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Hotel Transylvania (MM B: 109297)


Annick McKinnon
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-Pero eso solo aplica con los invitados del mundo mágico.- Elizabeth seguía muy de cerca el hilo de la conversación, pensando muy seriamente en el disfraz, como si aquello se tratara de un asunto de vida o muerte. Después de todo, las fiestas de disfraces le gustaban aunque no fuera buena escogiendo atuendo, y tenía demasiado tiempo sin asistir a una. -¿Una acromántula dices? ¿Cómo le explicaríamos a los invitados no mágicos que pudiera mover todas las patas al mismo tiempo?-

 

Sacudió la cabeza en modo negativo, descartando las últimas opciones como disfraz para aquella noche. Ya se le ocurriría algo de último momento; afortunadamente contaba con su varita mágica para hacer los cambios pertinentes en cualquier momento que decidiera qué usar.

 

-¿Enserio crees que sería mejor la barba plateada?- Se pasó la mano por una de las mejillas, pues al pensar en vestirse de Dumbledore no había caído en cuenta de que tendría que usar barba y la sola idea le causaba comezón.

 

-¿El rarito? ¿Está de nuevo por aquí?- Varios de los fantasmas más extraños se habían reunido en el hotel, lo que hasta ese momento no había preocupado a la bruja. Pero ahora que sabía que también Uric se encontraba ahí sospechaba que las cosas podrían salirse de control. -Tenemos que tener bien vigilados a Goob y a Uric... Y de paso al Fraile y Alberta, en especial ella me la sensación de que nos podría traer problemas esta noche.-

 

-¿Una momia? No lo creo... Te confundirán con una muggle más. Recuerda que ese y el disfraz de mago son los más usados por ellos, aunque para nosotros vengan vestidos como un día cualquiera.- Aquello resultaba gracioso, pero en verdad así eran de originales los disfraces de la gente muggle.

 

Elizabeth se atrasó unos pasos, pero enseguida notó qué era lo que había dejado tan asombrada a su amiga: el jardín lucía espectacular, tanto que hasta las luces y los objetos tenían adornos que los hacían parecer que habían sido colocados por muggles, desde hilos hacia el techo que los hacían parecer colgados hasta luces conectadas a una toma de corriente. Nada fuera de lo normal para ellos, pero encantador en cada detalle.

 

-¿Qué te parece un disfraz conjunto?- Aquél pensamiento había llegado en ese momento a la cabeza de la bruja, haciendo que su amiga saliera del encanto que le producía la decoración y le prestara atención nuevamente. -No sé... Algo así como dos escregutos de cola explosiva?

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

―¿Escregutos? No me apetece andar arrastrándome. ¿O cómo se supone que haríamos? –preguntó Annick con extrañeza mientras se cruzaba de brazos.

 

Poco a poco había disminuido el ritmo de la caminata hasta que finalmente se detuvo. Debía aceptar el hecho de que no había pensado en lo que decía su amiga acerca de la idea de disfrazarse de momia: aquello era un estilo demasiado muggle, y debía adaptarse más al estilo mágico dado que la mayoría de sus invitados pertenecían a ese mundo.

 

―Me agrada la idea del disfraz en conjunto –el dedo índice de su mano derecha comenzó a tamborilear en señal de que hacía un esfuerzo por pensar en el mejor disfraz–. También podríamos ser dos dementores. Sólo hay que encontrar un par de capuchas y podríamos hacer los arreglos necesarios para que nos cubran por completo.

 

El cielo comenzaba a teñirse de tonos nacarados, lo cual indicaba que la noche estaba a punto de caer y los invitados comenzarían a llegar en cualquier momento. Los rayos del sol iluminaban con debilidad y un conjunto de murciélagos aprovechó el momento para comenzar a hacer el trabajo de ambientar la velada: sobrevolaron el jardín emitiendo sus peculiares sonidos antes de volver a posarse en uno de los árboles que rodeaban la zona.

