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Prueba Libro de la Fortaleza 8~


Athena Rouvas
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El viento sopló y pareciera que las dunas habían cambiado de forma, algunas quedaban más grandes y otras más pequeñas, podía ser solo efecto de estar en un terreno poco familiar para la mayoría. Además, las flores que aún se conservaban no parecían tener esta tendencia de reflejo. Era, seguramente, lo que menos les iba a interesar, salvo, claro, que el ambiente jugara a favor o en contra durante la prueba.

 

Porque sí, los iba a hacer enfrentarse en duelos para probar las destrezas adquiridas, o tal vez el manejo. Nada tenía de malo si erraban algún hechizo al lanzarlo, ganar o perder no significaba la aprobación de la clase, más le interesaba la actitud y las muestras de aprendizaje, después de todo era más allá de la Universidad donde valdría mucho más la utilización de un montón de hechizenos.

 

—Bien, ya estamos llegando al final de esta corta jornada. ¡Acérquense, por favor! —Alzó un poco la voz para que aquellos que estuviesen aún en el aire con los hipogrifos descendieran. — Hasta el momento se han solventado dudas y puesto en práctica algunos hechizos o amuletos, pero ahora viene la hora de la verdad. La prueba será un duelo contra otro de sus compañeros.

 

Días atrás, cuando visitó el lugar, se había asegurado de que el terreno contara con algunos elementos para no dejar tan cortos de ideas a los alumnos. Aunque eran pocos, contaban con un par de rocas de mediano tamaño, una palmera y una especie de pozo que de fondo no tenía nada de agua. Ignoraba si alguna napa subterránea marcaba salida por allí, cerca.

 

—Pueden distribuirse como mejor les parezca, solo procuren no alejarse demasiado. Tienen prohibid intervenir en duelos ajenos, salvo para curar a alguien herido solo una vez. El hipogrifo que lograron controlar les puede ayudar en solo una oportunidad.

 

Esperaba que se comprendiera que las reglas serían las mismas que un duelo común.

 

—Bien, Darla contra Orión y Mery contra Joa. . . Pueden comenzar cuando gusten.

 

 

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 

Chicos les dejo las pautas para el duelo.

 

~Mismas reglas que un duelo común. No se pueden editar post.

~Prohibido intervenir en duelos ajenos, salvo para curar. Solo se puede realizar una vez esta acción.

~Si en 24 horas el rival no ha respondido se puede rolear que se envenena con un morphos.

~En el segundo turno los atacará un troll.

~Pueden utilizar el hipogrifo a su antojo una vez ya sea para atacar o defender.

~Hechizos válidos para prueba: Hasta neutral graduado, libro de Aprendiz de Brujo y Libro de la Fortaleza.

~La prueba tiene duración de 5 días.

~Dudas y consultas en el respectivo tópic. Link

 

@@Darla Potter Black @Orión Black @@Joa Macnair Crowley @@Mery Gaunt Karkarov

Editado por Athena Rouvás

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El viento había cambiado y era muy extraño pero se podía notar que los billiwings habían sido como arrastrados por él lejos de ellos. Darla acarició el cuello del hipogrifo y este hizo un gesto con su cabeza como si realmente le agradeciera. La voz de Athena se dejó escuchar llamándolos, la pelirroja se asombró en cierta forma de que tan rápido había pasado el peligro, pero no se dejó convencer del todo, si bien obedeció a su profesora. Conocía el humor de los arcanos, pero no así el de los uzzas que parecían algo más virulentos.

Debajo el ambiente también había cambiado, no solo las dunas y algo menos de flores ahora, sino también una palmera, a seis metros de ellos, con sus tres metros de alto y un tronco de treinta centímetros de diámetro, ofrecía una escasa sombra para los presentes y por la época parecía que tampoco ofrecía ninguno de sus frutos ya que solo hojas había.

A unos siete metros dos piedras mellizas, que podrían haberse confundido con los senos de Venus si no fuera que no creía que la diosa los tuviera de un metro cúbico cada uno. Para compensar sin embargo parecía haber junta al par de rocas una construcción humana, una especie de mini aljibe del desierto, una construcción de rocas masilladas entre sí que conformaban un muro de no más de treinta centímetros de alto sobre la superficie, un espesor de quince centímetros y rodeaban un pozo de un metro de diámetro, sin embargo no había ni sogas ni baldes ni ningún otro objeto con los que se pudiera intentar buscar agua para refrescarse.

