago. - Sería un buen inicio, después de las presentaciones ¿no lo crees? –

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Samantha se reía.

- ¿Así que quieres trabajar en el Ministerio vikingo? - dijo con una sonrisa irónica- pero mira que allí hay que trabajar bastante. De todos modos seguramente puedes encontrar algún departamento en donde te guste estar. Yo no puedo decirte lo que hago, digamos... que soy uno de esos empleados... misteriosos.

La bruja escandinava no sabía qué pensar del muchacho. Por momentos le parecía un guerrero salido de alguna película muggle y por momentos era el típico mago adulador, de esos que creen que a las mujeres se las conquista con palabras bonitas. Pues bueno, ese no era el camino con ella, aunque debía reconocer que el chico estaba lindo.

Sacó un cigarrillo de su chaqueta y lo encendió con un encendedor muggle. Miró de reojo a su compañero de charla a ver que cara ponía. ¿estaría acostumbrado a las cosas muggles o habría vivido toda su vida entre magos?

- Disculpa - dijo al darse cuenta de que no lo había convidado- ¿fumas? -extendió la mano con el paguete de cigarrillos hacia el muchacho al tiempo que decía- Tu eres sueco, ¿no? al menos eso parece por el acento. Cuéntame de ti.

 

@@Brendon Ravenclaw





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