 

―¡Señoritas! –la voz de Otto Babbling llamó la atención de ambas brujas. El gerente cruzó el jardín trotando en dirección a ellas, y mientras se acercaba pudieron notar que su rostro, y al parecer todo el resto de su cuerpo, estaba pintado de color azul eléctrico. La pelirroja no se percató de que entreabrió los labios en señal de perplejidad–. La hora se acerca. Los invitados están a punto de llegar. He pedido al guardia y a la camarera que ayuden a recibirlos, pero preguntan en qué momento podrán unirse a la fiesta.

 

Annick aún observaba el rostro azul de Otto, y reparó en dos especies de antenas que sobresalían de sus orejas. Acaba de caer en la cuenta de que Babbling había intentado disfrazarse de Duendecillo de Cornualles. La fenixiana hizo un esfuerzo por reprimir la risa y comenzó a taparse la boca fingiendo un acceso de tos. Miró a Elizabeth en señal de que ella tendría que responder a Otto.

 

 

@@Elizabeth Tonks

Editado por Annick McKinnon

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  • 3 semanas más tarde...

-¿Escregutos? No me apetece andar arrastrándome. ¿O cómo se supone que haríamos?-

 

Dicho esto, Elizabeth explotó en una carcajada, pues no había pensado siquiera en que tendrían que ir arrastrándose. Ahora que lo pensaba no sabía si era peor hacer que un par de escregutos caminaran o realizar un hechizo para ir dejando un rastro baboso y asqueroso.

 

Annick estaba seria, cruzada de brazos mientras pensaba. La Tonks en cambio, secaba sus lágrimas mientras intentaba ocultarse de un par de ojos curiosos que se acercaron tal vez queriendo descubrir la causa de su diversión.

 

Annick se detuvo y Elizabeth tras ella, con una sonrisa en su rostro, pues aún no superaba el comentario anterior de su amiga. Pronto se olvidó de ello al continuar con la conversación, que entonces continuó en disfraces de dementores.

 

-Pero los dementores vuelan... O levitan. Honestamente no sé qué es lo que hacen, pero te apuesto que definitivamente no caminan. Creo que sería todavía más extraño que anduviéramos por ahí con los pies separados del piso.- No podía encontrar las palabras como se los explicaría a los invitados no mágicos. Habían encontrado un pretexto est****o para explicar la presencia de los fantasmas, pero ¿cómo explicarían ello también?

 

-¿Y si simplemente nos ponemos nuestras mejores túnicas y sombreros? Sé que suena aburrido, pero los invitados creerán que venimos disfrazadas. Incluso podremos andar las varitas en la mano para arreglar cualquier imprevisto.-

 

La bruja miró atentamente los murciélagos que empezaban a sobrevolar el jardín y que luego se posaron en uno de los árboles. Recordó entonces aquél viejo mito que decía que los murciélagos eran vampiros y a la inversa. "Mito", porque hasta ese momento ninguno de los pocos vampiros que conocía se lo había negado o confirmado.

 

-¿Qué tal un par de vampiras? Podemos decir que esos de allá..- Señaló los murciélagos del árbol.-... son nuestros parientes lejanos que van llegando.-

 

-¡Señoritas!- Escuchó la voz de Otto gritar, dándole un sobresalto. Giró y no pudo evitar sonreír a causa del disfraz del gerente. Parecía estar muy sonriente, a pesar de no haber tomado nada todavía (?) Volteó a ver a su amiga, esperando encontrarse con su mirada y descifrar sus pensamientos, deseando saber si también a ella le divertía el disfraz de Babbling. Elizabeth estiró lentamente la mano, empujándole la barbilla para cerrarle la boca, lo que la sacó de su perplejidad y reprimió una risa, pues evidentemente había ya digerido el extraño disfraz.