--Bueno, parece que tienes oportunidad de devolverme el anillo junto con lo que lo que has dicho, me debes Orión --le dedicó un saludo con su zurda mientras desmontaba del hipogrifo que, atendiendo a la palmada que le diera en el lomo elevó vuelo manteniéndose sobrevolando a un par de metros sobre ellos a la espera de que le ordenara.

Las indicaciones de la profesora habían sido más que claras, no alejarse, no intervenir en duelos ajenos salvo para curación, no usar más que hechizos de graduados y los libros. Agghhh… allá vamos, pensó, para luego agregar en voz alta apuntando a Orión.

--Morphos --la camisa que el mago había llevado se encogió hasta conformar el cuerpo de un escorpión sobre el centro de su espalda, en el centro mismo que conformaban las axilas. Segundos después el animal clavó su aguijón inyectando su veneno en el cuerpo del Black.

--Algo básico --susurró la Potter Black mientras se mantenía alerta y a la espera de la reacción de su contrincante. ¿Dónde andarían los demás y cómo les iría con la clase y su duelo?

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- ¿Darla contra Orión? –dijo levantando la ceja un poco molesto-. ¿Desde cuándo tenemos que luchar entre nosotros?

 

Había puesto énfasis en su queja. No quería dueliar. No quería tener nada que ver con lanzar algún tipo de hechizos guerreros. Pero los libros te otorgaban cierta cantidad de poder y por más simples que parecían, tenían que demostrar algún tipo de manejo correcto para su aprobación y acreditación. Bufó a modo de protesta. Quería tener un simple paseo en donde sea que iba a ser la clase. Primero era el tema de los anillos, ahora un duelo. Demasiadas sorpresas en el desierto.

 

Estiró un poco los brazos y la columna cuando se dio cuenta que su contrincante ya estaba empezando los ataques. Sonrió un poco de mala gana. Estaba un poco viejo para la edad media de duelistas en el mundo mágico, siendo que los más viejos se alejaban de a poco del intercambio de hechizos. Y así, clavó sus azules ojos en los de Darla. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo y era un movimiento que él mismo había impuesto, en los tiempos en los que la Rana Flecha era más común.

 

Vio cómo su camisa comenzaba a retraerse hacia su espalda, en el centro de su espalda. Arqueó hacia atrás todo su cuerpo, para no dejarle superficie alguna de apoyo al escorpión ni posibilidades de ataque. Era simple, el lugar donde se estaba transformando pasó de estar en vertical, a una pendiente negativa para el pobre bichito, y en conjunto con el corte holgado de la misma se le hizo prácticamente imposible. Con un giro rápido de sus caderas, visibilizó a su atacante y lo aplastó con un poco de pavor con su calzado. Finalmente, se quitó un poco del sudor de su frente.

 

El sol había golpeado fuertemente su espalda y la transpiración ya se hacía notar. Su pálida piel brillaba casi con una fluorescencia mística. Su cara formó una mueca de indignación a un modo sarcástico por lo que estaba pasando ¡Un familiar suyo lo quería ver desnudo!

 

- ¡Me vas a matar con el sol Darla! ¿A vos te parece? ¿¡TE PARECE!?

 

Levantó paso ligero hacia la sombra de la palmera que se había hecho presente tras el cambio del escenario. Unos dos metros para resguardarse de los rayos ultravioletas. Rojo como bandera comunista iba a quedar sino hacía algo. Y eso, eso SI era preocupante para el Black.

 

- No me gusta esto. Mi varita es pesada. No tengo ganas. Nuestros hipogrifos parecen querer tener algo “más”. No creo que muchas de estas cosas sean necesarias. Igual, no le digas nada a la profesora, ya veo que nos pega con una regla.

 

Intentaba ser lo más discreto posible, pero estar a siete metros aproximadamente de su oponente lo obligaba a levantar la voz. Ignoraba si Athenas lo estaba escuchando, o si le iba a parecer una buena idea, pero lo importante era comprobar el uso de los dos primeros libros de hechizo. Y así pensó en alguno al azar. No le hacía falta controlar al hipogrifo

 

- ¡Rictusempra! Reíte como desquiciada.

 

Movió rápidamente su varita y un rayo plateado se disparó hacia su objetivo. Le sería imposible apuntar a Darla por caerse al piso de risa, si es que no hacía nada. De todas maneras, no todo quedó ahí. Generó una floritura nuevamente conjuró un hechizo. Había pensado en un Seccionatus, para liberar 12 medialunas en frente suyo con el objetivo de que impacten en el cuerpo de Darla.