 

-Verás Otto...- Empezó a decir Elizabeth, sin idea de cómo continuar aquella frase. Su amiga mientras tanto fingía un acceso de tos que la bruja secundó dándole unas palmaditas en la espalda. -...Nosotras subiremos un momento a ponernos los disfraces, mientras tanto pueden ir acomodando a los invitados y otorgarles nuestra cocktail de bienvenida. ¿Por que ya está listo no es así? ¿Con gusanos de goma para los no mágicos cierto?- Cambiando un poquito el tema de conversación, no había contestado la pregunta de en qué momento se unirían a la fiesta.

 

 

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El coc-cocktail –murmuró Otto Babbling como si le hubiesen preguntado acerca de algo cuya importancia había olvidado–. Sí, sí, gusanos de goma –repitió sin la usual seguridad con que solía cumplir sus responsabilidades–. Ahora mismo iré a supervisar la comida y las bebidas.

 

Dicho eso dio media vuelta, al parecer sin haberse percatado de que Elizabeth no había respondido su pregunta, y se alejó rápidamente. Apenas había desaparecido de la vista cuando Annick dejó de taparse la boca y rió abiertamente.

 

Cualquier disfraz que usemos, será mejor que el de Otto –comentó aún con una sonrisa en el rostro y enjugándose los ojos para eliminar las lágrimas de risa.

 

Al menos el absurdo disfraz del gerente había logrado que la ojiverde se relajara.

 

Me agrada la idea de las vampiras –comentó al recordar lo último que había dicho su amiga antes de la aparición de Babbling. Mientras hablaba, Annick intentó recobrar la compostura a pesar de que aún continuaba sonriendo–. Veamos qué hay en el almacén. Creo que ahí encontraremos lo que necesitamos –miró el reloj y volvió a alarmarse–. ¡En cuestión de momentos comenzarán a llegar los fantasmas y otros invitados!

 

Tomó a su amiga del brazo para apurarla a avanzar. Había tomado tan desprevenida a la joven Tonks que la hizo trastabillar. La pelirroja sonrió, pues aún sospechaba que minutos antes Elizabeth la había empujado a propósito.

 

Llegaron al almacén, el cual se abrió con un movimiento de varita por parte de una de las brujas. Había líquidos y utensilios de limpieza en un área, y mantas, túnicas y otros objetos en otra.

 

Supongo que si queremos lucir colmillos largos y afilados, tendremos que aplicarnos un encantamiento en los dientes. Tú te encargarás. Eres mejor con hechizos –comentó pasándole un par de viejas capas para que las examinara y decidieran si serían de utilidad; mientras tanto ella continuó rebuscando por si encontraba alguna otra cosa interesante.

 

Volvió a mirar el reloj y supo que sólo contaban con quince minutos para la hora señalada.

 

―¿Vestiremos todo de negro? –preguntó intentando visualizar la imagen de un vampiro–. Oh, mira, ¿cómo habrá llegado esto aquí? –mostró un estuche con maquillaje en su interior. Supuso que alguna huésped o una de las empleadas lo había olvidado y por eso había terminado en una caja del alamacén–. Quizá sea de utilidad. ¿Qué hay de las capas?

 

@@Elizabeth Tonks

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  • 4 semanas más tarde...

@@Annick McKinnon

 

No estaba dispuesta a profundizar en las razones por las cuales había ido hasta aquel rustico hotel propiedad de la pelirroja. Tal vez su carácter tranquilo y su madura forma de pensar me habían cautivado, o quizás, en una perdida total de la razón, había olvidado los buenos modales que ahora solía mostrar en mi faceta de monarca y retomaba esos antiguos hábitos de cazar a toda presa que me pareciese atractiva. La fémina era exquisita en demasía y tras todo lo sucedida en los ultimas semanas habíamos intimado mas de lo que nunca había pensado, acrecentando una confianza diferente a la de dos compañeras de bando.