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Oh, si, si que le parecía, él había intentado una jugada algo osada arqueándose hacia atrás y moviendo sus caderas para desprenderse y luego pisar al escorpión. Si, Darla entendía que una avispa marina hubiera sido más venenosa, pero de verdad detestaba eso y… por los mil demonios, había notado el movimiento a su izquierda y supo que no eran los hipogrifos.


Sobre sus cabezas Mery chillaba como loca, la última vez que había alcanzado a verla estaba sin toalla abrazada a un libro, a su varita y al hipogrifo que la llevaba. Y seguía gritando, pero obviamente no era ella. Las quejas de Orión interrumpieron por unos leves segundos sus pensamientos. Era verdad, los hipogrifos macho y hembra ahora que lo notaba, parecían interesados el uno en el otro.


Darla miró al Black y sonrió al ver que rápido se convertía en tomate aún a pesar de la sombra de la palmera a dos metros de él. Sí que estaba “avejentado” todo era quejas para él últimamente. Respiró profundo, había alguien más y no eran sus compañeros o la profesora. El anillo en su dedo vibraba, como indeciso, no era plaga pero era algo, claro, era el anillo de detector de enemigos y si hubiera sido por su compañero de duelo hubiera empezado a vibrar antes. Maldición, pensaba la pelirroja, algo se acercaba y buscaba hacerle daño.



--Deberías utilizar el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos --dijo la pelirroja activando el poder del anillo de bronce y oro impidiendo que nadie más que ellos dos escuchara la conversación creando así un radio de cincuenta metros cuadrados que los mantenía a salvo de oídos indiscretos, tal cual decía el nombre del poder del anillo.


--Debemos impedir que nadie sepa cómo y dónde nos conocemos, deberíamos poder utilizar en estas circunstancias poderes de mago oscuro ya que nadie nos oye y eso nos evitaría algunos problemas y deja de pretender que me ría --concluyó gruñendo y pensando en una Salvaguarda Mágica[/i] que hizo que el rayo plateado del rictusempra de Orión atravesara su intangible cuerpo.


En ese momento un gruñido a su lado la hizo girar con la varita en alto lista para defenderse del ataque que un trol intentaba contra ella con su garrote. La bestia tenía la piel de un verde pálido y algunos pelos del mismo tono, fino y desgreñado. Su aspecto le hizo pensar en ¿qué demonios hacía un trol del bosque en medio del desierto? Al menos no era uno de montaña que solían ser más grandes y malignos, pero igual, más de tres metros de trol de una tonelada atacándola con un garrote no era su idea de un rival fácil.


Cuatro equis, maldita sea, no podía utilizar el anillo ni el orbis por culpa de una maldita equis de más. Decían que su piel repelía los hechizos más poderosos pero también que su fuerza era tan grande como su estupidez, si es que ésta no lo era más. Como fuera, estaba a cinco metros de ella y no era el mejor momento para que le viniera a hacer daño, Zancadilla, pensó haciendo que el efecto creara un lazo alrededor de los torpes tobillos de la bestia, provocando que el trol cayera de bruces, haciendo temblar todo el lugar, al menos había caído lejos de ella y ni aún dando con todo el largo de su cuerpo y garrote en el suelo alcanzaba a estar cerca y menos aplastarla.


--¡Maldición! --gruñó y no por el temblor bajo sus pies ni por ver caer el trol a algo más de un metro de ella, sino que giró hacia Orión, mirándolo con odio y arráncandose las tres medias lunas que habían quedado clavadas en su brazo, el resto se había perdido en el desierto, con excepción de otras cuatro que habían dado en el cuerpo del trol mientras caía.


--Eso no fue muy amable --gruñó tras quitarse todas las medias lunas y pensar en una curación, el efecto fue instantáneo permitiéndole curarse a sí misma las heridas recibidas. Era como el equivalente a un episkey pero sin consumir acción alguna. Eso era lo bueno, pero lo malo, es que solo podía utilizarlo una vez en el duelo. Odiaba a su rival con todo su corazón porque le venían oleadas de recuerdos de su pasado que no lograba entender del todo.


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El viento soplaba pero no hacía nada por brindar un poco de alivio ante tan elevadas temperaturas, al contrario, era igual de caliente y arrastraba consigo pequeñas partículas de arena que picaban al chocar contra los brazos desnudos de la Macnair, como molestos mosquitos invisibles de los que ni siquiera podía deshacerse; no era de extrañar que se sintiese irritable, contagiando, además, a su compañero alado. Por lo mismo, había desistido de disfrutar un corto vuelo junto a los otros alumnos.