 

Muchos lo llamarían amistad. Yo lo llamaba deseo. Annick, como muchas otras antes, había caído presa de mi naturaleza sexual. No la podía culpar. Mi raza era uno de los mayores misterios del mundo conocido. Estábamos genéricamente creados para seducir. Nuestra fisionomía perfecta, nuestro olor, nuestro carácter algo tenebroso creaba una atmósfera perfecta para todo lo relacionado con el fervor y la pasión. Ademas de que mi propia esencia ayudaba ¿Se dejaría llevar la Knight por aquel camino que yo estaba dispuesta a entregarle en bandeja de plata? Seria, por descontado, algo divertido de intentar.

 

Me encontraba frente a la entrada al hotel Transylvania. Era grande y, en mi opinión, bonito. Algo lúgubreen cuanto a estetica, si, sin embargo, tenia un encanto único que le era imposible de negar. La naturaleza que lo rodeaba podía dejar sin palabras al mas pintado. En mi rostro la sonrisa no había desaparecido, haciendo aun mas interesante aquel encuentro, el cual esperaba tuviese sus frutos. Bien tenia entendido que en el se alojaban con cierta frecuencia muggles, por ende, había decidido usar un vestuario poco llamativo; un pantalón vaquero, una camiseta corta y una chaqueta de cuero. Algo común y casual que sabia me sentaba como un guante.

 

Elimine la distancia que me separaba de la puerta e ingrese a la estancia. El hall era luminoso y sencillo. Me acerque con pasos lentos hacia la recepción y allí pregunte por la propietaria - ¿Se encuentra Annick por aquí? - Mi pelo suelto caía como una cascada sobre el hombro derecho, donde aun se podían ver las heridas recientes de las duras batallas que tuvimos que soportar al confortar a la huestes del mal.

Editado por Lisa Weasley Delacour

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Debbie Higgs, camarera.

La morena estaba concentrada sosteniendo un pequeño espejo mientras pintaba sus labios de color rojo. Sobre el mostrador, cerca de una campanilla plateada, se encontraba una diadema con un par de cuernos del mismo tono del labial. Por su vestimenta carmesí podía deducirse que Debbie, quien procedía de familia muggle, había decidido disfrazarse de diabla con motivo de la fiesta que se celebraría en el hotel.

 

De pronto una voz la obligó a levantar la mirada y vio a una joven mujer de cabello liso y largo. Al observarla, no pudo evitar fruncir ligeramente el entrecejo mientras pensaba: la vestimenta de la recién llegada no coincidía con la usada por alguien del mundo mágico, pero si preguntaba por Annick era poco probable que se tratara de una muggle.

 

Sí, ella está aquí. Seguro está en el jardín, que es donde se realizará la fiesta. Supongo que se quedará a la fiesta. Si necesita un disfraz, las dueñas del hotel han puesto a disposición de todos ese baúl con ropa y diferentes accesorios –explicó mientras señalaba a un costado de la entrada–. Pero no es obligatorio usar disfraz si no lo desea –puntualizó–. ¿Es la primera vez que viene al hotel? Le indicaré cómo llegar al jardín.

 

Desdobló un mapa que cubría buena parte del mostrador. Además de detallar las principales zonas del castillo, en una esquina podía leerse una llamativa advertencia que sólo podían ver los magos y brujas: "Favor de moderar el uso de la magia. En ocasiones hay muggles hospedados en el hotel".

 

Estamos aquí –explicó señalando un extremo del mapa y luego deslizó el dedo índice para indicar un pequeño sendero–. Si sigue este camino llegará a la zona donde es la fiesta. Es muy cerca. De hecho en cuanto atraviese la recepción podrá ver el sitio. Está bien iluminado y lleno de mesas y sillas.

 

 

 

Annick

 

Te espero en el jardín. ¡No vayas a tardar horas! –exclamó mientras cerraba la puerta del almacén para que Elizabeth tuviera un poco de privacidad mientras se disfrazaba.

 

Por su parte Annick estaba lista para unirse a los huéspedes y otros invitados. Había reemplazado su ropa con unos pantalones negros, una blusa beige de manga larga, botas, y un corsé que se ceñía a su abdomen desde el pecho a la cadera. Su cabello ondulado estaba completamente suelto, y en la mano sostenía un sombrero de pirata y una espada sin filo.