¡Lo intentó! Por supuesto que lo había hecho, pero por más anillo de amistad con las bestias que usase, no terminaba de confiar en el animal y —de alguna manera, gracias al mismo anillo— sabía que él tampoco se fiaba de ella. Casi podía decir que tenían personalidades similares, y no es que le pareciese una frase muy razonable para decir en voz alta. De cualquier forma, así como no confiaría en sí misma con semejante humor, prefería tener los pies en tierra que arriesgarse a ser tirada del lomo del hipogrifo y tener que averiguar por las malas hasta qué altura funcionaba efectivamente el amuleto volador, o si alguna de las otras baratijas que cargaba ayudaría en caso de caer unos cien metros. Quizás solo el amuleto de curación…

La llamada de la profesora la sacó de sus pensamientos, junto con la huida del hipogrifo, quien pareció creer que con eso era libre de tener que soportarla y no era necesario perder más tiempo allí, era mejor volar, esta vez sin tener a alguien a quien tirar desde las alturas. Claro, ahora, luego de haber escuchado que comenzaría su prueba, eso significaba una importante desventaja para la pelinegra en el próximo duelo.

Darla y Orión no habían perdido tiempo, por lo que Mery y ella tendrían que apresurarse un poco si querían seguir su paso. No era la primera vez que varios mortífagos se enfrentaban entre ellos, era algo bastante común en los torneos que organizaban, una forma de saber quién era el mejor; sin embargo, si debía ser la primera vez —al menos en la que la Macnair sería parte y testigo— que eran obligados a hacer uso de hechizos puramente neutrales. Suponía, no era necesario decir cuán limitada se sentía, más aun al no haberse enfrentado a Mery con anterioridad y no tener una idea clara de sus habilidades. Clase o no, era inevitable ser competitiva.

Se alejó un poco, lo suficiente para no estorbar en su enfrentamiento, pero, haciendo caso a las instrucciones de no distanciarse demasiado, todavía capaz de observarlos claramente y escuchar los gritos del hombre al ser expuesto directamente al terrible sol. No lo culpaba, ella estaría gritando igual.

Podría estar allí parada observando el duelo de sus compañeros, lo prefería en lugar de ver directamente a su contrincante, tan poco cubierta y con ventaja al no tener prendas a las que afectar con morphos; en su lugar, detalló más el escenario a su alrededor. La vegetación era un poco menos espesa que del lado de sus compañeros, con apenas un par de matorrales con las extrañas flores que les habían estado rodeando, la sombra de la palmera quedando exclusiva para la otra pareja, separados de ellas solo por el inútil pozo seco y las enormes rocas.

Ese vistazo habría tomado poco más de un segundo, luego de lo cual dio una leve reverencia y, apretando con firmeza su varita, apuntó a la bruja sin perder más tiempo. <<Embrujo Punzante>>. Pensó, provocando que un rayo viajase directamente hacia el rostro de la Gaunt, cuyo rostro quedaría momentánea y dolorosamente desfigurado si no lograba detenerlo, afectando con ello su visión y puntería.

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Darla tenía un punto en lo que dijo: si tenía la posibilidad de usar una magia más avanzada que la cotidiana, tenía que hacer efectivamente uso de la misma. El tema era que Orión pertenecía a una camada de magos que se encontraban activos cuando no existía el uso sistemático de artefactos mágicos para usos específicos. Por eso, naturalizar el uso de los mismos iba a llevar mucho tiempo y trabajo en concientización.

 

Algo lo desconcentró de su meditación. Un ardor proveniente del bolsillo derecho de sus pantalones. Agradeció a todo tipo de dioses y seres celestiales de que una de sus hermanas le había plantado el anillo de Anillo detector de Enemigos, el cual estaba reaccionando ante, valga la redundancia, el peligro inminente que los acechaba: un troll que había aparecido de la nada. La primera reacción del Black fue levantar los hombros suspirar. Había que atenerse ante las consecuencias.

 

- ¡Zancadilla!

 

El troll volvió a caer en donde estaba, haciendo que las medialunas impactadas se incrustaran más adentro de lo que ya estaban. Pronto se desangraría por la misma invocación. De todas maneras, quería estar seguro de que la criatura se quedara en donde estaban sin tener que interferir específicamente con ninguno de sus planes poco planeados para ese duelo.

 

- Sectusempra.