 

Mientras caminaba se puso el sombrero para tener ambas manos libres y ponerse el cinturón en el cual colocaría la espada. Acababa de descubrir que la funda era un poco más ancha que el arma, lo suficiente para ocultar ahí mismo la varita. Aún continuaba preguntándose si había sido buena idea mezclar a magos, muggles y fantasmas; y mientras lo pensaba, mayor era la certeza de que aquella noche tendrían que realizar varios hechizos desmemorizantes.

 

―¡Annick, qué maravilla! –el fantasma de Alberta Toothill se acercó a ella flotando a varios centímetros del suelo–. ¿Dónde está Elizabeth? Quiero discutir con ella sobre el último campeonato de duelos.

 

Hola Alberta, ¿dónde dejaste al Fraile Gordo? Elizabeth vendrá en unos minutos, está disfrazándose. Veo que la gente comienza a llegar –lanzó una mirada alrededor y vio a un hombre regordete disfrazado de zombi que miraba con curiosidad los murciélagos que colgaban de los árboles. A unos metros de él un par de brujas disfrazadas de banshees charlaban animadamente.

 

»Oh, recuerda Alberta, si algún muggle pregunta, usas un aparato que refleja el entorno para crear la falsa ilusión de que eres transparente.

 

Sí, sí, no te preocupes –respondió la aludida haciendo un gesto para restarle importancia–. Todos hemos aprendido nuestras líneas y sabemos que debemos alejarnos de inmediato –se acercó a la pelirroja y bajó la voz–. Aunque no es por armar alboroto, pero no confío en que Goob ayude. A ese gruñón no le importa que los muggles sospechen. Ya has visto cómo trató al pobre hombre que llegó ayer.

 

No te preocupes, vigilaremos a Goob –Annick miró en los alrededores en busca del fantasma, pero se distrajo al observar una conocida silueta–. ¿Lisa? –mientras la mujer se acercaba confirmó que se trataba de la Demon Hunter–. Wow, ¡me sorprende verte aquí! –expresó con una sonrisa–. Bienvenida al Hotel Transylvania.

 

 

@@Elizabeth Tonks @@Lisa Weasley Delacour

Editado por Annick McKinnon

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-¿Tardar horas? Vaya... Ni que fuera muggle.- Dijo en voz alta, sin saber si su amiga había alcanzado a escucharla antes de cerrar la puerta tras de sí. No tenía idea de porqué le daba "privacidad", si se conocían desde hacía años y compartían la misma anatomía (?)

 

Se olvidó pronto de eso y se centró en su disfraz. Annick la había traicionado disfrazándose de pirata en el último momento a pesar de que se suponía compartirían un traje conjunto, por lo que ahora no sabía bien cuál de todos aquellos trajes debía usar.

 

En uno de los baúles encontró trajes de vampiros, superhéroes e incluso ropa poco elaborada para disfrazarse de fantasmas, cosas que suponía eran para vestir a algún muggle que asistiera a la fiesta sin disfraz.

 

-Creo que se han equivocado de baúl.- Pensó, recordando que cerca del vestíbulo habían dejado uno con objetos que ofrecer a los invitados sin vestimenta. Solo esperaba que nada inapropiado o comprometedor se encontrara dentro de aquél otro baúl.

 

Se puso el disfraz de vampira y unos colmillos falsos, pero pronto se sintió ridícula al no parecerse en nada a aquellos verdaderos vampiros que conocía, quienes con una sola mirada y sonrisa colmilluda eran capaz de erizar los pelos de la nuca.

 

-¡Lo tengo!- Se dijo, tras mirarse unos segundos en el espejo. Sacó su varita del bolsillo del pantalón, y haciendo unos rápidos movimientos su nuevo traje estaba listo para ser presumido con todos los invitados de la fiesta.

 

Un pañuelo en la cabeza, un parche, una pata de palo y un catalejo adornaban su disfraz, siendo el conjunto ideal para cualquier pirata. Sin embargo aquél era un traje un tanto diferente. Sonrió satisfecha frente al espejo, guardó la varita y bajó enseguida hasta el jardín, donde encontró a Annick platicando con Alberta algo que no alcanzó a escuchar.

 

-¿Y bien? ¿Qué te parece?- Esperaba que su amiga se diera cuenta de que ella mantenía la idea de un disfraz "conjunto", lo que parecía obvio una vez que se les miraba juntas. Elizabeth estiró los brazos, extendiendo unas cortas alas de verde plumaje mientras miraba a su amiga y a Alberta a través de la abertura que dejaba el pico.

 

-Un pirata nunca está completo sin su loro.- Agregó sonriendo. -Ahhh... ¡Hola Alberta!-

 

 

@@Annick McKinnon

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<¡¿Una fiesta de disfraces?! Suena interesante> pensaba, al tiempo que asentía de forma distraída a la que intuí era la recepcionista del hotel. En verdad no me estaba enterando de la misa a la media, pero me daba exactamente igual la distribución del lugar, así como donde estaban los baños o los disfraces. Ya encontraría yo misma lo que me interesaba, como siempre. Un buen premio, merecía una excelente caza. Algo que se gana fácilmente no capta mi atención – Gracias – Los modales ante todo. Mientras avanzaba hacia las puertas abiertas en dirección al jardín, el suculento manjar al cual había ido a buscar hizo acto de presencia. Su brillante sonrisa y su naturalidad era lo que mas me llamaba la atención de la fémina.

 

- Necesitaba algo como esto – Quien sabe si me refería al emplazamiento o a ella - para alejarme de toda la seriedad y sobriedad que me han rodeado las ultimas semanas ¿no crees? - Y como si nada, con la confianza que habíamos afianzado en las ultimas semanas, le sustraje la espada de plástico que llevaba colgada en el cinto de la cintura. La tantee, jugando con ella entre mis dedos y provocando a Annick con la mirada. Mis verdes ojos no se separaban de su cuello, ahí donde sabia corría un torrente de sangre mágicamente deliciosa – En cuanto me invites a una copa, te devuelvo tu juguete – La noche se presentaba divertida en demasía.

 

Habia iniciado la marcha, cuando un fantasma corpóreo apareció a mi lado. Su regordete rostro y su bonachona forma de expresarse me eran realmente familiares – Un gusto volver a verte – Le hice una reverencia al fraile gordo, fantasma de Hogwarts y un gran aliado en mis escapadas nocturnas por el castillo – Prometo que esta noche me portare decentemente – Ambos sabíamos que aquello no iba a pasar - ¿Como hacéis para que los muggles no sospechen ante tal evidencia? - Sentía real curiosidad por como la Knight lograba engañar a los inquilinos de tan magistral forma – Ha de ser complicado, mas si son curiosos y estoy segura que los mas jóvenes lo son.

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  • 3 meses más tarde...

Debbie Higgs, camarera.

―Deberían agradecer por tener una empleada como yo –se motivó ella misma viendo su reflejo en el pequeño espejo que había usado durante los últimos minutos–, seguro seré la única empleada con un disfraz muggle. Si todos nos disfrazamos con motivos mágicos, los huéspedes muggles comenzarán a hacer preguntas incómodas –razonó.

 

Horas antes había tenido una acalorada discusión con Otto acerca de lo inconveniente que era la idea de usar un disfraz de Duendecillo de Cornualles, sin embargo ninguno de sus argumentos logró hacer cambiar de opinión al terco gerente.

 

Debbie observó de reojo una pequeña familia de muggles. Acababa de indicarles que podían buscar accesorios y disfraces en el baúl que las dueñas habían dispuesto en la recepción para todos aquellos que lo necesitaran. Tenía interés en ver qué encontrarían y cómo se disfrazarían para la ocasión.