 

Movió rápidamente su varita mientras se colocaba el anillo detector de enemigos. El rayo escarlata viajaría con rapidez hacia el cuerpo de la criatura mágica. No quería que muera en definitiva, solo que se espantara por lo que tenía pensado usar una Curación en su siguiente turno para salvarle la vida. Finalmente le sonrió a Darla. Vio como ella se había quitado de a poco la invocación que había lanzado, para luego hacer uso de su curación permitida.

 

- Disculpa querida. En realidad iban para el troll ¿Podría invitarte a un café después de esto?

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La pelirroja achicó los ojos, notando como el Black se había tensionado y metía una de sus manos al bolsillo del pantalón, o lo tanteaba, no alcanzó a distinguir, pero gracias a la magia g alcanzó a entender que si bien las manos del mago y su cuello se veían desnudos de anillos o amuletos y, aunque le había dicho que no los traía, uno de ellos, quizás el de peligro, había hecho efecto en él.


En ese momento la caída del trol al que atacaba Orión era inminente, al menos estaba lo bastante lejos de ella como para aplastarla, esperaba que no cayera sobre el mago, sería una pena que un trol y no ella le ganaran. Volvió a lo que estaba pensando, si los anillos y amuletos estaban en su pantalón solo había una forma de “desarmarlo”. Evanesco, pensó la Potter Black concentrándose en la prenda que llevaba Orión y el efecto fue instantáneo, aunque en la arena no iban a tintinear si notó que los anillos y amuletos cayeron en la arena de las dunas, hundiéndose en ella y quedando semiocultos.


De inmediato notó que un nuevo rayo surgía de la varita del Black y pensó en una nueva Salvaguarda Mágica, una vez más el efecto la hizo intangible al sectusempra que daba en el trol. Vaya gusto del mago por hacer que todo pasara a través o cerca de ella, frunció el ceño al escuchar sus palabras. Tras comprobar que el Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos continuaba haciendo efecto e impedía que nadie más que ellos dos escuchara la charla respondió al Black.


--Dudo que Don Pascual sirva café y menos en el Caldero --una sonrisa burlona se dibujó en sus labios mientras sus ojos se clavaban en la azul mirada del Black, en cualquier momento iba a comenzar a despotricar… de nuevo.


Acarició con el dedo el Anillo de amistad con las bestias, pudiendo sentir que el hipogrifo que le había tocado estaba cada vez más interesado en cortejar a la hipogrifo que había montado Orión. Levantó una ceja y le hizo saber al animal que aún no, que esperase a que la profesora les liberase de aquella prueba y que ella le agradecería que le prestara un poco más sus servicios, ya fueran de protección o te ataque. La nueva vibración del anillo le hizo entender que el animal entendía y aceptaba, así como el suave sonido que se escuchó desde el aire.


A unos metros de ellos parecía que Joa se estaba preparando para duelear también, se alegró de ello, no le gustaría que ninguno de sus compañeros reprobara una prueba como aquella.


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No había parado de chillar hasta que notó como el hipogrifo paraba de aletear y con un suave golpe había aterrizado. Abrió sus ojos, aún abrazada al cuello del animal y, cuando vio que estaba totalmente a salvo, bajó de un salto abrazada aún a su libro y varita. Por desgracia su toalla ya había desaparecido de aquel lugar, así que hizo un leve intento de taparse, totalmente nulo.

 

- ¿Un duelo? -dijo ahogando un grito. ¿Qué tipo de clase era aquella? Casi podía negarse por tener que atacar a un compañero, ¿no? Era algo que Mery jamás había consentido, y por eso nunca participaba en ningún torneo, ante todo eran compañeros de bando con una mima ideología.

 

Refunfuñó para sus adentros cuando, comprobó que no era ninguna broma y debía de enfrentarse a Joa, una chica a la que no conocía demasiado, y casi se alegró de eso, al menos no le importaría demasiado hacerle daño.

 

Se alejó, andando hacia atrás, de Joa, quien parecía tener claro lo que iba a hacer ya que, cuando menos se lo esperaba, un hechizo fue directo hacía ella. Lanzó el libro de la fortaleza por los aires para tener así su varita totalmente agarrada con la diestra y, pensando qué demonios hacer para salir viva de aquel lugar, recordó que, al fin y al cabo, debían de enseñar sus poderes y como entendían los poderes del libro.

 

"Salvaguarda mágica" pensó Mery con una sonrisa torcida. Al instante, la pelirrosa se volvió intangible y el rayo la traspasó como si ella no estuviera en aquel lugar.