 

 

Annick

 

A la pelirroja la pilló por sorpresa el hecho de que Lisa tomara su espada de utilería, por eso no puedo evitar que de manera inconsciente su entrecejo se frunciera ligeramente debido al desconcierto. Pero luego de escuchar cuál era la “condición” para que se la regresara, relajó la expresión y sonrió.

 

―No sólo te invitaré una copa, Lisa, sino todas las que quieras. Esto es una fiesta, así que puedes comer y beber cuanto desees –agregó guiñando el ojo derecho.

 

Incluso iba a ofrecerle hospedaje en caso de que se pasara de copas, pero en ese momento apareció Elizabeth. Por un momento el semblante de Annick mostró una cómica mezcla de sorpresa y confusión al ver su disfraz, pero casi enseguida soltó una carcajada. Era tanta la gracia que le causaba, que cerró los ojos y se dobló por la cintura debido a la risa.

 

―Ay, seguiría riendo, pero no es nada placentero cuando usas un corsé –dijo aún con una gran sonrisa en los labios y enjugándose los ojos mientras hacía un esfuerzo para recuperar la compostura, pero nuevamente comenzó a reír al ver a Eli–. Estás loca, amiga –y tomándola del hombro, agregó–: No sé qué haría sin ti.

 

Todavía se esforzaba por parecer seria cuando escuchó la pregunta de Lisa, quien antes había intercambiado unas palabras con el Fraile Gordo.

 

―Si los muggles comienzan a preguntar sobre los fantasmas, diremos que se trata de un efecto visual –comenzó a explicar a pesar de que aún dudada que aquello lograse engañar a un muggle suspicaz–. Acordamos decir que se trata de aparato que refleja el entorno para crear la falsa ilusión de transparencia. ¿Qué opinas?

 

Miró a su mejor amiga de soslayo, pero en ese momento no rió, y con la mirada le transmitió que aquella última pregunta también era para ella. Justo a estas alturas, la ojiverde comenzaba a preocuparse por la convivencia entre magos y muggles.

 

―Si no funciona ¡entonces hay que usar la varita! –intervino Alberta haciendo una complicada floritura con su fantasmagórica mano–. Por cierto, Elizabeth, ¿últimamente ha habido algún torneo de duelo?

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Había decidido que me daría un par de días de descanso alejada de todo lo que tuviera que ver con trabajo del Ministerio y estudios en la Universidad. Ya llevaba un par de semanas bastante agitadas y si Seguía a este ritmo no creo que soportará mucho antes de colapsar por el cansancio. Entonces después de terminar los pendientes más importantes me dije que era momento de relajarme.

 

Prepare una pequeña maleta con lo suficiente para dos días. Le informé a mi elfo Percy a donde me dirigía para que en caso de que me requirieran con urgencia el pudiera encontrarme. Realmente esperaba no tener que cancelar mi descanso por motivos poco importantes.

 

Entonces me aparecí en la zona boscosa donde se encontraba la estructura del hotel Transilvania. Había escuchado cosas muy buenas sobre el lugar y por eso había decidido que este fuera mi sitio de tranquilidad por los próximos dos días al menos.

 

La arquitectura del lugar era sencillamente impresionante, la cual conforme me acercaba me permitía observar mas detalles de los acabados y el material que había utilizado para construirla. Cruce el umbral de la puerta para hallarme en la recepción del lugar.

 

La mezcla de elegancia con el toque rústico de algo que se encuentra en medio del bosque creaban una combinación digna de admirar. Permanecí observando todo alrededor. Me encantaba cuando la arquitectura y decoración de un lugar parecian hablar.

 

Saliendo de mis pensamientos me encamine hacia el mostrador de atención para solicitar una habitación, ya después instalada recorrerla el lugar. -Buen día, disculpe quisiera solicitar una habitación, no tengo reserva pero espero eso no sea un problema - dije a la persona detrás del mostrador.

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