 

- Este poder es una pasada -dijo aún alucinando. Pero de momento alzó la cabeza y sonrió hacía Joa-. ¡Oye, tu! -la apuntó y entornó los ojos-. No te pienso perdonar eso... -puso cara de indignación-. Desmaius -su voz fue una simple columna de aire, como si estuviera cantando piano y no quisiera estropear su voz. El rayo salió de su varita en dirección a su adversaria y un sentimiento de culpa invadió su pecho.

 

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Apenas comenzaba el duelo y ya se sentía incompleta ante la limitación de usar solo hechizos neutrales, obligada a dejar —momentáneamente— los mortífagos en el olvido. Era extraño el estar, en su mayoría, rodeada por compañeros de bando y tener semejantes reservas, además, no había llegado a notar lo dependiente que era a tales hechizos, incluso siendo de un rango tan bajo como el de ella, tenían mucha ventaja sobre aquellos usados por los civiles en su día a día.

Por supuesto, prefería regirse por las reglas que arriesgarse a hacer pública su parcialidad delante de la profesora; por más que el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos pudiese ahogar sus palabras, ni siquiera se atrevería a bromear al respecto con su rival. En cambio, sus reacciones eran bastante divertidas luego de hacerse intangible para evitar su ataque, lo suficiente para despertar una sonrisa burlona sobre los labios de la Macnair.

Aun así, era un duelo, no era ocasión para sentarse a tomar un té con su compañera de bando y conocerse mejor.

¡Silencius! —Pronunció con seguridad justo después de la llamada de Mery, antes que pudiese terminar de decir el hechizo por el que la había apuntado—. No es necesario que me perdones, no es algo que te esté pidiendo —respondió con una reluciente sonrisa, una que habría pensado sería imposible ver en su rostro mientras estuviesen en aquel lugar. El sol no hacía más que seguir subiendo la temperatura, tostando su piel con mayor intensidad—. Debimos quedarnos cerca de las palmeras, mi culpa. Terminemos pronto con esto… ¡Langlock! —Un nuevo rayo salió disparado de su varita hacia la Gaunt, esta vez con la intención de pegar su lengua al paladar e imposibilitándole pronunciar palabra alguna.

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Las dos criaturas que fueron en busca de sangre mortífaga habían sucumbido ante los ataques propiciados. El mago se preocupó por la saludo de aquellos. No era su culpa el aparecer en medio de un desierto y el mago suponía que atacar a lo más cercano era en cierto sentido, la respuesta más esperada. Bufó en queja. Encima que exponían hipogrifos al ataque de plagas, también utilizaban criaturas para meros usos educacionales. Capaz debía hacer un llamado al departamento de Criaturas con alguna queja.

 

- Creo que plantearé una queja. Pobres animales –le comentó a su “contrincante”.

 

Sintió de pronto, por arte de una magia que no comprendía, como su respiración empezó a entrecortarse. Los dedos se pusieron azules y temblaba de pies a cabeza. Algo misteriosamente lo había envenenado. Y estaba ahí, a merced de ella. Y por supuesto, sin los maldecidos pantalones que le acababa de sacar ¿Con qué necesidad? No sabía. Pero nuevamente agradeció a todos los espíritus divinos habidos y por haber de estar usando unos boxers limpios y holgados para la ocasión.

 

Obviamente se lanzó a buscar sus amuletos en la arena. Por suerte no estaba tan caliente al encontrarse bajo la sombra de la palmera, si no ya los daba por perdido. Se los tuvo que poner, indignado por la falta de estética que traían. Se dio cuenta que tenía un envenenamiento integral que no lo dejaría pensar, ni vivir, si seguía esperando a que se asiente.

 

- Morphos –dijo apuntando a su calzado pequeño.

 

El beozar no tardó en transformarse y como si su vida dependiera de ello, teniendo en cuenta que sí dependía, se tragó la cura. Respiró aliviado. Había algo con los beozares que le daba mucho miedo a Orión. El hecho de que sea una piedra extraída de los animales le daba la sensación de maltrato y abuso, tal como pasaba en la clase. Pero le reconfortaba saber que era completamente válido generarlo mediante magia.

 

- Tenemos que terminar esto. Me gustaría llevarlo a empate la verdad. Y con respecto al café… Ottery está lleno de tiendas. Alguna nos puede alojar. Me tenés que contar sobre tu lazo con la familia. Tal parece que me perdí mucho en estos años.

 

Levantó su varita y la movió nuevamente.

 

-Desmaiu –de repente un rayo plateado salió de su varita.

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